Partida Rol por web

Ante el aluvión de preguntas realizadas al señor de las tierras y alcalde de Bar Harbor el breve silencio posterior fue algo incomodo. Justo en ese momento la aguja del aparato musical vuelve a reanudar su tonada junto al portazo de la cocina. Krebs entra al comedor para servir el desayuno.

Trae a rastras un enorme carro de varios niveles completamente rebosante de platos, fuentes, tazas y jarros. La cantidad de alimento ni su calidad tiene parangón… ni en las cenas de gala proporcionadas entre embajadores de los más poderosos países suelen ver tantos alimentos.

- Aquí esta lo que pidió señor Martinson. – ladra enojado Krebs mientras distribuye el contenido del carro a desgano. Luego se quita el delantal de cocina y lo deja sobre un mueble.
- Voy por los demás. Es tarde. – si mas, Krebs se marcha en el Vauxhall…

Krebs entró, sirvió el opulento desayuno y se retiró dejando el ambiente aun peor, aunque Martinson responde con un gesto de despedida las bruscas palabras de su mayordomo para luego volver a cambiar su semblante a algo un poco más amigable, tal como debería comportarse un anfitrión de tal alcurnia.

El alcalde levanta una copa con jugo de naranja y habla para los presentes. - ¡Salud! Por ustedes, los salvadores de Bar Harbor. ¡Benditos sean! – luego se dirige a sus damas con paciencia y dulzura - Angela, cómete todo, sé una chica buena. Brandy, bebe algo, es bueno para ti… -  

Entonces las muchachas que hasta el momento no había realizado ningún gesto ni acción comienzan a ingerir sus alimentos tras mirar por algunos instantes a Martinson. El alcalde sonríe satisfecho y a continuación responde las inquietudes de sus invitados.

- Es lamentable todo lo ocurrido pero deseo creer en la capacidad de supervivencia de mis amados habitantes. Es posible que se hayan refugiado en sus viviendas a la espera de la salvación, pero lamento decir que ir mas allá de la niebla significa la muerte. Los caminos pierden su rumbo y el océano devuelve los barcos sin sus marineros. La profecía es cierta…  estamos aislados del resto del mundo y tampoco sabemos que ocurre allí afuera. O tan solo fuimos salvados del apocalipsis y aun no lo sabemos...- afirma Roger ante la pregunta de Aaron que sin dudar se abalanza sobre los alimentos y escucha las palabras del famoso hombre.

- Solo hay una forma de frenar el avance de la oscuridad. Hay que encontrar a mi hija, se llama Dahlia y es la salvación de la humanidad. – Martinson señala un pequeño cuadro colgado detrás de un piano ubicado junto a la ventana – ella es una de las niñas santas que fueron contactadas por la santísima Virgen María. Pero no daré mas detalles hasta que sus amigos se unan en la mesa. Por favor disfruten de los alimentos. – y tras beber un sorbo de café y degustar el tocino, Roger suelta unas últimas palabras en respuesta a la pregunta de Johan.

- ¿El cuadro? Ohhh… si. Es una representación de un fragmento de los textos sagrados y pertenece, como todo lo que hay en la mansión, a la familia Martinson. Son objetos traídos desde Inglaterra durante el siglo XVII. - 

_{Dahlia Marinson}

La verdad es que al margen de la palabrería mística del Señor de la casa, el mero hecho de tener comida delante de mis ojos sólo despertó un apetito completamente dormido y voraz. Así que con toda la delicadeza del mundo, comencé a degustar los platos hasta saciarme por completo, desde ya que no al extremo de Aaron que parecía un cerdo en su chochinero. 

Luego de más o menos unos veinte minutos, con mi estómago rebosando de alegría procedo a reflexionar una a una las palabras del Alcalde. Durante años he presenciado cenas de todo tipo, en donde los altos cargos, ya sean políticos o militares, oficiaban reuniones parecidas a estas. Las conversaciones eran meramente sobre negociaciones, derrocamientos y asunciones al poder por conveniencia pero jamás, sobre religión ya que generaba discordia sin importar como se tratase el tema. 

