Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo 1 - El comienzo

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10/12/2012, 18:39
Director

Augustus examinó la pata con detenimiento y cierto interés. La mordedura respondía a un patrón similar al de un humano. Pensó en un mono, pero la mandíbula era muy grande para ser un chimpancé. ¿Un gran simio? No tenía sentido. ¿Un mono que atacaba a los caballos, en medio de la campiña inglesa?

Midió la distancia entre las mordeduras y dibujó en un pequeño cuaderno que llevaba encima a modo de plantilla. Luego le sobrevino un escalofrío mientras regresaba al carruaje, uniendo los datos. Era una mordedura humana... Pero, ¿Que hacía un humano mordiendo a un caballo vivo? Y lo más importante. ¿Que humano tenía una fuerza masticadora tan fuerte como para penetrar a través de la dura piel de la pata de un caballo y arañar el hueso que había debajo? Cualquiera que hiciera eso, o se rompería los dientes o experimentaría un dolor considerable. El carruaje reemprendió la marcha, y su tío le miró durante unos minutos, mientras se alejaban de la escena.

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10/12/2012, 18:40
Sir Barnabas Morgan

Su tío lo notaba preocupado. Había vigilado que el tipo del sombrero no le hiciera nada, pero algo había pasado al margen de ese mamarracho.

-¿Estás bien, Augustus?

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10/12/2012, 18:43
Director

Tras el paseo de las hermanas Butler y el regreso a casa de Georgina, tomaron un baño y se prepararon para la cena. Parecía que la ocasión era importante, aunque el lujo era algo que se vivía día a día en Butler Manor. El señor Templeton se puso un traje novedoso, de color crema, y sir Harold optó por la sobriedad del negro. Lady Marion no había reparado demasiado en arreglarse, con respecto al vestido que había llevado durante el día, que ya era de por si elegante.

Las hermanas se pusieron muselinas de calidad, y se arreglaron el pelo con un arreglo floral. Georgina sabía que todo aquello era por ella, y por la "noticia". El señor Kapoor, su criado, se mantuvo en un ángulo de la estancia, vigilando con discreción. Sirvieron como primer plato un lenguado a la plancha con un toque de limón, regado con un vino blanco pescador. El segundo y principal fue roast beef que sir Harold trinchó con sus propias manos, acompañado con una pequeña ensalada con patata cocida y mayonesa. Con este segundo plato los camareros escanciaron vino francés, cabernet sauvignon rosado.

Fue entonces cuando sir Harold aprovechó para golpear su copa con una cuchara, reclamando atención, y se levantó carraspeando dispuesto a llevar a cabo la tradición británica del brindis.

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10/12/2012, 18:59
Sir Harold Butler

-Me gustaría brindar a la salud de mi hija, Georgina. Hoy, el señor Templeton llegó a esta casa, y nos transmitió una nueva que redundará en su felicidad. Esta joven siempre ha expresado su intención de regresar a la India, la joya de la corona, y ahora su tío Charles la reclama desde Madrás. Es un viaje azaroso, largo y peligroso. Pero lo más importante para mi, lo más importante para esta familia... -dijo con cierto convencimiento- Es la felicidad de sus miembros. Y Georgina, como mi hija, merece ser feliz. De este modo, creo que su regreso a la India, que bendigo y apoyo, no hará sino en mejorar su felicidad, y su calidad de vida... Por ella.

Alzó su copa y brindaron. Todos, menos su madre. Sir Harold prosiguió luego, una vez sentado.

-Me gustaría también anunciar públicamente que, la semana que viene, en el baile de lord Markington, presentaremos a Georgina en sociedad, y también a mis hijas Katherine y Evangeline, que lo merecen, y están en edad. Es mi deseo que todas vosotras estéis deslumbrantes en esta fiesta, por lo que el mejor sastre de la región estará a nuestra disposición para fabricar vestidos a vuestro gusto... y al de vuestra madre, que tendrá mucho que opinar al respecto.

