Partida Rol por web

Una mujer que sobrepasará los treinta sale de una de las puertas de la finca.

-Buenas noches, soy Lizbeth Larnfield, mi padre está muy agotado es un hombre mayor, Moe ve a atenderle -dice la mujer al negro -No temas, si algo parece marchar mal daré un grito. 

El negro se marcha y la mujer centra en ti su atención -Y bien señor ¿Ha visto algo que le interese? -al comentarle lo acontecido dice -Bien, no son estériles hasta donde sabemos, y a veces requieren de un poco de látigo, yo no las llevaría con ese propósito, pero lo entiendo, a bordo no hace falta que sean refinadas cortesanas supongo. Bien, entonces doscientos ochenta reales. Ahórrese el esfuerzo de regatear, no estamos en Asia o Arabia, es un precio más que justo, lo normal es que una sola de ellas supere los cien, pero sé que no están en el mejor de los estados.

Te enseña el producto, es carne que ha sido correctamente desangrada por la forma y el color que tiene, el olor no es acre por lo que ha sido secada al aire, y parece que parte del curado incluye otras especias, en definitiva una calidad más que aceptable para el propósito que persigue. 

-Bien mujer, la mitad ahora. Pero no te creas que todos son tan abiertos de mente como yo, alguno puede darte un puñetazo en esa exótica cara si se siente amedrentado por una mujer.

- ¡¿No me diga?!- dijo con fingida sorpresa, y aunque normalmente detestaba que un señor cualquiera tuviese que explicarle la vida como si acabase de nacer, optó por usar un tono distendido, más cercano a la chanza que al conflicto - caballero, a la gente honrada se la reconoce, me he criado en un puerto, le aseguro que llevo incrustadas todavía algunas suelas en el trasero, empezando por las de mi bendita madre- dijo riendo suavemente-. Descuide, se cuidarme, mañana tendrá hasta la última pieza de los dineros que le deba.

Depositó la mitad de lo acordado en las manos del vendedor y se alejó de allí con una media sonrisa en los labios y del brazo de su prima Lien, dispuesta a continuar con las compras y con ojo avizor.

Suspiro al escuchar el precio, por supuesto debia haber supuesto que un esclavo no tendria ni idea del verdadero precio, pero tampoco  iba a estar ahi todo el dia, sobretodo sabiendo mas o menos el precio que tendria cada una.

Comprendo *suspiro* Es una pena sin duda, me refiero, su esclavo me habia mencionado como podria adquirir a cada una por 90 reales, igualmente encuentro tal como usted ha dicho que es un buen precio el que me ofrece, asi que lo tomare *digo sacando la bolsa con el oro que habian dejado a mi cuidado* En cuanto a lo de la esterilidad no se preocupe *sonrio* Tengo mis metodos (experimentales) para que se vuelvan infertiles.

Asi pues compraria a las esclavas y trataria de ir directamente hacia el navio, sobretodo para prepararlas.

La incomodidad de Lien era claramente visible. Habituándose a vivir definitivamente entre piratas comenzaba a presentar un aspecto cada vez más deplorable y descuidado. La gente la miraba con extrañeza y odio, aunque no tenía claro hasta que punto era más por ser pirata o vietnamita. 

El hombre parecía desconfiado, aunque Lien creyó todo lo que dijo, si es que había entendido todo al cien por cien. Sin embargo, su prima usó su tono algo sarcástico para hablarle, así que quizás las cosas no iban del todo bien. 

-¿Ha ido bien, no? -le preguntó al alejarse para asegurarse. 

La estancia en Boston en corta, casi la mitad de lo cobrado se invierte en el barco, no solo en reparar los daños sufridos, que eran escasos, sino en adquirir dos cañones y su dotación, reabastecer la despensa con ingredientes de calidad, la adquisición de dos balas encadenadas y por esfuerzos del médico, tres mujeres de rasgos exóticos, no como Lien o Loan, ni como los caribe o los africanos, estás tenían la piel cobriza.

El barco cargado hasta los topes abandona la bahía de Bostón al mediodía, todos los hombres y mujeres están en sus puestos, ninguno se ha atrevido a desafiar la ira de Maddock.

Una vez en altamar y estando en condiciones óptimas todos esperan que el capitán diga el nuevo destino.

