Partida Rol por web

Brujo llevar prisioneros a mazmorras de Palacio. ¡Seguro! Padre trabajar en Palacio. Saber cómo entrar. Pero Padre prisionero también... no en mazmorra, en jaula en calle. Vosotros liberar a Padre, y Padre meter a vosotros en Palacio.

Un momento, un momento... No tan deprisa. Todos queremos a ese imbécil comemierda de Matagatos, y yo soy el primero que daría la vida por mi cabo en un porcentaje razonable de veces. Pero no voy a arriesgar a todos los hombres de la expedición para salvar a uno solo de ellos. Y menos si es Matagatos.

Os propongo una cosa... Marchémonos.

Esta noche robamos una barca en el lago y tratamos de escapar al abrigo de la oscuridad. Cruzamos el lago, la jungla, la estepa y volvemos con el Analista. Le contamos la ubicación de este lugar y traemos un maldito ejército para matar a todos estos Nyueng Bao de ojos rasgados. Si en los días que tardemos en volver, Matagatos muere, nadie podrá reprocharnos que no hicimos todo lo humanamente posible por salvarle.

¿Qué os parece mi plan?

El rufián sonrió ante la caradura del chamán. No pudo evitar pensar en que era el plan más ridículo que había escuchado para acabar con el Cabo Matagatos, y había escuchado unos cuantos en borracheras en la Tienda de Grog.

Se cruzó de brazos y simplemente miró hacia Usurero.

- Haré lo que él mande. - Dijo sin tomar partido. - Hemos venido aquí a buscar a la puta gigante... Aunque no creo que a los tuyos les guste que abandonemos a nada más y nada menos que un Cabo. - Indicó a Rastrojo mientras lanzaba una mirada de reojo a Ponzoña y Sabandija. Dudaba que el menudo Sabandija levantara la voz para hacerse oír y protestar contra el plan del chamán, pero el gigante negro era harina de otro costal. Seguramente no abandonaría a un superior. Tozudez y orgullo. 

Pero él no era un miembro de la Compañía como tal... así que se limitaría a obedecer las órdenes de Usurero, aunque por él era mejor que se largaran de ahí cuanto antes, encontraran o no a la puta, y regresaran al Campamento.

Escuchó en silencio y al final cabeceo afirmativo.

-Sí, es un buen plan. Vete, roba esa barca, atraviesa el lago, la playa, la jungla y la estepa, regresa donde Analista y que la Compañía regrese con sus fuerzas -dijo Ponzoña mortalmente serio. Su rostro parecía el de alguien capaz de matar con sus propias manos y que estaba pensando si hacerlo en los próximos cinco segundos-. Pero yo no te acompañaré. Me quedaré aquí.

Dicho aquello, se volvió hacia la joven.

-Yo ayudaré a liberar a tu padre y él nos ayudará a hacer lo propio con nuestro cabo -afirmó a la chica prescindiendo de Rastrojo, que pasó a ser parte del mobiliario a ojos del Hiena-. Somos dos, Sabandija y yo. Esta vez peleará como un hombre en vez de arrastrarse a cuatro patas por el suelo huyendo de unos muñecos de papel. ¿Verdad? -los nudillos crujieron ominosamente-. Usurero, ¿nos ayudarás?

Sabandija escuchaba con horror el terrorífico plan de Rastrojo. Afortunadamente no tuvo que decir nada pues ya los demás expusieron su desacuerdo radical con la propuesta del chamán. Sabandija, por su parte, trató de suavizar las discrepancias.

