Partida Rol por web

Al terminar de leer las cartas su mente divagó en sueños que ahora no podían llevarse a cabo, de hecho la situación de ambos era bastante delicada.

- Bueno... o bien se las han arrebatado a un pobre desdichado o ese singular grupo era una comitiva. Bastante... ahm... ¿cómo llamarlos? Singulares. Sí, muy singulares...

No le importaba compartir sus pensamientos con Schaar, y pese a la información de las cartas habían cosas que no encajaban.

- Si son una comitiva pudieron inventar la búsqueda de esa reliquia para no ser descubierta.  No obstante, el hecho de haberos atacado cuando se les pidió acudir al castillo es bastante sospechoso, teniendo en cuenta que iban al Palacio del Voivoda -hizo un breve repaso de las posibilidades- Schaar... por prudencia tratemos a éste hombre como lo que es a simple vista: un bandido -sentenció Dubieta- Se le encerrará y que mi padre decida el destino de éste desdichado. Tiene hombres que "sabran" si es o no un simple mensajero.

Afortunadamente el invierno se acercaba y, si las predicciones eran ciertas, pasaría la estación en el Castillo. También, afortunadamente, aquel encuentro iban a proporcionarles una grata distracción.

Al leer aquella carta, la perplejidad se apoderó de su rostro, y lo compartió con su acompañante, "No pueden ser ciertas estas misivas. En su caso, no sé por qué no inventaron algún otro tipo de argucias para poder salir airosos si lo que pretendían era que vuestro padre no obtuviera esta información", no pudo retener una carcajada, "incluso no tuvieron la precaución de que el portador de las mismas fuera otro distinto al qu edebía defenderlas con su vida"

Luego, mirando a Dubieta, reprimiendo un beso eufórico, el Caballero concluyó, "creo que vuestro padre podría hacer muy buen uso de esa información. Un territorio sin caudillo puede ser buen destino para alguno de vuestros hermanos y para nuestra imagen ante el Knezi. Con el permiso del Voivoda, por supuesto."

Dicho esto, confiando en que lo allí había leído pudiera ser cierto, esperó a que Dubieta le diera permiso para volver a su posición en su montura, escoltando el carruaje.

EN EL CASTILLO: - El Caballero Schaar Dvy cura su leve rasguño usando su único punto de Resolución, se queda a 0.

ASALTO 0: - A continuación, él y el Capitán Bonslav sorprenden a dos extraños monstruos en sus tierras, mientras buscaban infructuosamente el rastro del mago invisible fugado.

ASALTO 1: - Schaar lanza un ataque brutal contra la monstruosa bruja, a la que sorprende con la boca abierta. La espada le entra por la boca y le sale por la nuca.

- Bonslav lucha infructuosamente contra un Bufón de repulsivo aspecto.

ASALTO 2: - Schaar arranca con salvajismo su espada, mientras la bruja estalla en una nube de polvo plateado.

- El Bufón abre en canal al Capitán de la Guardia Bonslav con sus espantosas zarpas.

ASALTO 3: - Schaar atraviesa el corazón del Bufón Macabro con su espada, en su estertor, la criatura del invierno le abre el vientre con sus garras, produciéndole una espantosa herida.

ASALTO 4: - El Bufón Macabro se tambalea, exhausto, mientras las Nieblas le reclaman y regresa al lugar de donde una vez surgieron los de su raza. Tan sólo una nuble de polvo plateado queda en su lugar de descanso final.

- Schaar Dvy cae al suelo retorciéndose de agónico dolor. Su herida en el vientre está llena de ponzona y cientos de diminutas arañas están haciendo eclosión en su carne, devorándola desde dentro.

FIN DEL COMBATE.

Había pensado sobre ello, peo fue Schaar quien lo dijo. Aquella parecía una oportunidad excelente para que su padre se adueñara de un territorio, aunque…

- Si bien es una situación muy favorable hay que tener en cuenta que el Knezi es la mano derecha del Voivoda. No sería lo más adecuado actuar por su cuenta, en eso estoy de acuerdo contigo, aunque la confusión que reina Slobozia es jugosa -especuló- Le haremos llegar las cartas y disfrutemos de los acontecimientos. Con algo de suerte…

La Condesa suspiró un tanto desconsolada. Hasta hacía poco había un gran porvenir delante suya. Añoraba los planes en los que su esposo la hacía partícipe, y ahora en cambio se consolaba dando paseos por el campo. Por lo menos estaba Schaar a su lado.

