Partida Rol por web

Decidisteis hacer caso a la advertencia de Delphine y buscar a los magos del Sínodo. Los encontrasteis atestados en cinco jaulas montadas sobre carros. Los imperiales parecían famélicos y parecían enfermos y ateridos de frío. Muchos de ellos dormitaban en un sueño del que tal vez nunca llegaran a despertar. Si una patrulla vigilaba las jaulas, se había marchado de su puesto para defender el campamento de aquella máquina asesina que cabalgaba en las mareas del tiempo.

Vuestra presencia no pasó desapercibida por lo que quedaba de la expedición del Imperio. Muchos de ellos se agolparon contra las paredes de la jaula para llamar vuestra atención. Por fortuna, eran lo suficientemente disciplinados para contener su ansiedad y no  pedir auxilio a gritos.

Los imperiales buscaban la reacción de un hombre a vuestra aparición. Se trataba del anciano más viejo de lo que nadie era capaz de imaginar. La piel de su rostro era como pergamino cuarteado y tensado sobre una calavera. Unos finos manojos de pelo quebradizo crecían irregulares sobre su escabroso cuero cabelludo. Sus orejas estaban tan marchitas como recortes de cuero antiguo; sus ojos hundidos observaban vuestro avance como desde remotos túneles.

Le alzaron entre dos hombres, y las manos del anciano quedaron colgando como las garras de un buitre subido a la rama de un árbol.

- Vigilad, voy a tratar de sacarlos de ahí.

Luego añadió:

- Si lo creéis oportuno.

Elynea se frotó disimuladamente los nudillos sin poder evitar un escalofrío al ver las manos de aquel pobre hombre. Dolía con mirarlas.

—La idea es precisamente tratar de sacarlos de ahí—dijo mientras decidía no ahondar en el orígen de la habilidad supuestamente implícita de Fjorda para abrir cerraduras. Miró enderredor con un gruñido—. Aunque habría estado genial que el carcelero se hubiese dejado la llave puesta.

Al volver a posar la vista en los prisioneros, no pudo evitar añadir:

—¿Quiere que le cure esas manos, señor... ?

No sabía cómo se llamaba pero esperaba que aquello iniciase una conversación. El silencio resultaba incómodo...

No hubo más enfrentamientos; parecía que la presencia de thalmor en el campamento sería meramente testimonial mientras durara la batalla. Encontrar los vagones en los que los thalmor habían apiñado a sus prisioneros fue una tarea trivial.

Cuando se acercó, vio que los rostros que los observaban desde tras los barrotes tenían las pieles de los rostros casi transparentes, estiradas sobre los pómulos como pellejo de animales puestos a secar. Si los habían alimentado, había sido apenas lo bastante para mantenerlos con vida. Expuestos al brutal clima de la cumbre, el frío había hecho también mella en sus carnes. Algunos dormitaban entre los pies de sus compañeros, sin duda cercanos a la muerte.

Un estallido de cólera ardiente abrasó el nudo que se le formaba en la garganta. Tratar de esa forma al enemigo capturado, indefenso, era digno solo de las más viles entre las alimañas. El disgusto de la reciente batalla se deshizo; cada nuevo hallazgo intensificaba su desprecio por los thalmor.

Es oportuno, pero no pierdas el tiempo con las cerraduras si son demasiado complicadas, replicó a la bosmer. No creía que fueran necesarios el sigilo ni la delicadeza. Podemos romperlas si es necesario.

Elynea había sido la primera en alcanzar las jaulas. Dos magos ayudaban a sostenerse a un tercero, imposiblemente anciano. El tipo de hombre que parecía mantenerse en equilibrio al borde del abismo de la muerte por mera fuerza de voluntad.

¿Quedan thalmor en el campamento que puedan ver lo que estamos haciendo? preguntó, poniéndose a la altura de la sacerdotisa. El aire hedía a excrementos y orina y, por encima de todo, el penetrante y dulzón olor de las úlceras.

Khaled activa la postura hunter's sense para obtener el sentido especial scent.

Fjorda recorrió rápidamente todas las jaulas tras buscar trampas, tres abrieron rápidamente, en otra se partió la ganzúa, y otra no fue capaz de abrirla. 

Después miró alrededor, para ver si le daba tiempo a intentarlo de nuevo antes de que los Thalmor los encontrasen

El khajita frunció el ceño cuando vio a los imperiales hacinados como alimañas. No le gustaba lo que veía pero tampoco le sorprendía. En cualquier campamento militar tratarían de igual manera a los priosioneros y precisamente de los thalmors no se podía esperar piedad.

