Partida Rol por web

Turno 912

El panorama era de nuevo desalentador. Elorham vio cómo las flechas de sus compañeros volaron hacia los cuervos que estaban atacando al pobre Drustan. Maldijo su escasa habilidad con el arco, y sobre todo el no poder convocar el poder de la Naturaleza, de los espíritus… Ver a animales atacar a un compañero, a un amigo, era incluso peor que si fueran orcos.

-Bama, guía mi flecha, susurró… Y rezó por un milagro.

Un milagro que nunca llegó...

Con el arco ya listo para disparar el guerrero vio como los cuervos, servidores de la oscuridad, volaban raudos siguiendo a Hok. Ya no había tiempo de nada solo quedaba luchar. Lo peor es que Drustan, sintiéndose responsable de que los crebain vinieran hasta ellos salió corriendo haciendo de blanco a esas viles bestias.

Adronath no se lo pensó, apuntó a uno de los que volaban en dirección a Drustan y cuando lo tenían en su punto de mira soltó su flecha. No se detuvo a mirar si su blanco era certero o no, solo recargó su arco de nuevo. No podía permitir que esas bestias volvieran a la torre con la noticia de que ellos se encontraban ahí.

No podía luchar sin que mis heridas volvieran a sangrar. No podía ayudar a mis compañeros contra esas viles criaturas, que si bien no eran muy peligrosas, sí lo era su numero y la oscuridad que atraían.

OSCURIDAD!! Eso es. Combatiremos a la oscuridad con oscuridad, grité!! Todos, acerquense a mí, ya!! Una vez avisados todos me concentré por un momente invocando el poder de la naturaleza y en poco tiempo, en un radio de tres metros donde me encontraba, todo era oscuridad.

Si permanecemos en este circulo virtual de 6 metros de diametro, no nos verán. Pero nosotros a ellos que están fuera del circulo de oscuridad sí podremos verlos y dispararles sin piedad, les avisé.

Resolución Turno 912

Astomer habló con voz clara pero no lo hizo en común sino en una extraña lengua, el habla de la magia. La naturaleza se plegó a su alrededor, la luz escapó ahuyentada a su mando y huyó abandonándole. Una negra noche apareció a su alrededor, pero sólo en una zona de unos tres metros rodeándole.

OSCURIDAD!! Eso es. Combatiremos a la oscuridad con oscuridad, grité!! Todos, acerquense a mí, ya!!

La voz del montaraz era imperiosa pero lo cierto es que salía de aquella oscuridad donde se detectaba vágamente su figura.

Elhoram, Aranel y Laufinwë estaban ya dentro del rango del embrujo y sintieron la noche a su alrededor. Pero no era momento de dudar las flechas comenzaron a volar.

La flecha de la elfa voló rauda y golpeó a su objetivo que trastabilló en el aire al ser alcanzado pero no cayó. El proyectil no se clavó y cayó al suelo dejando al enemigo herido y volando errático pero sin más inconvenientes.

Adronath apoyó el proyectil en la mejilla, respiró, sintió al enemigo y soltó la flecha. El crebain fue golpeado con fuerza y la saeta le pasó de lado a lado, cayendo algo alejado.

Laufinwë falló su tiro, no consiguió seguir el vuelo del ave, se movía muy deprisa.

Elenmenel había disparado arcos desde pequeño y cazado numerosas aves pero aquello eran crebain oscuros, aves corrompidas por el oscuro y su flecha no acertó por muy poco.

Aranel era un ranger de los bosques oscuros. Su puntería era legendaria. Esta vez tampoco falló pero se sorprendió de la velocidad de las aves.

Zigur estaba nervioso, muy nervioso. Se había vaciado completamente y se encontraba descentrado. Apuntó como pudo y soltó la flecha, no podía hacer nada más. Para su sorpresa el proyectil falló por poco ... a Drustan!!! Parecía como si hubiese apuntado a su amigo. Los arcos no eran lo suyo.

Y las alas negras se abatieron sobre Drustan y Hok. El beórnida iba vestido de hierro y era una verdadera montaña ante los pájaros que sin embargo le rodearon y atacaron al unísono en un barullo continuado de plumas y picos, dos de ellos consiguieron herirle levemente.

