Partida Rol por web

Ikateria se encontraba entrenando como tantos otros dias, el trabajo de entrenarse era duro pero necesario. Los dioses sabian que pasaria si no lograba estar en forma, ya habia visto gladiadores morir y su marca no habia sido ganada con poco esfuerzo.

Cuando finalmente termino fue al comedor donde se encontro con su amiga. Esa mujer que le habia tomado cariño a ella, le habia contado su triste historia de iberia y en regalo ella le habia dicho lo suyo. Entre ellas se ayudaban y hacian mas comoda esa vida. Ahora estaban en el hogar de un romano Faustus Donicus.

"Ika, comemos juntas?" pregunto ya con un plato con pan y frutas. El vino no faltaba.

Le guiñó un ojo a Ana, como aceptación de su invitación, pero la veía rara. La veía más cansada que otras veces. - ¿Qué pasa amiga? Le preguntó entre susurros. Ambas eran de la misma tierra, y ese nexo las unía, no solo por la amistad, sino una proximidad que podría incluso considerarse de sangre, aunque Ikateria empezaba asentir algo especial por ana.

La mujer se sento junto a ella, al lado. Dejando su plato frente a ella y sonriendote amigable. En especial cuando escucho tu pregunta.

“Se nota tanto?” pregunto en un volumen bajo intimo entre ellas. “Estos dias habia escuchado rumores, aunque hace poco escuche una confirmacion a lo que decian.” le fue explicando. “Al parecer los amos y unos cuantos siervos iremos para Roma. Estaremos ahi un buen tiempo aunque no se cuanto.” te confeso llegandote por primera vez la noticia de este viaje.

Le sorió a Neitin, y mientras tomaba algo de fruta le contestó en el mismo tono furtivo y discreto, aunque sin mirarla: - Nos conocemos hace ya un tiempito. Le explicó ante su pregunta de lo de notársele. Ir a la Ciudad Eterna era el sueño de tods los romanos y de muchos de los que vivían dentro de sus fronteras. Lo achacó a la ansiedad y emoción de por fín poder realizar en ansiado viaje. Despreocupada le preguntó: - ¿Y se sabe quienes váis a ir? Ella misma no se incluía, ya que no tenía el afán de ese viaje, pero si a su amiga, ya que ella si lo quería. No deseaba en esos momentos hacer turismo. Estaba demasiado ocupada entrenando y puliendo sus habilidades como para perder el tiempo en un "paseo" tan largo. 

“Si, hace un buen tiempito.” repitio ella sonriendole con complicidad. “Me alegra que lo hayamos hecho.” dijo antes de pasar al tema de lo que le preocupaba.

Se quedo pensando ante tu pregunta tal vez tratando de recordar. “Los hermanos por su puesto. Algunos sirvientes de ellos en donde estoy incluida...” comento deteniéndose un poco y mirandola tocando su hombro. “Escuche que tambien irian soldados.” agrego aunque eso no importaba ya que en realidad parecia que ella terminarian separadas por las decisiones de los Romanos.

- Se que no soy una soldado, pero si piedes que sea tu escolta, te protegeré del mismo cielo si haca falta. Dijo mientras jugueteaba con una uva, que terminó mordiendo. Esta cujió entre sus dientes, sobre todo porque tenía varias pepitas, pero, lo más gracioso es que hizo un ruido como si explotase en su boca. - Ni los Dioses, ni suyos ni nuestros te alcanzarán, si yo puedo impedirlo.

- Porras. Todo por estar congigo. Cerró lo ojos y apretó con fuerza, como si lo que se estaba comiendo fuera muy ácido, pero, realmente era porque se acababade meter en camisa de once varas. - Joder, si no quieres ir, para que te ofreces como escolta a un viaje que no deseas hacer.

La miró con los ojos vidriosos, como si fuera que está a punto de llorar, y se centró en su mirada. Es como si esperase una pregunta ... o sobre todo, como si lo que ansiara, es una señal, una respuesta o algo que le confirmase o desmintiera sus temores.

Neitin te miro con sus ojos centrandose en los tuyos. “Me alegraria mucho tenerte conmigo protegiendome.” te dice tomando tu mano mientras sonrie al verte comer de esa forma. “Pero es que los romanos son los que lo deciden por eso me encuentro asi. No se podras venir y asi sentirme mas segura.”

La miro cuando la vio con los ojos vidriosos y le toco el rostro con esa manos calidas. Con esas manos que parecian hechas para calmarla. “Por favor no te pongas mal. De seguro podremos encontrar una forma que vengas. Le dire al Domino que eres necesaria.” dijo mirandote calmada buscando que te calmes.

Se giró como ofendida. - ¿Pero qué porras hago? Si yo no quiero ir.

- Pues entonces ya me dirás, si voy a no. Se puso en pie. La miró, tomó algo de comida y se alejó de ella, a buscar un rincón donde esconderse y en el cual comer con cierta tranquilidad, separada de las manos que hacían sentir cosas especiales y esas palabras zalameras, que parecían acariciarla como el dorso de una pluma.

Neitin no comprendio porque la actitud de ella pero se preocupo por si habia didcho algo que no debia, ofendiendola. Se dispuso a levantarse y seguirla pero entonces alguien mas aparecio.

Un guardia romano se acerco a ella sin permitirle ese momento de tranquilidad que ella queria. “Deja la comida. El señor Donicus desea verla. Ahora.” decia el romano que ni un momento de paz te dejaba. Sabias que probablemente podrias ganarle pero donde ahbia uno habia muchos.

