Partida Rol por web

El sirviente que había recibido a Erina acompaña a toda la comitiva hacía el interior del castillo, aunque no se dirige de forma tan formal hacía el resto. Casi parecía que lo tratara cómo si fueran el servicio de Erina. 

El castillo en el interior estaba decorado con todo tipo de telas, marcos, alfombras y, en general, lujos tan bellos cómo innecesarios. La entrada llevaba directamente a un gran salón, dónde había reunidas una gran cantidad de personas. Había diversos grupos, cada uno con su guía particular, que conversaban entre ellos. En el salón había también repartidas mesas con cosas para picotear e incluso había camareros con bandejas. ¿No se suponía que el cumpleaños era mañana? ¿Cómo era posible que la celebración hubiera comenzado ya? 

El grupo llamó la atención de algunas miradas, y de hecho no era de extrañar. Iban con ropa de viaje o armadura, mientras que el resto de nobles iban con ropa de gala y los soldados que patrullaban iban con el escudo de los Kihninstone. 

El sirviente avanzaba agilmente por la estancia, hasta que finalmente se detiene frente a un grupo de nobles que mantenían una animada conversación. Entre ellos había un hombre calvo y un joven bastante relleno en carnes, que parecían muy unidos. El hombre calvo parece ser el primero en darse cuenta de la presencia de Erina. 

- Oh, disculpemne. - Dice dirigiéndose a los hombres con los que estaba conversando, y entonces él y el joven gordo se acercan al grupo de Erina. - Usted debe de ser la Señorita Goldspark. - El sirviente hace un pequeña reverencia de cabeza y se marcha. - Mi nombre es Alfred Kihninstone. - De nuevo, él tampoco parecía tener ningún interés en el resto del grupo. 

Aunque se lo hubieran dicho antes, a Erina le costaba asimilar que añadieran "Señorita" delante de su apellido. La forma favorita de su madre de quejarse era siempre "Una señorita no se comportaría así". 

Erina se mostró relajada ante esas atenciones. Todo parecía mucho más agradable que la última vez, que podía cortar la tensión en el aire si soplaba lo suficientemente fuerte.

Está algo acostumbrada al buen trato dado el nombre de su familia, aunque entre sus padres rara vez se comportaban de manera tan formal (en particular su padre, por supuesto).

Cada vez que le llaman "señorita", Erina tiene el reflejo de esperar a que la castiguen y buscar alguna excusa cualquiera así que definitivamente había un pequeño dejo de sufrimiento en la forma en la que se referían a ella. No entendía por qué la trataban de princesa a ella y de nada en particular a sus compañeros, sin embargo, ¿Sería alguna cosa de política entre casas? Ni idea.

-Ah, Lord Kihninstone, es un placer. Esa soy yo, sí.-, acota. Le cuesta mucho aparentar ser una mujer de mucha clase: Sabe las bases de como hacerlo porque su madre se lo ha taladrado en el cerebro pero no está en su naturaleza ser gentil y elocuente. -Que buena atención. Creo que ni en mi propia casa me tratan tan bien. Debo felicitarle, señor.-, y sus esfuerzos por quedar como una señorita poco a poco van dejando de dar fruto...

- Toda atención es poca para alguien de su categoría. - Dice modestamente Alfred. Aunque su expresión sólo expresaba seriedad era evidente que se forzaba a suavizar sus palabras. - Debo reconocer que me alegró saber que contaríamos con su presencia aquí. Sería todo un honor que asistiera también a la celebración. Estoy seguro de que ya la han informado de que mi heredero cumple la mayoría de edad mañana.

Dice Alfred mientras que muestra a su acompañante como si se tratase de un producto. El joven gordo saluda rápidamente con la cabeza y se sonroja cuando Erina lo mira. Parece que se pone nervioso. En todo caso, ¿Aquello había sido una invitación encubierta? Casi parecía que Erina estaba obligada a asistir sólo por cortesía, quizás aquella había sido la intención de Lord Alfred desde el principio al invitarlos a venir... Y de todas formas, ¿Iban a ser todo obligaciones? No estaban en condiciones de negar dicha invitación. 