Y al margen de que toda la perorata mística superaba los límites de la fantasía, lo único que llamó soberanamente mi atención fue el cuadro, si aquella imagen de la niña a quien conocía a la perfección. Ella fue quien nos salvó en el Orfanato y yo creía que estaba... ¿Muerta? 

Negando con la cabeza ante la creencia de que esa niña no podría ser la que conocí hace una década atrás, indago sobre ella. - Señor Martinson... ¿Hace cuanto que perdió a su hija? ¿Qué pasó realmente con ella? - pregunto sin pecar de indiscreta, llega a decirme que hace una década que la perdió me caería de espalda con la silla. 

Johan había pegado unos cuantos bocados a la comida de manera superficial. Aunque no tenía demasiada hambre, era una norma de etiqueta el al menos, probar la comida que te preparaban. El contacto con el respaldo de la silla estaba despertando el dolor de su espalda e intentó aguantarlo mientras escuchaba el relato de su anfitrión y la consecuente contestación de una de las gemelas. Desde luego, eran una caja de sorpresas, aunque no estaba segura si fue la misma que tuvo aquel momento de "Iluminación" Sin poder aguantar mucho mas por el escozor continuo. Johan levantó la voz antes de dar tiempo a contestar al señor Martinson.

-Disculpe que le interrumpa. Dijo el joven a la gemela que había hablado, con una mirada de sinceridad y claros sintomas de dolor. ¿Tiene algun botiquín en la residencia? Me temo que tuve un accidente con unos productos en el hospital y mis heridas no han terminado de sanar. 

Observo la comida y ya no puedo resistirme mas. Me avalanzo a por la comida. Empiezo por mis platos favoritos, luego por los que no conozco, para probarlos. Aunque efectivamente hay ansia, y voracidad en el coronel, tampoco era un animal. Sabia usar todos los cubiertos, no hacia ruido al comer ni masticaba con la boca abierta ni cosas así... Si hubiese ido a camara lenta parecería un caballero. Sin embargo un ansia viva había poseido al coronel que tragaba como un pato. Las pocas detenciones que hacía era para beber. Sorprendentemente había empezado por el agua. Sin embargo una vez saciada la sed empezo con las bebidas alcoholicas. Empezó por el vino. Observo las botellas y se decantó por un un crianza francés. Se sirvió, lo olió, lo probó... Y se tomó el resto de la copa de un trago. Sonrió y se sirvió de nuevo. Escuchaba el resto de conversaciones pero de momento el coronel se mantiene totalmente al margen. Comiendo y bebiiendo como si le fuera la vida en ello

En algún lado de la enorme mansión una ventana golpeaba su marco por la acción del viento y su eco producía sonidos que solo agravaban el compas de la música.

Roger aun no había probado bocado, solo se limitaba a dar indicaciones a sus criadas y mirando por la ventana en búsqueda del regreso de la limosina.

La pregunta de una de las gemelas despertó alguna fibra sensible en el acaudalado hombre – Usted verá, señorita mía, que hablar de estas cosas me producen mucha angustia y desesperanza. Prometa comunicar lo que les contaré a sus compañeros cuando lleguen. – Responde a Jules y continua con su historia – Dahlia desapareció durante una gran tormenta tres semanas atrás. Ella acostumbra caminar por el bosque y esa tarde el mal clima nos jugó una mala pasada al arreciar antes de tiempo. Temo que se haya perdido en el bosque y que el mal clima posterior la mantenga lejos de casa. – las fuerzas de Martinson flaquean al terminar su relato. Al terminar intenta dejar la mesa pero vuelve a caer pesadamente en su asiento.

