Partida Rol por web

Se tomó unos segundos para seleccionar los mejores granos para Dubieta, y se los entregó mientras la escuchaba, ilusionado. "Aunque allí nos espera...", quizás, volviendo sus pensamientos hacia la cruda realidad, el Caballero estuviera pensando en Radu, al que habían dejado en Covasna, cómplice de su desolación, "... sólo espero que haya algo que poder levantar"

Tras estas sombrías palabras, Schaar comenzó a seguir los pasos de Dubieta, y se dedicó a saborear aquellos manjares que quien sabría cuando volverían a pasar por sus manos.

"Cuando y donde querais continuamos con ello. No os dejéis influenciar por el esfuerzo de esta mañana, siempre estaré a su disposición", respondió atento el Caballero, siempre con ese brillo delatador en su mirada.

Entendía a la perfección las inquietudes de Schaar, tal vez porque parte de ellas también eran suyas. Aquel espacio, aquel vino, aquellas uvas... eran como parte de un sueño onírico tan frágil que un movimiento inadecuado podría romperlo en mil piezas. ¿Acaso no era lógico querer guardar en la memoria hasta el último momento, hasta el último detalle?

- Sí, nos esperan demasiadas cosas inciertas... pero disfrutemos del momento. Para empezar dejo en tus manos el momento en que tenga que volver a llevar unos pantalones. Creo que a mi padre le dará algo cuando me vea así -rió suavemente imaginando el rictus de desagrado en su padre.

La confianza en uno mismo era una arma de doble filo, pues por una parte infundía valor y por otra otorgababa una cierta insensatez. No obstante, ya fuera por una cosa u otra, su mano se posó inconscientemente sobre la del caballero. Para una mujer casada, o más bien "a punto de enviudar", era un gesto osado. Pero qué mas daba si de los dos presentes uno de ello deseab aquello, y mucho más...

- Tras nuestro entrenamiento dedicaré tiempo a nuestro inminente viaje.

.

Schaar tuvo que emplearse a fondo para volver a sus aposentos tras el ágape, debido a los constantes roces que había sufrido, probablemente como diversión, por parte de Dubieta.

A la hora señalada, algo después del ocaso, la sirvienta de su Señora acudió para guiar al Caballero al sitio destinado para continuar con las lecciones de esgrima que ambos habían comenzado tiempo ha.

El aroma a aceites perfumados de las lámparas se percibía desde poco antes de entrar, quizás para prevenir el olor inherente al ejercicio que se disponían a realizar. La estancia, generosamente iluminada con un gran hogar y multitud de lámparas, estaba adornada con multitud de armas de todo tipo, armas tan exóticas que ni el mismo Schaar había visto alguna antes. En sitios estratégicos, recipientes con agua fresca y clara aguardaban para refrescar cuando fuera necesario. Definitivamente, poco se parecía aquel Palacio al ruinoso castillo del que provenían.

En el centro de la sala Dubieta aguardaba realizando gráciles estiramientos previos al ejercicio. Schaar ya estaba acostumbrado a verla con aquella indumentaria, algo más discreta de la que vestía habitualmente, y mucho menos elegante, aunque no perdía ni un ápice de sensualidad con aquellos pantalones ceñidos, acompañados por una discreta camisa que, sin dejar al descubierto parte alguna de la Condesa, no podía impedir que sus curvas fueran claras y estuvieran bien definidas ante aquellos ojos masculinos que la observaban con deseo y admiración.

"Mi Señora, espero no haberla hecho esperar", comentó tranquilo el Caballero como simple muestra de cortesía. Desde la llegada al Castillo y posterior propuesta de matrimonio, Schaar había mantenido en su trato para con Dubieta cierto grado de respeto, para evitar ofender a su anfitrión principalmente.

"Y, ahora, decidme, ¿qué intensidad queréis que le demos a la velada?", comentó el joven mientras que se desabrochaba parcialmente los cordones que sujetaban la camisa por el cuello debido al calor que comenzaba a caldear la habitación. Tanta luz artificial y aromas extravagantes iban a tener sus consecuencias.

No era fácil acostumbrarse a los ropajes masculinos, y mucho menos para alguien tan sensual como Dubieta. Era evidente que no llevaba unas ropas favorecedoras, pero en aquel instante, mientras ejercitaba su cuerpo como le había ensañado Schaar, no había duda de que bajo aquellas burdas telas se hallaba la tentación.

- En absoluto –respondió sin dejar de moverse.

Cada movimiento estaba hecho, o tal vez pensado, para realzarla en todo su esplendor. Pocas veces su halo embaucador dejaba de brillar, y aunque ver a una mujer entrenando como un hombre podría ser una de esas veces, aquel joven ángel sabía desplegar sus encantos. Era cierto que la atmósfera que rodeaba a los combatientes resultaba extraña… los olores, el calor residual del día, la perspectiva de rozar sus cuerpos a ojos de todos…

- Empecemos con suavidad, estimado Schaar –sonrió delicadamente- Siempre hay tiempo para subir la intensidad… del combate. Sin embargo… -pareció dudar unos instantes observando el gesto del caballero con la camisa,  pero enseguida retomó sus palabras con decisión- hemos estado entrenando en combate abierto, pero estoy interesado en resolver un ataque a corta distancia. ¿Qué podría hacer si alguien quisiera apuñalarme? No todos los enemigos dejan ver sus armas rápidamente.

