Partida Rol por web

Durante el día, su comportamiento es el de la persona más disciplinada centrada, apariencia que debía mantener para enseñar a los hombres a los hombres y mujeres a pelear, a anticiparse al enemigo, a sobrevivir en la arena real, pero bajo el manto de la noche, se transformaba en otra cosa, la razón no estaba clara, pero sentía el latir de su corazón de su corazón, y la presencia de los nervios haciéndose más frecuente, al punto de tronar se los dedos para tratar de relajarse. 

Todo era a causa de una mujer, una romana, desafiante y agresiva cómo una leona cuándo están en público, pero en la intimidad de su cuarto, era más dócil, y dejaba ver ese lado tan femenino de su personalidad, que hacía a Kellan perder el control.

Dejó salir a Livia más tarde en la noche, teniendo un juego de llaves propio, se aseguró de que las otras mujeres estén absolutamente dormidas, guió a la mujer fuera de las barracas y fuera del patio, en dirección a su cuarto, argumentando a los pocos guardias que cubrían su turno, una excusa de un entrenamiento extra, siendo él el instructor, nadie ponía pegas.

El patio estaba vacío, y surcarlo fue sencillo casi con apuro hasta llegar a su cuarto, cerró la puerta de madera haciendo que las bisagras rechinen un poco, la miró, la abrazó, y luego la besó, siendo el cuarto amoblado con una cama, una pequeña repisa y un atril con figuras de los dioses de Roma, para rezarle en tiempos de dificultad.

-La espera, no es más que una espina en mi corazón, que solo puede ser retirada por ti-

Musitó a la mujer mientras compartían el abrazo. 

-Déjame hacerte sentir mujer, déjame estar en tu compañía esta noche, preciosa Livia-

Dijo con cariño en la secreta intimidad de sus almas. 

Livia se despierta de su sueño fingido en cuanto oye los pasos para los cuales ha preparado sus oídos. En la oscuridad de la noche abre los ojos y mira a su alrededor. Tan solo unas tenues velas de los guardias que vigilaban al final del pasillo, probablemente estarían dormidos o dando un paseo por los alrededores. O tal vez metiendo su verga en alguna sirvienta. Poco le importaba.

Al notar que Kellan se acerca ella se pone en pie y espera, con sus ojos acostumbrándose a la luz. En silencio, el doctore abre la celda y ambos salen al abrigo de la oscuridad creyéndose inminunes a las miradas de todos, como chiquillos que se fugan de cada en la noche para...bueno para lo único que se fugan los chiquillos.

Llegan apresuradamente a los aposentos del doctore y ambos ya se sienten a salvo de miradas intrusos, momento que aprovechan para abrazarse y acariciarse mutuamente la piel, como un adelanto de lo que vendría mas tarde:

-​​​​​​-Galo tonto...no habría venido hasta aquí si no quisiera hacerlo. Pero yo no soy una esclava como otras a las que te habrás beneficiado...a mí tendrás que tratarme como a una señora...y follarme como a una gladiadora.

-Haré ambas cosas cosas, si a la romana no le importa-

Dijo con tono bromista mientras en el abrazo se deshacía del peto del pecho de la mujer, luego para bajar por su espalda hasta falda y suligaria, y hacer lo mismo, dejarlas caer sin contemplación al suelo. 

Al mismo tiempo comenzó a besar su cuello, y a bajar por este a su pecho, besando y  succiona do un poco y otro antes de seguir el descenso, bajando sus manos al mismo tiempo, que recorrían hábilmente su espalda baja, recorriendo su vientre con los labios dejando un rastro hasta su ombligo, y más abajo, llegando al monte de venus de Livia. 

Solo la miró, y luego procedió a posar sus labios y sobre la zona íntima, aferrando firmemente sus manos al culo de la esclava, metiendo su lengua y presionando los puntos sencible de esta. 

Probando aquellos fluidos que manan de ella al vigoroso toque de su lengua. 

Livia va controlando la situación devolviendo las caricias con la misma moneda, apretando los dedos allí donde encuentra los fuertes músculos de Kellan, pero se nota que sus gestos son torpes e instintivos, casi como si esta fuera su primera vez. Y es que en cierta manera...lo era. Al menos era la primera vez que iba a intimar con alguien y esto fuera consentido. Estaba nerviosa y excitada; el galo la desnuda y ella hace lo propio, peleando con los pantalones del doctore hasta lograr abrirlos y hacerlos caer a sus pies, quedando ambos completamente desnudos.