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10/12/2012, 20:18
Evangeline Frederick

Eva miraba a su padre brindar, orgullosa. Adoraba a su padre casi con la misma intensidad con que amaba tiernamente a su gemela. Cuando lord Butler terminó su discurso, aplaudió con placer, aunque suavemente, sin hacer mucho ruido: era una dama.

Lady Butler no era su madre, ni la consideraría nunca tal cosa, pero al menos era cortés. No tendría ningún inconveniente en dejarla escoger algunos aspectos de los vestidos nuevos.

- Me muero de ganas de que llegue la fiesta -le susurró a Kate-. Quiero que el vestido sea blanco... ¿y tú? -alzó la voz y trató de halagar a su madrastra, para compensar la falta de decoro previa-. Tenéis un gusto excelente, madam, será un placer que nos ayudéis a escoger el mejor atuendo para tal ocasión.

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11/12/2012, 01:16
Director

Strafford sabía que solo los hombres más experimentados y bien entrenados lograban los cuatro disparos por minuto. Sus granaderos podían hacerlo en condiciones óptimas, siempre que tuvieran las cargas de pólvora preparadas en cartuchos de papel con una bala en el extremo. La maniobra requería un entrenamiento intensivo, y iban a tener que usar mucha pólvora y muchas balas para lograr la hazaña.

Primero tenía que conocer a sus hombres. Y los primeros, sin duda, eran los oficiales. Sus dos tenientes y los alféreces. Por eso fueron directos al comedor de oficiales donde estaban terminando de servir el desayuno, cosa que a ellos tampoco les venía mal. Era el típico desayuno inglés con huevos, salchichas, bacon y morcilla, fuerte y consistente. Mientras desayunaba Connor revisó los documentos, y los oficiales presentes cuchichearon. Le indicó que el mayor Cotton, un hombre de mediana edad y su superior inmediato, estaba allí hablando con el capitán de la compañía C y uno de sus tenientes. En la mesa al lado estaban los dos tenientes de su compañía, el señor Basil Northcott (con experiencia de combate en América) y el señor William Price (alférez en otro regimiento hasta que obtuvo rango de teniente en Waterloo). El joven alférez Timothy Murray, hijo de un baronet y alistado hace menos de un año caminó hacia la mesa cargando varios platos, los de los tenientes.

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11/12/2012, 02:26
Narcisus Strafford

Narcisus tragó un trozo de salchicha. El sonido de la garganta se acompasó con el movimiento de la nuez, subiendo y bajando. Era un hombre acostumbrado, como ya habría notado Connor, al silencio y las pocas palabras, lo cual no le impidió explicar las aptitudes de sus granaderos. Si Strafford podía hacer que sus hombres, por méritos propios o ajenos, aunque fuese en determinadas circunstancias, disparasen cuatro veces por minuto, Connor también. No le cabía duda al respecto.

Mientras el cuchillo rasgaba un nuevo pedazo de carne, habló.

- Ha estado bien. En el despacho- comenzó el hombre, sin alzar la vista del plato para no resultar más intimidante de lo normal. A veces su falta de empatía llegaba a darle, inconscientemente, un aspecto demasiado agresivo, como si estuviese enfadado. Y quizás lo estuviese, con el mundo y su familia, pero no con Connor, al menos por el momento. No había necesidad de hacerle sentir mal, aunque no mirarle al hablar también podía tomarse a mal. Todo podía, incluyendo la exagerada cadencia de sus pausas  que sobre el papel más que comas podían ser puntos-. Es comedido, pero ambicioso. En vista a eso, no creo que le haga ninguna falta que le presente- añadió, señalando con la cabeza de forma sutil a los hombres al tiempo que se metía en la boca un nuevo pedazo de salchicha, para encubrir el movimiento. Nada más tragar, siguió hablando-, pero puedo hacerlo, si se siente cohibido. Entiendo, de primera mano- una autodescalificación para que, sin faltar a la verdad, Connor no pudiese tomarse aquello como una ofensa, sino una mera apreciación- que a veces la extroversión pueda suponer un problema.

