Partida Rol por web

La percepción de Reuben era acertada. Estaban en medio de unas escaleras con una barricada. Si intentaban derribar la barricada, lo más seguro es que aquellos costales cayeran sobre todos, matándoles o hiriéndolos, pero no saldrían precisamente bien librados de esa. La otra opción era pensar que aquello había sido una advertencia, y es que quizá fue así.

A  pesar de las histéricas palabras de Rose, de la firme resolución de Fer y de los gruñidos de Reuben, la barricada no parecía moverse siquiera. Es más, aquellas cabezas no se volvieron a asomar. Las palabras de Katrina resonaron en la oscura estancia y por fin se escuchó aquella voz una vez más.

- Hay mucho maldito psicópata suelto. Y justo esos son de quienes hay que cuidarse - y entonces, escucharon el sonido de algo moviéndose, Por un momento creyeron que los costales se irían hacia ustedes, pero no fue así. Era como si les estuvieran creando una puerta pequeña, lo suficiente como para poder pasar. Una vez terminada, la figura de una mujer de contextura delicada emergió. A diferencia de a lo que podrían estar acostumbrados, su rostro reflejaba una historia larga, como de alguien que había pasado por muchas cosas en su vida y que estaría dispuesta a atravesar sus cráneos si le era necesario. La mujer cargaba una escopeta y les dijo - Pueden pasar, pero no quedarse demasiado - miró a Rose y le hizo una señal con la cabeza para que la siguiera.

Pasaron con cierta dificultad por entre los costales y al hacerlo, se encontraron con solo un par de escalones más para luego llegar a lo que podría haberse catalogado como una oficina de operarios. Había cientos de cubículos... O tal vez lo que quedaba de ellos. La mayoría de estos eran usados como materiales para todo tipo de cosas; entre herramientas, armas improvisadas, tablillas para heridos, camillas, y otras cosas más. Había un número importante de personas allí reunidas, aunque en su mayoría eran jóvenes y niños. Muchos se veían sucios y malheridos.

La extraña mujer tomó a Rose del brazo y la llevó a uno de los cubículos para sacar lo que parecía un kit de primeros auxilios. La mayoría de personas tenía una lámpara de esas recargables usadas en los campamentos al aire libre. Iluminaban lo suficiente y no llamaban mucho la atención. Se dispuso a limpiar las heridas de la chica, pero se detuvo - Hay una forma de bajar la hinchazón rápidamente, y esa es haciendo un corte en la herida. ¿Estás dispuesta a que lo haga o prefieres que solo la limpie? - y todo eso lo decía casi sin pestañear. Ese era su paradero actual. ¿Cómo podían parecer estar tan bien?

Antes de recibir la respuesta de Rose, miró a Katrina - Esos símbolos ya estaban cuando llegamos. Solo una cosa es clara: fueron humanos quienes los dibujaron - y volvió su atención a Rose.

Cuando a Rose le dio por gritar, Reuben la miró con bastante mala leche. ¿Lo del ojo la había dejado loca? Por cómo la veía, estaba seguro de que sí. Definitivamente, ahora no servía para nada.

Cuando escuchó la voz de la mujer y vio que los costales se movían, Reuben por un momento casi se cae y se llevaba con él al que estuviese un escalón por debajo suyo. Aunque tardía y torpe, su reacción había estado allí. Se pudo notar en su rostro la impotencia de no tener la agilidad de antaño. La memoria muscular no era suficiente por sí sola para unos músculos desgastados.

La figura delicada que apareció del otro lado de el pequeño acceso abierto evocó una mirada no muy grata por parte del anciano. Lanzó una especie de bufido cuando les puso el ultimatum antes de decidir a entrar junto a los demás en aquel lugar. No era tonto. A esas alturas, no sobreviviría solo, aunque tampoco lo haría al lado de un montón de inútiles. Debía encontrar compañeros marine. Para su desgracia, no fue así, únicamente encontró jóvenes y niños. No había nada que aportase en ese lugar.

