Partida Rol por web

Cuando la enorme puerta de la gran sala se abrió, Saga vio entrar al que era el Caballero en cuya presencia sentía menos ganas de estar. A pesar del aprecio que sentía por Shaka de Virgo, tras la batalla contra Hades no soportaba estar frente a él. Mientras Shaka caminaba por la habitación hasta situarse junto a él, recordó la terrible lucha que habían librado tiempo atrás bajo los Sales Gemelos en la que se vio obligado a utilizar la Exclamación de Atenea junto a Camus y Shura para derrotarle. Sabía que lamentaría eternamente haberlo hecho, pero ambos eran conscientes de que no  había tenido más remedio ya que no podía permitir que los Espectros averiguasen sus verdaderas intenciones bajo el riesgo de que hubieran hechado a perder sus planes complicando mucho las cosas a Saori a la hora de vencer al Señor del Inframundo.

Una vez junto a él Saga no sentía ningún deseo de ver el rostro de Shaka, pero su orgullo le impedía apartar la mirada de aquel que le había derrotado. Sin permitir que la cabeza de Virgo quedase ni un centímetro por encima de la suya, Saga le hizo un gesto a modo de saludo y después volvió a dirigir su mirada a Atenea. Pese a ser totalmente consciente de que estaba frente al más poderoso de todos los Caballeros, no soportaba recordar cómo le había vencido apenas sin esfuerzo pese haber estado respaldado por otros dos Caballeros de Oro. Géminis, para tratar de disminuir su vergüenza por semejante derrota, se decía a sí mismo que de haber llevado su Armadura Dorada en vez de la Sapuri, Shaka no hubiese podido vencerle. Sin embargo se auto-engañaba, pues sabía muy bien que, aunque era uno de los más poderosos de la Orden, probablemente jamás podría ganar en un combate a un Caballero como el de Virgo.

Para Saga los minutos se hacían horas en aquella sala mientras esperaban al último convocado. Estaba solo frente a la persona a la que había jurado lealtad y luego traicionado, y junto al Caballero que le había humillado en combate. Con la mirada fija al frente y la cabeza alta, Saga pensaba con rencor:

"Maldita sea, Shaina. Tuviste que llamarle primero a él... Shaka, una vez me humillaste, pero no volverá a ocurrir. Llegará el momento en que pueda demostrarte que soy un auténtico Caballero de Atenea y que mi poder nada tiene que envidiar a tuyo."

En ese momento no pudo evitar mirarle de reojo intentando percibir alguna sensación en el Caballero que tenía a su lado. Shaka era siempre muy frío, pero esperaba algún tipo de reacción. Al ver la seriedad de su rostro y el brillo de su Armadura, sintió como si estuviese junto a un verdadero dios.

"Shaka... Tan solo hay que estar en tu presencia para sentir el inmenso poder que emana de tu energía cósmica y la bondad de tu corazón. Sin duda los demás tenían razón, eres casi un dios. Ojalá yo hubiese sabido controlar mis emociones e impedido que la ambición hiciese presa de mí; tal vez habría sido un Caballero cuya grandeza se asemejase a la tuya..."

Cuando se quiso dar cuenta, Saga estaba con la mirada perdida, los ojos clavados en el suelo, incómodo, abatido. Los dolorosos recuerdos y sentimientos habían doblegado a su orgullo impidiendo que pudiese ocultarlos... 

Vaya, Saga.

Miro al caballero de Géminis sin expresión alguna, saludando con una simple inclinación de cabeza. Me acerco a su lado, y me inclino hacia Atenea, en una leve reverencia, para después sentarme al lado de Saga.

Sólo le miro una vez, y con un leve suspiro vuelvo la vista hacia Atenea.

Saga, nunca lo entenderás. Tan sólo con estar a tu lado me haces partícipe de tu malestar. El pasado ha de quedar siempre atrás, y hemos de centrarnos en lo que nos ocupa. Eres todo emociones y eso te vuelve vulnerable. Caballero de Oro de Géminis, ¿cuándo controlarás tu estado de ánimo?