Pero al alzar la vista vio que Hok lo estaba pasando mucho peor. Rodeado como estaba el halcón giró ante un ataque, recibió un golpe en el costado y se apresuraba a atacar cuando el tercer cuervo que le rodeaba le hirió con fuerza en el ala, en la juntura con el cuerpo. La sangre manchó las plumas y el halcón cayó a plomo. El pobre Hok aleteó tratando de amortiguar el golpe pero lo golpeó con un ruido seco y fúnebre, quedando inmóvil sobre el suelo.

Rabioso el beórnida atacó con su lanza de modo desmañado y falló. Aquellas malditas aves, le rodearon entonces, graznando y renovando sus ataques. Querían destruir al beórnida a como diese lugar. No hicieron caso de sus compañeros caídos, la sangre les excitaba terriblemente.

El halcón había caído.

Turno 913

Entre el delirio de la fiebre y el dolor de las heridas que amenazaban abrirse otra vez, Eruannë gimió ligeramente y entreabrió los párpados. Aun así,  su mirada estaba puesta en dos mundos distintos, pero el mismo enemigo acechando. El bosque desaparecía a sus ojos devorado por las voraces sombras que se alzaban sobre Lothlórien. La efa giró sobre sí misma y oteó entre las sombras, arco en mano, y apuntó una flecha al corazón mismo de las sombras.

—“¡Oscuridad! ¡Eso es! Combatiremos a la oscuridad con oscuridad…”

Confundida, la muchacha inquirió entre dientes: —¿Ástomer? —, pero no avanzó un paso hacia donde la voz del montaraz. Temía una trampa, no comprendía aquello… Entretanto Eruannë buscó con la mirada a sus compañeros, pero no los encontró. No halló a Elorham ni a Laufinwë entre los velos de la oscuridad. En cambio, descubrió a Adronath y a Zigûr junto a otro elfo se encontraban allí. Intentó recordar… El zorzal, la bestia de piedra, los orcos y los huargos. Recordó a Elorham atacando a un orco con su lanza, a Laufinwë enfrentado a la bestia y… Una punzada golpeó su pecho. Aegnor. Entonces recordó. Los demás habían regresado junto a dos elfos de los salones. Pero solo encontró a uno, ¿dónde estaba el que había hablado con ella? ¿Y Drustan? Y fue en ese momento cuando escuchó los salvajes alaridos del beórnida.

Alzó el arco y apuntó hacia lo alto, a los cuervos que sobrevolaban sobre ellos, esperando que se acercaran un poco más, solo un poco.

—Los cuervos, Hok… —y, sin voltear la mirada, susurró en sindarin a sabiendas de que el elfo escucharía sus palabras: —Apuntad a los crebain que no escapen con la noticia…

Junto a Eruannë, el avar contemplaba la escena en los ojos de su hija y susurraba unas palabras a sus oídos...

Turno 913

Adronath concentrado en los crebain siguió con su arco sin ceder ante los servidores de la oscuridad. 

Turno 913

Una súbita oscuridad envolvió al beórnida mientras los graznidos de las bestias prometían dolor y muerte.
En aquella situación, Drustan apenas podía ver más allá de unos centímetros de su yelmo, pero al ver algún cuervo caer por las flechas e incluso notar una demasiado cerca, sabía que sus compañeros habían elegido luchar. Maldita sea pensó. No quería ser responsable de más muertes.

Y entonces, mientras hincaba una rodilla por un momento ante el golpeteó continuo de alas y picos contra su escudo, vió a su valiente amigo caer debido a las terribles heridas que tres de aquellas bestias le habían infligido.

- ¡NOOOO! - Gritó desgarrado mientras volvía a ponerse en pie. - ¡Malditos! ¡Arghhh! - Siguió gritando y maldiciendo mientras intentaba acercarse paso a paso al maltratado animal.

Y mientras caía en una rabia ancestral, que llevamos todos nosotros dentro de las profundidades de nuestra alma mortal, imaginó a su madre el día que murió y las palabras que decían dijo,
“Hijo, ¡cuánto he deseado verte! ¡Eres la más hermosa criatura que nunca mujer llevó en su seno! Triste te he traído al mundo, triste es la primera fiesta que puedo hacerte, por ti siento tristeza de morir. Y como has llegado al mundo en medio de la tristeza, tu nombre será Drustan.”

Parecía que todos los esfuerzos que había mantenido en la vida para evitar su destino habían sido futiles. Si tan sólo dolor podía traer al mundo, sería dando muerte a toda criatura de la oscuridad que pudiera antes de sucumbir.
Si moría, tal vez la princesa tuviera una oportunidad.

