Partida Rol por web

Pronto los guardias la dejaron atada a un par de palum que estaban acomodados de tal forma para estar preparados para castigar esclavos y siervos. Estos tenian muchas marcarcas de cuerdas y de sangre, sin duda era un lugar mas que usado incluso ya viendolo de lejos Livia tuvo una mala sensacion. Sin mucha tardanza la ataron, le sacaron la ropa por detras y esperaron a ver que pasaba.

Livia no podia ver a la demas gente sino una de las paredes del Ludus. No sabia quien vendria pero tendria tiempo para pensar.

Cuando los soldados sacaron a Livia a aquel lugar ya casi anochecía por lo que los sirvientes se habían ocupado de iluminar el patio de la casa con antorchas, produciendo un sonido de chisporroteo que alejaba el silencio reinante. 

Cuando la amarraron de las cuatro extremidades a los postes, la romana no dijo una sola palabra, parecía absolutamente ausente y aún así orgullosa en su penitencia. Poco o nada le importaba lo que aquellos soldados pensaran de ella, los dioses habían considerado irónico que su piel no sufriera una sola mella en la arena y por contra...ahora iba a sangrar como "premio" a su valía demostrada. Que irónico. Aún así no podía estar enfadada con nadie...diez latigazos era el precio que debía pagar para que el Pater salvará los muebles de la casa, aunque expulsar al sacerdote había sido desmedido.

Suspira largamente y mira a la pared que tiene delante...la espera se le hacía eterna, las cuerdas le raspaban la piel en las muñecas y de los tobillos. Las ataduras no le permitían doblar las rodillas ni los codos en gran medida pero al menos tenía las plantas de los pies apoyadas, por lo que no sufría sobrecarga en las articulaciones.

Pasaron minutos que le parecieron horas y empezó a ponerse nerviosa...¿A que tanto esperar? Duilius ya debería estar aquí...¿Estaría pasando algo malo? Imposible saber eso. Sólo le quedaba esperar.

"Ey...no te duermas." comento uno de los guardias. "Pronto el doctore estara presente." dijo y parecio formarse aunque no podias verlo bien. "Señor, la fiesta se encuentra adentro. Tiene permiso para estar aqui?" pregunto aunque no lo identificaba quien era.

Livia no estaba ni mucho menos dormida, empezaba a notar algunos calambres en sus brazos y rodillas pero se recolocaba cuanto podía para aguantar las molestias. Sin duda tanta espera debía ser parte del castigo. 

Sin embargo se sobresaltó al notar la llamada de atención del guardia, no por lo que le decía a ella, sino por lo que le estaba diciendo a alguien. Frunce el ceño e instintivamente trata de tirar de sus ataduras, inútilmente...nadie podía ver el castigo de un esclavo, no en esta casa...¿quién sería el que se atrevía a venir no siendo el Doctore? maldita sea... piensa para si intentando girar la cabeza para ver al supuesto intruso aunque era vano su esfuerzo. Por algún motivo, tal vez sea por haber un desconocido al que no podía ver, ahora Livia se sentía en exceso vulnerable, incomodando se ahora por su desnudez de cintura para arriba, sus pechos menudos expuestos a la brisa nocturna.

-Nadie salvo el Doctore puede estar aquí. Váyase, esta contraviniendo las normas de la casa.- dice altiva y orgullosa la romana.

Se apareció ante los allí presentes, tenia el cuerpo rojo, y pesar en el corazón, hacía que las palabras sobraran completamente, le costaba respirar, incluso anhelaba no tener que hacerlo, pero debía, si lo hacía alguoen más, no habria piedad con ella.

Salgan, nadie más puede permanecer aquí-

Esperó a que los dos hombres salieran para poder estar en paz, y poder centrar su atención en la ejecucion del flagelo a la esclava.

Si vas a decir algo, guardalo para alguien que le importe, te di mí confianza, mi afecto, mi cariño... Y así soy recompensado... 

Quitando el látigo de su cintura le pareció que este se negaba a querer salir, incluso la respiración del doctore se agitaba, estando entre la furia y el dolor, se acercó a ella una vez más, manteniendo una distacia de un metro, volvió a decir con tono entrecortado.

No digas... Ni una palabra...

Se alejó al punto del usoo efectivo de su arma, temblando cómo una hoja, tratando de encontrar la fueza para hacerlo, hasta que su mano se movió, y por inercia tambien el látigo, en un movimiento que hizo que este se tensara, justo sobre la piel de la romana, cortando sobre la espalda de ella, viendo el derramamiento de la sangre de esta, haciendo que su corazón se fracture un poco, preguntándose que quedaria de el si continuaba, más daño se estaba haciendo a si mismo, lo destrozaba por dentro, habiendo un intervalo grande con el segundo latigazo, haciendo lo posible para no romper en lagrimas, o de no hacerlo, pero si no lo hacia, las consecuencias serian graves para ambos.

