Partida Rol por web

La mañana llego tan caliente como ayer, cada uno despertaba de distintas formas ese dia. Las gladiadoras podrian haber estado despiertas de antes, pero de cualquier forma los guardias eligieron despertar o agitarlas golpeando con fuerza los barrotes de la celda de Soenya. Con eso llego el orden que todas se levanten y pongan contra la pared.

Abrieron las celdas de cada una y les dejaron ropa* que parecia mas eficaz para el combate que los vestidos con los que habian quedado la noche anterior. Una nueva orden les hizo cambiarse de ropa, obviamente no hubo intimidad de parte de los guardias.

En otro lugar de ese ludus se encontraba el Doctore ya en la arena de entrenamiento esperando a sus nuevas alumnas. No muy lejos estaba unos gladiadores practicando, entre ellos estaba el nordico. Ya se veria si estos intervendrian en el entrenamiento preparado por el Doctore.

La arena poseia varios objeto de entrenamientos, tanto maderos para cargar en la espada como muñecos para pacticar los golpes. Las armas reales no estaban presentes a menos que el Doctore las pida sino que habian imitaciones de madera.

Fue tras unos minutos que el doctore tuvo a un grupo de cuatro mujeres frente a èl. Estas traidas por los guardias que pronto se apartaron a un costado para no molestar en el lugar de trabajo de este.

Adonia se levanto de buen humor, había dormido mejor que las ultimas semanas, a pierna suelta de echo. Cuando llegaron los guardias les sonrió y se cambio sin pudor alguno.

Le costo no echarse a correr para llegar a la arena de entrenamiento. Miro a sus compañeras.

- Bueno días.-

Dijo con una sonrisa. Y luego detuvo sus ojos en la Germana. Era una bestia enjaulada en incluso con la ropa limpia y la cara sin sangre parecía que se iba a comer a alguien.

Finalmente llego la arena, y se la noto decepcionada. Estaba claro que esperaba otra cosa. Miraba las armas de madera y torció el gesto.

Finalmente las enfrentaron al Doctore. El entrenador, el hombre que haría de ella una maquina de matar rápida y mortal.

- Bueno días. Soy Adonia, y quiero aprender a matar.-

No dijo más, era suficiente carta de presentación. 

Soenya había dormitando más que dormido y estaba claro que no se fiaba de poder pegar ojo con calma en aquel lugar y cuando escuchó los pasos de los guardias ya estaba en pie y les dedicó una seductora e intimidante mirada mientras se relamía los labios y se cambiaba sin pedir delante de ellos.

Se ató los pechos con las telas, se acomodó la ropa y tras dar unos saltos y unos pocos estiramientos acompañó a los guardias con calma pero sin quitar esa expresión de su rostro. Parecía disfrutar de jugar con ellos.

- ¿Cómo está vuestro amigo? Espero que la pastilla de jabón no le hiciera mucho daño... 

Les guiñó un ojo divertida y continuó caminando hasta la arena. Al llegar miró a su alrededor, analizando el lugar, los equipamientos, armas y especialmente los movimientos de quienes entrenaban.

Al ver al resto las saludó.

- Buenos días.

Entonces buscó con la mirada al que debería ser el doctore.

- Se presenta Soenya, la bárbara. Lista para aprender a cubrir la arena de sangre y otorgar fama al ludus y a nuestra domina.

¿Qué habría ocurrido o qué conversación había tenido la germana para ese cambio?

Livia no parece causar problemas, atendiendo a las indicaciones de los guardias sin decir una sola palabra. Parecía tremendamente concentrada, con la vista fija en el frente pero al menos tiempo, alerta a cada sonido y sensación. Casi parecía un felino a punto de saltar por el movimiento de una hoja en un árbol.

La romana sale con sus compañeras a la arena, el baño del día anterior parecía haberle sentado de maravilla pues su piel brillaba con los matices dorados de su origen, su cabello, antes sucio y lleno de nudos ahora se veía limpio y brillante, recogido en una alta cola que parecía una imitación de los copetes de los cascos romanos.

