Partida Rol por web

Una voz conocida llega a tus oídos a pesar de todo el caos reinante en los tejados.

- Maldito dindavara, cada vez me pones más difícil cuidar de ti... Espero que esa explosión no te haya alcanzado de lleno. - Protesta Henry en el segundo piso de la casa por la que habéis subido Areth y tú.

El hombre que había acompañado al Rey Sombra y su aprendiz por fin se decide a tomar la palabra.

- ¡Suficiente, maestro Ledoma! - dice con el fuerte tono de una voz cargada de autoridad. - Ya basta de esta charada... Desde ayer han muerto demasiados de los nuestros por culpa de este experimento suyo. Atrape a estos dos hombres y ellos nos llevarán hasta Asceltis.

Al otro lado de la calle, la mujer levanta su mano rápidamente, evitando que su guardaespaldas lance el cuchillo que tenía preparado hacia Oligis. Sin embargo, su mirada de odio por el Rey Sombra no se relaja lo más mínimo.

¡Este hombre es un necio! ¡Justo cuando tenía garantizada la infiltración entre las gentes de Asceltis!

No puede creer que La Mano cometa una torpeza semejante ante la posibilidad de neutralizar a un par de miembros más de su Gremio de Asesinos, pues seguro que Leena Henders tiene recursos más que sobrados para huir cuando se viese sobrepasada. Todo su plan maestro de fingir un cambio de bando, simular el asesinato del Gran Maestro y camuflarlo como uno de sus propios secuades, todo el teatro fingiendo ceder ante las seductoras insinuaciones de Asceltis...

¡Todo frustrado para esto!

Porque capturar a un par de matones no les va a llevar a ninguna parte, ya interrogó en persona a uno de ellos y no sacó gran cosa. La única forma de llegar a Asceltis era formar parte de sus seguidores. Y ahora todo esta perdido.

Puede que La Mano sea un fabuloso combatiente, pero es un patán a la hora de trazar estrategias...

De todos modos, a estas alturas no le queda más opción que seguir sus órdenes. Bastantes enemistades se ha creado ya degollando a Rallick, la mano derecha de Henders, para dar verosimilitud a su coartada como traidor.

La Mano asiente al ver a su súbdito volverse hacia Areth y él mismo desenvaina sus dagas mientras da un paso hacia Yi Fan. Henders hace un gesto a sus secuaces y el hombre de la espada corta vuelve a saltar hacia vuestro tejado, al otro lado del boquete que ha dejado la explosión en el edificio, utilizándolo como medida de seguridad por si el Rey Sombra decide volver a cambar de bando.

El otro asesino vuelve a alzar el brazo con su cuchillo arrojadizo, pero esta vez el objetivo es Areth.

La trampilla de la casa por la que subieron Yi Fan y Areth se abre súbitamente y un nuevo contendiente aparece. Desarmado, observa rápidamente la situación. - Maldita sea, Yi Fan. Cuando Asceltis me dijo que te protegiese no esperaba que te fueras a meter en tantos líos...

Mira hacia la Mano y a Hannah a su lado mientras asiente con la cabeza en un gesto desafiante.

Profundamente frustrado por la situación, algo mareado por la explosión. Me siento utilizado, vapuleado, y muy, muy cabreado. Y para acabar de rematar la faena, ¿quién creen ustedes que aparece de la nada? -¡¡El mariposón!! -exclamo- ¡Ya sólo falta mi tía Jacinta para rematar la faena!

Pero con Yi Fan tocado, y todo el mundo aparentemente empeñado en cortarnos en rodajas, puede que el fantoche travestido sea nuestro único apoyo en toda esta majadería.

En ese momento, al ver que soy el blanco de las atenciones de mis enemigos, me dispongo a vender cara mi piel, y llevarme a alguno por delante.

El dolor lacerante causado por el filo del acero del asesino al abrir la carne de su rostro deja al Dindavara aturdido y con su campo de visión lleno de destellos de luz que le ciegan.

Apenas es consciente de lo poco que le ha faltado para que ese tajo haya sido mortal, apenas es consciente de su propio contraataque, prácticamente un reflejo, y también presencia como un sueño la intervención del Rey Sombra, que termina con los dos asesinos embozados.

