Partida Rol por web

El pobre chico dio otro respingo cuando escuchó a Yuki. Esto... ¿le había leído la mente? Bueno, sí, quizás eran algo obvias las intenciones (y dudas) del muchacho... Aun así, ¡no se esperaba aquello!

—V-vale... — se sentía algo inútil y... bueno, quizás aquella escena había perdido parte del romanticismo pero... ¡en fin!

Con algunas dudas, Fiódor volvió a mirar a Yuki fijamente a los ojos mientras se acercaba a ella... Una vez a su lado, pasó su mano izquierda por la espalda de la chica, respiró hondamente y se preparó para besarla. Notaba como su corazón comenzaba a latir más fuertemente a la par que el rubor provocaba que, más que un rostro, su cabeza pareciera un tomate.

Cuando ya se encontraba tan cerca como para notar el cálido aliento de la chica, Fiódor cerró suavemente sus ojos y se dejó llevar. Lo primero que sintió fue el dulce y suave tacto de los labios de la chica junto a los suyos... luego su mano derecha acariciando suavemente el rostro de ella. ¿Cuándo había movido su brazo? No tenía ni idea... pero tampoco quería pensarlo demasiado. Quería disfrutar de aquel beso que, como todo primer beso... debía ser mágico.

Sin darse cuenta, Yuki también ha cerrado los ojos y se deja llevar.

Su beso es dulce, cálido, lleno del ímpetu característico de la chica y a la vez de la inocencia y sencillez del primer beso.

Cuando se separan, sonríe, algo temblorosa. El rubor de sus mejillas puede verse incluso a la luz de la luna.

Katsurou y Farf se han apartado discretamente, intuyendo que no deben molestarlos ahora.

Tras unos intensos segundos, Fiódor separó su rostro ligeramente del de Yuki.

Aún notaba en sus labios el suave contacto de los de ella durante el beso. Su corazón seguía latiendo con fuerza, mientras su mirada... que tras abrir los ojos se habían centrado levemente en los de la chica, volvían a descender de nuevo hacia sus labios. Sentía un deseo irrefrenable de volver a besarla, aun así no lo hizo.

—Creía que querías que nos tomáramos algo más de tiempo — dijo suavemente mientras sonreía algo avergonzado, pero también lleno de ternura —. Me ha encantado... este beso.

La última frase la soltó lleno de rubor. Le daba mucho corte decir algo así, pero sentía que debía decirlo. Al fin y al cabo, era cierto... estaba seguro de que jamás olvidaría aquello.

-«Tiempo»... Yo... Bueno... -Aparta la mirada, pero no se aparta ella misma. -M-me gustas, Fiódor -suelta de su peculiar manera torpe y brusca. -E-es solo que yo... Ni siquiera me lo había planteado... -Habla sin mirarle- No pensé que fueras a fijarte en mí. De hecho, no creí que ningún chico, nunca, se fuera a fijar en mí -añade más bajito. -Nunca había besado a un chico ni nada -añade, muy roja.

Fiódor se ruborizó al escuchar a Yuki. Nunca había pensado que le escucharía decir algo así, sin embargo... ¡le encantaba! Quizás fue por ello que no dudó en rodear la cintura de la chica con su brazo y acercarse a ella hasta colocarse sentado a su lado.

—Tú también me gustas mucho — dijo —. Y... bueno... tampoco he besado a ninguna chica antes, p-pero... por alguna razón sentía que debía besarte a ti. ¡Eres simpatiquísima! Quizás algo dura conmigo a veces... — sonrió, denotando que lo decía en broma —... pero realmente adorable. ¡Me encantas!

Sin dudarlo, volvió a sonreír y bajó su rostro hasta apoyarlo suavemente en el cuello de la chica. Luego cerró sus ojos y dejó pasar el tiempo. Disfrutaba estando así, con su cabeza encajada cuidadosamente entre el cuello y el hombro de la chica y bajo aquella preciosa noche.