- Partamos cuanto antes, y mantente alerta. Ese brujo puede esta más cerca de lo pensamos.

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CABALLERO SCHAAR DVY:

- Sufres una herida infectada por una potente maldición oscura.

- Necesitarás descansar todo el invierno en cama para convertir una horrenda herida supurante y llena de arañas en una simple cicatriz molesta, acompañada de la presencia siempre molesta de arácnidos diversos.

La bruja no fue un gran escollo. ¿Qué habría pasado si hubiera tenido tiempo para reacciónar? Mejor no saberlo. Schaar había aprendido a respetar las artes oscuras..., y a ayudarse de ellas en lo posible. Pero aquel ser, esa extraña criatura salida del mismo vientre de la noche y el frío, abrió al pobre Capitán como un cuchillo caliente corta la mantequilla.

El Caballero enfrentó a la criatura. Sus ojos se cruzaron y vio el frío gélido que le alimentaba mientras rajaba al desgraciado Bonslav. Arrancando la espada del cuerpo de su primer enemigo, ambos contendientes lanzaron sus salvajes ataques conociendo ya el potencial de su rival.

Sin tiempo a contemplaciones, Schaar atacó con ímpetu y rabia, cometiendo el fallo de dejar su frente sin cobertura. Con un certero golpe, el Caballero golpeó en el mismísimo corazón de la criatura, atravesándolo de parte a parte, pero ésta tuvo tiempo de hundir sus garras en el vientre de Schaar.

El joven cayó, víctima de las heridas causada por unas garras nocivas que abrieron sus entrañas. En su caída hacia el suelo el caballero pudo ver como el horripilante ser explotaba en miles de estrellas a sus ojos, dando lugar a la noche más oscura.

"¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? ¿Por qué me duele el estómago de esta manera?", tras un buen tiempo inconsciente, gracias a su fortaleza natural y a su carácter indómito, el Caballero Schaar Dvy comenzó a abrir los ojos. En un primer momento el dolor le impidió saber donde se encontraba, pero poco a poco, a medida que los ojos se acostumbraban a la luz del paraje, comenzó a recordar. "¿Es ese el Capitán de la guardia del Knezi? Pero..., ¡si está abierto en canal!. Mi barriga, ¿qué son estos bichos que me andan por mis manos?" El maldito Bufón le había dejado cientos de insectos en su herida. Junto a su último golpe, las nocivas fuerzas de su interior habían anidado en el joven y habían provocado que miles de arañas se estuvieran alimentando de aquella herida purulenta.

Haciendo acopio de fuerzas, asiendo un trozo de tela de la camisa del difunto Capitán y uno de sus cuchillos, Schaar comenzó a limpiar la herida. Los gritos de dolor se habrían poddido oir a bastante distancia, debido a la profundidad que ésta tenía y el trabajo que estaba realizando, si Schaar no hubiera sido entrenado para aguantar tan extremo dolor, pero era primordial el conseguir que la herida no se infectara si quiería tener un mínimo de posibilidades de vivir. Tras unos minutos de dolor incesante, el joven hizo un pequeño fuego juntando pequeñas ramas secas y algo de hojarasca de los alrededores, con lo que consiguió cauterizar en parte su herida haciendo un hábil uso de su preciado cuchillo. La oscuridad volvió a apoderarse de la consciencia del Caballero.

De nuevo desorientado, el joven volvió a despertar. El olor a podredumbre empezaba a inundar aquel lugar. Esta vez pudo sobreponerse al dolor y llamó a su montura con un silbido característico. Tiempo había tenido que pasar, ya que su caballo tardó en llegar y el aspecto de desaseado también acompañaba al equino. Después de comer algo de pan de viaje y beber algo de agua, usó el resto del odre en el cuerpo de Bonslav, para poder limpiarlo y liarlo en su manta de viaje para el transporte.

Tras examinar el resto del escenario y recoger lo que por allí se encontraba repartido, Schaar emprendió camino a Prahova, para poder recuperarse de aquella herida perniciosa y dar sepultura a aquel desdichado.

