Partida Rol por web

Kody asintió. Era una buena opción. Pero eso podía retrasarles aun más, y aun sentía el apremio de la situación actual.
Miro a los presentes, nadie tenía miedo, quizás si incertidumbre por lo desconocido, pero no había miedo. Aquello era bueno, sobre todo en situaciones como la que estaban viviendo.

Debían mantener la calma. El explorador inicio su senda, buscando una alternativa, pero por si acaso tenían que preparar más planes, no podían permitirse el lujo de jugárselo todo a una carta. Lo mejor sería plantear alternativas y sopesarlas, con suerte no haría falta ponerlas en práctica.

Bien, todos aquellos que crean tener un buen plan, ya sea por lo visto a lo largo de su vida, o de cualquier otra forma, y que crean que con el podemos salir airosos de una emboscada directa, que hablen ahora. Si el explorador no haya un camino segundario es posible que tengamos que pelear cada metro de aquí hasta el rancho en llamas, y me gustaría saber ahora si alguien conoce alguna forma de sacar provecho de una emboscada tan evidente.

Mientras hablaba fue recrudeciendo su tono de voz. Sobre todo al mencionar a la gente que vivía en el rancho. Aquel humo en el cielo lo había perturbado desde el amanecer.Aun así mantubo su voz en un susurro ronco, audible solo entre los caballos y sus monturas.

Sabía que ha su pregunta había una sencilla respuesta. Hacer saltar la emboscada, y tender a su vez una a los enemigos, pero no gozaban de tiempo para cavar hoyos, ni preparar estacas. Así que tendrían que pensar en algo mejor.

Sabía perfectamente que si combatían en un terreno encrespado y los enemigos obtenían la posición mas elevada, sencillamente estarían a su merced. Y eso no podían permitírselo. Si eran como los Mizen, eran seres casi imparables.

Escucho el silencio del bosque, era evidente que algo oscuro se ocultaba más allá de su vista. Sentía una sensación que pensaba que estaba fuera de su vida, una con la que vivió largos años en la milicia. Sintió su cuerpo en pie de guerra.

Dammeryn escuchó en silencio las propuestas de los que sabían. En la guerra, era importante confiar en el hermano. Aún así, le dolió no tener nada que hacer con sus manos. No estaba acostumbrado a ser quien aguardara y por un momento entendió lo que significaba quedarse atrás y se dio cuenta de lo que había debido sufrir su familia durante todos los años de guerras.

Se tocó las cicatrices de la cara, inquieto. Sabía que algo iba a ocurrir más tarde o más temprano y debía estar listo. Enfrentarse a demonios era algo para lo que no estaba entrenado y no le quedaba otra que confiar en su instinto y en esa suerte de fortuna que según dicen otorgan los dioses. Esperó que fueran dioses justos que recompensaran el valor más que la fe ciega...o verdaderamente estaba ya perdido.

¿Qué camino seguir? ¿Cual será nuestro destino?

Miles de pensamientos se arremolinaron en la cabeza de Melegat, al mismo tiempo que con su mano acarició su arma que colgaba a un lado de su pierna, a la derecha del caballo.

¿Qué podemos hacer ahora?

Creo que deberíamos seguir con lo que hemos venido a hacer. Dijo entre dientes, en un susurro.

En ese momento, deseó que nadie escuchara sus palabras. Pero sus amigos estaban demasiado cerca.

Este terreno es perfecto para una emboscada. Aun así, lo único que podemos hacer es hacerla saltar.
Si todos estáis dispuestos, en cuanto vuelva el explorador saldremos al galope.

Pensó que era un poco suicida, pero tenía el convencimiento de que la mayoría quería hacerlo de todos modos.

Sera mejor que os pongáis todo lo ha cubierto que podáis sobre los caballos. Puede llovernos cualquier cosa.

Nocturna hizo su parte del trabajo alejándose en dirección contraria a Deron, aunque como éste pudo comprobar momentos más tarde ni tan siquiera era necesario. Avanzó con el mayor cuidado posible, aún así sus ojos se entrecerraban cada vez que una pequeña ramita crujía bajo sus pies o la hojarasca se removía a su paso. Utilizó toda su experiencia para acompasar la respiración, templar los nervios y obligarse a ser paciente. Así, obtuvo su recompensa cuando tras un rato de observar los alrededores inmóvil, un acompasado sonido, regular, rítmico y cadente, llegó hasta sus oídos. Siguiendo su instinto alzó la vista y logró detectar a un centinela postrado entre las ramas de un árbol a poco más de cinco metros de distancia de su posición. Estaba de espaldas y no parecía haberle escuchado.

El hombre vestía poco más que unos harapos aunque tenía una larga lanza cruzada delante de sí.

