Partida Rol por web

-No somos enemigos, Junzo-san. -Dijo Shiroi al escuchar la respuesta del antiguo daimio. -Pero comprendo que no deseéis entregarnos tal poder, y que tenéis las mismas razones para confiar en nosotros que al contrario. Pero escuchadme antes de que esto nos lleve al desastre.

Shiroi tomó aire antes de hablar. Tal vez, sus siguientes palabras pudieran cambiar el destino de un enfrentamiento que parecía ya inevitable.

-En los caminos hemos escuchado mucho sobre vos. Dicen que habéis caído bajo la Mancha. Que os habéis pasado al bando de Fu-Leng. -Los ojos negros de Shiroi parecían arder desde su rostro impasible mientras hablaba con total confianza. -Pero no hemos dado crédito a esos rumores. ¿Queréis una prueba de que no somos enemigos? ¿No hubiera sido acaso más sencillo para nosotros haberos atacado tan pronto os vimos, desprevenido y sólo? ¿Si quisiésemos vuestra ruina... porqué tratar de hablaros?

-Junzo-san, os lo ruego. Si es verdad que todos luchamos por el Imperio... si es verdad que nuestro común enemigo es precisamente Jigoku... entonces por favor, reflexionad sobre ésto. Lo último que deseo es conseguir el Pergamino privando a Rokugán de un gran hombre.

Escuchó lo que dijo Shiroi antes de volver a tomar la palabra, ya con la mano en la empuñadura de su katana.

-Mi nombre era Bayushi Chugo, deberíais conocerme -dijo secamente a Junzo- Entiendo vuestras reservas, pero no podemos perder tiempo. Que toméis acciones ofensivas contra nosotros sólo hará que consideremos que también sois un enemigo del Imperio y seguidor de Fu Leng -insistió- No tiene por qué confiar en nosotros, pero tenga por seguro que no vamos a perder más tiempo convenciéndole. Si mi nombre, nuestra palabra y nuestra manera de venir a parlamentar con vos no son necesarias, el filo lo será -dijo finalmente.

La Dragón, cuyo silencio era imperio de sus pensamientos y voluntad, sonrió afable antes de hablar
-Junzo-san, no he oído nunca antes de un miembro de la Orden que faltara a la verdad. Si en algo os vale la palabra de una monje, sabed que Shiroi-san está en lo cierto y no os oculta nada -señaló a la ronin con una mano. Su disposición era pacífica, pues no sentía el más mínimo deseo -por mucho que la batalla palpitara en sus sienes y oídos- de combatir contra el Escorpión. Probablemente supondría un malgasto de vidas y tiempo

Sin embargo, si tal era la voluntad de Junzo, no habría otra opción. Por ahora su camino no era más que una carrera de obstáculos en la búsqueda de los Pergaminos Negros, salvo la casilla inicial, por lo que supuso que las dificultades no harían sino aumentar. Y lo sabía, por el hormigueo en la nuca, en cada uno de sus sueños, en la desazón de un futuro incierto. Sabía, sin saber por qué, cuánto de su destino se escribía en el camino que estaban recorriendo
Por mucho que le disgustara, su enemigo (si era tal) no era más que una parada más. Un obstáculo más a rebasar. Y lo harían... con su participación o sin ella

El Moto observó como Junzo los tomaba por enemigos y se preparaba para un combate que se haría inevitable si alguien no le convencía de lo contrario.
Shiroi, Tameiki y Kaori intentaron convencerlo, pero por si aquello no era suficiente, Valkai dijo la suya.
Mientras discutimos aquí, los Maestros Elementales se preparan para invocar un poderoso Oni que podría sembrar una ola de destrucción.
Isawa Kaede-sama nos lo ha revelado. Ella desea proteger el Imperio cueste lo que cueste, ¿es ese vuestro caso? dijo el Unicornio, preparando su no-dachi por si no había más remedio que usarlo.

El Moto tiene razón, no había tiempo que perder en todo esto, mientras los verdaderos enemigos invocan al Oni, estamos aquí  siendo distraídos por este hombre,

Adoptó una posición de combate para atacar al enemigo más, si este tenía la intención de combatir.

Me mantengo en silencio, Observando y estudiando la actual situación. 

El nombre de Bayushi Chugo no hace reaccionar a Junzo de ninguna manera, sin relajar la postura ni él ni los ronin que le rodean dice si de verdad queréis lo que me pedís sin derramar mi sangre, ayudarme en la batalla y tras ella hablaremos más tranquilamente sobre qué hacer, yo también quiero reunir los pergaminos sentencia y calla después alerta a vuestra reacción.

Mientras tanto la batalla continúa a vuestro alrededor y no sabéis cuanto tiempo más podréis estar hablando.

'Los Pergaminos Negros no son para ti, Junzo', pensó, al tiempo que su cuerpo se tensaba dispuesto para la batalla. Cada uno de sus músculos vibró levemente, y sus miembros se deslizaron a una posición más efectiva para el ataque. Bajo ningún concepto tomaría parte en una batalla campal, contra un enemigo que no era el suyo. No era tarea para Truenos

No había otro remedio, Junzo no estaba dispuesto a entrar en razón.
Terminó de desenvainar su no-dachi y se lanzó al ataque contra los ronin que lo protegían.

