Partida Rol por web

Soenya habia podido conseguir un momento para que tanto ella como Alina disfrutaran un baño en privado. No es que la peliroja estuviera del todo sucia pero la germana sabia que debia prepararla para lo que vendria.

El baño tenia una pileta de gran tamaño, preparado para alvergar una multitud de personas. El agua de esta se conservaba calida por una razon que solo los romanos sabian bien, ademas aunque este se encontrara en lo que seria como una cueva debajo del segundo piso del ludus, habia un aroma a inciencio que les recordaba a ambas ambientes mas naturales como si fuera un lago en el bosque. Las paredes parecian esculpidas con mucho empeño aunque los años y la humedad no las habia dejado del todo prolijas igual era impresionante ese gran lugar.

La germana comenzó a quitarse la ropa con calma, dejándola en el sitio destinado para ello. Sus movimientos eran tranquilos y relajados, queriéndole transmitir a su compañera que estaban a salvo de miradas indiscretas y que podía relajarse.

- Quítate la ropa con calma, poco a poco y como te sientas más cómoda. Es mejor bañarse desnuda y no mojar la ropa, salvo que vayas a lavarla, pues piensa que después tendrías que volver a ponértela húmeda y dormir con ella...

Una vez estuvo desnuda fue caminando poco a poco, adentrándose en el agua y mirando alrededor con una sonrisa, como si recordara algunas buenas experiencias vividas allí.

Su cuerpo mostraba multitud de viejas cicatrices, unos músculos torneados y trabajados, unos pechos firmes y turgentes y un vientre plano. Si algo llamaba la atención era la cicatriz de lo que bien podrían ser unas garras en uno de los laterales de su cuerpo.

- Cuando te sientas preparada entra al agua, tiene buena temperatura, aunque quizás demasiado cálida para mi gusto... Quería hablarte de un pequeño asunto...

La germana tomó un poco de jabón para tenerlo cerca de ella.

Mientras Soenya se desvestía, Alina apartó la mirada instintivamente, para no incomodarla, aunque sabía que la germana en especial, y también el resto de las gladiadoras, no se preocupaban para nada por evitar las miradas de los demás, sino que más bien parecían disfrutar exhibiendo su atlética figura. Aunque esta vez no era lo mismo. No era lo mismo estar casi desnuda que completamente desnuda. Al menos no lo era para ella, aunque sí parecía serlo para la rubia. ¿Cómo era posible que nada les diera pudor a estas mujeres?

Se sorprendió a sí misma dando una miradilla de reojo a su compañera y se ruborizó. Es sólo curiosidad, se dijo. El cuerpo de Soenya era tan trabajado y hermoso, era digno de admiración. Era natural el querer ver cosas hermosas, ¿no? No significaba nada.

A la invitación de quitarse la ropa, Alina asintió nerviosamente, esbozando una leve sonrisa nerviosa para intentar ocultar su ansiedad.

Se quitó la parte de arriba del breve atuendo que llevaba puesto y se cubrió con un brazo sus voluminosos pechos. Recordó las burlas de sus hermanos, pues sus senos se habían desarrollado mucho y a una edad temprana para lo que solía ser el promedio de las chicas. Desde entonces se había acostumbrado a encorvarse ligeramente para disimular su tamaño.

Para darse ánimo, se dijo que casi estaba desnuda con aquellos trapos. Estarlo por completo, no cambiaría mucho. Además, si había alguien que la hacía sentir cómoda era Soenya. Era la única que le mostraba amabilidad y consideración y se apiadaba de su debilidad. El resto de las guerreras debía despreciarla de seguro, aunque no lo demostraran.

Respiró profundo y se quitó la parte de abajo con una mano, apresurándose a cubrir con ella su entrepierna.

Roja como un tomate y mirando el suelo, se metió lo más rápido que pudo en la piscina, hundiéndose hasta el cuello. No era de buena educación hablar sin mirar a la gente, pero tampoco lo era quedarse mirando a una persona desnuda, así que echó una mirada rápida a la gladiadora y volvió a bajar la mirada. Sintió un leve calor entre las piernas. ¿Eso era por haber visto durante un parpadeo el cuerpo de diosa de Soenya? No, era el calor del agua. El agua estaba muy caliente. Eso era todo.

—¿De qué querer hablar? —preguntó en voz baja.

Los ojos de la germana no mostraban ni deseo ni pudor ni timidez, ella parecía encontrarse en un ambiente totalmente neutro mientras sonreía con calma a Alina, mostrándose amigable y relajada para con ella.

- Alina, no me importa que me mires... Es más, deberías hacerlo... Para acostumbrarte... 

