Partida Rol por web

El barco surcaba rápidamente las aguas que resultaban tan desconocidas para Koto, que nunca se había planteado la posibilidad de viajar a las Tierras Salvajes. Tal y como había acordado con Suzume, había tardado un día más en partir por tal de que nadie conociera su alianza... Aunque lo cierto era que no hubiera sido complicado disuadir a los piratas de esa opinión teniendo en cuenta la cantidad de barcos que salían cada día. 

Mientras que esperaba su momento de zarpar, Koto no había tenido tiempo de aburrirse. Tras la partida de Suzume había aparecido un invitado inesperado ante su barco. Era Kenshi el Cobarde, junto a varios de sus hombres, que tenía la intención de reunirse con Koto sin una motivación evidente. 

Algo despertó en el corazón de Suzume cuando vio las costas de la Isla de Pa. 

El viaje había sido rápido, tanto como si el Serendipity aún recordara el camino para llegar. Por desgracia muchos barcos habían estado siguiendo el rumbo de Suzume, por lo que ella había tenido que hacer paradas y dar rodeos innecesarios por tal de despistarlos. La pista de Phin era algo muy importante que mantener en secreto, quizás su única posibilidad de ir un paso por delante del resto de piratas. 

Pero al menos había llegado. Hacia tanto tiempo que había abandonado ese lugar... Y nunca había visto razón para volver debido a que cuando tuvo la oportunidad ya era una pirata dispuesta a convertirse en la nueva reina.  Y ahora volvía a ese lugar sin tener esa posibilidad tan clara, y el corazón se le llenaba de una añoranza de lo que pudo ser y no fue. ¿Que tan cruel puede ser el destino? Podría haber sido bruja o podría haber sido reina, pero su padre le había arrebatado ambas posibilidades. ¿Y acaso ahora podía mirar atrás? Ni siquiera sabía si alguien la recordaría... Quizás al barco si, ¿Pero a ella? Sólo era una cría cuando se marchó. Y aún así, la costa de la Isla de Pa le resultaba extrañamente familiar. 

- Condenado viaje. - Dijo Dante mientras que se desperezaba y se acercaba al lugar donde estaba apoyada Suzume. - Nunca entenderé porque Phin te tenía que esconder tan lejos.

-Vete tú a saber... el viejo tiene muchas cosas que no comprendo. Me gustaría decir que chochea pero me temo que nunca ha estado del todo bien de la azotea. Vayamos a tierra. Traete al niño y dos hombres fletaremos una barca grande, quizá podamos subir algo a la vuelta, agua o provisiones.
Dicho esto Suzume vuelve a su camarote. Se engancha una de las nuevas armas al cinturón, se mira al espejo y se pregunta si la reconocerán. Tiene un nudo en la boca del estómago y esto está pasando demasiado a menudo últimamente.

Al cabo de varios minutos los preparativos están hechos, y Nick, Dante y dos hombres esperan la cubierta a Suzume. Nick, de hecho, parece muy entusiasmado con la expedición. Tras repasar un par de órdenes con los hombres que hay a bordo, Suzume abandona el barco. 

Cada golpe de pala en el agua va acompañado por un latido del corazón de Suzume. Allí había un pequeño embarcadero justo dónde siempre había estado... Y allí estaba la choza de un viejo pescador que le había enseñado los secretos de la pesca... Y también estaba la plaza dónde se organizaban las reuniones y se encendían fuego todas las noches... Y más allá podía verla aún, la gran choza situada en lo alto de una colina que era el hogar de la matriarca de la tribu, la bruja. 

Y cuando se acercaban a la costa ya podía ver a varias figuras que se asomaban desde puertas con curiosidad, negras como la noche. Y cuando está a punto de llegar puede ver como se acerca un hombre alto y musculoso a recibirla, con las ropas que lo distinguían como un guerrero de la tribu. [*]

- La matriarca te está esperando. - Dice el hombre sin perder un ápice de seriedad. 

 Algo le resulta familiar a Suzume sobre aquel hombre, ¿Serían imaginaciones suyas? Al fin y al cabo cualquiera se podía fiar de los recuerdos de una niña de 7 años... 

Todo parecía como en un sueño. Parecía ir andando en duermevela. Todo era a la vez familiar y desconocido. La emoción hacía que los colores fueran más profundos, más reales. En ese estado de ensoñación llegó a la puerta de la casa de la bruja.

Parece que los elementos del escenario han cambiado, pero también podría ser que Suzume no los recordará tan bien como quisiera. Mientras que camina algunos curiosos se asoman a curiosear, y en sus miradas se reflejan diferentes emociones. Algunos fruncen el ceño, desconfiados, otros parecen sorprendidos y otros asustados... En todo caso, parecía evidente que llevaban mucho tiempo sin recibir visitas. 

