Partida Rol por web

-No si tu mueres antes-

Con una velocidad pasmosa, producto de los excelentes reflejos tan entrenados y pulidos en la escuela de esgrima Damien se tiró a fondo contra la maga, pasando del veinteañero.

La mujer soltó una risotada cuando el estoque de Damien no pudo atravesar un escudo invisible que parecía envolverla. Aunque había empezado con mucha fuerza no le había hecho ningún daño.

Tal vez fue la risotada lo que la activó, ese desprecio de alguien que se sabe superior. Le hirvió la sangre, sinceramente. Su ceñor se frunció y el miedo dejó paso a la indignación. Como movida por un resorte, cogió el ídolo de madera y lo lanzó contra la mujer. Era un movimiento absurdo por su parte, si el escudo invisible paraba el filo de una espada pararía el trozo de madera. Pero se sentía tan bien haciendo ese simple movimiento...

El ídolo de madera fue rechazado nuevamente por el escudo. La mujer de pelo rapado miró a Damien con los ojos inyectados en sangre. Levantó la mano, ahora crispada en una garra, e hizo un gesto como si le arañase. A pesar de que estaba demasiado lejos para ello, el aire se deformó y avanzó hacia Damien con la peligrosidad de una cuchilla.

El joven noble se recuperó de su golpe, que había lanzado a toda velocidad, pero había sacrificado la precisión por esa misma rapidez... ¡aunque si no fuera por ese maldito escudo la habría ensartado!.

Ahora la mujer lanzó su contrataque mágico, y Damien trató de defenderse con su estoque, intentando desviar el corte con la cazoleta de su arma, sin embargo el aire o lo que demonios fuera no se detuvo y prosiguió su camino para cortar la carne del joven, que logró apartarse para evitar daños mayores.

Los rápidos reflejos de Damien evitaron que el hechizo le cercenara algún miembro o la cabeza, pero la muerte le había pasado cerca y sólo su derroche de energía le había permitido sobrevivir.

Aleph soltó un gruñido al ver a sus amigos en peligro, y rápidamente alzó al tipo que tenía entre las manos en el aire... Sólo para lanzarlo un segundo más tarde, con toda su fuerza, hacia la mujer que había realizado el hechizo

Lo que menos se imaginaba la mujer es que Aleph iba a utilizar al otro cultista contra ella. La sorpresa impidió que pudiese defenderse correctamente y los dos cayeron al suelo después de que sus cráneos chocaran sonoramente. La mujer soltó un aullido y se llevó las manos a la cabeza. La sangre empezó a fluir. El otro se había quedado sin conocimiento directamente debido al traumatismo, pero ella era mucho más dura... a pesar de que no pudiese salir de debajo de su compañero.

Aleph corrió hacia la mujer, preparado para lanzarse sobre ella antes de que pudiera levantarse, aprisionándola con su propio peso

Viendo a Aleph alzar el vuelo destinado a acabar encima de la mujer, su primer instinto fue acercarse a Damien. En aquel momento poco podía hacer para ayudarlo, pero no podía evitar preocuparse por él.

- Deberíamos salir de aquí mientras seguimos vivos. - susurró apresuradamente.

Aleph saltó sobre su presa, dispuesto a hacer una llave para terminar de inutilizarla

Aleph chocó, incluso con todo su peso, con la barrera invisible que rodeaba a la mujer. Ésta estaba demasiado concentrada reteniendo al tao como para poder quitarse al otro de encima. Había sangre fluyendo por su rostro y dificultando su visión, pero en su gesto crispado la resolución era tal que no había duda de que pelearía.

Damien, sujetándose el costado, por el que corría un filo hilo de sangre, intentó clavar a la mujer al suelo como si fuera una mariposa, trató de acercarse entre el cultista y Aleph, pero cuando se lanzó a fondo su estoque volvió a ser desviado por el extraño conjuro de aire que rodeaba a la mujer.

-¡Maldición, es que tu magia no se acaba nunca!.-

La mujer intentó apartarse a Aleph de encima sin suerte. El aire a su alrededor vibraba otra vez como cuando Celeste cargaba sus poderes.

-¡Os mataré! -siseó-. ¡A los tres!

Sentir ese poder, el mismo que el de Celeste, usado de aquella manera, contra él... Eso hizo que Aleph sintiera una extraña rabia en su interior, una rabia que procedía, en parte, de su herencia olvidada y de su impetuosa naturaleza. Sus maestros habían centrado todos sus esfuerzos en eliminar el espíritu combativo y pasional de Aleph, pero la esencia de una persona nunca puede llegar a ser borrada del todo. Sí aplacada, controlada, o incluso modificada ligeramente. Pero nunca borrada

Sin embargo, un duro entrenamiento y una preparación concienzuda habían dado sus frutos, hace ya mucho tiempo, y el grandullón sabía canalizar esa rabia primigenia de modo constructivo. Era consciente de ella, y también de que no podía eliminarla. Pero si utilizarla a su favor

Tensando los músculos, gruñó, mientras trastabillaba para recuperar el equilibrio tras el brutal choque con el muro de energía pura. Entonces murmuró algo

Ese poder no debería ser utilizado así

Su tono sonó extraño, antinatural... Y sí, amenazador. Acto seguido, su propia energía comenzó a arremolinarse a su alrededor. Era una energía diferente a la de aquella mujer, diferente a la de la propia Celeste. En parte, podría decirse que Aleph estaba exteriorizando su propia alma, sacando su esencia hacia fuera. Su piel comenzó a oscurecerse, sus ojos brillaron con una fuerza interior que denotaba determinación, y, en cierta medida, ira. Ira controlada, enfocada en un solo punto, pero ira, al fin y al cabo

Luego, espirales de color rojo brillante comenzaron a dibujarse en su piel

Y entonces se lanzó de nuevo a por la maga

Aleph agarró a la mujer venciendo la resistencia de su hechizo y aunque ésta tratase de defenderse mordiendo y pataleando. Entre sus brazos era muy liviana y débil, pero no dejó de gritar y de intentar zafarse.

La mujer estaba controlada o por lo menos Aleph parecía que se estaba encargando de ella, Damien volvió al tipo que el gigantón había dejado casi inconsciente en su entrada.

-Junette, Elias, Fiona, ¡Ayudadme a atar y amordazar a éstos!.- dijo. Tendría que ser con jirones de sus ropas, pero podría hacerse. Y mejor eso que matarlos.

Mientras Fiona ayudaba a Damien y a Junette a atar a los otros cultistas, Elías se volvió hacia Aleph:

-A esta sí hay que matarla -extrajo la daga y avanzó en su dirección-. Es demasiado peligrosa.

Junette levantó la cabeza bruscamente, concentrada como estaba en atar al cultista.

- ¡¿Matar?! - preguntó con un tono agudo. Se sentía incómoda con una solución tan terminal. - ¿No sería mejor interrogarla? - dijo de forma inocente. Si es que se deja...

Miró al resto, buscando aliados.