Con semblante y actitud serena, trato de emitir las vibraciones de mi actitud, controlada, esperando que Saga las perciba y le influyan. Como enemigo era preferible tenerle visceral y lleno de sentimientos, pero ahora que estamos en el mismo bando, le necesito más templado.

- Saga, siempre es un placer encontrarse con los demás caballeros. No olvidemos que ahora servimos a la misma causa. Le hablo con voz suave y tranquila.

Las palabras de Shaka sorprendieron a Saga, sacándolo de su ensimismamiento. Lentamente miró al Caballero de Virgo, en cuyo rostro percibió una tranquilidad que le hizo relajarse inmediatamente. Las palabras, amables, resonaron en sus oídos aliviándolo. En seguida se dispuso a responder con un lento asentimiento de cabeza, mirándole fijamente a los ojos.

-Sí.

Su voz sonaba casi como un susurro, pero en cuanto pronunció esa breve palabra, se sintió mucho mejor, más seguro de sí mismo. La quietud y suavidad de Shaka hizo que recobrase la seguridad con la que se encontraba en su Templo hacía tan solo unos minutos. Miró de nuevo a Atenea.

"Gracias, Shaka. Sé lo que intentas. Si no controlo mis emociones, no seré útil a Atenea. Y esta vez no pienso decepcionarla..."

Al ver que eres reticente a hablar, continúa su discurso. Como bien sabes, pese a que Shaina tiene el corazón puro, y es quizás uno de los guerreros más fieles al Santuario y a Saori, el tacto nunca ha sido su punto fuerte.

-El motivo de su llamada no es nada grave, o eso creo. No obstante, Atenea me ha pedido que informe a los caballeros más poderosos del santuario que se personen ante ella- te dice, devolviéndote la mirada tras la máscara- Eso te incluye a ti, Dhoko, cosa que no creo que te sorprenda.

Con un gesto de cabeza te indica que la sigas.

-Os está esperando. Vayamos al Partenón sin perder el tiempo. Ella os dará el resto de indicaciones.

Partes junto a Shaina, hacia el Partenón, en completo silencio.

Al poco llegáis a la cámara del Gran Patriarca, templo de Atenea. Pentetráis en su lujoso recibidor, y paseáis sobre la abultada alfombra rojiza que conduce a una imponente puerta tras la que se encuentra Saori. En esa misma estancia, se halla la gigantesca estatua de Atenea, famosa en todo el mundo.

Shaina abre la puerta que conduce a la cámara de Saori, y te cede el paso, cerrando la puerta tras tu entrada. Aún debe acudir a dar órdenes a la guardia, así que no se demora ni un instante en acudir a reunirse con sus caballeros de plata y bronce.

Entras en la sala, a paso tranquilo, y te acercas al trono de Saori, en donde se encuentra sentada, sujetando el báculo de Niké.

Ante ella, se encuentran Saga, caballero dorado de Géminis, y Shaka, el semidiós y caballero de Virgo. Parecen haber estado intercambiando algunas palabras, aunque es inevitable percibir algo de tensión en el ambiente, quizás provocada por el incómodo silencio reinante.

Al poco, el tercer caballero convocado hace acto de presencia, presentándose ante vosotros el célebre caballero, Dhoko de Libra, uno de los míticos supervivientes no de esta última batalla en el Hades, sino de la anterior, lo cual le otorga un privilegiado reconocimiento entre todos los caballeros de Atenea.

Atenea se pone en pie, y se acerca a vosotros tres con decisión.