Saluda a sus compañeras con un asentimiento de cabeza pero su rostro no relajó su gesto serio y tenso.

Su vista se clava en el Doctore y su expresión cambia ligeramente, mostrándose levemente retadora:

-Doctore. No sabía que seríais un extranjero.- dice utilizando un tono neutral pero sin perder del todo el debido respeto. Al fin y al cabo, de momento, él era el superior.

Tras una noche un tanto activa pude dormir el tiempo justo para descansar. Vestido tan solo con un pantalón de cuero y mis botas dejo al descubierto mi torso y brazos lleno de cicatrices y tatuajes.

Con dos gladius de madera en las manos junto a otros gladiadores, hago un gesto a mi compañero de espera cuando aparecen las mujeres, observo a las mujeres con interés ya que de entre todas puedo distinguir a una germana que por lógica es la rubia. Me gusta la actitud combativa que tiene me recuerda a las mujeres de mi tierra.

La mujer griega era educada pero parca en palabras, claramente comedida y cauta. Por su lado la romana es altamente orgullosa, antaño ha tenido que ser noble ya que posee un ego que ha tenido que forzarse a controlar al ver al doctore por ser extranjero.

La egipcia aun no ha tenido tiempo de hablar y le observo con aun mas interés ya que al ser la última es a quien se centra finalmente mi atención a la espera de ver su carácter en su presentación.

Levantarse antes del alba es una costumbre ya en su vida, una de la cual era inevitable que se cumpla, incluso habiendo pasado una noche como la que pasó, no causó cambio alguno en una bien valorada costumbre.

El cielo nocturno comenzaba a dejar paso al amanecer, sintiendo el paso de la brisa fresca a través de su cuerpo, entrenando con el palum* y muchos otros elementos para mantener su fuerza y vigor en constancia, más una preocupación calaba en el corazón del galo, una que dejaba entrever el respeto que sentía por los hombres que entrenó tiempo atrás, muchos de ellos fueron campeones en los juegos, y muchos otros perecieron, más las perdidas siempre son aceptables, solo que ahora quedan muy pocos para entrenar, ahora esos hombres serán objetos de entrenamiento para el nuevo plan de la domina.

Vestido con nada más que un pantalón de cuero, armado con un látigo en su cinturón, observando cómo los gladiadores sobrevivientes comenzaban el entrenamiento matinal, antes de que las esclavas salieran a la arena del patio, y al momento de hacerlo, siendo escoltadas por dos guardias, se percató de que los practicantes habían detenido la práctica para observarlas, si hubieran sido nuevos reclutas, hubieran comenzado una ronda de insultos y hostigamiento para ponerles a prueba.

Las mujeres saludaron, hablando algunas fuera de lugar, pero se los concedió por el favor de la domina, una demostraba el deseo de luchar, otra se mantenía sutil y educada, la otra mostraba desafío a su autoridad, y la última ni siquiera había hablado aún.

-Sean bienvenidas al Ludus de Camilia Belena Donicus, su domina, y la razón de su existencia en esta casa- Las miró con autoridad –En este momento son solo esclavas, mi trabajo, será convertirlas en mucho más que eso, llevando la marca de la hermandad, obtendrán el derecho a pelear sobre la tierra sagrada de la arena, honrando a su ama-

Se acercó para ver a la romana más de cerca, antes de continuar.

-Para ganar la marca, deben sobrevivir a una prueba final, de la cual tal vez no sobrevivan- Comenzó a pasar de un lado al otro, mirándolas a los ojos desde su altura imponente –Y para llegar a la prueba, deben acatar solamente las ordenes que salgan de mi boca, respetando a sus compañeras y mi autoridad-

Volvió al frente, observando a las 4 nuevamente.

-Desestimen mi autoridad, prueben mi paciencia, y enviaré a la revoltosa a las minas fuera de Roma- Se mantuvo firme y sereno, sabiendo que el hablaba bastante enserio –Preséntense, luego comenzaran el entrenamiento-

-Mira cuanto quieras, galo, será la primera y la ultima vez que podrás mirar a una romana desde arriba.- le concede Livia con una sonrisa provocativa, humedeciéndose los labios tras hablar y con la vista bien fija en los ojos del Doctore.- Soy Livia Octavia Prima...y estoy aquí para que me enseñes cómo luchan los tuyos. - se notaba un tono de sorna muy mal disimulada en su voz.- sea lo que sea esa prueba tuya, no es nada que un romano no pueda superar.