Cuando el chico apoya la cabeza en su cuello, parece algo sorprendida durante un momento, pero en menos de un segundo ella también apoya su cabeza sobre la de él y lo rodea con el brazo, con una dulzura que hubiera parecido increíble cuando lo arrastraba por Ciudad Iris medio envenenado.

Poco a poco, los nervios van cediendo y los latidos de su corazón, que Fiódor puede oír muy bien en el amable silencio de la noche, se van sosegando. La chica parece poco a poco más tranquila, más a gusto.

Al cabo de un rato de un silencio cómodo, ella dice sin moverse, con voz apacible:

-Gracias, Fiódor.

Aquel agradecimiento cogió por sorpresa a Fiódor. Casi inconscientemente, abrió sus ojos y recapacitó durante unos escasos segundos en silencio sobre el significado que podía tener. ¿Agradecía sus comentarios? ¿Quizás agradecía que hubiese pasado aquel día junto a ella? ... Probablemente fuera una mezcla de todo.

—No tienes nada que agradecerme — dijo finalmente casi sin moverse del refugio que había encontrado en su cuello, y mientras volvía a cerrar suavemente los ojos —. Soy yo el que tiene que estar agradecido.

-¿Tú? ¿Agradecido? ¿Por qué? Me has encubierto cuando... he cogido la Campana Clara prestada sin permiso, me has ayudado a encontrar a Morti sin siquiera saber por qué y ahora estás metido en todo este lío de Celebi para salvar a Ciudad Iris... que es mi ciudad, no la tuya. Soy yo la que te tengo que estar agradecida. Pero, sobre todo -dice, con esa extraña mezcla de firmeza y timidez ya característica suya- gracias por aceptarme.

Al escucharla, Fiódor sonrió lleno de ternura. Que a uno le recuerden las cosas que hace bien y las admiren siempre es motivo para sentirse feliz. Quizás fue por eso que, sin dudarlo ni un segundo, acercó su rostro al de ella y volvió a besarla. Ni siquiera dijo, nada... aquel beso ya se encargaba de transmitir las emociones que sentía el chico en lo más hondo de su corazón: desde la gratitud por sus palabras, hasta el inmenso cariño que sentía por ella. 

Ella corresponde el beso. Cuando acaba, se separa de él, muy roja y sonríe tímidamente.

-Bueno... Es tarde, quizá deberíamos irnos a dormir. Mañana tienes que ir a Ciudad Trigal a interceder ante Celebi por nosotros, que no es que sea una tontería. Yo... Hoy ha sido la primera vez que has estado en esa ciudad, ¿verdad? Yo iré contigo. Te haré de guía -Esto lo dice mirando a un lado, con el ceño fruncido, como si la idea de pasearse por Ciudad Trigal la desagradara mucho, aunque está dispuesta a hacer ese pequeño sacrificio con tal de ayudar a Fiódor. De todas formas, no se perdería el encuentro con Celebi aunque se produjera en el mismísimo infierno-. De todas formas, no creo que tardemos demasiado en encontrar a Celebi. 

—No, yo tampoco lo creo.

El joven estaba seguro de que Celebi no tardaría en dejarse ver en cuanto notara la presencia de los chicos en Ciudad Trigal. No era difícil observar que parecía tratarse de un Pokémon realmente curioso y quizás algo jovial. Al menos ésa había sido la primera impresión que había tenido Fiódor al presenciarlo.

—Sí, ha sido la primera vez que visito esa ciudad. Me vendrá genial que me acompañes — en realidad estaba deseando de que Yuki le acompañase, aún así no se le pasó desapercibida la expresión de la chica —. Uhmm... aunque... puedo apañármelas solo también. No tienes por qué venir si no quieres.

La chica inspira profundamente y mira a Fiódor directamente a los ojos, con la llama de una fuerza indómita y acerada brillando en ellos.

-Quiero –contesta con firmeza.