-Se aproximan tiempos difíciles- os dice- Y ahora mismo es cuando más os necesito. Ha tenido lugar una llamada harto extraña. He sido convocada para presentarme ante alguien, ante un ser al que nadie osaría negar su petición. Esta noche he recibido un mensaje directo desde el cosmos del ser más poderoso del universo, reclamando mi presencia de inmediato, y he de partir cuanto antes- os mira, antes de suspirar- Teóricamente no es más que una llamada pacífica. Quiero decir- se ruboriza- Por general no tendría miedo, o no debería tenerlo, pues si buscase entrar en guerra, lo habría hecho directamente, sin más preámbulos, y ahora mismo estaríamos todos muertos, pero de todos modos, que el Dios de Dioses te convoque para que acudas ante él, no deja de preocuparme- eleva la vista por un momento, antes de terminar- Os preguntaréis a dónde he de acudir, y os lo confesaré como cabeza de todo mi ejército del santuario. He de ir al Olimpo de los Dioses, a personarme ante Zeus.

Sólo mentar el nombre del Dios de Dioses la hace estremecer.

He saludado con una leve inclinación de cabeza a Dohko antes de que las palabras de Atenea me llenaran de asombro.

- ¿Zeus mismo os ha llamado? Es misterioso cuanto menos. No he visto cambios en el Cosmos antes de venir. Inclino la cabeza pensativo, suponiendo que he cometido un error y que he pasado algo por alto. Aunque eso no es lógico ni normal en mi.- ¿Cuáles son tus indicaciones señora? Supongo que Zeus no esperará realmente que vayas sola. Incluso en las reuniones pacíficas se lleva a la guardia personal.

Cuando entro en la sala donde está Atenea y mis compañeros me arrodillo ante ella, me levanto  y saludo con un gesto de la cabeza a mis compañeros mientras me incorporo a su lado.

¿Sólo estamos nosotros tres?

Escucho con atención a Atenea mientras habla.

¿Zeus?, ¿por qué quiere Zeus que ella vaya al olimpo?.

Miro a Atenea a los ojos y luego desvio mi mirada hacia mis compañeros.

¿Hemos sido escogidos para acompañarte en este largo viaje...o es que por el contrario tienes otros planes?

Cuando Dohko hizo su entrada, Saga le miró con seriedad. El Caballero de Libra, que había luchado en las dos Guerras Sagradas, era el más sabio de entre todos los de la Orden. Saga sentía un gran respeto por él al igual que todos los demás Caballeros, fuesen de Bronce, Oro o Plata. No le sorprendió en absoluto su llegada, ya que en el mismo momento en que Shaina le dijo que los tres más poderosos habían sido convocados, era evidente que el primero en quien Atenea habría pensado era en el viejo maestro.

"Por fin estamos todos." Pensaba mientras veía al Caballero inclinarse ante la diosa.

Tras oír las palabras de Atenea y percibir un tono de temor en su voz, Saga se estremeció.

"¿Zeus? ¿El padre de todos los dioses? ¿Qué puede querer de Saori? Quizás haya ocurrido algo mucho más grave de lo que pensaba..."

Tratando de disimular su sorpresa, Saga se apresuró a decir algo, al igual que sus compañeros:

-¿Qué necesitas que hagamos, Atenea?

Esperaba poder acompañarla ante el dios de los dioses, pero si ella tenía otros planes para él, los aceptaría sin oponer la más mínima resistencia.

"Ahora comprendo que llamase a los más poderosos de los Caballeros de Oro. Tal vez Atenea corra un grave peligro..."

Atenea esboza una sonrisa al ver vuestra determinación a hacer cuanto ella os pida por protegerla. No esperaba menos de quien considera son los mejores caballeros de todo su ejército. Escucha vuestras dudas y se prepara para responderlas todas con presteza.

-Habitualmente no se permite a ningún mortal acceder al Olimpo, donde solo Dioses o muy escogidos mortales pueden penetrar. Pero me he negado en redondo a acudir sola, y he expuesto la petición de que sin mis cinco caballeros de bronce no iría. Han accedido a medias: sólo podrán personarse ante Zeus dos de ellos, mientras los otros tres tendrán que quedarse a las puertas. No me quejo- os dice, encogiéndose de hombros- Me lo ha condedido sólo porque soy su hija predilecta. Ante cualquier otro Dios, doy por hecho que no habría cedido un ápice. Por eso no creo que vaya a suceder nada malo.