El centurion sin duda quedo mirando algo sorprendido pero termino suspirando. Habia escuchado a la esclava pero le habia dado importancia pero parecia que escucharia al Doctore. "Me retiro. Suerte con todo Livia, dile a la germana que nos veremos." dijo el hombre retirandose del lugar entrado al hogar.

Junto a este se fueron los guardias, un poco mas rapido.

Pareció calmarse por algún motivo al oír la voz del doctore impartiendo órdenes...fuera quien fuese que estuviera allí, más le valdría irse con viento fresco.

Pero justo cuando estaba empezando a aplicarse por la aparición de Kellan, sus palabras la atravesaron como un cuchillo. La romana apretó los dientes y negó con la cabeza, aunque no podía ver la cara del galo, no le aviso falta para saber cuál era su expresión:

-Ya que más da que hable o que no...Kellan. Mis sentimientos no han cambiado...los tuyos si. No lamento lo que he hecho porque nunca te prometí ser solo tuya...termina rápido con esto...- dice la romana apretando las manos en las ataduras, preparaándose para el impacto.

Mas nada la podía preparar para el tremendo corte...nunca la habían latigado con tal violencia y enseguida sintió la sangre brotar por su espalda desnuda...pero ello no la haría temblar, no aún...

-Vamos Duilius...-​​​​​​-dice usando su nombre romano, tal vez con la intención de poner distancia entre sus corazones y que el Doctore pudiera continuar con su trabajo- ...ya solo quedan nueve.- nadie le había dicho a Livia que el castigo se había duplicado sin ser su culpa.

Las lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos, el dolor se mantenía en su pecho, el no habia amado a otras mujeres antes, y debe ser por eso, solo sabía complacerlas, gimoteó cómo un crío que habia perdido el regalo de su padre, algo irreparable e irremplazable, quebrandole, y para un hombre de su tamaño, eso sería sorprendente de ver, solo habia llorado cuándo perdió a su madre y padre, y de eso hace una vida...

-Solo faltan... Nueve-

El galo hizo algo impensable, desafío la orden de su Dominus, ya que tenía una excuaa para ello, omisión de información, se haria el desentendido con la orden, aún que eso le costara el trabajo y la vida.

Lo... Siento...

Haciendo de tripas corazón, alzó su mano para liberar el segundo azote contra su cuerpo, buscando el punto que menos daño le haga a la romana.

El golpe alcanza en la parte alta de la espalda de Livia, impulsando su cuerpo hacia delante un poco, tanto como las ataduras le permitían...de hecho se habría caído de bruces de no ser por los palum.

Ahoga un nuevo gemido que quiere estallar en su garganta y logra enderezarse para mantener la postura recta...nadie la vería doblegarse, ni siquiera el doctore.

-Solo quedan...quedan ocho...doctore.- dice tragando saliva y respira profundamente, esperando el siguiente embite, ajena al llanto del galo, aunque sus propias lágrimas pugnaban por brotar de sus ojos.

Volvió a levantar la mano, teniendo que usar los recuerdos de sus victorias en la arena para poder haver su trabajo, y el enojo de aquella imagen que no podía ser borrada de su mente, haría lo que sea para cimplir su trabajo.

El látigo se extendió desde su mano nuevamente a la piel de la romana, generando otro corte sobre la espalda, aquella espalda sobre la que habia posado sus manos con cariño.

Quedan... 7

El pulso que una vez fue firme, temblaba cómo si fuera un simple recluta, se sentia patético y pequeño.

El tercer latigazo fue el más doloroso hasta el momento y finalmente un grito escapa de los labios de Livia. Tiene los puños blancos de tanto apretarlos y empiezan a en enrojecerse sus muñecas al ser maceradas por la espera cuerda.

A juzgar por el inestable tiempo que pasaba entre un golpe y el siguiente, la romana podía adivinar la atribulacion que sentía Kellan...si seguía dudando al final pararía:

-¡Vamos galo! Cumple con tu puto trabajo, mierda... sé un hombre maldita sea...no hagas diferencia...puedo sentir como te tiembla el pulso...No dudes...

Maldita sea

Pensó para si mismo, su boca no tenía filtros para maldecir y se mostraba luchadora cómo en los entrenamientos, resistiendose a las enseñanzas, desafiante hasta el último momento, eso le gustaba de la romana, más debía seguir, aún faltaba para terminar.

