Partida Rol por web

La soldadesca parecía un poco confundida con lo que acababa de decir Fjorda. La historia que estaba contando la bosmer se parecía muy poco a lo que les habían dicho que iba a pasar.

—Oghma Infinium. Se dice Oghma Infinium, no Dogma Infinitum —empezó Reilien antes de torcer el labio en un gesto desdeñoso—. ¿Y tú te haces llamar a ti misma lingüista? Das clases a los niños pequeños porque un adulto con la mínima formación se daría cuenta en cinco minutos de lo ignorante que eres. Claro que erudición no es precisamente lo que puede encontrarse en Skyrim, si te regalan el título de Thane por recopilar un montón de obviedades sobre esa pocilga que llamáis ciudad. Pero los nórdicos valoran más un puñado de acero oxidado que el auténtico conocimiento. ¿Sabes? Deberías acudir a una biblioteca de verdad y no tomar por cierto toda la basura que lees en los primeros libros que encuentras tirados por ahí. 

—¿Por qué no le cerramos la boca aquí y ahora? —gruñó La Indómita entre dientes, alternando el peso de los pies de forma inquieta.

—Ya sabes por qué. Estamos en desventaja mientras Reilien tenga ese libro —contestó la Cuchilla.

—Te diría que dejases de hablar de lo que no sabes pero te vendrá bien comer algo, aunque sean tus palabras. A ver si así pones algo de carne en esos huesos, especie de adolescente bosmer envejecida.

Reilien estaba completamente centrada en Fjorda. Cuando eso sucedía podía leer con mayor facilidad su pasado y su futuro.

—No vamos a ser inmortales en este plano. Y no va a pasar la estupidez que acabas de describir. Vamos a ascender al plano espiritual, y vamos a ocupar el lugar que nos corresponde al ser los Primeros, en contacto con los Divinos, nuestros creadores. No habrá hambre, ni sed, ni ninguna otra necesidad terrenal. Estaremos, efectivamente, en el paraíso. 

El dwemer se incorporó del suelo trabajosamente.

—Aunque consigas matar al Dragón definitivamente, cosa que es cuestionable... —dijo Chradrak entre jadeos—, nada garantiza que eso haga que los elfos asciendan al plano espiritual, Reilien.

—¡Silencio, infiel! Sé lo que he visto.

Chradrak negó con la cabeza. Era evidente, por lo que había dicho antes, que el dwemer pensaba que era Hermaeus Mora el que le había metido esa idea en la cabeza a Reilien.

—En cuanto a ti, gato. No tengo ninguna prisa en matarte. Sólo tengo que esperar. En cualquier momento podrías arrojarte llorando sobre tu lanza o, mejor aún, allanarme el camino y matar por la espalda a Elynea. Se te da muy bien eso de matar sacerdotes de Azura por la espalda. ¿Le has contado a tus compañeros por qué estás proscrito en Elsweyr?

Separó las manos en cruz.

»No eres ninguna amenaza, K'dan. Has fracasado en todo lo que te has propuesto y has fallado a todos aquellos que debías proteger: tu familia, tu mentor, tu diosa... Si no me esperase un destino más elevado, pediría que disecaran tu cabeza para colgarla encima de la chimenea de mi mansión en Alinor, entre otros animales inofensivos de Skyrim como el cangrejo del barro y el horker.

Dedicó a K'dan una sonrisa condescendiente antes de pasar a hablar con Khaled.

—¿Matarme? ¿A mi? No me hagas reír. ¿Por qué no haces lo mejor que sabes hacer y sales corriendo cagado de miedo y te emborrachas en un futil intento de acallar tus remordimientos? Aunque quizá ya no te queden: debes estar acostumbrado a dejar tirada a la gente para salvar tu pellejo. Como huiste mientras capturábamos a tu padre. O como huiste de Cauce Boscoso. Si tantas ganas de pelear tenías, podrías haberme atacado allí. Orgnar aún conservaría sus dedos, pero en vez de eso enviaste a ese elfo a que muriera por ti. Eres un cobarde y un traidor.