Se toma unos momentos de pausa para acercarse al trono, apoyándose en uno de sus brazos.

-Pero yo no me puedo ausentar por un tiempo indeterminado sin dejar el santuario a cargo de los mejores- os mira y os señala con su cetro- Y esos sois vosotros tres. Dhoko, quiero que ocupes mi lugar como cabeza del santuario en mi ausencia- da unas palmaditas en el respaldo, como indicándote cual es tu nuevo lugar-  Todos mis caballeros estarán a tus órdenes incondicionales. Pero no quiero dejarte una carga como esa a ti solo, y por eso vosotros dos, mis fieles santos dorados de Géminis y Virgo, asumiréis parte de ese liderazgo. Hay demasiadas tareas que llevar a cabo, pese a estar en tiempos de paz, y creo que vosotros tres sois los únicos a quienes podría confiarles el Santuario durante mi ausencia con la mayor tranquilidad.

"Además de que no me puedo arriesgar a permitir que un caballero tan poderoso como vosotros tres asuma el mando sin más, recordando experiencias pasadas. Prefiero las decisiones tomadas por el 'consejo de sabios' de los tres caballeros más poderosos e inteligentes, que no por el de uno solo. El poder ciega, la ambición se apodera de uno, pero cuando la responsabilidad se comparte, es más difícil ceder ante el mal".

La decisión de Atenea sobre quién la acompañará me toma por sorpresa.

- Entiendo que hay que proteger el santuario, y las razones que os llevan a dividir la tarea- una pequeña sonrisa indica que esta parte la entiendo más de lo que ella cree, ¿o quizá no? No deja de ser Atenea, hija de Zeus.- Pero creí que para vuestro viaje llevariais caballeros de oro. ¿De verdad confiais vuestra vida a los caballeros de bronce en tan arriesgada misión? Sé hasta que punto os son fieles, pero su poder no es el más fuerte para velar por vos.

La decisión de Atenea de acudir al Olimpo custodiada por los cinco Caballeros de Bronce decepcionó enormemente a Saga, quien sentía un gran deseo de verse cara a cara frente al dios de los dioses. Cerrando el puño con fuerza, pensó con preocupación:

"¿Los Caballeros de Bronce? Maldita sea... Atenea, estás permitiendo que tus sentimientos hacia Seiya nublen tu juicio. Si todo fuese una trampa, ellos no serán capaces de protegerte. Las numerosas batallas libradas hasta ahora les han covertido en unos dignos Caballeros, pero también les han dejado agotados y débiles. Creo que te estás equivocando..."

Además, la idea de quedarse al mando del Santuario junto a Shaka le resultaba inadmisible. No le sorprendía en absoluto que delegase sus responsabilidades en el Caballero de Libra y no le importaba demasiado estar a sus órdenes, pero tener que acatar lo que dijese Shaka o permitir que él cuestionase sus decisones era algo que no estaba dispuesto a aceptar. Una cosa era asumir la inferioridad de su cosmos y la derrota en el combate, pero otra muy distinta era la posibilidad de tener que rendir cuentas de sus actos a aquel que le había hecho quedar en ridículo. El aprecio que podía sentir por Shaka a pesar de aquello no impedía que se sintiese indignado. Miró de reojo al Caballero de Virgo.

"Estoy dispuesto a obedecer las órdenes del más sabio y antiguo de nuestra Orden, pero compartir el liderazgo con Shaka, quien goza de mayor favor del viejo maestro que yo, puede suponer que los dos se alíen dejandome a un lado o que desacrediten mis decisiones en favor del Caballero de Virgo. Debo andarme con cuidado."

