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Cementerio de Ravengro - Astrado, 21 de Neth, 4720 AR [ Noche ]

Ha sido un largo camino desde Bradenburgo, el último pueblo que visitaste, pero eventualmente tus caminos te han llevado a un valle perdido entre las nieblas de Ustalav. Tras cruzar el umbral, flanqueado por los restos de dos enormes estatuas, tan antiguas que en sus ruinas ni siquiera se reconocen las personas a quien otrora representaron, se abre en un raquítico y sombrío bosque alrededor de un lago.

A medida que empieza a caer la noche, tu y Zandryffs empezáis a buscar un lugar donde descansar. Pese a que en la distancia se ve un pequeño pueblo, la noche caería antes de que lo alcanzases. Al sur del pueblo, se eleva una enorme colina donde yace una modesta fortificación de algún tipo. En otro momento hubiera sido impresionante, pero ahora está severamente dañada por lo que parece haber sido un enorme incendio y se ha convertido en una ruina.

Entre los negruzcos árboles del bosque, desprovistos casi de hojas en sus ramas, atisbas un camino que parece conducir al pueblo y finalmente, en un lateral divisas lo que parece ser una granja abandonada. Tras un buen vistazo, no parece haber nadie, e incluso algunas de las construcciones están en ruinas. Al entrar, solamente hay unas cuantas ratas, unos cuantos montones de paja maloliente, aunque sorprendentemente nueva, y unos barriles medio roídos casi hasta las anillas. Desde las ventanas de la casucha puedes ver ya cómo se empieza a alzar en el cielo nocturno Somal, la luna de Golarion.

Zaffs, me parece que hoy vamos a dormir bajo techo... el tigre emitió un ligero bufido... lo sé, lo sé, y a mi tampoco me gusta, pero recuerda esos murciélagos, eran más grandes que tú. Puede que aquí también haya y no me gustaría tener que volver a luchar para evitar ser la cena de uno de ellos, o de todos. Lo miró un instante. Sé que nos llevaron a la cueva donde encontramos al Zíngaro, y las monedas que nos dieron por él hicieron que mereciese la pena pero reconoce que fue pura suerte, no estoy dispuesto a arriesgarme esta vez, sabes que pudimos perder la vida.

Mientras hablaba había empezado a desempacar la mochila que colgaba del flanco del felino. Bajo ella cogió lo que buscaba y empezó a desenrollarlo incluso antes de saber dónde ponerlo. Aquella esquina servirá. El lugar estaba algo alejado de la derruida puerta y lo que quedaba de pared de enfrente, si algo aparece desde cualquiera de esos lados nos dará tiempo a reaccionar. Salvo por esa ventana, claro, deberás estar atento a ella. Su amigo miró fijamente donde le decía, el movimiento de orejas tratando de percibir lo que había al otro lado indicaba que lo había entendido.

Estiró por fin la manta y se acurrucó junto a ella en el suelo. Metiendo la mano en el fardo sacó un trozo de queso y algo de carne seca, que arrojó al grandullón. Bien, no podemos llamarlo hogar pero para esta noche servirá. Tú harás la primera guardia, si ves algo ya sabes. Yo te relevaré antes de que amanezca. Los años hacían que se conociesen de sobra, eran raras las noches que Reen volvía a levantarse.

Cuando terminaron de comer bebieron algo de agua y rápidamente el gnomo dejó todo como solía tener por costumbre, había descubierto que era la mejor manera de saber dónde acudir cuando la situación se ponía fea y los nervios nublaban los sentidos. Se aseguró de que su pequeña daga estaba debajo de la muda que usaba como almohada y de que su alfanje podía desenvainarse rápido bajo el trozo de tela que lo cubría a modo de sábana.

Bostezó.

Buenas noches, amigo mío. Hoy no te contaré cómo el viejo Bill consiguió cazar a esa serpiente antes de que le mordiera de nuevo. Volvió a bostezar, esta vez de modo más sonoro. Ha sido un día duro, creo que necesito descansar...

Y casi sin darse cuenta fue cerrando los ojos hasta caer dormido mientras la mancha blanca que había a su lado se recostaba contra él con la cabeza erguida oteando el terreno que tenían delante.

