Partida Rol por web

Gregory suspiró, resignado. Tenía una pequeña tregua para tranquilizar sus contrariados nervios y hacer que esos infundados temores sobre quedarse en el sanatorio desaparecieran, y a la preocupación se le añadió una nueva compañera: la culpabilidad por poner pegas a la terapia en la que tanto quería confiar.

El malestar del hombre hizo que recorriera los pasillos del edificio mirando al suelo y pensando en sus cosas. Los gritos de los otros enfermos eran un ruido secundario en sus oídos, y no se dio cuenta que habían salido hasta que llegaron al exterior.

- Co...como he dicho, ehm... esta noche no me esperen, no podré asistir -la palidez de Gregory era cada vez más latente, como su nerviosismo. Movía las manos como si le faltase algo, y de hecho, así era: una copa. El viejo estaba deseando largarse para ahogar su gaznate y sus penas en alcohol-. Nos veremos en unos días, amigos. Les deseo sinceramente unos buenos sueños -finalizó tanto para sus compañeros como para sí mismo.

El doctor millner abre la puerta del despacho, un celador que estaba sentado en una silla se pone en pie y os pide que le sigáis. En esta ocasión no se trata de murray sino de otro hombre más joven.

- Por favor, siganme y eviten todo contacto con los internos. Los escoltaré hasta la salida del sanatorio.

En la anterior sesión seguisteis el mismo protocolo. Aunque hoy parece como si fuera algo diferente, tras la segunda sesión con el doctor vuestras dudas aún no han sido resueltas y no parece que se vayan a solucionar pronto.

Cuando pasáis la planta inferior con los enfermos más peligrosos escucháis sus voces, intentáis no mirarlos pero es imposible no escucharlos.
- Muchacho ven, ven conmigo, ¡No te haré daño!
- ¡NO ESTOY LOCO!
- ÉL ESTA LOCO. ¡YO NO LO ESTOY!
- Eh, tú, borracho. Aquí dentro huelo ese liquido de mala muerte que llevas encima, ¡Compártelo!
- ¡SACADME DE AQUÍ!
- Marinero, ¿Has visto la ciudad bajo el mar?

El celador os insta a que aceleréis el paso, mientras escucháis algunas barbaridades dirigidas a la señorita MacGuffin. Pero es al bajar a la sala común junto a los otros presos cuando escucháis unos fuertes alaridos cercanos. Hay un enfermo que no para de lanzarse hacía la pared con fuerza, mientras los demás internos le animan a continuar entre risas y gritos. Pero entonces el cierre de la camisa de fuerza se rompe, o tal vez sea que se haya dislocado el hombro para así poder liberar su brazo.

El celador que os acompaña hace sonar el silbato que lleva colgando del cuello y se abalanza sobre él. Asustados ante lo que esta ocurriendo no podéis dejar de observar la escena. El interno se ha liberado de un brazo y se enzarza en una pelea contra el celador. Podéis ver como de la mano del interno gotea sangre y sus ojos están muy abiertos. Su mirada suicida os hace prever que algo malo puede estar a punto de pasar.

Mientras tanto otro interno se os acerca y coge con fuerza al joven Iván. Sus ojos azules os resultan familiar, ¿No es este hombre el que estaba colgando de una celda cuando pasasteis por aquí la primera vez?
Los largos y esqueléticos brazos del interno se cierran alrededor del cuello del jovenzuelo. Parece como si lo estuviera asfixiando pero acerca su cabeza al oído de vuestro compañero y le susurra algo al oído. Aunque su mirada es la de un desequilibrado, hay un brillo de lucidez en sus ojos.

Al fondo del patio podéis ver como entran otros dos celadores corriendo y se dirigen hacía una pesada manguera con una válvula de bombeo.

- ¿Vosotros también lo habéis visto, verdad? ¡Oísteis las campanas! ¡Pronto vendrá por nosotros! ¡Yo lo sé, yo LO he visto! ¡Todos pagaremos por nuestros pecados! - te dice al oído.

Acto seguido, te muerde en el cuello e intenta golpearte contra la pared.

La vuelta al sanatorio fue más perturbadora que otras veces. Tal vez fuera porque aquella noche pernoctaría allí, tal vez porque las pesadillas alteraban cada vez más los nervios pero en esta ocasión sentía las paredes más opresoras y la presencia de los dementes mucho más exaltada.