Estando en el lugar, mientras atendían a Rose, una vez más lo que decía la mujer sobre los símbolos dibujados con sangre... le importaba poco. No, lo siguiente. En esos momentos, le interesaban más cosas. Apagó la linterna de su llavero y se lo guardó al bolsillo.

—¿Qué se supone que es esto? ¿Una guardería? No creo que sea muy rentable montar una guardería en estos maravillosos tiempos.

Y el muro se abrió. Rose se quedó inmóvil, esperando a lo que estaba por llegar. No sentía alivio ni alegría. Tampoco tenía su común ansiedad. Estaba expectante. 

No ocurrió lo que esperaba. Apareció una chica bastante mona que no parecía una gran amenaza. Aunque sabía a ciencia cierta que esas podían ser las peores personas. 

- Y...yo.... 

Durante un momento quiso replicar. Le había cogido por sorpresa que su improvisada anfitriona se dirigiera a ella. Sus piernas fueron más rápidas que su cerebro y, cuando quiso darse cuenta, estaba caminando en su dirección. Entonces la agarró con delicadeza y la llevó hacia un cubículo cercano. De repente se sintió en otra vida en la que los seres humanos eran agradables con los extraños. Resultaba reconfortante.

- Haz lo que tengas que hacer.

Rose quería estar en plenas condiciones. No podía permitirse estar herida ni en desventaja. Ya tenía suficiente con las malas pasadas que le jugaban su mente. Cerró los ojos y tensó su cuerpo, esperando que llegara el dolor.

Mientras, agudizó el oído para intentar saber más de ese lugar. No se le había pasado por alto lo jóvenes que eran todos allí. Parecía un refugio en el que habían recogido a todos los huérfanos. Finalmente, interrumpió la conversación de la mujer y Katrina.

- ¿Entonces no sabéis qué significan?

Tal como lo imaginaba de alguna manera, son personas protegiéndose de alguien y pensé que era de ellos, aunque muy cierto es que la humanidad está demasiado perdida y el riesgo termina siendo demasiado alto. No obstante mientras esa barricada abre un paso, no lo dudo e ingreso a lo que sería un pasillo con varias salas. Posiblemente oficinas en sus años mejores. 

—Te entiendo, son los peores. Gracias por querer ayudar, no cualquiera lo hace. 

Y tanto que era así, aunque la sorpresa llega a mi rostro cuando la mujer que nos recibe no se asemeja en fortaleza a la que en imagen se ve. Comprendo que todos aquí cargamos con demasiados males, demasiados cargos de consciencia y de alguna manera somos una pizca de lo que deberíamos ser. De ahí que no me sorprenden sus palabras, ni la advertencia de que será por poco tiempo esto. 

—Imagino. ¿Sabes si tienen algún efecto real? ¿Ellos han estado aquí? —pregunto muy interesada. 

La Experiencia del accidente y de encontrarse con más personas era para Víctor confusa, sabía que no habían personas en las que pudiera confiar realmente, cualquiera de ellos, incluso los más nobles lo dejarían a su suerte en un momento de huida. Sin embargo le había cogido cariño a este grupo, a casi todos. Sin embargo ahora se encontraban con un grupo mucho más grande, más preparado, atrincherado y que se cuidaban. Sabía que había niños, personas jóvenes, por las voces, las pisadas, los olores. Una minúscula esperanza nació en su corazón. Sabía que a su perro guía le encantaban los niños. Cuando no estaba en servico, lo que más le gustaba era ir a jugar al parque con los pequeños. Sabía también que intentaría protejer a uno si se presentarán las circunstancias. Tal vez había venido aquí. Tal vez era está su oportunidad para encontrarlo. Silbo, bajito, apenas audible, cómo había entrenado a ver si aparecía su único amigo verdadero.

Al final el sentido común imperó y les dejaron pasar, a regañadientes y con un carácter temporal. Por ahora le servía, pero no estaba demasiado convencido. Yendo un paso más allá en su mente sabía que todos estaban condenados: no habían salidas, los recursos eran limitados y había demasiada gente sin saber sobrevivir.

Gracias.