Elynea no se iba a escapar, tampoco.

—¿Sabes lo que a mi me daría vergüenza? Guiar a los míos a una trampa mortal sólo porque he visto a un estúpido halcón. Qué típico de un sacerdote daédrico lo de poner en peligro a los que le rodean. Aunque creo que debería darte las gracias. Gracias a tu inacción, Melaran ingresó en nuestras filas. Sólo te mueves por provecho propio, si no necesitaras un lugar donde esconderte, no habrías movido un dedo por Carrera Blanca. Pero la auténtica pregunta es...

Señaló con el índice el Oghma Infinium y abarcó con la mirada a todos los presentes.

—¿Cómo sabéis que yo tengo el Oghma Infinium?

—Esto no está funcionando. Debemos distraer su atención ¡y rápido!

- Por supuesto que es Oghma Infinitum, pero supongo que en tu infinita sabiduría, sabrás rastrear el origen del nombre en los primeros rastros de su aparición. Y como el nombre fue evolucionando hasta conocerlo como lo conocemos ahora. ¿Te das cuenta de tu inmensa contradicción al decir que ascenderemos al mundo espiritual mientras lo que intentas es detener el tiempo en un plano material? Estaba convencida de que tu plan era lograr la inmortalidad en un plano material, congelando el tiempo para detener el deterioro del cuerpo de carne y hueso. Pero si lo que pretendes es detener el tiempo en un plano material y ocuparlo luego con tu alma espiritual como ocupante, es que simplemente has perdido el sentido. Los planos espirituales son los planos exteriores, no este. La única explicación que encuentro es que has cometido males de tal vileza que tu destino sea algún plano infernal, y el miedo te impide afrontarlo y por eso quieres convertir el plano material en uno espiritual, sería el único modo en que alguien con un alma tan negra y vil como la tuya pudiese eludir vivir en alguno de los múltiples infiernos. Pero de paso los vas a condenar a ellos -añadió señalando a sus soldados- a tomar el mismo camino, a vivir condenados a llevar vidas espirituales en un plano material. ¿Sabes qué seres viven vidas de espíritu en un plano material? Fantasmas, y demás no-muertos, a eso es lo que vas a convertirnos a todos por tu propia alma sucia, negra y vil. Estás loca, completamente loca, como un puñetero cencerro. Si lo que yo creía que era tu plan que era la inmortalidad en un cuerpo carnal ya era una jodida locura, esto es todavía peor. Estás dispuesta a sacrificar a todo tu pueblo condenándolos a la no-vida por tu propio miedo.

» Y vosotros -añadió, mirando de nuevo a los soldados- Pensad un poco y decidid qué quereis que suceda, que esta chalada os condene a una muerte en vida, alejados para siempre de vuestros antepasados, alejados de vuestro destino natural, convertidos en almas en pena. O preferís vivir una vida plena en este mundo para después cuando llegue la muerte ser recibidos por vuestros antepasados. Si queréis condenar a ese destino a vuestros hijos y nietos...

Después, miró de nuevo a su jefa.

» Te ríes de mi no-erudición, te crees más sabia que yo, te ríes de mi trabajo de profesora... Te supero en eso, estoy totalmente segura. Pero es que además esa ni siquiera soy yo. ¿Quieres saber quien soy? Consulta tus fuentes, mira mi pasado, encuéntrame en la Ciudad Imperial que es donde nací y me crié -y al decir eso su acento cambió radicalmente, del ritmo y la cadencia típicamente nórdica, a un hablar más redondo y lleno típico de un habitante del centro del imperio-, encuéntrame en su biblioteca, encuéntrame involucrada en el asesinato de varios de los tuyos. Encuéntrame aquí en Skyrim planificando emboscadas, sabotajes, encuéntrame detrás de esas desapariciones de soldados tuyos enviados a alguna misión de la que nunca volvieron ni se supo que fue de ellos. No fueron deserciones, fue acción mía. O alguno desaperecido en ruinas nórdicas o ruinas enanas, encuetra mis dagas en sus corazones, y no caídos a manos de los muertos vivientes o los mecanos enanos.

