Partida Rol por web

La cara de Elynea se había congelado en una cómica expresión de estupefacción propia de alguien que acaba de ver un mamut salir volando sin razón alguna. Al menos hasta que se percató de que se le había quedado un pétalo de rosa en la cabeza.

Carraspeó y se lo apartó torpemente.

—¿Qué?—alegó encogiéndose de hombros cuando alternaron la mirada en ella—. ¡Después de todo lo que nos ha pasado me vais a decir ahora que esto os parece extraño!

No tenía ni idea de cómo sentirse ante el hecho de que el Crepúsculo hubiese adoptado el nombre que le había puesto cuando creía que no era nada más que un halcón. De hecho, no tenía ni idea de cómo asimilar que un mensajero de Azura oculto la hubiese guíado hasta ahora, hacia Skyrim. Aquella idea acababa de dejar su curso depensamientos convertido en un remolino incontrolable.

—S-sí. Claro—respondió atropellándose con las palabras más de lo que hubiese querido—. Me alegro de que estés de vuelta.

Y era verdad. Pero no podía coger simplemente un Crepúsculo alado en brazos como la susodicha parecía querer (obviando por algún motivo el detalle de que ahora eran del mismo tamaño) así que acarició el armazón de una de las alas de plumas negras y le dio un par de palmaditas en el hombro. Apenas sabía cómo reaccionar, ni en sueños se habría imaginado jamás tal cosa.

Dudó un instante antes de añadir con cautela:

—¿Puedo preguntarte qué misión se te encomendó?

Si la buena mujer dudaba, Khaled estaba más que seguro de que no iba a funcionar. No solo tenía más años de infiltración a la espalda que todos ellos juntos, lo que no era una hazaña, sino que era Delphine, y eso normalmente le bastaba.

—Pues nos buscaremos otra forma de hacerlo —sentenció con tono cortante. Retiró la nieve de una roca de una patada, se sacó el talabarte por los hombros y se sentó con la espada sobre las rodillas.

Habría que esperar, suponía, a que esa criatura abandonara de nuevo las ruinas para darle brea a los thalmor. Aprovechar los momentos de confusión, mientras los elfos apretaban las nalgas y rezaban por sobrevivir a otro día, para colarse en el campamento, liberar a los magos del Sínodo, apañárselas para atravesar la distorsión temporal y meterse en Imrarlatz.

De tal modo pensaba cuando sintió una caricia apenas perceptible en el cuero cabelludo. Sacudió la cabeza, haciendo desprenderse de las trenzas cosidas un puñado de pétalos de rosa. Los pétalos se alzaron en el aire. Levantó la mirada a tiempo de ver cómo un halcón se posaba en medio del grupo, adoptando la forma de una criatura humanoide alada, algún tipo de daedra. Había muchos más pétalos, y todos flotaban alrededor de aquel ser.

Cuando Ákadir explicó su procedencia, Khaled no mostró sorpresa. Ya sabían todos, salvo Delphine y Fjorda, que Azura tenía las narices metidas profundamente en aquel asunto. No se hubiera sorprendido aunque la Madre de las Rosas, como la había llamado el crepúsculo, hubiera aparecido en persona en el paso.

Tras escuchar a Delphine, K’Dan deshechó su propia idea. Iba a ser más complicado, siempre lo era, debería estar acostumbrado. Antes de pensar en otras opciones el sol se oscureció por el vuelo de un halcón, un halcón que acabó tomando la forma de un crepúsculo alado en medio de una lluvia de pétalos de rosa.

El khajita se sorprendió ante la presencia de un emisario de Azurah, una cosa era enviar sueños proféticos a una dunmer y otra enviar a un servidor a Tamriel. Lo que ocurría en Imrarlatz tenía que ser realmente importante para traspasar esa línea. K'Dan tomó con cuidado los pétalos de rosa que tenía en sus hombros y cabeza y los guardó en una bolsa. Después se cruzó de brazos para escuchar aquello que tuviera que decir Akadir.