Cementerio de Ravengro - Astrado, 21 de Neth, 4720 AR [ Noche ]

Avanzáis cuidadosamente a través del túnel hasta que finalmente llegáis al final de la cuesta, a lo que parece ser un montón de paja tapando la boca del agujero en el suelo de una habitación de madera. Más allá del montón de paja se encuentra una sala iluminada por una ténue luz, probablemente de una hoguera de algún tipo.

A medida que os abrís paso a través de la paja, los atentos ojos de Sigyn detectan que no estáis solos en esta habitación. Un felino de gran tamaño, cuya piel es blanca y negra a rayas, os está observando amenazadoramente, mientras ruge con un tono bajo. Este granero abandonado solamente contiene unas cuantas ratas, unos cuantos montones de paja maloliente, aunque sorprendentemente nueva, y unos barriles medio roídos casi hasta las anillas. En una esquina hay un campamento con una acogedora hoguera desde donde os gruñe la bestia, y a su lado duerme la figura de un gnomo. Desde las ventanas de la casucha puedes ver ya cómo en la noche se empieza a alzar en el cielo nocturno Somal, la luna de Golarion.

Reen había hecho lo de siempre, sabía que ya no despertaría hasta el día siguiente. El día había sido duro y como muchas noches no reaccionaría cuando el felino tratara de despertarlo para dormir un poco hasta que saliera el sol. Con la cabeza apoyada en el suelo, levantó los ojos para posteriormente emitir un bostezo. Su boca mostró el poder de sus dientes en un amplio óvalo antes de volver a cerrarse.

No parecía haber peligro en este bosque, le gustaba. El sonido de los pájaros y las pisadas de roedores escapando a sus madrigueras los habían acompañado desde que entraron.

Lo que si echaba de menos ahora era el viento, mecía su pelo acariciándolo suavemente y dentro de aquellos despojos de civilización no podía sentirlo. Además no solo le resultaba agradable, traía olores y sonidos que de otro modo era imposible percibir.

Volvió a acomodarse, esta vez más cerca del gnomo. Notaba su calor y la respiración tranquila. Si que había sido un día duro, bajo sus patas habían pasado ya muchos kilómetros.

Y entonces lo oyó...

Había algo moviéndose allí dentro. El ruido era tenue pero poco a poco se hizo más caótico. Personas, ni siquiera las había oído llegar hasta allí. Trató de incorporarse y percibir quiénes podrían ser, al menos antes de dar la alarma y despertar al chico. El heno húmedo que había en el granero empezó a moverse.

Siluetas.

No le daba tiempo a llamar al muchacho, casi se habían echado encima. ¿Cómo era posible? Con un enorme rugido cortó el silencio de la noche, debía imponer su presencia antes de que supieran que solo eran dos. Pero pagarían caro si osaban atacarlos.

El pasadizo era muy angosto para una figura tan grande como la de ella, Sigyn debía de ser de las mujeres más altas que cualquiera podría ver en su vida así que reptó como bien pudo quedando incluso arañada. Al salir afuera la sobresaltó un rugido que venía del exterior.

- ¿Amigo o enemigo?

Es lo que acertó a preguntar la inquisidora, tenía la lanza larga en las manos lista para un enfrentamiento. La corta frase de la mujer tendría que bastar a cualquier persona con sentido común, ella se había percatado de que llegaron por sorpresa y eso se podía malinterpretar, optó por seguir hablando intentando abrir la puerta para hacerse visible, si es que podía abrirse.

- Soy Sigyn Bielke, inquisidora de la señora empírea Reymenda.

Quizás el gnomo desconocido no sabía a quién se refería, la adoración a los señores empíreos no estaba demasiado extendida por el mundo.

- Un pasadizo nos trajo hasta aquí. Acabamos de vencer a dos esqueletos.

Fue exponiendo dando tema para una conversación, sin saber si esos dos de ahí fuera tendrían interés por hablar.

El rugido del tigre despertó al gnomo. Rápidamente agarró el cuchillo que tenía bajo el fardo que le servía de almohada y se incorporó de un salto, estaba acostumbrado a ser sorprendido de noche pero prefería acampar fuera de las ciudades aunque eso supusiera un peligro extra.

Quié... quiénes sois? Había escuchado a la mujer pero el resto eran aún siluetas confusas, sus ojos no se habían acostumbrado a la vigilia y casi no podía ver nada.