» Mírame, ¡estúpida! Mírame, analiza mi pasado, búscame en las líneas del tiempo que han sido y se cruzan aquí, y encontrarás a alguien que, desde la ocultación y el disfraz de profesora ha boicoteado docenas de tus planes una y otra vez. Mirame ¡estúpida cobarde! Porque este plan tuyo de convertir a los Altmer en muertos vivientes también te lo voy a impedir. Mírame ¡estúpida! porque mientras me insultas las ruedas del destino se mueven y mis peones han ocupado el centro del tablero. Mírame ¡estúpida! e intenta adivinar por qué estoy perdiendo el tiempo contigo, por qué ni siquiera tú has sido capaz de ver todas las voluntades que confluyen en este lugar en este momento.

Reilien veía en lo que había sucedido, pero no en los sentimientos. No podía suponer otra cosa tras sus palabras. Había hurgado en lo más escabroso de la historia de cada uno de ellos, pero para qué. Para no conseguir nada. Lo que había encontrado en sus historias vitales era conocido por cada uno de ellos, no revelaciones. No eran heridas sanas en las que pudiera incrustar los dedos para abrirlas, frescas y sangrantes de nuevo. La verdad carecía de poder cuando era conocida.

Khaled se encogió de hombros. Era patético y débil y cobarde en ocasiones, y era inspirador y fuerte y valeroso en otras. A lo largo de su vida, había llevado a cabo hazañas de las que se podía enorgullecer, y había cometido actos que todavía le avergonzaban y enfurecían. Y cuando se sabía culpable, se obligaba a reconocerlo. Lo masticaba, lo tragaba y lo guardaba dentro de sí porque era la única forma que conocía de ser mejor. Y a veces era demasiado, y dejarse derrotar por la embriaguez era una escapatoria simple y rápida. La que le había enseñado su padre, la que compartían tantos y tantos hombres y mujeres a lo largo y ancho de Tamriel. Un regalo que los dioses habían dado a los habitantes de Nirn para que conciliaran sus ambiciones con su falibilidad.

Así pensaba durante el discurso de la profesora. Sus últimas palabras, sin embargo, dieron pie a algo más. ¿Decía la verdad Fjorda? Era evidente, tras verla en acción, que su faceta de profesora era solo una parte de ella, como lo era la licorería del propio Khaled. ¿Pero era además una fachada, como la posada de Delphine?

Cruzó una breve mirada con la madura cuchilla. Si era cierto —y más vale que lo sea, o ella lo verá—, ¿era la profesora una de ellos, o alguien que actuaba por cuenta propia?

¿Cómo lo sabemos? replicó. Nos habéis cazado durante décadas, con todos los recursos del Dominio y la connivencia del Imperio. Pero nosotros siempre hemos estado aquí; hemos seguido haciendo aquello para lo que fuimos entrenados. De maestros a alumnos, de padres a hijos.

Estamos en todas partes, aseguró. Incluso aquí, en tu sanctasantórum, debajo de tus ridículas narices y tus ínfulas de omnisapiencia.

Las palabras que Reilien le dirigió resbalaron por K'Dan como agua de lluvia. Sí, era cierto todo lo que la thalmor había dicho. Había fracasado innumerables ocasiones. Pero al final de todos los caminos, ahí estaba. Guiado por Azurah hasta Skyrim en una larga peregrinación, recorriendo las gélidas frías de los nórdicos para redescubrirse a sí mismo, averiguar la realidad de la princesa daedra poniéndolo en un lugar diferente al de sus congéneres, habiendo tenido el grandísimo honor de ver y hablar con su diosa y siendo elegido ella misma para realizar esta empresa. Si eso significaba ser un fracasado, lo sería con la cabeza bien alta.

Tenían que distraer a Reilien, hacer que se alejase del libro, así que lo mejor sería hacerla enfadar.

—Ladras mucho y muerdes poco. Y a este gato no le dan miedo los perros.

