Partida Rol por web

-Nadie toca a los míos ¿Lo entiendes? - mi voz suena inexpresiva, a duras penas controlando la rabia  -​​​​​​​​​​​​​​​​Y Marvin era mío. Suspiro, tensión acumulándose. Sigo hablando, vehemente.-Quien toca algo mío muere, Brunner. No es algo secundario, no es algo negociable.

Saco mi teléfono e intento esgrimir una sonrisa tranquilizadora.  -Pero no te preocupes, acudiré a tu guerra. Sólo te aviso que si tengo a alguien entre manos, no me apresuraré a matarlo para acudir a tu lado.   Hay algo perturbador en mi, en mi dulce voz hablando de muertes largas y dolorosas.  Hay pasión. 

​​​​​

Jacob mostró una sonrisa entre divertida y socarrona, la chica le hacía gracia.

- Como digas, si quieres que sean tuyos cógelos. 

No le terminaba de encontrar el sentido, los Void Embers no eran gran cosa sin el vampiro que les lideraba, qué más daba que Grace los quisiera.

- Todos tenemos nuestros propios juguetes. Solo son eso, tus colegas somos más importantes. No vas a tener más que una oportunidad para demostrarlo.

Le explicó porque no estaba muy verde todavía, tenía mucho por aprender. Un cebo, eso era ella, un rostro bonito para atraer incautos y no atraer sospechas. Jacob no hizo ningún gesto de darle su propio teléfono, apuntó su número* tan solo.

- Eres lista pero no apuntas lo suficientemente alto.

Dándose la vuelta abrió la puerta del SUV pensando en marcharse.

Segunda vez que me trataban como una niña hoy, con apenas unas horas de diferencia.  Lo habría asumido en cualquier otro momento. Era parte de la estrategia de N en los últimos años el que la imagen de sus seguidores se apartasen del típico monstruo antinatural. Como parte de esa estrategia, en vez de lanzar plaga tras plaga sobre la humanidad, ahora se dedicaba a invertir sumas millonarias en el sector de la homeopatía. 

Ahora no me encontraba con ganas de tragar más inmundicia, de hundirme aún más en mi falta de confianza.-​​​​​​Algun día te restregaré eso que has dicho por la cara, Jacob. -​​​​​ contesto con gesto serio. El se lo iba a tomar a broma, claro está, la amenaza de una simple recadera. Antes de que se metiera en el coche, alzo la voz. Nada he obtenido de su interés excepto una vaga promesa hecha a la ligera.  -¡¡Espera!! No me has dicho quienes están quemándoles el culo a los vampiros. ¿Los nuestros?¿Los alquimistas? 

Fuera lo que fuera que contase, yo ya había decidido cabalgar los fuegos, tal y como me había indicado ESO. Y voy a ir a por el amo de los matones demoníacos..*

Subió al asiento cerrando la puerta con suavidad observando entretanto a la rubia, bajó el cristal del SUV.

- ¿Qué más da eso? Si querías que Marvin fuera tuyo no lo ibas a lograr, era un vampiro inteligente. Controla a la loba, su mente será mucho más simple.

Arrancó el vehículo con un giro de la muñeca, luego movió levemente el volante.

- Los alquimistas, no creo, habrían quemado el bazar demoníaco también.

Se notaba un resplandor a poca distancia, el provocado por un nuevo fuego. Si los alquimistas lo provocaban no sería buena idea acercarse en solitario. Jacob maniobró para incorporarse a la carretera y alejarse.

Dejo ir a Brunner, pensativa.  Me buscó para que luchara a su lado, las cosas se iban a poner feas, imagino.  El medio demonio no sabía realmente quien estaba detrás de los incendios y se hacía  el interesante, lanzándose a por los humeantes restos del Imperio de Marvin sin saber quienes estaban detrás ni sus intenciones.  Brunner ignoraba que un vampiro había atacado a Ji-soo unas horas antes que a Marvin.  Si se trataba de un asunto entre vampiros, pronto los nuevos chupasangres extenderían su telaraña por la cocina del Infierno, expulsando a los demonios.  Los contratos y el dinero de los demonios siempre acababan perdiendo frente a lealtad que generaban los lazos de sangre y las promesas de estática juventud.

