Partida Rol por web

¿Qué ocurre?

De repente, sin que casi me dé tiempo a reaccionar, unos zarcillos vegetales atacan desde los oscuros rincones de la inmensa estancia, atrapando a Ean. Al mismo tiempo, lo que parece una enorme planta monstruosa, dotada de una gran boca amenazadora, surge de la cima del cilindro por el que Liam está ascendiendo. Mis ojos se abren con horror al contemplar lo imposible. ¡Las plantas no se mueven! ¿Qué clase de pesadilla es esta?

 —¡Feondas! ¡Liam, aléjate de ahí, ahora! —exclamo mientras apresto mi espadón y echo a correr en dirección al inmovilizado Ean, esperando llegar a tiempo—. ¡Ean, ya voy!

Liam se quedó mirando con gran curiosidad la planta que atacaba a Ean, y con algo menos a la que apareció sobre su cabeza. Lo cierto es que era un especimen único, digno de estudio, pero no de proporcionarle la comida que buscaba. Así que el joven se pegó a la escalera lo más posible esperando pasar desapercibido para el bicho (después de todo estaba pegado a la "pared" del tanque) para a continuación deslizarse, cogido a sus barras, hacía abajo, suponiendo que tarde o temprano alguien tiraría la escalera. Y él no quería estar muy alto cuando eso pasase.

De pronto, sin que ninguno llegue realmente a darse cuenta a tiempo, diversos zarcillos y plantas que, por la pinta que tienen, parecen carnívoras —y además, huelga decirlo, son gigantes— se lanzan en nuestra dirección y nos atacan.

Uno de los zarcillos logra enganchar la pierna de Ean y, dado que está cerca y él se está demorando en sacar su arma, mis brazos actúan antes que mi mente logre decidir qué hacer y al momento trato de golpear la liana con el Carath que ya estoy empuñando, intentando ensartarla con la punta de metal para que suelte a mi compañero. 

—Juntaos al menos de dos en dos, que no puedan ganarnos la espalda a ninguno —añado al grito de Arven. 

Arven vio como su sensación se hacía realidad, no estaban solos, ni por asomo. Vió improductivo corretear y subirse a los depósitos a toda prisa, sobre todo en su estado, más aún cuando vio aquella enorme boca vegetal surgir de la nada

-Chicos, posiciones de combate, YA!-

Se había revelado parte de la función, Feondas, los enemigos del todo, como una nada devoradora con forma de planta. Asentó los pies con fuerza e intentó olvidar el dolor de las heridas.

¿Moriría allí?, si así fuese, lo haría a lo grande, eso seguro. No iba a retroceder.

No puede ser. Ante mis ojos, un cúmulo de enredaderas se despliega de forma imposible para atraparnos a mis compañeros y a mí, y unas enormes y hambrientas fauces descienden sobre nuestras cabezas para devorarnos. Esto es antinatural, una ofensa para el Uno, y no tiene cabida en este mundo, ni siquiera en los sueños de la mente más retorcida.

Obligo a mi cerebro a funcionar a toda velocidad mientras repaso las escasas posibilidades que tenemos, y, de repente, lo veo claro. Nos enfrentamos a plantas, la extraña materia pegajosa que cubre toda la estancia parece viva, orgánica, y yo guardo pedernal, eslabón y una lámpara de aceite en mi mochila.

No hay tiempo que perder.

La planta es evidentemente carnívora, pero desconocéis si el tronco que sobresale del borde del silo tiene alguna capacidad especial, como escupir veneno o similar. El zarcillo que se ha enredado a la pierna de Ean no parece tener espinas ni causarle ningún tipo de problema que no sea la presión a la que le está sometiendo, pero es cierto que le sujeta de la bota y no entra en contacto con la piel.

Liam, por su parte, trata de deducir qué puede ser esta planta, pero si tiene algo que ver con la Magiencia, sus conocimientos no llegan a tanto, porque nunca ha leído sobre nada semejante, salvo las historias de Feondas con cuerpos vegetales que aterrorizan las zonas más despobladas de Tri Kazel.