-¡Ég er björn!, óttast mig! ¡Jæja, ég boða ógæfu og dauða að einhver sem þorir að fá í leiðinni!+ - Exclamó en beórnida mientras perdía el último signo de cordura.
Una furia asesina se había adueñado de su mirada y, erguido como un oso en medio de una manada de lobos, repartía lanzazos y escudazos como si las garras del animal fueran, sin hacer ningún esfuerzo en defenderse de los ataques de los terribles cuervos.

Turno 913

Aun en mi estado intenté disparar mi arco apuntando a unas de esas criaturas malignas desde la relativa proteccion de la oscuridad. Había que eliminarlas cuanto antes, pues seguro que su llegada era solo el principio de algo aún peor.

Turno 913

Wæs seo tid cumen
þæt þær fæge men feallan sceoldon.
Þær wearð hream ahafen, hremmas wundon,
cráwa æses georn.
Wæs on eorþan cyrm.

Bogan wæron bysige, bord and onfeng.
Biter wæs se beaduræs, beornas feollon.
Wælræste geceas.
Swa stemnetton stiðhicgende.¹

Elorham notó las sombras extenderse a su alrededor. Pero esta vez, las sombras le protegían del enemigo. Vio a Drustan luchar desesperado, y su furia al ver caer a su halcón. Algo en el interior del rohir se despertó. Una voz  que no había escuchado en mucho tiempo. Una voz que le decía que no podía permitir que un amigo luchara solo, que un amigo se enfrentara solo a la muerte. Una voz que le pedía salir del manto de la oscuridad y unirse a la batalla. A una lucha desesperada, sin esperanza de vencer, sin saber por qué, sin saber qué hacer…

No obstante, volvió a cargar el arco. Apuntó con cuidado, tratando de superar la frustración, la rabia y la impotencia de no poder ayudar.

Mi muerte de nada les sirve...

Turno 913

- Maldición... - pensó el mago. No estaba hecho para combatir, menos aun para el noble arte de la arquería. Era un negado, incluso embrazando arco elfico, liviano y poderoso. Le había dado a su propio compañero, que estoicamente luchaba solo contra los crebain.

Zigûr bajo el arco notablemente defraudado, no podía permitirse volver a herir al beornida. Vacio como estaba, desconcentrado, no era capaz de invocar los poderes que había ido aprendiendo con el paso del tiempo. Tampoco podía luchar, apenas era capaz de esgrimir una espada, y del arco era mejor olvidarse. Por tanto, su decisicion, fue la de retirarse. Podria parecer cobarde, y seguramente lo era, pero nada podía hacer allí salvo estorbar a sus compañeros.

El dúnadan se giro mientras guardaba su arco a la espalda y busco con la mirada a sus compañeros. Algunos habían desaparecido en la oscuridad. Confiando en que las aves siguieran entretenidas, corrió hacia allí con el fin de buscar refugio entre sus compañeros.

El vuelo del ave jamás volvería a ser visto. El grito del amo resonaba entre los aleteos de los cuervos. La primera baja, pero muy probablemente no la única antes que el Sol se pusiera.

Recargue el arco y apunte, pero no libere la flecha. Necesitaba un tiro preciso para no herir al beornida.

Resolución Turno 913

Los crebain cayeron en tromba sobre Drustan una vez más. Dos de ellos habían caído pero seguían siendo muchos para retirarse todavía y habían sentido la sangre de su enemigo. Eso les ponía frenéticos, ávidos de muerte.

Las flechas seguían volando aunque muchos recargaban el arco un par de flechas alcanzaron a las aves pero dándoles de refilón, dejándolas tocadas momentaneamente. Esta vez ninguna cayó.

Eruannë exprimía sus fuerzas y a pesar de lo terrible de su condición su voluntad no flaqueaba, adronath también lanzó su proyectil con puntería y el resto se dedicaron a recargar.

Los dos elfos caminaron lentamente, acercándose a las aves para poder centrar mejor su puntería al tiempo que recargaban. Muchas veces habían volado sus flechas en los enfrentamientos contra la sombra y el recuerdo de pasadas batallas les acompañaba ahora. No podían permitir que el aliado que les acompañaba se perdiese ahora, todavía no habían rescatado a Namiré.

Zigur se guardó en la zona de oscuridad. No podía ayudar y si trataba de hacerlo sólo conseguiría poner en peligro a su amigo, era mejor evitar empeorar la situación.

Los crebain seguían revoloteando alrededor del beórnida alcanzando de vez en cuando algunos puntos bajo su armadura pero era evidente que no conseguían gran cosa contra ésta.