Se disponía a seguir, uniendo sus labis con los de Kellan cuando notó que éste bajaba por su figura, como un orante se presenta ante una divinidad...Livia no entendía que iba a hacer el doctore y entonces...entonces notó aquella sensación tan nueva y desconocida y sintió que iba a desfallecer de placer allí mismo, tuvo que apoyar la espalda en la fría piedra para sostenerse pues sus rodillas no parecían querer cooperar:

-Oh...Kellan...por los dioses...- musita la mujer con los dientes apretados, conteniendo los gemidos que quieren estallar en su garganta a duras penas. Una de sus manos baja instintivamente y empieza a acariciar sensualmente la cabeza rapada del galo, haciendo, sin poder evitarlo que éste reciba el mensaje que quiere más de eso que le está haciendo.

Su voz sonaba complacida, también un tanto sorprendida, pero sabía que no había sentido nunca el eso, cómo si el hacer el amor fuera nuevo para la romana, más el masaje en su cuero cabelludo decía más aún, que ella quería sentirlo todavía más. 

Apretó con fuerza sus nalgas, acercandose más a ella, moviendo su lengua más rápido aún, presionando la pared anterior, por donde estaba su punto de placer, haciéndolo con más ímpetu a cada segundo que pasaba 

Su parte baja, por su parte, estaba endurecida cómo el acero, habiendo sido liberado por la mujer un momento atrás, completamente erguido, latiendo con firmeza, más ahora quería llevarla al clímax, y mostrarle aquello que es nuevo en el rte del placer. 

De haber podido, Livia de seguro habría clavado sus uñas en la piedra, respiraba con fuerza, su vientre había empezado a sudar al tiempo que su cadera bailaba atrás y adelante, con suaves y sensuales curvas, quería más...quería sentir más, pero sentía que su corazón iba a salírsele del pecho, sus gemidos contenidos empezaban a resonar más fuertes aunque ella luchaba por mantenerlos quedos. La presión de las manos de Kellan en sus nalgas solo hacían que pegar su sexo a la boca del galo y la parte alta de su espalda se mantenía firmemente clavada en la pared, como único contacto con el mundo real pues su mente ya vagaba perdida en olas de la mayor de las intensidades. 

Las paredes interiores de la intimidad de la romana empezaron a contraerse y a estirarse siguiendo los movimientos y los deseos de aquel que le estaba proporcionando tal placer...la humedad iba en aumento y parecía no tener fin, escapando para rodar las transparentes gotas por la barbilla del galo y por los muslos de la romana.

- No...no pares...

No lo haré

Respondió en su mente, los gemidos hacían eco en los oídos del bárbaro, percatandose del baile de la cadera y cintura de la mujer, apretó el ritmo de su lengua en el interior de su femenina Tierra, haciendose más frenético, imparable y deseoso, probando los fluidos que salían en mayor medida, sabiendo que es muy probable que ella estaría cerca del umbral del orgasmo.

Su mano izquierda soltó la nalga, solo para reptar en una caricia provocadora hasta el pecho de la gladiadora, buscando la cima para apretarla entre sus fuertes dedos.

Kellan estaba más que seguro, que después de probar estas experiencias, no querría volver a sentir otra cosa, esperando despertar a aquella criatura insaciable de deseo y lujuria. 

Entonces llegó...incontenible, como una ola que se cierne sobre el acantilado y se estrella en las rocas. La romana se dejó ir, como un junco arrastrado por el viento, el orgasmo fue intenso, largo y profundamente debilitador, tanto que ahora si que tuvo que agarrarse Livia al hachón de una antorcha de pared para no caerse, pero se notaba el temblor de sus piernas. 

Sin que pudiera evitarlo, el gemido de Livia resonó en las paredes de la alcoba del doctore, asustando a las palomas que dormitaban en el tejado que salieron volando en la noche con u frenético aleteo. Jadeando, ni siquiera fu consciente de lo poderoso de su grito, en ese momento nada le preocupaba, ni la domina, ni la arena...ni la esclavitud. Tan solo eran ellos dos en el mundo, ella y el dador del placer...¿dónde habían estado todas estas sensaciones toda su vida?

-Kellan...por Júpiter...-jadea, incapaz de hacer una frase completa, intenta tomar al hombre por la barbilla y tira de él para que se incorpore hasta su altura.

Su clímax fue estruendoso, más en su ojos veía la satisfacción, para su suerte y si alguien preguntaba, el gemido podría haber proveído de cualquier parte, y esa sería su respuesta, su puerta estaba cerrada y trabada para evitar algún incordio, sabiendo bien que los cuartos contiguos estaban vacíos, y la habitación está lejos de oídos metiches.

Se notaba mucho el temblor de sus piernas, y cómo ella trataba de traerle tormepente devuelta a su altura, más el fue despacio, levantándose, mostrándo el miembro erecto, bien dotado y de impresionante tamaño.

-Recupera el aliento Livia, por que esto recién empieza - 

La besó intensamente, dejando que su lengua saliera al encuentro de la suya en el interior de su boca, solo para después levantarla en bolandas y llevarla hasta la cama, sabiendo que su cuerpo aún tenía debilidad por haber sentido aquella vibrante sensación. 