Luego el joven Johan con muecas de dolor de por medio solicita ayuda. El alcalde deja de lado momentáneamente su dolor para ordenar a Brandy y Angela a que vayan en búsqueda del botiquín. – No se preocupe joven. Mis damas podrán atender sus dolencias. Si me disculpan me retirare a mis aposentos. No me siento del todo bien. – Entonces Roger Martinson se levanta y abandona el Comedor en dirección a las escaleras. Sus dos criadas también abandonan la estancia en búsqueda de las medicinas.

Ahora los ex pacientes del hospital de Bar Harbor quedan a sus anchas en la mansión.

Asiento cuando el muchacho pide la palabra, momento en el cual termino por degustar el resto de las delicias de la casa. No perdía de vista al Coronel que continuaba con el atoramiento de comida e incluso llegué a pensar que ese hombre moriría ahogado con una pata de pollo si continuaba así. 

- Sería conveniente que respires un poco... - suelto entre risas a Aaron para que detenga el modo voraz de un cerdo ansioso por comerse todo, para luego centrar la mirada en Johan y ofrecer mi ayuda con sus heridas. - Muchas gracias, si quieres puedo revisar y ver que tal está. No me fío del estado racional de estas mujeres así que te ayudaré. - parecía mentira que una mujer como yo, con esa imagen tan bestial que había dado, era dulce y solidaria. Dos caras de una misma moneda, aunque sabía que el Coronel sentiría pánico por ello.

- ¿Será angustia oral lo que tiene Aaron?- me pregunto dedicándole una mirada cargada de comprensión. 

Pero como siempre nunca todo termina ahí, ahora el Señor de la casa comienza a relatarme sobre la desaparición de su hija, mientras que en mi mente voy pensando seriamente que algo no me cierra. Si la vi cuando tenía 11 años en el Orfanato, era imposible que estuviera viva y si así fuera, tendríamos la misma edad. Algo no cuadraba y lo investigaría a fondo, sólo que no quería alertar al padre afligido. 

- Descuide Señor, no volveré a tocar el tema. Por favor discúlpeme por el atrevimiento. - había que quedar bien o no tendríamos ni siquiera un tazón de sopa. 

Una vez que las drogadas de turno trajeron el kit de primeros auxilios, reviso a Johan la herida. 

Al principio el coronel hace caso omiso a todos y sigue comiendo "tranquilamente", pero cuando todos los nativos desaparecen del comedor el coronel deja de improviso de comer y se levanta. Observa el salón detenidamente, buscando agujeros por el que alguien pueda estar espiándonos. Además busca con urgencia lo más importante ahora mismo para el, un teléfono.

-Si un padre pierde a una hija lo primero que hace es ir a buscarla.- dije con la voz baja, lo que le da un toque casi como un gruñido. -Y seamos serios, ¿3 semanas? ¿Una niña pequeña? Ya estará muerta. Esto no tiene ni pies ni cabeza. 

Pasados unos minutos las dos muchachas regresan con su mismo caminar pausado y ausente, la muchacha rubia comienza a recoger la mesa, la chica castaña por el contrario porta un maletín de cuero negro similar al que suelen llevar los doctores de pueblo.
Se aproxima a Johan y sin mediar palabra le lleva a un lado y comienza a limpiar, desinfectar y cubrir sus heridas con apósitos limpios.
Busca en la mirada de la muchacha, trata de comprender qué está pasando aquí mediante esos ojos pardos, ojos que miran sin ver, vacíos de voluntad, perdidos en una inmensidad inabarcable.

A Johan le invade el perfume suave de la muchacha, y la mezcla, de dolor y suaves y expertas manos se le antoja un tanto erótica, comienza a notar una gota de sudor recorriéndole la espalda, querría decirle cosas y las palabras no brotan de su garganta, ella casi ha a acabado, si pudiera al menos cruzar su mirada con la de ella....
Ese contacto se produce de repente, la chica centra su mirada y abre sus grandes ojos castaños, como si viese a Johan por primera vez, su respiración se agita, y mira alrededor, como buscando...
Johan la ve trastear en el maletín, con el bote de desinfectante rojo y una gasa.
Después enrolla la gasa y la introduce en el bolsillo de la chaqueta del chico.
Sin más, sale del salón, seguida de cerca por la rubia.

