Partida Rol por web

Kody sopeso lo que conocía de aquellas tierras, irían mas rápido bosque a través, pero para ello necesitaba saber que realmente iban directos a los focos del fuego. Si lo que querían era desviarse, las sendas que el conocía no servirían de mucho.

Conozco ese bosque, creo poder hallar una ruta segura para los caballos a través de él. Podríamos acercarnos rápidamente a las columnas de fuego.

El montaraz gritaba subido a su montura, para que le escucharan todos los hombres que había por allí. Sabía que podía guiarlos a través del bosque, si todos hacían una formación cerrada, podían evitar también emboscadas enemigas, pero no pensaba que las hubiera, aunque parecía que el mundo se había ido volviendo loco fuera de su montaña en los últimos días, así que tampoco podía descartar eso.

Aguzo el oído mientras el viento y el sonido de los cascos de los animales animaban su alma para lo que tenía que venir. Estaba seguro de que no tardarían en decirle algo los hombres de armas. Esperaría antes de tomar una decisión sobre por dónde ir.

-Estoy de acuerdo, Blake.- apoyó Deron examinando la familiar hojarasca que, sin embargo, implicaba esta vez peligros que podían enviarlos a todos a la oscuridad perpetua -Ambos lo encontraremos. Pero dada la desaparición de los vándalos de ayer, imagino que tendremos que turnarnos para flanquear las inmediaciones, si te parece bien. No me gustaría encontrarme en medio de una emboscada.- advirtió y planificó el soldado, antes de guiar a su montura expertamente en dirección a los primeros setos -Comenzaré yo, si a bien tienes.- terminó tomando el puesto de cabeza, sin esperar respuesta.

Aquel era un terreno completamente desconocido para mi, por lo que poco tenía que decir a la hora de elegir el camino a tomar.
Como predilección particular siempre me habían gustado más los campos abiertos, donde podía verse llegar al enemigo desde kilómetros de distancia, pero la situación en la que nos encontrábamos nos era propicio el permanecer ocultos el mayor tiempo posible, aún arriesgándonos a vernos inmersos en una emboscada como comentaba Deron.
No podía olvidar que nuestro enemigo actual se salía de lo normal, por lo que prefería tener ramas cubriéndome la cabeza que el cielo abierto, pues por desgracia, ya habíamos descubierto que era una dirección más en la que vigilar.

Cuando el explorador propuso separarse un poco del grupo, para así comprobar los alrededores, no pude sino mostrarme completamente de acuerdo con él.
Mi posición seguiría siendo la vanguardia, como apoyo a aquel que debería guiarnos a través del bosque.

Kody asintió, y se dirigió hacia la misma zona, pero tomando un camino alternativo, entre ambos cubrirían los flancos, como bien había expresado el compañera de avatares.
Era posible una emboscada. Sería un lugar perfecto, el bosque era un misterio en sí mismo. Hacía falta mucho tiempo para conocer sus secretos y anticiparse a él. Pero contaban con una factor importante. O al menos eso pensaba él.

Recordó con un vuelco en el corazón a los Mizen, gentes sencillas convertidas en monstruos que atacaban como si no tuvieran mentes o sentimientos. Aquello era mal en estado puro. Pero el mal no era sutil, y esa era su desventaja.

Seres sin cerebro podían caminar y atacar, pero seguramente no podrían ocultar un número elevado de cuerpos que caminaban y se movían. El mundo natural tenía sus reglas, los batidores de guerra las conocían bien, y el había sido el mejor. Ahora tenía un nuevo cometido, llegar a aquellas oscuras nubes de humo negro.

Ahora tenía que concentrarse en el mundo que tenía alrededor. Ramas rotas, hojarasca pisada. El aire a su alrededor. Los olores. El sonido de la naturaleza. Todo eso le daría las respuestas que el necesitaba,  y que todos necesitaban.