—¡Claro, claro! ¡Ákadir responder gustosa! Ella debía levantar un altar a La Reina del Cielo Nocturno en estas montañas, para que su señora pudiera comunicarle en persona su voluntad a sus fieles. A ti, a ti y a ti —la Crepúsculo Alado señaló a Elynea, a K'dan y a Nidryne con su garra. 

La criatura flexionó y estiró las rodillas, subiendo y bajando mientras aleteaba con excitación.

—Ákadir encontró una cueva perfecta. Muy alta. Con hielo peligroso y traicionero para que los infieles no puedan llegar. Pero Ákadir llevaros volando, ¿sí? —dijo, y al ver las armaduras de Elynea y K'dan dudó un momento—. Metal pesa mucho. Dejar metal aquí. ¡Altar seguro! ¡Confiad en Ákadir! Amigos de Elynea cuidar de armaduras, ¿sí?

Uthgerd rebulló inquieta.

—¿Vais a dejar que esta criatura os lleve en volandas? —dijo, mirando con escepticismo la montaña—. Si os deja caer a medio camino, os partís la crisma.

—¡Ákadir no soltar! Ákadir prometer.

- Por supuesto que lo haremos.

Fjorda disimuló e hizo un enorme esfuerzo porque su rostro no reflejase una pequeña decepción. Por supuesto, no había ninguna razón para que ella fuese elegida para algo así, no era devota ni nada parecido, pero estaba asistiendo a hechos históricos, con todo el sentido del término, y si salía viva de aquello tendría que documentarlo, y ahora se perdería un evento fascinante e importante, la intervención directa de una deidad, nada menos. 

La historiadora que llevaba dentro se maravillaba y se lamentaba de no estar allí para verlo en persona. Pero la aventurera consciente de que no solo se estaba jugando la vida sino el futuro del mundo tal y como lo conocían, esa era muy consciente de lo egoísta de su sentimiento y la importancia de cuidar el equipo de los elegidos.

—Siempre me ha guiado—dijo Elynea—. Confío en ella.

Sentía una mezcla entre espectación e inquietud. No era desagradable pero la mantenía en vilo: hasta ahora Azura sólo le había enviado visiones. Aquello parecía diferente.

Cogió aire y comenzó a desabrochar las cinchas de la armadura. Con el frío que hacía en la condenada montaña. Claro que tampoco es que una armadura abrigase mucho, de hecho la abrigaba más la túnica de debajo...

«¡Deja ya de divagar!» se amonestó en su fuero interno al caer en la cuenta del hilo de pensamientos que estaba siguiendo sin querer.

Estaba bastante de acuerdo con lo de que intentar llevarla volando con aquello puesto no era una buena idea. Así que una vez la hubiese quitado entera, dejaría todas las piezas juntas sobre la nieve al cuidado de los compañeros que permanecerían en tierra y esperó mirando a Ákadir.

No es como si saliera todos los días de paseo en Crepúsculo alado aí que no tenía muy claro si debía agarrarse o dejar que la agarraran.

¿De veras necesitaba Azura un altar para comunicarse con sus fieles? Nada de quejas, se dijo. No se le había perdido nada con daedras, ni tenía ninguna gana de hablar con una de ellos, cara a cara, o cara a piedra. Fuera cierto o no, y bien podía serlo, era mejor así.

—¿Y nosotros qué hacemos? —Miró a los demás, mientras los azuritas se preparaban para el vuelo—. Tiene que haber un lugar desde el que podamos echar un vistazo al campamento sin que nos vean. ¿Cuánto tiempo tenemos hasta que envíen el reemplazo de los que hemos matado, Delphine?

Se rascó detrás de la oreja. El dedo corazón le escocía bajo el guantelete como un repelo en salmuera. Se lo quitó para echarle un vistazo; tenía la uña abierta de arriba abajo. Se vio a sí mismo apartando la espada de uno de los soldados altmer de un manotazo, momentos antes; jodida mala idea.

K’Dan abrió los ojos extrañado cuando escuchó las palabras del Crepúsculo Alado. En cualquier otra situación, lap perspectiva de ser llevado por los aires con una criatura como ésa no le habría hecho mucha gracia pero ése era el momento que llevaba años esperando. El momento por el que había llegado a Skyrim y por el que se había replanteado todas sus creencias. En Elsweyrr sus crímenes nunca serían perdonados, pero eso no era nada a cambio de la expiación de Azurah.