Por mi parte mientras el capitan decidia que hacer fui llevando a las tres mujeres a mi camarote para su tratamiendo, por supuesto las ataria bien de pies y manos, no fuera a ser que intentaran resistirse. En ningun momento di mi opinion sobre que hacer, al fin y al cabo mi especialidad era la medicina, no la navegacion y las multiples oportunidades que ofrecia el mar.

Una vez en mi camarote las tres mujeres seguramente horrorizadas podrian ver los multiples sujetos de prueba en frascos que tenia, desde organos sueltos ya fueran normales o con deformidades hasta fetos o criaturas (que por deformaciones) parecian seres de otro mundo.

Tras ello comenzaria la operacion,  segun lo que habia descubierto a traves de autopsias parecia que las semillas de las mujeres procedian de dos sacos similares a los genitales de los hombres, mas estos estaban dentro de ellas, asi pues cortando los conductos que los conectaban deberian ser esteriles, por supuesto comence con la que me habia plantado cara para dar ejemplo y sobretodo para observar que tan viable era realizar esta operacion.

Por supuesto en ningun momento se me paso por la cabeza dar de beber algo a la mujer para paliar el dolor, simplemente la ate con fuerza a la mesa de operaciones, puse una serie de vendas en su boca para que no pudiera morderse la lengua y comence a abrir su vientre.

Recojan todo, timonel fije curso a las Antillas a toda vela que tenemos negocios que atender y me muero de ganas de probar estas balas encadenadas que hemos comprado. - rugi mientras me dirigía a la proa del Dragón para otear el horizonte.

Todo en el buque estaba en orden y listo para navegar hacia poniente, listo para asaltar unos cuantos buques españoles y conseguir un botín digno que nos permitiera montar nuestra propio puerto franco.

Con algo de suerte hasta con un fortín abandonado de ser viable, aunque no guardaba muchas esperanzas de ello.

La moral de los hombres estaba alta, el clima totalmente favorable y el viento nos impulsaba con toda su fuerza lo que nos garantizaba un viaje tranquilo y sin contratiempos.

Señor Maddock organice los turnos de vigilancia y si avistan algún mercante que no lleve bandera inglesa, pues de la orden e inicie las maniobras de combate. - digo mientras me dirijo hacia mi camarote.

El dragón devora las millas con el hambre de quien desea probar la sangre. Y la situación no se hace de esperar, pues tras el tercer día al entrar en la parte del continente donde la influencia inglesa desaparece se ve al horizonte unas velas. El grito lo da Collin desde la cofa

-No se distingue pabellón, pero parece un tres palos pesado, o es una vaca gorda o un toro bravo, espero que lo primero.

Esa información es un tanto inquietante, ir al ataque de un barco mayor puede ser peligroso si este va dotado de artillería acorde a su capacidad.

La tripulación inicia el acercamiento, pues tomará horas tiempo suficiente para cambiar de idea si las cosas se tuercen.

Esperen hasta el último momento para izar el Jolly Roger, si resulta toro, pues mantenemos pabellón inglés y nos largamos, pero si es mercante bajo bandera distinta a la inglesa denle con todo, encadenadas primero para rasgar las velas y no pueda escapar. - ordeno mientras observo con el catalejo.

Venga muestra tus colores y llena nuestras arcas maldito. - pienso mientras busco alguna señal que me de certeza absoluta sobre nuestro blanco, pues si se trataba de un buque de guerra podríamos pasarlo mal, aún con los nuevos cañones.

Muy bien, todos listos y esperen mi señal, no vamos a correr riesgos innecesarios que después las reparaciones nos cuestan a todos.

- ¡Jefe! -Loan salió con toda su cara manchada de negro, como tenía por costumbre hacer en los asaltos, y cargada con una olla llena de hollín de las cocinas que dejó caer en el suelo- ¡traigo la pintura de guerra, JAJAJA!

Se la veía pletórica, los asaltos le gustaban, le provocaban siempre un arranque de energía. Sacó un par de cuchillos y una piedra de amolar para darles una ligera pasada sentada cerca del timón. Aunque ese par de movimientos antes de un combate no supusiesen un gran cambio en la hoja, ya de por sí muy bien cuidadas y afiladas, le proporcionaban un pequeño remanso de tranquilidad, era más como una acción supersticiosa.