Partida Rol por web

Entre la gente del norte de Arania existe un rumor, el rumor de una tribu de hombres mitad humano mitad pokemon que son capaces de volar como si tuviesen alas y que caen sobre los viajeros extraviados para llevarselos a sus nidos y darselos de comer a sus crías. Seres deformes que han hecho pactos con pokemon de otras dimensiones para adquirir sus poderes y aterrorizar a quien se atreva a entrar en su valle.

O al menos eso dicen las historias, la realidad es que la mitad de estas leyendas las propagan los mismos que las protagonizan: los Cazadores del Cielo. La verdad está bastante alejada de las historias, los Cazadores son simples humanos, gracias a cierta tecnología robada y mejorada y a su conocimiento de las corrientes de aire y los pokemon voladores pueden surcar las corrientes aéreas a voluntad. Son un pueblo nómada que se dedica principalmente al robo de mercancias que pasan por su territorio.

Gracias a los rumores expandidos las autoridades no hacen caso a las victimas cuando cuentan que los hombres pokemon son reales y que les han atacado. Casí siempre las denuncias quedan archivadas como excusas de mercaderes irresponsables que han perdido sus mercancias en el peligroso trayecto entre montañas. Alguna vez se han iniciado expediciones para comprobar si las leyendas son reales, pero nunca se ha encontrado nada que se parezca.

La explicación es sencilla: solo con un Montacorrientes y sabiendo utilizarlo puedes encontrar a esta tribu de ladrones.Viven en los picos más alejados, en casas colgadas de las paredes que desafían a la gravedad cada segundo que se mantienen en su sitio.

Y ahí te despiertas un día más, te levantas sin prisas, no tienes ninguna obligación urgente ya que tu patrulla acabó ayer, ahora te tocan un par de días de descanso y relajación, aunque eso no va contigo. Por esto, cuando te levantas y ves una nota esperandote al pie de tu puerta te tranquilizas, no será un día aburrido.

La nota es clara: "A primera hora de la tarde en donde siempre, tengo un soplo jugoso. I " Parece que el día no va a ser tan aburrido como parecía.

La brisa de la guarda de los Nocturnos golpeaba el madero como si estuviera intentando llamarme, atraerme a saltar por la ventana improvisada que tenía, sencillamente saltar y dejarme llevar por la poderosa corriente que resoplaba con la furia de Tornadus, a donde fuera que quisiera llevarme. Fuera despierto o caído en el sueño, solo ansiaba el momento de abalanzarme sin preocupación alguna hacia los picos del Acantilado, desafiar al viento a diario hasta que fuera uno con él. Salí como una flecha tensa de mi cama de heno y tela robada, sin esperar siquiera a que los rugidos de los Aerodactyl levantaran a los demás de la guarda. Así era la rutina, que cumplía con fervor lunático sin excepción alguna del día. Levantarme a la hora en la que el sol daba su primer vistazo y saltar sin precaución por el deshuesadero del acantilado. Tomé el Montacorrientes con afán del pequeño gancho en la pared como primera acción del día.

Querría levantarme así, sin importarme un bledo si el mundo se caía en mi pequeña habitación, pero un escalofrío de dolor me recorrió el cuerpo por un pequeño segundo. La espalda me dolía, y mi brazo seguía vendado por el roce de la flecha que me llevé anoche al escapar del camino del norte. Bajé el tono de la carrera causa de la punzante sensación que me afligió por un momento, lo suficiente como pararme a analizar ese pequeño fallo en la puerta, el amarillento tono de una hoja con el rabillo del ojo. Tomé el pedazo de papel con una curiosidad infantil, muy pocas veces me dejaban un caramelito así de declaración de intenciones, y menos el sistemático Icar. ¿De influencia de quién habría sacado ese jueguito de secretismo? Sólo podía reír en mordaza ante la nota.