Viendo un casi imperceptible movimiento de Tameiki con su katana, Junzo se adelanta y ataca a esta sin dudarlo más, el momento de las negociaciones ha terminado. Sin embargo, Tameiki esquiva sin dificultad el ataque.

Mientras cada uno de los ronin de Junzo se abalanzan sobre Hidenaga, Kyoshiro, Valkai, Togashi y Oni.

El viento.

Había cerrado los ojos.

El rumor de la cercana batalla.

Pero sentía.

El rítmico latir de los corazones que la rodeaban vibraba a su alrededor, como si del retumbar de tambores se tratara. Pero de entre todos ellos, sólo dos estaban ocupando su atención. El lento y casi inaudible pulsar del pecho de Tameiki… y el más rápido, y algo errático, del hombre con el que quizás debieran combatir. Junzo.

Y mientras toda su atención se centraba en ellos, y en la mano que tenía posada en la empuñadura de su espada, Shiroi reflexionaba. Y aún peor, dudaba.

Sabía que debían conseguir el pergamino. Y que cuanto más tiempo pasara, sería peor para ellos. El tiempo era permitir a la Mancha que los devoraba seguir creciendo. El tiempo era margen para que los Isawa invocaran al Oni. El tiempo era ventaja para Fu-Leng. Pero, a pesar de todo, era posible que el hombre que tenían frente a ellos fuese inocente.

Y su espada se negaba a salir de su vaina para cortar a un inocente.

Tal vez hubiera otra manera, pensaba la ronin. Tal vez, si lograran poner a Junzo de su lado, enfrentarse a los Maestros Elementales fuese más sencillo. Tal vez ese hombre fuese la última oportunidad del Clan del Fénix para evitar la oscuridad. No podía simplemente asesinarlo…

Pero de pronto, todo cambió. El ritmo de los corazones de Junzo y Tameiki se agitó de pronto, y fue evidente que el tiempo de las palabras se había acabado.

Abrió los ojos.

Con una velocidad casi antinatural, que superaba con creces la suya propia, vio cómo Junzo trataba de cortar a Tameiki, pero afortunadamente la habilidad del golpe no era equivalente a su velocidad, y éste falló. Pero fue ese gesto, ese golpe fallido, el que liberó de golpe a Shiroi de las dudas que la habían contenido hasta ese momento.

Tal vez no fuera capaz de atacar a un hombre sólo por no querer entregarles el pergamino. Pero le sobraban motivos para atacar a alguien que había tratado de herir a la ronin de pelo cobrizo.

El peso de su cuerpo cambió a su pierna delantera, mientras su brazo se tensaba en respuesta y sus dedos aferraban la empuñadura. Y en un movimiento más rápido que el pensamiento, la hoja salió de la saya como si nunca hubiera estado dentro. El acero cortó el viento, vibrando como si entonara una canción de muerte.

Y aunque sólo habían podido ver un único movimiento, fueron dos las líneas rojas que aparecieron sobre el pecho de Junzo, que apenas sí parecía haber sido consciente de lo que había sucedido.

Apenas unas fracciones de segundo. La mirada de Junzo cambió en un pestañeo de Tameiki y vio como su este intentó atacarle entre dos de sus latidos; la joven apenas tuvo tiempo de hacerse a un lado, pero fue suficiente. Se encogió para esquivar el golpe y tomar impulso para el propio, pero al tiempo que desenvainaba para atacar al shugenja vio dos rayos, dos destellos, que cortaron a su objetivo. Los ojos de Chugo se entrecerraron mientras la sangre le ardía al ver como su premio le era arrebatado, y un grito desgarrado de frustración acompañó a su ataque.

El momento de las palabras había terminado y Valkai se lanzó contra el ronin que trataba de proteger a Junzo.
Observó de reojo como Shiroi y Tameiki parecían tener doblegado al Shugenja.
Atacó con su no-dachi esperando que su enemigo sucumbiera a su acometida.

El enemigo ante mi es el objetivo, ahora no es el momento de tener una distracción, por más que quería ser yo quien matara al shugenja.

Pero tengo que encargarme primero del hombre adelante mío o no podré ayudar a los demás. 

Moviendo mi naginata con elegancia, es que decido impactar al ronin. 

Si no contaba mal, quedaba un único ronin sin adversario directo, por lo que se plantó ante él con las piernas abiertas. La Dragón era callada, y sus movimientos silenciosos, sin embargo sobresalía en el aspecto físico equiparándose -casi- a los Cangrejo. El contraste era su sonrisa afable, su fibrosidad y un aspecto beatífico innato en las órdenes monásticas. Antes de lanzarse al ataque, concentró la esencia misma de Togashi que palpitaba sobre su piel, activando el tatuaje del León. La ocasión era propicia para ello