Partida Rol por web

Osbjorn guardó la capa, murmurando algo de que lo haría al día siguiente. Delphine hizo lo mejor que pudo para contestar vuestras preguntas.

—Hay un campamento entero de thalmor ahí delante. Son demasiados para intentar un ataque frontal, por mucho que ese algo misterioso los haya diezmado —confirmó Delphine, antes de echar un vistazo a los cadáveres—. Pero pronto anochecerá. Podéis poneros las armaduras de los thalmor, y Nidryne puede volverse invisible ¿no? Si nos mantenemos alejados de los guardias y no llamamos demasiado la atención, los uniformes serán suficiente para que no nos miren dos veces. Están más preocupados de que esa criatura no los mate que de una posible infiltración. A falta de magia, es lo mejor que se me ocurre para acercarnos a las ruinas. Pero vosotros conocéis mejor que yo vuestras aptitudes.

»No es que haya un pasadizo secreto a las ruinas o los thalmor bloqueen la entrada, khajiita. Es que no puedes acercarte a Imrarlatz. Por mucho que camines o corras, pones un pie delante del otro y siempre te encuentras a la misma distancia. Si insistes durante el tiempo suficiente te embarga la sensación de que has vivido eso antes, tu estómago se pone del revés y te pones enfermo. Me consta que Reilien y aquellos cercanos a ella han conseguido entrar, pero no sé cómo —admitió—. Si queremos llegar al fondo del asunto, y de Imrarlatz, debemos investigar cómo lo hacen, sin levantar la alarma en el campamento. 

Miró a Elynea, y esbozó una sonrisa torva.

—Y todo esto sin llamar la atención de lo que sea que está matando al resto de thalmor. Las heridas son reales, las he visto con mis propios ojos. Magia, y algún tipo de arma contundente que parte huesos como si fueran ramitas. La soldadesca habla de una máquina dwemer que se mueve demasiado deprisa —dijo, y dudó un momento—. Ahora creo que esa criatura, sea lo que sea, es capaz, de algún modo, de cabalgar en las mareas del tiempo que provienen de lo que sea que están haciendo los thalmor en Imrarlatz. Y que debemos evitarla a toda costa si no queremos terminar como ellos.

Delphine hablaba con aplomo, con la confianza de una aventurera experta que estaba habituada a lidiar con una situación tan delicada como aquella. Entonces frunció el ceño, y paseó la mirada entre Fjorda y Khaled. Cuando volvió a hablar, había algo distinto en su tono de voz, menos seguro, que delataba su preocupación.

—¿Cauce Boscoso? ¿Qué ha pasado en Cauce Boscoso? 

Elynea estuvo de acuerdo con dejar las frivolidades a un lado, el asunto que les ocupaba era más grave de lo que parecía. O al menos a juzgar por las explicaciones de Delphine.

—Osbjorn puede ponerse una armadura thalmor... —miró al gigante Skall— ... en cada brazo.

Rio entre dientes dándole un par de palmadas en el codo al mago. Lo cierto es que si había algo más irónico que una dunmer vestida de thalmor, era un nórdico vestido de thalmor. Y uno particularmente tan grandote.

—Quizá con una toga. O si no... ¿puedes hacerte invisible?—se rascó la barbilla y esperó a que la otra dunmer recuperara el habla para preguntarle:—. ¿O puedes hacerle tú, Nydrine?

Sin embargo, el gesto se le oscureció cuando salió el tema de Cauce Boscoso. Creía que Delphine había huido de aquello pero por lo visto "la había pillado fuera", ¿no sabía entonces lo que había pasado?

—Sí, ha pasado algo... y no te va a gustar—carraspeó mirando de reojo a Khaled como pidiéndole algo de ayuda con aquello; el guarda rojo la conocía mejor y seguro que sabría explicárselo de la mejor forma. Además, ¿qué demonios? hasta había estado allí cuando había ocurrido. Y a Elynea no se le daba bien dar malas noticias.

O quizá el problema era que se le daba demasiado bien... según se mirase.

Khaled miró las armaduras que Fjorda iba apilando, arrancadas de los cuerpos. Después miró a los soldados muertos, sus cuerpos desnudos finos como juncos. Luego miró el torso de Osbjorn, como un barril de hidromiel cubierto por una manta velluda. Miró a continuación a Uthgerd, en el interior de su coraza de acero, casi tan corpulenta como el mago skaal. Por el rabillo del ojo se asomaba el rostro peludo de K’dan, sus orejas puntiagudas, su morro alargado. Levantó uno de los cascos thalmor y se lo puso ante los ojos, preguntándose cómo podía meterse ahí esa cabeza. Se miró a sí mismo, finalmente, y a Elynea. Al menos, ese rasgo se camuflaría con facilidad en la oscuridad de la noche. Se encogió de hombros. No tenía una idea mejor que aquella, al menos por el momento.