Con un gesto de la mano aviso a los demás de que siguieran una pequeña senda que se abría entre los árboles. A partir de ese momento tendrían que estar todos en perpetua atención.

La espesura se los tragó.

Nada más adentrarse en el bosque el cielo desapareció sobre sus cabezas, sustituido por un techo natural de hojas y ramas tan tupido que no volvieron a recibir los rayos del sol en un buen rato. Al principio la luz era suficiente como para disfrutar de un mínimo grado de tranquilidad, podían ver al menos a cierta distancia entre los troncos de los árboles y aquello les infundía un poco de seguridad. Aquel entorno permitió que tanto Deron como Kody se alejasen del grupo principal y cubriesen terreno por adelantado.

Sin embargo, conforme avanzaban, la fosca se cerraba más y más. El suelo se cubrió igualmente de vegetación, principalmente pequeños arbustos y helechos. La luz dio paso a una penumbra generalizada. Ambos exploradores tuvieron que acortar distancias con sus compañeros a riesgo de que éstos les perdieran la pista. El bosque se tornó sombrío, amenazante. Una sensación de peligro permanente caminaba entre ellos.

Seguir la pista del pequeño ejército que les atacara la noche antes no supuso ningún problema. Sus huellas eran claras, no se habían tomado molestia alguna por ocultarlas. Ramas rotas, vegetación pisoteada, señales en el barro. Demasiado evidente.

Tras casi tres horas avanzando entre la foresta ante ellos se abría en la distancia un claro soleado. Podían escuchar el murmullo alegre de un arroyo.

Kody se quito con el dorso de su mano las gotas de sudor que se dibujaban en su frente. Al menos habían pasado a través del bosque. Muy lentos para sus gusto, pero no podía pedir milagros en aquellas circunstancias.

El brazo se había acostumbrado a la marcha y ya casi no le molestaba. Así que pudo dedicarse por completo a atender la naturaleza.
Sin embargo estaban en otro punto complicado. Salir de la espesura siempre era un punto complicado. Los enemigos podían verles salir y emprender un ataque.

Observo la línea de arboles que era ahora su cobijo. Con calma, como si no tuviera prisa, si no lo hacia así podían caer en algún error grave y peligroso. Sintió el frescor de la hierba bajo el sol. Este había subido bastante en el cielo, no tenían tiempo que perder.

Mientras una ligera brisa se coló entre las ramas, giro el cuello hacia atrás para ver como se acercaban el resto de la comitiva. Debían de estar cansados, pero aquello solo había sido lo fácil. Cuando estuvieran todos, saldría al claro a ver si era seguro.

Kody se detuvo varios metros delante de Melegat y los demás, en el mismo lugar donde el bosque daba paso a un claro. Un lugar peligroso, sin duda alguna. El explorador supo en ese mismo momento que salir al claro y dejar la protección del bosque era jugarse la vida. Melegat también lo supo en ese momento, cuando vio el rostro de Kody mirara hacia atrás.

Lentamente, Ansey hizo que su caballo dejara de trotar para dar paso a una caminata más pronunciada. Las patas de su corcel se hundieron en la hierba y la vegetación que poblaba el suelo en el húmedo bosque con lentitud, a medida que el caballo avanzó junto con su jinete hasta donde se encontraba Kody.

¿Algún problema, amigo? Dijo el "pequeño" pelirrojo cuando se acerco a los que viajaban en vanguardía.

Sumida en el mismo silencio cargado de oscura preocupación del que se había acompañado durante las pocas pero largas horas del viaje a través del bosque, Illianna vislumbró a lo lejos el claro, y ante éste, detenidos, los dos exploradores que se habían adelantado para allanar el camino de obstáculos y evitarles sorpresas. A su lado, con el ceño fruncido, Brúnil entrecerraba los ojos, escudriñando.

