Partida Rol por web

Las voces en la puerta de tu dormitorio te despertaron bruscamente. Por la escasa luz que se cuela por tu ventana dirías que hace poco que ha amanecido, puesto que el Sol a duras penas tiene suficiente intensidad como para atravesar el fino visillo de tela que oculta tu habitación de miradas indiscretas desde la calle.

- ¡...no puede pasar! ¡Habrase visto! - la voz de la criada parece reprimida para no elevarse tanto como para despertarte, pero aún así no consigue ocultar su indignación.

- ¡Oh, cállese! - Contesta otra mujer, con una voz que te resulta familiar. - Le digo que es importante, y si no me cree vaya a buscar a Irina o Stepjan. Pero no será la primera vez que vea a Ilsa en la cama.

Zorya. Sólo ella puede ser tan descarada como para hablarle así a cualquiera. Pero, ¿qué hace aquí? Y, ¿por qué no han sido tus dos sirvientes de confianza quienes la han recibido?

Te fuerzas a desperezarte y te levantas rápidamente de la cama. No tienes tiempo para ponerte una bata, porque la puerta se abre de repente y te encuentras a la joyera colándose en tu habitación ante la cara enojada de una de tus sirvientas.

- ¡Por dios, Ilsa! - dice tu compañera de Cerberus al verte. - Dile que se vaya porque no respondo de mí... Sabía que Irina y Stepjan eran eficientes, pero no pensaba que fueran los únicos con dos dedos de frente en tu servicio.

Despides con un gesto a la mujer que se retira enojada y te giras hacia Zorya.

- ¡Vamos! ¿A qué estás esperando? ¡Vístete! - te apremia. - Hemos encontrado a Alder saliendo de una casa en los barrios medios. Stepjan está siguiéndole mientras Irina avisa a Eric y Biza... - te explica. Después de todo, tus dos compañeros son también miembros de Cerberus. - El hechicero iba armado con un enorme alfanje y, por la información que me han dado, no parecía tener cara de buenos amigos... Bueno, aún menos de lo habitual - señala, ya que el hombre de los huesos de hierro no se caracteriza precisamente por su rostro afable.

Ilsa se azora ligeramente ante la inapropiada entrada de Zorya, pero sin duda la causa de ello justificaba cualquier vulneración de las normas sociales. De modo que se vistió rápidamente con un vestido de una sola pieza fabricado en lino y se ató un cordel en la cintura. No tuvo tiempo de peinarse adecuadamente, de modo que se pasó rápidamente la mano por el pelo, luchando por alisárselo lo antes posible Respecto al vestido, si salía volando a una altura inadecuada podía provocar cierta agitación en la soldadesca, pero debía darse prisa. Tomó su zurrón y se lo ajustó a la espalda, entre las alas, que agitó rápidamente como para desperarse por la mañana. ¡Hoy no habría desayuno ni ceremonias!

-Gracias por avisar, Zorya. ¡Vamos!

Mientras avanzaba por el pasillo hacia la salida de la casa se sintió avergonzada por tener a sus sirvientes trabajando mientras ella dormitaba en la cama. No obstante, el agotamiento del día anterior y la tensión acumulada iba haciendo mella en ella. Tampoco pudo evitar recurrir a la absenta la noche anterior para quedarse dormida. De algún modo se había convertido en su modo de conciliar el sueño, lo cual, era consciente de ello, no era el modo más conveniente de caer en los brazos del sueño. Pero ese descanso gris y nebuloso era a lo único a lo que podía aspirar por ahora. Se acercó rápidamente a la cocina para beber una infusión fría que mitigaría su resaca.

-¡Estoy lista!- Dijo de pronto. -¡Veamos qué pretende ese malnacido!- Gritó sin concesiones.

Salís de la mansión corriendo ante el asombro de tus sirvientes y de alguno de los viandantes que os ven. No puedes evitar plantearte qué habrías pensado hace unos meses de haber visto a dos maestras de sendos gremios salir tan precipitadamente de una casa.