Por fin.

Por primera vez en mucho tiempo los gestos del khajita no fueron perezosos, sino que comenzó a desabrocharse las correas de su armadura con prisa, a un ritmo casi frenético. Después de muchos años había recibido una llamada de su diosa. No podía hacerla esperar.

Dicho y hecho.

En cuanto Elynea y K'dan se quitaron las armaduras, Ákadir los cogió entre sus garras y aleteó con fuerza para levantar el vuelo. La criatura daédrica cumplió su promesa y los depositó en un saledizo de la montaña, que daba a una cueva invisible desde el paso. Nidryne devolvió a su hijo al bolsillo dimensional antes de que Ákadir la llevara al mismo sitio, en último lugar.

La Crepúsculo les guió al interior de la cueva, y perdisteis de vista a vuestros compañeros.

Delphine no contestó a Khaled hasta que Ákadir hubo terminado. Pero fue la única muestra de perspicacia que la bretona se permitió. 

—El cambio de guardia se producirá al amanecer —contestó Delphine—. Podemos echar un vistazo al campamento mientras vuestros compañeros hacen... lo que quiera que estén haciendo. Está en una explanada en la cima, así que a menos que tengáis alas como esa criatura, deberemos acercarnos bastante para que podáis echar un vistazo. 

—Al menos tenemos tiempo de sobra —dijo, mirando al cielo.

Apartó la mirada de las estrellas y echó un vistazo al crepúsculo alado. La criatura desaparecía en la oscuridad con la mujer dunmer sujeta a sus garras.

—Si tuviera alas, no hubiéramos tenido que escondernos del dragón —gruñó. Aunque sospecho que esa es la razón por la que sigo vivo—. Así que habría que meterse en las mismas narices de los thalmor. Supongo que no merece la pena comprometer lo que queremos hacer. La discreción no es lo mío.

- Yo suelo apañármelas bien en ese tema, pero la cuestión es que si me pillan estoy muerta, en cuanto sepan quien soy me cortarán la cabeza de inmediato. Aparte de eso, meterme en un campamento Thalmor cuando tienen un serio problema con un monstruo que mata todo lo que pilla por delante y manipula el tiempo... bueno, reconozco que es algo que me acojona bastante. De todos modos puedo intentarlo, de todos modos si fallamos el resultado será bastante similar.

—Oh, no —Khaled detuvo el curso de la reflexión de Fjorda, agitando un dedo—. No pienso perderte de vista hasta que hayamos terminado, o hasta que me haya formado una opinión sobre ti, lo que suceda antes. Este asunto no solo puede llevarnos a todos a un agujero excavado a toda prisa si no tiramos con los sesos bien dispuestos, además es importante.

Optasteis por la prudencia y por esperar a vuestros compañeros antes de echar un vistazo al campamento. La espera no fue demasiado larga. Al cabo de no más de diez o quince minutos, visteis como la Crepúsculo Alado traía a los Azuritas de vuelta. K'dan parecía aún emocionado, Elynea estaba más pensativa que otra cosa, y Nidryne parecía asustada. ¿Pero cuando no estaba asustada Nidryne?

—¡Ákadir ir con vosotros! —anunció la daedra—. ¡Ayudar a amigos de Elynea! ¿Sí?
 

—Genial —gruñó La Indómita—. ¿Ahora nos va a acompañar esa cosa a todas partes?

Delphine intercambió una mirada con Khaled, pero no expresó en voz alta su opinión. La Cuchilla se abstuvo de preguntar si habían obtenido algo de información útil de su encuentro con Azura, aunque la manera intensa que tenía de mirar a los recién llegados indicaba que era precisamente lo que esperaba de ellos.

—Lo que os ha ocurrido es un regalo —dijo Osbjorn con una sonrisa franca—, que no tenéis por qué compartir. No todos los días puede uno hablar con sus dioses.

Nidryne se agarró los codos como si le hubiera entrado frío.

—Y menos mal... —murmuró.