Salí de la alcoba de los Nocturnos, que sin ninguna sorpresa sabría que estaba vacía. A esa hora prácticamente todos o estaban en coma sobre sus camas, o tendrían los mismos planes que yo, rebasándome solo por ese contratiempo del dolor. Pero, antes de salir, noté algo que irrumpía parte de mi ritual, una pequeña molestia bajo el parche. Busqué el espejo de Conde que había en el aparador del cuartel, y sin más prisa levanté levemente el parche negro, para parar en seco al ver lo que tenía grabado en la pupila del ojo.

¿Qué clase de maldición extraña me cayó esta vez?...

Al levantar el trapo negro, resultaba que la molestia no venía de ese extraño grabado, venía de una viruta de madera que cayó con el rabo entre las patas del accesorio al levantarlo. La cicatriz de garra de Skarmory seguía sin cambios, algo roja sí, pero nada diferente. Sin embargo me inquietaba aquella marca, ¿a qué venía? No recordaba a penas a quiénes habíamos asaltado anoche, pero una caravana de magos seguro no era, y menos aún por donde pasábamos, que yo recordara en Lenaris no había ningún tipo de mago así…Esa gente solo sabía incendiar las cosas, y los de Catolnia poco o nada sabrían de grabarte cosas así.

No le di mucha importancia al final, y seguí el paso feroz hacia donde sabía que estaría el que se atrevió a hacerme parar en seco. El pequeño Gligar, que dormía sobre el improvisado cobertizo del techo del cuartel, que era más bien un hueco abrupto dentro de la roca, salió a la par que mi frenético paso, colgándose en mi hombro como solía acostumbrar. Aún no perdía la costumbre dolorosa de clavar sus garras en mis hombreras de cuero delgado al subirse encima.

El día transcurre sin novedades hasta que llega la hora indicada en la nota, aun escamado por qué puede tramar Icar para dejarte una nota tan rara. A primera hora de la tarde entras en una gruta a algo de distancia del campamento principal de la tribu. Es una pequeña caverna en la cima de un pequeño pico a media hora de vuelo, la conoces bien ya que aquí es donde los Nocturnos soleis planear vuestros golpes más arriesgados, los que muchas veces no contarían con la aprobación del resto de cazadores.

Cuando entras solo hay otras dos personas: Icar, que está sentado frente a una gran mesa con distintas anotaciones que a simple vista no te parecen reveladoras su Murkrow está a su lado ojeando los papeles como si supiese perfectamente de qué iba todo (y conociendolo no te extrañaría); Tor´na que está junto con su Rufflet sentada sobre una de las cajas de vuestro último golpe, todas apiladas en uno de los laterales de la gruta. Solo esta parece dirigirte una mirada a modo de saludo cuando entras.

-Por fin llegas, Icar lleva casi media hora delante de esos papeles sin decir nada. Pensaba que iba a morir de aburrimiento.- dice la chica mientras se baja de las cajas con un saltito y llega hasta tu altura. A sus espaldas una tos del jefe de los Nocturnos os hace saber que por fin va a romper ese silencio

-Estaba repasando el plan, ahora que estamos los tres podemos hablar. Me han llegado rumores interesantes, un carro solitario, un envío secreto directo desde la capital.- empuja por la mesa lo que parece ser una carta de confirmación del pedido, no figura el objeto pero si el pago: casi diez mil monedas de oro, sea lo que sea que fuese en ese cargamento era muy valioso.- He oido rumores sobre lo que puede llevar pero no nos interesa distraernos con habladurías, centremonos en lo que sabemos: es valioso y como será un envío secreto habra poca seguridad. Un trabajo para pocas personas entrar y salir.- os enseña un mapa de los desfiladeros por donde va a pasar el carro y veis como ha tomado nota de todo: corrientes de aire, pokemons, altura de los picos cercanos, rutas de escape. Como siempre parece todo bajo control.

-Es un envío extraño así que quiero que esto quede en secreto, que nadie de la tribu se entere hasta que lo tengamos entre nuestras manos. ¿Hasta aquí me seguís?- pregunta mientras por fin levanta la mirada hasta tí.