Reprimes las ganas de echar a volar sabiendo que Zorya no podría seguirte y la necesitas para indicarte las direcciones, pero la lentitud de la carrera en relación al vuelo se hace casi insoportable. Finalmente, tu compañera se para al llegar a una de las calles principales, jadeando agotada.

- Stepjan se fue por allí - te indica la dirección, señalando hacia el gremio de hechiceros. - Ve volando, yo no quiero ralentizarte más.

Asientes sin pararte. Después de todo, tus huesos huecos te aligeran lo suficiente como para que no te canses con facilidad, además de permitirte volar. Sin tu amiga no habrías podido llegar hasta aquí, pero ahora el destino de Alder parece bastante seguro. Despliegas tus alas y te elevas por encima de los edificios de la ciudad.

Mientras vuelas hacia el gremio, algo llama la atención en un pequeño callejón a pocas manzanas de tu destino. Desciendes ligeramente, girando en el aire como un ave rapaz que observa a su presa, hasta que distingues una silueta agazapada junto a una casa. El sujeto levanta la cabeza y agita la mano hciéndote señas para que desciendas.

Das una vuelta más para asegurarte de que se trata de Stepjan antes de aterrizar a pocos metros de él.

- ¡Ilsa! Me alegra que Zorya te haya enviado tan rápidamente... - dice rompiendo todos los protocolos. - He seguido a Alder hasta aquí, pero estoy seguro de que me ha visto. Entró en ese edificio hace unos diez minutos, pero no me he atreviso a seguirle al interior, porque probablemente me haya preparado algún tipo de trampa. Sin embargo, estoy convencido de que no ha abandonado ese lugar.

Observas la casa con atención, una pequeña vivienda privada. Si Stepjan está en lo cierto y Alder sabía que le estaba siguiendo, probablemente haya hecho bien en no entrar ahí. Te dispones a decírselo a tu compañero cuando, de repente la casa en la que se había escondido Alder estalla por los aires cubriendo el cielo de llamas.

Ilsa se queda completamente estupefacta. El fuego de la vivienda se refleja en su piel oscura  y en sus ojos, quedando el instante petrificado como en una escultura antigua. La hechicera apenas puede proferir palabra. Pero al cabo de un instante recuerda las palabras de Jackson, allá sobre el hospital

-[...] si yo quisiera acabar con ese hechicero y con tu tela de araña, atentaría directamente contra el edificio al completo.

- La clase de loco que quiere acabar con un hombre sin importarle las consecuencias, que quiere asesinar a alguien pero carece de las habilidades para hacerlo sin ser detectado. La clase de loco que yo no dejaría actuar aquí.

Ilsa, por tanto, imagina que se trata de Jackson y los suyos quienes están implicados en esto. Tal vez Merak. En cualquier caso es prioritario irse de allí sin llamar demasiado la atención, de modo que azuza a Stepjan.

-Rápido, tenemos que irnos de aquí ya. No pueden verme relacionada con una catástrofe semejante. No ahora.- Ilsa piensa en el tedioso interrogatorio que el Sargento Fiannar podría dedicarle, junto con una Emma deseosa de participar en el escarnio.

Su sentido de la dirección no es especialmente bueno en tierra, de modo que deja que sea su siervo el que la guíe lejos del desastre.

-Debemos ir a la sede del gremio.- Dice a todo correr.

Stepjan se queda parado, como petrificado ante el fuego que empieza a salir de la casa y, cuando haces amago de alejarte, te sujeta del brazo.

- Ilsa, mira... - te dice sin más, señalando la casa que acaba de estallar.

Te vuelves un momento antes de alejarte hacia la sede de tu gremio y ves lo que ha llamado la atención de tu sirviente y antiguo amigo: el fuego que rodea la casa empieza a tomar forma y a alzarse hacia el cielo, tomando la forma de un humano de un inmenso tamaño.

