Partida Rol por web

-¿Qué? No yo, yo siempre me he llevado bien con él. O sea, es un poco burro.- se ríe -Pero buen chico. Estaba rebotado con el Puyol, pero seguro que fue otra cosa.-

Sol se encoge de hombros. La Camacho estaba pasando de una emoción a la otra de formas que no atinaba a entender, y que en algún punto, o quizás en todos ellos, tampoco le interesaban en lo más mínimo. Mira a Arturo y luego a la distancia, como si intentara percatarse de qué es lo que está ocurriendo más allá, con Sara y el Rulo. Pero luego vuelve a Camacho, negando.

- ¿Otra cosa, vos decís? - pregunta, casi retóricamente - ¿Qué otra cosa?

-Yo qué sé..- dice de forma vaga. -No merece la pena. ¿Para ganarme otro encierro? Esperaba que él me dijera algo. Oye, mira, me tengo que ir..-

Más calmado, comienza a maniobrar la moto para ponerla en dirección a la salida del parking.

-Pues que.. que yo creo que aquello fue un accidente no una agresión.- Irene parece ir cogiendo confianza. -Sí, Raul quería discutir con el director, pero no creo que le pegase. Israel declaró..-

-Oye, ¿tu amiga se va a enrollar mucho?- corta de repente Arturo, señalando con la cabeza a Sara, que sigue hablando con Rulo, aunque este ya se ha subido en la moto y comienza a orientarla hacia la salida del parking.

- No creo - dice Sol, dándose vuelta hacia Arturo un momento. Pedazo de cortamambos, flaco; calmate un poquito, che - Fijate, el pibe un par de problemas pero no se va a quedar hablando mucho más. Dales un segundo de ventaja... Vos vas muy adelantado para ellos - termina, y le guiña a través de una media sonrisa.

Decí que es por la billetera. Si no, hasta me daría lástima por la Camacho.

- Nos contó el Rulo que Israel declaró en su contra. Pero no es lo que Israel nos había dicho que iba a hacer - Sol mira a la Camacho inclinando un poco la cabeza - ¿Vos sabés algo de eso?

Sara se queda mirándole fijamente, aún con el rechazado pañuelo en la mano, pensativa como él. Luego, baja la mano y frunce el ceño, ¿que te dijera él algo? ¿Y qué te iba a decir, tío? Busca una papelera y se acerca a tirar el limpio pañuelo. Yo... he quedado con..., mira hacia atrás, buscando con la mirada a Sol y a los otros dos, ... con Sol y más gente. Para tomar algo. Si quieres venir...

No se esfuerza mucho en la invitación. Se gira, con un pequeño volantazo de su vestido y le mira levemente, esperando la negativa para marcharse.

-Pues.. no sé qué pensaba hacer Israel. Creo que sí, que declaró en contra. BUeno, que no dijo a las claras que Rulo no había empujado al director. Y el director no recordaba lo que pasó.. y creo que Raul se hizo un lío.-

Desde vuestra postura veis cómo Raul niega con la cabeza a algo que le ha dicho Sara y con un golpe brusco de pedal, da gas a la moto y sale a la carretera.

Raul sólo niega con la cabeza y suelta un lacónico "adiós" antes de dar un fuerte golpe de manillar para dar gas a la moto y sale a toda prisa en dirección a la carretera.

- ¿Vos decís que se puso nervioso y la cagó? - Sol se encogió de hombros brevemente - Parece algo que a cualquiera le pasaría a cualquiera si alguien le dice que va a estar todo bien y después deja que todo se quede en un "veremos".

Los ruidos a sus espaldas hacen que Sol mire en la dirección en la que Raúl se va. A la larga, no sé para qué me estoy metiendo tanto: todo esto no tiene ningún sentido. Sara ha quedado de pie ahí, mirando al que se aleja, y todos los demás actores de ese circo han quedado un poco atrás. Es una imagen bizarra digna de una telenovela barata de las que pasaban en Argentina cuando eran chica, de las que tragedias griegas tenían a Andrea del Boca como protagonista y de las peores todavía, las que tenían a Thalía. María la del Barrio, María Mercedes, Marimar...

A Sol le entra la risa.

