Partida Rol por web

Desde hace varios días, habéis estado viajando por un camino que serpenteaba por las praderas ondulantes de Campos Verdes. Cuando empieza a anochecer vislumbráis la ciudad de Verdosísima a tan sólo unas pocas millas de distancia. Pero... en lugar de la agradable y acogedora ciudad que esperabais, columnas de humo negro, gritos y llantos os dan la bienvenida. El Culto ha llegado antes que vosotros, la ciudad está en llamas; hay pequeñas figuras corriendo que son poco más que unos puntos en la distancia, y una criatura de alas oscuras ronda a baja altura sobre el torreón que se eleva en el centro de la ciudad. ¡Verdosísima está siendo atacada por un dragón!

Nada más llegar al poblado, cinco humanos salen de entre dos edificios a vuestra izquierda. Un hombre cojo y tres niños pequeños corren por la calle entre las sombras, y una mujer que porta un escudo redondo y una lanza rota, mira hacia atrás en la dirección de la que proceden. Ocho  Siete kóbolds salen del callejón siguiéndoles los talones y se abren en un abanico alrededor de la mujer, que parece decidida a retrasar a las criaturas el mayor tiempo posible.

La situación no podría haber empezado peor. No sólo la ciudad estaba siendo atacada nada más y nada menos que por un dragón, sino que 8 7 kobolds salieron de un callejón persiguiendo a un grupo de lugareños que huían. Una mujer les hacía frente, pero no tenía pinta de que fuera a durar mucho contra el grupo de criaturas. Una vez estuviera muerta, nosotros seríamos sus siguientes objetivos, y aquello ya no me gustaba tanto.

Vaya, parece que vamos a tener fiesta. - digo mientras saco mi espada corta.

No entraba en mis planes ser un paladín ni nada parecido, pero no esperaba aquel escenario, y la mujer podría tener información sobre la cantidad y la fuerza de los enemigos, además del dragón, si conseguía mantenerse con vida.

Un ataque frontal no sería lo más sensato, eso se lo dejaría a Fornund. yo preferiría intentar escabullirme por alguna sombra e intentar rodear al grupo. Ataques relámpagos por la espalda o el flanco.

¿Ayudamos a la mujer? Quizás pueda darnos información sobre el ataque a la ciudad. -miro al grupo - Si estáis dispuestos, intentaría rodearlos a ver si puedo cogerles por sorpresa.
 

El viaje por los Campos Verdes dura varios días, durante los cuales tengo la oportunidad de ir conociendo mejor a mis nuevos compañeros de viaje. Con el paso del tiempo, he llegado a apreciar la personalidad sencilla y espontánea de Keth, de quien finalmente he sabido que es un semiorco, la progenie de orcos y humanos. Aunque mirarlo a la cara me sigue recordando los horrores que viví no hace tanto tiempo en Ulthazar, ya no siento ningún recelo hacia él, pues bien ha demostrado sus buenas intenciones y la nobleza pura y sin tamizar que guarda en su interior. Por su parte, Tharkael nos ha sorprendido a todos más de una vez con su ingenioso sentido del humor y su talento natural para narrar historias cautivadoras. Es un diamante en bruto, lleno de talento y de potencial, y su sangre dracónida no resulta menos fascinante, si bien padece de los aspectos menos favorables del carácter juvenil, cosa por otro lado comprensible; ya tendrá tiempo de serenarse y centrarse. Samtharas es un alma muy afín a la mía, y tiene la virtud de ejemplificar sus loables valores en los aspectos más sencillos de lo cotidiano. De todos mis acompañantes, él es quien muestra más atención para con mi hijo Randrick, algo que agradezco de todo corazón. Por último, Durzo es el más hermético. Eficiente y pragmático, parece ver la vida desde el punto de vista más puramente funcional, lo que sin duda alguna es una virtud valiosa. Juntos formamos un buen equipo. Por el momento no ha surgido ninguna fricción en el grupo, lo que es de agradecer. El viaje resulta bastante agradable, y el buen clima nos acompaña la mayor parte del tiempo. Casi me hace olvidar el preocupante motivo por el cual lo hemos emprendido. ¿Qué nos deparará el futuro, en la localidad llamada Verdosísima?