Alguna vez has escuchado hablar de este hechizo, el conjuro más poderoso de la escuela de los danzallamas, al alcance sólo de los hechiceros de mayor poder. Sin embargo, nunca habrías imaginado que nadie estuviera tan loco como para lanzarlo en medio de la ciudad. Mientras observas anonadada al gigante de fuego, recuerdas las palabras de Jezz, contándote cómo Alder ensayaba constantemente dos bailes de larga duración. Sin embargo, sólo ahora, al ver el efecto del conjuro, se te ocurre pensar en qué dos hechizos podrían estar asociados a ese baile: la sintonización definitiva con su escuela y la creación del gigante que ves ante ti.

Los gritos empiezan a escucharse a tu alrededor y por fin consigues reaccionar, mientras el enorme humanoide señala hacia la sede de tu gremio y de su brazo surge una enorme bola de fuego.

Ilsa palidece al contemplar la inmensa figura de la criatura. Una angustia absoluta se acumula en su interior al ver cómo señala hacia la sede del gremio que no se halla lejos. Sin pensarlo, la lenguatormentas eleva el vuelo y sale hacia Alder buscando la espalda de la criatura. Su objetivo es en primer lugar localizarlos y en segundo comprobar que no porte alguno de esos artefactos venidos de los Truil en su cuerpo, si es que tal cosa es posible. Ya en el aire se acerca a toda velocidad a la casa tratando de localizar a Alder. Sofocada y con los nervios palpitando a lo largo de todo su cuerpo, la incertidumbre de lo que se avecina la abruma, pero no puede permitir que ese monstruo destruya la ciudad entera.

Con el corazón acelerado, levantas el vuelo hacia el gigante de fuego, que sigue alzándose sobre la ciudad hasta alcanzar una altura próxima a treinta metros. A pesar de su tamaño, se mueve con movimientos gráciles que de alguna forma te recuerdan a los de Alder.

Durante un momento, desvías tu atención para observar el edificio del Gremio de Hechiceros. El fuego lanzado por el gigante no parece haber incendiado nada demasiado serio, pero el caos generado empieza a ser evidente cuando los gritos se empiezan a elevar en el aire y la gente empieza a correr en todas direcciones.

El gigante da un paso hacia delante y se inclina sobre el gremio, lanzando un puñetazo sobre su tejado que deja algunos restos de fuego en la estructura. Esperas que no tarden en apagarse mientras vuelves a centrar tu atención en la criatura ígnea. Planeas a su alrededor, tratando de atisbar al hechicero que la ha invocado en el interior de la casa, pero las brillantes llamas te ciegan lo suficiente como para no poder ver a través de ellas.

Cuando el calor empieza a ser molesto, te separas del fuego sólo para darte cuenta de que la cabeza de la gargantuesca criatura se gira hacia ti. - Maestra Svletana... - escuchas una voz que parece crepitar como la leña de una chimenea. Sin embargo, no parece tener la más mínima intención de conversar, y ves cómo un nuevo rayo ígneo se empieza a preparar, esta vez apuntando en tu dirección.

Ilsa siente cómo el terror va haciendo mella en su voluntad y siente la necesidad de escapar de esa figura gigantesca que ahora pronuncia su nombre. Desesperada por no localizar a Alder en la casa, se ve incapaz de afrontar la lucha contra ese ser. La hechicera es consciente de que su única posibilidad reside en resguardarse entre los edificios para evitar ser calcinada, de modo que cae vertiginosamente hacia ellos con el propósito de parapetarse detrás.

Desciendes al nivel de la calle para protegerte entre los edificios mientras el gigante vuelve una vez más su atención hacia el gremio. Con su gran envergadura alcanza fácilmente el edificio, que destaca sobre todos los adyacentes.

Miras hacia abajo y ves correr a Stepjan, que levanta su cabeza al verte.

- Voy a buscar a Eric - exclama. - Vendré con refuerzos enseguida... ¡Ten cuidado!

Sin embargo, ante el horror de fuego que se alza sobre vuestras cabezas, incluso los guardias de la ciudad han salido escapando, tal y como has podido ver mientras descendías.