Después de quemar tiempo saltando entre puentes de viento, y saqueando un par de alacenas del comedor de la tribu, termino por dirigirme a la gruta siniestra que usamos como guarida privada. Sentí una gran satisfacción al salir planeando, y sin embargo sentía que aún había más que sólo ese pequeño tramo de corrientes mansas y colmillos de roca abriendo sus fauces en las montañas. Al final, luego de dar algunas vueltas por la entrada para acalorar los músculos, termino por entrar en el agujero. El olor penetrante del tesoro almacenado, ¿qué había sido esta vez? Creo recordar que era en parte meros artilugios lujosos de algún comerciante de Catolnia, de esos aparatos defectuosos que solíamos usar como juguetes para los pequeños, y también una parte de monedas de su producido. 

-Perdona, perdona-Replico a Tor'na con un pequeño tono de burla, casi entendiendo su lamentable situación-Hoy el viento soplaba con menos poder, tuve que tomar una ruta larga por el patético impulso-Dije tratando de excusar la tardanza, ¿creyeron que llegaría a tiempo? Eso sería ir en contra del dictamen del viento, que no espera a nadie. 

Tomo la delgada hoja con curiosidad, más bien una pequeña parte avara de mí logra emocionarse al ver la jugosa recompensa. Con aquello podría comprar materiales excelentes para mejorar el Montacorrientes, o más bien pedirle al tejedor del clan que le hiciera aquellas mejoras, ¡pero lo que más me llamaba era el delicado tono de la incursión! Entrar y salir cual fantasma, saquearlos en frente de sus narices y escapar mofandonos de su incredulidad. 

-¡Entendido!-Digo con un afán arraigado en mi rostro, tratando de contener la emoción que sentía de la sola idea de volar de nuevo-¿Algo más que tengas? Digo, estaría bien saber quiénes son los dueños exactos del convoy, qué tipo de pokémon usan exactamente...¿Son buenos luchadores?

Esos detalles se quedaban cortos con lo que quería hacer, quizás solo los decía para añadir algo a la planeación y refrescarle la memoria a Icar. Tenía las notas de la potencia del viento, de los posibles pokémon salvajes que podría montar si las cosas se pusieran crudas, y hasta los puntos de incursión para iniciar el descenso. Sólo hacía falta llegar a ese momento, desplegar el Montacorrientes y esperar a que mi propio impulso de voluntad me guiara hasta la recompensa. 

-Creo que entiendo todo, ¿pero porqué no comentar nada?-Replico a Icar con cierto tono curioso-No creo que sea por una superstición de secretismo, ¿o sí?

Cuando escucha tus preguntas Icar se incorpora de la silla para mover algunos papeles de la mesa. Lo ves rebuscar hasta que encuentra uno especialmente grande, es un folio grueso, conoces bien ese tipo de papel: es el que usais en las misiones de robo de información para copiar documentos importantes antes de dejarlos de nuevo en el sitio cuando no quereis que se enteren de vuestra presencia. Un primer vistazo a la copia te permite ver un sello en la esquina inferior, no sabes de donde es pero el tamaño del mismo denota que es importante.

Te llama la atención una cosa del documento: la mayor parte del mismo está censurado, muchas líneas estan tachadas y no puedes ver qué pone. Apenas hay información interesante más allá de lo que te ha dicho Icar.

-Como ves el secretismo del envío es muy tentador, lo que lleven será valioso, muy valioso.- notas el enfasis en su voz, hacía tiempo que no veías al lider de los Nocturnos tan emocionado. -Vamos a volar casi a ciegas por eso hay que tener cuidado, entrar y salir con los menores combates posibles. No vamos a arriesgarnos sin saber qué puede haber.- No hace ningun amago de responder a tu pregunta sobre el secretismo de la misión.

El plan es una locura pero notas que Icar esta muy emocionado, más de lo normal. Ton´ra decide levantarse y acercarse a la mesa mientras juega con un pequeño cuchillo entre sus dedos.

-Bueno, menos charlas. ¿Cuando iniciamos el asalto? Si nos quedamos mucho más aquí parados me va a dar algo.- como siempre tu amiga tiene prisa, mucha prisa por entrar en acción. A veces esas prisas la llevan a ser descuidada pero saber que es buena Cazadora y que por eso está con vosotros.

