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AÑO 21

MES SÉPTIMO: ÚLTIMO MES DEL INVIERNO, DE OFELYA,  PRIMERO DEL VERDUGO, O MEDIO INVIERNO

DÍA 14

CAMINO QUE CONECTA SIVERO CON EL CAMPAMENTO HOYT

TARDE AVANZADA

-Desde luego, unos pocos minutos de lluvia son deseables a una daga en las tripas-replicó Karlio, asintiendo a la pregunta de su compañero. No creía que hubiera salteadores por allí, pero claro, esa era precisamente su baza: que nadie pensara que rondaban por los alrededores. 

-No temas, Hassern. Llegaremos sanos y salvos. 

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DÍA 14

CAMINO QUE CONECTA SIVERO CON EL CAMPAMENTO HOYT

ANOCHECIENDO

Minutos después , el grupo se reúne de nuevo, ahora con más integrantes que cuando comenzó aquella exploración. Las nubes amenazantes se acercan oscureciendo aún más el inminente ocaso.

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DÍA 14

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ANOCHECER

Hassern saluda a los recién llegados.

- Debo pediros que apretemos el paso. Peñasco, ¿podrás aguantar un ligero trote en lugar de un paso rápido?

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DÍA 14

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ANOCHECER.

Basha saludó a las figuras que se acercaban mientras señalaba al grupo que les precedía y que había alcanzado en favor de que todos viajaran juntos.

— Bueno, he aquí que antes de la noche nos hemos reunido finalmente. Ya os comenté que tenemos dos viajeros añadidos, el señor Kelnos, que parece que ha prescindido de sus sospechas en favor de alcanzar un lugar seguro, y nuestro nuevo compañero de viaje; no recuerdo tu nombre, que el viento me lleve. Sí comentó que es un buen curandero. —

La bruja queda muy pendiente de la reacción de Hassern al comentario, ya que tamaña prisa podría casar con el llevar el remedio para un enfermo cuyo plazo de agota, o un remedio que en sí mismo tenía fecha de caducidad. En cualquier caso, Basha caviló para sí misma.

— ¿Qué hace tu silencio tan obstinado, Hassern? Cualquiera con unas intenciones preclaras u honestas consentiría en hacer partícipe de su problema al resto con el deseo de acelerar un viaje no tan largo. ¿Qué sacaste de aquella casa, aldeano? —

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ANOCHECER.

Cuando alcanzaron al grupo, Basha y el resto de los adelantados pudieron comprobar que, tanto Gusano como Kelnos, cabalgaban ahora sobre las grupas de los corceles de otros dos de los miembros de la comitiva. Zazer y Kanghmer respectivamente.

El bárbaro se acomodó cuando detuvieron su marcha mientras Basha hacía las presentaciones. No le importaba lo más mínimo tener un compañero en el caballo, aunque le preocupaba que hubiera un combate. En mitad de uno, montado como estaba, y con Kelnos a su espalda, no iba a poder apenas maniobrar.

Lo mejor sería que continuaran la marcha y llegaran cuanto antes a alguna población cercana... la que fuera.

- Gusano. - Dijo al comprobar que su hermana no recordaba el nombre del cambiante. - Se llama Gusano. - Un nombre bien apropiado para lo que habían podido ver de él. Aunque Kanghmer prefería ser práctico, y si era realmente un buen curandero, mejor tenerlo cerca.

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La constante insistencia de Hassern por marchar con premura, tan pronto acabó con lo que hubiera ido a hacer al arrasado villorrio, y acelerar el paso después, terminó de enervar a Zazer que taloneó los flancos de su montura hasta llegar a donde el aldeano para, acto seguido, tomar las riendas de su caballo.

-¡Basta! -dijo. Pero contrariamente a lo que pareciera, no fue un grito lo que salió de su boca, sino un ronco y frío susurro que se extendió como una helada-. ¿Qué nos ocultas? ¿A qué se deben estas prisas? Nos convenciste para acompañarte, pero apenas llegaste a tu pueblo querías ya volver. Hallaste algo o recogiste algo allí, lo que sin duda fue la razón de este viaje. Y ahora tienes la prisa del ladrón que huye. Habla o te bajaré de tu caballo y te ataré de pies y manos para que pases la noche aquí -afirmó al tiempo que dirigía una mirada a los demás miembros del grupo, una mirada que los retaba a desmentir su intuición.