Ante la decisión de Atenea, Saga dio un paso adelante y elevó su voz con indignación:

-Atenea, Seiya y los demás son grandes Caballeros, pero no creo que sean los más adecuados para protegeros en esta misión. La última batalla les ha dejado al límite de sus fuerzas. Dejad que os acompañe; estaréis más segura custodiada por un Caballero de Oro.

-Mi decisión es tajante al respecto- dice, sin titubear, mirándoos fijamente- No es cuestionable. Lo he pensado largo y tendido, y creo haber tomado la mejor decisión en ambos casos, sobre quién me escoltará, y sobre quién se quedará a cargo del santuario.

"No quiero parecer una borde autoritaria, pero... Si sucede algo en el Olimpo, necesito saber que el santuario estará protegido. Seiya, Hyoga... Valen para escoltarme, aunque tengan un poder inferior al vuestro. Pero... No, no valen para dirigir el santuario si a mí me pasase algo. Esa responsabilidad sólo puede recaer en los mejores".

Me quedo sorprendido al saber quien acompañará a Atenea.

¿Los caballeros de bronce?, ellos han demostrado su valia en infinidad de ocasiones. Pero quizás en esta ocasión...

Por mi mente pasa las imágenes de un jovén caballero dragón entrenando duramente para progresar, después intento recordar todas las gestas de los caballeros de bronce.

Tal vez sí que han hecho méritos suficiente para poder acompañarla.

Cuando habla de la reestructuración del santuario en su ausencia no me inmuto.

Era evidente que si no nos queríapara ser su protección hasta el Olimpo nos reservaba otras sorpresas.

Finalmente miro a Atenea.

Nos haremos cargo temporalmente del santuario en tu ausencia, es un gran honor para nosotros.

Espero que no tengamos que disfrutar de este honor mucho tiempo y Atenea vuelva pronto.

En cuanto a vuestra compañía hacia el Olimpo...confío en nuestros caballeros de bronce.

- Coincido con Dohko, señora, nos ocuparemos del santuario en tu ausencia.

Miro a mis compañeros con aire tranquilo. Sabia realmente, uno seria un dictador, dos podrian aliarse, tres.... difícil, sobre todo cuando median diferencias como las que hay entre Saga y yo. Sonrio, suavemente.

- Siento si he dado la impresión de no confiar en los caballeros de bronce. Nadie discute su lealtad... tan sólo su poder. Pero estamos para obederos Atenea, y Dohko bien ha hablado. Haremos todo lo que se espere de nosotros aquí. ¿Cuándo partís?

-Sabía que comprenderíais mis decisiones- se aproxima a vosotros y le señala a Dhoko el trono, para que ocupe su nuevo lugar- Partiré en una hora escasa, así que os diré más o menos lo que debéis hacer. Además de vigilar que el Santuario esté protegido, y repeler cualquier posible amenaza, también tenéis que organizar los turnos de la guardia. Sabéis que Shaina es la cabeza del ejército del santuario, y se dedica a patrullar la zona, explorando que no haya atisbos de ninguna nueva amenaza.

Os va explicando poco a poco todo lo que espera de vosotros. Vigilar el santuario, mediar en disputas entre caballeros, poteger a cualquier inocente que solicite asilo si se encuentra amenazado, organizar las patrullas del santuario (aunque ya os ha especificado que esa tarea la suele cumplir Shaina sin necesidad de molestar a cargos más altos), defender la Acrópolis y los alrededores de cualquier ataque que sufra, controlar cualquier intento de rebelión...

Pero como estamos en tiempos de paz, deducís que, a priori, vuestro trabajo va a ser más bien profundamente aburrido, sin gran cosa que hacer. No obstante, cualquier posible mensaje que Atenea pueda enviar desde el Olimpo, lo hará directamente comunicándose con vuestros cosmos, con lo cual, sois su enlace con el santuario.

