Partida Rol por web

AÑO 21.

MES ONCE: ÚLTIMO MES DEL INVIERNO.

SENDERO MARCADO DESDE EL CAMPAMENTO NORTE A SIVERO.

MEDIA MAÑANA.

- Yo iré con vosotros, Karlio. - Afirmó Kanghmer.  El bárbaro se consideraba muy ágil y creía que los tres hombres a caballo serían más que suficientes para llamar la atención de aquellos pajarracos.

Miró hacia el enorme ogro. Puede que no fuera muy ágil pero las apariencias engañaban muchas veces.

- Peñasco... - Comentó al ser antes de que éste tomara una decisión. - Si esperas en el grupo que embosca, probablemente puedas dirigir un ataque demoledor por sorpresa a los krankas, en lugar de tener que esperar a que ellos se nos acerquen y te ataquen. - La verdad era que el bárbaro veía más útil un ataque devastador por parte del ogro cuando los krankas no se lo esperaran...

Se encogió de hombros. - La verdad es que no sé qué es mejor. -

Parecía que Zazer, Basha y Puck esperarían escondidos para emboscar... y conociendo las habilidades de su hermana, Kanghmer creía que era lo mejor. Sacarían mucho más provecho de las mismas así. Y mientras, él, Seragoi y Karlio tendrían que dar buena cuenta del resto de pajarracos, o entretenerlos al menos.

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MEDIA MAÑANA.

Meditó las propuestas y asintió mudamente ante alguna de ellas.

-Manejo el arco con soltura aunque llegado el caso puedo defenderme en el cuerpo a cuerpo. Esos montículos además de protección pueden ofrecernos la ventaja de su altura para que nuestras flechas lleguen más lejos. Por otro lado, creo que Peñasco debería permanecer junto a nosotros. Como cebo, resulta demasiado grande y creo que ni un kranka obviaría la amenaza que supone. De hecho, que tres os ofrezcáis como cebo me parece hasta excesivo. Pero vosotros decidís.

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- Nunca logré aprender a ocultarme.- respondió Peñasco tras apenas unos segundos de duda- Soy demasiado grande para ello, y aunque es cierto que he visto a algunos humanoides aprender esas artes, no soy yo uno de ellos. ¿Pero y si fuera yo el único cebo? Así tal vez sí podrían atacarme esos krankas y el resto podría dar cuenta de ellos. De todas formas, haré lo que digáis, Karlio.

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Aquel era un asunto serio y hacían muy bien en medir cada paso que daban. Los kranka no eran enemigo que se pudiera subestimar, con su tamaño y ferocidad podían matar con facilidad a un hombre. Pero tenían algo parecido a un plan sólido que sería poner en marcha más pronto que tarde.

- Bien, retaguardia los arqueros, Zazer y yo misma con Peñasco como escolta por si deciden buscar la fuente de las flechas. Además tenemos a Puck al lado para echar una mano con las flechas y además podría preparar unas antorchas para que vean el fuego. La mayoría de los animales lo rehúyen.

Los que más velocidad tenéis a caballo podéis servir de cebo y conducirles a la mejor zona de disparo como ha dicho Zazer. Sois tres jinetes, podríais hacerlo dos y tener un tercer jinete en reserva por si hace falta intervenir recoger a alguien o cualquier imprevisto. -

Basha no parecía impaciente, pero si quedaba alguien con vida por allí a cada segundo que pasaba sus probabilidades de que los kranka lo descubrieran se incrementaban. Tenían un buen plan y si iban a atacar, mejor hacerlo ya.

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MONTÍCULOS CERCANOS A SIVERO.

MEDIA MAÑANA, CASI MEDIODÍA

Karlio meditó las palabras de Peñasco, para después negar suavemente.

-No. Si vas tú solo, quizás esos seres te superen, y no quiero que salgas herido sin necesidad o algo peor por nuestra tardanza. Aguarda aquí, nosotros seremos el cebo. Y permanece atento para salir a apoyarnos con celeridad-indicó el caballero, preparándose para tomar parte en el plan. Ser un cebo no era precisamente lo que más gracia le hiciera, pero entendía la necesidad, y ya que había insistido en despachar a aquellos seres, lo menos que podía hacer era llevar parte del trabajo duro sobre sus hombros.

-¿Listos?-preguntó, una vez él mismo estuvo preparado. 

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- Estoy listo. - Confirmó Kanghmer.

- Tú y Seragoi podéis adelantaros. - Dijo a Karlio. - Como ha dicho mi hermana, yo podría quedarme algo más rezagado... en reserva. Por si esos seres os alcanzan antes de que lleguéis al punto de la emboscada. Si no os cogen me reuniré con todos en el punto del ataque. Y si os alcanzan primero llegaré como refuerzo para ganar tiempo hasta que vengan los demás. - 

No era mal plan después de todo. Karlio y Seragoi se adelantarían. El propio Kanghmer avanzaría a caballo pero a una distancia prudencial de los dos primeros jinetes y se quedaría a medio camino entre el punto de la emboscada y los enemigos. Cuando Seragoi y Karlio regresaran para atraer a las bestias, Kanghmer se les uniría. Pan comido.