Yi Fan apoya una rodilla contra el techo, intentando calmar el súbito mareo que hace girar el mundo alrededor suyo. Un mundo en el que se suceden gritos, amenazas, explosiones, aullidos de dolor. Un mundo que no se va a detener para él, y en el que contempla la súbita aparición de Henry enfrente suyo, cosa que, por alguna razón, más que sorprenderle, le resulta totalmente normal.

Reacciona o muere.

El duelista Dindavara reacciona por fin. Obliga al mundo a detenerse en su giro perpetuo, traga saliva mezclada con sangre y se yergue. La mitad inferior de su rostro es una máscara sangrienta debido a la hemorragia que le da un aspecto salvaje.

¿Puedes contenerlos? No es una pregunta lo que dirige al sonriente asesino, sino que simplemente es una afirmación, ya que Yi Fan deja a Henry para que se las vea con la muchacha y el asesino embozado, para llegar junto a Areth y los dos juntos enfrentar al Rey Sombra, que de pronto, y tras ayudarles en un primer momento, se ha vuelto contra ellos.

Eso ha sido un error. Yi Fan piensa demostrárselo…

La Mano se mueve hacia Yi Fan, pero rápidamente, el recién llegado se lanza hacia él. Va desarmado, pero no parece importarle demasiado, ya que con más velocidad de la que el gran maestro asesino creía posible, Henry lanza una patada a la cabeza del embozado.

Aturdido por el impacto, la Mano da un paso atrás, tambaleándose. La cínica sonrisa de su oponente se acrecienta en el rostro, sabiendo que con otro golpe así, su oponente caerá pronto. Sin embargo, sonríe demasiado pronto, pues el asesino reacciona rápidamente y sin piedad, lanzando un profundo tajo al torso del hombre que corta su camisa y deja un reguero de sangre en el tejado.

Hannah se decide finalmente por uno de sus cuchillos y se acerca a los combatientes. Hace el amago de atacar a Herny, que tan sólo puede observarla sin perder su gesto de suficiencia y, en el último momento, gira la mano para clavar su cuchillo en el torso del asesino. La Mano la observa con sorpresa y mira de hito en hito al Rey Sombra.

- Oligis, has escogido mal... Deberías haber hecho caso a Asceltis - dice la chiquilla con cierto rencor hacia su maestro. - Al menos con tu traición me libraré de ti y no tendré que seguir aguantando tu presencia durante más tiempo. Aún no conzco todos tus secretos, pero sí los suficientes como para no estar completamente indefensa.

Mientras desafía a su maestro, observa de soslayo a la Mano, sabiendo que el veneno de su arma no tardará en hacer efecto. Al ver finalmente sus movimientos y escuchar su voz, Yi Fan reconoce en Hannah a la chica que vio con Asceltis esta mañana.

La Mano mira a Hannah con odio y se lleva la mano a la garganta, que empieza a hincharse rápidamente.

Mientras tanto, el combate entre el Rey Sombra y los dos enviados de Asceltis continúa a pesar de todo lo que sucede a su alrededor. Oligis se da la vuelta y lanza un tajo a traición a Areth: su daga se clava profundamente en el brazo, lo que hace que el guerrero ahogue un grito de dolor.

El guardaespaldas de Henders arroja otro de sus cuchillos a Areth, pero ese ataque sí lo había visto venir el guerrero y, a pesar de su dolor, se gira rápidamente para evitar que le impacte.

Yi Fan deja que Henry se encargue de la Mano y se dirige también hacia el Rey Sombra. Con un rápido golpe de su dinda, lanza un tajo que habría amputado el brazo de alguien con menos entrenamiento. Pero Oligis es un maestro asesino y los años pasados entrenando con sus dagas le dan la velocidad de reacción que necesita para desviar ligeramente el filo de la espada del dindavara. No lo suficiente. El acero forjado siguiendo antiguas tradiciones corta limpiamente el arma del asesino, que cae al suelo inútil cuando el brazo de Oligis queda incapacitado por el impacto.