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11/12/2012, 10:09
John Connor

Había sobrevivido al primer encuentro con su Coronel. De eso se trababa en la guerra, sobrevivir a cada evento. Metas pequeñas para cubrir una más grande. La presencia de Strafford le resultaba de gran utilidad. El hombre, a pesar de su parquedad de palabra le iba abriendo camino en su nuevo entorno. Tras el mal rato, el estómago del Capitán se relajó y comenzó a reclamar lo suyo. Como hasta entonces, Narcisus le propuso conocer al resto del personal militar para ponerse con su tarea de los cuatro disparos por minuto. La suerte consiguió matar dos pájaros de un tiro. Se encontraban en el desayuno.

Sentados y bien provistos de alimento, su compañero se ofreció en presentar al resto de comensales, cosa que Connor no rechazó en absoluto. – De buena gana acepto. Agradezco enormemente el uso de su tiempo que está empleando en mí, Capitán. Si después del tiempo que me requiera entrenar a mi nueva adjudicación estuviera ocioso, me gustaría invitarle a una buena pinta de cerveza – Connor sabía que de su compañero podría recibir una negativa sin ni  siquiera levantar la vista del plato, pero percibía en él un carácter menos hosco de lo que su rostro reflejaba. Salvando distancias de la edad, en el fondo le recordaba bastante a su padre. Serio y seco en palabras, pero de buen corazón. – ¿Capitán cuando termine su desayuno, le parecería bien presentarme al Mayor Cotton? No quisiera que vieran en mí cualquier acto que supusiera un acto irrespetuoso. A media mañana llamaré a formar a mis hombres y haré las oportunas presentaciones –

Connor se dispone a terminar su plato al tiempo que con rostro un tanto risueño, otea la estancia en busca de miradas con las que poder saludarse y comenzar una conversación. Desde luego, sin olvidar su rango. Pensaba que al igual que a él, habría oficiales que les gustaría comenzar con buen pié con su nuevo superior. La cercanía de Narcisus podría asignarle un temperamento un tanto serio y ahora necesitaba conectar con su tropa, ya habría tiempo para las correcciones y reprimendas.

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11/12/2012, 13:02
Augustus Frederick
Sólo para el director

Con los ojos todavía clavados en el esbozo que él mismo había hecho, Augustus tardó en levantar la cabeza y responder a su tío.

- Tal vez sólo sean imaginaciones mías, tío, pero esta herida me parece demasiado extraña... - dijo acercando el cuaderno para que su tío pudiera echarle un vistazo - Quizás sea necesario investigarla. - añadió, aunque dubitativamente.

Su tío era de la opinión de que estudiaba en exceso, y que no todo era merecedor de su tiempo. Una sola negativa de su tío, y el asunto se diluiría como lágrimas en la lluvia. Pero su mente estaba ciertamente hiperáctiva. ¿Era posible que un gran homínido se hubiera escapado de la propiedad de un noble excéntrico? Conocía casos de zoológicos privados, pero ignoraba si habría alguno en la zona.

- ¿Sabe si alguien de la zona posee algún tipo de reserva animal exótica? Este tipo de mordisco... debe haberlo hecho un homínido grande. Aunque con los colmillos poco desarrollados, o limados. - dijo dando rienda suelta a sus pensamientos - O tal vez sea un caso de hidrofobia en un ser humano. Es posible, aunque suele darse en poblaciones marginales y no en entornos campestres.

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11/12/2012, 16:48
Narcisus Strafford

Narcisus asintió con la cabeza varias veces, indicando que las palabras de Connor le parecían afines a lo que pensaba. Desde luego, su interlocutor era un hombre agradecido y respetuoso, y eso era algo a lo que Strafford, por desgracia, no estaba muy acostumbrado. Aquello, por esa razón y no por otra, se le antojaba un tanto distante y extraño, como si estuviese deformado por el lado de un cristal.