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Estas eran la clase de cosas que pasan siempre con los secretos. Unos y otros, inevitablemente, se ponen nerviosos. Empiezan a surgir conflictos, y finalmente, si las cosas no se atajan a su debido tiempo, estos pueden escalar. Y parecía que se encontraban justo en ese punto. 

-No hay necesidad de todo esto-replicó, con gesto serio pero tranquilo, acudiendo en apoyo del campesino-su familia le espera, ya no llegará a recibirles... Y la noche no suele albergar buenas sorpresas para los viajeros en los caminos. Yo mismo estoy deseando llegar pronto. Esta discusión, en mitad de la nada, con el ojo de Prios desapareciendo en el horizonte, no nos lleva a nada. 

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El aldeano no parece mostrarse ni amedrentado ni molesto ante la amenaza de Zazer, conservando un gesto de entereza y cierta indiferencia, pero parece agradecer la intervención de Karlio.

- Lo único que me empuja es el deseo de volver a ver a mi familia después de tantos meses. Me preocupa que les digan que vine, después de lo que ha ocurrido, con intención de regresar antes de su caravana, y lleven horas esperándome y pensando que me ha ocurrido algo. Seguro que esos dos patanes que salieron corriendo al llegar aquí ya han contado nuestro encuentro con los krankas. Y no conocen a nadie en Sivero. Por otra parte, como hace apenas unos instantes contaba a vuestros compañeros, vine con la intención de recoger lo posible y, por supuesto, por beneficio propio. Recogí objetos personales y algunas cosas útiles, pero solo soy un hombre. Al menos, podremos llevar la información de que el lugar es relativamente seguro, y si se ofrecen más voluntarios, volver con carretas.

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Soltó las riendas de la montura del aldeano y dirigió una fría mirada a Karlio. Su intervención no podía haber sido más inoportuna, facilitando la respuesta de aquel humano por cuya boca, poca verdad y mucha mentira asomaban.

Solo llevaban unas horas fuera y antes de la partida ya sabía que su familia llegaría en el día de hoy, por lo que su urgencia carecía de sentido tras meses de ausencia. Y si afirmaba que Sivero era seguro, es que era tonto o un osado, lo cual no implicaba gran diferencia.

No dijo nada. Se limitó a tirar de las riendas haciendo que su caballo se girara y lo espoleó para que iniciara un suave trote.

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ANOCHECER.

Hago un gesto levantando las manos para que todos se calmen y me permitan hablar:

 - "Tranquilos, no hay necesidad de nada de esto. No creo que Hassern nos oculte nada que debamos saber. Le prometimos que le acompañaríamos a recoger cosas de valor personal a la granja y estoy convencido de que ha sido así. Lo que ha recogido ha de ser de gran valor para él pero dudo mucho que lo sea para nosotros, así que dejémoslo así."

Le miro, con una sonrisa cómplice de empatía y luego espero a que la marcha se reanude antes de continuar hacia el Campamento. Zazer se va, probablemente molesto pero creo realmente que el Trocalengo ha fallado en sus instintos y sospecha de alguien que no está mintiendo.

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Basha observa fríamente a Hassern como quien acepta pero no cree. Por último se reúne con Zazer, al que hace un gesto apaciguador.

— Dejemos correr el asunto Zazer. El pasar una noche al raso es algo que nadie quiere en este momento, así que mejor apretemos el paso para llegar al Campamento. El descansar en su relativa seguridad es algo que merece la pena. Vamos arquero, dejemos a éste hombre con sus asuntos no tan claros.