Ilsa observa como Stepjan se marcha con un grado de confusión tan grande que apenas puede decir palabra. No sabe muy bien cómo podría ayudar Eric a esta situación. Ilsa solo necesitaba ver a Alder un segundo, aunque el riesgo, personificado por una titánica figura de fuego más grande que cualquier edificio de la zona, representaba un obstáctulo suficientemente terrorífico como para sentirse superada por las circunstancias. Destruir las paredes del edificio donde estaba metido el hechicero tampoco parecía la mejor alternativa, pues eso le dejaría como un blanco fácil...

Además, había revelado su presencia.

De modo que Ilsa quedó paralizada durante unos instantes mientras trataba de pensar qué podía hacer. Al final se decidió a mirar en dirección al gigante y buscar el modo de llegar a la casa del modo más rápido posible, aún a riesgo de ser vista por la criatura. En los momentos en los que estuviera dedicado a la destrucción tal vez tuviera oportunidad de moverse y alcanzar el edificio. Una vez allí, si lograba encontrar a Alder, ya pensaría qué hacer.

Te acercas a la casa por un lateral mientras ves cómo el gigante te ignora para centrar su atención nuevamente en el edificio del gremio. Incluso en la distancia, los gritos de terror llegan hasta ti sin dificultad y no te cuesta imaginar a todo el mundo corriendo mientras trata de escapar de allí. Un escalofrío recorre tu espalda al recordar la biblioteca, que probablemente sea una de las salas más sensibles al fuego dentro del edificio, De llegar a arder, la pérdida para la cultura de toda la nación podría ser terrible.

Pero no tienes mucho tiempo para pensar en ello. El edificio al que te acercas está completamente consumido por las llamas y parece imposible acceder a él sin que el fuego acabe contigo. Vuelves a replantearte tus opciones derribando una de las paredes cuando sientes un dolor agudo en la espalda. Te estiras de golpe y escuchas un sonido metálico a tus pies. Una daga manchada de sangre, tu propia sangre, rebota sobre la acera.

Cuando alzas la cabeza ves a un hombre encapuchado en lo alto de un edificio próximo, que te mira mientras algo reluce en su mano. ¿Asesinos? ¿¡Ahora!?, piensas desesperada. Pero el hombre no es lo único que llama tu atención. No muy lejos de él reconoces el aleteo familiar de tu antiguo amante y ahora rival Merak y sabes que su presencia aquí no puede ser coincidencia.

Ilsa siente una punzada de terror cuando ve su mano cubierta de sangre y progresivamente el dolor que la inunda le revela que se trata de su propia sangre. La presencia del asesino no hace sino complicar todavía más la situación. Si se trata de una de las facciones enfrentadas, sin duda el propósito es defender a Alder o, lo que es peor, permitir que sea Merak el que lo destruya para lograr sus propios propósitos. La presencia de su ex-amante la inunda de sentimientos, donde la ira pasa a convertirse en el más poderoso. Entonces, atontada todavía por el dolor, observa a los tres objetivos y trata de sopesar qué conviene hacer. Recuerda unas palabras que le dijo uno de los maestros en combate, algo que en realidad a ella nunca le entusiasmó demasiado: "hay momentos decisivos para una batalla, que desequilibran la balanza para uno de los lados, según la elección que se tome". Desgraciadamente no recordaba mucho más acerca de estrategia y no era su punto fuerte. Ilsa era más pasional, más visceral, más salvaje.

Ilsa recoge la daga del suelo con un rápido movimiento, rezando para que no esté envenenada y busca parapeto en uno de los lados del edificio en que se encuentra. El asesino espera que salga volando, sin duda, y también alejarle del edificio en que Alder se halla. Merak pretende luchar contra Alder, piensa, aunque de momento es una conjetura que puede resultar fatalmente errónea.

-Mierda.- Dice.

Entonces, ante la posibilidad de que los tres sean una amenaza, trata de protegerse y con su propia sangre se mancha una de sus alas, dejando las plumas carmesí.