- Elefanta puede que esté también en el palacio. Con un poco de suerte mataríamos dos pájaros de un tiro, ¿si?.- Miró a Rastrojo esperando su aprobación.- Recuperar a la puta y a nuestros compañeros.- Rastrojo hablaba con desprecio sólo de Matagatos pero el infante Preocupado, al que Sabandija empezaba a tomar cierta estima, estaba también preso. NO entendía la actitud de Sacamantecas y Ponzoña con respecto al que había sido nombrado como líder de la misión. ¿No deberían hablarle con más respeto? Sumido en sus pensamientos sólo regreso ante la interpelación de Pozoña que lo tachaba de luchar de forma poco honrosa.- Yo-yo...- No estaba de acuerdo.- No huía...son...técnicas de trabajo en equipo...- Acabó excusándose de aquella manera, echando las culpas a su cabo ahora que no estaba con ellos.- ...es lo que hemos entrenado con Lengua Negra.- Todos sabían que los Campamenteros, liderados ahora po el Cabo Lengua Negra, entrenaban en grupo diversas tácticas de lucha. Pero después de un rato, ya menos nervioso, se arrepintió de avergonzarse de sus técnicas de lucha. ¿No había sido el valerosos guerrero Ponzoña el que había caído en la trampa de los sodomitas? Y Sabandija había tenido que ir a rescatarlo. Eso le tenía que haber dicho. Lástima que ahora ya no viniera a cuento.

Este escondrijo es seguro. Parece que podría prescindir de mi guardaespaldas por unas horas. Sacamantecas, irás con Ponzoña a rescatar a Elefanta y a los dos soldados.

Mientras, Rastrojo se mordió el labio. No quería arriesgarse inútilmente para colarse en un palacio lleno de Nyueng Baos con katanas, pero tampoco quería atravesar la jungla él solo sin escolta.

¡Yo también iré!-se golpeó el pecho, con resolución-Puede que no sea útil peleando, pero soy pequeña y escurridiza. Puedo vigilar e internarme en territorio enemigo sin ser vista. Vamos, más o menos como Sabandija. No pienso quedarme aquí, esperando. Elefanta es mi amiga y quiero ayudarla.

¿Queréis morir jóvenes? Pues adelante. Yo no voy. Me quedo aquí, gracias.

Rastrojo no habría ido de todas maneras, porque se pusieron a dormir para realizar el trabajo por la noche, al abrigo de la oscuridad. ¿El resultado? No hubo manera de desperatar a Rastrojo tras aquel parón. Kaiho y Usurero se quedaron con el chamán.

Ponzoña, Bimbawa, Sacamantecas y Sabandija deslizaron el panel del pasadizo secreto y salieron al callejón, en penumbras por la pobre iluminación de las estrellas en el cielo. Avanzaron hasta la esquina de la última casa antes de su objetivo. Asomando disimuladamante la cabeza, tenían perspectiva para vigilar a los dos guardias que custodiaban las escaleras que les separaban del barrio alto, y el Palacio.

Cerca de los dos soldados, unos cuantos escalones por debajo, el padre de Kaiho dormía en su jaula. Según palabras de la joven Nyueng Bao, durante los cambios de guardia, uno de los vigilantes entregaba una llave a uno de sus relevos, de modo que aquella llave estaba presente en todos los turnos. Kaiho sospechaba que era la llave que abría la puerta de la jaula de su padre.

El rufián no dijo nada cuando Usurero le encomendó su siguiente misión. Obviamente le molestaba sentirse desplazado y ninguneado. Y el hecho de que Usurero prefiriera quedarse a solas con el maldito chamán en aquel espacio reducido, decía mucho de la pobre impresión que el prestamista tenía de su guardaespaldas.

Sacamantecas frunció el ceño y salió al exterior. Una vez fuera y tras comprobar la situación, se decidió a actuar.

- Bimbawa y Sabandija son pequeños y sigilosos. – Comentó Sacamantecas en voz baja. – Podrían acercarse por un lateral a esos dos soldados y distraerlos… Y mientras, tú y yo… - Indicó a Ponzoña. Hizo un gesto con la mano para indicar que podrían dejar ko a ambos guardias de forma rápida y sigilosa.

