Partida Rol por web

-¿Y que tal si le pones un collar alrededor del cuello?-Respondi sarcastico a la sirvienta pelirroja, mientras aun intentaba mantener mis pies en el suelo con aquel combate entre bolas de pelo gigante zarandeandose por todos lados.- ¿A que esperas? Cuanto mas nos demoremos, mas peligro de que le hagamos daño, o aun peor, ELLA nos haga daño a nosotros.

Una vez terminada la pelea, Carrol se levanta de donde habia estado tirado toda la pelea, su rostro estaba cubierto por su pelo, pero aun asi las lagrimas se veian caer de sus ojos, camina entre los presentes directamente hacia la mujer y la cubre con una sabana de la cama, se inca ante ella mientras dice a los demas.

-Vayan a encargarse del ataque, yo me encargare de ella-

La mujer gruñía en el suelo, incapaz de moverse por el golpe de Riku pero aún luchaba por ponerse de pie, aunque el agotamiento no se lo permitiera.

Riku la sujeta de los brazos y le hace una señal a Kana para que la envuelva. Era lo que debían hacer. Así, la chica volvería a la normalidad.

Cuando Carrol se le acerca a ponerle la sábana, Riku lo mira extrañado. Parecía querer protegerla a toda costa, así que se lo permite.

El cuerpo de Riku se va volviendo pequeño poco a poco y sus ojos recuperan ese verde intenso, aunque sus ropas quedan maltrechas y le quedan sólo sus pantalones. Su torso queda completamente desnudo. Mira a Kana y a Sebastian y les dice - Creo que ya pueden ayudar a Aimi-san. Yo estaré aquí por si algo pasa con Ouka - mira a Carrol y le dice - Sólo como medida preventiva -.

Kansai mira a Makoto pero sus palabras parecen no hacer efecto alguno sobre ella.

Yaeko se encontraba en el suelo, aún con la mirada desorbitada y temblando, aunque poco a poco, su reacción se hacía más débil. ¿Tal vez moría?

Akiko, por su parte, había parado de gritar porque el ataque de Kahei había cesado, gracias al balazo de su hija y se veía bien, aunque muy débil. Kahei apenas y había podido moverse para defenderse y Akiha había ido a por Aimi. Aimi había quedado paralizada, tal vez perdida en sus propias ideas. Kansai no podía saber qué pasaba por su cabeza pero sus músculos se iban tensionando, su boca se torcía y sus ojos expresaban temor.

Tu mirada se cruza con la de Akiha y sus inquietantes ojos negros hacen que no puedas dejar de mirarla.

Poco a poco, sientes que no puedes ver nada más que el negro de sus ojos y que todo se ha perdido a tu alrededor. Incluso la cálida mirada de Kansai se ha ido. Todo parece haberse perdido y sólo quedaba la oscuridad. El silencio.

De repente, escuchas una voz que se te hace familiar. Una voz masculina. - Aimi... - no la reconoces en primer lugar pero allí seguía - Aimi... - repetía una y otra vez. Después de salir un poco de la sorpresa, reconoces que la voz es de Masataka. Tu difunto esposo.

Él corre a tu encuentro pero no puede alcanzarte. Hay una pared invisible que lo detiene. Gritas entre lágrimas su nombre y tratas de alcanzarlo pero tus manos no llegan a él.

Una extraña figura aparece detrás de él y puedes identificarla de inmediato. Es Kansai, tu Kansai, pero estaba corpórea y su rostro se había marcado con una temible sonrisa que haría temblar a cualquiera. Puedes ver que lleva un cuchillo en su mano y ves cómo se acerca a Masataka pero él, incauto, sólo te mira a ti. Tratas de advertirle y de detener a Kansai pero no te escuchan.

Con una mirada fría, Kansai se acerca y apuñala sin cesar a Masataka, mientras su rostro y su uniforme se tiñen de la sangre de tu esposo. Ves cómo la vida se escapa de tus ojos y lo único que lo detiene de caer es un brazo de Kansai que rodea su cuello. Lo suelta y cae inerte en el suelo.

La chica clava su mirada en ti y se hace al frente tuyo. Puedes contemplar de cerca su cara de maniaca y el rojo de la sangre en su piel. Las gotas de sangre van resbalando poco a poco y una que otra cae en tus piernas. Sin poder moverte ni escapar, escuchas la voz de Kansai, mezclada con unos extraños sonidos guturales - Eso es por abandonarme. ¡TÚ ME MATASTE! ¡TÚ ME MATASTE! - su figura desaparece pero sus gritos y su risa maniaca llenan el lugar. No puedes escuchar nada más que eso. Tratas tapando tus oídos pero no funciona, aún lo escuchas con la misma intensidad de antes.

Makoto mira a Kahei con una sonrisa. Tal vez, antes su ataque mental hacia Aimi no había funcionado pero puede que atacarlo a él sí lo haría.

Fija su mirada en Kahei y va hacia él con decisión, levantando una vez más su katana - Creo que serás mío esta vez -.