Fue todo lo que dijo, seco. Le lanzó una mirada de arriba a abajo a la visible líder, evaluándola más que otra cosa, pero no dijo nada. Estaba demasiado bien preparado, con símbolos hechos... ¿acaso esos símbolos implicaban la mano humana en todo lo que estaba sucediendo? Era lo más probable, pero tampoco sabía con quién hablarlo.

¿Hay algo en lo que podamos ayudar? Por vuestra... hospitalidad.

Trató de explicar. En realidad echar una mano era un modo de pago y ver qué necesidades había en aquella comunidad.

La mujer se sentó con Rose y al escuchar su respuesta, asintió. Tomó lo que parecía una navaja de su bolsillo y la desinfectó con un poco de alcohol antiséptico del kit de primeros auxilios. Después de esto y con cierta maestría, le advirtió a Rose que se quedara quieta para luego hacer un corte horizontal en su párpado. Parecía tener cierta maestría en el uso de esta. Fue doloroso para la rubia, eso seguro, pero también corto. En cuestión de minutos había drenado la herida y limpiado para vendar su ojo por completo - Cauterizar en condiciones como las actuales es imposible, así que tendrás que conformarte con eso por el momento - y al terminar de hacer esto, cerró el botiquín y se dispuso a responder preguntas.

- No tenemos idea. Un sacerdote pasó por aquí diciendo que parecían símbolos de un ritual pagano, pero no sabemos si es cierto. Después de todo, casi cualquier cosa es un ritual pagano para esos bastardos de la iglesia - y luego miró a Reuben con desdén, casi igual que el que el anciano reflejaba en su voz -. Tal vez sea una guardería, pero es mejor que un hogar de ancianos porque si tuviéramos que depender de gente como usted, moriríamos en menos de un día - para luego girarse a Katrina.

- Ellos intentan siempre entrar por la parte alta del edificio, ya que parece que algo los atrae. No sabemos por qué no rompen los vidrios y ya. Llegamos aquí hace poco y no planeamos quedarnos más de un día. Aunque no sabría decir cuántos días llevamos aquí - ¿y quién podría hacerlo con exactitud a esas alturas? -. Tal vez son los símbolos, pero no lo sabemos. Solo sabemos que fueron dibujados por personas como tú y como yo - y tras estas palabras, se abrió la puerta, ingresando un hombre con una gabardina bastante mullida y que buscó con la mirada a su anfitriona.

Al verlos, se detuvo y le hizo una señal para que se acercara. Ella les indicó que no tardaría y se fue con él. Este cargaba una linterna similar a las que había por doquier. Hablaron bajo y tras conversar por unos minutos, la chica regresó con ustedes - No es necesario. Planeamos partir pronto en búsqueda de un refugio. Nos han llegado rumores sobre un hotel blindado. Dicen que lo convirtieron en un búnker de alta seguridad con armamento militar y planeamos viajar. Estos chicos han sido rescatados de las garras de Ellos, así que podrían ayudar a identificarlos - y volvió a mirar al recién llegado, quien se dirigía hacia uno de los cubículos -. Descubrimos un pasaje abandonado que nos puede dar salida fácilmente, pero tiene un problema. Es bajo tierra -.

Mientras todos hablaban con la mujer, Reuben miró inquisitivamente el improvisado refugio. Habían demasiados mocosos. En esas circunstancias, los niños no eran más que una carga. Algún pequeñajo curioso se asomó para verlo directamente a él, Reuben de verdad le dirigió una mirada desagradable. El pequeño se escondió.

Nada de lo que había en ese lugar le agradable. Por su puesto, en el paquete iba incluida la graciosa mujer que los había recibido. Soltó un bufido con lo que le había dicho. ¿Divertido? No. Molesto. ¿Quién se creía que era? No era más que una bastarda con suerte, y esa suerte se le podía acabar en cualquier momento.

Apartado de los demás, Reuben buscó algún lugar dónde sentarse mientras la mujer hablaba con el recién llegado. La cadera lo estaba matando, y lo que había dicho la mujer lo había molestado mucho más. Si después de todo eso la veía tirada al lado de la calle, devorada por Ellos, no haría más que reír. Aunque... no era del todo una inútil, había dicho un par de cosas interesantes. Cuando la mujer terminó de hablar, Reuben también lo hizo, en voz alta.

