Partida Rol por web

¿De otra pasta? K’Dan se preguntaba si realmente se habría implicado en todo esto de no ser por la presencia de Nydrine. Cierto era que ya estaba acostumbrado a una vida de guerrero y que incluso era capaz de guardar la compostura ante un dragón, pero de ahí a dar su vida por evitar el fin del mundo… Para el khajita, el final de toda la existencia sólo significaría reunirse con la Reina del Cielo Nocturno si es que lo consideraba digno. Y en todo caso, K’Dan pasaría los últimos días buscando volver a ser digno a los ojos de su diosa.

Por suerte para mí ambos caminos se han unido.

K’Dan sonrió a la dunmer.

—Tu también tienes un papel en esta titánica empresa. Aunque creas que no eres como nosotros, Azurah ha considerado que lo eres. Un viaje como éste acaba sacando a la luz del cielo estrellado nuestra auténtica naturaleza, aun estás a tiempo de descubrir cosas sobre ti que desconoces.

El adalid de Azurah tampoco entendió muy bien a que se refería Uthgerd, así que decidió no hacer mención al respecto. Por primera vez vio un resquicio de duda en el vehemente rostro de la mujer, por lo que no debía ser algo cómodo para ella.

—No hay elección posible—apuntó a las palabras de la profesora—. Como decía Karin, si hemos de morir, muramos bien.

Quizás si estaba hecho de otra pasta y lo iba a descubrir en ese momento.

Delphine desvió la mirada.

—Por un momento hablaste como tu padre —dijo con voz aún más baja—. "No te establezcas" decía "es peligroso para ti y para los que te rodean". Pero no le hice caso. Yo era hábil, astuta, independiente, y tenía el mundo en mis manos. Pero el tiempo le ha dado la razón a él. Aprende de mi error, renuncia a tu puesto de Thane y abandona Carrera Blanca, o alguien lo utilizará contra ti algún día.

Levantó la cabeza y volvió a mirarte.

—Pero creo que te las apañarás bien sin mi. Tu padre estaría orgulloso —dijo, y palmeó la mano que tenías sobre su hombro—. Tengo una idea, pero no he podido llevarla a cabo yo sola. Los Thalmor tienen prisionero a magos del Sínodo bajo estrecha vigilancia. Quizá ellos sepan cómo Reilien ha entrado a Imrarlatz.

—¿Sabes acaso de qué coño estamos hablando? ¿No? Pues cierra el pico —le espetó Uthgerd a Fjorda.

La Indómita escupió al suelo.

—Maldita magia. Nada es sencillo con la magia.

Uthgerd miró en dirección a Khaled, pero el guarda rojo seguía hablando con Delphine.

—Me conformo con que mi hijo se cure y salgamos vivos de esta —admitió Nidryne algo nerviosa.

La dunmer cogió un juguete -una suerte de rompecabezas enano-, y cogió a su bebé de los brazos de Elynea. El niño cogió el juguete y empezó a manosearlo, visiblemente más calmado.

Su padre tenía razón, y sin embargo, los thalmor encontraron su rastro y lo mataron. Khaled huyó, abandonó los caminos y atravesó las montañas, sobreviviendo por pura fortuna, alimentándose de frutos y la carne de algunos desafortunados depredadores que lo creían presa fácil. Su rastro se perdió en el Páramo, donde los agentes del Dominio no eran bienvenidos. O no me consideraron lo bastante importante como para perseguirme. O al contrario, inexperimentado y torpe como era, me dejaron ir con la confianza de que podrían encontrarme cuando quisieran y usarme como cebo para encontrar a otros.

—Hace tiempo que lo tengo decidido —admitió, aunque el riesgo para sus seres queridos era solo una fracción de las razones que habían motivado la decisión—. Marchar al suroeste, volver a Páramo. Después del próximo invierno. Pero sabiendo lo que está sucediendo…

El final de la frase quedó en el aire. En esos tres años, había construido un hogar en la gran ciudad al pie de Alto Hrothgar. Algo que no había tenido desde que conociera a su padre, ni siquiera en Páramo. Podía dejarlo atrás para proseguir su vida en otras tierras, pero no tenía intención de abandonarlo en el que podía ser su momento de mayor necesidad. Una vez acabe todo, sin embargo, se habrán agotado las excusas.