Cuando Johan desenrolla la gasa, puede leer dos palabras escritas, si no supiera que lo ha escrito con el producto se diría que escritas con sangre...

(Ayudame)

Una vez que las drogadas de turno trajeron el kit de primeros auxilios, reviso a Johan la herida. 

Brandy  atiende las heridas de Johan mientras Jules examina el proceso con mirada crítica. En realidad la muchacha apenas logra la encomienda de Martinson y por ende se retira con su amiga por donde vinieron. Nuevamente los Pecadores quedan a solas en el gran salón comedor.

Ahora Jules puede continuar donde Brandy dejó.

Johan recoge la gasa con la mano mientras la chica se iba y quedaba embalsamado. Hacía mucho que no sentía algo parecido, realmente mucho tiempo. Apenas había percibido el tiempo que había estado atendiendo sus heridas. ¿Fueron 10 segundos, minutos? Ese pequeño momento de paz era algo para apreciar pero que había sido demasiado breve.

Para sacarlo de sus pensamientos, una de las gemelas se ofreció para ayudarle con sus heridas y así garantizar que no hubiera hecho nada extraño, al fin y al cabo, estaban en aquel pueblo de locura junto a aquel hombre, el cual no parecía afectarle lo mas mínimo la pesadilla donde estaban atrapados.

Johan miró hacia Jules y asintiendo con la cabeza aceptó la ayuda. Parecían personas totalmente diferentes a las que conoció en el hospital, se giró un momento para atreverse a preguntar sobre ese cambio de rumbo en la conducta, pero se achantó rápidamente y se contentó con recibir ayuda. 

Mientras recibía esta 2º ayuda, se pasó a examinar aquel pequeño trozo de tela y no pudo evitar mirar hacia atrás y enseñárselo a la gemela que trataba de revisar y sanar nuevamente aquella espalda. 

Se pueden leer dos palabras escritas, si no supiera que lo ha escrito con el producto se diría que están escritas con sangre.

Estaba claro que no era una buena idea decir muy en voz alta aquel mensaje. En una voz muy baja, mirando a Jules y con un tono que parecía pedir ayuda, se aventuró a decirle su opinión.

-Tenemos que ayudarla...

La verdad es que no era lo mío curar ni obrar de enfermera pero si era una muy buena observadora y aprendía con facilidad, así que en cuanto la chica morena liberó a Johan me coloco a su lado para terminar de desinfectar con un gasa empapada en alcohol y luego vendar la espalda del muchacho para que no estuviera expuesta su herida. 

- Creo que con ello ya está Johan... - termino por decir para luego acercarme a su lado y mantener una conversación entre susurros. Tras unos segundos de intercambio verbal, inicio mi marcha no sin antes decirle algo a mi hermana. - Ya vuelvo Julie, necesito llevarlo a un baño. - expreso en un tono cómplice para luego dedicarle una mirada al Coronel y soltarle una broma. - Pórtese bien que ahora solo queda una. - afirmo entre risas mientras le indico a Johan que me siga. 

Ahora entre susurros y dada la cercanía física en la que me encontraba con Johan pude leer aquella nota que sin dudas estaba escrita por sangre. Poco tardé en darme cuenta de que estaba seca y no se deslizaba con facilidad, el dulce aroma era lo suficientemente claro. 

- La ayudaremos, sígueme. -  respondo a su petición, recién se había retirado y dado que el Señor Martinson no se encontraba allí, sería una oportuna ocasión para investigar. Por ello, tomo del kit un bisturí y lo guardo debajo de mi camiseta simulando hablar en el oído de Johan para no denotar aquella acción ante la mirada del resto. 

Tras hacer algunos comentarios a mi hermana y al Coronel emprendemos la marcha detrás de la chica morena. 