Discúlpame Gusano, es que creo que te oí mal en un primer momento. Supongo que ese nombre nace de una apodo o mote, así que no le di la credibilidad necesaria. Ahora dicho por tus labios lo tomaré como la manera en la que deberé llamarte y no lo he de olvidar. Sin duda tus habilidades serán bien recibidas en un lugar en el que hay gente herida y con problemas. —

Mientras se incorpora al camino, echa una mirada de refilón a Karlio Advento, acompañada de una sonrisa sesgada. Por Prios que la justicia y su palabra eran los raseros con el que ese hombre medía sus actos.

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Ser obervador era algo que podía salvarte la vida. Gusano no habló, pero escuchó las palabras de Zazer y la respuesta del hombre. Las palabras del aldeano le sonaron sinceras, aunque es posible que estuviera guardando algo para sí mismo. No percibía culpabilidad, vergüenza ni miedo en sus palabras. Al ver que el otro trocalendo dejaba pasar el tema, así mismo hizo él. Tan sólo un pequeño cambio en la presión que Gusano hacía sobre los hombros de Zazer para indicarle que por su lado estaba de acuerdo. Entonces la bruja se les acercó y , tras tranquilizar a Zazer, se dirigió a él mismo.

- Haces bien, mujer. Este mote era un insulto que me apropié para poder empoderarme.- La vida del trocalengo era dura.- Lo hice mío para que no pudieran usarlo contra mí...- El tono de voz había cambiado a uno que transmitía una mezcla entre pena y rencor.- Estaré encantado de prestar mis servicios.- Sus honorarios no eran demasiado elevados, pero tampoco podía considerársele un médico al uso, así que una cosa compensaba la otra.

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Era consciente de que ocultaba algo. Importante o no, lo ocultaba y eso implicaba falta de confianza. Y su renuencia no ayudaba. Pero contaba con la expresa ayuda de los suyos. Los humanos. Tan solo ella parecía estar en línea con él. Asintió mudamente a sus palabras.

-De donde no hay, no se puede sacar -apuntó. La tormenta cabalgaba a sus espaldas y era cuestión de tiempo que los alcanzara-. Haces tuyo un insulto para que pierda poder. Curiosa táctica. Inteligente, pero curiosa. Pero una pregunta. Estando entre amigos o gentes que te respetan, ¿cómo llamarte? Porque me niego a llamarte Gusano.

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No iba tampoco a discutir por cuestión del nombre. Si alguien capaz de comprenderle por tener un origen y una vida de sufrimiento seguramente parecida a la suya quería llamarlo por su verdadero nombre no iba a impedírselo.

- Mi nombre es Dearg. De verdad, todo el mundo me llama Gusano. Me gustan los gusanos, no hay problema.

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Kanghmer tenía ganas de llegar de una maldita vez a Hoyt. Allí, en medio del camino, se encontraban expuestos. Y aunque ansiaba combate, tampoco quería que les emboscaban mientras discutían con el aldeano.

No intervino, pues parecía que su hermana se las apañaba muy bien para calmar los ánimos, pese a que algunos como Seragoi apoyaban a Hassern, y otros como Zazer preferían apretar un poco más al humano para que cantara.

La verdad saldría a la luz, tarde o temprano. El bárbaro consideraba absurdo preocuparse por algo así en esos momentos... Lo comprendía, pero lo veía poco prioritario.

- Bien, parece que hemos llegado a un entendimiento. - Aunque fuera parcial. - ¿Proseguimos? Me encantaría llegar al campamento y comer algo... - Comentó a modo de opinión, a la par que sugerencia.

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Aburrido, Puck se entretenía sobre el lomo de Stajä mirando nerviosamente a todos lados, buscando con la mirada sombras tras las sombras y con sus largas e inquietas orejas, crujidos tras los crujidos que dejaban el caminar de los pasos. La conversación que en aquel momento tenía lugar poco interés tenía para él, al menos hasta que intervino Kanghmer, pero cuando este intervino consideró que era un buen momento para dejar bien clara su opinión de nuevo.

