Partida Rol por web

Kody sabía lo que significaban aquellos ruidos. Deron había encontrado resistencia y los ataques solo podían provenir de él. Pero no iba a jugarse todavía.

Si el joven explorador había decidido atacar era porque debía de tener la situación controlada. O eso se dijo a sí mismo para retener su montura.

Lo tacharían de cobarde, pero él no era ningún jovenzuelo ni ningún buscador de la muerte. Además en un combate cerrara do estorbaría mas que ayudar por el estado de su brazo. Así que espero alguna otra señal.

Si los estaban emboscando y Deron les había dado en un lado, puede que quisieran reorganizarse. Y el observaría pacientemente a ver qué resultado había.

Esperaría, solo un poco más. Para ver a donde encaminarse. No quería que la historia desembocara en una carga hacia lo desconocido. La prudencia le decía que esperara una señal, mientras que el corazón del soldado que había en el le apretaba las piernas en torno a la montura, deseosa como el de salir de aquella extraña tensión en la que estaban todos inmersos.

Sus ojos volaron por todo el claro, sobre todo al lado contrario de donde se había escuchado el ruido. Si ellos habían oído con claridad el inicio de un enfrentamiento, los enemigos también, y eso significaba que dentro de unos pocos segundos sabría donde estaban.

Se dio cuenta de que mordía insistentemente el labio inferior, mientras apretaba con fuerza las riendas del corcel. Solo tenía que esperar unos segundos más.

Viendo que de poco servirían las melindreces con tamaño oponente, pero más tranquilo al advertir que la intención del mismo no era gritar, sino hacer directamente él mismo el trabajo sucio, Deron se aproximó a su atacante, tratando de quitarle toda ventaja a su adversario en el mismísimo momento en que desvió la lanza. Entonces alzó su hoja y trató de cercenar el cuello del mismo mientras pasaba de largo, girando para cubrirse las espaldas en el último instante, cuando la lanza volvería a ser peligrosa de nuevo.

En esta ocasión Deron consiguió aventajar en velocidad a su oponente. Dio un rápido paso adelante colocándose a corta distancia y girando sobre sí mismo ejecutó un golpe a la altura del cuello, destinado a acabar con su oponente. Era un buen golpe, una gran maniobra. Sin embargo, igual que ya ocurriera en la ocasión anterior, su rival ya no estaba donde se le suponía.

Con una pirueta digna de un artista circense el centinela se había agachado en el momento preciso y se había desplazado a un costado del soldado de Conira, el cual al volverse para preparar su defensa se encontró tan sólo con el aire vacío frente a él. El golpe le vino de improviso. La cabeza metálica de la lanza atravesó sus protecciones y mordió carne a la altura de las últimas costillas en el lado derecho. Deron no pudo evitar lanzar un grito de dolor. La herida comenzó a sangrar abundantemente.

Ambos contendientes se separaron por un instante. A pesar de su herida el soldado aún no estaba vencido. Los años de experiencia y su fortaleza de carácter le permitían permanecer en pie y mantener la espada alzada. No obstante sentía que sus movimientos se habían ralentizado y cualquier gesto brusco provocaría un incontrolable latigazo de dolor. Su oponente en cambio parecía moverse cada vez con mayor facilidad.

Los sonidos de lucha se intensificaron, no en cantidad sino en rudeza. El enfrentamiento sonaba reducido, quizás tan sólo dos hombres.

Hojarasca siendo arrastrada por pies nerviosos...
Gruñidos de esfuerzo...
Un golpe seco...
¡Un grito de dolor!

Esa última había sido la voz de Deron. No había lugar a error. El soldado de Conira había sido herido.

Estaban a muy poca distancia delante de ellos. Ayron comenzó a ver el movimiento de dos hombres entre la arboleda.

Dos hombres, quizá tres. Los sonidos de lucha que llegaban hasta mi no indicaban que más personas se hubiesen trabado en combate.
Desde luego no sonaba como una emboscada, pues de ser así ni siquiera hubiese existido posibilidad de defenderse para Deron, el cual, estaba seguro, acababa de emitir un gruñido de dolor.
Tenían que ayudarle, eso seguro, pero sería una equivocación que los tres avanzaran hacia una misma posición.

Alcé mi mano izquierda, la cual se encontraba libre y señalé hacia dos puntos que se encontraba a izquierda y derecha del lugar donde se situaba la refriega.
Era necesario cubrir los flancos para evitar vernos sorprendidos por cualquiera que se viera atraído por el sonido del combate.
Al encontrarme en el medio del ¿equipo de rescate?, lo lógico es que avanzara de frente, esperando que mis dos compañeros hubiesen entendido mi indicación.

Así lo hice, pues no había tiempo que perder. Posiblemente el explorador se encontrara en desventaja al haber recibido una herida...y no permitiría que recibiera una segunda.

El ruido que se escuchó, hizo que el pequeño Melegat cogiera con más fuerza su arma. Ayron hizo unas indicaciones con su mano, las cuales el pelirrojo entendió a la perfección, o por lo menos eso creyó en un primer momento.

Su mano marcó dos puntos a ambos lados de donde nos encontrabamos y Ansey se movió lentamente hacia la derecha. Sus manos se aferraron a su arma como si su vida dependiera de eso, lo cual no estaba muy alejado de la realidad.

Sus pies movieron hojas del suelo, pero no se escuchó ningún sonido, sólo el de la lucha que se producía a pocos metros de su posición.

Era el momento de actuar.

No podía fallar.

No en este momento.

Cerró sus párpados durante unos segundos y susurró algo al viento.

Ha llegado la hora de la verdad.