Decidme qué hacéis aquí, ¿cómo habéis llegado? ¿Qué pasadiizo? Si ya estaban en el ranero debían ser enemigos a tener en cuenta.

Por lo que podía percibir eran tres, quizá cuatro, pues aún seguían saliendo sombras desde el suelo. Hablad!! No soy vuestro enemigo salvo que estéis buscando problemas. Trataba de ganar tiempo mientras empezaba a ver claramente.

Sigyn... no le sonaba de nada ese nombre pero por su aspecto no parecían muy hostiles, tal vez tan sorprendidos como él.

Tranquilo, viejo amigo. Aún no. Con esa orden mantuvo al tigre en calma mientras mostraba sus colmillos a los recién llegados.

Joseph esperaba encontrar cualquier otra cosa al final del túnel antes que un granero; tampoco esperaba que estuviera oscureciendo ya. Se sacudió los hombros para limpiar el polvo y la tierra que se habían acumulado en la cripta, suspirando de cansancio y alivio.

Sigyn se encontraba hablando con alguien que en comparación parecía llegarle a las rodillas, como si estuviera hablando con un niño pequeño. El mago sacudió la cabeza para disipar ese pensamiento y descubrir que en realidad era un gnomo. Acompañado de un felino que contrastaba en tamaño con el gnomo, que parecía ser su dueño.

"Amigos, amigos." Informó Joseph con dejadez. Resultaba evidente que si el gnomo tuviera intenciones hostiles ya habría ordenado a la bestia a arrancarnos la yugular. El reflejo de la luna en los dientes del felino le hicieron estremecerse.

"Yo soy Joseph." Dijo simplemente. "Nos encontrábamos en medio de investigación cuando dos esqueletos nos sorprendieron. Terminamos aquí a través de un túnel justo después. Sea lo que fuere, no tienes pinta de ser uno de esos canallas. Y por supuesto... la bestia tampoco. Parece que escaparon por aquí." El mago dio un paso atrás con cautela para mantener cierta distancia con el felino.

Después de unos eternos minutos recorriendo el túnel Renan se endereza y se estira en toda su altura. Su reacción es de sorpresa, al igual que la de Joseph — Ehh... ¿Estamos en un granero?—. Sus dos compañeros están enzarzados en una cautelosa conversación con una pequeña criatura y su... ¿¡Tigre!?

Tanto Sigyn como Joseph parecen no tener intenciones de enemistarse con el gnomo; y habiendo luchado recientemente contra los esqueletos a Renan no le quedan muchas ganas de nuevos enfrentamientos, por el momento.

— ¡Buenas, pequeño! Mi nombre en Renan —. El ifrit se presenta y sin pensarlo mucho se acerca al chico, en señal de estrecharle la mano mientras se agacha a su altura.  

¿Canallas? Nada ha salido por aquí desde que hemos llegado, os lo podemos asegurar. Pero tampoco parecéis mentir, el sudor y la ansiedad os delata.

Mi nombre es Reen y éste es Zaffs. Vieron a un pequeño niño de cabello púrpura que los miraba con unos intensos ojos azules en los que podían ver destellos dorados. Su voz madura lo delataba, un gnomo, cuyo acento parecía pertenecer a este mismo país lleno de criaturas que hace tiempo debían haberse consumido en sus tumbas.

El tigre que había a su lado era de lo más desconcertante. Su color era blanco pero manchas oscuras cruzaban su pelaje mientras que unos enormes dientes marcaban el contorno de su boca, fundiéndose con un collar de colmillos de otras criaturas que cruzaban su cabeza por lo que parecían ser unas pequeñas bridas de monta. Una barda de cuero cubría su lomo, muy parecida a la armadura que llevaba el joven.

¿Y por qué perseguíais a esos esqueletos? ¿Qué investigáis? Quizá podamos ayudaros. Trataba de obtener información, el viejo les había enseñado que siempre debían hacer todas las pesquisas posibles para llegar a la verdad, si el grupo compartía lo que sabía podría hacerse una idea mejor de qué estaba pasando.

Si perseguís huesos, creedme de verdad... éste no es el camino que han tomado. Si huíais de ellos, quizá ya tengáis refuerzos para vencerlos y que encuentren la paz.