- No se preocupe- respondió con educación tras tragar un nuevo pedazo del desayuno-, es lo mínimo que debo hacer- mintió por cortesía, pues lo mínimo hubiese sido ignorarle en todo lo posible, pero no tenía razones para ello, en parte porque conocía al hombre, en parte porque hoy estaba teniendo un buen día, y en tercer lugar porque Connor ostentaba su mismo rango y habilidad, aunque lo segundo era una mera suposición-. Esperemos que esa cerveza pueda tener lugar más propio que tarde- añadió finalmente. No tenía especial interés en beber alcohol con nadie, pues era un hombre acostumbrado a la soledad y poco a los hábitos que nublasen el juicio, pero era una forma agradable, a su parecer, de desearle suerte en la empresa de los cuatro disparos por minuto.

Siguió desayunando, como si nada, pensando en cómo iba a presentar a Connor al Mayor. Desde luego, sabía como hacerlo, y a su través, quizás, sería una introducción más suave, pero no tenía medios aparentes para mejorar la disposición del hombre. Narcisus no era un gran orador. No sin intimidación o violencia de por medio. Y por eso tenía esa personalidad.

Notas de juego

Por mi parte, si Targul da su permiso, salto a la presentación. No lo he hecho ya por si quiere actualizar él o meter algo  en medio. 

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11/12/2012, 19:05
Mayor Cotton

Cuando terminaron el desayuno, Strafford se levantó, junto a Connor, y caminaron hacia el mayor Cotton, que estaba poniéndose su sombrero bicornio para salir al patio. Se cuadraron, y el capitán de granaderos presentó a su homólogo, hablándole sobre la Guerra Peninsular.

El mayor Cotton parecía un hombre grave, aunque más afable que Markington. Vieron que tenía un fuerte acento galés.

-La Península. Markington habría dado su huevo derecho por estar allí. En vez de eso se dedicó a saquear civiles norteamericanos y transigir en escenas más propias del Antiguo Testamento que de nuestro siglo... -dijo con ironía- Imagino que usted viene de hablar con él, señor Connor. E imagino que le habrá puesto alguna tarea imposible para demostrarse a si mismo que su regimiento es el mejor de Inglaterra... cuando la mitad de sus hombres no han visto un francés más que en una pintura. Una guerra en condiciones... ya sabe, como la suya. En América no hicimos más que escaramuzas entre regimientos. En comparación a una batalla como la de Waterloo, parecían unas maniobras.

Parpadeó, poniendo las manos a la espalda. Luego se acercó a Connor y le dijo algo.

-Cuidado con el teniente Northcott, capitán. Métalo en cintura. Es uno de los mejores amigos del hijo del coronel, y compartieron andanzas violando mujeres en la frontera del Canadá. Una mala pieza, no se si me entiende.

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11/12/2012, 19:19
Sir Barnabas Morgan

Su tío escuchó lo que decía y reflexionó. Sus ideas locas sobre un simio, que habrían hecho reir a cualquiera, no fueron descartadas por aquel hombre, que sabía más de lo que parecía. Mucho más.

-Quizá algún aristócrata tenga un mono que tenga la rabia. Hace décadas era común en las familias nobles criar a un mono como si fuera un miembro de la familia. No obstante, no descartes que sea una persona... la paz ha dejado sin trabajo a mucha gente, reducida a la más absoluta pobreza. Y el hambre extrema lleva a perder la razón.

Sacó una pipa, y comenzó a prepararla mientras pensaba en algo.

-Quizá... y solo quizá, tenga algo que ver con lo del último boletín médico de la Royal Society... -reflexionó en voz alta.

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11/12/2012, 21:05
Katherine Connor

Bueno, no podía negar que su padre y su hermana hacían su mejor esfuerzo, casi que quiso tirar del vestido de esta última cuando le dijo aquello a la mujer de su padre pero en cambio, esbozó una breve sonrisa sin responder, ella tenía ganas de algo más alegre, amarillo quizás pero no dijo nada, al final de cuentas la que más quería ir a ese baile y conocer a un posible príncipe azul, no era ella. Miró a su madrastra y luego a su padre y esbozó una media sonrisa y acabó todo su esfuerzo por ser amable; al menos tendrían en que ocupar su tiempo cuanto antes.

