Partida Rol por web

SUCESO:

- Las gentes de Braila están irritadas y agresivas debido al calor del verano. Se producen robos, trifulcas y altercados entre el personal seglar del Monasterio.

- Los propios monjes se entregan a discusiones acaloradas, mezquinas y sin sentido por cualquier minucia.

- Llegan noticias del pueblo relativos al aumento de los robos, riñas de borrachos y peleas saldadas con heridos, e incluso en un caso la pérdida de un ojo.

- Se rumorea que no hay ni ley ni orden en Braila.

SUCESO:

- Las gentes de Braila están irritadas y agresivas debido al calor del verano. Se producen robos, trifulcas y altercados entre el personal seglar del Monasterio.

- Los propios monjes se entregan a discusiones acaloradas, mezquinas y sin sentido por cualquier minucia.

- Llegan noticias del pueblo relativos al aumento de los robos, riñas de borrachos y peleas saldadas con heridos, e incluso en un caso la pérdida de un ojo.

- Se rumorea que no hay ni ley ni orden en Braila.

El Padre Arnaldus no entendía que se disponía a hacer el Abad. Hacía años, o incluso días, antes de conocer a Lucius se habría opuesto a una orden así, o, como mínimo, habría preguntado el por qué. Pero ahora no. Sentía como la figura del Abad era superior y sus palabras las de Dios. Eran perfectas y concisas. Sin preguntas ni dudas arrojó la antorcha al lugar indicado.
Hasta luego Pater...

Arnaldo, como fue conocido hace mucho tiempo, dio la vuelta y empezó a seguir al Abad. Deleitándose por la gran estima que arrojaba o como mínimo él veía así. Al salir del establo se sacudió los ropajes, mostrando siempre notablemente su clase, como siempre.

Tras preguntar al Abad que estaba pasando y no obetener respuesta, Ciferinos empieza a no poder contener su miedo, comenzando a gritar... Tras unos segundo nota un cierto olor a quemado,entonces recuerda las ultimas palabras del Abad.

No puede ser... el Pater no a podido mandar que encendieran el establo....

La temperatura comenzaba a subir ligeramente al igual que el nerviosismo del guardian del monasterio.

Tengo que salir de aqui... o morire abrasado

Poseido por el panico, Ciferinos comienza a empujar ( no creo que pueda romperla) la piedra con todas sus fuerzas, al ver que es su unica via de escape.Pero sin ningun exito...

Domine Christe, libera animas omnium fidelium defunctorum de poenis inferni.
El Abad cierra la puerta tras ellos y mira fijamente al Padre Arnaldus, con una mirada tan profunda que aturde su mente, ofuscando el resto del mundo durante un instante. Cuando el Abad aparta la mirada el Padre Arnaldus está tranquilo aunque algo confuso.
Rápido padre, avisad a los monjes, el establo está ardiendo.

dum veneris judicare saeculum per ignem

¿Ardiendo? Pero que...-empieza a decir el Padre Arnaldus, con los ojos abiertos de par en par, retrocediendo a pasos cortos-. ¿¿Qué ha sucedido??

El devoto no recordaba exactamente lo que acababa de suceder, una pequeña bruma tapaba los últimos recuerdos. Pero aquello no importaba aquel establo estaba ardiendo.

-YA VOY -gritó ya desde la lejanía, corriendo a toda velocidad para avisar a todos el monasterio-. EL ESTABLO ARDE, RÁPIDO, DEBEMOS APAGARLO.

Arnaldus, en esos momentos, dejó de lado su clase y compostura, incluso que armonía que reinaba entre la mayoría de monje. Aquel asunto era urgente.

- Fray Domenico de Sajonia, misionero católico, llega a Braila a finales de Julio de 950.

El fraile católico llega a las inmediaciones del monasterio y suspira, aliviado. El viaje ha sido duro, pero al final ha llegado a las puertas del que considera único lugar en transilvania donde puede encontrar ayuda frente al mal que ha descubierto. Sólo espera que aunque sus habitantes practiquen la religión Ortodoxa, puedan vencer sus diferencias y unirse a él para enfrentar un peligro mayor y diabólico.

Sin pensárselo más, el fraile llama a las pesadas puertas del monasterio.