- No podemos iniciar un combate a las claras, o pedirán auxilio y en breves instantes tendremos encima a toda la guardia de la ciudad. Debemos contar con el factor sorpresa para reducirlos y recuperar esa llave. – Confiaba en que el gigante K’Hlata accediera a su plan. No era una locura, podían hacerlo. Pero si a Ponzoña se le ocurría algo mejor, Sacamantecas era todo oídos. Sólo quería acabar con esa misión cuanto antes.

-Estoy de acuerdo -susurró-. Sabandija, Bimbawa, distraed a esos guardias. Que nos nos vean llegar a su espalda. Nada como una escena subida de tono para que unos guardias aburridos pierdan de vista su misión, como el glotón ante la melaza. Y puedes estar tranquila, Bimbawa. Sabandija te pagará tus servicios. Sacamantecas, no tendremos más que una oportunidad. Si dan la voz de alarma, estaremos perdidos. Lástima no haber contado con más tiempo. Quizá hubiéramos podido drogarlos. Vosotros, avanzad -ordenó a los dos improvisados actores-. ¿Listo?

Sacamantecas empezaba bien. Efectivamente Sabandija era pequeño y silencioso. Lo que no entendía el K´Hlata es  porqué era él el que tenía que distraer a los guardias. Lo lógico sería que Sacamantecas y Ponzoña distrajeran a los guardias mientras Bimbawa y él se acercaban sigilosamente por detrás.

- Pe...-Armado de valor iba a rebatir al guardaespaldas de Usurero, después de todo no era más que un seguidor de la Compañía, pero entonces intervino Ponzoña. Si al final Rastrojo iba atener razón. En la Compañía Negra debías ganarte los galones pro el tamaño de tus músculos pero no por el del cerebro.

¿Ahora sí que quieres que me escurra a cuatro pata? ¿Ya no soy un arrastrao?¿ Ya no es una técnica deshonrosa?- Todo eso le hubiera gustado decirle a Ponzoña pero se le quedó la boca seca y la lengua pastosa. Sabandija miró a la puta de pies a cabeza evaluando si le provocaba alguna reacción, como la que le había generado Sierra, la enorme mercenaria. Nada. Estaba claro que le gustaban más las mujeres grandes y ruidosas, que las pequeñas y sigilosas. El miedo a enfrentarse a aquellos dos brutos hizo que Sabandija se pusiese en camino. Agarró de la muñeca a Bimbawa y tiró de ella.

- Vamos.- En cuanto Sabandija se separó unos metros desapareció entre las sombras. Tal era su habilidad que era muy difícil seguir sus pasos incluso habiéndole visto partir. Le dieron ganas de dar con un canto en los dientes a Ponzoña y Sacamantecas y robar las llaves en las mismas narices de los guardias. Pero llevar a Biimbawa al lado le echaba para atrás. En el momento de empezar a actuar el porbe explorador de los Campamenteros no sabía ni por donde empezar. Alargó una mano para agarrar uno de los diminutos pechos de Boimbawa. Se sentía bueno al tacto  pero Sierra había llevado toda la iniciativa y así se quedó él. De pie, con una mano en un pecho de la puta y esperando que fuera ella la que gimiera o se le tirase encima.

Bimbawa miró hacia abajo, a la mano de Sabandija posada sin ningún tipo de pasión sobre el top que cubría sus pequeños senos.

Ains. Para llamar la atención me valía yo sola. No entiendo este plan.

Como un leopardo, la pequeña Bimbawa dió un salto y se quedó colgada de Sabandija, con las manos rodeando el cuello del soldado y las piernas a horcajadas en torno a la cintura. Los labios de Bimbawa se apretaban con fuerza contra los de Sabandija, tratándose de abrir paso, y en cuanto Bimbawa logró entreabrir la boca del Campamentero, metió lengua. Hasta la campanilla.

Para cuando al fin soltó a su presa, la prostituta empezó a jadear sonoramente, y a restregar los cuartos traseros contra Sabandija como una perra en celo. Había dos taparrabos de distancia entre sus genitales, pero también había mucha, mucha fricción.

¡Hijamo no kokoa tatsiguko domo!