Maya mira a su hermana, la cual no es capaz de moverse y después de disparar a Aimi, la mueve de allí.

En su rostro podía verse su preocupación y su dolor. Al parecer, el único desalmado de esa familia era el padre que los había llevado a una batalla sin ayudarles.

Toma a Akiko de los hombros y de un salto, se confunde con ella entre el humo. - Resiste, Akiko - se escucha lejos de allí.

Se escuchan unos aplausos desde atrás y una figura comienza a vislumbrarse por entre el humo.

Sin miedo en su rostro y nada más que arrogancia, aparecía el hombre que había iniciado todo.

- Buen trabajo, Akiha. Lástima que Akiko no fuera como tú - mira a Kahei con decepción y le dice - No pensaba verte así tan pronto. Esperaba más de ti - sonríe y dice - Maya, déjala allí. Tu trabajo es luchar - la joven suspira y dice - Pero padre... - antes de seguir hablando, Yamato la mira y ella calla.

Su figura sale del humo y una Maya triste y preocupada se para en frente de ustedes. En reemplazo de Akiko, ahora estaba Yamato.

Si Aimi hubiese podido moverse hubiese abierto sus brazos para recibir a su hija, si hubiese podido hablar le hubiese dicho que la arrancaron de sus brazos al nacer, que no había dejado de llorar por ella y que lo había intentado todo para traerla de nuevo a este mundo. Y de algún modo lo había conseguido. "Yo no te maté Kansai, yo te traje a la vida dos veces, fue ese hombre al que has asesinado friamente: él te mató, y ahora podrás encontrar la paz".

Aunque seguramente si pudiese hablar hubiese omitido la última parte pues aunque deseaba la paz de su hija, si la encontraba desaparecería de su lado. 

Aquellos pensamientos calmaban el espíritu de Aimi, sin embargo, también despertaron en ella la fruía que sintió al ver el rostro de Carrol. SU hija había muerto porqué Masataka no toleraba ver esa niña en los brazos de su mujer, sin embargo, su dichoso hijo Carrol, esa criatura del infierno, por ese sí sintió compasión.

¡Ambos debían estar muertos! y no solo mi pequeña....

Lentamente mientras respiraba de forma entrecortada el viejo mago se fué levantando.

-En fin... Yo esperaba vivir un par de años más. Pero supongo que ya lo decía mi antiguo padre... Si quieres un final ardiente, que no te asuste el fuego...- Cuando fue herido por el nuevo vampiro, Kahei simplemente recibió el ataque mientras envolvia al vampiro con las llamas que lamían todo su cuerpo.

- Si no soportas el calor, no te metas en la cocina, mocoso.-Dijo con una sonrisa mientras miraba al vampiro a la cara, malherido pero aun desafiante.

Cuando Carrol se acercó a la loba con una sabana Kana no pudo evitar pensar "este está mal de la cabeza" y se apresuró a rodear a la loba tal y como se lo habían indicado.

Después se despidió con un ligero golpe de cabeza y salió a toda prisa hacía la entrada de la casa donde esperaba encontrar a Aimi. 

-Entendido.- Respondi al joven licantropo, colocando mi espada sobre el hombro y marchando tras Kana.-Ah, por cierto, se me olvidaba...- Le pase una tarjeta al joven, negra con mi nombre y mi numero de contacto en brillante dorado.- Las fuerzas del mal siempre estan en fase de reclutacion con una buena paga nada menos, y algo me dice que eres un hueso de roer, serias un guardaespaldas ideal y muy leal, BUAJAJAJAJA.-Me despedi con aquella sonrisa maniaca, antes de correr detras de Kana con espada en mano, dejando la licantropa a manos de Riku y el extraño vampiro.

Te aferrabas a la risa que se alejaba, mientras Kansai parecía aún enloquecida. Sentías el odio hacia Carrol emanar de tu piel como vapor que, poco a poco, iba cubriendo todo a tu alrededor.

Tratas de encontrar a Kansai pero ella aparece como una niña pequeña. Hala de tu vestido, por lo cual te das cuenta que estás de pie. La inocente pequeña te señala hacia el frente y puedes ver una hermosa pradera de color verde. De repente, todo parece soleado y tranquilo.

A lo lejos, puedes ver dos figuras sentadas en el verde pasto. Te das cuenta al instante que el hombre mayor es Masataka, pero a su lado, hay un pequeño vestido de ropas elegantes. Su cabello es del color del fuego y su rostro es exactamente el mismo de tu marido. Sabes con exactitud de quién se trata y el odio aflora en tu interior pero Kansai parece correr hacia él. Tratas de detenerla pero no te escucha. Cuando llegas al lugar, Carrol y Kansai parecen jugar tranquilamente y disfrutar de la compañía del otro.

Masataka te sonríe y te dice - Aimi, por favor, siéntate conmigo. Los niños podrán jugar un rato - una sonrisa más cálida de lo habitual en el se formaba en su rostro.