Suspira mientras coge un poco de jabón aromático, sentándose un poco fuera del agua, con su cuerpo perlado por las gotas de agua que se evaporaban del calor y comenzó a enjabonarse el cuerpo con calma.

- De esto mismo quería hablar... Sé que eres tímida, que tienes prudor - Se notaba que tampoco controlaba del tono aquella lengua - Pero debemos trabajar en ello y quitártelo... ¿Por qué? Porque es posible que en algún momento nos ordenen combatir desnudas o puede que en medio de una batalla tus ropas se desgarren y se rompan y el perder unos escasos segundos para taparte podría significar tu muerte o la de alguna de nosotras... 

Comenzó a enjabonar sus pechos, mostrando también unos generosos y turgentes pechos que también parecían mostrar algunas cicatrices en estos.

- También deberás acostumbrarte a ver nuestros cuerpos desnudos... Pero, no solamente los nuestros sino también los cuerpos de los gladiadores... Porque es posible que también puedan ordenarte en algún momento que forniques con ellos, o con alguna de nosotras, esclavas o esclavos, delante de alguien o para su diversión...

Alina clavó la vista en el escultural cuerpo desnudo de Soenya, se ruborizó e inclinó la mirada. Recordó que ella le había dicho que no se preocupara por mirarla y levantó la vista otra vez, para encontrarse con sus pechos enjabonados. Sintió que se le iba el aliento por un instante y volvió a inclinar la cabeza. El ardor entre sus piernas se intensificó. No sabía si levantar la vista o bajarla. Se sentía entre angustiada por lo que la gladiadora acababa de decirle y... una sensación que no podía definir. Era algo que pocas veces había sentido. Cómo cuando cabalgaba por las colinas de su tierra, sintiendo el viento en la cara. Su corazón galopaba con el caballo. Ahora, frente a esta mujer, le ocurría algo parecido.

Suspiró profundamente e inclinó la cabeza, pero levantó la vista hacia su compañera. Se notaba la congoja en su expresión.

—Yo no saber qué yo hacer si alguna de esas cosas pasar —dijo con un hilo de voz—. Yo creo que morir de seguro. Yo no ser fuerte como tú.

Continuaba enjabonando su cuerpo y limpiándose con calma.

- Desgraciadamente no somos nosotras quienes decidimos... El cómo y contra quién luchar es algo que no depende de nuestra voluntad... 

Suspiró.

- ¿Has visto a Sekhmet, verdad? La egipcia - Matizó - Ella fue comprada como gladiadora también pero consiguió otro lugar y ahora tiene trabajos de medicus, como la que se encarga de nuestra salud... No sé qué hizo para lograrlo, aunque algo me dice que usó el sexo y métodos de magia oscura y maligna para lograrlo... Pero, si no eres buena luchando y eres mejor en otros quehaceres, quizás puedas lograr que no te hagan pelear... Aunque, otra de las funciones podrían enviarte como esclava de placer... 

Tomó uno de los cubos de agua y se lo echó por encima para ir quitándose el jabón.

- ¿Tienes algo por lo que luchar Alina? ¿Algo a lo que aferrarte? Yo si... Regresar a mi tierra, junto a mi hermano pequeño... Aférrate a ello y lucha por ello... 

Alina se hundió un poco más en el agua y pareció reflexionar con cara de preocupación.

—Quizás yo no deber decir que saber pelear. Yo saber un poco, pero no como vosotras.

Negó con la cabeza.

—No saber curar gente como egipcia y...

Miró a Soenya tímidamente, sintiéndose un poco más cómoda con su desnudez.

—Yo no querer... —vaciló y su rostro se puso todavía más rojo, si cabía—. ...dar placer.

La germana le preguntó si tenía algo a lo que aferrarse y le habló de su hermano pequeño. Alina abrió los ojos bien grandes y asintió con vehemencia.

—Sí, yo también tener hermano, pero ser mayor. Yo venir a Roma a encontrar. Él prisionero en guerra y también ser esclavo.

Hizo una mueca melancólica y miró a Soenya con una leve sonrisa.

—Tú no preocuparte. Yo segura que tú volver a ver hermanito. Al menos él estar seguro en tu tierra.

- Un poco es mejor que nada... No es necesario que lo digas pero si deberás demostrarlo... Pues si consideran que no sirves para pelear te enviarán a las minas o te venderán a un lupanar... 

Sonríe con calma.

