Partida Rol por web

- En el patio de armas, se encuentran el Caballero Schaar Dvy, procedente del Condado de Covasna, y Byor el Guardaespaldas, protector personal del Conde de Prahova.

- Ambos se miran unos momentos sonriendo despreciativamente. Los dos confían demasiado en sus propias capacidades y cometen el error simultáneamente de menospreciar al rival.

- Es por ello que en el primer cruce de aceros, ambos se hieren mutuamente. Extraño que esos tremendos tajos hayan dejado tan sólo sendos arañazos...

- Ambos se quedan sorprendidos por un momento, el primer cruce de metales fue muy rápido... Ahora giran y fintan más cuidadosamente, guardando también la defensa.

- Schaar Dvy jamás había conocido a un guerrero más fuerte y fiero, excepto tal vez su antiguo señor feudal.

- Byor había luchado antes con un fuera de serie: Constantin (el guardaespaldas del Caballero Dimitri), pero ni siquiera con él había visto esa destreza con la espada. El Caballero Schaar mueve la espada como si fuera una extensión de su cuerpo, formando signos casi hipnóticos por su belleza en el aire.

- La lucha se prolonga durante horas sin que al final ninguno consiga una ventaja decisiva.

Realmente cansado del entrenamiento, finalmente relajo mi guardia, y le hago un aceno al Caballero Schaar Dvy.

Realmente nunca me llegue a imaginar que pudiese ser un oponente tan magnifico...

Esto lo hace interesante, espero que Mi Señor opine lo mismo.

Clavo mi espada en la tierra del patio y apoyo mis manos sobre ella.

-Sois un oponente temible Caballero Schaar, os agradezco que me hallais dado esta oportunidad de ejercitar mi destreza con vos.

sel e hizo un nudo en la garganta, el monje no sabía hasta que punto no se ofendería el conde, pero no quería por us bien, jugar con ello. Aun así, lo intentó.

Con bastante miedo, sus palabras fluyeron de su boca con bastante solvencia:
- Como persona de fe, me veo obligado a aceptar tu petición, mi señor, pero, como perteneciente a la iglesia ortodoxa, tengo que cumplir rapidamente, con lo que mi abad me mandó hacer, pero le sugiero una cosa, señor-calló un momento, y prosiguió hablando-estaré ayudando diez días, pero al finalizar ese tiempo, usted me permetirá dos caballos, uno para mi acompañante, y otro para mí...

Diez días no son nada para renovar la fe de toda una ciudad, además no partiría en seguida, saldría de aquí con todo el mundo.

En ese caso, ¿sería posible que intercediera por nosotros para que envien un sacerdote a Covasna? Le recuerdo que la situación es crítica...

El Conde pensaba en mil cosas a la vez, y esperó la contestación antes de dar la conversación por terminada y levantarse para el combate entre Byor, su guardaespaldas, y el caballero Schaar Dvy, que tendría lugar momentos después.

El monje no notó crispación en el tono del conde, así que, un poco más seguro, y menos temeroso, volvió a aventurarse en las incognitas de la lengua:

-Haré cuanto esté en mi mano, para que envien a alguien, perdonadme mi señor, pero la verdad es que no puedo retrasarme más de esos días, quince, a lo sumo-respondió, el sacerdote.

EL knezi salió al patio de armas junto a su hija y precedidos por sus respectivos protectores.

El patio era enorme, y grandes pórticos bordeaban al mismo como área de descanso y de armería.

Los guerreros tomaron posición en el centro del mismo, con sus armas y armaduras propias, completamente inmaculadas dispuestas para la ocasión.

"Suerte", deseó Schaar al guardaespaldas de Radu, bajando levemente la cabeza, con una sonrisa socarrona demostrando la confianza que tenía en sus capacidades.

Probablemente, su contendiente intentara estudiarle en los primeros lances, pero si el caballero lo hacía con la suficiente destreza y aplicaba la fuerza en el momento justo, esperaba no darle oportunidad para ello. Sin embargo, la idea de su contrincante siguió el mismo razonamiento, o muy parecido, al que había decidido el joven.

Los primeros golpes fueron mortales por ambos lados. Schaar hizó bailar su espada en el aire en movimientos solo imaginados en sueños, inalcanzables por él haría meses, lo que le sorprendió gratamente. Aunque la destreza del Caballero fue contrarestada por la efectividad de los lances del Guardaespaldas. Sendos tajos marcaron a los dos participantes, quedando muy sorprendidos ambos al ver como sus rivales se mantenían en pie inmutables.