Finalmente, tras remontar la última colina bañados por la mortecina luz del crepúsculo, alcanzamos a ver la ciudad… y el alma se me cae a los pies. La que esperaba iba a ser una apacible villa en mitad de un emplazamiento idílico presenta un aspecto descorazonador. Espiras de un humo negro y espeso opacan el cielo, atenuando el brillo de la luna. El fulgor rojizo de las llamas se divisa incluso desde esta distancia. ¿Es posible que Verdosísima haya sido atacada por el Culto del Dragón?

—Vamos, ¡aprisa! —exclamo inmediatamente, apretando el paso para llegar a la ciudad lo antes posible.

A medida que nos vamos aproximando, la situación va haciéndose más clara a mis ojos. La enorme sombra de un reptil alado que sobrevuela la ciudad no tarda en poner fin a mis dudas del peor modo posible. ¡Un dragón está arrasando todo el lugar, incendiando las granjas de las afueras! Corriendo ya, llegamos a la altura de las primeras casas. Allí somos testigos de una escena sumamente preocupante: un hombre de avanzada edad y tres niños están siendo perseguidos por un nutrido grupo de kobolds armados, mientras una mujer que esgrime el asta de una lanza rota como toda defensa se interpone en el camino de las viles criaturas, tratando de frenarlas. No aguantará mucho tiempo. Echo un vistazo a los alrededores, intentando evaluar la situación, notando cómo todos mis sentidos se ponen en pie. El tambor que late en mis entrañas golpea con la fuerza de un martillo.

Hemos de intervenir.

Durzo es el primero en hablar, preguntando si deberíamos ayudar o no. Lo miro, bastante sorprendido por el hecho de que lo dude siquiera. ¿Quién, pudiendo ayudar a alguien en claro peligro de muerte, decidiría no hacerlo, ya pudiese esa persona darnos información relativa a nuestra misión o no? Sin embargo, asiento con vehemencia cuando sugiere una aproximación táctica.

—Buena idea —concedo, mirando de nuevo al frente—. Keth, Samtharas, avanzad conmigo. Tharkael, quedaos en la retaguardia con Randrick y mirad cómo podéis ayudarnos desde ahí. Durzo, si podéis pasar inadvertido y pillarlos por sorpresa, mejor. —Levanto mi escudo y esgrimo mi pesado martillo de guerra. Mi mente es uno con Moradin. La victoria será nuestra—. ¡Adelante!

El viaje hacia Greenest había sido bastante tranquilo, pero cuando ya faltaba poco para llegar todo cambio. Aquella vision me traia los más desagradables recuerdos. 

Oh, no, no otra vez! Que no mueran más inocentes, por favor! Habrá algún sobreviviente?

-Amigos, esto es igual que lo que le hicieron a mi gente! Estos tipos no tienen misericordia! Debemos detenerlos!

Formund también estaba preocupado y se apresuró a llegar a la villa. Yo lo seguía. Al llegar vimos a una guerrera con su lanza rota intentando proteger a los sobrevivientes. Durzo sugiere ayudarla

-Por supuesto -dije mientras tomaba mi hacha- Debemos salvar a tantos como podamos!

Y luego me dirigí a la mujer

-Descanza, valiente guerrera. Lo has hecho bien. Ahora deja que los refuerzos den el golpe de gracia.

El viaje había permitido meditar los errores que causaron su sangre de dragón ante la serpiente blanca, terminando por asimilar poco a poco que precisará de pasar por alto su propia moralidad  al aceptar ayudar a Durzo en su misión. Tocando en ocasiones con las puntas de sus garras de la mano derecha aquel amuleto donde deberá de reportar detenidamente todo cuanto está ocurriendo en la misión. Pero al usar su humor y embaucar con bromas a cada uno de los presentes, pudo aliviar la frustración que siente consigo mismo al caer en arrogancia.

Esto si que es una gran mierda.

Los días pasaron y pensaba como sería la ciudad de Verdorisima, nada más encontrar el horror de los aldeanos al contemplar como son atacados por el Culto. Su sangre se hace evidente tras dejar salir el vapor helado por la nariz que solo es muestra de su rabia hacia sus enemigos cromáticos, pensando en ir con impulsividad a combatir aquellas criaturas hasta que el enano Paladín le da orden en mantenerse a distancia para apoyarlos con conjuros.