- Aquí y ahora no importa lo que quieras... Desgraciadamente somos objetos, mercancías... Pueden hacernos y ordenarnos cuanto quieran y gusten... Yo, al final terminé por simplemente disfrutar... Para mi, el sexo es una vía de escape, una forma de evadirme de esta realidad... Encuentra a alguien con quien te sientas cómoda y si aún no has yacido nunca con nadie... Mejor que no se conozca o aún resultará más tentador...

Escuchó con atención las palabras de Alina.

- ¿Cómo se llama tu hermano? El mío se llama Cäsar y... Bueno, espero que se encuentre bien, si... MI pueblo estaba peleando para evitar que Roma se adentrara más en nuestras tierras... 

Alina abrió la boca con sorpresa, al escuchar el consejo de Soenya, y luego negó con la cabeza apresuradamente.

—No yo no... yacer con nadie todavía. Madre decir que eso no deber pasar antes de estar casada. Sólo las malas mujeres hacer eso...

Volvió a quedarse boquiabierta, esta vez con gesto de alarma y se apresuró a aclarar.

—Yo no querer decir que tú mala. Es sólo algo que madre decir.

El comentario sobre el hermano de Soenya le vino bien para desviar la conversación.

—Pueblo mío todavía no ser conquistado por Roma, pero hermano mayor, Rada, querer ver mundo y unirse a mercenarios. En batalla pelear contra Roma y ahora prisionero. Yo creer él esclavo. Tener esperanza de encontrarlo.

Hizo una pausa y miró con pena a Soenya. Alina hubiera imaginado que una mujer fuerte, independiente y tan segura de sí misma, vivía sin una preocupación, pero ahora se daba cuenta de que cargaba con una pena, como ella.

—Yo rezar a Svarog, si él escuchar desde tan lejos, para que tú ver pronto a hermano tuyo.

Mira con cierto pesar a Alina.

- Tarde o temprano deberás yacer con alguien Alina y más siendo lo que somos, esclavas... Igual que deberás acostumbrarte a quedarte desnuda o que partes de tu cuerpo queden al descubierto frente a otras personas... Porque, si ven que te niegas te obligarán y no de maneras agradables...

Parecía hablar desde la propia experiencia y eso, se notaba en su voz. 

Niega con una sonrisa ante sus palabras.

- Cada pueblo es diferente y en el mío una mujer con experiencia en el lecho es preferible a una que no... A mis tierras aún no habían llegado cuando me obligaron a marcharme pero fuimos en ayuda de otras tribus hermanas... Seguro que lo harás.

Terminó de aclarar el jabón de su cuerpo con calma, masajeando sus músculos y relajándolos.

- Gracias Alina, yo también rezo a mis dioses... Y si me permites otro consejo... Que no te oigan o vean adorar o mencionar a otros dioses que no sean los romanos... No les gusta... Pero después, los bárbaros somos el resto... 

La miró con calma, ofreciéndole el jabón.

- Dime Alina... ¿Cómo podríamos ayudarte para que vayas acostumbrándote a la desnudez? Yo pensé en que primero nos bañáramos todas las gladiadoras juntas y después luchar poco a poco con menos ropa... ¿Qué opinas tu? No quisiera hacer nada que te incomodara.

Alina reflexionó con el ceño fruncido sobre las palabras de Soenya y luego asintió.

—Me parecer una buena idea. Ser como decía hermano mío: Si practicar luego las cosas salir solas. Y hacer lo que tú decir. Yo rezar a Júpiter. Él ser Svarog de los romanos. Seguro escuchar mejor rezos, porque estar más cerca.

Se percató de que estaba simplemente allí, sin hacer nada y que se suponía que debía bañarse. Pero el jabón había quedado del lado de Soenya.

Vaciló un momento y se puso de pie, haciendo un gran esfuerzo por dejar quietas las manos y no usarlas para cubrirse. Se apresuró a moverse hasta el otro lado y volvió a hundirse en el agua. Cogió un trozo de jabón y comenzó a pasárselo por la piel. Primero los brazos y el cuello. Cuando le tocó el turno a sus pechos, suspiró profundo y se irguió, exponiéndolos completamente, no sólo para poder enjabonarlos con comodidad, sino para demostrarle a Soenya que estaba dispuesta a hacer un esfuerzo por adaptarse a sus nuevas circunstancias.

Le dirigió una mirada cautelosa y sonrió nerviosamente.

—Tu... ¿Tú querer que yo pasar jabón en espalda?

Soenya había sido tan amable con ella y Alina no sabía que hacer para compensárselo. Al menos, ayudarla a bañarse sería un pequeño gesto. Además, la ayudaría a ella a ir quitándose la timidez.

Se dijo que no había ninguna otra razón para que quisiera acercarse a ella. Sólo quería ser amable.