Acelero el rugiente motor de la motocicleta, un destello rojo atravesando la ciudad.  El cielo empieza a aclarar por el este, pero no siento cansancio alguno.  Aparco bajo el complejo de lujo donde vivo y subo en un ascensor privado hasta mi apartamento.  Demasiado grande para una sola persona, las múltiples habitaciones se encuentran llenas de cajas y de paquetes de todo el mundo, esperando una señal para ser enviados.  Yo solo uso una gran habitación con vistas al Hudson, el aseo, una pequeña cocina Office junto a la terraza y, por supuesto, la habitación sin ventanas donde, tras una puerta de plomo, se halla el espejo que no refleja la luz.

Cambio mi ropa por vaqueros y camiseta negra de tirantes, chaqueta y botas de cuero.  En una funda anudada a mi muslo izquierdo, una espada corta ornamentada, una hoja forjada en la antigua ciudad de Ur y que debería en un museo y no usarse para separar cabezas de sus cuerpos.

Llamo a Ji-soo, sin éxito. Imprimo un documento que quizás me haga falta despues. Pruebo a localizar a Max y Chris, todavía con las palabras de Brunner en mi cabeza e incapaz de dejar de canturrear, como un mantra, lo que ESO me dijo.  Sería carne de psiquiátrico, si mi psiquiatra no fuese un jodido demonio.  

Preparada, bajo de nuevo al garaje.  Un grave gruñido escapa de mi garganta, el demonio atado a mi cuerpo tiene ganas de actuar.

No era difícil recorrer las calles cuando Morpheo había dominado casi por completo a los neoyorquinos, la motocicleta formaba un pequeño escándalo que a más de uno sacaría del abrazo del señor de los sueños. Desplazándose a gran velocidad la joven no topó con los matones, la avenida había sido despejada por algunos vehículos policiales que todavía permanecían por la zona. Podría dar la búsqueda por perdida hasta que reconoció a uno de los inspectores como otro visitante habitual del bazar demoníaco.

Un tipo ya curtido, se movía entre los polis como uno de ellos. El rostro seco y una mirada hostil en algunas direcciones hacían pensar que no tenía una buena noche.

Ji-Soo observa con incredulidad la situación que se desarrolla ante ella. Por algún motivo que no acaba de comprender, las palabras del Dr. Bauerfeind han causado que la joven Grace salga corriendo despavorida. Ji-Soo mantiene la calma. Los humanos son... Ciertamente incomprensibles.

"Aceptaré ese trago. Ha sido una noche larga." — deja el vaso delante suyo sin probar una gota, el doctor no es de fiar, mucho menos ahora — "La petición sigue en pie, doctor Bauerfeind. Necesito ese informe de autopsia."

Sacó rápidamente su teléfono y lo encendió. El mensaje de Ethan aún parpadeaba en la pantalla. Lo miró unos segundos antes de ignorarlo por el momento y enviar un rápido mensaje a Grace.

¿Necesitas ayuda?

Deja el teléfono boca abajo encima de la mesa, al lado del vaso y encara al doctor:

"¿Y bien, doctor? ¿Cuál es su precio?" 