Ella sonríe un poco. -Me gustaría poder realizar una reverencia como es cortés, pero como verá, en estos momentos llevo bastante peso encima.-, de todos modos baja un poco la cabeza ante el halago, intentando señalizar un poco de humildad y aprecio ante sus palabras.

-Sí, ya estoy al tanto. Sería un honor permanecer aquí durante las celebraciones, después de todo nuestra compañía ha de reabastecerse y los caballos han de descansar.

Aún así, la imagen del chico sonrojándose y apartando la mirada le resultó extraña. La postura del hijo de Alfred le resultó muy poco poderosa, más parecía que intentaba hacerse más pequeño y pasar desapercibido que mostrarse como un digno heredero de su nombre.

- Estupendo. - Dice Alfred. - Estoy seguro que usted y vuestra comitiva querréis poneros más cómodos y asearos después del largo viaje. Erika os acompañará hasta allí. - Dice señalando con la mano a su sirvienta. 

Tras agradecerle su hospitalidad a Alfred, el grupo sigue a la sirvienta por los largos pasillos del castillo. Samantha parece preocupada por algo, Ron mira con desconfianza hacía los lados, Cormac parece estar perdido en sus pensamientos y Mr. Salzinni sonríe al captar la atención de Erina. Se acerca Erina y comienza a hablar lo suficientemente bajo para que la sirvienta no los escuche. 

- Así que "señorita", eh. - Dice en tono divertido. - Debo reconocer que he visto a pocas mujeres ser llamadas así al llevar una armadura. Debes transmitir un aura muy femenina a pesar de la evidente tosquedad. - Se burla Mr. Salzinni. - O quizás es Lord Alfred quien os mira con otros ojos... Ojos llenos de interés. 

-Gracias.-, dijo ella con toda la gracia que pudo. No demasiada porque está en una jodida armadura de placas entera: Solo se lo dijo y asintió con la cabeza.

Ella se fija en el estado de su grupo: Sabe lo que significa esa mirada en todos ellos, significa de que alguien en algún lugar está tramando algo. Por un lado se decepciona porque quería descansar, por el otro sonríe porque eso significa que no tendrá que hacerse la educada todo el rato.

Cuando Mr. Salzinni se acerca para burlarse de ella, Erina suspira. -¿Tosca? Tosca será tu...-, carraspea un poco, retomando las apariencias educadas para no soltar una barbarie de amazona enojada en medio del festejo ese, -... Vale, ya lo pillo. Y sobre 'Lord Alfred'... ¿Interés, a ti te parece eso? A mi me pareció que tenía los ojos y postura de una gallina.-, se asegura de murmurar para no llamar la atención.

-No entiendo por qué se le llama Lord a un hombre que no puede mantener la frente en alto con dignidad.-, se cruza de brazos.

- ¿No has atado cabos, "señorita Golspark"? - Continua Mr. Salzinni, acompañando las últimas palabras con el tono burlón. - Primer punto. - Levanta un dedo. -  Lord Alfred está desesperado por encontrar una esposa para el inútil de su heredero. Segundo punto. - Levanta otro dedo. - Lord Alfred prepara una celebración por todo la alto, con un torneo cómo colofón, dónde, cómo en cualquier torneo, el ganador puede nombrar a una mujer como "reina del amor y la belleza". Y tercer punto. - Levanta el tercer dedo y le brillan los ojos. - Lord Alfred invita a la hija del capitán del ejército y de una alta sacerdotisa. - Risita. - Creo que no puedo darte más... 