Comieras rapido o dejaras la comida lo acompañerias hasta la oficina de Fausto. Este era un hombre dentro de todo joven para un romano que se habia quedado para administrar pero no habia una opcion con el padre muerto. Su unico pariente era una hermana que cuidaba mucho tal vez demasiado.

Al llegar a la oficina te lo encontraste escribiendo mensaje sin darte una mirada. “Ikateria cierto? Como te encuentras?” pregunto aunque mas por formalidad. “Tengo noticias para ti, importantes ya que te cambiaran la vida. Vendras a Roma.” te informa por fin mirandote tal vez viendo tu reaccion a la noticia.

- ¿Podría acompañar a Neitín? No lo sabía, pero esperaba que ella moviera sus hilos para que así fuera. - Enterada pero : ¿Como guardia o como gladiadora? Sonó que parecía amenazante. Como podría ser que intentara echarle caracter a la cosa, cuando realmente su forma de combatir era sacudir y quitarse pronto. Era ser más esquiva que poderosa. A pesar de ser ogullosa, hablaba bajo. Es una de las cosas que había aprendido "por las malas" desde que había empezado este "trabajo" y no deseaba tener que pelear empezando con unos cariñosos roces de látigo en su cuerpo.

Faustus no era el peor de los amos, al menos si los rumores de los otros amos eran realidad. Aunque no por eso era alguien que temblara cuando ordenaba que se use el latigo contra un esclavo.

"Guardia? Porque piensas que tendrias ese trababajo con tu actitud?" pregunto como provocandola probablemente porque ella tendria que atravesar guardias para ir contra èl. "No. Tu seras una gladiadora. Ya tienes tu marca y ahora toca aprovechar eso. Mi prima tiene un ludus ahi y tu podrias ser un excelente regalo para ella." te explica con algo de simpleza.

Ante su pregunta no dudó en contestar con orgullo: - Pues porque soy leal. Era casi como un insulto, pero sabía que muchos amos romanos eran un poco bobos y no eran capaces de mirar más allá de sus enormes narices o sus exageradas barrigas. Este no era muy barrigón ni narigudo, así que seguro que era menos cortos de miras que los otros.

- Esperemos que esa nueva ama sea algo más .... previsora. Y como respuesta de esclava pensó: - Allá te caigas por las escaleras, se te parta el cuello y en el porrazo te cortes la lengua con los dientes rotos.

El hombre te miro por un momento y se quedo pensando en tu respuesta. “Leal, bueno no he tenido problemas graves de tu parte. Aunque tu enojo es conocido.” dijo el hombre observandote buscando tal vez ese enojo para señalar que tenia razon.

“En Roma la lealtad esta muy valorada y tal vez si demuestras serlo podrias conseguir finalmente tu libertad con ello.” comento el hombre mirandola a los ojos, tal vez buscando una respuesta adecuada de ella.

Como una sentencia y con una leve reverencia declaró: - Así sea, y ante los ojos de los Dioses queda dicho. Así será.

Más que una declaración de intenciones, era una amenaza, para que, si incumplía su palabra, los dioses le hicieran arder en el fuego Del Herrero, mientras martilleaba sus sagradas creaciones y sus entrañas fueran devoradas por un ágila gitante, como a cierto titan que fue condenado por su error y traición.

El Patricio se vio complacido por ese juramento. “Entonces que los dioses te cuiden y vigilen.” dijo este con un gesto de la mano casi colocandola en tu cabeza.

“Que tu lealtad este con nuestra familia. Con mi hermana y conmigo, aun cuando te regale.” comento este buscando tal vez una herramienta mas para la politica de Roma. Cosa no muy extraña esperada para ellos. Pero seguirias su juego.

- Sin mi ira no soy quién soy. No sería quién he conseguido ser, y seguro, hubiera muerto, por la dejadez, por algún depravado o por mi propia mano. Se sentía temblorosa. Había ocasiones en las que necesitaba eso. La calmaba, y no es que fuera mucho, pero por lo menos se controlaba a si misma, y no se comportaba como un lobo rabioso. - O por la falta de poder mascar esa maldita planta que crecía en las cunetas, olerla o incluso, poder acariciarla. 

Impasible miraba al patricio, para que le diera permiso, y poder marcharse.

- Depravado.

Su mirada de odio hacia él, era más que suficiente como para indicarle que ya estaba más que cansada de estar allí, por no decir, que si pudiera arrancarle los ojos y sentarse un rato al lado de Neitín sería más que suficiente para ella.

Lo sentias en tu cuerpo necesitabas una dosis de eso que podia tranquilizarte, que te generaba una paz que ya tu vida no podia. Mas con estos patricios y sus juegos. Ademas ahora irias a Roma, el centro de poder romano y el lugar con mayores puñaladas por la espalda en el mundo.

“Puedes retirarte.” dijo el hombre antes de dejar de darte su atension.

Debias volver, al menos ya los guardias no te seguian en mitad de camino parecieron sentir que estaba su trabajo hecho. Por loo que estabas sola preguntandote si Neiten se encontraba aun en el comedor, aunque tambien pensabas en tu celda en ese lugar donde guardabas esa hierba que te ayudaba a controlarte.

Querias ir por la segunda, antes de por la primera. Nadie te lo impedia.

La hierba era interesante. Las amapolas eran flores bonitas, pero a ella le funcionaba mejor algo que ellas tenían. Además, había necesitado de todo su autocontrol para no tirarse al cuello del tipo y arrancarle las cabezas a mordiscos. Si, todas.

- Dioses, que asco me da ese tipo. Que me regale, es que me marcho de aquí, así que ... bién está.

Inspiró profundo y aceleró el paso: - Luego se lo diré a Neitin.