Delante de la puerta de la bruja hay otros dos guardias, y estos a Suzume le resultan aún más familiares. Son una mujer y un hombre, más o menos de la edad de Suzume, y comparten muchas similitudes en el aspecto de ambos. Ambos guardias saludan respetuosamente a Suzume, pero no hacen ningún comentario. Eso era habitual, una orden de la bruja debía ser atendida lo más rápido posible, sin ahondar en distracciones. Suzume entra sola en la tienda, debido a que sería una falta de respeto entrar con toda su comitiva. 

Cuando Suzume entra en la tienda, la embriaga un olor que le es también familiar. Sin duda era el humo del Udate, que envolvía toda la sala. Sentada entre cojines había una mujer tumbada que parecía vieja y enferma. A su lado había una joven, que parecía cuidar de ella con esmero. Cuando la vieja ve a Suzume, abre mucho los ojos y sonríe. Con unos brazos temblorosos y débiles se incorpora y se recuesta contra la pared. 

- Sabía que vendrías, Suzume. 

Esa cara, esa voz... Si, sin duda era ella. Seguía siendo la misma matriarca que había criado con cariño a Suzume. 

Suzume toma las manos de la bruja y las besa. Se inclina respetuosamente, rodilla en tierra. Examina discretamente a la mujer joven que atiende a la matriarca.

Mientras que realiza su saludo, Suzume mira de reojo a la mujer que acompaña a la matriarca. Parece un poco más joven que Suzume y sus ropas la marcan indudablemente como alguien importante. Mira a la matriarca con admiración y a Suzume con cierto recelo, pero se mantiene en un silencio respetuoso. 

- Levanta la cabeza y deja que te vea. - Dice cariñosamente la anciana. Suzume se acerca. - Has crecido tanto... Parece mentira que una vez fueras el bebé que tenía en brazos, abandonada aquí por un vil pirata. - Sonríe. - Pero las cosas no han cambiado, si estás aquí es porque ese pirata siguen queriendo crearte problemas.  

-Baba... [*] tienes razón, vengo por problemas que me dan. Pero si todo va bien seré reina y se acabarán todos los problemas.- mira atentamente los cambios de la Bruja, sintiéndose apenada y a la vez un tanto envidiosa de la aprendiz...quizá hubiera sido mejor que nunca la hubieran venido a buscar...-Debería haber vuelto antes. Y desde luego no para hablar de lo que vengo a hablar.

- Calla, calla. - Dice la bruja quitandole importancia con la mano. - Estoy segura de que tu padre te ha tenido ocupada todo este tiempo. Ese vil pirata ha puesto mucha carga sobre tus hombros, es normal que no pudieras llegar hasta aquí. - Su tono es comprensivo, es evidente que intenta animar a Suzume. - Lo que si que es una lástima que hayamos tenido que reencontrarnos justo ahora, aunque sabía que vendrías tarde o temprano... Quizás si tu padre me hubiera hecho más caso en su momento las cosas no hubieran llegado hasta este punto. Vienes en busca de fantasmas, ¿No es así? 

Con un nudo en la garganta, asiente. Los ojos muy abiertos. ¿Por qué estaba tan emocional? No quería volver a marchar. Su padre ni la valoraba... ¡Basta ya! se dijo, sin poder aun articular palabra sin sollozar.

Oatha se queda observando a Suzume largo rato con seriedad, y de pronto sonríe compasiva. 

- Suzume... - Dice mirándola a los ojos.

Era como si aquella mujer se pudiera introducir en su interior con la mirada, cómo si pudiera entender a Suzume mucho más de lo que se entendía ella misma. Algo dentro de Suzume estaba a punto de romperse, ¿Estaba Baba Oatha dispuesta a provocarlo? No parecía querer seguir hablando, solo miraba a Suzume a los ojos, sin pestañear. 

La mirada de Baba Oatha acaba por atravesar a Suzume cómo una lanza. La mirada comprensiva y protectora de una madre, alguien que da igual que tanto escondas algo siempre sabe como hacerlo sacar. Y Baba Oatha, era como una madre para Suzume, para ella era imposible resistirse. 

Resignada y derrotada, las lágrimas comienzan a correr por las mejillas de Suzume. Aparta la cara para que Oatha no las vea, avergonzada, pero entonces vuelve a mirarla cuando ve que Oatha se levanta, con movimientos débiles y lentos. Su aprendiz intenta detenerla, pero Oatha no le hace caso. Se arrodilla ante Suzume y la abraza. Entonces comienza a acariciarle el pelo, mientras dice con voz dulce: 

- Mi niña... De aquí salió una guerrera y ha vuelto una futura reina. Debería estar orgullosa, pero no lo estoy, no lo estaré hasta que me digas convencida que este es el camino que has elegido seguir. Dime que te atormenta e intentaremos arreglarlo... No puedes continuar tu camino así.  