¡Makiko soma kureobajashi!

Los guardias abandonaron su puesto, bajaron media docena de escalones y torcieron por la calle lateral hasta plantarse ante la pareja. Tenían cara de pocos amigos, aquel espectáculo no les estaba gustando. Iba contra la moralidad Nyueng Bao, o algo así. Era dificil entender lo que decían porque ni Bimbawa ni Sabandija conocían el idioma.

En ese momento, Sabandija vió acercarse por la espalda de los guardias, con el sonido de los pasos amortiguados por los jadeos de Bimbawa, a Sacamantecas y a Ponzoña. Sabandija trató de unirse a ese asalto sorpresa, pero por algún motivo no era tan sencillo pasar inadvertido cuando realizas prácticas sexuales en la calle. Sabandija no contaba con ninguna ventaja, tendría que atacar de frente.

Los jadeos de Bimbawa eran la niebla perfecta que oscurecía el avance de Ponzoña y Sacamantecas cuyos pasos resultaron sordos a oídos de los dos guardas, abstraídos en aquel juego que se traían la puta y Sabandija. Ponzoña apuntó a uno y luego a sí mismo indicando que sería su objetivo. Avanzó como un búfalo en la sabana, plena potencia con control y un destino. El impacto fue pleno y un ruido sordo fue el testigo de la caída del guardia con todo el peso de Ponzoña sobre él.

Acto seguido, y con intenciones de acabar con aquello del modo más rápido posible, le dio un soberano puñetazo con el objeto de dejarlo inconsciente.

Sacamantecas comprendió a la perfección las señas del K'Hlata que caminaba a su lado y asintió acercándose con sigilo hasta el segundo guardia. Por el rabillo del ojo pudo ver cómo la prostituta se restregaba contra el menudo Sabandija, y no pudo menos que reconocer que la jodida puta sabía lo que se hacía. Pasar un rato agradable con ella debía ser bastante ameno. Pero parpadeó y se obligó a centrarse de nuevo en lo que le tocaba.

Entrecruzó los dedos de ambas manos y se preparó para dar un golpe con fuerza en la nuca del guardia. Sospechaba que no lo mataría salvo que tuviera mala suerte... pero o le tumbaría o le dejaría como mínimo atontado. Y tras un par de segundos de expectación... PLAM. Los nudillos de Sacamantecas se estamparon contra el cogote del guardia, y antes incluso de que tuviera tiempo de reaccionar, el viejo rufián lanzó un segundo derechazo destinado a tumbar definitivamente a aquel guardia.

Era difícil concentrarse en lo que relamente habían ido a hacer allí cuando la actuación de Bimbawa comenzaba a hacer efecto en sabandija. Aquellos refrotes, a pesar de que la pequeñaja no fuera su tipo de mujer, le levantaron la lívido. Para cuando consiguió reunir las fuerzas necesarias para apartar a la puta de encima suyo ya llegaba tarde. Se lanzó como una leona a por su presa, viendo que ya Ponzoña se ensañaba con ella de forma trapera.

Todo pasó muy rápido. Sabandija remató al Nyueng Bao que Ponzoña se había encargado previamente de derribar y aturdir. El otro guardia sintió la mano de Sacamantecas, y luego los nudillos. Se tambaleó para darse la vuelta, pero solo lo suficiente para ver a Ponzoña a sus ocho. Bimbawa trató de imitar la técnica del rufián, y golpeó con el lateral de la mano la espalda del soldado, haciéndose ella misma un poco de daño.

El guardia estaba en las últimas, pero caería inconsciente con Honor. Su lanza se clavó en un rápido movimiento en el flanco derecho del torso de Ponzoña. Luego se desmayó en el frío suelo.

Bimbawa se apresuró a rebuscar entre las ropas de los dos hombres la llave de la jaula del padre de Kaiho. La prostituta salió de la calle lateral para llegar a las escaleras. Era tan bajita que no llegaba a la cerradura de la prisión colgante, así que solo le tendió la llave para que el Nyueng Bao la cogiese.