- Me alegra que lo entiendas - Río - A mi me costó más entenderlo... Pero ahora, puedo rezar a mis deidades con relativa calma, pues a ojos de los romanos siempre seremos bárbaras o salvajes... Desprecian a todo aquello que no es como ellos... 

No se inmutó cuando Alina se acercó a por el jabón o cuando ésta se mostró desnuda ante ella, para la germana todo lo relacionado con la desnudez parecía algo normal y a lo que estaba habituada. 

- Adelante, si eso te ayuda no tengo problema. Después te enjabonaré yo a ti.

Se giró para que Alina pudiera enjabonarle la espalda con calma

A Alina se le aceleró el corazón al escuchar que Soenya se ofrecía a lavar su espalda, luego de que ella hiciera lo propio con la suya. 

Se acercó a ella, trozo de jabón en mano, con la respiración acelerada. 

Levantó ambas manos y dudó un instante antes de tocar la espalda de la gladiadora. Admirada de los músculos que se veían debajo de la brillante piel, en un cuerpo que no dejaba de ser el de una hermosa mujer, de formas delicadas. Una combinación de poder y belleza que Alina no creyó fuera posible ver en una misma persona. 

Posó sus manos con delicadeza en su espalda y comenzó a frotarla con manos temblorosas. Volvió a notar el ardor entre sus piernas y se mordió el labio inferior inadvertidamente. El corazón ahora le galopaba en el pecho. ¿Qué le estaba pasando? Debía calmarse. No había razón para estar tan nerviosa.   

—Tu piel ser muy suave —le dijo—. Pero tus músculos ser muy fuertes. No haber mujeres como tú de donde yo venir.   

Su cuerpo permanecía calmado y relajado mientras Alina enjabonaba su espalda. Ésta pudo notar, al pasar sus manos, marcas y cicatrices en la espalda de la germana. Algunas parecían ser cortes, arañazos y quizás también alguna quemadura o caricia de algún látigo pero todo ello no parecía importarle a la bárbara.

- ¿Suave? Gracias, aunque creía que más bien era áspera por las caricias del clima y las marcas de la guerra... 

Continuó escuchando con calma.

- Nací en guerra, crecí en guerra y me convertí en líder de guerra... Llevo la guerra y la batalla en mi sangre, entrenando desde niña... Tu también puedes conseguir más músculo, si entrenas de la manera adecuada. ¿No hay guerreras en tu tierra?

Alina siguió una larga cicatriz que cruzaba la espalda de Soenya con la punta de un dedo, rozándola apenas. Sintió una opresión en el pecho al imaginarse el sufrimiento que debía haber provocado el tipo de castigo que infligiera las marcas que estaba viendo. ¿Quién podía ser tan cruel para maltratar así a alguien tan amable como Soenya?  

—Las partes que no estar marcadas sentirse suaves para mí. 

Continuó enjabonando con cuidado la espalda de la gladiadora. Ella le preguntó si había guerreras en su tierra.

—Hacer muchos años atrás, haber grandes guerreras en mi tierra. Las Amazonas sobre las que contar historias los griegos ser mis antepasadas. Todavía poder verse algunas de sus tumbas en las colinas alrededor de mi aldea. Pero eso ser hace mucho tiempo atrás. Ahora las mujeres ya no van a guerra, pero todavía nos enseñar a pelear, para proteger nuestra tierra. 

Rozó sin querer una herida y levantó las manos con gesto preocupado.

—¿Yo no lastimarte? ¿Estar haciéndolo bien? 

Niega con la cabeza.

- Tranquila, las heridas están ya cicatrizadas, no duelen. Aparecerán otras nuevas, por supuesto y todas ellas serán marcas y cicatrices de guerra, de esas que nos definen... 

Se queda pensativa unos instantes.

- Normalmente nos asignan o buscan un nombre artístico... Quizás puedas ser Alina, la Amazona de fuego. Por tu color de pelo... ¿Qué te parece?

Alina no pudo evitar soltar una risilla y se tapó la boca con una mano. 

—Yo no poder mantener la cara seria si alguien presentarme así. Pero no sonar mal. Aunque mis ancestros guerreras se quejar en el inframundo cuando escuchar eso.

Cogió una vasija cercana y comenzó a enjuagar la espalda de Soenya. 

—Creo que ya estar. 

Le hubiera gustado continuar tocando el cuerpo escultural de la guerrera, pero no le quedaban excusas para hacerlo y no quería que Soenya pensara que algo raro estaba pasando. No que algo raro estuviese pasando, por supuesto. Sólo estaba admirando la belleza de Soenya. Eso era todo, pero podría dar una mala impresión. 