Leena Henders, viendo cómo se está desarrollando el combate, salta también al tejado seguida por su guardaespaldas.

El truculento Rey Sombra observa su entorno durante unos instantes, mientras su sucio, retorcido y traicionero cerebro hace aceleradamente los últimos ajustes al balance de fuerzas, de potenciales aliados y enemigos, ponderando el nuevo equilibrio entre ambos bandos…

Su aventajada alumna favorita, Hannah, que se había convertido en su mano derecha, acaba de revelar que es una agente de Asceltis infiltrada en su propia banda. Eso explica muchas cosas, hace tiempo que empezó a sospechar de ella pero nunca tuvo pruebas de nada concreto… sin embargo ahí la tienes, acaba de emplear un veneno muy especial para atentar contra el legendario Gran Maestro conocido como La Mano. Y lo mejor es que aún puede que se salga con la suya. En el fondo, pese a las palabras de rechazo que acaba de proferir, no puede evitar sentirse orgulloso de ella. Recuerda perfectamente el momento de enseñarle la fórmula de ese veneno, la Leche de la Reina Sepulturera, no hace muchos días, tan secreto que puede costarle la vida si se difunde en determinados círculos que sabe fabricarlo. Pero pese a su impresionante efectividad, no es el mayor de sus recursos. El sibilino Rey Sombra todavía tiene otro mejor.

Esta chica vale mucho, pero si encima elimina a La Mano de un plumazo, es que la adoro…

Por otra parte, la Gran Maestra Henders y sus dos guardaespaldas, también Maestros del Decimosexto Gremio, acaban de lanzarse a la batalla saltando el callejón y acercándose por fin. Eso los pone al alcance de cualquiera en este tejado. El balance de fuerzas se inclina…

Tanto, que el traicionero Maestro Oligis Ledoma, más conocido por su apodo de Rey Sombra, decide cambiar una vez más su apuesta en este peligroso juego. Puede que todavía esté a tiempo.

Está herido, ha perdido el uso de una de sus manos y sangra profusamente por ese corte que se le ha llevado media oreja… pero su fuerza no está en las armas. Está en su malicia. Alza la cara y observa la dirección y la fuerza del viento. Calcula su posición relativa con respecto al resto de combatientes en este encarnizado enfrentamiento. Y sonríe.

Entonces contiene la respiración y abre un compartimento oculto en el mango de su última daga, trazando un amplio arco ante sí, a sotavento, en dirección a Leena Henders y su gente.

Y tras eso se repliega a la defensiva, con intención de evitar cualquier ataque, sólo apuñalará a quién venga directamente a por él. Si todo sale como tiene previsto, no va a necesitar hacerlo.

Oligis saca la daga del brazo de Areth y pulsa algún botón escondido en ella para liberar un extraño polvo al aire, esperando que el viento lo arrastre en la dirección adecuada. Por esta vez, el taimado hombrecillo parece tener suerte y la nube de polvo es arrastrada hacia Leena Henders y uno de sus secuaces.

El grito de aviso de Hannah os informa del peligro de ese polvo. - ¡Alejaos de ahí! - Pese a que la aprendiz del Rey Sombra no sabe preparar el veneno que su maestro ha dispersado, sí lo ha leído lo suficiente sobre él como para entender sus efectos.

Con una maquiavélica sonrisa en los labios, el Rey Sombra contempla como la nube de muerte se extiende ante él... mientras recula cautamente, dispuesto a eludir cualquier ataque. Ahora, apenas tiene que esperar unos instantes.
 

Nada más ver el arco de polvo que despliega en el aire el Rey Sombra desde el mango de la daga con la que ha apuñalado a Areth, Yi Fan, aunque nada sabe de venenos, sí comprende algo esencial.

Esa nube de polvo significa la muerte.

Así lo confirma el grito de Hannah, que acaba de revolverse contra su aparente maestro, el embozado conocido como La Mano, que sufre los letales efectos del veneno del arma de la joven, a la que por fin reconoce el Dindavara como otra de las agentes de Asceltis.