—Podemos… intentarlo —concedió, agarrando una de las armaduras. Espero que las correas sean largas.

Mientras buscaba la manera de meterse dentro del peto de cristal, Delphine acabó de explicar su plan. No solo tenían que preocuparse por los thalmor y el desconocido guardián; la distorsión temporal que emanaba de las ruinas dwemer impedía acceder a ellas. La pregunto respecto a lo sucedido en Cauce Boscoso le hizo detenerse.

—Quería contártelo en privado —confesó. Respiró profundamente y enumeró, sin pausas, manteniendo bajo control la rabia que lo sucedido en el pueblo le producía—. Una patrulla de thalmor, bajo el mando de esa Reilien. Fueron a Cauce, a tu posada. Cerraron el pueblo, aterrorizaron a los vecinos. Mataron al pobre Faendal; colgaron su cadáver del cartel. Interrogaron a Orgnar, le dieron una paliza y le cortaron los dedos de la mano izquierda. Le costará recuperarse, pero vive.

No hacía falta decirle lo que buscaban allí. Solo había una posibilidad, y Delphine tenía que ser consciente de ella.

- Si Suro no está, creo que necesitareis alguien que vaya en avanzada, no soy tan buena como él, pero puedo intentarlo. Si confiáis en mí. Respecto a disfrazarnos, pues o disponéis de medios mágicos o lo veo muy difícil, a mí me resultaría pesada la armadura, y otros dudo que quepan... Pero tampoco sé ofrecer una alternativa mejor.

El khajita se rascó el mentón.

—Supongo que es nuestra mejor opción—no muy convencido ante la idea, K'Dan resopló cansado e imitando a Khaled cogió  otra de las armaduras—. No creo que os guste lo que voy a decir pero si la entrada a las ruinas es imposible, quizás esa cosa que es capaz de "cabalgar las mareas del tiempo" puede tener la respuesta. Por muy mortífera que sea, debemos de ser conscientes de esa posibilidad.

Delphine abrió la boca, pero no pudo articular palabra. Su rostro se quebró como un cristal. Se llevó una mano a la boca. Cerró fuertemente los ojos, como si así fuera a lograr contener las lágrimas que se le empezaban a agolpar. Trató, sin éxito, de tartamudear una disculpa.

Giró sobre sus talones y buscó algo de soledad en medio de tanto desconocido. Sus hombros se agitaban mientras Delphine pugnaba por ocultar sus sollozos entrecortados.

La compasión asomó al ceño del gigante nórdico, que aún tenía a Nidryne entre los brazos.

—Lo siento, Delphine —dijo.

—¡Joder! —saltó Uthgerd. Añadió con torpeza: —. ¡Mierda!

La Indómita agarró a Khaled por el hombro y le empujó en dirección a Delphine. Casi esperaba que el guarda rojo no caminara detrás de Delphine inmediatamente para poder enviarle de un puntapié en su dirección.

—Puedo ayudaros con eso. Haré invisible a quien no pueda utilizar los uniformes thalmor —dijo, y su voz se estranguló cuando tuvo una nueva arcada. Osbjorn le sujetó el pelo mientras la dunmer vomitaba sonoramente. El bebé lloraba en sus brazos —. También puedo cambiar el tono de piel y vuestro aspecto de los que lo uséis para hacer que parezcáis altmer. 

Se limpió la comisura de los labios con la manga de la camisa, y buscó con la mirada a K'dan.

—Haré lo que sea. 

Se le descompuso el gesto cuando vio la reacción de Delphine. Podía ser bretona, pero esa mujer era para él, por encima de cualquier nórdico, el mismo avatar de Skyrim. Fría como el maldito invierno, dura como los metales que fundamentaban sus montañas, y competente, algo que era fundamental para sobrevivir en aquella tierra.

—Debería dejarla un momento a solas Uthgerd —protestó, débilmente. Pero él podía comprenderla, o al menos, eso creía.

El guarda rojo, todavía un muchacho con parches de vello rizado en las mejillas en aquel entonces, había cuestionado la forma de vida nómada a la que lo había arrastrado su padre. Claro que soñaba con ver mundo, después de cinco años con Darali y los demás niños. Pero los sueños pertenecían al mundo interior, el que se revelaba al cerrar los ojos y taparse los oídos. Cinco años más en los caminos, la madera del pescante de la carreta de padre desgastada donde sus posaderas botaban con cada irregularidad en las que se metían las ruedas, le habían hecho ansiar la comodidad del hogar.

Nefasto para los negocios, necesario para sobrevivir, había dicho su padre, como siempre. ¿Y qué hay de esa bretona, había preguntado Khaled, como réplica, la del pueblucho cerca de Carrera Blanca? Habían pasado todo el verano recorriendo Skyrim. Incluso en aquella época del año, sentía tanto frío que iba cubierto de la cabeza a los pies. Le daban escalofríos cada vez que veía a uno de esos nórdicos cortando leña con el torso desnudo. Padre lo miró, enarcó las cejas y se quedó callado.