Y de nuevo, como sucedió tan sólo unos minutos antes —que ya me parecen décadas—, todo comienza a moverse muy rápido. Sin darme cuenta siquiera yo misma, ya he saltado mientras me giraba para acercarme a Ean y asestarle un golpe al zarcillo con la punta metálica del Carath, tratando de lograr que se desenrosque de su pierna lo antes posible. No parece venenosa, pero no quiero arriesgarme a que le comprima demasiado. Aún así, tampoco tengo muchas ganas de tocarla con la piel desnuda, así que me cuido de vigilar que no se levante y se lance hacia mis manos o hacia nuestros rostros o algo así... 

Levanto el bastón en alto y lo dejo caer, ayudándolo con todas mis fuerzas, en un ángulo sesgado. No tengo muy claro en realidad si pretendo separarlo yo con mi propia fuerza o si realmente en mi cabeza tengo alguna esperanza de que suceda algo como que al zarcillo le duela el golpe y se retire o algo así... Pero me da igual; viendo que puedo moverme más rápido de lo que ellos pueden reaccionar, decido golpearlo tal cual, con la punta metálica, a ver si consigo que al menos afloje un poco su presión sobre la pierna de mi compañero. 

Arven dio un paso al frente, protegida lo mejor que pudo con su escudo, su espada estaba preparada para soltar un tajo, aunque no abriría mucho la guardia, por si acaso, era consciente de sus heridas, y cualquier golpe mal dado acarrearía terribles consecuencias para la joven.

En su cabeza no estaba desfallecer, aun cuando su espada no encontrase la carne de su objetivo, no se apartaría de en medio, protegiendo así a todos los que pudiera con su acción.

Aquella cosa pareció atacar a su misma vez, y la velocidad del lance no le permitió ver si había acertado o no

Yldiane, al ver cómo la enorme rama se agarra a la pierna de Ean, se lanza hacia ella clavándole la punta de su carath. El efecto es el mismo que pinchar la raíz de un árbol: la corteza se levanta y empieza a rezumar algo de savia, pero no consigue que el tentáculo de madera se parta.

Arven intenta golpearle con su espada, pero su pierna herida hace que llegue demasiado tarde... El tentáculo da un fuerte tirón y levanta a Ean por los aires, colocándolo prácticamente encima del silo del que sale el cuerpo principal de la planta. El arquero ahoga un grito de dolor cuando el brusco tirón le hace caer al suelo sobre la viscosa sustancia que lo cubre, sintiendo como si estuvieran a punto de arrancarle la pierna.

El resto de los zarcillos de la planta no se quedan rezagados: uno de ellos, al sentir cómo Yldiane golpea a su gemelo, se lanza sobre la Varigal; enredándose en su pierna y cortándole la circulación. Otro se limita a golpear a Mòr, dejándole atontado por el impacto, mientras que el cuarto se lanza sobre Urvan, enredándose en su torso y presionándole con intención de aplastarlo.

Liam se pegó a la escalera para dejar el menos blanco posible y se deslizó hacía abajo lo más rápido que pudo sin descalabrarse. Pero al llegar abajo y volver la vista más allá de la escalera le quedó claro que la situación tenían partes buenas y malas. La buena es que había llegado abajo sin que se lo comiese una curiosidad científica. Y la mala es que medio grupo, incluyendo a Yldiane, estaba atrapado por aquellos enormes tallos móviles. No había tiempo a detenerse en cavilaciones, pero dado que lo mejor que Liam hacía era pensar decidió no dejarlo de lado. Así pues el joven, aun cubierto contra la pared del depósito sacó una antorcha y comenzó a prenderla.

Y se desata el caos.

Antes de que logre llegar hasta Ean, la cosa-planta tira fuertemente de él y lo levanta en vilo, haciéndolo volar por la habitación como si fuera un muñeco colgado de una cuerda. Desde mi espalda llegan a mis oídos sonidos de batalla y los gritos de mis otros compañeros, lo que me indica que la cosa también está muy agitada por ahí atrás. No obstante, no puedo llegar a darme la vuelta para hacerme una idea de la situación. Un tremendo golpe llegado de ninguna parte me hace trastabillar y dar varios pasos a traspiés hasta que choco con una de las paredes de la sala. Maldición, ni siquiera lo he visto llegar. Me giro…

… Y lo que veo es descorazonador. Ean cuelga en una posición embarazosa por encima de la cuba sobre la que está el cuerpo principal de la planta, muy cerca de sus aceradas fauces. Yldiane también tiene la pierna enredada, y no tardará en ser levantada por los aires como Ean. Los demás resisten como pueden mientras los zarcillos del monstruoso ser, parecidos a los tentáculos de un calamar gigante, dan bandazos por toda la estancia, con una furia descontrolada.