Pobre flaco. Lo único que falta es la confesión de Lucía de que su hijo no es de Israel, si no de él.

La risa no, la carcajada.

- Bueno, para bien o mal, el circo se terminó - dice Sol riéndose entre dientes, y suspira para dejar de hacerlo - La verdad es que Israel, mucha lengua y mucho apoyo, pero cuando tenía que poner la posta se fue para atrás como el mejor.

Mira a Arturo.

- ¿Te parece ir yendo?

Suspira y se queda observándole mientras se marcha. En fin..., se da media vuelta en redondo y busca a Sol y a los otros dos con la mirada, caminando hacia ellos.

Raul sale con la moto a la carretera y en dirección a la ciudad. Sara por fin se acerca al grupo a tiempo de escuchar como Arturo responde a algo que Sara le ha preguntado. -Sí, vámonos. Nos vamos a quedar dormidos de pie.-

Su sonrisa blanqueada os acompaña al vehículo, a cuya puerta lanza la colilla a la oscuridad. Os abre las puertas con crtesía algo forzada para que os subáis, Sol y Sara detrás, Irene delante.

Sara suspira y se acerca al grupo indicando con un gesto que le parece incomprensible lo que hace Raúl. Con media sonrisa, más irónica que otra cosa, entra en el coche detrás de Sol, Las damas primero, le dice, y cierra ella misma la puerta antes de que nadie pueda hacerlo.

Cama...eh... Irene, ¿ya estás mejor?, mira a Sol, divertida.

Sol se encoge de hombros. Ya cerca del auto, ante la cortesía de Arturo, arquea las cejas.

Caballeros eran los de antes, ¿eh?

Sonríe sin corresponder con un agradecimiento a la acción. La cortesía no era algo que valorara demasiado, y en algunos puntos no la entendía. Pero después de tantos argentinos, machos cuya virilidad siempre parecía pasar por cumplir todo ese protocolo absurdo de correr la silla, pagar la comida, abrir las puertas y ceder el asiento del colectivo, machos quienes se horrorizaban y se ponían nerviosos cuando se negaba la complacencia frente a esos gestos, la verdad estaba acostumbrada. Así que, cuando Sara le indica que suba primero, su sonrisa irónica es un regalo espontáneo que Sol sí corresponde como se merece.

- Lindo apodo, nena - dice sonriendo, mientras se sube al auto - ¿Vos decís que me queda?

Una vez adentro, Sara pregunta algo, y Sol evita reírse, pero por muy poco. Mira a Arturo por el espejo retrovisor.

- ¿Está lejos el lugar que decías? Así Irene tiene tiempo de reponerse un poco.

Reponerse de qué, me pregunto yo... pero bah. A quién le importa.

A Irene se la nota terminando de reponerse del disgusto que parece haber tenido mientras se sube al asiento de copiloto y vosotras detrás. El vehículo tiene ese apestoso olor químico de la tapicería nueva. -Estoy bien.- dice brevemente.

Arturo arranca y sale hacia la carretera. -Con este coche todo está cerca. En seguida estamos allí. Cogemos la circunvalación y llegamos en un pispás.- Orienta el coche hacia la ciudad y pisa fuerte. En pocos segundos, estáis sobrepasando el límite de velocidad. Arturo conduce con confianza y seguridad, bien agarrado a la línea de la carretera, pero se traga las curvas como si fueran M&M's

Sara sonríe a Sol y le guiña un ojo. Observa los ojos de Arturo por el retrovisor, curioseando, y baja la mirada enseguida, para hacer un comentario intrascendente, La verdad es que el motor ni se oye, es una maravilla este coche. Un segundo más tarde se pone el cinturón de seguridad discretamente y mira a Sol con media sonrisa. A esta velocidad la Camacho va a volver a marearse.

El halago de Sara no hace sino hacer que Arturo se hinche como un globo y pise un poco más el acelerador en la siguiente curva, mostrando lo bien que se agarra el vehículo al asfalto. En las semanas siguientes quizá pensaréis qué se podría haber dicho o hecho. Si hubiera bastado con rechazar la invitación, Con subirse un minuto más tarde al coche. Con haberle dicho que fuese maś despacio en lugar de embriagarse con el movimiento suave y veloz de la máquina.