Ella no tiene a nadie, era la respuesta que le hubiera dado si hubiera sido más maduro. Y si lo hubiera sido, no habría hecho falta hacer la pregunta.

—Está bien—accedió al cabo, antes de que la Indómita lo sacara de allí de una patada, y se acercó a Delphine. Se quedó a su lado un momento, le pasó un brazo por la espalda y le apretó el hombro.

Pero lo tiene, no es solo una tapadera, ha hecho una nueva vida aquí. La posada, todo el maldito pueblo, es su hogar.

Inclinó la cabeza y le habló en susurros.

—Vamos a entrar ahí, y esa mer, Reilien, va a responder por lo que hizo. Y después, vamos a asegurarnos de que ningún otro va a seguirte a Cauce Boscoso, ni a ninguna parte.

Y vamos a hacer lo que tenemos que hacer. Cuando padre hablaba de ello, pensaba que no eran más que leyendas. Supongo que estaba equivocado; quizás es nuestro momento.

—Dejemos lo de tener que interactuar con entidades asesinas de pesadilla en el cajón de los "quizá"—comentó Elynea esgrimiendo un dedo como quien hace un apunte a pie de página cuando K'dan habló. Luego se dirigió a Fjorda—.  No creo que hagan falta avanzadillas; si Nydrine puede hacer invisibles a los que menos de nosotros pasen por altmer, debería ser suficiente. No es raro ver a un grupo de cuatro o cinco por el campamento; estos sin ir más lejos iban juntos.

Y estaba pensando concretamente en la gigantez skaal de Osbjorn, la musculatura nórdica de Uthgerd y la peluda personalidad Khajiita con cola y hocico de K'dan. Los demás deberían poder disfrazarse bien.

Fue entonces cuando Delphine recibió el mazazo por parte de Khaled y la dunmer se sintió de nuevo en una de esas incómodas ocasiones en las que se imponía el tacto. Tal vez debía decir algo... pero ya lo dijo Osbjorn y no quería quedar como si fuera el eco.

No supo entonces qué hacer así que no hizo nada y se acercó donde estaban el gigante Skaal y Nydrine que luchaba por no vomitar las tripas. En principio simplemente se quedó allí parada de brazos cruzados como una estatua. Pero conforme pasaban los segundos no pudo fijarse más que en que Osbjorn parecía estar a dos cosas a la vez entre agarrarle el pelo a la madre con una mano y sostener al niño que no paraba de llorar con la otra.

—¿Te... lo aguanto?—murmuró un poco a regañadientes. Y fue consciente enseguida de que no tenía ni idea de por qué había preguntado aquello. Es más, acababa de hacerlo y ya tenía dudas de si se iba a arrepentirse de ello así que añadió con un carraspeo:—.  Un solo comentario y te aniquilo a bolas de nieve. Que nos conocemos.

Fjorda no supo muy bien que hacer, a falta de una idea mejor comenzó a colocarse la armadura élfica en vez de su camisote.

- Delphine, perdí a la mitad de mi familia a manos de los Thalmor, media vida sintiéndome perseguida por ellos y temiendo morir cualquier día. Lamento lo sucedido.

El khajita se acercó hasta Nydrine. La mirada de la dunmer, la mirada de una madre desesperada, había removido algo dentro de él. Lo entendía, si no podían entrar, no podrían ayudar a su hijo. Elynea se adelantó ayudando a Osbjorn con el niño por lo que K'Dan dirigió su atención a la mujer.

—No es necesario que lo digas así. Haremos que tu hijo vuelva ser quién era y de paso descubriremos que es lo que está ocurriendo con los dragones. Pero lo haremos juntos, como compañeros, no como si estuvieras sirviéndonos.

A continuación, K'Dan comenzó a desvestirse para ponerse la armadura thalmor. Mientras lo hacía se preguntaba como sería verse como un altmer.

Delphine te miró unos momentos y después miró hacia delante, con el rostro endurecido. El silencio flotó en el aire durante varios latidos de corazón, haciendo que te sintieras incómodo rodeando a Delphine con el brazo todo ese tiempo.

—¿Y qué sentido tiene eso? —te preguntó, hablando mucho más apasionadamente y deprisa de lo normal—. Alduin ha regresado. El Último Sangre de Dragón está muerto. Tú y yo somos los últimos miembros de los Cuchillas en cientos de kilómetros a la redonda si obviamos los delirios de esa loca hablando de su abuelo. Nos enfrentamos a un campamento entero de thalmor, con la ayuda de... 

Miró por encima del hombro, hacia donde estaban los demás. Buscó una palabra para definirlo. No la encontró.