En vez de echar a volar corres hacia uno de los laterales, tratando de ponerte fuera del alcance de las dagas enemigas en uno de los soportales. Asomas la cabeza un momento para establecer línea de visión con el enmascarado y poder lanzarle tu hechizo. El hombre está desenfundando otra de tus armas y no parece dudar de su habilidad para alcanzarte pese a tu cobertura.

Mientras le observas ves una sombra por encima de ti que supones pertenece a Merak, que da la impresión de estar volando en círculos, pero no tienes tiempo de fijarte en él si quieres acabar con ese asesino.

Ilsa se queda completamente perpleja ante el asesino que la ataca sin cubrise adecuadamente a las posibles acciones de la hechicera. Recordó la máxima: "El sigilo destruye a la magia." Pero este individuo aparecía abiertamente ante ella, puede que buscando revelar la verdadera naturaleza de su poder a otros de su grupo que se hallaran escondidos. Ilsa no deseaba matar a nadie, no así, no de este modo, salvo a Alder... ya Merak. Pero a Merak desde luego no así, ni de este modo, ni completamente. Podría haberle revelado esa información a Oligis mucho antes, cuando aún gozaba de su confianza. Si lo hizo recientemente era con un objetivo muy concreto, toda vez que ya le había retirado su propio apoyo. Pero ese asunto tendría que esperar. Merak revoloteaba sin actuar.

No obstante, no podía consumir más tiempo dubitando.

-¿Qué tendrá planeado?

Se pregunta en voz alta, apenas audible antes canalizar la energía y mover los brazos, alterando la malla, el tejido aparente de la realidad, mediante su fuerza de voluntad... pero en el último momento detiene su ataque.

No tiene sentido. Si quisieran matarme utilizarían un sistema mucho más drástico. Este peón solo prentende entretenerme. Se grita a sí misma.

-¡MERAK!-Grita la hechicera sin precisar el sentido de ese grito. Quizá sin tenerlo claro. A continuación busca parapeto frente al lanzador del tejado.

Buscas un lugar donde ocultarte del hombre que está en los tejados cuando ves cómo su cuerpo se precipita por el lateral del edificio, salpicando la fachada de sangre antes de caer al suelo. Sorprendida, vuelves la cabeza hacia el lugar en el que se encontraba tu atacante unos momentos antes, sólo para ver cómo otro hombre, vestido de forma similar, guarda una espada corta en una funda que lleva colgada a su espalda.

El recién llegado te mira desde lo alto pero, al contrario que el anterior, no hace ningún gesto ofensivo. En vez de eso, inclina la cabeza en un respetuoso gesto de saludo justo antes de volver a ocultarse entre los tejados.

El hechicero vuelve la cabeza hacia ti. Parece no ver a los encapuchados que se están moviendo por los tejados y desciende hacia la calle, manteniéndose en el aire a unos metros por encima de tu cabeza.

- Ilsa... Apareces realmente pronto - dice con cierto tono de superioridad. - Si no te conociera, pensaría que sabías que esto estaba a punto de ocurrir...

Durante un momento se queda en silencio, como si estuviera evaluando qué hacer ahora que estás aquí. Finalmente parece adoptar un tono conciliador.

- Esa cosa está atacando la sede del gremio. Tenemos que pararlo, pero realmente no sé cómo... El origen de la criatura parece estar en esa casa, pero no he visto ninguna forma de entrar. Tal vez entre los dos podamos abrir un acceso por la parte trasera del edificio...

Mientras habla, sientes una nueva explosión de magia por encima de tu cabeza, seguida de una luz azulada. Miras hacia el cielo y ves a Biza, de nuevo con sus alas tras haberse sintonizado una vez más con vuestra escuela, invocando un rayo contra el gigante mientras vuela a toda velocidad hacia él, espada en mano.