Atravesamos el mismo pasillo y la sensación de violencia contenida se acrecentó. Allí estaban aquellos voces diciéndome cosas que de solo escucharlas volvían mis mejillas de color carmesí, aquellas manos intentando tocarnos, alcanzarnos, arrebatarnos de la seguridad del camino preestablecido. Los gritos desesperados, los golpes contra las rejas, todo resultaba alarmante.

Casi habíamos alcanzado nuestro destino cuando un interno logró llegar hasta Iván. ¿Qué estaba haciendo? Lo iba a matar! La desesperación se apoderó de mí.

-Celador, haga algo!!! aquel loco está intentando atacar al pequeño, por favor!!! Alguien que lo ayude!!! -mis ojos buscaron los de mis compañeros. Sabía que lo que les estaba pidiendo con la mirada era tremendamente peligroso pero no podía permitir que el niño muriera ante nuestros ojos así sin más.

Lo que prometía ser un paseo inquietante se va convirtiendo en una puta pesadilla vívida a cada paso que damos. Mi atención se va fijando en todas las amenazas, en todos los gritos, en todas las burlas que nos bombardean a medida que avanzamos. No paro de mover la cabeza a un lado y a otro. Cada vez más alarmado. Mi respiración se va agitando más y más... Me siento como esa presa... Como aquellos venados de mi madre Rusia a los que acosaba... Aquellos ojos asustados, aquella respiración agitada. Ahora soy yo la presa.

Todo se descontrola. Un demente ataca. El silbato me hace daño. Me desorienta.

¿Qué pasa?

La señorita grita, aunque sus gritos me llegan como un eco lejano, por debajo del loco bombeo de mi sangre que resuena en mis oídos. Ensordecedor. Miro hacia donde señala ella y veo al jovencito asido por aquel viejo loco. Lo está estrangulando.

Nononono... El niño no, maldito loco.

Me lanzo sobre el viejo con mis manos desnudas. Con la intención de meterle un puñetazo en la barriga y luego probar de romper su presa sobre el pobre chaval... Aunque por desgracia la situación me aturde demasiado y mi puñetazo llega lento y previsible.

Humphrey pasa por la galeria de los enfermos mentales respirando de una manera fuerte. Los nervios le estan gastando una mala pasada. Como colofon uno de los locos se lanza contra los celadores. Humphrey respira fuerte. Su pecho se mueve a un ritmo casi frenético. Su cuerpo se queda paralizado... Por el miedo

Los gritos de los enfermos, que en esa ocasión parecían más exaltados que nunca, hacían que Gregory caminase encogido, temeroso de que los brazos que se estiraban hacia el grupo les alcanzasen como lo hacían las palabras malsonantes a sus oídos. 

De pronto, la situación se descontroló. Un enfermo consiguió liberarse de un brazo y se enzarzó en un forcejeo con el celador que intentaba controlarle; el pequeño Iván fue atrapado por otro demente que le agarró del cuello, quien sabía si para intentar estrangularle en su locura; la señorita MacGuffin gritaba pidiendo ayuda para el niño, mientras que Vólkov intentaba darle un puñetazo a su atacante; otros celadores ya se dirigían rápidamente hacía una manguera para que el agua a presión les ayudase a recuperar el control de aquel pasillo del sanatorio...

Y Gregory no pudo más. El miedo ante los enfermos, la tensión de aquel momento y la falta de descanso de los últimos días hicieron que la situación le sobrepasase y con un encolerizado grito, más propio de quienes estaban encerrados allí que de un hombre "cuerdo", se abalanzó contra el hombre que tenía agarrado a Iván en un placaje.

- ¡¡MALDITO LOCO, SUÉLTALE!! -gritó el enloquecido Yeats mientras se lanzaba contra el enfermo de ojos azules. Sin embargo, el hombre le esquivó fácilmente y Gregory a punto estuvo de darse contra un muro.  

Ni siquiera sentí cómo era levantado del suelo, todo mi mundo estaba enfocado en ese par de ojos azules que me miraban directamente, atravesandome, sentí la locura del dueño de aquellos ojos, la desesperacion, y una parte de mi ya jodida infancia murió en aquel momento.

Había tenido episodios violentos con adultos antes, pero ninguno como aquel, aquel hombre no tenia nada en la cabeza más que locura, locura y desesperacion, obsesionado con lo que fuera que repetia una y otra vez.

