Partida Rol por web

Contemplo en silencio el desenlace de la escena en el patio. Incapaz de contener cierto nerviosismo, me giro cada pocos segundos hacia el Knezi. Muchos años de servicio me han enseñado más de una cosa sobre los Szantovich, por lo que apenas logro reprimir la sonrisa que surge de mi interior.

Traidores, sí, traidores... pagarán.

Su vida en aquel castillo había transcurrido entre paseos por los jardines y tareas dedicadas a la educación de una noble: bordar, poesía, conversación, etc. Por fortuna su adorada madre había sido otra clase de mujer, una que había empujado a su hija a interesarse por otro tipo de actividades de las que "no debía entender" (y mucho más teniendo en cuenta de la clase de Voivoda que gobernaba la región)

Hasta hace poco no hubiera pensado en tomar clases de combate, así que en aquel momento, en aquel patio que tanto conocía, disfrutó del arte de la esgrima entre Byor y Schaar. Ambos demostraron ser excepcionales y así lo reconocío su padre, el cual sonrió complacido. Pero como siempre tenía más pruebas que realizar para los que a su alrededor se hallaban.

Conocía a Schaar, un hombre atrapado entre el honor y la lealtad. Pero era un hombre inteligente, aunque por desgracia su intento de evitar que aquellos dos desgraciados lucharan en igualdad de condiciones no fue aprobada. Su padre quería comprobar precisamente que el honor de su caballero, y futuro esposo, estaba por debajo de la lealtad a su nuevo Knezi.

Honor, valentía, lealtad, eran valores que se les presuponía a todo buen Caballero. En mayor medida unos que otros y dependiendo de quien se tratara, pero Schaar no iba a ser una excepción.

Durante largos años, Schaar Dvy había servido con valentía al barón de Bran. Muchas batallas y escaramuzas ante bárbaros invasores, sin amilanarse, poniendo todo lo que sabía ya fuere por aprendizaje o por su experiencia, para enfrentarse y salir victorioso de los envites que le presentaba la vida.

Su honor había llevado a los soldados a su mando a conquistar aldeas perdidas, a aguantar embestidas de ejércitos enemigos y no salir corriendo, a no venderse al enemigo a cambio de riquezas y poder. Jamás había consentido el aprovechar ninguna ventaja más allá de la provocada por una planificación o estrategia superior a la del enemigo. Había situaciones en las que no eran honorables actuar, y él se había guardado de así hacerlo.

Y leal, la lealtad al sobrino del Conde, la lealtad a Andru de Bran había provocado que casi perdiera su vida por una actitud arrogante y poco previsora de éste y de su tío. La promesa de lealtad le había salvado la vida ante el knezi Radu el Menor, pero le obligaba a vivir en un mundo sin esperanza más allá de la que él mismo se pudiera granjear. Después de largo tiempo de penurias y enfermedades el destino le estaba dando otra oportunidad para poder ayudar a aquellas pobres gentes que ponían su futuro, su vida, en manos de su correcto hacer.

Y ahora se le exigía lealtad de nuevo a un knezi con el que tan sólo se codearía en contadas ocasiones. Un knezi completamente ignorante de la vida que le aguardaba al Caballero. Un knezi que más allá de cualquier otro valor, la lealtad parecía que era lo que más valoraba para poder mantener su egemonía sobre gran parte del reino y su situación de preferencia ante el voivoda.

¿Qué le supondría hacer lo que se le pedía? No era honorable, no, pero una pequeña mácula en su honor no empañaría su ya mancillado orgullo. Ese orgullo que le hacía seguir adelante y que estaba comiéndose al resto de principios desde que llegó a Covasna.

"Soy lo suficientemente orgulloso para oponerme a la voluntad del Knezi, por mucho poder que tenga, pero ¿qué me aportaría ello más que arder eternamente en los infiernos? Sin embargo, si me rebajo a simple verdugo, podré alcanzar metas mucho mayores... y continuar mi camino ¿Qué les llevaría a estos pobres infelices a intentar traicionar al Knezi? ¿Sería algún motivo loable? Mejor no preguntar, así mi mente podrá estar ausente de todo resquemor o remordimiento y todo será más fácil"

El Caballero tomó displiciente la espada que le ofrecían y se dispuso a realizar la voluntad del knezi con una sonrisa sarcástica en el rostro, "Knezi Radu Szantovich el Mayor, tenéis mi lealtad"

La ejecución, pues no se puede llamar combate, en el patio del Castillo de Prahova, dura más de lo debido a causa de la espada sin filo que usa el Caballero Schaar Dvy.

Los dos antiguos carceleros, se intentan defender inicialmente con sus espadas de madera podrida, que de inmediato se hacen astillas al chocar contra la armadura del Caballero.

En los siguientes largos minutos, Schaar se dedica a vapulearlos a los dos con su espada roma, que es más una porra de metal que una espada.

Finalmente, los dos antiguos guardias están ensangrentados, echos guiñapos de restos humanos, y tirados en el suelo del patio.

el monje seguía esperando...

Por mi está bien

Apenas logro reprimir una sonrisa al ver cómo los... traidores son destrozados a golpes. Es una lástima, podría haberlos hecho durar...

En cuanto el Caballero se aleja, ordeno a dos carceleros con un gesto para que saquen los cadáveres de allí. Luego me dirijo al Knezi, e inclinándome con la mirada fija en el suelo, le pregunto, esperando la mejor respuesta: -Mi Señor, ¿deseáis infligir algún último escarmiento a los traidores?

Una vez se acaba el escarmiento de los traidores vuelvo a mi puesto habitual tras de Mi Señor, a la espera de sus ordenes

Si, enciérrales de nuevo, todavía tengo cosas que hacer con ellos.

Apenas la cabeza del Knezi se movió para decir estas palabras.

Byor, puedes continuar tu entrenamiento con el Caballero Schaar si así lo deseas.

El Conde se dió la vuelta y tomó el camino hacia su despacho.

Criado, quiero la comida en mi departamento.

El súbditó asintió con la cabeza, sin mirar a su señor a la cara, por miedo a que le pasara lo mismo que a aquellos dos infelices.

Recibo el permiso de Mi Señor con agradecimiento. Cuando este se retira, me dirijo a un criado.

-Si Mi Señor me necesita o desea algo hacedmelo saber inmediatamente, ¿Lo habeis entendido?

Tras eso me dirijo al caballero Schaar Dvy

-Señor, dado que contamos con el permiso del Conde. ¿Deseais continuar nuestro entrenamiento? Disculpad mi entusiasmo, pero hacia tiempo que no tenía la oortunidad de batirme con un rival de vuestra altura, y sería un placer para mí aprovechar esta oportunidad.

Tras la pertinente reverencia de despedida el Caballero se mantuvo junto al guardaespaldas mientras este impartía órdenes a los criados.

Después oyó la propuesta de éste, propuesta que estaba deseando le hiciera, ya que un rival tan formidable era difícil de encontrar, en estos tiempos, sin que te costara la vida.

"Por supuesto, ¿Byor le puedo llamar?", preguntó algo dubitativo intentado evitar el ofender al guerrero.

"Creo que sería provechoso para ambos el aprender uno del otro", una sonrisa suspicaz afloró en su rostro. Nunca sabía uno que le depararía el destino y quien hoy era amigo, mañana podría dejar de serlo, o al revés, "¿verdad, Dubieta?"

Sonrio al caballero

-Byor está bien, Señor, solo soy un humilde guerrero al servicio del Conde.

Cojo las espadas de madera y le tiendo una al caballero.

-¿Comenzamos?