- Ama, su hermano tiene hambre. Pobre hermano. Pobre, pobre hermano…- Meneó la cabeza con pesar. - Si no le hubiéramos dado comida al desconocido, su hermano podría comer. Pero ya no puede. Oh, no… Ahora su hermano tiene hambre y el desconocido que enseña sus armas como un perro enseña los dientes, no. El tiene la panza bien llena y no tiene prisa ni por ir ni por venir. Él ya tiene lo que quería, pero el resto…- Se encogió de hombros. - Ama, Puck cree que la próxima vez será mejor no dar nada a desconocidos. Claro que no. Los desconocidos son desconocidos por algo. Pueden ser malos y pedir comida y no ofrecer nada a cambio y cuando se les cuestiona. Oh, cuando se les cuestiona se enfadan con el estómago bien lleno y se revuelven sin dar ni siquiera las gracias. No… Oh, no… Los desconocidos que piden el nombre antes de darlo son malos, ama, Puck lo sabe.

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ANOCHECER.

Puck, ya sé que no te caigo bien, pero si te fijas bien tan solo estoy siendo tan precavido y receloso como tu lo estas siendo. Os agradezco que me sacaseis de debajo de aquel despreciable ser y la comida, pero después de ver mi aldea arrasada no estoy de buen humor, ni tengo predisposición a creer en todo aquel que me cruce.

Te propongo que nos demos ambos un voto de confianza y mientras de aquí en adelante nadie haga una afrenta al otro estaremos bien.

¿Qué me dices?

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ANOCHECER.

Puck, que a pesar de su inquietud tan solo había hablado con su ama, miró a Kelnos con los ojos entornados tan pronto escuchó cómo se dirigía a él.

Cierto era que el trasgo no había sido especialmente discreto a la hora de elegir el tono empleado para pronunciar sus palabras. Es más, probablemente lo hubiera hecho así de forma deliberada, pero…

- Hay madres que no pegaron suficiente a sus hijos, ama – intervino, ignorando al guerrero antiguamente hambriento para hablar de nuevo directamente con la bruja, aunque en un tono que todos podían escuchar. – Malas madres. Oh, sí… A los hijos hay que pegarles. Fuerte. Sí. Si no los niños no aprenden. Si no los niños se meten en las conversaciones de otros cuando son grandes. Oh, sí… Cotillas, ama. Grandes cotillas. Puck lo sabe. A Puck madre le pegó bien, y Puck es un buen hijo. ¿A que sí, ama?

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Lo cierto es que la relación con el campesino Hassern, el mote/nombre de Gusano/Dearg o el diálogo que Kelnos pretendía tener con Puck y éste último, como no podía ser de otro modo, esquivaba, tenían todos un concepto común: la confianza. ¡Y qué gran palabra era la confianza!, ¡qué tema tan profundamente espinoso y complejo!

¿Era una virtud o era un defecto? ¿Dependía más del actor o del sujeto pasivo de la misma? ¿era merecida o por definición siempre era inmerecida? Peñasco, en su mutismo aparentemente mineral, reflexionó sobre esas cuestiones mientras caminaba. Lo cierto es que la actitud de Puck le resultaba profundamente divertida. Había, en su servilismo hacia la bruja y en sus constantes ofensas hacia el resto, algo relajante. Profundamente confiable en en el fondo. Por el contrario las sospechas sobre el campesino Hassern le parecían razonables aunque, ante la decisión de su señor Karlio, y las nocivas consecuencias para la estabilidad del grupo de su última pregunta, hubiera preferido el silencio y no ahondar en unas sospechas sin prueba y que, aún de contar con alguna, iban a tener poca relevancia. Después de todo, ¿acaso alguien estaba obligado a ser sincero? ¿y qué iban a hacer si creían que no lo era? ¿torturarlo, matarlo? Peñasco siguió en silencio el rumbo de sus pensamientos. ¿No produciría entonces la confianza o la desconfianza círculos contagiosos, como si fueran virus? ¿no produciría confianza, la confianza y desconfianza, la desconfianza? Reflexionó, nuevamente, unos segundos mientras caminaba, y comprendió que estaba cometiendo un error evidente. Confundir la parte con el todo. Era, como tantos otros, un tema complejo, y sin duda la visión que de uno tenían los demás, si confiaban o no en él, era parte de la motivación por el que era digno o no de esa confianza.

Pero en absoluto era una relación de causa/efecto entre ambos conceptos.