Mr. Salzinni se calla de pronto, Erika se había detenido frente a una habitación y estaba invitando a Erina a pasar a su interior. Erina no tiene más remedio que entrar por cortesía. La habitación era ostentosa ella toda, incluso más que el dormitorio de sus padres. En medio de la sala ya había una bañera esperándola con agua caliente. Y sobre la cama estaban sus maletas... ¿Cómo se habían dado tanta prisa? 

-... Sería una deshonra para mi padre.-, es todo lo que comenta en respuesta a lo que dice Salzinni. Por un lado le molesta que él se de cuenta de todas estas cosas cuando ella es una empanada de la vida y no se enteraría de que alguien es secretamente malvado a menos de que se acaricie el mostacho.

Aún así, sabiendo esos datos se siente incómoda: Hace caso a los tratos y deja que le lleven a la habitación, dispuesta a darse ese baño. No lo necesita tanto como de costumbre porque ha ido en carruaje en vez de a caballo, pero aún así le irá bien.

Se quita la armadura, pieza por pieza. Deja la espada de su padre enfundada junto a la bañera: Desde que su padre le dijo que "como la pierda ya verá", ella decidió no tomar riesgos. Ya suficiente fue la última vez, que salió de su habitación solo con el escudo, el cual tampoco debería dejar atrás: ¡Tiene la insignia familiar, abandonarlo por ahí sería deshonra!

Deshonra para ti, deshonra para tus padres, deshonra para tus vacas, ¡Esta mujer ve deshonra y sacrilegio por todos lados!

Tras bañarse, se viste con lo que debe ser el único conjunto de ropa bonita que se llevó, seguramente por orden de su madre: Una túnica de estación con algunos adornos religiosos por aquí y por allá sobre la fina tela. No lleva ningún accesorio en particular.

Erina sale de su habitación y allí ya la está esperando Erika, quien parecía de pronto su sirvienta personal en aquel lugar. La misma le indica que Lord Alfred la invitaba a asistir esa noche a una cena privada, para altos miembros de la nobleza de las tierras de los Kihninstone, y que podía traer consigo a un acompañante (Lo que daba a entender que su comitiva no estaba invitada...). Hasta la hora de la cena Erina tenía libertad de ir a donde quisiera, aunque Erika le recomienda que visite los jardínes del palacio, que mire las vistas desde las torres o que se pasee por la extensa biblioteca (Si la lectura era de su gusto). 

Erina no podía estar más fuera de lugar. Sorprendida y confusa no hace más que asentir ante las sugerencias de Erika, que sonríe amablemente y se marcha por el pasillo. Cuando Erina sale de su ensimismamiento no puedo evitar acordarse de que no le ha preguntado a Erika donde se han alojado sus acompañantes... ¿Es que acaso era la intención de Alfred separarlos de ella?

En todo caso, Erina no se podía quedar de brazos cruzados a esperar, ahora sólo tocaba escoger alguna de las opciones que le había propuesto Erika o ir a dónde quisiera (¡No iba a seguir siempre con aquel teatro!). 

Le resultó un poco incómodo tener una sirviente personal. Erina es una persona muy autosuficiente, pero aún así tenía que aparentar buenos modales y dejarse tratar como miembro de la realeza para no dejar una mancha fea en el nombre de su madre...

Lo peor es que otra vez la habían separado de su grupo, ¡Como antes! Le da mala espina, en Sandswaid pasó lo mismo... ¿Será una señal? Incomoda, agradeció el momento en el que Erika se retiró. Ahora es cuestión de pensar qué hacer... ¿Y que haría la hija del Imparable ante una situación como esta? ¡Investigar un poco!

Lo primero es decidir qué hacer: Si realmente la cosa olía mal, tenía que estar atenta. Si es solo lo que dijo su compañero Mr Salzinni... Tampoco es tan grave. De todos modos, ella buscó la forma de quedarse con la espada cerca. La dejó envuelta en una bonita manta que habrá comprado en algún momento del viaje y se la ató a la espalda. Si, no queda muy estético pero al menos no está mostrando un arma. Lo que no quiere es separarse mucho de ella...