Icar se levanta y se coloca su Montacorrientes personalizado.

-El envío debería pasar por un valle a diez minutos de aquí en una hora aproximadamente, deberíamos ir yendo para estudiar el terreno y preparar el asalto.-

Estiro el brazo para tantear el documento, ¿qué era todo este secretismo que traía encima aquella entrega? No me parecía normal, ¡bastante tentador y riesgo, sí! Pero algo se colaba como una piedra en el zapato, una corazonada que me susurraba el viento de que la carga oculta traía algo más que recompensas. Me incorporo lejos de la mesa, y doy un leve vistazo a la salida de la cueva, siento el murmullo del vendaval, las palabras de tentación del viento. Ciertamente no podía rechazar de ninguna manera el trabajo, no solo por los favores que me ganaría, el peligro que rodeaba toda la atmósfera del convoy me hacía pensar que era como saltar a un oscuro abismo, a las tormentosas fauces de una bestia legendaria, con toda la intención de salir ilesos y con el oro de la bestia encima. 

-Vale, supongo que discutiremos el orden de asalto una vez ahí, ¿verdad?-Replico a Icar, con el corazón en el puño deseoso por saltar por el valle-Lo único es que, eh...¿De qué reino viene el cargamento? Me atrevo a suponer que de la capital de Lenaris, ¿no es así?

Supuse que vendría de ahí, porque, esto...¿No son ellos los que cargan con toda esa fantasía de reliquias? No, quizás vendría de algún laboratorio ultra secreto de Catolnia, ¡debía de ser una nueva versión de esos artilugios de energía eléctrica! Me habría venido bien para aumentar mi arsenal, acechar entre las sombras del viento con algún cebo o bomba de sorpresa, eran muchas las opciones. Sin embargo, no puedo quitarme de encima las supersticiones del cargamento, más aún con la extraña marca que tenía grabada en el ojo. Paso levemente la yema del dedo por el parche bordado, algo no andaba bien con esa marca...¿arcana? Temía de que tuviera relación con la incursión de la noche. 

Al escuchar el prominente entusiasmo de Tor'na, no puedo sino unirme a su alboroto en un grito de entusiasmo. Algo del eco se esparse por la cueva, pero no dejaría que el sonido fuera un impedimento para emocionarme.

-¡Ah, hasta que se dignaron a romper las formalidades!-Vocifero junto con la salida, los músculos me temblaban de ansiedad por salir-¡Adelante, demonios! Si vamos a hacer esto, no quiero perder tiempo valioso de vuelo. 

Antes de saltar Iscar se gira para responder tu última pregunta.

-No viene de Lenaris, viene desde Catolnia. Lo que contenga puede ser más valioso de lo que imaginamos.- dice antes de dejarse caer de espaldas y abrir su Montacorrientes para planear.

Vuelas hasta el desfiladero junto con tus dos compañeros y os posais en uno de los picos que rodean el estrecho camino por donde pasará la carreta. Desde este punto teneis visión casi total de la zona, se trata de un camino casi desconocido que conecta con el sendero principal del reino, el desfiladero está en su mayor parte rodeado de picos bajos con algunas cavernas naturales en su base que los pokemon de la zona usan como refugio cuando hay desprendimientos, el desfiladero llega hasta un estrecho puente que lo une con una estrecha colina que baja de nuevo hasta el camino principal, se trata de una zona peligrosa por los desprendimientos pero que ahorra varias horas de camino

. Iscar saca de nuevo unos papeles de un pequeño estuche que lleva y mientras los ojea empieza a hablar.

-Tenemos una media hora para preparar la zona para el asalto. Según mi información el carro aparecerá por allí en unos cuarenta y cinco minutos.- señala la entrada del desfiladero que, como bien sabes, conecta la zona con el camino principal.- Tenemos varías posibilidades: podemos esperar en los picos y usar nuestros equipos para entrar y salir, sacrificando las posibilidades de sigilo.- mientras dice esto señala los picos alrededor del desfiladero, no son demasiado altos pero suficiente para que podais aprovechar las corrientes de aire.