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y DOS

TERMINÓ EL OTOÑO Y HA TRANSCURRIDO EL FRIO INVIERNO.

PRIMAVERA

- Noticias inquietantes llegan de todo el país. Algunos hablan del Fin de los Días, de territorios asolados y destruidos por demonios y ángeles caídos. Otros dicen que los únicos demonios son los bárbaros magiares a caballo, que matan a los hombres y esclavizan a mujeres y niños.

- El Knezi permanece extrañamente apático todo el tiempo.

- El prisionero Fray Domenico no sobrevivió a los interrogatorios de Hogor el Torturador.

- Toda la región parece sumida en una extraña abulia tal vez fruto de la desesperación.

- Anoche, según numerosos testimonios, un ángel cayó del cielo, destrozando el tejado de una casa en su caída. El ángel parecía hermoso, hasta que todos los presentes contemplaron su cara: era el rostro de la Muerte.

La situación estaba siendo inquietante por momentos. Las noticias sobre los magires, amén de las habladurías sobre ángeles y demonios. Pero Dubieta bien sabía que la mitad de aquella historia era cierta, y la otra... ¿por qué no?

- Schaar... -atrajo su atención mientras paseaban por el patio solitariamente- No me gusta lo que está sucediendo. Mi padre está demasiado sumido en sus pensamientos y no veo que actúe. Ni siquiera sé si ha comprobado esa historia sobre el "ángel caído" -paró unos instantes para meditar- Hablaré de inmediato con él, fingiendo una preocupación por Covosna. Pero... debemos pensar en abandonar el lugar si todo va a peor. La idea de permanecer encerrada con un Knezi cada vez más apático no me atrae.

El frío arreciaba y la nieve caía sobre Prahova, el viento gélido hacía que sólo anduvieran por las gélidas calles aquellos que tenían que hacerlo por obligación.

Un gritó de horror se oyó entre la nieve. El pueblo estaba demasiado tranquilo y silencioso como para que un simple grito llegara hasta las murallas del castillo. Tras el grito, unos rezos, quizás pidiendo que la figura no fuera un enviado del mismísmo infierno. Muchos se preguntaban que pasaba, la curiosidad les invadía pero ni el clima, ni los últimos acontecimientos, harían que salieran a divisar de qué se trataba más allá de las ventanas de sus casas calentadas, tímidamente, por el fuego del hogar.

Poco a poco, la borrosa y fantasmal figura comenzó a tomar forma. Un jinete, postrado sobre su caballo con una manta que le cubría casi al completo, quizás para protegerse del viento y la nieve, o por otro motivo aún más macabro, comenzaba a entrar por las calles del pueblo al pie del Castillo. En la parte trasera de la grupa, un cuerpo se encontraba sujeto a la silla. Un cuerpo que parecía no tener cabeza. ¡Un cuerpo que no tenía cabeza!, pero por los ropajes, alguien de buena posición dentro del castillo debía ser.

Aunque pareciera increible, nadie parecía conocer al jinete a primera vista. Luego, rumores sobre la recién llegada hija del Knezi y su protector comenzarón a correr de casa en casa, identificando al jinete como a éste último, ya que el caballo que montaba era inconfundible, aunque hacía tiempo que no se sabía de él y se hablaba de que pudo morir a manos de un brujo que se había instalado en un bosque cercano.

Un lento vagar hacia las puertas del Castillo permitieron dar la voz de alarma en el mismo. Tres soldados salieron hacia el pueblo para recibir a la incómoda figura.

- ¡ALTO, QUIEN VA! - gritó el soldado que se encontraba en cabeza. Un joven teniente de reciente nombramiento.

Ninguna respuesta acompañó a la imperiosa pregunta.

- ¡DETENGASE O TENDREMOS QUE TOMAR MEDIDAS! - el nerviosismo se notaba en la voz, ya que, entre otras cosas y a pesar del clima, un tono menor hubiera tenido el mismo efecto.

El Caballero detuvo su andar, tras lo que pareció perder completamente las últimas fuerza que le quedaban y cayó bruscamente contra el frío suelo lo que hizo visible la pesada armadura que le cubría, delatándolo como al Caballero Schaar Dvy, guardián de la Condesa Dubieta Szantovich, hija del Knezi, tal y como habían apuntado los últimos rumores.