El combate había comenzado.

Durante horas, los intercambios de golpes, esquivas y paradas se entrecruzaron. Los movimientos del caballero de Covasna iban ganando en complejidad y rapidez, mientras que los de Byor se iban volviendo más rápidos y certeros. Las espadas se entrecruzaban saliendo chispas de la fuerza y velocidad con la que lo hacían. Aún no habían completado un golpe cuando ya el siguiente estaba a mitad de camino. Parecía no darse tregua ninguno por demostrar el por qué de la confianza que sus señores tenían depositada en ellos.

Tras horas de ardua batalla, ambos guerreros se mantenían con las posibilidades intactas, cosa que parecía no fuera a cambiar por mucho tiempo.

"Hacéis honor al hombre al que servís. No creo que pudiera confiarle su vida a nadie más apto para protegerla", felicitó en el momento en el que pararon más por el cansancio que por el dolor físico.

Haciendo una leve reverencia.

-Caballero Schaar Dvy, sois un oponente temible, os agradezco profundamente que me hayais dado la oportunidad de haber disfrutado de este combate, y vuestras elogiosas palabras.

Espero que Mi Señor también halla quedado complacido...

En cualquier caso Veles es grande por haberme permitido luchar con un rival como él. 

El Knezi aplaudió tras el combate de los dos guardaespaldas.

Creo que no puedo dejar a mi hija en mejores manos, has demostrado ser un combatiente estupendo, espero que también demuestres ser un buen gobernante.

El Conde sonrió, cosa rara en él.

Ahora vamos a probar una idea que se me ocurrió hace unos días...

Sin mirar a su espalda, pero sabiendo que ahi habría algún criado, añadió:

Tráelos.

Esperaron unos minutos hasta que por una de las puertas venían dos hombres atados y con los ojos vendados.

También traían lo que parecían ser cuatro espadas envueltas en tela.

Dejad vuestras armas aquí y acercaos a que os den las que teneis preparadas para este combate.

Colocaron a los dos en el centro del patio, les colocaron a cada uno entre las manos una espada de madera, que no parecían en muy buen estado y ofrecieron a los dos escoltas otro par de armas, estas metálicas pero romas y esperaron a que se colocaran en posición para desvendarles y desatarles.

Estos dos hombres tuvieron la osadía de traicionarme, ahora deben sufrir su castigo, no tengais piedad con ellos, pues no la merecen, no los mateis, pero apaleadlos bien.

Apenas Mi Señor dio su orden, hice una reverencia.

-Como ordeneis mi Señor.

"Supongo que desea comprobar hasta que punto el caballero Schaar esta dispuesto a acatar sus ordenes sin oponer objeciones... A mi me es igual, una orden del conde es para mi como un decreto divino...

No será un desafio tan placentero como enfrentarme a Constantin o al caballero Schaar, pero...

En producir dolor también hay un cierto tipo de placer"

Sonrio.

Tomando la espada roma entre mis manos me pongo en guardia y me dispongo a obedecer las ordenes de Mi Señor. 

Mirando sorprendido a Dubieta, intentando evitar una mirada directa a los ojos del Knezi que pudiera ver su desilusión, el caballero evitó tomar la espada que le tendía el criado.

Luego, recomponiendo su rostro, poniéndolo frío como el hielo, se volvió hacia el knezi, agachó la cabeza y dijo, "las palabras de mi Knezi son sagradas para mí. Pero esos perros no creo que se merezcan el 'honor' de poder hacer frente como mártires con espadas de madera a un caballero de vuestra corte", el tono de voz era profundo y serio.

"Sin embargo, si es vuestra voluntad que ajusticie a estos traidores, preferiría hacerlo sólo y en igualdad de condiciones, sólo para más gloria de mi Knezi y su gran familia", al decir esto, Schaar levantó la mirada y un brillo de orgullo alumbró en sus ojos, "que sepan los de su calaña que un sólo hombre a vuestro servicio puede, no con dos, sino contra todos los que se pongan por delante, y darán su vida por proteger a vuestra persona"

Dicho esto miró con desprecio hacia los pobres infelices que habían traicionado al knezi, para después pasar a mirar levemente a la Condesa de Covasna allí presente en busca de algún gesto que refrendara sus palabras.

El problema de estos perros es que intentaron ser más listos que el amo, y ahora deben pagar.

Coja la espada, caballero y enseñesle usted mismo esa lección.