K'Dan dejó escapar un gruñido ante las dudas de Fjorda por liberar a los prisioneros, para eso se habían desviado en lugar de ir directos a Imrarlatz. Sin decir nada, clavó la lanza en el suelo y se dio la vuelta, vigilando por si algún thalmor hacía acto de presencia.

K'Dan activa Destello de la Guardia de Hierro, por lo que pueda aparecer.

Todos los imperiales que podían salir por su propio pie lo hicieron, ayudando a sus camaradas heridos y enfermos a salir de las jaulas. 

—Caradrius Marcus Lexicanus, Mago Supremo del Sínodo y jefe de esta malograda expedición —dijo aquel hombre con un hilo de voz—. Sería muy amable por su parte, señorita...

El anciano enarcó una ceja y abarcó con su mirada al resto de presentes.

La lucha se desarrolla en la otra parte del campamento. No hay thalmor a la vista y Fjorda puede seguir hurgando las cerraduras.

Aparte de intensificar el ya de por sí terrible olor a meados, cagados y enfermedad, Khaled no detecta nada más.

Si había más soldados thalmor en las cercanías, se mantenían prudentemente ocultos. El guarda rojo no cesó su vigilancia, sin embargo; todavía podían llover flechas o conjuros sobre ellos en cualquier momento.

Elynea, y yo soy Khaled, se presentó. No había tiempo para formalidades. Somos thanes de carrera Blanca. Nos envía el Jarl Balgruuf para investigar la actividad thalmor en los alrededores de la comarca. Nos hemos topado con más de lo que esperábamos.

Prefirió omitir las motivos concretos del Jarl. No era necesario.

Sospecho que no somos los únicos, añadió, señalando en la dirección de la que provenían los sonidos de la batalla. Dudo que Reilien y los otros mandos thalmor tuvieran idea de qué iban a desencadenar. Tenemos que entrar a Imrarlatz y deshacer lo que han puesto en marcha.

Los magos estaban estudiando las ruinas antes de que llegaran los thalmor. Debían saber lo suficiente como para atar los cabos sueltos entre las escuetas explicaciones de Khaled. Incluso los rumores que Delphine les había relatado debían haber llegado a sus oídos.

Disculpad la parquedad, pero el tiempo apremia. ¿Podéis ayudarnos?

«Pues espero que no le moleste que le llame Caladrius... » pensó Elynea para sus adentros mientras lanzaba una pequeña curación sobre las manos del hombre. El nombre de por sí era largo como para además tener un título también largo. Anda que no tenían guasa los imperiales.

Abrió la boca para contestar pero Khaled lo hizo por ella. Normalmente se habría enfurruñado pero como el Guarda Rojo fue al quid de la cuestión le dio un poco igual; aparte, que tampoco le pareció que hiciese falta añadir más a la explicación. Además, que tenía razón: el tiempo apremiaba.

Al pensar eso, observó al resto de la comitiva de El Sínodo y se mordió el labio inferior. Falkreath estaba bastante cerca pero "cerca" es una distancia muy relativa dependiendo de cómo se encuentra alguien físicamente.

—¿Creen que podrán salir de aquí mientras los Thalmor están distraídos?

Claro que a veces las ganas de salir de un sitio también se comían todo eso con guarnición, cosa que había cosntatado en sus propias carnes el día que había tenido que huir de Morrowind.

- Mi nombre es Fjorda -dijo la profesora escuetamente- En otros tiempos viví en la ciudad imperial e incluso hacía recados para los magos, cuando era niña. Hace una eternidad de ello. Espero que si salen vivos de esta, la relación entre los magos de la Universidad y los Thalmor sea revisada... 

Le hubiese gustado decir muchas más cosas, seguramente de dar detalles alguno de aquellos viejos magos podría acordarse de ella, le habría hecho ilusión, pero eso sería revelar también su verdadero nombre y su ligazón familiar, y aunque ahora fuesen prisioneros de los Thalmor no podía estar segura, nada segura, de que no la traicionasen.

El khajita torció el morro cuando Khaled sólo hizo presentaciones por él como por Elynea, pero tampoco le dio más importancia. A fin de cuentas ellos eran los thanes mientras que K'Dan era un simple khajita poco digno de confianza. Era mejor permanecer en un segundo plano pues podía ser que necesitasen la ayuda de los magos del Sínodo para poder entrar en Imrarlatz. Y además tenían prisa como para andarse con tonterías.

—Todo el mundo debería de revisar sus relaciones con los thalmors.

—La última vez que miré, los bosmer formaban parte del Dominio de Aldmer —dijo el anciano—. Si tú no compartes el amor de tus compatriotas por los Thalmor, siendo más cercano a ellos, ¿por qué asumes que un imperial lo hace?

A Caradrius no parecía interesarle la respuesta de Fjorda, puesto que cambió de tema tajantemente, sin mirarla.