A continuación señala algunas cavernas que recorren el desfiladero.- Podemos aprovechar esas cavernas y movernos con sigilo.-

Y para terminar señala el puente al final del desfiladero.- O podemos esperar al puente en el que estaran más descubiertos aunque allí no podremos posarnos, deberemos pasar y coger el botin en un movimiento.-

Gira de nuevo al desfiladero mientras ves como saca unos pequeños prismáticos.- O bien podríamos usar a los pokemon salvajes a nuestro favor. ¿Qué opinas Ketfkis?- te pregunta mientras se gira para mirarte
 

Medité por el camino sobre el comentario de Icar, ¿provenía de Catolnia? ¿Qué demonios podrían traer ahí entonces? No puedo sacármelo de la cabeza, tengo una curiosidad ferviente estancada en mi mente, casi tan grande como la obsesión que suelo tener con volar, y más aún empiezo a hacer conjeturas jugosas sobre las posibilidades de la tecnología que traerían encima. Suelo despreciar la potencia artificial, y creo que nada habrá que supere la sensación de riesgo de volar arriesgando el propio pellejo con la tela, ¡Pero eso no niega la utilidad de esos endemoniados aparatos! No sé a penas de lo que se está viendo de moda en la capital, esto...Nisiquiera recuerdo bien en qué dirección se localizaba, o si el rugido del viento en aquellos lares sería equiparable a mi preciado deshuesadero, pero la idea de vivir el descubrimiento en carne propia no evitaba explotar mi instinto.

Al arribar, recuerdo con un siniestro y deleitoso sentimiento lo excitante que se vuelve maniobrar por aquella zona, doblando el camino y rosando a flor de piel los puntiagudos picos, más aún las fauces abisales que acaban por el desfiladero. Me poso en cuclillas para analizar la situación, acomodando el codo en mi rodilla y pasando los dedos por mi mentón, hábito que paulatinamente se convierte en un frenético escarbar y rasguñar hasta dejarme marcas por la mera ansiedad que me corroe. Al cabo de unos minutos, ignorando completamente lo que dijo Icar, creo tener una buena estrategia tan estrepitosa como el volar sobre un embravecido Aerodactyl...Cosa que he hecho, ¡Y no me arrepiento de las cicatrices que me dejó!

-Uhm...No, !Nada de lo que dijiste suena lo suficientemente intimidante!-Le replico al analítico con la ansiedad fragante en las palabras-¿No recuerdas la fama que tenemos por aquí? Hay que asustarlos, lo suficiente como para que apoden este paso como el matadero de los Nocturnos, ¡Qué huyan con el rabo entre las patas!-Termino casi babeando por la propia ansiedad que me está matando.

-Vale, si les parece hagamos lo siguiente: Icar, ¿Por aquí hay algún Pokémon salvaje lo suficientemente fuerte como para provocar una avalancha de rocas? Algo como un mazazo de un Aggron provocado, o quizás algún Golem, lo que sea que tenga tan poco cerebro como para caer tentado por mi Gliscor-Dirijo la mirada al bromista que retumbaba unas piedritas como juguetes-Haremos que provoque un derrumbe justo cuando pase el cargamento, prohibiéndoles el paso hasta el puente y dejándolos a la deriva, algo para lo que también...Tendríamos que cerrar el paso con rocas. Una vez estén totalmente alarmados por el repentino derrumbe, haremos que nuestra bestia provocada salga a cobrar venganza, haciendo que combata contra los guardias del convoy que asumo, serán más que formidables. Mientras que estén ocupados con el enfurecido Pokémon, haremos presencia. Le diré a Gliscor que use ataque arena para cegarlos, y me encantaría que tu Murkrow les infundiera terror Tor'na-Prosigo observando con el rostro perverso a la aludida-¿Sabe cara susto, o bastarán sus ojos rojos iluminados por la luna? Como sea, una vez alarmados, será cuestión de noquearlos y saquear el cargamento en un parpadeo, y esperar a que nuestra bestia...¡Que enserio ruego sea un Aggron! termine el trabajo.