Johan tocaba por inercia las vendas de su espalda, comprobando el dolor y una cierta preocupación al comprobar la gravedad de las heridas al tacto. Aquella "cosa" lo había dejado en un estado realmente lamentable.

Se levantó con cierta dificultad y respiró hondo para poder seguir andando con normalidad.Tuvo ganas de tranquilizar al grupo y decirle que no era nada, pero no estaba seguro de como reaccionarían, además, tampoco era algo realmente importante para notificarlo.

-Si vienen el resto, avisadnos. Por favor

Tras decir aquellas palabras, Johan siguió a Jules hacia la otra sala

Johan había seguido a la joven gemela hacia la otra sala. Se había percatado de que había cogido un bisturí, parecía una mujer bastante segura de lo que tenía que hacer y de recurrir a la violencia si fuera necesario, era bastante diferente a el. Siempre había intentado mediar y hablar todo lo posible, y quizás por eso se encontraba en aquel infierno mental.

-Gracias por acceder a ayudarla y bueno... Por ayudarme a mi también., había algo que no cuadra en todo esto, quitando a las horripilantes criaturas y a la pila de cadaveres dando la bienvenida claro esta. -Intentó esbozar una sonrisa pero se arrepintió rápidamente. -Creo que deberíamos encontrarla y tratar de hablar con ella y que nos cuente algo mas. Llevárnosla por la fuerza creo que va a ser mala idea teniendo en cuenta las armas del chofer siniestro y dios sabe que mas. 

Siguió andando y conforme mas miraba a Jules, mas ardía en deseos de preguntarle sobre lo acontecido en el hospital, siquiera estaba seguro de si era ella o su hermana gemela. Pero aquellas palabras... Aquellas visiones que parecía haber tenido le estaban concomiendo por dentro

Julie abandona la estancia acompañada por el malherido Johan. Van en búsqueda de un lavado pero la mansión es inmensa y todo podría pasar.

Mientras tanto el coronel queda a solas con Julie. El momento se torna incomodo, el aire espeso y la situación  insostenible.

Entonces los recuerdos del ascensor llegan a Aaron, que por momentos espía a su acompañante y cree ver las manos ensangrentadas de Julie. ¿Tal vez es la bebida o su fatigada mente le juega una mala pasada?

Afuera, en el exterior, un ave grazna de forma extraña. Solo que tal vez no sea un ave.

Una vez que nos perdimos de vista, al menos del resto del grupo se nota en mi andar que permanezco en alerta revisando el lugar con bastante detenimiento y audacia pero las palabras de Johan detienen mis pasos, siendo un motivo para ofrecer una mejor respuesta. 

- Descuida Johan, tampoco es que soy una persona malvada. Lo haría de nuevo por ti, me caes bien y ambos sabemos que este lugar nada bueno se trae. - expreso en un tono animado, cordial e incluso empático hasta que me acerco a la altura de su oído y susurro. - No te preocupes por mi bisturí, lo he tomado prestado por si la cosa aquí se pone áspera. Al margen de ello, no quiero hacerle daño a la chica ni llevarla por la fuerza. Primero revisaremos el lugar. ¿Está bien? - termino por decir para luego dejar un beso en su mejilla, a modo de complicidad. 

Cierto era que podía ser muy letal, capaz de atacar con furia, a quien se interponga en mi camino y también era una persona muy dulce, una especie de ying y yang fluctuando equilibradamente.

En este momento Johan me había ofrecido al mostrarme ese trozo de gasa, una posibilidad para hacer lo que mejor hago... Investigar y por ello, no tardé ni dos segundos en querer apoyarlo con la idea hasta llegar al punto vital de este asunto. 

Dos cosas estaban claras, el Señor Martinson era muy extraño, con su fachada de hombre culto y afligido, una bella interpretación que puede creérsela un novato pero en mi caso, ya con muchos años de investigar a las personas desconfiaría por completo. Y lo segundo, el estado de esas chicas, muy cuestionable.