La joven salió a la vista poco después de los demás, habiéndose perdido en el heno. Se ajusta la capucha que le cubre la cabeza, mas su rostro se ve iluminado por la tenue luz de la hoguera y revela que se trata de una mujer joven y de ojos verdosos.

Inmediatamente después de volver a orientarse ella se percata del tigre y se sobresalta. -¡Ah!- se asusta y alza la mano, la cual es inmediatamente picoteada por un cuervo que sale del heno.

CAW, CAW, anuncia el ave con enfado.

_{-P-perdón, perdón, no le iba a hacer nada, ¡lo prometo! Me asusté, eso es todo...-} susurra la mujer al pájaro mientras baja la mano, frotándose los puntos donde el cuervo picoteó.

-Esto... Uhm... Encantada de conocerle, señor... _{¿o será señorito?} ... ¡Señor Rín! Yo soy Audrey y... Esto... No es que perseguíamos a los esqueletos... Hay un túnel aquí, conecta con una cripta del cementerio.

Audrey se para a pensar mientras observa mejor a Reen: ¡Es verde! No vio muchos gnomos con anterioridad y la curiosidad destella en su mirada. Chasquea los dedos y reconduce sus pensamientos: -Hay unas personas malas. Se llaman "La Vía Susurrante" y... Y creo que usaron ese túnel para ir al cementerio y convertir a pobres personas muertas en... en...- Audrey duda de cual será el término correcto. -... En... Muertas diferente.

El cuervo se da con el ala en la cara, casi como si pretendiese imitar un facepalm.

Era un curioso contraste el de la pequeña figura junto al amenazante tigre, que era un felino joven pero ya se veía peligroso. Sigyn escuchó con cierto alivio que el gnomo optaba por dialogar.

- Dinos la verdad, ¿el profesor Lorrimor te envió una carta?

Le dijo al ¿jovencito? pues no reconocía con claridad su edad mas parecía el tipo de persona que haría amistad con el profesor.

- Y te explicó en ella que el pueblo está en peligro, que todos lo están aquí y ahora es cuando te digo que Lorrimor exploraba unas ruinas malditas encontrando allí la muerte, posiblemente a manos de la Vía Susurrante, los nigromantes que van a destruir todo el pueblo. Era por eso que estábamos bajo tierra, buscando herramientas para tratar con los peligros que nos esperan.

Muertos vivientes, multitud de ellos, pero eso no lo llegó a expresar para no saturarle.

¿Lorrimor? ¿Acaso lo conocéis? Recordó de nuevo al profesor, había ido a él en busca de respuestas y encontró algo más. ¿Conocéis al profesor? ¿Cómo que la muerte? ¿Qué ha ocurrido? No he recibido ninguna carta ni sé de ningún pueblo pero es alguien a quien estimo.

Ellos parecían estar de su lado, de otro modo no se hubieran referido a él de ese modo pero lo que decían auguraba un destino terrible. ¿La Vía Susurrante? ¿Qué era aquello? ¿Una secta, una orden secreta como las que él perseguía?

Decidme, por favor, ¿qué le ha ocurrido al profesor?

El tigre se mostraba nervioso a su lado, detectando su estado por momentos, y empezó a gruñir sin motivo.

El gnomo conocía a Lorrimor lo que habría una puerta a entenderse rápidamente, estaban en el mismo barco pues no se imaginaba que la persona que tenían delante con su aspecto y su tigre fueran parte de la secta. Sigyn estaba más tranquila ahora, encontrar un nuevo aliado era bueno cuando se enfrentaban a lo desconocido.

- El profesor investigaba las ruinas de la prisión, al parecer hay algo allí que también quiere la Vía Susurrante, esa cábala de nigromantes a la que seguía la pista. A mi escribió una carta diciéndome que todo el pueblo estaba en peligro, cuando llegué ya le habían dado entierro. Murió en las ruinas de Piedra Atormentada. Nosotros hemos iniciado una investigación, resulta que dejó unos objetos escondidos en una cripta y los hemos encontrado, hay varios tipos de flechas, de pociones, pergaminos, unos frascos con adornos calavéricos, una tabla ouija...