Uno de ellos paró su vuelo, aleteando observó la escena completa y ... les vio y con esa inteligencia torcida que poseía supieron que les reconoció por lo que eran: enemigos y espías, una verdadera amenaza.

El crebain les graznó y se dispuso a marcharse de vuelta, a dar la alarma.

Temblorosa y frágil, como una flor sacudida por el viento, Eruannë alzó la mirada. El bosque había caído preso de un atroz sortilegio. Era ahora negro y tenebroso, como negra y tenebrosa era el alma de los que habían sucumbido a los execrables susurros del Oscuro… 

—Atto, el bosque perece…

El avar no pronunció palabra alguna, pero sus límpidos ojos  brillaron brevemente, colmados de estrellas, de presagios. La elfa persiguió el trayecto de aquella mirada y descubrió  a un adan revestido de metal que se debatía entre oscuras criaturas aladas. En un momento, la silueta del guerrero se giró hacia ella y en aquellos ojos cargados de furia y de dolor, y de una añeja tristeza. Entonces descubrió un rostro conocido en las bellas facciones de aquel adan. Drustan… ¿Qué hacía en Lothlórien? Eruannë alzó el arco y observó en derredor. ¿Qué había acaecido en el bosque? ¿Qué oscuro sortilegio había echado raíces en las más bellas tierras de Endorë cuyo negro llanto en nada recordaba  su áureo esplendor? Y aunque buscó y buscó no encontró ningún brazo amigo, salvo el de su padre. ¿Dónde estaba Haldir? ¿Dónde sus hermanos? ¿Y Mahtaraquisto? ¿Aún no había regresado? ¿Acaso las sombras habían engullido a los eldar?

>Eruannë buscó con la mirada a Elorham y a Laufinwë, pero no los encontró. Las sombras los habían devorado también a ellos. Rechinaron los dientes de la muchacha y una punzada en su pecho casi le arrebató el aire. Pero por un brevísimo instante su mirada se cruzó con la del beórnida, y otra vez Eruannë descubrió la furia y el dolor destellando en los ojos del guerrero; y, pese a su natural apacible, fue imposible para la muchacha contener la furia que bullía en su interior, como si el beórnida le hubiera inoculado el mismo desasosiego.

Le ardían los labios, y los arrebatos de la fiebre regresaban. Eruannë  no sabía distinguir entre el delirio febril y la cruel realidad, ambas terribles y lúgubres. Y así fue que su voz rasgó los velos de la pesadilla y le habló a los ausentes, a los que la sombra habia arrebatado a sus ojos.

— ¿Acaso las sombras os arrastró más allá del recuerdo? ¿Abandonaréis al bosque bajo el yugo del Oscuro? Ni aún muerto un hijo de Iluvatar se da por vencido ni se deja engañar por las sombras.

Y una a una fueron surgiendo las siluetas de sus hermanos y amigos. Mahtaraquisto, Haldir, Rúmil y Orophin, Laufinwë, Elorham…

Perdida en su ensueño, Euannë sonrió.

Las sombras podrían arrasar con todo, pero jamás con el valor de los Hijos de Ilúvatar.

—Que la valië ilumine mis saetas...

Pero la flecha se perdió en lo alto, como si buscara el camino de regreso a Lothlórien...

Turno 914

Zigûr llego a esa zona oscura que había creado Astomer con sus habilidades. El mago conocía aquel encantamiento y por ello confiaba en el. Tras meterse en la negrura de esa noche artificial, se sintió mas a salvo. Seguramente los crebain lo habían visto, quizás no sirviera de mucho si eran descubiertos.

Veían lo que ocurría fuera. Drustan se batía enloquecido contra la bandada, dando golpes poco certeros y haciendo que los que lograban acertar fueran por puro azar, era difícil herir a aquellas aves negras en pleno vuelo. Entonces se percataron de que alguno de aquellos pájaros servidores del mal, huía. Si lograba dar la voz de alarma, tendrían un serio problema.

- Que no escape - dijo sin alzar demasiado la voz.

El dúnadan poco podía hacer al respecto, no tenia el arco listo, y además su poca habilidad con el había hecho que no se atreviese a volver a herir al beornida. Tampoco se sentía capaz de usar sus habilidades especiales, se podía decir que se había quedado vacío, el uso de esas habilidades requerían una energía limitada y el necesitaba descansar. En aquellos momentos, se sentía inútil. Aun así, tomo su arco y lo cargo, si era necesario, volvería a dispararlo...