Intento zafarme de su abrazo, pero es inútil, aunque el tipo esta famélico, solo soy un niño asustado, entonces el miedo entra en mi cabeza y rompo a llorar, solo con lágrimas pues no puedo gritar.

Jack esta tentado de abalanzarse sobre el hombre que ha cogido al joven iván pero su atención se centra en los dos celadores y la manguera que están cogiendo. Cuando se da cuenta de lo que va a pasar alza la voz para que le oigan sus compañeros.

- ¡NOS VAN A MOJARRRRRR!
 

La situación se ha puesto muy tensa. Por un lado están los internos del sanatorio que están revolucionados, las voces han ido aumentando en un crescendo espeluznante a medida que los enfermos hacían cada vez más ruido. Dan la impresión de ser un grupo de monos salvajes revolucionados en lugar de seres humanos.

Nikolay Vólkov intenta liberar al muchacho pero lanza un puñetazo al aire justo cuando el interno se agacha sobre vuestro compañero iván.

Gregory Yeats intenta ayudar también a iván y se abalanza sobre el interno pero no mide bien la distancia y acaba con las manos sobre la pared. Una pared muy pegajosa, rápidamente se libera de ella percatándose de que se ha ensuciado la ropa. Por fortuna para él su querido abrigo esta a buen recaudo en la antesala junto a la entrada. ¿Que será esa sustancia que tiene pegada en las manos y la ropa? Por el olor parecen ser... oh, cielos, huele como un retrete.

Humphrey Arminton, Jack Turner y Lucrecia MacGuffin permanecen en la misma posición aunque emiten voces y ruidos. No consiguen reaccionar pero es evidente que esta situación les ha sobrepasado.

Iván se lleva la peor parte. El interno no solo le ha cogido sino que no consigue librarse de él, en el forcejeo le muerde y golpea su cabeza contra la pared. Esa sustancia maloliente también se le queda pegada en el pelo y en el cuello.

Finalmente los celadores ponen en marcha la manguera y consiguen frenar el avance de los internos que se retiran asustados del lugar de los hechos donde podéis ver como el celador que os acompañaba sangra de un brazo, pero ha logrado retener al enfermo doblándole el brazo suelto en una posición terriblemente incomoda mientras solicita la ayuda de sus compañeros.

Minutos después la situación vuelve a estar controlada. Vosotros estáis bastante mojados, con un agua fría que no parece que os vaya a hacer ningún bien. Y los enfermos que os atacaron, los dos, son llevados a las celdas privadas sin que os indiquen que se va a hacer con ellos. Sin embargo a vosotros os llevan hasta la enfermería viendo que la herida en la cabeza de iván parece ser realmente escabrosa.

El doctor millner se presenta unos minutos después visiblemente enfadado.

- ¿CÓMO HA PASADO ESTO? ¡ESTA GENTE ESTA AQUÍ BAJO MI PROTECCIÓN! ¡USTEDES DEBERÍAN PROTEGERLOS!
Dies kann nicht wieder vorkommen - las voces van dirigidas hacía los celadores pero sin darles tiempo a que respondan se os acerca a vosotros y notáis como le cambia la voz a esa tan melosa y pausada que usa con vosotros durante las sesiones de psicoterapia. ¿Están todos bien? Me acabo de enterar de lo ocurrido, lo lamento muchísimo. Permítanme ofrecerles ropa seca, por favor.

La ropa seca que os ofrece es el uniforme que visten los enfermos del sanatorio. Al menos lo que os ha traído tiene mejor pinta que lo poco que llevan puestos los que estaban antes en la sala común, pero se ve que esta limpio y seco.

- Me permiten invitarlos a cenar, es lo menos que puedo hacer tras lo que ha pasado. La comida de aquí no es lo mejor de la campiña inglesa pero se puede comer y les resultará reconfortante - notáis una gran preocupación en el rostro del señor millner ante lo que os ha ocurrido además de mirar la herida de iván con miedo.

El agua fría calmó mis nervios pero no disminuyó mi malestar ni el temor que sentía por lo que estábamos viviendo. Los celadores habían rescatado a Iván, aunque el pobre se encontraba conmocionado y muy lastimado. Mi instinto maternal me empujó a moverme, acercarme hasta él ni bien estuvo libre e intentar hacer algo para detener la sangre. Mis esfuerzos fueron en vano.