En ese momento se le ocurrió que esa tabla con las letras podía servir para comunicarse con Lorrimor, ¿era eso acaso posible o una mera fantasía? no se atrevió a decir nada, quizás se le había disparado la imaginación y lo que debía hacer era esperar a que Joseph la estudiara con calma.

- Como ves es un asunto peliagudo, el profesor debió de ser asesinado.

Había un rastro de pena por la muerte del que era un buen amigo. Ella llevaba unos años en los caminos en la que sería su eterna caza de criaturas, le había dado tiempo a sentirse en soledad varias veces, un sentimiento que los buenos amigos como su benefactor habían ayudado a mitigar.

Súbitamente, en la mitad de la noche, os parece escuchar el sonido de una explosión en la lejanía. Posiblemente desde el noroeste, aunque lo ensordecido del sonido podría haceros dudar de qué es exactamente lo que habéis escuchado. Una bandada de cuervos levanta el vuelo en dirección al norte.

-¿N-no lo sabía...? ¡Lo lamento mucho!- dice Audrey, apenada de que Reen se tenga que enterar de la muerte de Lorrimdor de esa manera tan abrupta. -También... Lamento que le hayamos despertado de esta forma... No sabíamos a dónde conducía este pasaje...

-¿Sería mucha molestia... pedirle permiso para investigar este granero? Las personas esas, de la Vía Susurrante... Seguro pasaron por aquí y... _{Estamos buscándoles...}

Audrey va bajando el tono mientras habla, distraída por su cuervo: Crow mira con algo de recelo a Reen y luego de un salto baja al suelo y se dispone a dar pequeños brincos por la sala, explorando; parece que se adelantó a la respuesta de Reen y ya se ha puesto a investigar.

Repentinamente suena una explosión: El cuervo suelta un cuervil sonido de sorpresa y cuervicamente vuela hacia el hombro de Audrey. La chica se sobresalta de la misma manera pero consigue cubrirse la boca antes de soltar algún sonido vergonzoso.

-¿Qué ha sido eso...?-

CAW.

-¿Una explosión?

CAW.

-¡Quizás hay heridos!-

Audrey parece dispuesta a ir hacia allí corriendo pero espera a la decisión del grupo antes de actuar.

Aparte del odioso collar de plata que lleva el gnomo nuevo al que se han encontrado, y al que no te piensas acercar, te dedicas a registrar la sala. Definitivamente alguien ha pasado por aquí, porque hay barriles con restos de comida, y hay otro medio lleno de agua. En una esquina encuentras tirada una máscara de arlequín y un cuchillo manchado de sangre reseca. En el segundo piso, tirada encima de un montón de heno, hay una misteriosa varita blanca, engarzada con una esmeralda apagada, su poder mágico ya gastado.

CAW CAW.

Anuncia el cuervo, quien se había perdido un poco entre el heno y los oscuros rincones del sitio. Picotea un objeto metálico en una esquina, un cuchillo manchado con sangre reseca que se encuentra junto a una máscara de arlequín.

Luego aletea y sube a los pisos superiores para poco después volver a aparecer con una varita blanca en la boca y posarse en el hombro de Audrey con ella. La chica mira al cuervo con confusión, tomando la varita y examinándola: Claramente no tiene ni idea de qué es ni cómo se usa, pero le gusta la esmeralda que tiene engarzada en la punta.

Renan se levanta de nuevo, retirando la mano que le ofrecía al hombrecillo violeta. — ¿Le habré ofendido o le dará miedo mi flamante pelo?—. No le da mucha más importancia, claramente convencido de que es lo segundo.

Mientras va ojeando el interior del granero el resto del grupo pone al día al que apunta a ser su nuevo compañero de investigaciones. — Poco más que añadir. El viejo Lorrimor nos ha dejado un buen lío a resolver—. Añade con algo de tristeza en su tono al nombrar al profesor.

Entre tanto, parece que el cuervo que acompaña a Audrey ha pescado alguna cosilla interesante. Cuando el muchacho está a punto de acercarse a la chica para que le deje ver el cuchillo manchado en sangre que trae el animal, un sonido lejano retumba en sus oídos. — ¿Una explosión? Si no hay mucho más que ver aquí, creo que ya tenemos una pista nueva que seguir—. Sus pies empiezan a moverse prácticamente por sí solos en dirección a la salida del granero.