Turno 914

Los problemas se acumulaban. Drustan era acribillado por esas aves negras, criaturas del averno, servidoras de la oscuridad, sin piedad y sin resuello. También Hok estaba siendo asediado por las mismas y de hecho sufría en su pequeño cuerpo las embestidas de los crebain hasta tal punto que la rapaz parecía desfallecer por las heridas sufridas. 

El guerrero tensó nuevamente su arco élfico y buscó un objetivo en uno de los córvidos que atacaban al beórnida, pero entonces lo vio. Uno de los crebain se daba la vuelta en dirección a la torre oscura. Si llegaba hasta allí y les descubría, sería como zarandear un avispero. Eso no podía suceder.

El guerrero cambió el objetivo y apuntó tan solo un segundo fijando su blanco en el ave negra que se alejaba de ellos.

Turno 914

La oscuridad les envolvía, y uno a uno se adentraron todos bajo su manto de protección. Y desde las sombras vieron cómo Drustan luchaba con valor y furia contra los crebain. Entonces uno de los cuervos se giró para alejarse. No podían permitir que diera el aviso, pero las flechas volaban sin dar en el blanco.

Elorham apuntó con mano temblorosa, desde el límite de las sombras, confiando en algún poder místico que le podría otorgar por un momento la puntería de Eruannë. Rezó, y soltó la flecha. Vio cómo el proyectil voló certero, pero el blanco era ágil y volaba veloz.

Turno 914

Que tontería dudar ahora. El Crebain escapaba y todos dispararían a su odiada silueta mientras trataba de darnos a conocer a su oscuro servidor. Yo me debatía, sin embargo entre sumar mis esfuerzos a los de mis capaces compañeros, o ayudar a Drustan en su heroica resistencia bajo el huracán negro.

"Perdoname Drustan, el ave no debe llevar mensaje a otro lado que a su tumba... que te acompañe la fuerza de tus ancestros. ¡Resiste!"

Estaba preparado, apunte con cuidado y flexione cada musculo de mi entrenado cuerpo, en un movimiento fluido por décadas de prácticas... y la saeta volo en búsqueda de su blanco

Turno 914

Aun dolorido y con cierto temor a que las heridas volvieran a sangrar, agarro otra flecha del carcaj en la oscuridad del lugar y la coloco en el el arco apuntando a uno de esos malditos bichos voladores.

No era un especialista en el arco y no pensaba disparar deprisa, pues sabía que sería una flecha perdida, por lo que decido esperar un poco e intentar apuntar con mas precisión.

Turno 914

Ajeno a todo lo que sucedía fuera de su propia esfera de oscuridad, la traída por los malignos crebain, Drustan seguía golpeando con lanza y escudo a cualquier criatura que fuese lo suficiente temeraria para acercarse a él.
Sintió una resistencia en el brazo de la lanza, que desapareció rápidamente. Parecía que su furia al fin había encontrado una víctima.

Su furia seguía llevándolo paso a paso al cuerpo de su compañero caído, sin poder sentir ninguna de las heridas que le iban inflingiendo el terrible enjambre de bestias aladas.

Resolución Turno 914

Eruannë comenzaba a acusar el agotamiento y su flecha salió desviada, la vista se le nublaba.

Adronath templó el pulso y con certera puntería alcanzó al ave que huía. Cayó con un graznido y quedó inmóvil en el suelo.

Laufinwë también apuntaba al mismo ave pero al ver que había caído cambió el blanco fallando debido a la precipitación del momento.

Los arqueros elfos mostraron desigual certeza y otro de los enemigos cayó sin más problemas.

Astomer trataba de tomar la situación con calma y cargó con paciencia. No serviría a nadie si comenzaba a desangrarse.

Elhoram vio que su presa ya había caído y no se atrevió a disparar a la nube de enemigos que rodeaba al beornida. Esperó su oportunidad tal vez más tarde.

Los crebain seguían atacando al guerrero y le rodeaban con ahínco a pesar de que sus camaradas caían poco a poco. Volvieron a hacer un par de nuevos rasguños al beórnida y éste consiguió por fin clavar uno de ellos al suelo con su lanza.

Por un momento parecieron vacilar, como si fuesen a huir en desbandada pero volvieron a atacar con furia. Sólo quedaban cuatro vivos pero parecían guardar un odio frío al beórnida y atacaban con más furia.