—¿Y cuál es el problema en todo eso? —dijo, con ironía— El que tenga miedo a algo así debería volarse la tapa de los sesos ahora mismo con una bala. Tarde o temprano, todos estos pequeños bastardos, incluyéndonos a todos nosotros, moriremos de una forma u otra. Ningún lugar es seguro ahora mismo. Incluso en este momento, esos rusos nos tienen atrincherados. Cuando te atrincheran, no puedes hacer más que luchar hasta que cagues las tripas —su expresión se había vuelto sombría... más de lo habitual. ¿De qué estaba hablando exactamente? ¿Acaso estaba delirando ahora?

Sólo me limito a escuchar las explicaciones de la mujer con total detenimiento mientras voy analizando lo que llega a mis oídos y creo que al final no estoy tan errada con el asunto de los símbolos, aunque eso implique que pueda ser un placebo con muy poca duración. No obstante la presencia del hombre despierta cierta inquietud en mi y desvío la mirada hacia el lugar donde se encuentra. 

—Odio estar de acuerdo con Reuben, pero hay que ser consciente de que ellos no sólo hacen daño físico sino mental. Estamos hablando de algo que no sé hasta qué punto se puede evitar con armas y dentro de una caja blindada, hay que ser muy cerrado al creer que de esto hay escapatoria. 

Tras dar ese golpe de realidad pienso en lo que tenemos en mano, acompañar a estos locos para ir a ese lugar más seguro o seguir vagabundeando hasta vaya saber donde. Incluso este lugar me resulta bastante atractivo para quedarme, lo cual tendríamos que hablar entre todos y pensar. 

—¿Qué haremos?

Claramente les pregunto a los que vienen conmigo. 

Rose se sentía entre amigos. No conocía de nada a esa mujer, pero le transmitía simpatía y hospitalidad. Al menos, hasta que le puso esa navaja a menos de medio cuerpo de su rostro. Al instante su cuerpo se tensó y su respiración se entrecortó. Nerviosa, no quitaba ojos de la oscurecida hoja que buenamente estaba siendo desinfectada.

- Rose, no montes una escena que tú has pedido esto. 

Y así era. Pero no había sido consciente de que se estaba poniendo a merced de una auténtica desconocida. Por muy buena gente que pudiese parecer. No había que fiarse de nadie en el nuevo mundo.

- Esp...

No le dio tiempo a hablar. El corte fue rápido y limpio. Estaba tan nerviosa que apenas notó un pinchazo. Hasta que su mente empezó a procesar lo que había pasado. Entonces empezó notó un dolor y escozor fuerte, como si se tratase de un impacto. 

- Está bien... gracias. 

Durante unos minutos que se habían hecho horas había pensado que había perdido el ojo. Conformarse con eso no iba a ser un problema.

- ¿Habéis investigado qué puede ser lo que los atraiga?

Su pregunta quedó eclipsada por la llegada de ese desconocido. Ese 'guapo' desconocida, pensó Rose para sí. No le hubiera importado irse también con él.

Las nuevas noticias eran esperanzadoras. Si conseguían que ese grupo de gente les aceptara era muy posible que tuvieran su seguridad cubierta durante un tiempo. Sí, eran un grupo grande y eso suponía un problema para esconderse o ser rápido. Pero también sería más fácil pasar desapercibido si se recibía un ataque de Ellos.

Cuando mencionó que el trayecto se haría bajo tierra, Rose tragó saliva incómoda. Los espacios cerrados nunca habían sido de su agrado. No verbalizó sus pensamientos.

- ¿Y qué sugerís, sentarnos a esperar que nos maten? Porque poco más podemos hacer si nos quedamos aquí.

Sus palabras se dirigieron a Reuben y Katrina. No había amabilidad en ellas. No esperó a escuchar su respuesta. Giró su cabeza directamente hacia la desconocida.

- Yo quiero ir con vosotros.