-Perfecto Maese Fornund..los apoyaré con conjuros a distancia-.

Asiente quedando en la retaguardia y decidido queda a un paso del pequeño Randrick mientras va ordenando poco a poco los conjuros que ha de utilizar. Pensando en que el rayo de escarcha será lo más eficiente para enfrentar a los Kobolds y decidiendo mantener una distancia de cinco. pasos de quienes han de ir al choque.

Bahamut...si estas ahí escucha mi pensamiento y guíanos en la batalla contra los demonios nigrománticos.

Durante la mayor parte del camino a Verdosísima ando absorto en mis pensamientos. No dejo de preguntarme cómo es posible que Icehauptannarthanyx conociese tan a fondo los planes del Culto del Dragón como para ser capaz de prever su siguiente movimiento. No es que dude de la sabiduría y los recursos de un dragón anciano para espiar a sus enemigos, pero me parece igualmente probable que tenga asuntos en común con ellos y ahora nos esté utilizando para traicionarlos. O a lo mejor sus intenciones sean más oscuras y desee conducirnos a una trampa por razones que desconozco.

También estoy intrigado respecto a la naturaleza del acuerdo al que pueda haber llegado con Durzo y Tharkael. Temo que haya podido ver en sus corazones y seleccionarlos por haberlos considerado más afines a sus objetivos. Tampoco ayuda el hecho de que ni el hombre ni el dracónido hayan compartido con nosotros ningún detalle sobre su conversación privada con la bestia. No he estimado conveniente acosarlos con preguntas, pues no es justo que sospeche de ellos sin evidencias, mas no puedo evitar sentirme afligido ante su silencio.

Afortunadamente, en el viaje no todo han sido preocupaciones. También he compartido momentos agradables, especialmente con Fornund y Keth. El enano tiene un encomiable sentido del deber y del honor, y su hijo Randrick es un curioso reflejo de estos mismos valores, pese a su corta edad. Por su parte, Keth es risueño y bondadoso, con una inocencia equiparable a su tamaño. Tharkael ha amenizado nuestro camino con interesantes y entretenidas historias, aunque no hemos tenido ocasión de mantener conversaciones de carácter más serio, y en cuanto a Durzo… Es reservado y misterioso, de eso no hay duda.

Al fin llegamos a Verdosísima. Fornund y yo estamos bromeando con Randrick, fingiendo que no lo vemos ni oímos, cuando de pronto dejo de sonreír. En vez del humo blanco que esperaría ver elevándose en columnas desde las chimeneas de un pequeño pueblo, lo que veo en el cielo es una densa y asfixiante humareda negra extendiéndose en todas direcciones. Avanzo hasta lo más alto de la loma y veo confirmados mis temores: ¡están atacando el pueblo!

El panorama es desolador. La gente grita y huye desesperadamente en medio de edificios en llamas mientras un dragón vuela en círculos sobre ellos, lenta y ominosamente. ¡El Culto del Dragón!

De repente, como salida de ninguna parte, una familia se cruza en nuestro camino, perseguida por un grupo de pequeños homínidos de rasgos dracónicos. Kobolds. Una mujer trata de cortarles el paso, pero supone un pobre desafío para ellos.

Oigo a Fornund dar algunas órdenes, pero mi mente apenas las registra. Todo ocurre muy rápido, y no hay tiempo para pensar.

Hemos de hacer algo ya.

{En cuanto pueda os pongo un mapa de la situación como habéis pedido.}

Intento rodear a los kobolds a través de la penumbra. En estos casos y para gente de mi oficio, estos escenarios con luz tenue, son una bendición. Cuando inicio el movimiento, oigo a Samtharas murmurar algo ininteligible. Estaba apunto de ver usar los poderes de un Dios a través de una persona.

Me agacho y me cubro aún más la cabeza y la cara con la capucha. y me aproximo al grupo. Un edificio medio derruido me sirve de escondite improvisado justo por detrás del grupo de kobolds. ¿A cuál debería atacar primero? Al del centro. Así los demás se sorprenderían, y probablemente hicieran un paso atrás de forma instintiva, desarmando al compacto grupo. Si Fornund jugaba bien sus cartas, podría atacar a un subgrupo de ellos separado del resto.