Me... ¿me estáis ayudando a escapar? ¿A mí?-el hombre tomó la llave y abrió su jaula, descolgándose hasta el suelo torpemente-Gracias... gracias, gracias, muchísimas gracias-repitió, entre reverencia y reverencia-. Sois estupendos. Mi nombre es Yugo. Era profesor de Palacio. Un día, el Shogun pidió tallarines para comer durante la clase, estornudó mientras tenía la boca llena y me reí sin poder contenerme. El Shogun me condenó a esta jaula para mi escarnio público, por la ofensa. Oh, cielos... no puedo creer que vuelva a ser libre. ¿Cómo podría pagároslo?

Éxito y fracaso. Como el león que caza en la sabana, sentía entre sus fauces las sangre del impala macho derribado, perdiendo su vida con un regusto salado y ferruginoso. Pero el dolor en el costado hablaba de la victoria póstuma de la gacela, de su cuerna clavada en su costillar, atravesando su pulmón, marcando su propio fin. Éxito y fracaso, fracaso y éxito.

Ponzoña se alzó, una mueca de dolor en su rostro, la sangre manando de su costado.

Sacamantecas no era un curandero ni un chamán, aunque había visto suficientes heridas como para saber que la de Ponzoña, aun sin ser grave, podría acarrearles problemas.

Se acercó al K'Hlata y rebuscó un trapo de entre sus posesiones, luego lo colocó sobre la herida de Ponzoña intentando presionar pero se percató de aquello no serviría de mucho. 

- Presiona ahí. - Indicó al Hiena. Luego miró a la prostituta. - ¡Tú! ¿Sabes algo de tratar heridas? - Preguntó con cierto tono autoritario.

Le señaló la herida de Ponzoña, indicando a la puta que se hiciera cargo de eso mientras el propio Sacamantecas se acercaba al prisionero liberado.

- Tienes que ayudarnos. - Dijo. No era una petición, aunque procuraba que no sonara tampoco como una orden. - El shogun tiene prisioneros a unos amigos y tenemos que liberarlos. Tienes que ayudarnos a entrar. -

- Nos ha enviado su hija.- Trató de dulcificar las palabras que Sacamantecas dirigía al prisionero liberado y a la vez asentía esperanzado en que la respuesta a su petición fuera afirmativa. Tenían que salvar a sus amigos y, con un poco de suerte, a Elefanta también. Mientras esperaba impaciente la respuesta vio a Ponzoña apretar la herida, y también los dientes por el dolor, que le había hecho el guardia con su lanza en un intento desesperado por defenderse. El explorador K´Hlata se miró su cuerpo fibroso y delgado, mucho menos musculado que el de Ponzoña, pero ileso. Disimuló su orgullo y se encaminó hacia el herido con intenciones de ver si podía ayudar. Sabandija había pasado herido tanto tiempo en la Compañía que había aprendido algo de lo que hacía Plumilla.

- ¿Es muy profundo?- Dijo levantando la improvisada venda y haciendo que la sangre volviera a fluir.- ¡Ups! Pe-perdón...yo no...- Trastabilló hacia atrás huyendo de la ira de Ponzoña y dejó a la puta que actuara.

¿Yo? ¿Pero qué se supone que voy a hacer yo? No pienso tocar a Ponzoña. ¿Has visto cómo sangra? Llevémosle de nuevo al escondrijo de Kaiho. Rastrojo está allí, y podrá curar a Ponzoña.

Más allá de la torpeza del chamán, Ponzoña no dejaba de ser el cruel tirano que ordenó todas esas veces a Rastrojo cavar letrinas. No era muy seguro que el mestizo accediese a curarle, y aunque lo hiciese, podría ser una estratagema para dejarle morir mientras finge que cura a Ponzoña. Además... si la herida seguía sangrando, Ponzoña no llegaría vivo hasta Rastrojo.