Partida Rol por web

El estilismo y la decoración puntera del imperio romano estaba expandida en todos los continentes, incluido África donde lucía en su máximo exponente. Una familia con tanto poder adquisitivo como la que os mantiene a tí y a tus progenitores no puede escatimar en ningún tipo de lujo ni gasto al respecto.

Tu padre parte por la mañana temprano a trabajar las tierras del cabeza de familia mientras tu madre hace lo propio con las tareas del hogar, a ti no te queda otra que cooperar realizando labores de mantenimiento como arreglar muebles, cambiar distribución, sacar la basura, pasear perros, dar de comer al ganado, vigilar el perímetro... Eres un poco el chico para todo, el niño de los recados. 

Corre media mañana y allí te encuentras. Lijando tablones para levantar la estructura de un invernadero que montaréis en los campos donde tu padre siembra, riega, fumiga y recolecta día tras día hortalizas y verduras para que tengáis algo que llevaros a la boca tanto tu como tu madre. 

Trabajo con intensidad mientras permanezco sumido en mis pensamientos. Últimamente las cosas no van muy bien. Padre parece no aguantar bien las labores del campo, lamentándose de dolores de espalda todas las noches. El amo dice que son cuentos y,  si le escucha, amenaza con golpearle para que se queje con razón. Lo cierto es que ya estoy harto de servir a ese mequetrefe, cada día muestra más desprecio hacia mis padres sin razón alguna. Debe estar molesto porque se están haciendo viejos y ya no pueden trabajar tan duro como antes. Para los hombres libres no somos más que objetos y como tales nos utilizan.

Algún día haré algo al respecto. Lograré comprar mi libertad o la conquistaré por la fuerza con la ayuda de los dioses - pienso, con aire soñador.

Madre tampoco parece la misma de antaño, siempre mostrando un semblante serio y cansado. Cada vez me cuesta más arrancarle una sonrisa y por ello cada día lo intento con más fuerzas. Aún así, su risa también ha cambiado y sigue reflejando unos inmutables ojos tristes. Hace varios años que la veo así y, cuando le pregunto, me contesta que es a causa de la edad. Ella no está tan mayor como quiere hacerme pensar, ni mucho menos. Ignoro por qué insiste en ocultarme la verdad, supongo que debe estar preocupada por el futuro, cuando Padre ya no sea útil al amo...

Los patrones de la casa tienen dos hijos y una hija, de entre 4 y 11 años. La mujer puede tener tu edad, una rubia espectacular hija de un importante político de Roma, mientras que el marido se llama León al igual que tu. Debe tener unos 5 años más y trabaja como guardia o guerrero o similares también a merced del imperio.

En todo el tiempo que lleváis sirviendo a esta familia has elaborado decenas de juguetes para los niños. Caballos de madera, peonzas, balones, flautas, columpios... Si no fuera por tu color de piel casi los podrías considerar como de tu familia. Sin embargo, de vez en cuando pese a su inocencia, también sueltan algunas pinceladas de burguesía. Ojala hubieras tenido de niño la misma suerte que ellos.

Parece que Dios de pan a quien no tiene dientes...

Mis pensamientos sobre los señoritos se interrumpen al terminar mi labor. Es una suerte, pues no me gusta que la envidia empañe mi razón. Al fin y al cabo, ¿qué culpa tienen ellos de haber nacido libres y ricos? Sólo espero que la influencia de su padre no los convierta en seres igual de mezquinos...

Decido que, para compensar este momento de debilidad, debería ir a verlos por si necesitan algo. Me adentro en la casa y me dirijo a su cuarto de juegos, donde pasan muchas de sus horas muertas.

Después iré a ayudar a madre. Seguro que al amo no le gustará tener dos esclavos atendiendo la misma tarea, pero madre es lo primero, por mucho que él se haga llamar nuestro dueño.

Mi hijo viene a la cocina donde me encuentro realizando algunas tareas diarias - Cariño. ¿Terminaste el trabajo? La señora me ha pedido que saque a los niños a jugar a los columpios y los vigile. ¿Podrías encargarte? - le pido a León. 

Saludo a madre con un beso en la frente. Tiene en su cara esa expresión radiante pero cansada y triste.

- Claro, madre. He trabajado lo más duro posible para terminar rápido y venir a ayudarte. No te preocupes por los niños, en seguida me encargo. ¿Cómo estás?

- Como siempre hijo, como siempre - respondo removiendo la comida - ¿Que tal la mañana cachorro?

- Bien madre, entretenida y no muy dura. Creo que hablaré con el amo para pedirle que me deje a mí dedicarme a las tareas agrícolas. Padre últimamente no está bien de la espalda, no sé cuanto aguantará si sigue trabajando allí. Lo que hace falta son manos jóvenes -digo sonriendo con entusiasmo, pensando en ayudar a mis progenitores.- ¿Sabes cuándo volverá el amo?

- Acaba de ir la señora a llevarle el desayuno a su habitación. Y quieren mantener a los niños ocupados - concluyo para que ate cabos por sí mismo. Me encanta hacerle sentir vergüenza con este tipo de temas - Ya sabes... - prolongo su agonía un poco para entretenerme la mañana -  Eso que tu y yo sabemos... - Jajaja pequeño granuja...

-¡Madre, por favor! -grito algo azorado, pero risueño. No me gustaban ese tipo de bromas viniendo de madre.- Será mejor que vaya a atender a los señoritos. -digo, escapando de la situación.

Cuando llego a donde están los señoritos, sorprendo al chico por la espalda y lo cargo sobre mi hombro como un saco de patatas. - ¡Gruaaa! ¡Soy el minotaurooo! - exclamo bromeando y le bajo al suelo de nuevo. - Es hora de ir a los columpios, ¡así que hagamos una carrera a ver quien llega antes!- digo simulando como que corro, pero dejándoles ganar por poco.

Marcus es el hijo mediano de los amos con 6 años. El mayor se llama Aurelio, tiene 11 y la menor Alexa con 4. Cuando tus dedos se clavan en su estómago para alzarlo empieza a descojonarse inevitablemente pataleando para que lo bajes mientras se agarra a tus manos - ¡AaAAaaaah el Minootaurooo noo!. La niña observa todo agarrando a su muñeca de trapo por los pelos mientras el mayor continúa oculto entre sus sábanas. 

Salvando las diferencias, la escena te recuerda a cuando compartías esa misma edad y tu padre jugaba contigo del mismo modo que lo haces con Marcus, con el que ahora correteas hacia el patio al trote tras él. El resto seguirán vuestra estela ya que saben de sobra que tu palabra es la voluntad de sus padres. 

El jardín cuenta con unos balancines y columpios que tu mismo construiste con tus manos tampoco hará tanto. La verdad que crear artilugios así siempre te motiva ya que es el tipo de cosas que nunca tuviste de chico. Marcus llega finalmente hasta el arco del columpio, lo abraza y se gira rápido - ¡Salvado!

¡Argh, me habeis vuelto a ganar! - digo mientras llego hasta el columpio trotando con fingida lentitud.

Esta era una de mis tareas preferidas, nada dura y reconfortante. Hubo un tiempo no muy lejano en el que yo compartía en este mismo patio una forma de vida algo parecida a la de estos niños. Ahora, ya mayor y útil para el trabajo, no podía disfrutar muy a menudo estos recuerdos por lo que trataba de aprovecharlos.

- Venga, subid al columpio y yo os empujo. A ver quien sube más alto.