-Disculpe, inspector - pregunto desde más allá del cordón policial. Sin el casco puesto y una tímida sonrisa, es prácticamente imposible que un hombre me ignore.  Cuando se acerca, no dudo en preguntar

-​​​​​​Aquí vivía un amigo mío, inspector. ¿Han averiguado algo? - y antes de que me despache con algo de charla legal, de 'estamos investigando' o mienta descaradamente diciendo algo de 'un escape de gas', le detengo con un gesto y susurro. -​​​​​Me suena su cara, agente.  ¿No le vi el domingo pasado en el Festín de Carne? -​​​​​​Se trataba de un breve pero intenso festival caníbal que se celebraba en uno de los edificios Okupados junto al Bazar demoníaco  -​​​​​​Estoy buscando información sobre el incendio, inspector. ¿Quién?¿Por qué?.  Mis amos están interesados... y yo también. -​​​​​​cierro tras un breve titubeo.

El doctor había quedado sorprendido por la repentina marcha de Grace, al menos la otra mujer tenía la decencia de mostrar algo de educación, sirvió algo de whisky preguntándose qué relación tendría con "N".

- Ese tipo, Marvin, ese es quien os interesa. Un tío famoso y N no debe estar contento con su muerte, debía tener algún tipo de colaboración con él.

Dijo tratando de atar cabos acertando solo en parte. Nicholas señaló con el dedo índice en dirección a su biblioteca, se levantó para visitarla junto a la mujer mostrando gran cantidad de tomos algunos con siglos de antigüedad. La sala no tenía ventanas, hasta debía de cerrarse herméticamente*, Ji-Soo tuvo que aguantar una larga charla de veinte minutos en los que el hombre se deleitaba mostrando sus encuadernados tesoros.

- Tengo una extensa colección, soy un erudito en ciertos temas, tengo algunas teorías vanguardistas sobre el proceso evolutivo humano. Luego de tener tanto conocimiento sobre antropología encontré mucha literatura acerca de las rarezas que pueden estar conviviendo entre nosotros. ¿Qué me puede aportar que me pueda ayudar a avanzar en este sentido?

Preguntó a Ji-Soo. La joven ahora advirtió que no había llegado a enviar el mensaje de móvil a Grace, tendría que hacer un nuevo intento**.

Al verla el inspector trató de ocultar la mirada de perros que arrastraba, la agarró del brazo izquierdo.

- Mira quién ha venido, me figuro qué estás buscando.

Burak tenía buen ojo y buenos contactos, sabía sobre la jerarquía nocturna, sobre los tejemanejes que urdían figuras usando las sombras como materia prima.

- No te expongas demasiado, más de uno que ronda por aquí trabajará para los colmilludos. Yo no sé lo que ocurre, solo que alguien ha perdido la cabeza y su lengua se ha soltado en consecuencia, pero no querrás que tengamos una charla aquí, joder, espera a otro momento mejor en el que haya menos oídos indiscretos. En unas horas quizás.

No era la primera vez que Ji-Soo aguantaba una charla interminable, las juntas ejecutivas de Soundscape Ltd. estaban repletas de ellas. Hombres... Si había algo que les gustase más que el sonido de su propia voz, el hada lo desconocía.

"Doctor..." — sonrió con inocencia, como si no supiese perfectamente de qué hablaba el hombre. Su vínculo con el monarca del lugar al que no debía regresar le impedía denegar la acusación del doctor — "A veces, hay cosas que es mejor no averiguar. Por su propio bien. Le puedo asegurar que prefiere usted desconocer la naturaleza de las rarezas por las que me pregunta. Pero si realmente está dispuesto a arriesgar su vida y cordura por ello, consígame el informe, y le enseñaré algo que cambiará su manera de ver el mundo."

Ji-Soo había llegado hasta aquí a base de promesas y sutiles manipulaciones, esperaba que esta vez también le sirviesen.

-¿Dónde podemos hablar?- Contesto dejándome guiar hacia mi motocicleta. Sabiendo que quizás nos vigilan, simulo estar molesta y me suelto de su agarre con brusquedad. -¿El starbucks bajo el One Worldwide Plaza? ¿A las once de la mañana? Eso me da para dormir cinco o seis horas, pero probablemente me tomaré una pastilla de cafeína para aguantar lo que queda del día. 
Aún quiero saber donde están las otras tres, poner en común lo que hayamos averiguado y tomar decisiones.  Podré descansar un poco entonces.  Era, además, la clase de lugar donde jamás buscarían a Burak Tago, conocido por frecuentar los peores antros de la ciudad.  Un lobo guardando las ovejas.