El centinela bien podía ser uno de aquellos seres sin mente a los que se habían enfrentado, lo que haría todo fallo una posibilidad de muerte segura. Donde estaba el hombre, Deron no podía distinguir si estaba vivo o muerto, ni si estaba solo siquiera. Esto comenzaba a ser un problema, pues su única opción para evitar que diera la alarma sería impactarlo en la garganta y tal vez hacerlo caer. Difícil, aunque no imposible a esa distancia. Pero, ¿y si se equivocaba y era solo un campesino? No, tendría que recurrir a algo más inofensivo y contundente, como una piedra, aunque las posibilidades de fallar lo harían todo mucho más complicado.

Su inteligencia llevó su mirada al suelo, donde esperaa encontrar huellas de más de un hombre que aclararan lo que estaba ocurriendo.

Un examen más detallado, agazapado desde su escondite, le permitió a Deron percibir algunos rasgos adicionales. El centinela se movía inquieto a uno y otro lado, no parecía asustado o nervioso, sino más bien impaciente. Mostraba un más que evidente descuido por el aseo personal pues su hedor era fácilmente reconocible a poco que la brisa oscilase en su caprichoso deambular.

En uno de los reiterados cabeceos que el centinela realizaba para vigilar sus alrededores, el explorador pudo observar en sus ojos un brillo de odio, un destello de pura furia. ¿Hacia qué? ¡No había nada cercano a él! Al menos no a simple vista. Deron estaba seguro de que no le podía haber descubierto.

Advirtiendo que su única posibilidad podía perfectamente ser una eliminación en silencio, Deron ascendió hacia el centinela, esperando que no lo descubriera, y aun más que eso, quizá el poder observarlo más de cerca: confirmar sus sospechas de que aquello no era más que una charada química o algo peor. Al menos sangraban, y ya se sabía lo que se decía: si sangraban...

Deron se movió lentamente, tanto que más parecía parte de la hojarasca caída que un ser humano. Alcanzó sin incidentes la base del árbol donde se encontraba el centinela y comenzó su ascenso. No era una escalada complicada.

Entonces, de forma tan inesperada como repentina, el centinela se giró. Deron no supo si había sido fruto de la casualidad o si aquel ser lo estaba esperando pero lo cierto es que su movimiento fue tan acertado, que le permitió colocarse sobre él en el momento justo. La situación del explorador era más que delicada. Tenía las manos ocupadas tratando de trepar por el árbol, su enemigo estaba en una posición elevada sobre él y portaba una lanza que ya dirigía hacia su cabeza.

Teniendo como única posibilidad obvia la de la gravedad, Deron se liberó del árbol, tratando de quedar fuera del alcance de la lanza y caer bien hacia el suelo. El daño estaba ya hecho... solo le quedab rezar porque la piedra que había encontrado antes fuese suficiente. A fin de cuentas, en aquel árbol el emboscador mucha maniobrabilidad no tenía. SOlo esperaba que no gritara; por favor, que no gritara...

De alguna forma, mientras caía, Deron fue capaz de mantener la mirada en aquellos ojos que le perforaban el alma. El cuerpo que esgrimía la lanza era indudablemente humano, mas aquellos ojos... no podía asegurarlo. Eran dos ventanas a la oscuridad, al mal en estado puro, dos fuentes de odio. Dos promesas de dolor infinito.

Aquellos ojos inyectados en sangre le miraron con un brillo de triunfo, anticipándose a la matanza, al placer que le supondría atravesar con su lanza la carne de aquel hombre que había tratado de trepar al árbol.

Comenzaron a incomodarse.

A pesar de saber que aquella sensación era fruto de los nervios y la incertidumbre, la espera se les hizo eterna. Confiaban en Déron, pero el tiempo pasaba y no recibían ninguna señal suya. Nada se movía, ni en el claro ni fuera de él.

Los caballos se agitaron nerviosos, apenas se atrevían más que a susurrarles palabras tranquilizadoras para no provocar más ruido del que ya hacían.

En un momento dado, un sonido atravesó el particular silencio del bosque. Se asemejaba al que emitiría algo pesado cayendo al suelo, entre la hojarasca, desde una cierta altura. A aquel le siguieron otros dos bastante más diferenciados: un gruñido humano y el entrechocar del metal.

La espera había sido tensa, casi conteniendo el aliento mientras se esperaba el regreso de Deron. Ningún sonido revelaba lo que ocurría con el explorador ni dónde se encontraba, lo que era una buena señal.
Entonces me dí cuenta que el silencio del bosque era demasiado profundo. Demasiado agobiante. Me envolvía como un pesado manto que, con su calor, adormecía mis sentidos.
Teníamos que movernos, pues permanecer quietos sólo facilitaría el trabajo de aquellos que quisieran emboscarnos...si es que existían.

El conocido sonido de metal contra metal me sacó de mi letargo. Alcé la cabeza como si dispusiera de un resorte en el cuello, dirigiendo mi mirada hacia el lugar de donde procedía la certeza de no encontrarnos solos en aquel lugar.
Y eso fue suficiente. Se acabaron las dudas. Se acabó la espera. La brisa acababa de traernos la certeza de que Derón había sido descubierto y ahora se enfrentaba a algún enemigo.
No podía estar equivocado.

