Partida Rol por web

Decidís de momento ir en busca del León Negro, pronto sabéis quién es y a donde se dirige, es el sobrenombre que le han puesto a Toturi después de que el emperador le hiciese Ronin. Es fácil saber donde va ya que miles de antiguos Akodo y ronin van en camino hacia el norte para unirse bajo las órdenes del León Negro que se está haciendo con un ejército de ronin. Tras una jornada entera vuestra a caballo unos 40 kilómetros al norte de Otosan Uchi ha acampado el ejército ronin que se está formando alrededor de Toturi. Es ya de noche cuando localizáis su campamento y el lugar exacto donde se encuentra El León Negro. Recibe a todo el mundo que quiera unirse a él o hablar con él en una tienda de campaña grande que tiene a su alrededor una cola enorme de samurais. Tras guardar dos horas de cola dejáis los caballos y os recibe. Antes de entrar hay dos ronin custodiando la entrada a la tienda que os piden amablemente que soltéis las armas antes de entrar. Una vez dentro está Toturi junto con dos ronin más, uno muy anciano que parece un shugenja al que presenta como Naka Kuro y que está a su derecha y otro no tanto que tiene un daisho y al que presenta como Mikio y está a la izquierda de Toturi. La katana de Toturi, que está sentado, está a la derecha suya os saluda con la etiqueta correspondiente y os dice Bienvenidos después de observaros pregunta ¿a qué debo el placer de vuestra visita?

Las dimensiones de la tienda son por dentro de 6x6 metros.

Como en la mayoría de casos, la Togashi permaneció a un lado
Sabía, como monje, y más como Dragón, que era respetada y en muchos casos venerada, pero no era suya la opción del liderazgo. Tampoco lo buscaba. Por tanto, envuelta en sus sencillas ropas verde esmeralda, mostró una afable sonrisa al ronin que fuera la más afilada espada del León e inclinó la cabeza -uniendo las palmas de las manos- a modo de saludo como habría hecho con cualquier otro samurái

Paseó su vista por Naka Kuro y Mikio, sin prestarles demasiada atención
En verdad estaba ansiosa por iniciar el camino que desembocaría, tarde o temprano, en su objetivo. Pero éstas eran emociones que jamás trascendían

Los dos días que Shiroi había ofrecido a Hidenaga para dar con el hombre al que había llamado León Negro se demostraron más que suficientes. Al atardecer de la primera jornada, arribaron hasta la zona donde un creciente ejército ronin estaba montando su campamento, organizándose en torno a la figura de Toturi como si éste fuera el ojo de un gigantesco huracán… el mismo huracán que el nuevo Emperador había puesto en marcha.

A medida que avanzaban hacia el centro del campamento, Shiroi comenzaba a darse cuenta de las enormes dimensiones de esa fuerza de combate. Una fuerza de combate creciente, que podría perfectamente desequilibrar la balanza de poder del Imperio, y que estaba en manos de una persona que ya no respondía ante ningún señor. Ella misma había comandado tropas, tiempo atrás, y era perfectamente consciente del riesgo que tal ejército significaba.

Toturi.

¿Qué intenciones tenía el León Negro? ¿Por qué estaba congregando tal fuerza en torno a él? ¿Es que acaso estaba tratando de tomar venganza del mismo Emperador que lo había privado de su Estatus y de su nombre? Las respuestas los esperaban más adelante, en la misma tienda de lona que servía como centro de mando al antiguo Akodo. Una tienda ante la que se agolpan decenas, quizás cientos, de ronins esperando su turno de entrevistarse con él.

Tras una larga espera, finalmente llegó su turno. Shiroi escuchó con desagrado la petición de los dos ronin de la puerta para que se despojara de sus armas. Torciendo ligeramente el gesto, tocó la tsuba cubierta por tela de su espada, sopesando las consecuencias de su respuesta. Su espada era mucho más que su arma, o que su alma. Su espada era su vínculo con su pasado, con todo lo que había sido. Entregarla a la custodia de dos desconocidos era casi como entregarse ella misma. Finalmente, con movimientos algo envarados, soltó la saya de los enganches que la unían a su obi, y la colocó a un lado de la entrada, solicitando con una voz hueca que nadie la tocara.

Finalmente, al cruzar la puerta de la tienda, se encontraron frente al hombre al que habían ido a buscar, acompañado por un anciano y otro bushi. Shiroi entrecerró los ojos al observar al mayor de los tres. Había algo en él que despertaba un eco en su memoria, pero no fue capaz de descubrir qué o quién era. Dedicó unos segundos a pensar en ello, pero después desechó ese pensamiento. No habían venido a investigar a otros, sino a tratar un tema crítico.