No supo que pasó. Ni por qué se había visto en vuelta en aquella aura de silencio total. Simplemente se había quedado callada y pensativa y simplemente seguía el paso del grupo, todo era mejor que quedarse sola. Por eso ni siquiera se opuso a ir al edificio o a entrar fiándose de unos extraños. Sólo... Caminó junto al resto.

Una vez dentro observó el lugar, muchos eran jóvenes cómo ella y eso la hizo sentir extraña, aún así no se juntó con ellos, simplemente caminó detrás de Rose y la otra joven. Le creaba curiosidad que era lo que le haría, y sobretodo cómo bajaría la hinchazón del ojo. Apoyada en la puerta observó silenciosa y sólo frunció ligeramente el ceño cuando cortó sobre la propia herida, no mostró asco, ni disgusto. Era difícil saber si le había impactado o no. Sin decir nada giró la cabeza y se encaminó hasta dónde los demás, sentándose en el suelo, pero sin perder de vista a nadie.

Al menos aquellos supervivientes parecían mucho más centrados que ellos, lo cual era de agradecer, y a su vez le hacía sospechar un poco a Fer, era demasiado bueno, incluso en aquel desastre. También resultaron amables con la herida del ojo y, en general, con todos. Aunque tras la respuesta del anciano dudó si seguirían así de solícitos o les mandarían a una muerte de una patada directa, si bien estaba en parte de acuerdo con el anciano, él pensaba que aún podía hacer algo antes de que sus tripas perdiesen su lugar natural.

Quizá sean paganos, quizá sean ¿matemáticos? o incluso una señal de Ellos que indica que aquí pueden jugar con la comida, a volvernos locos. Como sea parece que tenemos algo de tiempo. Quizá no sea mucho, pero yo que sé, suena a la típica mierda de "¿Qué harías si supieses que vas a morir mañana?" en versión bizarra.

Ni siquiera él sabía bien de qué hablaba, pero quizá pensó que así podría calmar un poco la tensión.

Deberíamos al menos aprovechar para tomar el aliento aquí. Y después, quizá, viajar juntos.

Miró a sus compañeros y a los nuevos anfitriones. Una parte de él se esperaba que, digno de The Walking Dead, pronto empezara a ponerse la cosa muy turbia.

No su mejor amigo, su soporte, su perro guía no respondió a su llamado, no estaba allí, jugando alegremente con los niños como Víctor lo había imaginado, esperándolo para saltar sobre él y lamer su rostro, secar sus lagrimas y prepararse para vivir y morir juntos. Esa imagen hermosa que alcanzó a pasar por su mente le arrancó una lágrima. Era un débil, un niñato miserable, inservible, que otros arrastraban de aquí para allá como un bulto, no se sentía útil, ni bueno, ni nada. Había pasado el efecto de la adrenalina del escape y el accidente y finalmente se había quedado vacío de nuevo.

Escuchaba el ir y venir de la gente, sus conversaciones, sus esperanzas y reticencias. Los Escuchaba exponer sus argumentos y deseos de irse o quedarse, de si ELLOS respetaban este lugar o solo lo tenían como despensa. Pero realmente nada le importaba. Pensó para sí - Voy a quedarme aquí, Muriendo de hambre en la oscuridad. Esperando a ser asesinado por ELLOS - Se había rendido? 

Tendría aún algo que ofrecer? Ayudar a llevar a esos niños a otro lugar, quizás más seguro? Aquellas personas no podían ser malas, si rescataban niños seguramente tenían algo que no estaba podrido en su corazón. Así fuera ofreciendo su vida para salvar a otra persona podría ser útil. Así que finalmente se decidió, los acompañaría y haría lo posible por ayudar.

- Yo me Voy con Vosotros. Puedo cuidarme solo y no necesito guía - mintió - No seré quizás de mucha utilidad pero así sea de escudo humano serviré para ayudar a llevar a estos niños a un lugar más seguro. Se que los recursos son escasos pero como poco y no tendrán que darme una linterna - bromeó 

Si el comentario de Reuben le molestó, la mujer no lo demostró. O tal vez lo habría hecho si se encontrara sonriente, pero de hecho su rostro era tan serio como desde que llegaron. Sea lo que fuere que estuviera sintiendo, era difícil identificarlo en su estoica expresión.