- Ja Ja Ja.-

Las chicas ya conocían esa risa fuerte y seca de la griega. Era escandalosa, igual que sus ronquidos. Y desagradable.

- Lo siento. Lo siento. Es que no me esperaba que la Romana fuera a jugar a ver quien la tenia mas gorda.-

Le hace un gesto de apoyo a Livia y se coloca en la fila otra vez, e intenta no seguir riéndose a carcajada limpia. De echo, aquella prueba de autocontrol era lo mas difícil que había tenido que hacer desde que llegara al imperio. 

Doctore te están desafiando... añado divertido en alto sin ningún pudor, romana ¿serías capaz de demostrar tus palabras o solo son eso?, palabrería inútil....

Mi desafío es claramente abierto a que la romana y el doctore demuestren que no son solo bocazas y son verdaderos guerreros.

¿Una prueba final? Bueno, seguro que no era sobrevivir en plena noche de invierno en medio de las montañas heladas y demostrar así que eras una guerrera de verdad portando el trofeo de un animal matado con tus propias manos... Como echaba de menos la piel de aquel oso...

Elevó una ceja al escuchar las palabras del tal doctore y entonces la romana mostró lo que realmente era, una romana más... 

Suspiró y miró de nuevo a aquel hombre.

- Soenya

Ahora su presentación fue más escueta pues ya había dicho anteriormente lo que tenía que decir y no le gustaba repetirse.

Entonces habló aquel tipo que le recordaba en parte a los hombres de su tierra, aunque tenía ese tufo a perfume romano que demostraba estar ya lejos de sus raíces y simplemente se encogió de hombros.

Se acercó a la mujer con aires desafiantes, se veía muy segura de sí misma, pero al Doctore no le importaba, había conseguido molestarle, más sonrió ante aquel desafío.

-Así que una mujer romana, caída en desgracia, y vuelta esclava... Espadas-

Pidió al asistente, un crio flacucho que atendía a los gladiadores, y acercaba los elementos para entrenar. 

Mientras tanto, miró a la griega que había soltado una risa, también provando su carácter y paciencia. 

-Haré una demostración para todos-

Livia sonríe satisfecha y sale de la formación de las gladiadoras y alza la mirada buscando a alguien con la mirada o tal vez sólo observando la concurrencia. Desde luego que sus andares por el campo de entrenamiento ya eran como los de una gallarda gladiadora, dándose aires de grandeza, arrastra los pies por la arena dejando marcas y levantando polvo. Vuelve la vista hacia las gladiadoras y también hacia los hombres, alzando los brazos:

-Lanza.- pide por su parte al mismo chico, imaginando que la lanza de prácticas sería poco más que una vara.

Con una sonrisa cojo las amas de cada uno de los combatientes para entregarlas divertido, observando interesado a mi paso a todas las gladiadoras contento porque tienen pinta que por sus actitudes conocen previamente el arte de la guerra.

Romana menos hablar y mas luchar, añado cuando paso junto a la romana y al pasar junto al doctore añado, no me avergüences delante de una romana o por thor que te vas a enterar si lo haces. Finalmente con mi cometido realizado me coloco junto a las gladiadoras que están mas cerca para ver el combate.

Los demas gladidaores y algunos asistentes del Doctore se quedaron viendo lo uqe pasaba. Se notaba que ocurriria un enfrentameinto y ellos no querian perderselo. Desde un balcon aparecio la Domina, que ya encontraba con un sirviente sirviendole bebida y frutas.

Ella parecia haberselo visto que las cosas terminarian asi y no lo evitaria. Asi que ahora solo tocaba disfrutar.

Mira de reojo al nórdico cuando se coloca junto a ellos y al escucharle hablar de Thor entiende que no es muy lejano a su pueblo.