A mediados de Otoño un pequeño grupo de viajeros llega desde el Este a la Tirsa de Prahova.

Viajais durante dos semanas sin ningún tipo de incidente. El otoño no es la peor época para viajar, aunque ya comienza a sentirse el frío y las lluvias son abundantes. Habéis tenido que improvisar varias veces un refugio para guareceros en vuestro camino. Otras veces la suerte estuvo de vuestro lado y recibisteis cobijo en alguna granja solitaria. Al final llegáis a vuestro primer destino sin problemas.
Ploiesti está en la comarca de Prahova. Tiene yacimientos de sal. El territorio tiene una extensión territorial de 4.716 km². El relieve de Prahova se encuentra dividido en partes iguales entre las montañas, las colinas y la llanura. En el norte de la Tirsa se encuentran las montañas, un grupo de las cuales forman parte del extremo sur de los Cárpatos Orientales. El otro conjunto importante de elevaciones son los montes Bucegi, que pertenecen a los Cárpatos del sur. Ambos conjuntos montañosos se encuentran separados por el Valle de Prahova. En el sur de la Tirsa predominan los terrenos llanos, como extensión de la parte noroeste de la Llanura Dacia. El principal río que fluye por el distrito es el que le da su nombre, el Prahova. Nace en las montañas y recorre el Valle de Prahova, en donde recibe a varios afluentes, entre los que se cuentan el Doftana, el Teleajen y otros.

Pasear otra vez por estas tierras me da escalofríos. La última vez lo hice herido y huyendo por mi vida.

- Es mejor tener cuidado con la gente de aquí o nos tomarán por espías. Evitaría las granjas y aldeas por si acaso. De todas formas, no nos acercaremos a la ciudad. Si seguimos el río llegaremos hasta una zona boscosa. Sólo tengo que recoger una cosa que dejé allí. Después seguiremos hacia Bucarest.

El joven Dimitri parecia disfrutar de nuevo con el viaje, como antaño. Parecia que el recuerdo subconsciente de los desastres acaecidos en su ultima jornada se habian esfumado. Cosas de la juventud quizas!

Las palabras de Goraz le sonaban extrañas. Espias, que demonios....

- Y no parecera un poco raro que huyamos de los pueblos y evitemos a las gentes?

Y encogiendose de hombros añade.

- A mi me parece mas seguro dormir en un granero que bajo los arboles y las estrellas.

Y mira hacia Fray Domenico, a quien su padre habia puesto nominalmente al cargo de la situacion.

El "excéntrico" Bigun toma parte en la discusión negando con la cabeza.

-Es más seguro dormir en una ciudad que no quedarse al campo a que vengan los bandidos, las fieras o lo que quiera que en la noche more... -escupe a un lado. -No, nada malo hay en ir al bosque si es que alguien o algo habéis de recoger, pero para dormir, para dormir, mejor un granero que el techo de los árboles negros... Además, con pasar sin hacer ruido, sin llamar demasiado la atención, con pasar así no habrá, creo yo, problema...

A medida que avanza vuestra conversación comenzáis a sentir como si las paredes tuvieran ojos y oídos y el castillo en sí os oprimiera con tantos criados indiscretos.
Quizá en un paseo por el campo pudierais hablar más libremente.

Tras un tiempo practicando la sensación de estar siendo espiados era cada vez más fuerte, y desagradable. Eso era algo previsible, pero en aquel momento se le ocurrió que podría compartir con Schaar una inquietud sobre Covosna.

- Me apetece un paseo por el campo, no demasiado lejos. Además, también podemos practicar por esos lindes –propuso la jovencísima Condesa- Enrieta, que preparen el carruaje y ¿el caballo? –miró a Schaar- Encárgate de llevar lo que podamos necesitar… -ante la cara dudosa de la doncella añadió- una cesta con comida ligera, vino, un odre de agua, una manta para el suelo… No te demores.

El propósito de continuar el entrenamiento en el exterior era una excusa para conversar libre de oídos indiscretos; serían maestro y aprendiz, nada demasiado sospechoso. Pasado un rato ya estaban partiendo hacia el linde más cercano de campo al castillo, y unos minutos después habían encontrado un lugar adecuado para dejar el carruaje y separarse de los criados.

Después de comprobar que podían hablar con seguridad mientras observaba a los sirvientes distraídamente al retocarse su sedoso cabello prosiguió...

- Mucho mejor… -respiró profundamente- Es de lo más normal que los sirvientes se dediquen a espiar a sus señores, pero veo que siguen siendo demasiado evidentes. Mi madre tenía más tacto a la hora de elegir a sus criados de confianza… -comentó con una sonrisa de admiración en sus labios.

- Schaar… presientes lo mismo que yo sobre Covosna. Siento que hemos perdido toda posibilidad, por lo menos durante un largo tiempo.