Me vuelvo hacia él mientras me coloco el casco.  Si dejar de mirarle a los ojos me pregunto cómo habrá sobrevivido tanto tiempo rodeado de vampiros y demonios, narcotraficantes y homicidios.

El doctor alzó la barbilla con un aire de superioridad, su faz se tornó tensa.

- Ajá, qué buen planteamiento el tuyo, yo me arriesgo a nadar en la mierda ¿a cambio de qué? de algo difuso, etéreo. Mejor será que te marches y vuelvas con algo tangible, algo único.

Nicholas no estaba muy en sus cabales, se notaba ahora por la expresión en su rostro, la miraba como... como si creyera que estaba al mando y hasta como si le resultara excitante.

Burak hizo un lento asentimiento de cabeza, solo eso, ya la había soltado y girándose volvió a echar un vistazo a lo que hacían los polis atraídos por la trifulca de hacía media hora. Dijo algo a uno de sus colegas, un subalterno.

- Subid y haced fotos de todo, será cuestión de contrastar con las de ayer.

Iba comentando como parte de un procedimiento policial más, entonces miró en dirección a aquella aura luminosa no muy lejana. Volvió a fijarse en Grace una última vez antes de acercarse a uno de los vehículos para comunicarse por radio.

Arranco la moto y tras un par de perezosas vueltas a ralentí, buscando como salir del bloqueo que los vehículos policiales y de emergencia habían plantado en la Novena, me dirijo al otro incendio, cuya aura ilumina un costado de Hell's Kitchen como una confuso amanecer que ha decidido equivocarse de horizonte. Allá conseguiré pistas. Qué o quién ha ardido. Uniré dos puntos y trazaré una línea de actuación que me permita Cabalgar las llamas.

En un semáforo próximo, vuelvo a intentar contactar con Ji-soo.  Una llamada perdida que da tono, no como antes.  Un bienvenido cambio del que espero respuesta en mis auriculares inalámbricos. 

​​​

"Las manos en la mierda, como usted bien dice, las ha metido usted solito. Si cambia de opinión y decide conservar su vida, sabe dónde encontrarme."

El doctor estaba claramente fuera de sus cabales y Ji-Soo se alegró de no haber probado el trago que le sirvió. Cada vez confiaba menos en ese inepto, y estaba claro que de allí no iba a sacar respuestas en claro. Se planteó noquear al doctor e investigar su casa, pero dudó que hubiera sido tan estúpido de guardar el informe allí.

Se alejó del lugar, y en la acera sacó su teléfono móvil. Era un movimiento arriesgado, pero era su única pista. Tenía que llamar a Ethan.

El doctor hizo caso omiso a las palabras de Ji-Soo, otra que se marchaba de su morada, le había intentado timar y al ser descubierta fingió estar ofendida. Así había concluido, se internó entonces en su biblioteca para tomar uno de sus libros, correspondía releer alguno de sus mejores tomos pues la memoria siempre esquiva hacía que los detalles se perdieran, algo que odiaba. Deleitarse con la lectura y el alcohol era un lujo que le hacía estar por encima del resto de neoyorquinos.

La hada se encontró de nuevo en la calle, antes de poder llamar a Ethan sonó una llamada de Grace, un buen momento para recuperar contacto. La corrompida conducía por la ciudad, era poca la distancia que podía necesitar recorrer por lo que en instantes alcanzaría cualquier punto del barrio.

Ji-Soo descolgó el teléfono, su contacto con el detective iba a tener que esperar.

"Señorita Gretzler. ¿A qué debo el placer?" — su tono intentaba ser formal pero estaba lleno de sarcasmo. Aquella noche daba y daba de sí.