Su primera decisión fue eliminar TOTALMENTE las opciones que le ha dado Erika, ¡Ella no es ningún títere, nadie le dirá qué hacer! Acto seguido se dirigió al lugar donde uno siempre escucha las cosas más interesantes en un palacio: ¡La cocina! Decidió no entrar sino simplemente pasear por la zona, buscando escuchar alguna conversación para enterarse de qué tipo de cosas suceden en este palacio y qué tipo de persona es ese tal Alfred. Después de todo, falta para la cena...

Erina pasea algo desorientada por los pasillos del castillo. Observa particularmente a los sirvientes que pasan por su lado, sobretodo a aquellos que van con comida. Por suerte localiza a uno con bandejas vacías, y con el mayor disimulo del que es capaz, lo sigue. El mismo se acaba adentrando tras una puerta de madera, mucho más rudimentaria que el resto del castillo, seguramente la puerta para el servicio. 

- ¿Me engañan los ojos? - Siente de pronto Erina, detrás de su espalda. No reconocía la voz de nada. - No es posible que esté viendo a Erina la Revoltosa con un vestido.

¿"Erina la Revoltosa"? Oh, claro, sí. Ahora Erina tenía claro a quien pertenecía esa voz, alguien al que esperaba no volver a ver. Erina se gira y sus sospechas son confirmadas. Se trataba de Harold Lightsword. Los Lightsword eran una familia poderosa en las tierras de Kihn, con varios miembros siempre entre los altos sacerdotes. Erina había conocido a Harold cuando era pequeña y desde su primer contacto se habían convertido en rivales. Harold era un presumido que no podía ver más allá de su propio ego y solía retar a Erina a combates... Combates que Erina solía perder por falta de experiencia. La noticia de que Harold se había marchado para hacer de escudero de un caballero de las tierras de los Kihninstone había sido la mejor noticia que había recibido Erina aquel año (Hacía dos años). 

Cuando escucha una voz detrás de ella, su instinto habría sido darse la vuelta y meterle un puñetazo en toda la cara pero por suerte se limita a sobresaltarse y girarse rápido. -Erina la...-, cierra los ojos y toma aire. Antes de abrirlo y verle, dice: -Harold.-, abre los ojos, -No me lo creo. Si es el escuderito en persona, Harold.-, a ella le resultaba muy poco elegante y heróico eso de ir de escudero por ahí.

Para su sorpresa, no le arruina el humor verlo. Usualmente lo hacía, pero... Han pasado dos años. ¿Quizás ha cambiado un poco? A saber. Ella sabe que se ha vuelto más fuerte. ¿Más que él, quizás...? La memoria le dice que era imposible de vencer, ¿Pero cuánto de eso era su perspectiva de joven con poco entrenamiento, cuánto ha crecido ella ahora?

-Quien debería estar extrañada soy yo, ¿Que haces tu SIN un vestido?-, le ofrece una sonrisa divertida, -... Y no me recuerdes lo poco que me gusta esto. Si fuese por mí seguiría con la armadura puesta.-

- ¡Ah! ¿Sigues jugando con espadas? - Dice Harold con una sonrisa que Erina odiaba a muerte. - Al verte así pensé que te habías entregado por fin a una vida de doncella. 

No, Harold no había cambiado nada. De hecho era más insoportable que nunca... Quizás se estaba dando la libertad de actuar así porque no había nadie más por ahí (Salvo algún sirviente ocasionalmente). 

Ella se queda en silencio mirándole. Pasan unos segundos en los que ella mira alrededor, esperando al momento justo en el que ningún sirviente esté pasando por el pasillo. Se acerca un poco a él. -Quizás...-, camina como si se dirigiese hacia sus labios... Y entonces le procura un seco puñetazo en la entrepierna, sin demasiada violencia pero buscando que duela.

-... Quizás te merecías esto, cabrón.-, no, ella tampoco ha cambiado nada.