Rápidamente, los soldados portaron tanto al caballero como a su caballo con la macabra carga que llevaba, hacia el interior del castillo lo más rápido que pudieron, con el fin de evitar que se vieran más detalles sobre aquella llegada.

Lo que se encontraron al entrar en el Castillo fue al joven Caballero con el pecho abierto. La herida tenía muy mala cara, ya que de ella salían arañas minúsculas por doquier. Por el pobre Bonslav poco pudieron hacer, más que rezar por su alma y colocar, lo mejor que pudieron, la cabeza sobre sus hombros tras postrarlo en una carretilla para transportarlo hacia la capilla.

Hasta bien entrado el invierno, el Caballero se mantuvo inconsciente, postrado en un lecho atendido por la sirvienta personal de la Condesa cuando no lo hacía ella misma, intentando curar lo mejor que se podía aquella pérfida herida que parecía llamar a la muerte inexorablemente. Pero gracias a estos cuidados, y a la fortaleza inherente, el Caballero consiguió callar a aquellos, la gran mayoría por cierto, que les hacían con un palmo de tierra antes que abriendo los ojos de nuevo.

Un agente de la propia Muerte ha llegado a la ciudad. Aquellos que simplemente contemplan su rostro se desploman en el suelo sin vida.

Dicen que todos los habitantes de un barrio entero han caído ya muertos al acercarse a la figura. Los guardias que han acudido a detenerlo tampoco han vuelto.

Todo lo que hay son los testimonios de quienes dicen haberle visto de lejos. Algunos lo describen como una figura macabra y cadavérica. Otros como un hermoso ángel alado.

La condición de Schaar no hacía más que enralecer el ambiente del castillo, y más el ánimo de la Condesa que se hallaba con el rostro serio en todo momento, aunque sin perder su belleza. Bien sabía su doncella lo que significaba despertar la ira  de su Señora, y por eso estaba muy atenta a evitar que cualquier insolente sirviente despertara su cólera. No, no eran buenos momentos para Dubieta.

Minuciosa fue la limpieza de la herida de Schaar, así como eliminar esas arañas con fuego que sin duda eran producto de algo pérfido; y antes de que se levantase cualquier rumor ya había ordenado a Ernieta divulgar que sólo la valía del Caballero había hecho posible sobrevivir a la malignidad de la herida producida. Por fortuna, y no sin pasar por momentos en los que se temía lo peor, la Condesa vio como una vez más Schaar sobrevivía.

- Tu fortaleza es asombrosa, Schaar. Pero no vuelvas a asustarme de esa manera –le dijo mientras le pasaba una mano por el su pelo al mismo tiempo que sonreía levemente- Temía perderte…

Miró a Ernieta y con la mano la ordenó que saliera de la habitación. Tras unos segundos, para comprobar que nadie iba a entrar, acercó su rostro al del Caballero. Su larga melena, intensamente negra como la noche, cayó como una cortina para dar intimidad a protector y protegida.

- Creí que te morías. No puedes dejarme sola… -sus suaves y níveos dedos rozaron sus labios- Prometiste protegerme… y voy a cuidarte para que sigas cumpliendo tu promesa.

La claridad de sus ojos parecían iluminar aquel pequeño espacio que había entre ellos, ahora entre luces y sombras por el sedoso cabello de Dubieta. Sus dedos se deslizaron hasta llegar a la mejilla, dejando allí su mano para dejar que la sensualidad de los labios de la joven Condesa besarar al Caballero.

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Aquel invierno había sido muy confuso y doloroso para el Caballero. Su cuerpo no respondía a ningún estímulo y su salud no parecía mejorar, pero poco a poco comenzó a recordar como había sobrevivido anteriormente a una muerte segura y el destino que le aguardaba si no sobrevivía.

En algún momento había notado como manos hábiles y delicadas le limpiaban el cuerpo, como no hacía mucho había sentido por primera vez. En otras ocasiones, cuando mayor eran los esfuerzos por sobrevivir, sintió como otras manos aún más delicadas que las de Ernita, se hendían en lo más profundo de aquella ponzoñosa herida en busca de poder ayudar en su recuperación - Dubieta... - El temor y el cariño contrastaban con el dolor que le producía las curas que ésta le ejercía con sumo cuidado, pero Schaar sabía que la parte más importante dependía de él.