¿Y el Rey Sombra? A pesar del tajo causado por la Dinda de Yi Fan, y que si no lo hubiera desviado en el último instante le hubiese cercenado el brazo, todavía conserva fuerzas para lanzar ese veneno al aire, en principio dirigido hacia Leena Henders y sus escoltas, pero ahora sujeto a los caprichos del viento de esta soleada mañana de verano.

¿Debe considerar al tal Ledoma como aliado o como enemigo? Su comportamiento es totalmente impredecible. Pero ahora no hay tiempo de pensar en eso, lo importante es alejarse lo más posible de esa nube mortal que se extiende ante ellos…

¡Demonios del Averno! Ahora, una nueva maldad. ¿Polvos mágicos, venenos? Y lo que es peor, todos estos inconscientes, ¿se quedan parados como pasmarotes, esperando a que la muerte les alcance? Alguien criado en el campo, como yo, sabe que no puedes fiarte de algo tan caprichoso como el viento y las mujeres. Ahora soplan allí, y al siguiente momento, te han envuelto sin remedio.

Si Henders sale con vida de ésta, el misterioso rey Sombra tendrá que lidiar con ella.

Y mi compañero, con ese absurdo sentido del honor que consigue llevarse por delante el instinto de autoconservación, estará dispuesto a dejarse hacer lonchas antes de huir de una mala pelea. Pero yo no tengo tantos amigos, y no voy a dejar que el número baje más. -Lo siento por tus costillas, amigo Yi. Pero tú no te vas a quedar frito en este tejado de mierda...

El ladino Rey Sombra se agacha en una pose claramente defensiva, casi pegándose al tejado y extremadamente pendiente de los avances de la nube de veneno, siempre a merced de un cambio en las corrientes de aire... Pero no puede abandonar los tejados ahora, antes debe cerciorarse por completo de que tanto Leena Henders como La Mano ya no se encuentran entre los vivos. O jamás podrá volver a dormir.

Además, todavía queda uno de los guardaespaldas de Henders en pié. Y está la pequeña Hannah. Habrá que ver cómo reacciona a la genial jugada de su Maestro.

- Muy bien, pequeña, has actuado justo como debías hacerlo - miente descaradamente - Era la única forma de atraer a la Gran Maestra Henders a mi alcance. Pero no te confíes aún, ese cabrón de La Mano todavía es peligroso... te ayudaré a despacharlo definitivamente.

La nube de polvo llega hasta la gran maestra y su guardaespaldas ante la atónita mirada de la mujer. Sin tiempo a reaccionar, aguantó la respiración. Sin embargo, el polvo asesino Opteka no afecta a sus víctimas por los pulmones. El arma más letal del maestro Ledoma es capaz de segar una vida con el mero contacto.

Casi en un instante, Leena Henders se desplomó sobre el tejado del edificio. Su secuaz no tuvo tanta suerte... El veneno penetró en su boca y sus pulmones y a penas tuvo tiempo para abrir desmesuradamente los ojos ante el efecto de la droga. La sangre salió casi simultáneamente por su boca, nariz y oídos mientras todo el organismo del asesino colapsaba en pocos segundos.

Areth se lanza sobre Yi Fan para separarle de la zona anegada por el veneno, pero el dindavara ya está en movimiento. En ningún momento su honor le obliga a quedarse a morir de forma inútil. Oligis no tarda en seguirles al ver que no realizan ningún acto ofensivo en su contra y los tres os alejáis de la zona por la que se extiende la nube de muerte.

Cuando estáis a una distancia prudencial miráis a vuestro alrededor: La Mano está tumbado en el tejado, con su garganta hinchada sangrando profusamente y completamente quieto; ni siquiera su pecho parece moverse con la respiración. Henders, inconsciente rodeada por el polvo Opteka no es probable que dure mucho. El asesino restante, horrorizado por el destino de su compañero, sale corriendo por los tejados, alejándose tanto de vosotros como del polvo mortal.

Oligis se acerca a Hannah y la felicita ante el ceño fruncido de su aprendiz. Henry, sin perder su cínica sonrisa, no pierde de vista al asesino ni por un momento. Mientras os miráis unos a otros, tensos, el tejado de la casa empieza a crujir. No parece que la estructura dañada por la explosión provocada por el asesino vaya a aguantar mucho más.