Harold, que para nada esperaba el golpe, se dobla por la barriga tras el mismo. Levanta la cara hacía Erina, enfurecido. 

- ¡Hija de...! - Dice al tiempo que lleva la mano al cinto de su espada, pero entonces se detiene en seco al escuchar pasos que se acercan. Se recompone lo mejor que puede y mira a Erina con superioridad. - Esto no quedará así, Erina. Por tu bien espero que no estés aquí por el torneo. - Le acerca la cara. - No tendré piedad. 

Y dicho esto, da media vuelta y desaparece por el lado contrario al de los pasos. Entonces Erina puede ver que la que se estaba acercando era Erika, ¿Acaso la había seguido? 

- Oh, señorita Goldspark. - Dice en un tono de sorpresa exagerado. - ¿Que hace aquí? ¿Se ha perdido? 

Ella cierra un ojo, divertida.

-Que raro, pensé que no te dolería. Después de todo, no tienes cojones.-, ladea la cabeza, despreocupada. -¿Qué, tan seguro estás de que perderás?-, suelta una risa cuando él se aleja. -¡Venga, va, tu vete por ahí!-, mentón en alto. Se gira al escuchar la voz de Erika.

-... No, solo paseaba por las instalaciones.-, le dice, no es una mentirosa nata así que ni se gasta. -¿Qué sucede?

- Oh, nada, disculpe que la haya... interrumpido. - Dice algo nerviosa. - Sólo me ha extrañado verla aquí, normalmente este pasillo sólo es usado por el servicio. - En ese momento pasa una sirvienta con una bandeja vacía por su lado, ambas la miran pasar y desaparecer por la puerta que había estado observando Erina antes. - De casualidad... ¿Está buscando un lugar en el que comer? 

-No, solo estaba explorando.-, se cruza de brazos. Incluso vistiendo de túnica, Erina toma posturas abiertas y fuertes. Siempre tiene la espalda erguida, la frente en alto y la mirada segura. No deja que la vean insegura, eso ha aprendido de su padre.

-Pero ahora que lo mencionas, quizás algún entremés no estaría mal.

-Por cierto...-, se fija en ella y esboza una sonrisa, -Eres bastante cuidadosa. No me he dado cuenta que me estabas siguiendo. Pero, ¿Por qué te has alejado si pretendías seguirme?-, entrecierra un ojo, intrigada, -¿O es que has venido aquí por algún otro motivo...?-, se lleva una mano al mentón y mira hacia la puerta por donde pasó la sirvienta con la comida, -¿A ayudar en la cocina?

- ¿Seguirla? - Dice sorprendida. - No no, sólo pasaba por aquí... - Dice quitandole importancia con las manos. - Este pasillo no es sólo usado por los encargados de la comida, es bastante útil si quieres tomar un atajo de un lugar a otro del castillo. - Tras unos segundos de silencio añade. - Entonces... ¿Un entremés? Si quiere puedo recomendarle un lugar tranquilo dónde comer... O puedo presentarle a alguno de los invitados si busca conversación. En todo caso, me puedo encargar yo de pedir lo que quiera en la cocina. - Sonrisa servicial.

Erina agitó un poco la mano, asintiendo.

-Nada, nada, no te preocupes.-, parece que le cree, sonriendo. Pero en caso de que estuviese siguiéndole... Bueno, Erika al menos ahora sabe de que Erina tiene un pequeño deje de paranoia, y considerando que es una guerrera... Quizás sea peligroso tomarla por sorpresa accidentalmente. Aunque realmente Erina no le haría daño a una mosca a menos que la mosca diga algo de su padre, ¿¡Como se atreve esa mosca!? ¡FIGHT ME, MOSCA!

Erina termina aceptando ambas propuestas: Algo de comer (le indicó que tipo de cosas le gustan: ¡Sabores fuertes! O salados) y un lugar tranquilo donde comer.