Se acercaron al paso, con la misma cadencia lenta y dificultosa que había sido la única posible a través de la espesura. Melegat llegó el primero, y la muchacha escuchó su pregunta a Kody, tamizada por el gorgoteo alegre de un manantial que debía estar muy cercano, a juzgar por la claridad con la que se oía.

Se detuvo tras ellos, callada, a la espera de que tomaran una decisión. Podía ver la luz deslizarse en haces a través de las hojas de los árboles que daban paso al claro, era un lugar bello. Pero eso no significaba que no pudiera ser peligroso. De hecho, estaba segura de que lo era. Se inclinó sobre la cabeza de Áraen, su negro frisón, y le acarició la crin mientras murmuraba palabras junto a su oído, palabras para tranquilizarlo y darle ánimos.

¿Quién necesita más los ánimos, pequeño grandullón... tú, o yo...?

Un ligero tirón, de las riendas, fue suficiente para que mi caballo detuviera su paso por completo al borde del claro.
No emitió ni el más ligero relincho que pudiera delatar la posición donde se encontraba, aunque aquella era una cuestión de mínima importancia, ya que para llegar allí habíamos tenido que ir pisando un terreno repleto de ramas secas y arbustos.
Si alguien nos esperaba para tendernos una emboscada, seguramente ya se encontraba al tanto de nuestra presencia.

Observé detenidamente los metros que se encontraban ante nosotros. Realmente no era necesario atravesarlo, puesto que no hacía tanto tiempo que habíamos abandonado Conira y, ni nuestros caballos ni nosotros mismo, precisábamos de agua tan pronto.
Sin embargo era una clara oportunidad para comprobar si el ejército al que seguíamos se preocupaba por quien pudiera seguirle el rastro.
Si no era así podía ser por dos simples motivos: huían o se sentían tan seguros de su superioridad que no le prestaban la mayor importancia a aquellos que dejaban atrás.
Por desgracia, mi opinión optaba más por la segunda opción.

De repente, sin previo avisto, desmonté del caballo y tendí las riendas a la persona que se encontraba más cerca de mi posición, que no era otra que Illianna.
No tenía mucho sentido entrar en una discusión cuando podíamos estar siendo vigilados, pero ví necesario el explicar lo que haría a continuación, precisamente para evitarla.

Si algo pasa cuando salga ahí - comenté en voz lo suficientemente baja para que mis palabras no pudieran ser escuchadas más allá del círculo que formamos - huid sin mirar atrás. Precisaréis de los conocimientos de las dos personas que mejor conocen este terreno y - lo que iba a decir ahora había estado rondando mis pensamientos desde la reunión de la noche anterior. No era una queja, sino simplemente la presentación de una certeza - lo más importante es que, aquellos que fueron elegidos, permanezcan a salvo. Por eso repito: no intentéis ayudarme si es una emboscada. No hay nada que ganar y sí mucho que perder.

No esperé contestación alguna, pues no precisaba de palabras que indicaran si estaba equivocado o no. Había dirigido pequeños ejércitos en el pasado, y tenido que tomar decisiones que podían mandar a otros a una muerte segura, simplemente porque, en cierto modo, eran prescindibles.
Sonaba duro incluso cuando se lo decía a sí mismo, pero todo era cuestión de buscar el menor daño.
En aquel momento no había duda alguna...el prescindible era yo, y como tal intentaba reducir el daño en todo lo posible.
Respiré hondo un par de veces y me adentré en el claro, ligeramente agachado para poder lanzarme a tierra en caso de ser necesario. Mis oídos atentos a cualquier sonido que pudiera delatar la posición del enemigo. Mi mano en la empuñadura de la espada, presta para ser desenvainada.
Podían ser los últimos segundos de mi vida, pero no vacilé y continué avanzando.

El lugar ante el que os encontráis, al igual que el 80% de los bosques que rodean Conira, os es familiar y conocido. En alguna ocasión ambos habéis debido de pasar por este claro, ya sea persiguiendo a una pieza de caza, en una salida de exploración o por cualquier otro motivo.