Makoto sonríe perversamente mientras ve la sangre del rostro de Kahei caer. Sus colmillos salen al instante pero cuando Kahei se cubre de fuego, Makoto da un paso atrás. Alcanza a no quemarse y mira a Kahei para decirle - No me da miedo el fuego ¿Y tú le temes a la muerte? - esta vez apunta su katana al pecho de Kahei. No estaba dispuesto a dejarlo ir.

Maya parecía preocupada todavía y su angustia era notoria. Sufría por su hermana y no sabía cómo podía encontrarse. Luego. mira a Makoto y le dice - Deberías dejar de jugar con mi katana y comenzar a pelear en serio - luego, dispara a Kansai, aunque no parece la misma guerrera feroz que antes. Se tropieza con algo y esto hace que su disparo pierda eficiencia.

Akiha reía frenéticamente mientras el mayor de los Nagase posaba su vista en la desconectada ama. Levanta una de sus manos y toma una de las rocas gigantes que cayeron de los escombros de aquella pared. Con sus poderes psíquicos, la lanza contra Kahei, pues no planea quitarle la diversión a su esposa.

Una media sonrisa se dibuja en el rostro y le dice a Maya - Así como tu juegas con las armas de Akiko, hija. Deja que el chico se divierta -.

Los dos salen de la habitación, tranquilos porque saben que esta vez no habrá imprevistos con la chica y salen al pasillo.

Se dan cuenta que no hay escaleras al primer piso, así que si querían llegar pronto, tendrían que saltar. Los dos no lo piensan mucho y saltan al instante. El señor de las tinieblas lo hace de maravilla y logra que su capa ondee con el viento, aterrizando en la pose perfecta, mientras que Kana lo hace torpemente y cae, golpeándose en el rostro con el suelo.

Se levantan y visualizan el panorama. O al menos eso intentan, porque una gran nube de humo no les permite más que ver tres siluetas en la distancia. Una parece desprender vapor y las otras dos se encuentran lejos de esta primera. De aquella que desprende vapor, escuchan la voz de Kahei.

Escuchan otras tres voces, aunque no sabrían decir muy bien de quiénes se trata.

Aimi aprieta sus puños con fuerza arrugando la falda de su vestido dentro de ellos. ¿Cómo esperas que llegue hasta allí? Le pregunta mentalmente a Masataka.

Sádico…

Aimi intenta gritar con todas su fuerzas ¡Kansai aléjate! ¡Vuelve conmigo! 

Su cerebro la advertía de que no creyera aquello, le procuraba imágenes intermitentes de la pequeña Kansai con la cabeza metida dentro de un río, ahogándose, sostenida por la mano firme de su marido. Podía ver sus mejillas ponerse rojas, moradas, y luego completamente pálidas.

Sin embargo, cada vez la imagen de su marido y de los pequeños jugando parece más próxima, más real... Aimi dirige su mirada hacia abajo y ve como sus piernas están corriendo alegremente, casi como si flotaran por esa pradera, hacía las tres figuras.

En su corazón empieza a aflorar un sentimiento peligrosamente parecido a la felicidad. Y con ese sentimiento, los flashes del rostro de la pequeña Kansai ahogada se van difuminando poco a poco, y el recuerdo de correr con el camisón manchado de barro y sangre a rescatar a su neonata, de llegar tarde, de abrazarla con fuerza contra su pecho mientras se esforzaba por no llorar delante de ese hombre, se van sustituyendo por un cálido recuerdo de la pequeña envuelta en una sabana de seda, con el rostro rosado y llorando como un bebé sano, mientras ella la sostenía tranquilamente en la cama de su dormitorio.

Y, luego, su marido se asomó al dormitorio con otro bebé en brazos, la dejó que lo sostuviera y le dijo que se llamaría Carrol.

¡Gemelos! 

Aunque Aimi sabía a cuantos hijos había dado a luz, en aquel falso recuerdo creado por ese sueño, por esa falsa felicidad y por esa ansía, que había encarcelado en lo más profundo de su ser, de amar a Carrol como un hijo, hicieron que pareciera lo más lógico del mundo.

Aimi llegó al lado de su marido, y como le había pedido se sentó a su lado, apoyó su cabeza en el hombro de Masataka y buscó su mano para entrelazar los dedos.

Y miró como los pequeños hermanos jugaban. 

Permaneces en la habitación con Ouka y puedes darte cuenta cuando se retiran los otros. Sólo permanece allí Riku, aunque él está en la puerta, dándoles su espacio.

La mujer parecía realmente agotada con todo lo que había sucedido y no opone mayor resistencia cuando la rodean con cadenas. Bajo la blanca sábana, su figura se va haciendo pequeña, hasta que poco a poco, recupera el aspecto de aquella dulce mujer que siempre había cuidado de ti.

Riku la mira y dice - Es bueno que haya vuelto, ¿No crees? - sonríe y vuelve a fijar su atención afuera.

La joven parece reaccionar despacio y te mira con ojos cálidos. No puede hablar pero las lágrimas brotan de sus ojos sin parar. Por la forma en que se veía su silueta, podías suponer que estaba desnuda nuevamente.