Sonrío con amabilidad cuando ella terminó.

- Vamos ven, me toca a mi enjabonar tu espalda.

Esperó a que ella se sentara delante para tomar la pastilla de jabón y enjabonar con calma y delicadeza la espalda de su compañera.

- Háblame de esas ancestro guerreras tuyas... Quizás así se nos ocurra un mejor nombre o uno que te guste más...

Parecía bastante interesada en aquellas historias.

Alina se puso a temblequear. Debería haber supuesto que Soenya reciprocaría su gesto, pero algo eso no evitaba que la idea le provocara mariposas en el estómago. Asintió nerviosa y se dio la vuelta.

No pudo evitar dar un respingo ante el primer contacto de los dedos de la hermosa guerrera. Suspiró profundo e intentó relajarse. ¿Qué pensaría Soenya de ella? ¿Que era estaba loca?

Mientras las manos de la gladiadora recorrían su espalda, enviando espasmos de placer a lo largo de su cuerpo, la escuchó preguntarle por las historias de su tierra. Era una buena oportunidad para distraer su mente.

Reflexionó un momento.

—Desear haber escuchado más cuentos de abuela mía, pero yo recordar pocas historias antiguas.

Hizo un esfuerzo por recodar lo que le contaba su abuela y su mirada se perdió en un punto lejano. De pronto, su imaginación la devolvió a su tierra y ya no se preocupó por la desnudez o los peligros que le aguardaban en el ludus. Las manos de Soenya eran como la briza que soplaba en las estepas de su lejana tierra y la transportaron a otra época.

—En tiempos antiguos —comenzó a relatar—, la tierra sacudir con el golpeteo de los cascos de caballos. En esa época lejana, las mujeres ensillar sus caballos, coger sus lanzas y cabalgar con sus hombres para enfrentarse al enemigo en la batalla en las estepas. Las mujeres de esa época poder cortar el corazón de un enemigo con sus espadas rápidas y afiladas. Sin embargo, también consolar a sus hombres y abrigar gran amor en sus corazones.

Mis ancestros ser llamados, los Nart. Ellos ser grandes y poderosos. Primeros en forjar con metal y domesticar caballos. Mi abuela decir que nuestra familia descender de Amezan, la Reina Luna, la mayor guerrera de los Nart. De ella tomar el nombre los griegos para sus historias de mujeres guerreras.

La hermosa y fuerte Amezan, albergar un amor secreto por un apuesto joven de otra tribu. Un día, en frenesí de combate a caballo en las estepas con flechas y jabalinas, ella cabalgar y su cabello sedoso ondear como una llama roja en viento. Ella derribar a un extraño y su caballo. Inclinar de la silla sobre cuerpo sin vida. Horrorizar al reconocer a su amado tirado en charco de sangre. Saltar de su caballo, besar labios apasionadamente y tratar de calentar cuerpo frío con el de ella y suplicar a Dewana, la diosa de las cazadoras del bosque, sentir su corazón quieto comenzar a latir nuevamente. Pero Dewana no escucharla esa vez. Amezan cerrar suavemente ojos ciegos de su amado. "¡Mi sol haberse puesto para siempre!" ella gritar. Con fuertes brazos sacar su daga y hundirla en su propio corazón. . . . Yacer muertos juntos, Amezan y el hombre que amar. Donde su sangre fluir, su valentía ilimitada y su gran amor ser absorbidos por la tierra y brotar un manantial. Para siempre, esas aguas poder renovar las fuerzas perdidas y curar los corazones heridos.

Miró por sobre el hombro a Soenya y sonrió tímidamente. 

 —Perdonar. Yo hablar demasiado. Yo dejarme llevar por recuerdos de infancia mía.

Mientras ella hablaba la germana terminó de enjabonar y limpiar su cuerpo y cuando sonrío tímidamente al terminar de hablar, ella simplemente negó con la cabeza y sonrío de nuevo.

- No te disculpes. ¿Ves? Hablaste y ya terminamos, y tu timidez desapareció. Aférrate a ese tipo de recuerdos, usa el valor y la historia de las valientes guerreras de tu pueblo y hazla tuya. Así lograrás sobrevivir... Todas y cada una de nosotras nos aferramos a algo y tenemos algo por lo que luchar... Encuéntralo y no dejes que nadie te pisoteé. 

Acarició su mejilla con afecto, con una mirada amistosa que inspiraba lealtad.

- Bien, aquí hemos terminado. No todos los días podemos disfrutar de un baño.

Se levantó y se dirigió al trapo para secar su cuerpo y vestirse después.