-Si hubiese dificultades- os explica- Que no creo, pero si las hubiese, mi cosmos os enviará un mensaje. Afortunadamente, pongo bastante en duda que esto haya de suceder- concluye, bastante segura de sus afirmaciones- Por cierto, en escasos minutos me prepararé para mi marcha, así que si tenéis dudas, por favor, hacédmelo saber antes de que concluya esta reunión.

Saga estaba decepcionado ante la idea de no poder acompañar a Atenea, pero cumpliría sus órdenes como era su deber. No le preocupaba lo más mínimo quedarse al cargo del Santuario ya que en otra ocasión lo había hecho durante largo tiempo. Esta vez sería mucho más sencillo ya que las escasas tareas serían llevadas a cabo junto a otros dos Caballeros.

-No os preocupéis, Atenea. El Santuario estará bien protegido en vuestra ausencia. Shaka y yo ayudaremos a Dohko en todo lo que precise.  

Miraba al Caballero de Virgo mientras pronunciaba la última frase, buscando un gesto de asentimiento por su parte. Esperaba que Atenea no tardase en regresar y que no hubiese problemas en su ausencia dado que estaban en tiempos de paz, de modo que trataría de dejar a un lado rencores pasados y cumplir con su deber lo mejor posible.

Retrocedió hasta situarse junto a Shaka de nuevo, esperando que Dohko ocupase el trono como Saori le había indicado. No pudo evitar recordar cuando años atrás él había ocupado ese mismo lugar tras haber asesinado al Patriarca y, por un momento, sintió temor de que el Caballero de Libra cometiese el mismo error que él dejándose llevar por las mieles del poder. Pero ese pensamiento se desvaneció enseguida de su mente.

"Es imposible que el viejo maestro pueda hacer algo así. Es el más noble de entre todos los Caballeros, su lealtad es incuestionable." 

Nada alteró mi gesto mientras Atenea  terminaba de dar instrucciones. Tan sólo una leve sorpresa ante la inmediatez de su marcha, pero eso no iba a suponer un problema.

El rostro de Saga mientras se situaba a mi lado, no dejaba de ser un torbellino de emociones. Sé lo que teme... la embriaguez de poder que tan bien conoce... no se da cuenta de que ese es el motivo por el que Saori nos pone a él y a mi a ambos lados. Asiento a sus palabras, no obstante.

- Obedeceremos y cuidaremos del Santuario con toda el rigor que se debe hacer, Atenea. No temas, se queda en buenas manos. Parte sin preocupaciones por ese lado. Sólo espero que tú vayas tan bien custodiada como dejas este lugar.

Asiento humildemente cuando Atenea me insta a sentarme en el trono y me dirijo hacía él sin prisa.

¿De verdad estaré capacitado para ocuparlo?, a pesar de mi edad me siento como un niño en su primer día de entrenamiento.

Me siento y miro al resto de los presentes.

Este trono debería ser más incómodo, lo suficiente para que no corra el riesgo de acostumbrarme.

Por mi parte no tengo dudas, sólo deseo que el viaje transcurra sin incidentes.

Tras intercambiar algunas palabras más, así como la promesa de que si sucediese algo en el Olimpo, se comunicaría con el cosmos de alguno de los presentes, Atenea parte a reunirse con sus caballeros de Bronce, rumbo a presentarse ante Zeus.

Os quedáis los tres, mirando los unos para los otros, un poco sorprendidos y sin saber qué hacer.

-Quizás lo primero sea contárselo al resto de caballeros del santuario- esas fueron las últimas palabras de Atenea antes de partir. Dada la inmediatez de su partida, no ha podido siquiera comunicarle su marcha al resto, así que la noticia de quién está ahora al mando no ha trascendido, y menos entre los demás caballeros de oro, que ignoran el tema.

Claro que no sabéis cuántos están en el santuario, y cuántos se encuentran ejecutando misiones para Atenea. Nunca se sabe cuántos hay en un momento dado en el santuario. Siempre ha sido un secreto...