Elynea se había perdido a mitad del discurso de Fjorda; hablar mucho podía hacerles avanzar mucho pero también por la misma razón aumentaba el riesgo de meter la pata en algún momento. Tan solo confiaba en que no ocurriese lo segundo. Y de todos modos la experta en palabras allí era la bosmer, no ella.

Se pellizcó el puente de la nariz. Reilien atacando a una sacerdotisa de Azura por medio de su pasado, sonaba como el principio de un chiste. ¡Y hablaba la que se estaba cargando la linea temporal de poner cosas en peligro!

«Un dunmer, un nórdico y un argoniano entran en un bar... »

—¿Por qué? ¿Porque eso significaría que no eres perfecta?—se escuchó responder a si misma cuando le recordó la anécdota del halcón—. Sé que no lo soy. No quiero "súbditos" que asientan a todo lo que digo como si lo fuera. Mis compañeros valen más que eso; saben que no lo soy, no me exigen que lo sea y siguen siendo mis compañeros porque les da igual que no lo sea.

Elynea había pasado muchos malos tragos con anterioridad pero si una sola cosa tenía clara era que había nacido para seguir la senda de Azura. No conocía a otro clérigo que pudieran lanzar sus conjuros sin un símbolo sagrado. Y desde luego no se había quedado a echar una mano en una Carrera Blanca bajo asedio pudiendo irse a cualquier otra parte porque le diese igual, ni la habían nombrado Thane por no hacer nada por nadie, ni estaba allí escuchando a una chiflada por sólo pensar en si misma. Reilien podía saber mucho pero no conocía nada.

La sorprendió que incluso que cierta espina clavada ya no doliese tanto; se temía que Melaran acabase así pese a que una parte de ella no había querido creerlo. No había podido evitar al final que el muy cabeza de chorlito hiciera la tontería más grande de su vida pero desde luego no había sido porque no lo hubiese intentado. Maldita fuera Ventalia y su estúpida supremacía nórdica.

Y maldita fuera Reilien por darle tamaño dolor de cabeza. ¡Y ella que pensaba que no podía haber nada peor que Heirmsk! Tan solo la idea de una hipotética discusión entre aquellos dos se le antojaba mucho más terrorífica que cien Alduins.

—No, no, Fjorda ¡lo estabas haciendo bien! —dijo en un tono condescendiente, sacudiendo las manos—, hasta que has saboteado tus propios intentos de ganarte a mis soldados jactándose de todos los thalmor que has matado. Aunque has olvidado mencionar, convenientemente, que sólo en este campamento te han pegado unas cuantas palizas. Si sigues viva todos estos años ha sido porque tu buena suerte está a la altura de tu cobardía. 

Extendió su mano en dirección a la profesora, con media sonrisa en el rostro.

—Te diría que te mataría con mis propias manos por todos los hermanos y hermanas que has matado. Pero la verdad, va a haber empujones para ser quien te cierre la boca para siempre.

Delphine dio un paso al frente cuando Khaled habló.

—Yo soy Delphine, de Los Cuchillas, y me vengaré por lo que hiciste en Cauce Boscoso.

Tuvisteis la satisfacción de ver a Reilien sorprenderse por un momento, pero fue tan fugaz que dudasteis de si existió realmente.

—Típico. Los humanos creyéndose el ombligo de Mundus —respondió imprimiendo de nuevo aquel tono de frío desdén, aunque había algo distinto ¿rabia?—. Si no os hemos encontrado y matado antes no es por vuestra habilidad para esconderos, Khaled, sino porque en Alinor no se os considera una amenaza para los Thalmor, y por tanto no han dedicado recursos suficientes en buscaros. Mi interés en mataros es puramente personal, hago que algo por diversión en mis ratos libres. Y como veis he estado bastante ocupada últimamente. 

Desenvainó el gran filo de juicio élfico que tenía a su espalda. Su rostro adquirió un ademán de concentración mientras sus soldados la imitaban y desenvainaban las armas. 

—Acabemos con esto. Si dejo hablar a Fjorda otra vez tendré agujetas en los oídos mañana. 

Y entonces sucedió.