Dubieta le lanzó un órdago al joven caballero que pareció sacarle de su sitio, ya que, aunque deseaba, cada vez con más intensidad, el ferviente tacto de su Señora, sabía que no era el sitio ni la hora para ello. No obstante, debía satisfacer sus exigencias, pero se limitó a ejercitar el combate sin armas como una forma de defensa, nada más allá como él habría deseado.

Al día siguiente, Dubieta propuso el ejercicio en el exterior. Aunque aquel castillo estaba cargado de lujos y comodidades, nada se le apetecía más a Schaar que salir al exterior, lejos de aquel mundo de espionaje y confabulaciones.

"Y el caballo, por favor", apuntó el caballero. Nunca se sabía qué imprevisto podría surjir, y estar sin su noble bestia era como encontrarse medio desnudo y desamparado.

Al rato, llegaron a un sitio idoneo para gozar de unos momentos de buena compañía, de cualquier manera, aunque si era con el agradable e hipnótico tacto de la piel de Dubieta, nada podría estropearlo.

Cita :

Comentó su partener.

Era cierto, de un tiempo a ahora, una extraña sensación, que no había sabido a que correspondiá, le había causado algo de desazón. Ahora Dubieta le daba la respuesta que, por otra parte, ya intuía.

"¿Y qué crees que deberíamos hacer? Si no volvemos, sabes que Radu lo podría tomar como una traición", los ojos de Schaar se clavaron directamente en los de Dubieta, como si intentara indagar en lo más profundo de su ser, para poder adivinar sus intenciones.

"Prometí que iría allá donde fueras y que te protegería con mi vida...", dijo, pero no quiso dejar caer toda la responsabilidad en la dama, "... así que sea cual sea tu decisión, contigo iré. Pero me gustaría saber qué es lo que pensáis, antes de daros mi parecer", al fin y al cabo, no sabía cual era el vínculo exacto de ésta con Radu, y no era algo para tratar a la ligera, mostrando sus verdaderas intenciones.

La Condesa Dubieta Szantovich y el Caballero Schaar Dvy salen del castillo con la intención de dar un pequeño paseo por los alrrededores.

Mientras seguís por el camino decidiendo que hacer un carruaje se acerca hacia vosotros. Parece que dentro va una mujer, noble sin lugar a duda. Al lado del carruaje va un hombre a caballo conversando tranquilamente con la mujer, parece que es un caballero.

Os alejáis paulatinamente del castillo sin daros cuenta mientras conversáis cuando de repente veis aparecer en el camino a un extraño grupo de cuatro personas. Un fraile o peregrino (o quizá las dos cosas)abre la marcha acompañado de un mozo con un aspecto más humilde, sin lugar a dudas un campesino. Detrás van otros dos personajes con ropas un poco llamativas para ser simples campesinos.

Antes de encontrarse con el grupo

El día resultaba más que agradable, era un alivio. Para ella no era problema deslizarse entre sedas y mentiras, pero no creía que a Schaar le resultara más cómodo. Además, y para ser sincera, debía tratar un asunto delicado bien lejos del castillo.

- Puedo ponerme en contacto con él -dijo segura de sus palabras- Quería compartir mi intuición contigo, y veo que he acertado al hacerlo. Lo más adecuado, y digo esto sin saber nada de Radu, es partir igualmente –paró unos segundos para sopesar algunas ideas- Sí, podemos partir y a poco antes de medio camino simularás que quieres reconocer el terreno, debe ser lejos pero no demasiado. Llegarás unas horas después contando que en tu camino has encontrado un emisario, moribundo (o lo que consideres). Habló él de la peste, de la enfermedad imparable; de extraños sucesos marcados por el mal; de cualquier cosa, Schaar...

Paró Dubieta junto a una piedra en la que se antojó sentarse. El motivo era contemplar el paisaje… parte campo con granjas, el pueblo y el castillo enmarcando el poderío de su padre.

- ¿Podremos algún día contemplar algo así y decir: nos pertenece? –la joven Condesa suspiró- Disculpa, éste lugar aflora mi ambición. ¿Te parezco ambiciosa?

Sus ojos, celestes y puros como el cielo, se clavaron en él. Mientras contestaba se permitió mordisquear sus sensuales labios para probar la templanza del caballero.

A lo lejos pudieron observar como se acercaba un peculiar grupo. Mientras la jovencísima Condesa permanecía sentada sobre una piedra, disfrutando del paisaje, su caballero tomó buena nota de los hombres que se acercaban.

- Espero que no sean portadores de malas noticias… -dijo con un tono ambiguo.

Su vestido violeta contrastaba a la perfección con su pálida pero hermosa piel, y aquel día se le había antojado que el viento meciera su espeso cabello. ¿Tendrían pensado los caminantes visitar el castillo?

Gorax avanza con el grupo, con la cabeza gacha evitando el sol y unas humildes ropas de viaje.

Observo disimuladamente la caravana mientras nos acercamos.

"Szantovichs... Esto es lo que quería evitar."

Pero no recuerdo haberles visto nunca, ni a la mujer noble ni al caballero, y me hago el distraído.