-Seguro que con su ayuda haremos una excelente elección, Marion...

Hizo una breve pausa y luego se volvió a su padre con el gesto dubitativo, quería preguntarle un montón de cosas, sobre las dudas que ella y su hermana tenían pero se contuvo. En ese momento lo que tenía era hambre. Por fin echó una mirada a su hermanastra, aquella debía ser la más emocionada y todas quedarían como hasta antes de conocerse: felices. Una cosa que si le sorprendía a Kate era que Georgina prefiriese apartarse de su madre, antes que soportar la "dura" vida que llevaban al lado de los Butler pero eso no era asunto suyo y para ella mejor.

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11/12/2012, 23:28
Narcisus Strafford

Narcisus no pudo evitar esbozar una media sonrisa, con el lado derecho del rostro. La franqueza del mayor le divertía, gracias a la simbiosis de su rostro y sus palabras. No porque fuese cómico per sé, sino por la combinación de palabras y el porte del hombre. Era el reflejo de que un bastión podía estar dividido, y acostumbraba a estarlo con una mascarada nimia o nula. Y aquello le encantaba. Le aliviaba saber que no era el único que amaba la sinceridad más que el subterfugio, pese a que este fuese necesario. Y le aliviaba los hombros más aún el saber que había gente con sus mismas creencias.

El Mayor, fuesen acertadas o no sus palabras, concordaban con las de Strafford, en especial aquellas destinadas a relación disparos por minuto y habilidad bélica, aunque quizás lo hubiese dicho con otra connotación, más centrada en la experiencia que en la habilidad. Sea como fuere, daba igual, pues el hombre lo había entendido así.

Pero, en aquel caso, si bien sí que se creía capacitado para hablar sin llevarse ningún efecto adverso por ello, no tuvo ni sintió necesidad de decir nada. Su sonrisa lo decía todo, mientras miraba a Connor, su compañero, esperando ver cuál era su parecer, aunque temía que fuese, como era natural en él, una postura distendida pero cauta y diplomática. Se lo veía venir, aunque no tenía el éxito asegurado.

Lo que no tenía Strafford tampoco, todo sea dicho, era necesidad de ser el ojo del huracán. Que aquello girase en torno a Connor y no a él le daba cierta seguridad y salvaguardia de lo más agradable, la verdad.

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12/12/2012, 11:00
Augustus Frederick
Sólo para el director

El ceño de Augustus se frunció de desaprobación al escuchar las costumbres sobre simios de las que hablaba su tío. No era un gran amante de los animales, pero pensaba que eran extremadamente útiles para la raza humana. Desde los bueyes que tiraban de la arada hasta los cerdos que durante siglos sirvieron para estudiar la anatomía del propio cuerpo humano (y que incluso él había utilizado en sus estudios), tenían su función en la vida y había que estar agradecidos por ello. Pero humanizarlos de aquella manera era algo completamente absurdo.

- Entonces te parece probable la hidrofobia. - apuntó Augustus - La pobreza, puede llevar a la desesperación... ¿pero a tanta locura como para atacar a un caballo de esa manera? Creo más probable que sea un caso de rabia.

Se dedicó a reflexionar ceñudo sobre posibles tratamientos, aunque sabía que no había ninguno eficaz. Simplemente eran paliativos. Lo que estaba claro era que si por aquella zona había alguien afectado por aquel mal, lo mejor que podían hacer era buscarlo y aislarlo para evitar que hiciera daño a nadie más.

La mención a la Royal Society, a la que algún día esperaba pertenecer, le hizo perder el hilo de su propio pensamiento.

- ¿Boletín? - preguntó curioso - ¿Qué boletín? Por favor, tío, explicad...

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12/12/2012, 15:38
Georgina Templeton-Sedley

Que felices estaban todos, daba asco ver la satisfacción dibujada en la cara del señor Butler.