El calor es cada vez mas y mas intenso. Ciferinos esta completamente nervioso, solo piensa en mover la roca. Sigue intentando moverla,pone toda su fuerza en ello y empuja con rabia... La piedra parece ceder un poco hacia atras , por un momento la cara del monje vuelve a mostrar esperanza, pero en el ultimo momento la piedra queda inmovil pese a los intentos del fornido hermano.

FRAY DOMENICO:

- El viaje hasta aquí ha durado casi un mes y ha sido bastante pesado, aunque la compañía de la mula cargada de provisiones ha aligerado la carga.

- Encontraste una buena vara recta y la has desbastado, convirtiéndola en un aceptable bastón de caminante.

- Cuando llegas ante las puertas del Monasterio de Braila es ya de noche y te alarmas cuando escuchas las campanas del campanario y hueles a madera quemada... ¿Se habrá desatado un incendio en el Monasterio?

ESTABLOS DEL MONASTERIO:

- Ciferinos logra a duras penas mover la roca haciendo un enorme esfuerzo. De repente nota que su hábito está en llamas y grita de forma inhumana cuando el fuego lame su carne.

- Padre Arnaldus, tira Carisma + Liderazgo, dificultad 6, para organizar a los monjes rápidamente para apagar el incendio.

Un monje envuelto en ropas negras y cuyo rostro resulta invisible bajo la capucha en la oscuridad abre las puertas del monasterio.
¿Sí? ¿qué os trae aqui?
dice la figura, sin dar paso aún al visitante. Sus palabras y gestos son calmados y lentos, susurrando más que hablando.

El recién llegado mira de arriba a abajo al monje que ha abierto la puerta.

-Mi nombre es Doménico de Sajonia, y pertenezco a la orden de San Benito. He viajado muchas leguas desde Buzau para poder encontrarme con los hermanos de este monasterio, a los que suplico, humildemente hospitalidad y cobijo, o, al menos, atención para que pueda compartir los amenazadores y malignos descubrimientos que me han traído hasta aquí...

Buzau... repite el padre reflexivo ¿malignos decís? Pasad, por supuesto. Disculpad la falta de hospitalidad pero como veis llegais en mal momento dice haciendo un gesto vago de señal como única reacción al caos que reina detrás del, por lo demás absolutamente impasible, encapuchado.

Adelante, Fray Domenico cerrando las puertas del monasterio a su espalda sed bienvenido y sabreis disculpar que pospongamos un poco más la hospitalidad pues por vuestro gesto las nuevas que traeis merecen ser escuchadas cuanto antes.
Contra toda etiqueta y tradición, el monje no se ha presentado, devolviendo el saludo al recién llegado. En la oscuridad, el invitado tan solo parece seguir una sombra.

La figura acompaña al invitado a través del patio hacia el gran edificio principal, de piedra. A la derecha del extenso patio una pequeña construcción arde y por todas partes, monjes vienen y van tratando de controlar el incendio. El encapuchado no parece alterarse ni dirige la mirada a la escena.

El rostro del fraile, hasta ahora abatido y cansado por el viaje, se ilumina con vigor en cuanto ve a los monjes apagar un incendio.

-¡Por las barbas de San Jerónimo, sí que llego en un mal momento! ¿Quizá pueda ayudaros a apagarlo? ¡Las noticias que traigo son de una extraordinaria imporancia, pero estaría obligado a ayudaros a cambio de vuestra hospitalidad!

Luego baja la voz y resopla, extenuado por el esfuerzo. Mira a su interlocutor, el cual aún no se ha presentado.

-Por supuesto, preferiría narrar mi historia al abad, y en un lugar más reservado...

Oh! no debeis preocuparos. contesta agitando la oculta cabeza bajo su capucha.

Desde luego tendreis oportunidad y lugar de contar vuestra historia, tan solo seguidme.
Los pasos del monje conducen al invitado hasta el gran edificio de piedra donde, sin duda, están las habitaciones, la biblioteca y los scriptorium.
Subiendo escaleras y atravesando oscuros pasillos, la figura hace pasar al visitante a un pequeño y poco ornamentado despacho.
Sentaos, tan solo tendreis que esperar un momento. dice, mientras sale de la habitación, cerrando la puerta tras él.

Doménico, obediente -no le es ajena la solemnidad y austeridad de los monasterios, si bien los alemanes son menos amenazantes que éste-, se sienta y espera la llegada del abad.