Si había alguien emboscado, cosa que ahora ya no dudaba, debía estar prestando toda su atención a la llegada del explorador por uno de sus flancos, lo que daba la posibilidad de atravesar el claro con un peligro mucho menor.
De todas formas debía ayudar a Derón, y si intentaba rodear el claro podía llevarme demasiado tiempo y llegar cuando fuese tarde.
No podía permitirlo.

Tomando profundamente aire en los pulmones conté hasta tres y salí corriendo hacia el claro, con la espada desenvainada y con la intención de atravesarlo lo más rápidamente posible, para así permanecer el menor tiempo al descubierto.
La dirección estaba claro...hacia los sonidos de combate.

Mi corcel bufó un par de veces, mientras yo acomodé mis posaderas sobre la silla de montar de manera nerviosa. Ya había pasado mucho tiempo desde que el explorador se adelantó... demasiado tiempo para mí y para mi corcel, que notó el cansancio de su jinete, y por sobre todas las cosas, su nerviosismo.

Paciencia, Melegat, paciencia. Pensó el gigantón mientras acarició el costado del cuello de su caballo.

Pero no sólo él se encontraba de esa manera. Sus compañeros también notaron el sabor amargo del nerviosismo y la incertidumbre.

El pelirrojo se bajo de su caballo, para estirar las piernas e hizo crugir las vertebras de su cuello, pero en ese momento, un sonido saco a Ansey de su desvarío. La adrenalina comenzó a recorrer cada célula de su cuerpo y veloz como un rayo, miró a sus compañeros.

Ayron salió disparado hacia el claro, dos segundos después de escuchar el sonido, y Melegat lo siguió.

Ansey no sabía que iba a encontrarse allí. No tenía idea. Pero él corrió detrás de su compañero, con la mano sobre su arma, listo para actuar.

Deron apenas tuvo tiempo para pensar mientras el monstruo en que quien fuera que se había convertido aquel individuo saltaba del árbol, lanza en ristre, con completa despreocupación para su integridad. EL guerrero, en cambio, estaba bastante más interesado en conservar intacto su cuerpo, que fue lo que lo llevó a retroceder, mientras trataba de desviar con su arma la inminente estocada. Este enemigo sanguinario apenas sí podía considerarse una persona, así que el explorador no dudó en sajar con su propia hoja, en busca de la garganta del desdichado: Lo importante era silenciarlo, lo matara o no. Si había más compañeros cerca, no podía permitirse una alarma; desde luego que no.

Dammeryn desenvainó la espada y fue justamente tras Ayron, procurando evitar hacer un ruido excesivo sin dejar de correr. Mantenía su escudo adelantado y la postura de combate. No era algo sencillo. Se aprendía a base de cargas y más cargas tanto en entrenamiento como en situaciones reales. En cuanto pudo, procuró colocarse al lado derecho de su compañero. Debían procurar mantener una línea en la medida de lo posible, o serían un blanco más fácil.

Vio a Melegat a su otro lado. Casi sonrió al bonachón pelirrojo, un tipo duro y valiente que no había flaqueado en ningún momento desde que la tragedia les unió. Entre los tres formaban una cierta fuerza a tener en cuanta.

- ¡En línea! - dijo sin gritar, pero asegurándose de que le escucharan - ¡En línea y atentos a los flancos!

Por fin la espera se había acabado, pero el modo en que lo hizo los dejó a todos en vilo. Uno tras otro se precipitaron hacia el lugar donde se había escuchado el ruído, espada en mano. Pero Illianna se había quedado clavada en su sitio, intentando escudriñar entre los claroscuros del ramaje lo que estaba sucediendo en aquel rincón.

El sonido de un cuerpo cayendo, o eso es lo que le había parecido, y después la lucha, habían puesto en su corazón una nueva espina de angustia. ¿Sería Deron, estaba siendo atacado? ¿Por quién? Pronto lo sabría, sus amigos volaban hacia allí. Se agarró aún más a su caballo, inclinándose sobre su cuello, y susurró en su oído, como si el animal pudiera entenderle:

-Acércate paso a paso, lentamente, no quiero exponerme a ningún peligro innecesario, pero quiero ver qué ocurre, quizá pueda ayudar...

Parecía extraño verla hablar con el frisón... hasta que éste empezó a moverse despacio...

En contra de cualquier norma o cuidado por su propia integridad física, el centinela se lanzó de cabeza hacia el suelo con la lanza por delante. Deron con siguió desviarla con una rápida y certera estocada. El hombre, poco antes de estrellarse contra el suelo, realizó una pirueta imposible, impensable al menos, y logró aterrizar con los pies, quedando en cuclillas.

Fue ese momento el que aprovechó el explorador para lanzar su golpe, convencido del éxito del mismo. Sin embargo el centinela ya no se encontraba donde estuviera tan sólo un segundo antes. De alguna forma había conseguido desplazarse hasta situarse a un lado del soldado.

Su rival no era cualquier cosa. Aquel hombre se movía rápido.