-Gracias por recibirnos, Toturi-san. –Shiroi se decidió finalmente a tomar la palabra. En otras ocasiones, hubiera resultado una falta de etiqueta que una mujer ronin se adelantara a los samuráis de clan, pero en la situación actual, simplemente eran dos hombres ola conversando. Además, estaba relativamente segura de que el resto no estaban muy versados en temas de corte, y Toturi, a pesar de la situación actual, había vivido en la Corte Imperial.

-Sé que estaréis en extremo ocupado, y no deseamos robaros más de vuestro tiempo que el estrictamente necesario. Mi nombre es Shiroi, y acudimos a vos como siervos del monje llamado Hiroaki. Tal vez… tal vez ese nombre ya os resulte conocido. –Hizo una pausa, sopesando la reacción de los tres hombres que la escuchaban desde el otro lado de la mesa. –Los Cielos Celestiales tuvieron a bien otorgar a Hiroaki el don de la profecía, y es por esa profecía que nos encontramos ahora mismo ante vos.

-Lo que voy a revelaros es un secreto, y así debe seguir siéndolo, por lo que confío en vuestro honor y el de vuestros aliados para guardarlo. –La voz de Shiroi era seria y profunda, y cada una de sus palabras parecía llenar el espacio interior de la tienda de mando. –La profecía habla del retorno del Enemigo, del mismo Kami Caído que nuestros ancestros derrotaron. Fu-Leng regresará para amenazar Rokugán de nuevo… y Hiroaki ha visto en sus sueños que nosotros siete nos alzaremos frente a él… -Tomó aire antes de sentenciar. –Pero no podremos hacerlo solos. Necesitaremos el poder de unos artefactos, los Pergaminos Negros. Mediante el poder de Yume-do, hemos sabido que debíamos acudir a vos para que nos ayudéis a encontrar los primeros de ellos Y es por eso que estamos aquí.

Y tras terminar de hablar, Shiroi se inclinó frente a Toturi, en una solemne y larga reverencia que se prolongó en mitad del silencio reinante. Alzándose de nuevo, sus ojos negros buscaron los de Toturi hasta hacer presa en su mirada antes de añadir.

-Otorgadnos vuestro apoyo, os lo ruego. Rokugán necesita vuestra ayuda más que nunca.

Toturi escuchó cada palabra de Shiroi atentamente, para unos ojos observadores Toturi intentó hacer memoria al escuchar el nombre de Shiroi pero esta no llegó en el momento adecuado, quizás demasiada gente había visitado hoy al León Negro, sin embargo el nombre de Hiroaki no le era extraño como tampoco le era extraño Hidenaga que también estaba presente. Al escuchar la palabra profecía no pudo contener un rostro de sorpresa, que duro poco tiempo pero alguien con suficiente habilidad podría darse cuenta. Al terminar Shiroi un silencio sepulcral un un rostro de duda apareció en Toturi que al poco se tornó en determinación y dijo tus palabras denotan sinceridad y cortesía, además vienes acompañado de Hidenaga y me has hablado de Hiroaki, me has pedido ayuda pero al hacer esto no sé si te estaré ayudando realmente; es el motivo por el cual a pesar de quitaros las armas somos tan precavidos dice mirando su katana a la derecha el León Negro os ofrece la verdad se gira a Naka Kuro y le dice dale el pergamino negro Naka Kuro saca un pergamino que como su nombre indica es negro por completo, está enrollado y se lo entrega a Shiroi, después continúa Toturi atragantándosele las palabras, se le ve visiblemente emocionado a pesar de ser alguien con mucho aplomo Bayushi Shoju no fue ningún traidor, luchó por algo en lo que creía y yo le maté sin saberlo. 

El cangrejo no dijo una palabra, ni cuando le obligaron a dejar sus armas, ni cuando se sentó delante de los tres ronin armados ni cuando el León Negro le entregó el pergamino negro a Shiroi sin pedir nada a cambio. Solamente asintió en presencia del antiguo Daimio León y esperó que no hubieran altercados, ni problemas de ningún tipo.

No creía acertado que Shiroi guardase el pergamino, pues el jade de poco servía ante ese desmesurado poder oscuro, pero lo que tenía claro es que debía ser él el que los portase, pues Hiroaki-sama le enseñó a controlar la tentación de los pergaminos. Sin embargo, allí  no era el lugar adecuado para decir nada más. Si el pergamino corrompía a Shiroi y no se deshacía de él por su propia voluntad, debería tomar cartas en el asunto, pero eso ya era anticiparse mucho a los acontecimientos; de momento solamente podía esperar.

Tras llevar el mensaje a su campamento, Kyo volvió con el resto de los "truenos" para comenzar su viaje en busca del "león negro".