Sin mediar palabra, me lanzo a la carrera hacia Yldiane trazando un arco con la espada mientras corro, para acabar lanzando un tajo descendente al llegar a su altura, con la intención de talar la extremidad vegetal que se retuerce de un modo repugnante alrededor de su pierna…

De repente todo pasa muy rápido. Ean ve como Yldiane le da un tajo a la planta que le tiene agarrado, pero a parte de una pequeña herida, no consigue mucho más. Ean va a soltar la ballesta para darle un tajo también, cuando de repente es levantado por los aires como si de un muñeco de trapo se tratase. Recibe un buen golpe, pero consigue no soltar la ballesta. Flotando en el aire ve el caos que se desata abajo, pero entonces se fija en algo, tiene el corazón de la planta cerca, aunque sus babosas fauces también están demasiado cerca para su gusto.

Boca abajo, cogiendo la ballesta como puede, se concentra en meterle un virote en el centro. Ahora mismo no piensa en la caída que puede tener si la planta le suelta...

-Cupido viene a regalarte amor...

Compruebo que es bastante difícil encontrar lo que uno quiere buscando a tientas en el fondo de una mochila mientras tus amigos vuelan por la habitación. Amigos. hace unas horas ni siquiera recordaba sus nombres, pero ahora estamos unidos como hermanos, luchando juntos contra la muerte. Me seco el sudor de la frente con el antebrazo y suelto un bufido cansado, pero justo en ese momento, mis manos tocan algo pequeño y metálico.

Y entonces sucede. Algo cortante e inhumanamente fuerte apresa mi cuerpo con una vehemencia asesina. El aire escapa dolorosamente de mis pulmones, y durante un instante eterno, la oscuridad se cierne sobre mí, como si mis ojos hubiesen perdido la capacidad de ver. Tardo unos segundos en comprender lo que está ocurriendo: las enredaderas se han enrollado en torno a mi tórax, y aprietan como unas tenazas tratando de partirme en dos.

La planta da un tirón brusco. Estiro los brazos en un intento por agarrar las correas de mi mochila, pero es inútil. Los zarcillos me arrastran con fuerza implacable unos cuantos metros, cada vez más lejos de la mochila.

Sería tan fácil rendirse, dejarse llevar...

De repente, acierto a ver el pedernal y el eslabón dentro de la mochila. Con un grito del que no me creía capaz, tiro con todas mis fuerzas hacia delante. Medio corriendo, medio a gatas, recupero centímetro a centímetro la distancia perdida y logro hacerme de nuevo con la mochila.

Vierto rápidamente el contenido de la lámpara de aceite sobre un punto del suelo que está cubierto por la sustancia viscosa, con la esperanza de que sea savia y arda. Ahora solo queda hacer fuego.

Veo a Mòr descargar un violento tajo contra uno de los zarcillos, y a Ean disparar un virote colgando boca abajo. Es entonces cuando decido que no puedo rendirme, ni ahora ni nunca. Si les fallase a ellos, me fallaría a mí mismo.

Intento recordar alguna plegaria al Uno para mantener la mente centrada mientras golpeo pedernal y eslabón. Salta una chispa, pero no es suficiente.

Soustraine...

Mòr carga con su claymore hacia el zarcillo que sujeta a Yldiane. Descarga un terrible tajo sobre la madera, que está a punto de cortarla en dos. A pesar del tajo, la rama parece aferrarse a la corrupta forma de vida que le permite mantenerse en movimiento.