Como de costumbre ocultaba su desagrado cumpliendo escrupulosamente con los modales. Degustó las viandas que se le servían, la cocinera de la casa era excelente y hacía milagros con los insípidos ingredientes británicos, pero su paladar se había educado con platos infinitamente mas vistosos y sabrosos, lo cual le dejaba una extraña sensación como de no haber comido desde que llegó a las islas.
Pensar en el regreso le hizo esbozar una moderada sonrisa que la hizo parecer más amable.

Sabía que su madre desaprobaba por completo su marcha pero no le importaba ni lo más mínimo. Años atrás tomo de forma unilateral la decisión de arrancarla de sus raices, de sus amigos y recuerdos, de su empresa... y no contenta con ello la metió dentro de esa infernal familia. Jamás se lo perdonaría, al principio podía entender que sus decisiones eran fruto del dolor y el duelo, pero el tiempo pasó y nada fue a mejor, era como si todo lo que tuviera que ver con padre o la India hubiera sido borrado de su mente, peor como si lo hubiera arrojado a un pozo y ella, su propia hija, no fuera más que un desagradable recordatorio, una molestia.
Si ella deseaba formar parte de esa charada sabrida que era la sociedad británica la animaba a que lo hiciera, al fin y al cabo era donde había nacido y crecido y puede que volver a los orígenes le hiciera sentir mejor, pero a Georgina no, ella era india así que no pretendiera arrastrarla con ella.

Miró al señor Templeton discretamente "Quizás...", pasó por su cabeza la idea de prometerse con él, parecía un hombre correcto y cabal, fiel a la empresa. Pensó en ello como en una conveniente transacción comercial, le observaría en esos días para analizarle mejor.

Brindó a la par que el resto aunque por sus propios motivos. Si alguien hubiera podido leerle la mente... ni el ácido era tan caustico.

El viejo empezó a hablar de la fiesta de presentación, las dos tontas de sus hijas resplandecían de alegría "Pobres ilusas, vuestro padre comerciará con vosotras como si fuerais caballos ¿Y luego que? permitir que alguien que no os ama se meta entre vuestras piernas para preñaros como se hace con las yeguas, alguien que solo os permitirá quedar decorativas en el salón"

Rapidamente apartó la vista de las gemelas, su estupidéz le estaba agriando la comida, y pensó en el vestido de la fiesta. Lo tenía claro, tafetán amarillo y muselina blanca. El chal sería uno de sus lujosos "saris" y se haría un turbante a la moda con alguna de las sedas que trajo de su tierra. Ya que era su presentación pues... pensaba hacerlo a lo grande. Sabía que no era muy guapa pero pocos podrían igualar el lujo de su indumentaria, al fin y al cabo se trataba de atraer interesados y que mejor reclamo que el dinero...

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12/12/2012, 18:56
John Connor

Las palabras del Mayor comienzan a aportar información sobre los habitantes del fuerte. Todo al principio parece en armonía, pero conforme pasa el tiempo comienzan a verse los detalles que marcan la diferencia. Sobre todo entre las personas. Cotton era un hombre que parecía no temer a abrir la boca. Sin duda su graduación le confería cierta inmunidad, pero su aspecto campechano daba confianza.

Lo que ya no le agradó mucho fue el comentario sobre el amigo del hijo del Coronel, el Teniente NorthCott. - Agradezco su sinceridad Mayor y de buena gana acepto sus consejos - Connor tenía la sensación de que aquel hombre podría hablar demasiado si se le acompañaba durante un buen rato y varias pintas de cerveza.  Connor decidió arriesgar y lanzar una propuesta - Mayor, me llenaría de orgullo poder invitarle a un refrigerio cuando Usted disponga. Soy nuevo y alguien como Usted puede ponerme en contacto con el lugar. Por favor, confío en que sepa entender mis palabras y disculpe mi atrevimiento. Por supuesto, entenderé si no es de su agrado - Narcisus parecía disfrutar con la situación. Su rostro que hasta ahora se había mantenido sombrío, reflejaba un esbozo de sonrisa gratificante. Connor decidió aprovechar la oportunidad.