Luego añade:

-Quiero ayudarte en todo lo que pueda. De alguna forma, te has ofrecido como… héroe, campeón o catalizador para una misión que puede afectar a muchas personas. Y pokémon. No sé hasta qué punto eres consciente. Esta mañana, cuando me decidí a… recuperar la Campana Clara para el cebollino de Morti, ya sabía que invocar a Celebi eran palabras mayores. Pero esto va más allá de lo que esperaba. Sin embargo… -hace una breve pausa, un segundo en que su rostro se vuelve, sin que ella se dé cuenta, más dulce y su tono, una nota más suave- creo que si alguien puede hacerlo, eres tú. Creo… -Otra pausa. Otra ligera duda, no sobre lo que piensa o siente sino sobre la eventualidad de expresarlo- creo que eres la persona indicada para esto. Veo -echa una ligera mirada de reojo a Katsurou, quien asiente imperceptiblemente- honestidad en tu corazón. Katsurou también la ha visto y Celebi, no me cabe duda, también la verá. Si yo puedo ayudarte en cualquier cosa, lo haré. Por el bien de todos… y… porque confío en ti. –Y porque me gusta estar contigo. Pero eso no lo dirá. Ni siquiera se atreverá a formular el pensamiento. En lugar de ello, sin darse cuenta en absoluto, como si su cuerpo reaccionase inconscientemente frente a sus sentimientos, deja de apoyarse en Fiódor para sentarse en seiza, con las manos sobre el regazo con las palmas hacia abajo, en una postura relajada aunque más formal-. He vivido en Ciudad Trigal y la conozco lo suficiente para poder moverme por allí y para saber que la detesto con toda mi alma. No obstante, una dificultad tan pequeña no me impedirá cumplir el sino que me he fijado.

Las mejillas del chico comenzaron a sonrojarse conforme la chica explicaba sus motivos para acompañarle. No, en ningún momento se había visto a sí mismo como un héroe ni nada por el estilo. Solo se veía como un chico que trataba de solventar un problema. Y, aunque, era cierto que se trataba de un problema realmente complejo... hasta entonces no había pensado que de su acción pudiera depender el futuro de muchas personas. Sus tripas se le hicieron un nudo en aquel instante.

—Lo haremos lo mejor posible — dijo —. Gracias por querer acompañarme... estoy seguro de que no sería capaz de tener una mínima oportunidad si no estuvieras a mi lado.

Lo creía de verdad... no eran palabrerías dichas sin ton ni son. Al fin y al cabo, Yuki había sido la persona que le había marcado el camino en aquella aventura. ¿No era eso lo que quería cuando decidió abandonar su casa? ¿Aventuras? Si, por algún casual,  ambos chicos se separaban... ¿qué nuevo camino podía tomar? Sabía que, probablemente, se sentiría perdido, como si estuviese nadando en un inmenso océano sin un atisbo de arena o roca sobre la que reposar.

—Bueno... vayamos a descansar — ni siquiera tratar de cambiar el tema de la conversación servía para que aquellas nuevas preguntas dejaran de rondar por su mente —. Nos vendrá bien coger fuerzas para mañana...

Pese a todo, Fiódor sabía que aquella noche no sería capaz de dormir. Habían pasado demasiadas cosas en aquel día. Nuevas emociones, sentimientos y preguntas. Sobretodo preguntas a las que no le podía dar respuestas, al menos no aún.

Enseguida Yuki se levanta y, con ayuda de Katsurou, recoge las cosas de la cena y prepara los futones para dormir. Ella duerme en su cama, en su cuarto, con Katsurou, y prepara para Fiódor un futón grande y cómodo en otro cuarto.

No hay luz eléctrica, pero Yuki ha encendido algunas velas para ver lo que está haciendo. La casa es de madera e incluso hay algunas puertas de papel, pero ella lleva las velas en platillos con mucho cuidado. Para moverse por la casa utiliza una linterna y le da otra a Fiódor.

-Este es el cuarto de mi padre -comenta mientras termina de disponerlo todo para él en el cuarto más grande.