Derrotada por no haber sido capaz de ayudar al niño ni durante el ataque ni luego, cuando vi como perdía sangre, caminé al lado de la camilla que usaron para transportarlo hasta la enfermería. El frío comenzaba a calarme los huesos pero no quería abandonarlo. No hasta saber que se encontraba bien.

Ante la llegada del doctor Millner asentí de manera ausente. Ya habría tiempo para pensar en ropa seca y comida caliente en el estómago. Mientras, quería asegurarme de que el niño era estabilizado y se encontraba a salvo.

Cuando la situación se controla soy incapaz de entender muy bien qué ha pasado... ha sido como si te lanzaran a una jaula llena de gorilas rabiosos. El agua fría y la intervención de los celadores han hecho que mi adrenalina baje de golpe y ahora me siento cansado y aturdido.

Observo desde un lugar muy lejano de mi mente como la señorita se esfuerza para ayudar al chico herido... Sus improperios silenciosos, sus ademanes nerviosos, su ansiedad... Todo eso no ayuda para curar al chico, que relamente tiene mala pinta. Pálido, sangrante y empapado.

Pobrre ninio...

Murmuro por lo bajo y cuando nos guían a la enfermería acompaño a la comitiva arrastrando los pìes, con la mirada gacha.

Al ofrecimiento del doctor contesto con un gruñido bovino y me pongo unos pantalones secos y una bata.

Al segundo ofrecimiento de la cena asiento silencioso.

Este hombre no me gusta...

Pienso, al darme cuenta que tiene el poder para retenernos aquí dentro, y acabar mis días dándome cabezazos contra una pared con mi cabeza metida dentro de una jaula.

Una enfermera limpia y cuida la herida de iván. Tanto la mordedura como el golpe recibido en la cabeza son dolorosos, además de visiblemente aparatosos, pero no es una herida mortal. Con el tiempo se recuperará, aunque necesitaría un lugar donde descansar y disponer de una alimentación satisfactoria (cosa de la que dudáis que pueda hacer de forma regular).

El doctor millner se aleja de vosotros pues tiene más quehaceres pendientes pero melvin (uno de los celadores) se queda fuera de la enfermería. Ahora que estáis todos juntos tal vez queráis hablar sobre lo último que os ha ocurrido aquí, en el sanatorio.

Al ver que Ivan era estabilizado, suspirando de alivio tomé una de esas mudas de ropa y pedí un lugar privado para poder cambiarme. Verme despojada de mi confortable y femenino vestido y llevar aquellas toscas prendas me inundó de vergüenza y desazón. Ya no parecía una dama. Lo que era peor, aquel uniforme me hacía indistinguible de los locos que nos habían atacado momentos antes. Una sensación de indefensión comenzó a instalarse en la boca de mi estómago.

Volví hacia el comedor improvisado y tomé asiento cerca del fuego. El frío todavía calaba mis huesos y temía pescar un resfriado si no lo expulsaba pronto. Con el ánimo por el piso, serví un poco de comida insulsa en mi plato y para postergar el momento de tener que llevar bocado a la boca, me dispuse a servir a los demás.

-Esto... ha sido horrible lo que ha pasado en el pasillo. ¿Alguno de ustedes sintió terror? Porque... porque yo sí, pensé que Iván estaba acabado, que todos nosotros estábamos condenados... fue espantoso. ¿Está bien así señor Yeats? -dijo tendiéndole un plato lleno a Gregory antes de pasar al siguiente.

Al comentar la señorita lo del terror asiento con un gruñido y me llevo la mano al bolsillo, mecánicamente, sólo para darme cuenta que no hay bolsillo ni lo que deseo. Busco mi ropa con ansia. Allí está, pero ¿qué hago? Meto la mano en un bolsillo y toco el trapo, lo acaricio... Y lo dejo donde está. Me pongo a urgar en otro bolsillo y saco un puñado de ojos de cristal, que manoseo con un audible frotar de cristal contra cristal. Parece que eso me calma.

Da... Miedo. Gente loca aquí. Muy loca. ¿Quién no desir que viejo jaula no ser como nosotros antes? No gustar...

Y miro a Melvin de reojo. No digo nada más por miedo a ese carcelero chivato.

Seguro que es un chivato del doctor. No me gusta el doctor.

Pienso, mientras espero a que la señora MacGuffin me sirva mi plato, esperando tanda como una persona civilizada.