Sin embargo, el haber estado aquí antes y el saber con exactitud donde os encontráis no implica que ahora, en el momento actual, sea un lugar seguro. Las huellas del ejército son claras: penetran en el claro y desaparecen en la vegetación del extremo opuesto.

En cuanto a vuestra situación: tras tres horas de avanzar hacia el norte habéis llegado hasta el límite llano del bosque, en breve el terreno se inclinará hacia arriba en lo que son las primeras lomas de los Montes Perdidos. Habéis avanzado hacia el Norte todo lo que la prudencia permite, desde aquí en adelante si continuáis en esa dirección entraréis en terreno desconocido. En este punto debéis girar hacia el Este y bordear los montes hasta llegar a las granjas y el rancho. Desde aquí, en dos horas más saldréis a campo abierto y a los últimos resquicios de civilización, donde también por cierto, se encuentra la fuente de los fuegos.

Sin embargo las huellas continúan hacia el norte.

Por cierto, ambos exploradores, tirada de OTEAR.

Un gesto de la mano de Deron, saliendo con Nocturna al paso del caballo de Ayron, en cabeza de la comitiva, súbitamente y sin previo aviso, detuvo el avance de los viajeros, con tanto silencio como fue capaz de indicar al caballero que guardara

-Las huellas del ejército son claras: penetran en el claro y desaparecen en la vegetación del extremo opuesto.- explicó Deron, señalando a la tierra removida de más adelante -Casi hemos llegado hasta el límite llano del bosque. En breve el terreno se inclinará hacia arriba en lo que son las primeras lomas de los Montes Perdidos. Hemos avanzado hacia el norte durante las últimas tres horas... todo lo que la prudencia permite. De aquí en adelante si continuamos en esa dirección entraremos en terreno desconocido. En este punto debemos girar hacia el este y bordear los montes hasta llegar a las granjas y el rancho. Desde aquí, en dos horas más saldremos a campo abierto y a los últimos resquicios de civilización: la fuente de los fuegos... - añadió Deron, examinando las marchas en el suelo, tras descender unos instantes de su yegua -Sin embargo las huellas continúan hacia el norte.- terminó, alzando la vista después hacia el borde del claro.

Aún desde su posición en el linde del bosque Deron fue capaz de percibir un segundo juego de huellas, mucho más recientes que las de los atacantes, que se cruzaban con éstos y se adentraban en un pequeño conjunto de árboles de ramas espesas. Unos segundos de atenta observación le permitieron ver un reflejo metálico entre la maleza.

Illianna recogió las riendas que Ayron le tendió, y le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, en silencio. Su expresión era grave, sabía que cada segundo era una incógnita, y ahora tomar una decisión no era fácil. Y decidir como hacerlo representaba jugarse la vida, admiró a sus compañeros por ello. Ayron, Deron, Kody... en sus manos estaba la decisión.

Su corazón le dictaba un camino, desde luego. Pero el latido que lo hacía estaba tan desbocado, que no podía fiarse de él...

Acto seguido y tras agacharse, Deron se gira momentaneamente de espaldas, mientras vocaliza lentamente para Ayron:

-E-M-B-O-S-C-A-D-A- señalando con los ojos hacia un costado del claro, antes de añadir -Shhh...- y subir a su yegua de un sencillo gesto.

Kody, cerca de él en la cabeza del grupo, había podido ver claramente la indicación, claro está.

Tras incorporarse de nuevo hacia Ayron, Deron se subió a su yegua de nuevo de una ráida y fluida maniobra, casi aérea, antes de indicar para todos:

-No queremos seguir la dirección de ese enorme ejército, claro, así que voy a ver si puedo encontrar un rodeo alternativo por la otra parte. Regresaré en seguida. Podéis esperarme aquí, si gustáis. Aprovechad para un receso...- indicó antes de desapaecer con caballo y todo en la fronda.