- El Capitán Strafford se ha ofrecido a mostrarme el campamento y presentarme a los oficiales más destacados - Connor seguía con su intento de ganarse al Mayor - Él ha aceptado mi propuesta y si le parece nos acompañaría llegado el momento de tomarnos el descanso. Aunque, primeramente, debo conseguir mi objetivo con los soldados, como es mi deber -

Una vez que Cotton de su respuesta, no queda otra cosa que decir: - No deseo quitarle más tiempo Mayor, y gracias de nuevo por su consejo, lo tendré muy en cuenta -

Notas de juego

A ver si metiendo a Narcisus en el ajo le cae algo de marrón a él, jejeje

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13/12/2012, 17:36
Sir Barnabas Morgan

El tío Barnabas encendió su pipa y comenzó a aspirar para avivar las llamas. Cuando su sobrino preguntó, él compuso un aire bastante sombrío. Al cabo, respondió de manera reflexiva, casi mirando por la ventana. Su expresión adusta lo hacía más melancólico si cabe.

-Ha ocurrido algo muy singular. La Royal Society emite una gaceta mensual, como sabrás, con resultados de investigaciones y novedades científicas. Pues bien, este mes han publicado dos. En la primera, un científico llamado Harold Stanton, de Manchester, hablaba de una extraña epidemia que se estaba propagando. El origen parecía venir, curiosamente, del mono. Concretamente, de un mono traido desde las selvas de Guinea por un oficial de la Royal Navy. Según este científico... el morbo provocaba la muerte del sujeto, al menos en apariencia. Luego regresaba, al cabo de unos minutos, preso de una extraña catatonia y con una voracidad imparable. El sujeto había perdido sus funciones cerebrales, y se hallaba en un estado muy parecido a la lobotomía frontal, perdiendo la noción del dolor y otros reflejos básicos del hipotálamo. Solo un hambre voraz, aunque la autopsia reveló que no digería apenas los alimentos.

Dió otra calada a la pipa, mirándole.

-Lo más extraño es que en el número extraordinario de hace cinco días, desmentían la aparición de esta enfermedad, calificando de estupidez el trabajo de Stanton. Llámame paranoico, pero los sucesos de Peterloo y esa extraña enfermedad  pueden estar relacionados. Quizá este vacilo es muy contagioso, y quizá por eso haya tanta agitación a nivel gubernamental con el tema de salud. Antes de salir de Leeds llegó a mi mesa un proyecto de cuarentena médica que el gobernador me obligó a firmar, dando poderes al ejército en caso de una pandemia. Me pareció una locura, y un exceso de previsión. Pero quizá tu caballo fue mordido por uno de esos infectados lobotomizados. Dios no lo quiera.

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13/12/2012, 17:51
Lady Marion Butler

Lady Marion rompió el idilio tirando la copa de vino al suelo. Uno de los camareros se apresuró a recogerla, pero ella se levantó, entre furiosa y triste. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

-Sois... sois despreciables. ¿Como podéis desear algo semejante para mi hija? Un viaje tan largo, tan peligroso. Una vida incierta lejos de aquí.

Miró a su hija, como si la apuñalara con los ojos.

-Mi felicidad nunca te ha importado. Gracias por dejármelo claro.

Luego se marchó, llorando.

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13/12/2012, 17:57
Director

Cotton negó, como si no fuera molestia. Luego se ofreció a acompañarle a los barracones de la compañía B, donde el sargento de guardia estaba limpiando su espontón. Le mandó reunir a la tropa, y el tambor tocó a reunión en el patio de armas. Los dos pelotones de 50 hombres de la compañía B formaron en un único bloque. Los soldados tenían los fusiles apoyados en el hombro, aguardando ordenes.

El capitán se entretuvo en mirar sus rostros. Muchos eran jóvenes, otros tenían en torno a los 30 años, y alguno más de 40, imaginaba que le faltaba poco para jubilarse. Entre ellos, había varios que lucían alguna medalla. El teniente Northcott se acercó al mayor y se cuadró, saludándole.