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Mientras se trazaba el plan, era evidente que Hassern cada vez estaba más nervioso, y los otros dos aldeanos que os habían acompañado, más enfadados y reacios. Y de hecho, cuando por fin parecía haber un plan, y ese plan era continuar y enfrentarse a los krankas, ambos jinetes dieron la orden a sus monturas y salieron a galope en la dirección por la que habíais llegado. Cosa que pareció poner más nervioso aún a Hassern.

- No deberíamos perder más tiempo. Decidme qué debo hacer yo, pues solo soy un granjero, y adelante. Si hay alguien vivo o algo valioso para recuperar, estamos empeorando la situación a cada segundo que pasa.

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El perro gruñe enfadado a los dos granjeros que se alejan deprisa a caballo, aunque no hace ademán de perseguir a los cobardes y al poco vuelve junto a Kanghmer y Seragoi.

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La bruja observa cómo los granjeros vuelven grupas hacia el peligro de los krankas y salen al galope como alma que lleva el diablo. Su pericia con las monturas parece buena y es que el miedo agudiza el ingenio sin duda. Pensó en pedir a Stajä que los interceptara pero dividir recursos en estos momentos parecía algo fuera de lugar.

- Puedes quedarte en retaguardia con los arqueros o puedes ir a traer de vuelta a tus compañeros si lo ves oportuno, Hassern. Si lo más afilado que has blandido es una horca no querríamos ponerte en medio de una lucha peligrosa.

Esperemos que el alboroto que causan los jinetes no sea suficiente para llamar la atención de esos enormes pajarracos. -

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Mientras discutimos la mejor manera de llevar a cabo nuestro plan, dos de los aldeanos huyen hacia el campamento. Les miro con desprecio pero no muevo un dedo. Luego miro a Kanghmer y me encojo de hombros:

 - "Más beneficios para nosotros, supongo."

Ante lo que dice Hassern y luego le responde Bashabarana, agrego:

 - "Deberías hacer lo que dice ella. Quédate en retaguardia y solo te defenderás si alguna de las bestias se dirige a los arqueros. Nosotros les atraeremos."

Miro a Karlio y a Kanghmer antes de continuar:

 - "Iré con Karlio entonces y les atraeremos. Kanghmer llegará lo más rápido que pueda, junto con Peñasco, para apoyar en el frente. El resto, atacará a distancia, sobre todo a los que intenten huir o rodearnos. Me parece un excelente plan."

Miro a Caos y le ordeno:

 - "Quédate con él y cuídalo."

Le digo al perro mientras le indico a Hassern, quien no es combatiente y es el que conoce de Sivero. Espero que no haya necesidad de que ellos luchen, pero tampoco quiero que mi perro se acerque al peligro. Eso es para nosotros.

Me preparo para cabalgar junto con Karlio, al punto donde seremos el cebo de aquellos krankas.

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Zazer siguió con la mirada el feroz galope de los dos aldeanos. No entendía su comportamiento. Debían de saber de antemano que el viaje podría ser peligroso. Lo contrario era ingenuo. Igualmente, saberse rodeados de gente capaz de hacer frente a una amenaza debería haberles proporcionado los mínimos de seguridad necesarios, pero su comportamiento pecaba de absurdo. Huían de ellos por el temor al enfrentamiento y se adentraban en un camino de retorno que nadie les podría asegurar exento de peligros.

-Vayamos al altozano ese. Lo mejor sería dejar las monturas atadas a algún matorral en la ladera contraria -dijo al tiempo que espoleaba a su montura para no perder tiempo. El arco le picaba en la espalda y quería acabar con aquello cuanto antes-. Adelante.

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Todos se dirigen a tomar posiciones tal y como habían planeado. Tras los montículos, como Zazer imaginaba, hay lugar para dejar a los caballos con relativa seguridad.

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Kanghmer se colocó en posición, montado en su caballo y cerca de Peñasco. Cuando los que iban a atacar a distancia estuvieron dispuestos, el bárbaro se alejó de ellos un buen trecho y observó cómo Seragoi y Karlio se adelantaban para atraer a los krankas.

La trampa estaba dispuesta, ahora solo era cuestión de tiempo y esperar a ver si las criaturas mordían el cebo.

Desenvainó su espadón con cuidado y con la otra mano aferró las riendas de la montura, y se dispuso a prestar atención a lo que ocurría.

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Zazer desmontó con agilidad del caballo que amarró con seguridad y celeridad al tronco de un cercano arbolillo. Tras dar un par de palmadas tranquilizadoras en el cuello de la montura, ascendió por el altozano para arrodillarse finalmente en el suelo, moviéndose siempre de forma sigilosa. Descolgó el arco de la espalda y clavó varias flechas en el suelo para tener un rápido acceso a las mismas. 