—... un grupo de aventureros sin entrenamiento ni cohesión. ¿Qué sentido tiene —repitió —, encontrar y matar a esa mer en el maldito fin del mundo?

Trabó la mirada con la tuya.

—¿Y cómo vamos a impedirlo cuando ni siquiera podemos salvar nuestros hogares?

Delphine se detuvo y miró hacia atrás un momento en dirección a Fjorda, dedicándole un cabeceo de asentimiento. Después, se puso a hablar en privado con Khaled unos metros más allá.

Obsjorn por su parte, esbozó una fugaz sonrisa y dejó el niño en las atentas manos de Elynea. El color había abandonado el rostro de Nidryne, si es que eso era posible en una dunmer, cuando recuperó el aliento.

—Te agradezco el pensamiento, adalid de Azura —dijo con una débil sonrisa—. Pero no hay nada malo, ni denigrante, en servir a una buena causa. Tú y tus compañeros estáis hechos de otra pasta. Os enfrentáis a una tarea titánica sin dudar, una misión que podría reclamar vuestras vidas, sólo porque es correcto hacerlo. Si no fuera por el estado de mi hijo, yo estaría huyendo lo más rápidamente posible de Alduin y rezando porque alguien encontrara una solución. Pero Azura tenía para mi hijo y para mi otros planes. Nadie le dice que no a la Madre de las Rosas. Acataré sus designios.

—¡Ja! Salvar el mundo. ¿Veis algún Compañero de Jorvaskarr por aquí? ¿No? 

Soltó un bufido de desdén y rebulló inquieta en el sitio. Miró a Elynea.

—Elynea, ¿crees que si retrocedo en el tiempo, a un momento antes de que...? Bueno, lo que tú sabes. Y hallamos una forma de detener el proceso... ¿me curaré?

Obsjorn enarcó una ceja, como si no se estuviera enterando de nada, y dedicó una mirada inquisitiva a la sacerdotisa de Azura.

Elynea se quitó los guanteletes y se los colgó del cinturón antes de coger al bebé. No es que fuesen precisamente cómodos para manejar cosas frágiles y, además, estaban fríos.

—No hace falta ser un Compañero para eso—comentó. Luego añadió con un suspiro para si misma—. Claro que no sé si eso me consuela o no...

Se sentía francamente torpe. Y para colmo Uthgerd la ponía en otro aprieto ahora, ¿qué esperaba que dijese? Cualquier cosa podría echarsela en cara más tarde de mil y un maneras.

—Es posible—carraspeó—. Aunque supongo que también peligroso. No soy una experta en viajes en el tiempo pero intentemos solucionarlo sin que nadie desaparezca de la linea temporal.

Señaló al bebé con un dedo cuando mencionó "también peligroso"... y este aprovechó para cogérselo con la manita por lo que la dunmer se mordió el labio inferior y lo miró acusadoramente. Cosa que quedó algo cómica pese a que no fuese intencionado.

«Típico, ahora no me soltará en horas».

Aun no sabían ni si había una forma de detener el proceso, pero no iba a decirlo delante de Nydrine. Al igual que tampoco pensaba darle esperanzas a Uthgerd pintándolo todo de color de rosa y que luego se topasen algún problema.

- La parte positiva es que la alternativa no parece mejor. Meterse en esas mareas del tiempo y a ver que pasa, o quedarse aquí fuera a esperar que los dragones nos extingan. Curiosa decisión... 

Khaled escuchó a Delphine con los dientes apretados. Podía empatizar con el impacto de la situación, el repentino menoscabo de una confianza que la cuchilla había pasado décadas forjando. La abrumaban dudas de un modo que había olvidado. Dudas que en aquel momento no podía permitirse, que había que masticar hasta hacerlas pedazos, para después escupirlas o tragarlas.

—Te escucho y no te reconozco, Delphine —respondió, manteniendo la mirada de la bretona—. Hemos metido la pata. La sacamos del agujero, nos curamos las heridas y echamos tierra en el hoyo para no volver a caer. No puedo hablar por ti, pero para mí no es la primera vez.

»Mataremos a esa mer porque es lo que debemos hacer para defender nuestros hogares, y a nosotros mismos —sentenció.

Y ni siquiera tenemos que salirnos de nuestro camino para hacerlo. Hay que investigar a esas malditas ruinas.

Las palabras nunca eran consuelo para él. La tristeza, cuando llegaba, moría ahogada o se apaciguaba con el paso del tiempo. No sabía qué podía decir, salvo lo que consideraba evidente. Era necesario seguir adelante, hacer lo que había que hacer.

—Nos las arreglaremos sin el sangre de dragón. Empezaré a pensar en recoger mis trastos en la carreta y ponerme de camino al Páramo cuando tengamos que arreglárnoslas sin ti.