Icar escucha tu plan atentamente, cuando terminas de hablar el lider de los nocturnos mira fijamente los montes mientras murmura, no entiendes lo que dice pero sabes qué está haciendo, está recordando todo lo que sabe sobre los pokemon salvajes de esta zona. Icar era una enciclopedia andante de las montañas en las que viviais y sus conocimientos siempre marcan la diferencia a la hora de preparar estos asaltos.

-Bien, me gusta tu plan. Desviar su atención, que no sepan quien les ataca, digno de nosotros.- señala una de las cavernas que se ubica en la zona alta de una de las colinas que rodean el desfiladero.- En esas cavernas debería haber manadas de Geodude y Graveler y si tienes suerte a lo mejor algún Golem o algún Onix. Puedes encargarte de ello mientras nosotros obstaculizamos el camino con algunas rocas. Usaré a Murkrow para darte la señal cuando el carromato este en posición, tu ten a los pokemon lo suficientemente molestos.-

Se adelanta hacía el borde del pico donde estais y señala la zona del desfiladero que es más estrecha antes de llegar al puente.

-Vamos Tor´na, tenemos piedra que mover.- ves como la chica resopla aburrida, la conoces y sabes que preferiría ocuparse ella de los pokemon salvajes antes que ponerse a cargar rocas y esperar a tu actuación. Ambos se lanzan con sus pokemon y planean hasta la zona donde se ponen a buscar rocas para obstruir el camino.

La mirada analítica de Icar....

Esos ojos impasibles de cristal, desvían y atraen la luz como información y la codifica con aquella mente prodigiosa. Era enfermizo pensar en su capacidad! Éramos como mundos distintos, el que calculaba hasta la más mínima desviación del aire contra el salvaje que utilizaba toda su voluntad para básicamente...hacer lo mismo, forzar a las corrientes. 

-Entendido, mofarme sobre el bicho más enbrutecido y fornido y atraerlo con la señal.

Y sin esperar a exhalar el último aliento, me lancé rampante por el soplido del viento, lanzándome al vacío de espaldas. No necesitaba "ver" al abismo para recorrer sus ennegrecidas fauces por la luz de la luna, y la oscuridad sumergida del sigilo. Esperaría planear a media montaña, caer en mitad de camino del desfiladero y escalar hasta la zona rocosa. Solo esperaría que el rugido de la corriente me catapultara lo suficientemente alto como para deslizarme lo más arriba posible, y rastrear a lo que fuese que hubiese en la abertura del pico arriba. 

Planeas sin demasiado problema hasta el desfiladero y te encuentras frente a tres cavernas, esta demasiado oscuro como para distinguir nada en su interior. Según las palabras de Icar en las tres debería haber pokemon que os permitiesen cumplir vuestra estrategia pero no sabes exactamente cuales puede haber. Debes elegir entre: una caverna a ras de suelo, otra a unos metros de altura desde tu posición y una tercera a la cima de uno de los picos más bajos, un poco más alta que la anterior.

La escalada no debería ser dificil para ti pero si querias subir hasta la segunda o la tercera cueva no te quedaba otra que ensuciarte las manos.

Al descender, observo con un éxtasis algo irracional a la cueva más alta, que se mostraba como un perfecto hábitat de una bestia irascible. Paseo mi lengua en abanico por mis húmedos labios, mientras que ajusto los guantes de mis manos para evitar cualquier percance con piedras ocultas dentadas. Flexioné un poco los brazos, estirándolos hacia los lados temblando de una emoción que creía desconocer; la adrenalina. Una cosa era bromear y provocar a Pokemon salvajes en el aire, que era mi territorio...Pero fastidiar a un titan de la superficie? Me estremecí de un dulce pavor, como si la idea fuese un caramelo de moras de aquellos que se comercializan en las carretas que robamos, cerca de deslizarse por mi lengua para, aunque fuese por un efímero momento, satisfacer un gusto culposo. 