Aquélla era una casa realmente antigua, no había duda alguna de ello. Lo único moderno que había eran las linternas que portaban tanto Yuki como Fiódor para moverse por la casa... Por lo demás, todo era lo más parecido a una casa tradicional construida varios siglos atrás.

El cuarto del padre, por supuesto, no se diferenciaba mucho de lo que venía siendo lo general. Parecía ser el cuarto más grande de la casa, y también predominaba la madera y las puertas de papel.

—Vaya, es bastante amplia — dijo el chico mientras lo observaba todo con curiosidad —. ¿Estará bien que la use yo? No me importa dormir en otro sitio...

Yuki sonríe tristemente y contesta:

-No creo que vaya a volver precisamente hoy.

Mientras termina de prepararlo todo para Fiódor, comenta para sí:

-Tendría gracia...

Parece realmente triste.

Farf aletea desde donde estaba posado sobre su entrenador y se posa sobre una cómoda. Como sus patas son palmeadas y no con garras, está bastante a gusto acurrucado ahí y no hay problema de que raye el mueble.

Fiódor se quedó pensativo durante un instante al escuchar a la chica. Algo había pasado con sus padres... nada más que había que ver la respuesta que le había dado y la oscura sombra que había recaído sobre su ánimo para darse cuenta de ello. 

Pese a todo, no sabía qué decir... No quería preguntarle directamente, pues no sabía si con aquello podría herir aun más a Yuki; pero tampoco podía pasar por alto el hecho de que la chica necesitaba algún tipo de apoyo.

Con paso lento, el chico se acercó a ella y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, la atrajo con suavidad hacia él y la rodeó con sus brazos. Las palabras no siempre sirven para calmar el ánimo... al menos no tanto como lo puede hacer el calor de un abrazo.

La chica se pone algo rígida, parece sorprendida.

-¿Eh? ¿Qué haces, papanatas?

Fiódor empieza a familiarizarse con sus reacciones: está nerviosa, pero no le molesta el abrazo. Está triste, pero no quiere reconocerlo. Se retuerce y se deja abrazar, a la vez.

Finalmente separa al chico, pero con suavidad.

-Estoy bien.

Está algo roja, se percibe muy débilmente a la luz de las velas, pero en sus ojos -con la mirada apartada- brilla la determinación.

-Me hago a la idea de que no va a volver por su propio pie, así que lo encontraré y lo traeré de vuelta yo misma, con Katsurou. A rastras si hace falta.

Vuelve sus ojos negros hacia los de Fiódor y la fuerza de su mirada podría atravesarlo, o tirarlo de espaldas.

-A dormir. Mañana tenemos que reunirnos con un Dios y salvar el mundo. O algo así.

Al escuchar a la chica, una pregunta comenzó a rondar por su cabeza. ¿Acaso el padre de Yuki había abandonado a su hija allí? ¿Qué tipo de padre haría algo así? Por unos segundos, incluso comenzó a recordar a su familia y a pensar que, quizá, su vida no había sido tan mala como él había supuesto. Pensando así, lo más probable era suponer que había actuado de forma egoísta... y que su nivel de madurez estaba a años luz del de la joven.

Pese a todo, no era momento para darle vueltas a aquello. Debía descansar si quería estar en plena forma, tanto física como mental, para el encuentro del día siguiente.

—A dormir — repitió esbozando una ligera sonrisa —. Descansa, Yuki. Mañana nos tocará pasar un día duro... pero seguro que merecerá la pena.

En ese momento volvió la mirada hacia Farf, que permanecía apoyado en un lugar cercano.

—Vamos a dormir, chico.

Fiódor adoraba dormir junto a su pokémon. Era una extraña manía que había cogido durante los días que habían vivido juntos. Se podía decir que dormir cerca de su pokémon le daba seguridad frente a la oscuridad de la noche... Al fin y al cabo, y como ya se había podido demostrar ante el encuentro con los Pokémon fantasma en la torre, el chico siempre había sido un cagueta...