Acostandose el primero y ella sobre su cuerpo, para hacerle saber que ahora podía obrar cómo quisiera. 

-Ahora es tu turno de disfrutar, haré que vuelvas a sentirte mujer las veces que sea necesario-

Desde su lugar bajo el cuerpo de la romana, movía su miembro por su sexo, suavemente para provocar la tentación nuevamente. 

Livia se abraza al cuello del galo y deja que éste la transporte aunque cuando se ve sobre el hombre en verdad parece no saber qué hacer en esa posición, pero la tentación del miembro de Kellan le dió la suficiente idea como para entender lo que el hombre deseaba. Realmente exicitada por llevar el control de la situación, Livia se muerte el labio y se apoya en el pecho del doctore y acaricia sus pectorales, disfrutando de la calidez de su piel, de inclina y besa su ombligo, lame el sudor que le baja por el cuerpo tonificado y sube su rostro hasta alcanzar ese cuello de toro y besarlo repetida y cortamente, cubriendolo todo con sus labios para finalmente darse el lujo de morderlo, arrastrada por la lujuria que crecía en su interior.

Luego de esa pequeña travesura, Livia se incorpora un poco y con un torpe movimiento de caderas de "sube" al decomunal miembro de Kellan, introduciéndose éste muy despacio, los gestos de su cara iba variando entre el placer y algo de dolor, como un aderezo picante inesperado en la comida, nada insoportable pero patente. Aún así no parecía querer parar, tan sólo necesitaba acomodarse a aquella enormidad.

Por un instante, le pareció que estaba tratando con una virgen, pero entendía el por qué de su torpeza, siempre le hacían esto por la fuerza, no por amor o por devoción, solo por sometimiento para proteger a un niño que dejó este mundo a corta edad.

Le había gustado aquel pequeño juego que había hecho con su boca sobre el rudimentario y voluminoso pectoral, además que también jugueteo con su miembro. Disfrutó de ver las caras que ponía ella al dejarle acceder a al interior, gozando de la presión que ejercía.

-¿Cómo se siente tener a un hombre de verdad?-

Llevó sus manos a sus montañas gemelas, buscando cambiar el gesto de ella a uno de más placer.

-Cuándo estés lista...-

Pronunció pacientemente. 

Livia asiente con la cabeza, sintiendo las gotas de sudor bajar por su frente y canalillo, baja un poco más su cadera, animada por las caricias y las suaves palabras del doctore y finalmente todo el miembro de Kellan entra en su interior, llenándola y haciendola suspirar de puro placer. Pasan unos mínimos instantes y la romana comienza a hacer bailar su cadera, adelante y atrás, describiendo ochos sobre la entrepierna del galo, entrando y saliendo con suavidad...la cual se fue perdiendo confrome aumentaba la lascivia y el deseo de ambos pero sobre todo el de ella.

Al cabo de unos pocos minutos estaba botando sobre él, dirigiendo el ritmo y el compás de ambos, sumida en gemidos apasionados y locos al tiempo que sus manos arañaban el torso del exgladiador dibujando u tapiz de rayas carmesíes con las uñas.

Levantó un poco la cabeza, para verla meterse toda su virilidad, completando sintiendo el tope de su vientre y el calor de su cuerpo, ella se había quedado un momentito, acostumbrándose el, hasta que comenzó a moverse, haciendo esos movimientos que le hacían recorrer y tocar cada sector de su ser.

Livia salía y entraba lentamente, algo que fue perdiendose a medida que se dejaba llevar por la pasión.

Sin darse cuenta, habían pasado unos momentos y ella comenzó a saltarle encima, arañando su pecho con las filosas uñas, mientras que por su parte, la tenía bien sujeta del culo, acompañando el frenético ritmo de la romana, que gemia fuerte, llenando sus oídos de mayor deseo por ella.

Pero sin olvidar que debía salir de ella cuando él clímax se hiciera presente, o la posibilidad de impregnar la era bastante posible. 

Ignorante del mundo y sin preocuparse de nada que no fueran ellos dos, Octavia saltaba frenéticamente, moviendo su cadera en ángulos marcados, buscando sentir más y más a cada momento como una fiera insaciable que deseaba conocer cuál podía ser el límite de todo aquello que estaba descubriendo por vez primera. El dolor le daba ese punto exótico y picante a todo el placer que la asolaba, y lo pagaba con la piel de Kellan, y luego, cuando su espalda parecía incapaz de sostenerla por más tiempo, Livia se volvió a inclinar sobre el pecho del hombre, besando, lamiendo, mordiendo...su mirada brillaba y sus labios estaban enrojecidos de mordérselos y babeárselos con tanto gemido mal contenido.