Fue facil seguir la estela que dejaba el ex-Akodo, muchos eran los que habían seguido sus pasos e iban en su búsqueda para unirse a sus legiones.

Al llegar al campamento, Kyo pudo observar con fascinación la cantidad de personas que había logrado movilizar Toturi a su causa, fuera cual fuera... algo que en cierto modo le preocupaba, a ojos del Imperio era una peligrosa legión de ronin que quizás trataran de actuar contra el Orden Celestial.

Tuvieron que esperar un par de horas para tener audiencia ante el "león negro" y, para poder acceder pidieron al grupo que entregasen sus armas en la entrada. Kyo no estaba de acuerdo ante aquella petición, ¿cómo podría proteger a sus compañeros sin su naginata? Por lo que se excusó.- Entrad sin mí, no estoy acostumbrado a tratar temas de corte, me quedaré por el campamento dando una vuelta. Os veré cuando salgáis de la audiencia.- dicho esto retornó sus pasos para inspeccionar el gran asentamiento.

El samurái se dedicó a estudiar el asentamiento, comprobando si sólo se componía de tiendas para los seguidores de Toturi o por contra si habían levantado alguna carpa improvisada para otros motivos (campos de entrenamientos, forja...).

También entabló conversación con algunos de los seguidores de Toturi, tratando de buscar a los más jóvenes, para conocer la causa del ex-león... quería conocer que intención había tras dicha movilización y, si la idea que tenían aquellos que buscaban unirse al "león negro" se correpondía al verdadero motivo de Toturi, el cual imaginaba que sería descubierto por sus compañeros tras la conversación.

Satifecho por sus descubrimientos, Kyo volvió a la entrada de la carpa principal, aguardando la salida de sus compañeros para reunirse con ellos.

Cuando llegaron al enorme campamento, Tameiki iba fijándose en todo, como tratando de obtener cuanta más información mejor. Posiblemente en el campamento pensaran que ellos mismos venían a formar parte del ejército, pero tenían una misión más importante. Mucho más.

Cuando llegaron a la tienda de Toturi y les pidieron que dejaran las armas, Tameiki dudó unos instantes, y finalmente tomó la palabra.

-Yo me quedaré aquí en la puerta esperando a que salgáis; haced lo que tengáis que hacer, confío en vosotros -dijo simplemente, al tiempo que se sentaba frente a la tienda, pensativa, esperando a que salieran para ver que había ocurrido dentro.

Shiroi extrajo un pañuelo de entre sus ropas, y lo utilizó para tomar el pergamino que le ofrecían sin tocarlo directamente. Lo sostuvo en alto, a una cierta distancia de su cuerpo, acercando el fragmento de jade que Hiroaki les había entregado al inicio de su particular viaje. El objeto irradiaba una sensación extraña, de fuerza, pero al mismo tiempo había algo en él que hacía que el propio alma de la bushi se estremeciera. Estaba deseando alejarlo de sí misma.

-Luchar por lo que cada uno cree correcto es uno de los privilegios que tomamos al alzar nuestras espadas, Toturi-san. -Contestó Shiroi a las últimas palabras del antiguo Leon. La voz de la ronin emanaba determinación, pero también una profunda tristeza que no se molestó en ocultar. Hablaba a Toturi como una igual. -Decís que Shoju luchó por lo que creía correcto. Pero también vos actuasteis siguiendo vuestro honor al enfrentarlo. Jamás podremos comprender completamente el corazón de nuestros rivales, sólo podemos actuar siguiendo lo que creamos justo... especialmente ahora, como hombres-ola. No desfallezcáis. Aun privados de nuestro Estatus, seguimos siendo samuráis. Nadie puede privarnos de nuestro honor, y nada termina mientras podamos empuñar nuestras espadas. Sólo los Cielos Celestiales saben dónde termina nuestro camino.

Hizo una pequeña pausa, reflexionando, y tras unos instantes se apresuró a añadir.

-Os agradecemos la confianza que depositáis en nosotros. Os doy mi palabra de que mi brazo no dudará hasta que hayamos cumplido el papel que se nos ha asignado. Cumpliré mi deber, como samurái, y como Trueno.

El campamento sólo se compone de tiendas para los seguidores de Toturi, no hay carpas de entrenamiento, ni de forja...

Al investigar por las causas del León Negro, parece que él no tiene una causa clara ahora mismo más que servir a Rokugan, en principio se dirige hacia el Norte a tierras Dragón, para todo aquel que se le quiera unir allí va a establecerse y su intención es proteger al imperio de las adversidades que puedan surgir.