Más entonces su vista se centra en aquella lucha de egos y orgullo por parte de la romana y el galo, que era como lo habían llamado. 

Ahora íbamos a comprobar si todo era de boquilla o si realmente sabían pelear...

La romana pidió una lanza, estaba bastante segura de vencer, y el la típica gladius de entrenamiento, pero estaba más que capacitado para usarla, lo que restaba, era empezar la pelea, al verla adoptar esa posición, se dió cuenta que tenía algo de entrenamiento.

Más eso no era suficiente contra alguien que llevaba años luchando, por esa razón, acortó la distancia al punto de tenerla a golpe de la espada, con una velocidad de vértigo, alzando la espada cómo si Jupiter mismo lanzará un rayo, dispuesto a golpear duramente a la mujer, y devolverla a su sitio. 

La romana coge la lanza que le pasan y dirige una mirada al nórdico quien, sin haberse presentado se atrevía a darle órdenes. Le contesta con una sonrisa y relamiéndose los labios, sin añadir palabra alguna. Su mirada entonces encuentra a la de la dómina y le dedica un respetuoso saludo.

Y finalmente se centró en Duilius e hizo girar la vara de prácticas en torno suyo con unos movimientos precisos que servían para tomar las medidas, familiarizarse con el peso, y también para calentar sus músculos, algo fríos del tiempo que llevaba sin entrenar, casi desde que habían entrado en la capital. Pero eso no sería excusa. Culmina sus movimientos dejando quieta su arma sosteniéndola ante ella con ambas manos y las piernas ligeramente abiertas, su postura era extremadamente pulcra.

Había dormido bastante bien pese a lo espartano que era aquella estancia, aún así el camastro de madera era muchísimo mejor que el frío suelo donde había tenido que dormir desde que se encontraba en suelo romano. El despertar fue ruidoso a consecuencia de la forma tan agreste con que se llevó a cabo, golpeando los barrotes con un arma.

Me vestí y salí a la arena, en el patio había un par de gladiadores practicando. Fui detrás del resto de mis compañeras tras coger un atuendo para la ocasión; el primer adiestramiento se presentaba como una oportunidad que podría marcar el destino. 

Preferí guardar silencio a la espera de que el Doctore me dirigiera la palabra. Contemplé al resto de los allí presentes, todos los cuerpos me resultaron atractivos, las curvas y los músculos sobresalían y describían el estado de forma de los gladiadores.

Me fijé en las armas - ¿de madera? - quizás para empezar era la mejor forma, graduar el peso, cuadrar los movimientos y aprender las técnicas de ataque y defensa. Tenía los ojos puestos en el doctore, aunque también me fijé en los hombres que allí había, todos fornidos y con cuerpos sugerentes.

Como había dicho en más de una ocasión, a la romana le perdía la lengua - demasiado carácter - y tampoco es que la germana se quedara atrás, aunque ahora mismo se había producido cierta tensión entre el instructor y Livia - va a ser divertido - al parecer iban a combatir para demostrar quién mandaba aquí - me parece una temeridad, Livia - la primera enseñanza no debería ser combatir sino estudiar a tu enemigo. Aquel lance me iba a proveer de la información que quería, iba a conocer los puntos fuertes  y débiles de ambos.

Me alejé del área de combate, sin esconderme pero acercándome a los gladiadores que allí había - ¿lleváis mucho tiempo aquí? - cualquier momento era bueno para conocer gente. Cogí un puñado de arena y jugué con ella en las manos, desmenuzándola y arrojándola a tierra convertida en polvo.

Esperé para colocarme al lado del hombre musculado que les llevaba las armas para el combate - mi nombre es Sekhmet, ¿el tuyo?

El galo intentó un movimiento predecible, acortar la distancia entre ellos para minimizar la ventaja de la lanza, pero Livia lo vio venir y se limitó a realizar una maniobra evasiva para evitar el ataque. Por desgracia, seguramente debido a una piedra en el suelo o simplemente, la falta de práctica en las últimas semanas, le pasaron factura a la romana y no logra apartarse a tiempo, recibiendo el terrible golpe de la espada de madera en pleno hombro.