Me aseguro de que el montacorrientes esté listo para cualquier percance, asegurando las correas en nudos fáciles de desajustar y liberar la capa si ocurre alguna caída en el escalado. Mi vista se postra con alegría enfermiza en la boca abismal de la cueva, y me dispongo a escalar hasta lo alto. 

Empiezas a escalar para llegar a la caverna más alta, inicias el ascenso seguro, sin demasiados problemas en un primer momento.
Pero cuando estas a punto de llegar la roca donde te has agarrado cede y caes de nuevo al desfiladero.

La muralla de roca sólida en un primer momento luce como una simple subida de escalera tejida, como aquellas aferradas con torniquetes a las laderas de la roca, y especialmente en zonas que lucían más como la mandíbula descubierta de una criatura abisal más que obra de la erosión. Voy trepando insertando los dedos en las pequeñas hendiduras y las salientes a simple vista, sin embargo al avanzar un mal movimiento de los dedos junto con cierta precaria humedad, hace que pierda el agarre a la roca.

Caigo en plancha como un harapo tejido y arrancado por el viento, dando un par de vueltas nauseabundas al tocar el inicio. Maldigo internamente cualquier maldición que hubiera caído sobre mí de parte del salvaje susurro del dios del viento. Tornadus lucía disgustado, y más aún lo estaba yo con las crecientes raspaduras y golpes secos que había sufrido al caer, eso sin contar la pequeña rasgadura que tenía en el hombro... ¡Demonios, esa bordadura requería esfuerzo! Respiro profundamente intentando contener mi disgusto, y declaro una voraz mirada al muro que parecía mofarse de mi voluntad. Relamo mis secos labios y me preparo de nuevo para domar la loma, esta vez apretando los nudos de mis guantes y apretujando mis nudillos en son de determinación

Esta vez si que llegas arriba, la escalada es dura pero tu determinación lo es más. Alcanzas la cueva más elevada con tiempo de sobra. Una enorme caverna se abre ante ti, la oscuridad no te deja ver demasiado de su interior pero estas seguro de una cosa: lo que sea que viva ahí dentro es grande, muy grande.

Después de todo, no había obstáculo que pudiera evadir la férrea determinación de un loco. Subí sin mayor afán a la entrada del agujero en tenue oscuridad. Me preguntaba qué clase de bestia habitaría aquel nido de pesadillas. Pero algo seguro era, que su tamaño debía ser tal, que hasta el viento temblaría de su imponente presencia.

-¡Hey, bestia devora-almas!-Vocifero con la amplificación del eco resonando en las paredes, agraviando mi tosca voz para provocar a la bestia durmiente-¡Ven aquí, ceso de roca! Hay carne fresca esperándote.

Quizás mi alboroto no sería suficiente como para levantar al adormecido titán, de probables oídos rocosos tapados por el musgo y los parásitos. Necesitaría ruido lo suficientemente escandaloso como para levantarle del letargo, y mi insignificante voz no bastaría.

-¡Gligar, ven!

Llamo a mi Pokémon que debería estar rondando por los alrededores, y una vez vuelve zarandeado el aire con algunas moras en las manos, me preparo para crear una orquesta de caos en la cueva. Busco en los recovecos de mis prendas algunas monedas de plata, y ubico entre las divisiones de mis dedos las que encontré, luego golpearía con ellas al muro de piedra para causar un estruendo metálico.

-¡Gligar! Usa endurecer para fortalecer tus pinzas, y luego golpea el muro al mismo ritmo que llevo yo, con suerte tendremos un tirano del qué mofarnos.

Escuchas ruidos que te llegan desde el fondo de la caverna, al principio lejanos pero se acercan cada vez más rápido, sea lo que sea es grande y no se ha tomado bien que le despertases. Las paredes de la caverna empiezan a temblar mientras el pokemon se acerca más y más.

Casi a la vez el Murkrow de Icar aparece a tu espalda graznando, es la señal: el cargamento está en el desfiladero. Justo a tiempo para que tu distracción entre en escena, un enorme Onix aparece por el tunel. Has visto muchos Onix pero ninguno tan grande como este, cada una de las rocas que lo componen es del tamaño de una casa. Y va hacia ti a toda velocidad.