—¿Cómo lo haremos sin alertar a todo el campamento? —preguntó, cuando Delphine compartió su idea—. Creo que deberíamos compartir esto con los demás. Los vamos a necesitar.

—¿Sigues considerando Páramo del Martillo tu hogar? —te preguntó—. Cualquiera diría que te ibas a quedar en Skyrim.

Exhaló y se cruzó de brazos.

—No lo sé —admitió Delphine—. Proponlo a tus compañeros. A ver qué se les ocurre a ellos.

—No me sorprende —admitió, exbozando una sonrisa. Ni siquiera él estaba seguro de que las razones para marcharse tuvieran más peso que la fuerza de la rutina que lo había mantenido todo ese tiempo en Carrera Blanca—. Esperaba quedarme menos de un año en Skyrim y seguir viajando después, al este. Ya han pasado tres y sigo aquí… mehe pasado la mayor parte de mi vida en el camino; Skyrim es lo más cercano a un hogar que he tenido desde que conocí a padre, pero tengo asuntos pendientes en Páramo, promesas que me hice a mí mismo y que pienso cumplir.

Promesas en las que había aprendido a no pensar. La posibilidad de que no fuera lo que había encontrado en Carrera Blanca lo que lo atara a Skyrim, sino la cobardía por considerarse incapaz de cumplir sus compromisos.

Era la segunda vez que lo admitía desde que había salido de Carrera Blanca un par de días atrás. La primera a Uthgerd. Dos de sus amigas más cercanas en aquella tierra. En ambas había una invitación, implícita en el segundo caso, pero también una firmeza de propósito. Cuando, de vuelta en casa, hablara con Sigrun, no habría vuelta atrás. Y tampoco la quiero, pero antes, hay mucho que hacer.

Khaled apretó el hombro de Delphine por última vez antes de soltarla y girarse hacia el grupo que deliberaba sobre los siguientes pasos.

—Antes de seguir adelante, Delphine me ha hablado de una posibilidad —dijo, interrumpiendo su conversación—. Los thalmor tienen prisioneros a algunos magos del Sínodo. Quizás los compañeros del hijo de Nidryne, o los que enviaran para investigar cuando no regresaron. Puede que ellos sepan cómo entrar en Imrarlatz.

Elynea agradeció que el juguete reclamara la atención sobre su dedo, la había librado de las horas con él atrapado por una manita de bebé.

Volvió a coger sus guanteletes y se los estaba poniendo cuando Khaled llegó con nueva información.

—Eso sí puede ser de ayuda—dijo—. La cuestión es que intentar liberarlos llamaría mucho la atención, es decir, no creo que sirva con llegar disfrazado de thalmor asegurando que somos el cambio de guardia.

Hizo una pausa.

—Claro que... quizá haya una forma de distraer la atención del campamento entero—rumió—. Si sabemos exactamente en qué parte del campamento están, ¿creéis que podríamos usar la presencia de esa cosa que va por ahí matándolos a nuestro favor?

Torció el gesto. Por supuesto era mucho más fácil no intentar liberarlos y simplemente acercarse a preguntarles, ¿pero con qué cara hacían eso y los dejaban allí? Ser prisionero de los thalmor no era algo que le desease a nadie.

—Por ejemplo, una ilusión que hiciera cundir el caos para que uno o dos de nosotros se escabullera al calabozo. Con el pánico que le tienen dudo que ninguno se pare en medio de la oscuridad a cerciorarse si real, o que si quiera se lo plantee. ¿Creéis que funcionaría algo de ese estilo? ¿Ideas?

—Puede funcionar, sí—asintió el khajita—. Aunque será necesario algo de coordinación. Si un par de nosotros estando invisibles se dedican a armar barullo y a derribar tiendas o sacos mientras una informe ilusión se dedica a pasearse por el campamento, podemos conseguir que cunda el pánico.

K'Dan frunció el ceño. Si el plan salía bien todo iría como la seda, pero si algo salía mal lo iban a tener difícil para salir con vida. Aunque tampoco era eso una novedad en su vida como para preocuparse por ello ahora. Cansado, el khajita resopló.

- Por mí vale.