Apenas Rose y Victor afirmaron acompañarles, la chica sonrió de medio lado - No recuerdo haberles invitado, pero adelante. Pueden acompañarnos. Los niños estás descansando y partiremos en cuanto el último grupo de exploradores regrese. Seguro que el anciano estará dispuesto a tomar el frente. Tiene una boca muy grande para una polla tan pequeña - se puso de pie, pero miró a Rose y se rió divertida. ¿Habría notado la cara de la rubia al ver al recién llegado?

Chasqueó la lengua y empezó a responder - Si bien han demostrado ser inteligentes, creo que es un poco más allá que solo jugar con la comida. Yo veo un orden. No hemos explorado la azotea porque vive asediada de Ellos. De hecho, es como si alguien les llamara allí. Tal vez esto me sobrepasa y he perdido la cordura, pero es lo que parece. Tal vez si alguno fuera un friki de brujería o satanismo, podría decirnos si los símbolos quieren decir algo realmente y el cura no estaba loco. Pero ninguno de ustedes parece ese tipo de fenómeno - y para finalizar, asintió a las palabras de Fer.

- Sepan que viajarán con nosotros, pero haciendo su parte. No queremos peso muerto. Esos niños se han enfrentado a Ellos antes y por eso están heridos. Si vienen, es porque están dispuestos a luchar. No deben olvidar que Ellos reinan en la oscuridad, y no sé si lo olvidaron, pero normalmente bajo tierra no hay mucha luz, ni autos, ni minimercados por saquear. Y es un túnel largo, así que pasaremos días ahí. Si aún están dispuestos, bienvenidos a la comitiva. Si prefieren quedarse, les daremos algunas armas para que puedan salir. Así que mejor prepárense. Estimamos que serán dos horas de espera - y con esto, se puso de pie y salió por la puerta.

Había dejado la decisión en sus manos.

¿De acuerdo con él alguien en ese grupo? Eso sí que era algo de extrañarse. Aunque eso se le pasó rápidamente al ver que Rose no había entendido que las palabras de Reuben incitaban a todo lo contrario. Aún inmerso en sus pensamientos sombríos, miró a la mujer con desagrado. ¿Acaso lo del ojo la había dejado más loca? ¡Ja! ¿Y quién era el viejo bastardo para hablar de locos? Alguien prepotente, claro estaba.

Seguía sin estar preocupado por aquellos símbolos que tanto daban curiosidad a sus compañeros. Pasó por completo de ello mostrando su total desinterés. ¿Qué más da qué quisieran decir dichos símbolos? Reuben estaba bastante seguro de que eran símbolos rusos. No mostró reacción alguna ante todo el tema, aunque sí lo hizo ante la intervención de Victor. De hecho, con lo último que dijo este, se pudo escuchar una especie de bufido burlón por parte del viejo. Al menos el ciego podía ser divertido.

El breve momento de "buen humor" se le pasó con las palabras de la desconocida. Aunque no se levantó de forma violenta de la silla, sí que miró a la mujer de una forma realmente detestable. 

—Cuando quieras puedo cerrarte la boca con ella. Hay alguien que tiene una boca verdaderamente grande acá, mocosa —no se cortó ni siquiera un poco.

Lo demás que dijo la mujer casi que ni le importó. Reuben mantuvo su mirada fija en ella, claramente indignado. Sus ojos azules brillaban ante el fulgor de la malicia misma. Necesitaba cerrar unas cuantas bocas.

—Ninguno de ustedes es tan estúpido como para quedarse aquí, ¿no? —aunque con algo de esfuerzo, se levantó de la silla—. Aunque si alguno se queda, ¿qué más da? —gruñó. Estaba más que claro que no estaba entre sus planes quedarse. Ahora, mucho menos. Debía saldar cuentas.

Que la desconocida aceptara la auto-invitación de Rose fue como si le quitaran 20kg de encima. No tenía ni idea de si esos chicos eran capaces de luchar, pero tenía claro que su esperanza de vida aumentaría estando con ese grupo. Les sería más difícil esconderse, pero habría muchas más opciones de víctimas si Ellos atacaban. Quizá no se fijaran en ella.