Ilsa siente una descarga que recorre su espina a medida que Merak se acercaba a su lado. Cuando le dice esas palabras no puede evitar, a pesar de las circunstancias, un cierto alivio, pero pronto se va transformando en una tensión que la aprisiona. La cólera llega a dominarla, pero no quiere verter sus reproches sobre él, pues al fin y al cabo, la situación exige extrañas alianzas.

¡¡No dijiste que lo tenías dominado, Merak!! ¡¡Y ahora estás aquí diciendo que no sabes qué hacer!! Se dice.

La imagen de Biza empuñando una espada en el aire y lanzándose sobre un gigante de fuego le parece completamente irreal, como si de una historia mítica se tratase. La imposibilidad de la victoria es evidente, pero no hace sino ennoblecer todavía más, si cabe, la heroicidad de la hechicera.

-Debemos ayudarla. Sin más, se centra en la pared del edificio donde Alder se esconde y le lanza un rayo, tratando de derribarla.-¡Y hay que alejarse!- Dice mientras comienza a moverse- De lo contrario podría barrernos a los dos de un solo golpe.

Merak levanta la cabeza hacia el cielo y observa a Biza. El gigante lanza un manotazo hacia ella, pero la hechicera se aparta rápidamente haciendo un quiebro seguido de un rápido picado, como si llevase con las alas toda la vida en vez de sólo unas semanas, y los pesados movimientos del coloso ígneo no llegan a alcanzarla. Sin embargo, su rayo no parece haber hecho ninguna mella en la criatura.

- Poco vamos a poder hacer por salvarla - dice Merak con pesimismo a pesar de la exhibición de la chica.

Mira el lugar donde tu rayo ha golpeado y el mismo lanza el conjuro. Un haz de luz surge de su boca e impacta contra la piedra en el mismo lugar que tú misma atacaste hace un instante. El muro del edificio, cuya integridad ya estaba debilitada por la súbita aparición del gigante de fuego, se desmorona con facilidad.

- Pero ella sí puede hacer algo por nosotros. Si sigue distrayendo a esa cosa podremos entrar con facilidad - sugiere, negando con la cabeza al ver tu reacción. - Da lo mismo, una vez entremos ahí dentro estaremos a salvo del gigante. No podrá atacarnos sin arriesgarse a destruir toda la casa y a su creador con ella.

Sin más charla, da un pequeño salto hacia adelante, inclinándose mientras estira las alas en un movimiento circular para coger impulso.

Ilsa asiente mentalemente a las palabras de Merak. Por primera vez tiene aquí a su lado a quien otrora fuera su vida entera, aquél por quien habría renunciado a cualquier cosa, el sibilino embustero y embaucador que casi había terminado con su carrera, con su vida, con su mismo espíritu. Verlo de nuevo como maestro recurriendo a su magia, rozando con las plumas de sus alas las suyas propias la llenó de una inenarrable repugnancia interior. Y estar de acuerdo con él le resultaba todavía más doloroso.

¡Ah! TRAIDOR- Se gritaba en su mente una y otra vez, una y otra vez, mientras trataba de escabullirse del monstruo de fuego que no titubearía ni un solo instante en destruirlos a todos.-El destino hace extraños compañeros- Se dijo mientras avanzaba hacia el agujero abierto en la casa.

Estaremos a salvo del gigante... escuchó... Pero no de Alder y sus amigos, dijo, señalando al cuerpo del asesino que había caído. Por muchos hombres a su servicio que tuviese Merak... Entonces, mientras avanzaba y sentía el pavimento bajo sus sandalias, el calor en lo alto del edificio en llamas, la electricidad que recorría sus manos, la ira que llenaba su alma, cobró conciencia de un hecho que podría haber estado ahí desde el principio, una explicación de los ilimitados conocimientos del hechicero Merak, de su antiguo maestro, de su cálido amante... Eres del Gremio de Asesinos.

Dijo. No lo pensó ni como interrogación. Simplemente lo dijo, asombrada de su propio asombro, todavía inconsciente de tantas cosas. Todavía indefensa en muchas otras.