Las palabras de Baba destrozan más a Suzume, que se siente paralizada ante la calidez de su abrazo. 

Con un hilo de voz Suzume consigue decir:

- No me respetan. Debería haberme quedado aquí contigo... - Se limpia las lágrimas. - Pero ahora hay que seguir adelante y confiar que cazar fantasmas me de el respeto que merezco.

Baba Oatha se aparta y niega con la cabeza. 

- Ese mundo de piratas te ha llenado la cabeza de ideas absurdas. - Dice Baba decepcionada. - Triste fue el día en el que te arrancaron de mis brazos... Y parece que desde entonces tu padre no te ha dejado escapar de sus deseos egoístas. - Suspira, entristecida, y vuelve a mirar a Suzume, más seria. - Si respeto es lo que de verdad deseas... La única forma de conseguirlo es por comenzar respetándote a ti misma. - Dice señalándola. - La búsqueda de fantasmas no es tu objetivo, no es algo que hayas elegido. Si  te dejas llevar por lo que te impone aquello que te rodea, nunca podrás respetarte pues tú vida no será tuya. - Baba se levanta. - Olvídate de las implicaciones de tus decisiones, olvídate del camino que tu padre ha elegido para ti y hazte una pregunta, ¿Quieres ser dueña de tu vida? - Vuelve a su asiento inicial. - Vuelve a mí cuando tengas tu respuesta. 

Si Baba había hecho esa sentencia era porque quería que Suzume meditase su respuesta, y lo más respetuoso en ese momento era abandonar la tienda y realmente meditarla. Suzume puede fijarse, a parte, en que la aprendiz de la matriarca no la mira con buenos ojos. 

Suzume se inclina en respeto ante la Bruja y la aprendiz y tras limpiarse las lágrimas abandona la tienda.

- Volvemos al barco hasta mañana. - Dice Suzume antes de salir. 

Para el día siguiente podrían pasar dos cosas: Hidenori estaría ya al llegar y habría puesto en orden sus ideas.

Cuando Suzume sale a paso apresurado de la tienda de Baba, intenta ocultar las lágrimas lo mejor que puede, pero desgraciadamente Dante, Nick y otros dos de sus hombres la estaban esperando cerca. En un rápido y disimulado movimiento se intenta restregar las lágrimas del maquillaje de los ojos, y se le queda la cara algo manchada. 

Sus hombres estaban manteniendo una conversación en voz baja en ese momento, pero cuando Dante ve salir a Suzume se acerca a ella. 

- ¡Capitana! - Dice mientras que se acerca. Cuando la tiene de frente la mira extrañado un momento a la cara. - ¿Ha ido bien? 

- Perfectamente. - Con todo el descaro y sin tratar de ocultarse se limpia la cara por debajo de los ojos donde deduce que se le puede notar. Podía estar llorando por el humo o porque le salía del culo pero no podía escoderse de sus hombres. El nudo en la garganta se había ido en el momento en el que tuvo que dar la cara ante sus hombres. Sí, estaba todo muy bien toda la charla sobre el respeto a una misma. ¿Pero quién iba a ser ella si no podía ser escuchada? De una manera u otra necesitaba tener el papel de guía. Si era guía de los piratas así sería. Se notaba exaltada, lo cual estaba bien, secaría sus ojos. Respeto propio... una polla igual le iría mejor. - Mañana sabremos más. Hoy ha sido reencuentro, presentaciones y declaración de intenciones. ¿Qué traemos en el barco Dante? Habrá que traer algo de regalo u ofrenda mañana.

Ahora Dante se muestra realmente sorprendido por la vitalidad de Suzume. El resto del grupo se está acercando. 

- Bueno, vamos sin cargamento... Aunque quizás... - Meditativo. - Estoy seguro de que la gente de aquí no ha visto un arma de fuego en su vida, no creo que desprecien una para defenderse. - Dice con media sonrisa. 

Realmente aquella tribu estaba bastante atrasada respecto a la "civilización". Aunque para Suzume aquello era parte del encanto de ese lugar, para otros les debían de parecer sólo una panda de salvajes. 

El grupo comienza a caminar mientras habla, para dejar de atraer las miradas de la gente. Antes de marchar Suzume le da otra hojeada a la tienda de la matriarca, los guardias de la entrada (El hombre y la mujer muy parecidos) la están mirando, y cada vez le son más familiares pero sigue sin recordarlos bien.