Una explosión de tentáculos negros surgió de la nada e hizo trastabillar a Reilien, a Ancano y a los guardias que estaban cerca de ellos. Dos Buscadores brotaron del portal a Apócripha. Uno amarró el Oghma Infinium inmediatamente y desapareció un sólo latido de corazón más tarde. El segundo Buscador hizo rielar el aire y derribó a un soldado thalmor que se dirigía contra él.

—¿Pero qué...? —se sorprendió Reilien, antes de dirigiros una mirada incrédula—. ¡Habéis hecho un pacto con un Príncipe Daédrico ¡Sois unos auténticos demonios! 

Señaló a los Buscadores.

—¡Vosotros cuatro, encargaros de esos daedras! Los demás ¡seguidme! ¡Por el Dominio de Aldmer! ¡Por Auri-El! ¡Por los Primeros Nacidos! ¡Sin piedad contra nuestros enemigos!

¡Tirad iniciativas y preparaos para el último combate de la partida! 

Nota: sólo los Buscadores tenían derecho al asalto sorpresa. El primer asalto del combate se desarrollará de forma normal. 
 

El portal a Apocrypha apareció entre las filas de los thalmor. Los buscadores lo atravesaron en una confusión de tentáculos y miasma planar. El Oghma Infinium estaba de nuevo en manos de Hermaeus Mora, listo para que el príncipe daedra volviera a usarlo cuando necesitara a un mortal para hacer su voluntad.

Una cazadora cuyas presas se han colado hasta sus aposentos, y se han convertido en sus propios cazadores, replicó a Reilien, soltando una carcajada sin atisbo de humor.

Demasiadas palabras se habían intercambiado ya. El momento de dar respuesta con las armas había llegado. Recorrió a todos con la mirada. Buscó a Delphine en último lugar y asintió; para ambos era algo más que que un deber.

La hora había llegado, K'Dan se preparó para hacer uso de sus habilidades y sin el Oghma Infinium podía planificar estrategias sin que Reilien pudiera adelantárseles. El khajita miró a los soldados thalmors que había a su izquierda. ¿Qué iba a hacer? Obviamente pelear.

El devoto de Azurah comenzó a jugar con su lanza haciéndola girar. Era obvio que estaba en una escena de una pelicula de medieval y acción. Un khajita, girando su lanza en el núcleo de unas antiguas runas dwemmer, en un combate que definiría el futuro de Tamriel.

—Estáis cometiendo un estúpido error. Lucháis en el bando equivocado—les dijo a los soldados mientras hacia trucos raros con la lanza. El plan era ponerlos de su parte, aunque después de las palabras de Fjorda parecía bastante difícil. 

- Y aquí -añadió Fjorda con una sonrisa- están los peones que estaban ocupando el centro del tablero... Vuestros soldados murieron como murió toda mi familia, en las guerras pasan esas cosas, los invasores aniquilan, y los invadidos se resisten como pueden. Pero el que yo haya matado Altmers no impide que si alguno de tus hombres tiene algo de seso, sabrá que yo tengo razón. No es razonable vivir en forma espiritual en un plano material, nada bueno sale de eso. Es hora de poneros del otro lado, o de desertar. Ahora sin ese demoníaco libro, no podrá seguiros por las distintas líneas temporales.

—¡Claro!—Elynea lanzó un sonido a medio camino entre resoplido y la risa sin ganas cuando Reilien les acusó—. Porque seguro que tú te encontaste ese libro tirado por ahí.

No sabía qué ironía la había atragantado más, si aquella o el hecho de que una thalmor que llevaba casi cinco minutos hablando de los elfos, y de la superioridad de los elfos, y la justicia para los elfos, y la inmortalidad de los elfos, y los elfos de los elfos dijera que los humanos se creían el ombligo del mundo.

Pero lejos de tener ganas de burlarse de su oponente, la dunmer se sentía más tensa que nunca, por demasiadas cosas como para enumerarlas en aquel momento. Rogó en su fuero interno que si algo tenía que salirles bien algiuna vez, que fuera aquello.