Tras ello, mantuvo la mirada fija en el terreno que se abría ante sí, siguiendo los movimientos de los hombres que iban a servir de cebo. No podía negarles valor en su comportamiento. O estupidez. O quizá ambos rasgos a partes iguales. Tan solo confiaba en que aquello terminara pronto y en que no hubiera que lamentar ninguna baja, ni heridas de gravedad. 

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Había llegado el momento de la verdad. Karlio bajó el visor de su casco, con gesto decidido, y echó mano de su espadón. No sabía de qué serían capaces aquellas aves, pero confiaba en que su sólida armadura le librara de lo peor de sus acometidas, al menos el tiempo suficiente para que todos se unieran al combate y despacharan a aquellos seres. 

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Bashabarana se coloca cerca de Zazer, a resguardo en un montículo mientras observa la disposición del trocalengo para con sus flechas sin comentar nada al respecto. Los proyectiles de la bruja permanecen en su carcaj, ya que si es necesario cambiar de posición no piensa dejar sus flechas atrás.

Hace un gesto a Puck para que permanezca alerta pero en un segundo plano, al lado de Stajä que permanece cerca suyo por si su ayuda es necesaria.

- Qué te parece Zazer, ¿intentamos derribar los dos al mismo? Empezando por los más cercanos, claro. -

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Miró a la mujer cuando esta le habló. En lo que decía y cómo lo decía había una seguridad implícita en cuanto a sus habilidades como arquera y no dudó en su manejo del arco. Asintió.

-Me parece una buena idea. Asegurémonos de matar uno antes de pasar al otro. Un kranka herido puede tener más peligro que uno indemne.

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Devolvió el gesto de conformidad al trocalengo mientras tensaba una flecha en dirección al pajarraco más cercano, uno que caía un poco al sur. No era un tiro fácil, pero alguien tenía que empezar esto y mejor que fueran ellos.

- Voy a empezar con ese, si alguno se moviera antes en dirección a nuestros amigos cambiaré de blanco al que más se acerque. ¿Empezamos? -

Parecía que los kranka no habían avistado a dos caballeros armados y con armadura lo cual decía poco de su percepción o mucho de su concentración mientras rapiñaban las ruinas. En todo caso, pronto se armaría una buena.

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Peñasco había agarrado su maza y guardaba silencio, observando el devenir de los acontecimientos, preparado para moverse en dirección al combate. Ante las palabras de la bruja, solamente asintió, sin apartar la vista de donde se encontraba Karlio.

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Dos orejas puntiagudas se elevaron por encima del suelo y se movieron con cautela en busca de sonidos. A ellas le siguieron seis largos dedos que, como patas de araña, se aferraron a la tierra e impulsaron una pequeña cabeza que se irguió ligeramente para ver lo que ocurría al otro lado del montículo tras el que Puck se escondía. Lo que vio no le debió de gustar nada porque las orejas no tardaron en caer a ambos lados de la cabeza rendidas ante la clara evidencia.

Bamboleándose se acercó a su dueña para hablarla en confidencia.

- Aun estamos a tiempo, ama. Oh, sí. Podemos escapar. Nadie se lo tendría en cuenta, mi ama. Esos bichos son peligrosos y la vida de la gran Bashabarana es valiosa, más valiosa que la de Puck, pero a Puck le necesita y Puck iría con usted. ¿Porque quién le limpiará el orinal sino es Puck? Solo Puck sabe limpiarlo bien, ama, limpiarlo como a usted le gusta. Aun estamos a tiempo, sí. O...  O... - sus ojos blancos se abrieron de par en par, dos brillantes lunas llenas maravilladas ante la idea a la que acababa de llegar.- O puede fallar con su arco y darle a él- dijo señalando a Seragoi.- Una flecha en el corazón. Qué mala suerte, ama. Pobrecito. Y nadie la culparía a usted. Todos le lloraríamos. Un accidente. Oh, sí. El gran Seragoi muerto y su perrito huérfano. Pobrecito perro, mi ama. Habría que sacrificar al perro para que no sufriera. ¿A que sí?- Sus labios se contrajeron en una sonrisa de afilados dientes amarillentos.- Y todos a llorarles. Pobrecitos. Y mientras los cuervos les picotean los ojos podríamos huir y salvar a todos los del pueblo. Una vida es buen precio por salvar a muchos. Oh, sí. Incluso podríamos decir que se sacrificaron. ¡El perrito y Seragoi serían héroes! A lo hombres les gusta ser héroes. Es su sueño. Piense en Seragoi, mi ama, puede cumplir su sueño y solo necesita una flecha en el corazón para cumplirlo.  

Se apartó y de nuevo esbozó una amplia y extrañamente inocente sonrisa con la esperanza de que a su ama le pareciera buena la idea. Porque era buena. Oh, sí. Muy buena...