Deron sabía cuánto había de verdad en un ataque así, y bien conocía los efectos de retroceder tras haber recibido un lanzazo y los pocos instantes de lucha lúcida que le quedaban con la debilidad que conllevaría la hemorragia y la dificultad para respirar. Así, reuniendo toda su entereza, en vez de preocuparse por cerrar la guardia contra semejante adversario, se acercó con decisión hacia él, cerrando cuartos, aun a riesgo de recibir más daño, mientras soltaba espadazos a diestro y siniestro, tratando de terminar antes de que su oponente recuperara su arma de asta.

Atravesaron el claro sin incidentes. Ninguna flecha hendió el aire, ninguna celada se disparó, ningún enemigo les salió al paso. Lo cual, al menos de un modo inquietante, resultaba aún más extraño que de haber ocurrido. Deron y Kody habían percibido algo, habían detectado peligro. ¿Dónde estaba pues?

El grupo de avanzadilla se internó de nuevo en la espesura y en las sombras, dejando atrás la hierba resplandeciente y el sol confortador, para volver a avanzar entre ramales y arbustos. Un poco más adelante, apenas unos metros, dos hombres se batían en mortal duelo entre las sombras y el polvo. Ayron fue el primero en alcanzarles, con Mélegat y Dammeryn en los flancos. En aquel preciso instante los dos contendientes se habían separado, dando un paso atrás para preparar una nueva acometida. Vieron a Deron Nisha cubriéndose con una mano la herida sangrante que mostraba en un costado mientras con la otra sostenía la espada en posición defensiva. Su rival en cambio parecía ileso y listo para volver a atacar con la lanza, que utilizaba con ambas manos.

De alguna forma, mientras se acercaban a él, fueron capaces de mantener la mirada en aquellos ojos que perforaban el alma. El cuerpo que esgrimía la lanza era indudablemente humano, mas aquellos ojos... no podían asegurarlo. Eran dos ventanas a la oscuridad, al mal en estado puro, dos fuentes de odio. Dos promesas de dolor infinito. Aquellos ojos inyectados en sangre se giraron para mirar fugazmente a los tres recién llegados con un brillo de odio, anticipo de la matanza que estaba a punto de cometer, furioso al saber que le había sido robado el placer de atravesar con su lanza una vez más la carne de aquel hombre.

La llegada de los tres hombres provocó una reacción inmediata.

Sin esperar un instante el desconocido se agachó y dio un poderoso salto hacia atrás, durante el cual giró sobre sí mismo en una pirueta imposible, tan increíble como el propio salto, que le llevó a alejarse más de quince metros del grupo en un abrir y cerrar de ojos.

No. Aquel salto tampoco era humano.

Kody seguía esperando la encerrona. Podían flanquearlos o hacer cualquier otro tipo de maniobra.
Espero pacientemente, aunque con el alma hirviendo en fuego y sus ojos mirando con fervor embravecido.

Los compañeros llegaron al lugar donde se identificaban los golpes de la lucha. Entraron en el, y aun todavía no había señales de represalias enemigas.

Se dijo que quizás estaba pecando de precavido, que debería de ir al galope a ayudar. Pero volvió a verse como un soldado de veinte años queriendo comerse el mundo a su paso. La edad, y sobre todo las heridas habían marcado su carácter, hasta el punto de hacerlo, menos valiente y más sensato.

Ahora solo quedaba esperar a que su oído le indicara si al otro lado del claro las cosas iban bien o no.
Se estaban dividiendo, no era una buena idea. Aunque pensaba que no era la estrategia que los enemigos habían pretendido, creía que una emboscada era la táctica que estaban siguiendo, si hubieran querido separar al grupo para hacerlo más vulnerable habrían mostrado más de un objetivo para seguir haciendo que se dividieran.

Además, los enemigos no podían disponer de información de cuantas personas marchaban tras ellos. No al menos por ahora. Y eso jugaba en su beneficio.

Tiro de las riendas del caballo, con firmeza, apretándolas al mismo tiempo que apretaba su mandíbula y estaba expectante ante la situación que estaban viviendo.

Vamos, haced algo para saber que va todo bien. Maldita sea.

Deron. Está herido. Una brecha.

La mirada de Melegat pasó desde su compañero a la extraña criatura que allí se encontraba. Sí. Sus ojos parecían dos pozos de extrema negrura, que hicieron que los pelos de la barba del gigante se erizaran por un segundo.

¿Pero qué...? Logró susurrar Ansey en el momento que vio como la criatura dio un salto espectacular hacia atrás, curvándose como un gusano, y cayendo de pie como un gato. Con total agilidad. Con gran velocidad.

El pelirrojo sacudió la cabeza una y otra vez, y trató de discernir que demonios estaba pasando en ese claro.

Demonios. Tiene que ser cosa de demonios.

Su mano levantó su arma, señalando a la figura que se alejó con una cabriola y exclamó a los cuatro vientos.

¡Tu! ¿¡Qué demonios eres!? ¡Da la cara maldita criatura del demonio!

Fantástico, pensó con amargura, otro demonio.

El soldado blandió la espada y empuñó el escudo, guardando la línea como si tuviera al enemigo a distancia de batalla. No podía fiarse de lo que había aprendido en la guerra con un adversario como aquel. Muy lentamente, sin perder de vista a aquel engendro, se acercó hasta el herido Deron, para protegerle con su presencia.

De reojo observó la posición de sus otros compañeros. Lo que hicieran, debían hacerlo a la vez, como uno solo, porque no le cabía ninguna duda de que, uno a uno, ese ser era más letal que cualquiera de ellos.