Demuestras valor... Eso me agrada

El cuarto azote fue de nuevo a una zona donde no hubiera tanto daño.

Abraza el dolor esclava, o este te hara sucumbir

Levantó el latigo una vez más, con la intención de continuar, haciendo presente el 5to golpe.

Los dos golpes tan seguidos parecieron acallar la boca de la romana, al menos en palabras, que ya no en alaridos. Aunque el doctore intentaba ir a zonas no dañadas, éstas cada vez eran menos y también se agotaban los puntos no vitales. Uno de estos golpes alcanzo a la romana en los riñones y otro en la parte derecha de la espalda, cerca del costado...justo sobre el pulmón.

Livia ya no dice nada, parece a punto de "caerse" sobre las ataduras pero en el último momento logra mover las rodillas y volver a plantar su pies firmes en el suelo. Suena su respiración... fuerte pero con un gorgoteo al final de cada exhalación:

-...no...pares... sucio...galo...- suena su voz, provocativa y ronca. Escupe al suelo y el doctore puede ver que la romana ha expulsado una mezcla de sangre y saliva. Seguramente no sería la primera vez que el Doctore veía eso durante una flagelación.

Si bien Livia estaba de espalda le parecio escuchar unos pasos rapidos. Pero fue el Doctore que escucho con mayor facilidad que alguien se acercaba. Era esa sierva peliroja que a veces acompañaba a la Domina pero que ambos sabian que tenia el deber de cuidar a loas gladiadorras.

"Por los dioses..." dijo ni bien estuvo cerca y mirando la espalda de la romana. Luego se tapo la boca como si buscara no hablar mas.

Hubiera reconocido aquel rápido caminar en cualquier lugar y desde luego que, a pesar del dolor que empezaba a embotar sus sentidos, nada podría impedirle reconocer aquella voz.

-Verina...-musita con un hilo de voz, notándose su costosa respiración.- No...no tendrías que ver...esto...verme así...- dice, profundamente preocupada por el gesto de pánico que debía haberse formado en el rostro de la sirvienta. 

La romana carraspea intentado hablar pero se atraganta y vuelve a escupir sangre a un lado, tosiendo justo después. Toda su espalda era un charco de sangre que ya derramaba sus piernas en el que no se podía distinguir ningún número de latigazos pero desde luego que ya debían ser bastantes.

Las heridas manaban mucha sangre, y el doctore ya no tenía ganas de continuar, habia llegado a las diez, pero ahí se quedaría, habia escuchado a la muker llegar y presensiar lo último del espectáculo, lo que quedaba ahora es atender sus heridas, pero habia que dejar algo en claro.

Ven, ayidame a desatarla Verina

El doctore se acercó a uno de los palum, y esperó a que la sirvienta a cargo de las gladiadoras, una vez estuvo ahí, susurró a ambas mujeres.

-Si alguien pregunta, fueron 20 latigazos, esa fue la orden del pater de la domina, pero no veré a nadie morir por el efecto del látigo-

Además del inmenso amor que sentia por ella.

Llevala a que traten sus heridas...

Tras recibir los ultimo latigazos, Livia ya casi no se movía, no tenía fuerzas para gritar ni para mantenerse en pie. Su cuerpo colgaba patéticamente de sus ataduras, pareciendo que estaba incosnciente...mas para desgracia suya, no había sido el caso, sentía el ardor de cada una de sus heridas como si fueras hierros al rojo. Cuando se acercaron a desatarla, primero hubieron de ayudarla a posar las plantas de los pies en el suelo y el doctore podía estar seguro de que si no la sostenía un poco, la romana caería al suelo de bruces cuando la soltaran.

Tenía el rostro teñido de dolor, el rostro y toda su piel pálida por la pérdida de sangre, sus ojos, antes brillantes, ahora parecían vidriosos y lo que debería ser blanco en los globos oculares, tenía cierta tonalidad amarillenta. Tanto sus fosas nasales como sus labios sangraban, no mucho, pero lo suficiente como para ser un indicativo de algún daño interno, eso unido a una trabajosa respiración, casi agónica, le confirma a Duilius que, de haberle dado veinte latigazos, ahora estaría recogiendo un cadáver.

Aun así...sacando fuerzas de no se sabe muy bien donde, Livia Octavia abre los ojos al oir las palabras del galo:

-No...no deberías haber hecho esto...podrías...perderlo todo...na...nadie debe...saberlo...Verina...la fiesta...yo debo...debo ir...soy gladiadora- intenta tragar saliva, no lo consigue y escupe a un lado, sangre y saliva- Mi...mi marca...Marte...es mi recompensa...no me quiteis eso también.- va diciendo cosas algo inconexas, pero su mensaje esta claro.