Tras de la curva, una luz roja se lanza sobre vosotros. Es una luz pequeña, única, de frenado. Una moto. Una moto. Ambas pensáis lo mismo exactamente. Ambas sois conscientes de que sólo puede tratarse de una moto y no porque no pueda haber más en la carretera, sino porque no se os antoja que la fatalidad fuese a querer algo distinto.

-¡Joderostia!- grita Arturo al dar un volantazo, insuficiente. Escucháis el golpe terrible, se quiebra el parabrisas, algo salta a un lado, contra la barrera. Vuestro vehículo, girado bruscamente, derrapa. -¡No! ¡No!- grita la Camacho ahora. Con un bandazo final, el deportivo se detiene, cruzado en la carretera. Pasa un segundo. -¡Nooooooo!- sigue gritando ella.

La velocidad siempre le había gustado a Sol. La velocidad era la adrenalina mecida en un movimiento controlado por cuatro o dos deslices contra una superficie que apenas ofrecía alguna resistencia. Más le gustaba cuando era ella misma la que la manejaba, aún más cuando era el viento el que le llenaba el cuerpo de lo que significaba aquel peligro. Tardes y tardes subida a las motos de innumerables compañías, incluso desconocidas, de cascos olvidados, de esas ganas locamente inconscientes de experimentar la sensación de estar vivo. Tardes, noches, madrugadas y días, semanas, sobredosis de la misma droga, una sobredosis de la que Sol sabía que nunca moriría lo suficiente.

Nunca le hubiera dicho que fuera más lento. Cuando al costado del camino las cosas comenzaron a pasar con más velocidad, confundiéndose las líneas en un amasijo de luces y sombras, Sol pensó que le habría gustado ser quien conduciera aquella terrible máquina que rugía la adrenalina. No le importaba que el que manejaba fuera el príncipe azul de la Camacho, ni que todo aquello fuese una burbuja comprada con el dinero que da el sexo y que permite el poder. Le habría gustado degustar el sabor de aquella frutilla que era el volante, morderla, dejar que el jugo cayera por su boca y que el placer del control y del descontrol al mismo tiempo drogara todos sus sentidos.

Lo pensó, sí, hasta el momento en que vio la luz y luego, los gritos y el golpe.

- Se mató - dice Sol, únicas palabras posibles, el movimiento detenido - El Rulo. Se mató.

Un silencio invade la cabina, pesado como una losa, derrapando, colándose por todos los rincones. Un silencio pesado que envuelve una serie de decisiones, o intentos de hacerlas, sabiendo que sobre el asfalto a sólo unos metros un cuerpo ha comenzado a sangrar. Sol sabe que en caso de acusarlos de algo, será el conductor el que caiga, y cualquiera de ellas podría testificar que el hombre manejaba como un loco y que ninguna había podido bajarse. También sabe que en caso de acusarlos de algo, si es por abandono, todos caerán. La ventanilla sigue negra, oscura y densa, pensamientos superpuestos, la cárcel, la muerte, y el último desliz de experiencia que le faltaba a su vida.

- Si no bajamos ahora, aunque esté muerto, la que va a caer va a ser peor - dice, finalmente.

La puerta del deportivo se abre.

Ostiaputa... suena un susurro ahogado saliendo de la garganta de Sara.

Cruza una mirada rápida con Sol. No necesita hablar para saber que el marrón va a ser gordo. Se quita el cinturón mirando a Arturo por el espejo del retrovisor, muy seria. Cierra los ojos unos segundos, con la mano en el tirador, pensando. Intentando pensar rápido.

Llama a una ambulancia, le dice, gravemente, a la Camacho. Se la queda mirando, aún con la mano en el tirador, esperando a ver cómo lo hace. ¡Vamos!, le grita, para meterle prisa.

Entreabre la puerta, dispuesta a seguir a Sol.

¡Joder!- Arturo golpea el volante repetidas veces, con fuerza, haceindo vibrar todo el vehículo. -¡Joder, joder, joder, joder! ¡Qué hace ese imbécil en medio de la carretera! ¡Conduciendo tan despacio!-