Junta su boca con la de Kellan devorándolo como si bebiera ávidamente de una jarra colmada...deseaba sentirle tanto dentro como fuera de ella, por ello que sus manos revoloteaban por su cuerpo y su rostro. Los jadeos se hacían cada vez más rápidos, más intensos, más profundos, se acercaba el momento para ella.

Se encuentra ante una bestia insaciable, que se movía y usaba cómo si fuera su juguete, más no le importaba, pues ella había pasado años sin sentir el amor y la satisfacción de una compañía aceptable, parecía que se estaba haciendo adicta a deborarle, incluso haciendo que su miembro se contorsione un poco, lo que le generaba un poco de dolor, pero un dolor dulce que hacía bastante no sentía.

Hasta que se recostó de nuevo sobre su cuerpo, la dejó jugar en su pecho hasta que buscó añorando su boca, cómo aquella que buscaba agua en inmensidad de un desierto interminable, lo cierto es que ahora había llegado al oasis de su corazón, y el también buscó el beso.

Interpretando su expresión, pudo darse cuenta que se acercaba el momento, por esa razón, flexionó las rodillas, levantando un poco la cadera, comenzando a entrar y salir de su cuerpo rápidamente, cómo un martillo golpeando acero.

Las palabras sobraban, dejando que guie a Livia de nuevo a esa sensación de la cual fue privada durante tanto tiempo. 

Livia pone una mano a cada lado de la cabeza del galo y deja que sus acometidas la sacudan ferozmente, acompañando sus movimientos con los de él, cada vez más potentes y profundos:

-ah....ah ah...- lanzaba una serie de gemidos cortos y fuertes, acaba hincando los dientes en la almohada de la cama para contener los gritos que quieren estallar en su garganta.

-Lo prefieres... Así? O te... Gusta de más... Suave? 

Preguntó el galo al oído de la fémina romana, bajando un poco el ritmo al ver que esta apenas estaba manteniendo la compostura, solo para darle un momento de raciocinio. 

O tal vez su quería fomentar y extender un poco su llegada a aquella sensación tan liberadora, pero había una razón más. 

-¿Me quieres en tu vientre?... - 

Preguntó, ya que no quería contradecir sus deseos, y por eso le dio la oportunidad de tomar una decisión. 

Livia estaba disfrutando de las sensaciones, del contacto, de cada movimiento y hasta del sonido del latir del corazón del galo en su pecho:

-Si...me gusta...y así también...suave y fuerte...lo quiero todo, Kellan...- musita con la voz entrecortada, tan cercana al orgasmo que casi le costaba pensar.

Pero las últimas palabras del galo hicieron que la romana abriera los ojos de par en par...no con una expresión de placer, ni de sorpresa, ni de...nada bueno. Había miedo, un pánico irracional que sepultó su líbido como si un alud de nieve lo hubiera enterrado. A duras penas logra contener sus súbitos temblores y su, hasta entonces dilatado, interior por la excitación, parece secarse y cerrarse de pronto, haciéndola sentir un intenso dolor. La romana se incorpora y se aparta del galo, temblando como quien despierta de una pesadilla, mas a pesar de todas estas muestras de desazón, parecía estar luchando por controlarse.

-Yo....yo...no...lo...lo siento...no debemos...no debí...de-debo irme...Kellan...

Se incorpora con ella, viéndola en esa desolación, en ese temor que había que ahora manifestaba la mujer, pero el quería tenerla, y hacerla sentir amada, para sanar su lastimado corazón.

-Shhhhhhh...- Silenció este, abrazándola y cobijandola, cómo una gruesa manta, abrigandola en una fría noche de invierno.

-Quiero que te quedes, ya te lo dije, no haré nada para dañarte-

La tomó delicadamente por el mentón, y la besó, en un gentil beso conciliador, esperando que ella se quiera quedar ahí con el, haciendo el amor, y cuidando de no inpregnarla, para que su carrera cómo gladiadora no corra peligro. 

-Quedate, mi corazón se partirá si me abandonas-

Suplicó con tono triste en la voz, maldecia en su cabeza por haber hecho la pregunta esa. 

Livia parece que va a apartarse del abrazo del galo pero al final se deja encandilar por sus dulces palabras y su dulce tono...se deja llevar y acaba rodeada por los brazos de Kellan, temblando como la llama de una vela, pero no por el frío sino por el terror:

-No...no quiero irme...lo siento...no quería asustarte.- dice con la voz trémula, apoyando el peso de su pequeño cuerpo en Kellan, luchando por respirar de manera más sosegada, combatiendo su ataque de pánico- es que no...no puedo...no puedo pasar por eso otra vez...no más hijos...nunca...¿comprendes porqué? tu eres hombre, no puedes entender el dolor de una que ha sido madre.- su tono no es recriminatorio, sino lastimero, había dolores que sólo una mujer podría padecer, demasiados castigos les habían impuesto los dioses.