Urvan consigue liberar sus manos y rebusca en su equipo algo para poder encender un fuego. Pronto encuentra su lámpara de aceite y, golpeando con el pedernal, consigue que la chispa alcance el aceite. En seguida se forma un humo blanquecino a sus pies, pero la sustancia que cubre el fuego no parece arder con facilidad tal y como él había sospechado. Teniendo en cuenta que toda la sala está cubierta por ella, el resto del grupo casi suspira aliviado, porque difícilmente podríais haber evitado el incendio de haberse extendido con rapidez por el suelo. Sin embargo, el zarcillo de la planta parece sentir el calor del aceite ardiendo a pocos centímetros de él y se revuelve, aprentando aún más el pecho del clérigo.

Ean, por su parte, consigue aferrarse a la ballesta. Con cuidado, apunta al corazón de la planta desde su posición precaria, pero privilegiada y dispara. Una savia de color verdoso salpica la zona donde se clava el virote y se escucha un terrible siseo que retumba por toda la habitación. Lo que parece la boca de la planta se gira violentamente hacia Ean y, acercando el cuerpo del arquero hacia ella con el tentáculo de madera que le mantiene agarrado, introduce el cuerpo en su inmensa boca. Ean consigue girarse, pero escucha el sonido de su tobillo al ceder bajo la presión de la planta. Si no escapa pronto de aquí, acabará completamente aplastado.

La acción se desenvuelve frenéticamente. Urvan hace un intento temerario por prender fuego a la sustancia que encharca el suelo de toda la sala, lo que sin duda habría acabado con todos nosotros si no fuera porque el extraño fluido no es combustible. La planta carnívora gigante continúa debatiéndose desde el centro de la estancia, lanzando ataques por doquier y contriñendo aún más a quienes ya están en su poder. Oigo cómo Ean aúlla de dolor cuando una de sus piernas es aplastada casi hasta el límite de su aguante. Ante mí, Yldiane se sigue esforzando por liberarse del zarcillo que la aprisiona. He de darme prisa.

«Vamos. Solo un poco más…».

Lanzando un estremecedor bramido, levanto nuevamente mi claymore y lo dejo caer pesadamente sobre la nudosa rama que atrapa a la varigal. La afilada hoja se desploma como una guillotina, cortándolo todo a su paso.

Mòr levanta su espadón y lo descarga una vez más sobre el zarcillo que sujeta a Yldiane. La fuerza y el peso del enorme Ionnthén son suficientes como para partir la madera en dos. Con un movimiento brusco que casi parece un estertor, la rama queda inerte en el suelo.

Yldiane, de forma casi instintiva, da una patada a la parte del enorme zarcillo que se ha quedado enredada en su pierna, partiendo la madera que se ha secado casi en el momento.
 

Liam suspira aliviado al ver que Mòr ha conseguido liberar a Yldiane pero sin embargo no puede evitar torcer el gesto al ver a Ean ¿Que demonios hace ahí arriba? Se preguntó el muchacho decidiendo que prender fuego al sustrato de la planta no era en ese momento buena idea. Aunque a ver como sacaban a su compañero de allí arriba. Quedándose sin opciones y decidido a no perder más tiempo el joven se acercó a Urvan y puso la antorcha justo bajo el tallo que lo apresaba, pensando más en producirle dolor o sensación de peligro (ya que aquella cosa seguramente no tuviese nervios como tal, pero tenía que tener algún tipo de mecanismo sensorial en sus extremidades) que daño.

Arven continuó con su ataque protegido, poniendo todo su potencial en ello, no podía permitirse quedar desprotegida, pero aún así intentaba aguantar en medio de la pelea, para estorbar a su enemigo lo máximo posible, dando tiempo a sus compañeros que sacasen ventaja de ello.

No voy a desfallecer, no voy a desfallecer. Se repetía a si misma mentalmente, mientras punzaba con la punta de la espada a aquella cosa surgida de las entrañas más abominables de la tierra.

Liam se lanza sobre el zarcillo que sujeta a Urvan y coloca la antorcha debajo de él. Sin poder retirarse sin soltar a Urvan, la corteza del enorme tentáculo de madera, calentada previamente por las llamas del suelo en el que está ardiendo el aceite, empieza a arder. Arven no tarda en aprovechar la situación y lanza un tajo a la zona quemada. El acero corta la madera ya debilitada por el fuego y el tentáculo cae inerte al suelo.

Urvan queda libre y rápidamente retira los restos de madera que aún le aprisionan antes de disponerse a actuar.