Toturi asintió a las palabras de Shiroi gracias, sin embargo para comprender lo que os estoy diciendo, y el valor de ese pergamino, deberíais abrirlo y leerlo o de poco os servirá.

La Dragón había observado en silencio la conversación, y constataba que Shiroi era la Grulla -por lo que Tameiki era el Escorpión-

Su modo de hablar y actuar la delataban. Ignoraba por qué se había convertido en ronin pero sin duda la Grulla padecía una pérdida terrible. Nadie poseía tales capacidades para el trato y la oratoria sin haberlas entrenado, y había convencido al antiguo Akodo con la elegancia propia de ese Clan. Lo cual hizo que pensara en segunda instancia en Tameiki...

No por mucho tiempo, pues las palabras de Toturi la arrancaron de cuajo de sus pensamientos cuando propuso abrir allí mismo el Pergamino Negro. La Togashi clavó sus ojos sobre el líder de los ronin y avanzó un paso
-Toturi-san, abrir un Pergamino Negro no es una decisión que deba tomarse a la ligera. No olvidemos de dónde proceden y lo que contienen -puntualizó, desviando su atención hacia él, en manos de Shiroi. -Si lo abriéramos sin los cuidados oportunos podría desencadenar cualquier mal desconocido. Arrasar vuestro campamento o mancharnos a todos por completo

¿Por qué el Akodo quería que abrieran el Pergamino Negro allí mismo? Una sombra de sospecha se cernió sobre sus pensamientos. Quizás haber portado el objeto tanto tiempo había manchado al propio Toturi, y aguardaba paciente el momento en que otro asumiera el riesgo de abrirlo por él

Toturi en ese momento mira a Naka Kuro y este último dice Sospecho que este pergamino ya lo abrió Bayushi Shoju o algún samurai a su servicio, y luego lo abrimos nosotros, es de agradecer la preocupación sobre qué puede ocurrirnos si lo abrimos pero como he dicho ya lo hemos hecho. Habla de una profecía es por ello que tiene menos valor este Pergamino Negro si no se abre y se lee.

El Cangrejo rompió su silencio mostrando preocupación en sus palabras. Era evidente que no poseía el porte señorial de Shiroi al hablar ni su temple, pero conocía el precio de la corrupción y si no se tomaban precauciones no habría marcha atrás.

-“¿Naka Kuro-sama, se ha abierto ya decís?¿Habéis leído e interpretado su contenido?” El samurái se postró ante el shugenja tratando de obtener su preciada ayuda. –“Por favor, ¿Podríais iluminarnos acerca de su contenido? Como Togashi-san dice es muy peligroso siquiera poseerlo si no se siguen unas precauciones o se ha recibido entrenamiento para su utilización”.

El Oni Negro se volvió entonces hacia Shiroi. –“Por fortuna, Hiroaki-sama se tomó la molestia de entrenarme para ese cometido antes de partir hacia la capital. Si alguien debe abrirlo de nuevo, debo ser yo. Ya que el jade apenas protege de su corrupción, puesto que ataca al alma y no al cuerpo o la mente como la mancha a la que estamos acostumbrados a combatir”.

El hombre de la máscara se quedó mirando a la ronin a los ojos esperando que fuera ella misma la que le ofreciera el pergamino por su propia voluntad.

El shugenja meditó un poco las palabras del Oni Negro y respondió Dice muchas cosas y es difícil interpretar una profecía pero creo que puedo decir que lo que más importa es aquí se para y mira a Toturi que asiente yo interpreto continúa Naka Kuro se ve que le cuesta trabajo decir lo que va a decir que el Emperador es Fu Leng.

Chasqueó la lengua, y observó a Shiroi y Satsu en silencio unos segundos antes de intervenir de nuevo

-Si ha sido abierto no habrá peligro alguno en abrirlo de nuevo y leerlo -asintió. No negaba que ardía en deseos de leer por sí misma la profecía. Tratándose de Fu-Leng, de la Mancha y de cuantas oscuras creaciones renacían en las Tierras Sombrías sus ancestros clamaban a los Cielos Celestiales. Más si se había encarnado en el Hantei

No sabía qué más habría desencadenado su apertura, pero estaba claro que si uno ya había sido desellado no tardarían mucho los demás. Puede que meses o años, en cualquier caso la batalla contra el Kami Oscuro era inevitable. No pudo evitar la sensación de que aquellos ronin sabían mucho más de lo que aparentaban. Y no lo reprobaba, a fin de cuentas la propia espada del Toturi había terminado con la vida de Shoju y estuvo en el centro de la traición Escorpión. Y si la profecía era cierta el Bayushi sólo trataba de combatir el Mal. Comprendió por qué las anteriores palabras del Akodo eran tan lóbregas