—Podemos ayudaros y os ayudaremos. No a combatir, me temo, porque nuestras fuerzas no podrían estar más diezmadas. Podremos salir de aquí, con esfuerzo —dijo, dirigiéndose a Elynea—, pero no podremos presentar resistencia armada. En cambio sí que puedo ayudaros a entrar a Imrarlatz. Estas ruinas...

El mago supremo desvió la mirada.

—Es el ejemplo más fascinante del poder de la Arquitectura Tonal de los Dwemer que he visto en mi vida. No podréis llegar a él fácilmente porque está en otro instante. Es como si estuviera en el piso de arriba. Para poner en fase vuestro tiempo con el tiempo de Imrarlatz necesitáis un cubo dwemer, que es la escalera que une ambos pisos. Reilien tiene uno, así como todos los altos mandos: Ancano, Irvulil y Valaste. Al menos uno de ellos está en el campamento en todo momento; los otros dos están en Imrarlatz con Reilien.

Fjorda no dijo nada, solo eran palabras, las palabras no dolían como las espadas.

Fascinante y horripilante. No era por casualidad que los dwemer hubieran desaparecido por completo, dejando tras de sí solo ruinas, ruinas fascinantes y horripilantes. Lamentablemente, era aquella ocasión poco propicia para conversaciones académicas.

¿Bastará con un cubo para todos?

Todos los que estaban. Delphine, Uthgerd y los demás continuaban desaparecidas. Todavía albergaba una pequeña esperanza de que se reunieran con ellos antes de entrar a las ruinas. Al menos, que sigan vivas.

¿Hay algo más que debamos saber? preguntó. ¿Qué podemos encontrarnos en Imrarlatz?

—Aparte de eso... con lo alborotado que está el campamento, ¿no será un poco difícil encontrar a ese alto mando que se haya quedado sin que esa acompañado de una jauría de soldados?—añadió Elynea en general—. Es decir, técnicamente debería estar intentando repeler a lo que sea que los esté atacando.

«Técnicamente... Que también puede estar rascándose los pies mientras sus subordinados son pasados a cuchillo. Ya nada me extrañaría de estos tipos».

Por fin una explicación entendible a lo que ocurría en Imrarlatz. Los conceptos como curvatura del tiempo o mareas eran algo demasiado abstractos para alguien no erudito como K’Dan, sin embargo la explicación de Caradrius había sido clara y concisa. No es que estas paradojas temporales le fascinaran como a otros de sus compañeros, pero al menos agradecía poder entenderlo.

—Sea como sea, tenemos que dar con uno de esos mandos, si no no podremos entrar en Imrarlatz. Busquémoslos y entonces ya veremos qué hacer.

El khajita desenclavó su lanza del suelo y añadió:

—Y esperemos que nos sirva un sólo cubo, porque sin contar a Osbjorn y los demás, ahora mismo somos cuatro y sólo tenemos tres cubos a nuestro alcance.

—Uno—objetó Elynea sintiéndose un poco ignorada—. Los otros dos altos mandos con sus cubos están con Reilien en Imrarlatz. Así que a efectos de estar al alcance, es como si estuviesen en Masser.

Pensando en la explicación de Caradrius, K'Dan no había oido bien las últimas palabras del líder de la expedición, pasando por alto un importante detalle.

—No lo había entendido bien, tienes razón—reconoció el khajita para añadir con algo de pesimismo—. Más razón para que nos baste un sólo cubo.

—Bastará con un sólo cubo —declaró tajantemente Caradrius—. Debéis entender que...

El anciano detuvo la explicación teórica y fue al grano, haciendo visibles esfuerzos por mantener un lenguaje simple e inteligible para el común de los mortales.

—Los prodigios de la Arquitectura Tonal se centra en el espacio en derredor que modifican, no en la persona o en el objeto. Bastará con un sólo cubo mientras no esteis demasiado separados los unos de los otros.

Se mesó la barba.

—Esperad ingenios dwemer, y thalmor, guardia rojo. Había falmer, pero los exterminamos a todos.

Extendió la mano, que recuperaba ahora la movilidad, hacia Elynea.

—Lo fácil o difícil que os resulte acceder al mando depende del mando en cuestión que esté ahora mismo en el campamento, cosa que desconozco. Irvulil es bastante popular entre la soldadesca... demasiado popular... y tendréis que abriros camino entre sus leales para alcanzarlo. En cambio, Valaste podría estar recluida en su tienda, parapetada tras sus osamenteros hasta que pase la tempestad. Ancano es el que pasa menos tiempo en el campamento, pues suele estar cerca de Reilien. Es un secreto a voces que son amantes.