Tras largos y fríos meses sumido en un mar de dolor y oscuridad, el valeroso Caballero consiguió abrir los ojos de nuevo. Como en sus mejores sueños, dos bellas musas se dibujaron en sus ojos. La oscuridad de la que provenía le impedía ver más allá de figuras borrosas, pero el halo que acompañaba a cada una las hacía inconfundibles.

Por un lado, la joven y servil Ernieta, rubia e inocente. Por el otro, la cautivadora y perfecta Dubieta, cuya azabache melena contrastaba con el marfil de sus mejillas. 

Cita:

Notó como ésta le acarició el cabello mientras comenzaba a acostumbrarse a la luz de las lámparas que iluminaban su alcoba, a la par que la dulzura de sus palabras revitalizaban un corazón dañado en su huída de la muerte.

Unos segundos después, la oscuridad volvió a acompañarlo, pero ésta vez fue una oscuridad deseada y ansiada dede hacía mucho. 

Cita:

 Un dulce beso culminó las palabras de la joven Condesa, que encendieron de golpe al entumecido Caballero que la apretó contra sí, a pesar de encontrarse aún convaleciente.

 - Jamás me lo hubiera perdonado - susurró al oído de ésta mientras retomaba el beso junto a un abrazo que les unía e iba haciendo más fuerte a medida que sus músculos empezaban a responder animados por el deseo. Sin preocuparse por miradas extrañas y sin demostrar el menor reparo, aquel recibimiento fue respondido de manera pasional. Las escasas prendas que vestían no podían ocultar las intenciones del Caballero, pero aún se encontraba lo suficientemente débil como para que, la en apariencia frágil, Dubieta pudiera deshacerse de él con facilidad si así lo deseara...

El Conde de Prahova sale de su castillo con todas sus tropas, acompañado de su Guardaespaldas Byor, de su torturador Hogor y de su hijo Mino.

- "Acabaremos con ese maldito demonio que está matando a mi gente." -

KNEZI RADU SZANTOVICH EL MAYOR, CONDE DE PRAHOVA Y SEÑOR DE PLOIESTI:

- Demasiado has oído hablar de un ser sobrenatural que está matando impunemente a tus súbditos.

- En tu larga existencia algo has oído acerca de los demonios, y sabes que cuando tienen cuerpo pueden sangrar y ser desterrados por el poder de la espada.

- Tu hijo Mino, tu Guardaespaldas Byor, tu torturador Hogor y la totalidad de tus soldados te acompañan. Nada debes temer.

- Lo primero que ves al llegar a la plaza son docenas de cadáveres sin enterrar. ¿Cuántos días llevan aquí? En el centro de esa desolación, junto a la principal fuente de tu ciudad, ves un ser con alas emplumadas. Te da la espalda.

- Le gritas y desafías, quieres que vea como le clavas la espada y lo devuelves de vuelta al Infierno.

- Lentamente el ser se da la vuelta mientras extiende sus alas. Os mira con unos ojos imposibles. A tu alrededor los hombres se convierten en carcasas cadavéricas dentro de sus armaduras y uno tras otro van cayendo al suelo, muertos.

- Después el Angel de la Muerte fija su mirada en ti...

- Los criados huyen en todas direcciones, unos pocos se detienen a robar algo. Todos menos Enrieta, sostenida en su lugar por la fría mirada de su ama la Condesa Dubieta.

- Se dice que ha ocurrido algo terrible, que todos están muertos.

- Después se escucha un ruido horrible que resuena por todo el castillo, el sonido de una espada siendo arrastrada por los suelos de piedra de la fortaleza.

- Cuando el sonido se aproxima más, Dubieta y el Caballero Schaar salen alarmados de la alcoba de éste último...

- Ven una figura que porta las vestiduras, armadura y espada del Conde de Prahova. Una figura no hace mucho fortísima e imponente, invencible y bella en su inmortal esplendor. Ahora casi un esqueleto cadavérico sin apenas carne, la piel apretada y reseca contra los huesos, los ojos hundidos y rodeados de areolas negras...