Partida Rol por web

Aleph abrió los ojos, y negó con la cabeza

No... No lo entiendes. No es la primera vez que siento esto...

Se giró para mirar a la casa

Ojalá no sea él. Pero si ahí dentro está quién yo creo que está, la cosa se va a complicar demasiado. Es un hechicero muy poderoso

Frunció el ceño. Si él estaba ahí dentro, entonces esa noche, tras tantos años de búsquedas y sacrificios, todo quedaría zanjado de una vez por todas. Su enemigo. El manipulador de la vida, el monstruo que había torturado a Celeste

Esta vez no le dejaría escapar de nuevo

Damien volvió de rodear al cochambroso edificio.

-La única entrada es ésta puerta. Todos preparados.-dijo desenvainando su estoque.-Porque como no esté abierta tendrás que tirarla abajo, Aleph. Y si hay un hechicero o alguno empieza a canturrear en algún idioma extraño o brilla, o lo que sea, atacarle, no lo penséis.-

Elías sacó su daga cubierta de sangre y se situó a la derecha de Damien, esperando. La puerta crujió levemente cuando se abrió, llevando a un pasillo oscuro y estrecho con puertas a varias habitaciones. Las dos primeras estaban abiertas y vacías; parecían dormitorios segregados para hombres y mujeres. Más adelante había tres puertas, cada una llevando a una habitación, y una al fondo. Todas cerradas.

Allí dentro, tras cualquiera de las puertas, podría estar Celeste. Aleph sintió como su vello se erizaba

Damien avanzó con intención de escuchar detrás de las puertas.

Se escuchaba un murmullo detrás de una de las puertas, como si dos personas estuviesen hablando en voz baja.

Damien hizo una señal a Aleph, y se preparó para abrir la puerta. El hombretón era el más rápido y si el joven le abría la puerta y dejaba campo libre para que entrase a toda velocidad, igual podían pillar por sopresa al mago.

El tiempo de las sutilezas ya había pasado.

Aleph asintió, y se preparó para entrar a la señal de Damien. No desenfundó su espada: En un espacio tan reducido, sería una molestia, y probablemente podría apañarse con sus manos desnudas

Aquel sitio era demasiado tétrico. Consciente de sus limitaciones, Junette se posicionó detrás de Damien y Aleph, en los que más confianza tenía. Elías podía ser muy buen espadachín pero ella apenas lo conocía. Cuando la puerta estaba a punto de abrirse, instintivamente buscó la mano de Fiona, asustada como estaba. Si Aleph tenía razón, podían esperarse lo peor.

Damien abrió la puerta y Aleph distinguió dos figuras en la oscuridad. Estaban sentados en el suelo alfombrado. Algunas tiras de incienso se quemaban en la parte de atrás, haciendo que la habitación tuviese aquel penetrante aroma. Las figuras, sentadas con las piernas cruzadas en el suelo, parecían estar meditando o hablando, pero la sorpresa de descubrir al gigante en el umbral les dejó de piedra.

Aleph no se lo pensó dos veces. Un golpe en el estómago, para evitar que dé la alarma. Luego estrangula al otro y déjale inconsciente

Con movimientos automáticos, casi como un resorte, se lanzó hacia el primero, preparando su rodilla para realizar un fuerte golpe de Moai Thai sobre el estómago de uno de los dos desdichados ritualistas

Damién entró con el estoque preparado detrás de Aleph. Dispuesto a ensartar a cualquiera de los dos ritualistas que hiciera el más mínimo gesto arcano. Cuando contempló que el giganton iba a por uno se apresuró a poner el estoque en el cuello del otro.

El golpe en el estómago fue certero, haciendo que el primero se doblase sin poder hacer otra cosa que boquear. El segundo, sin embargo, trató de evadirse sin mucha fortuna. Aunque Aleph logró hacerle una llave, no pudo evitar que gritara...

Y no sabía quién oiría aquel grito.

Maldita sea Murmuró Aleph, mientras tapaba la boca a su revoltosa presa

Se quedó en segundo plano, vigilando que nadie entrara detrás de ellos. Damien y Aleph parecían tenerlo todo bajo control, así que el grito de aquel hombre le sobresaltó. Dudaba mucho que estuvieran solos en la casa, ahora era cuestión de tiempo que se les echaran encima. Miró de forma nerviosa por la puerta esperando ver una nueva amenaza. Y así, mirando hacia la retaguardia, se acercó poco a poco a los cuerpos.

- ¿Qué estaban haciendo? - preguntó mirándolos de reojo. Sus ojos buscaron en el suelo, algún libro o alguna figura dibujada en los tablones de madera - Tal vez deberíamos registrarlos... si es que da tiempo. - propuso mientras se arrodillaba al lado del que había inutilizado Aleph, girando la cabeza por encima del hombro de vez en cuando por si aparecía alguien.

Damien colocó su arma justo delante del cuello del primero, al que Aleph había dejado sin aire, para que tuviera que pensar seriamente qué hacía antes de levantarse y se preparó para ensartarle si gritaba lo más minimo. No era algo que le gustara, pero tendría que hacerlo.

También observó cómo iba vestido, para intentar averiguar algo de quién era o porqué estaba allí. Cualquier cosa que les sirviera.

El grito podía haberles condenado.

En la sala había, tirado por el suelo por la pequeña refriega, un par de libros que parecían de oración o de reflexión. También había un ídolo de madera en un altar rodeado de tiras de incienso. El que estaba siendo estrangulado por Aleph tendría unos treinta y cinco años, mientras que el engatillado por Damien rozaba la veintena. Le miraba con furia.

-Os matarán por esto.

-Así es -dijo una voz femenina a sus espaldas.

En el umbral de la puerta apareció una imagen conocida. La mujer del cabello rasurado hacía aspavientos con las manos mientras a su alrededor la energía se acumulaba.

Se irguió rápidamente al ver entrar a la mujer en escena. No la había echado de menos precisamente y sabía cuan fácil podía sucumbir a su magia. También sabía que no podía hacer nada por evitarlo. Miró a Damien, buscando algún tipo de ayuda. Luego recordó la presencia de Fiona y Elías.

- Ella estaba en los Jardines Funerarios... - susurró a modo informativo, como confirmación de que se habían metido de lleno en la boca del lobo.

Los preliminares habían pasado. Aleph dejó a un lado toda ceremonia, y se dispuso a actuar. Puede que tuviera que matar a alguien

Pero, por Celeste, estaba dispuesto