- Menudo consuelo Rose...

Nunca había sido una gran persona, pero su puntuación bajaba por momentos. El comentario de la mujer sobre el pene de Reuben la sacó de sus pensamientos. Soltó una ahogada carcajada, seguida de una tos seca. Le había pillado con la guardia baja y había terminado atragantándose con su saliva.

- Colaboraremos en lo que haga falta - añadió con rapidez, cuando la desconocida empezó a detallar las condiciones. Le daba exactamente igual lo que pensaran sus compañeros, si ellos no querían unirse había llegado el momento de decir adiós.

Lo que estaba por venir no parecía muy alentador. Ese largo, oscuro, frío y silencioso túnel. Bueno, esperaba que fuese silencioso. Pensar en los ruiditos que Ellos hacían le ponía los pelos de punta. Sabía que no era la mejor opción para ella. Rose nunca había destacado por el control de sus emociones, y las cosas habían empeorado en los últimos días. Pero pensar en volver a salir allí fuera, con o sin armas, hacía que se le viniera el mundo encima. 

- Podrás aguantarlo. No tienes opción.

Se mantuvo en silencio mientras hablaba el viejo. Rose siempre había tenido problemas para entender su errático discurso. Volvió a pasarle esa vez. ¿Podía ser que por una vez estuvieran de acuerdo? Decidió pensar que sí.

- Solo faltáis vosotros tres - indicó, mirando a Katrina, Fer y Wendy- ¿Qué vais a hacer?

Le sorprendió su tono de voz. Frío y seguro. Tenía las cosas claras, y no tenía pensado cambiar su decisión por nada y por nadie. Aunque eso le llevara a la tumba.

En tiempos de oscuridad y supervivencia, el ser insolente es la moneda común de cada día y por ello no me sorprende que esto esté pasando. No obstante una vez las palabras de la mujer llegan a mis oídos, la decisión está tomada y al ver que el viejo se defiende con astucia, solo niego con la cabeza mientras desvío la mirada hacia Rose. Al menos ella se había decidido, había dado el paso y seguramente aquella persona le ha dado la seguridad que necesitaba. 

Y por eso es que le doy voz a mis pensamientos. 

—Somos sobrevivientes de esto, hemos huído de ellos y también le hemos visto una de sus caras. No somos peso muerto, no somos inútiles porque sino no estaríamos aquí—digo a modo de respuesta—. Haremos lo que sea necesario, así que cuenten conmigo también. 

Ya está todo dicho, puedo con esto. El miedo es una constante, pero prefiero tener un camino por donde transitar y no ir más a ciegas. Tal vez en un primer momento creí que podría hacer esto, quedarme aquí y establecerme, pero ya sé que es un imposible y si alguien tiene una mejor salida, la tomaré con gusto. Todo sea para no seguir girando en círculos, para no estar a la deriva tanto tiempo. 

Vivir con ellos es estar jugando a la ruleta rusa. 

Fer tenía serias dudas sobre lo que estaba sucediendo. Ni siquiera se molestó en darle coba al anciano o a la mujer que lo increpaba. Estaba claro que aquello era un duelo de egos y no podría importarle menos. Quería vivir, al menos en parte, en la otra no tenía demasiadas esperanzas y poco le importaba. Asintió cuando decía que ninguno parecía un friki demonólogo ni nada de eso. Yendo un paso más allá, teniendo en cuenta que la mayoría de esos frikis eran sacos de huesos o de grasa dudaba que fuesen capaz de sobrevivir a lo que estaba pasando.

Os acompañaremos.

Miró al anciano pensando si añadir algo y al final asintió.

Puede ser útil en situaciones extremas.

Rompió una lanza a su favor. Y no haría más, por el momento. Gruñó un poco, por el momento no tenía demasiado que hacer. Se cruzó de brazos en un momento en un modo algo defensivo, pero es que no sabía cómo aportar. Se sentía incluso un poco mareado, quizá producto de la tensión y del cambio de ritmo con tanta gente cerca.