Elynea emitió un gruñido bajo ante la absoluta ausencia de aportes. Si tomaban su idea en bruto tal cual y luego salía mal algo, pondría en órbita de una patada al primer cretino que se le ocurriera criticar lo que habían hecho.

—Sé que hay determinadas acciones que cancelan el conjuro de invisibilidad. Pero no tengo muy claro si tirar cosas forma parte de ellas—le respondió a K'dan antes de mirar interrogativamente a Nydrine en bsuca de una confirmación—. Delphine, tú has visto cómo están los ánimos con respecto a esa cosa: ¿crees que tratarán de combatir la ilusión si la ven o saldrán corriendo como pollos sin cabeza?

«Sin olvidar lo gracioso que sería que justo lanzáramos la ilusión y apareciese el real... » añadió para sus adentros haciendo un esfuerzo por no tragar saliva.

—Quizás si nos movemos con rapidez… —Khaled se mordió el labio en un gesto pensativo—. Recordad que lidiamos con thalmor, la magia no es para ellos un misterio. Conviven con ella a diario. Y tienen un mago competente en cada pelotón.

No solo dudaba por la familiaridad de los altmer con la magia. Eran soldados disciplinados y bien entrenados, no una cuadrilla de salteadores de caminos.

—¿Crees que puede funcionar? —preguntó a Delphine—. Y de paso, háblanos del campamento. Ni siquiera tenemos claro dónde nos estamos metiendo.

Delphine enarcó una ceja en un gesto de extrañeza.

—Lo dudo mucho —dijo—. Cuando esa criatura aparece mata a un thalmor tras otro, no se dedica a tirar cajas y remover tiendas. Y además, no lo hemos visto. Y hay soldados que sí. Aunque haya miedo, que lo hay, no les vamos a engañar tan fácilmente. 

Cambió de peso la pierna, pellizcando distraídamente el extremo de su arco.

—Es un campamento militar, bien organizado, aunque por suerte no se han tomado la molestia de construir atalayas o una empalizada. Las tiendas más grandes corresponden a las de Reilien y sus lugartenientes, y son las que están mejor guardadas. Los prisioneros del Sínodo se encuentran apiñados en cinco jaulas montadas en carros, vigilados día y noche.

»Cuando hay un ataque de esa cosa, el campamento entero se pone en pie de guerra, pero aún no han logrado oponer resistencia.

Una sombra ocultó el sol de la tarde por un momento. Un halcón, que ya habíais visto antes, volaba en círculos descendentes hacia vosotros. ¿Se trataba del halcón de Elynea, o era el preludio de una segunda emboscada de la Morag Tong?

El aire se llenó de una lluvia de pétalos de rosa alrededor del ave, y perfumó el aire de la tarde con una suave fragancia. Los pétalos se arracimaron en torno a Ákadir, girando y retorciéndose en el aire mientras formaba pequeños torbellinos. El halcón se metamorfoseó ante vuestros atónitos ojos en una criatura alada de piel grisácea y destellantes ojos azules.

—¡Por todos los daedras de Oblivion! —maldijo Uthgerd, echando mano al espadón de la espalda.

Osbjorn contuvo a La Indómita antes de que llegara a desenvainar.

—Es un Crepúsculo Alado. Una mensajera de Azura —dijo, alternando la mirada entre Elynea y K'dan—. Está de nuestro lado.

—Sí, ¡sí! ¡Ákadir está de vuestro lado! —chilló la criatura en un tono servil—. Elynea siempre buena con Ákadir. Ákadir recuerda. ¡No atacar!

La criatura descendió hasta el suelo y se arregló unas plumas de las alas antes de continuar. Después se acercó a saltos a Elynea, tratando de buscar, aparentemente, sus caricias como antaño, cuando era un halcón.

—Madre de las Rosas llamar a Ákadir, tener misión importante para ella, por eso Ákadir marchar. Ákadir no separarse más de Elynea, ¿sí? —explicó el crepúsculo alado en tono de voz excitado. 

Fjorda sabía muchas cosas, había leído muchas otras, pero no recordaba haber leído nada similar. Tardó un instante en recordar que la boca también podía estar cerrada.

Sin saber muy bien qué hacer, miró al grupo e hizo una leve reverencia a Akadir.