Con la espada en la mano, esperé que el clérigo acabara su salmodia.

En cuanto veo cómo Durzo se escabulle por detrás de las líneas de kobolds, comprendo que no hay vuelta atrás. Estoy en ese instante preciso en que el tiempo parece detenerse por completo, justo antes de que empiecen el choque de aceros, los gritos de agonía y la muerte. Nuestros enemigos son numerosos y hay almas inocentes en peligro.

«Lathander, que tu radiante luz guíe nuestros corazones en este día funesto».

Tomo un pequeño vial de agua bendita y, descorchándolo con el dedo pulgar, esparzo su contenido a mi alrededor mientras entono una plegaria al Señor del Alba. Cierro los ojos para sentir con más claridad la presencia de mi glorioso dios y elevo los brazos hacia el firmamento para recibir su bendición. Mi voz resuena con el poder divino, llenando de esperanza a todo aquel que la oye.

Miro a mis compañeros, y sé instintivamente que Lathander ha escuchado mi súplica. Agradecido, embrazo mi escudo y enarbolo mi maza, dispuesto a sumar mi brazo a esta lucha.

Sin aguardar ni un instante, arranco a correr en pos de la refriega. Alzo mi escudo, en el que se aprecia un elaborado relieve del yunque del Forjador de Almas, justo por debajo de la altura de los ojos, examinando a toda velocidad el campo de batalla. Siete kobolds se acercan amenazadoramente a la valerosa mujer que los arrostra con el extremo quebrado de una lanza en sus manos. Solo me hace falta mirarla fugazmente para evaluar su posición y darme cuenta de que la lugareña carece por completo de entrenamiento marcial. Escorándome ligeramente hacia la izquierda, paso corriendo junto a la aldeana en una carga silenciosa, oyendo el claro resonar de los anillos de mi cota de malla, meciéndose y golpeándose los unos a los otros en una canción de metal. Mientras me aproximo a toda velocidad, veo que Durzo ha logrado acceder a la retaguardia del grupo con sorprendente facilidad, y ya se encuentra enzarzado con una de las inmundas criaturas, aunque parece estar teniendo dificultades. Viendo su escasa protección, juzgo que podría beneficiarse de mi ayuda, y me dirijo en pos de él para prestarle mi auxilio.

De repente, oigo la clara voz de Samtharas elevarse por encima de la confusión, convirtiéndose en una poderosa declamación a Lathander, el Señor del Alba. Sin saber muy bien por qué, siento una súbita e inexplicable infusión de energía que fluye por mis músculos, engrasándolos como a una máquina de guerra, y sé sin lugar a dudas que su dios ha escuchado sus plegarias. Un milagro sobrecogedor. Parece que el humano no es solo un simple sacerdote, sino que se trata de uno de esos escasos clérigos capaces de comunicarse directamente con los dioses y obrar su voluntad en el mundo, algo verdaderamente admirable.

El kobold que se enfrenta a Durzo ya se encuentra lo bastante cerca como para arremeter. Con el rumor de la sangre atronando en mi cráneo, pongo fin a la carga afianzando mi pie adelantado en el suelo, clavándolo en el sitio y arrojando cascos de tierra negra en todas direcciones. Mi martillo de guerra traza un rápido y casi preternaturalmente preciso arco ascendente en el aire, yendo a estrellarse en la sien de la reptiliana criatura. El acero de la cabeza del martillo se hunde en el cráneo del kobold con un sonoro crujido, matándolo en el acto. Cuando su cuerpo se desploma en el suelo como un saco de huesos, me quedo mirando a Durzo durante un instante, asegurándome de que está bien. Luego hago un gesto de asentimiento y me doy la vuelta, preparado para hacer frente a otro kobold.

"¿¡No estáis con los asaltantes!?" os pregunta la mujer a gritos. "¡Benditos sean los dioses!" Sus ojos se iluminan, y la absoluta desesperación y resignación en su rostro se convierte en esperanza. Esta mujer estaba preparada para morir, para sacrificarse en pos de que al menos su marido y sus tres hijos salieran con vida. Os dedica una sonrisa y después mira con los ojos fugazmente hacia el fondo, donde se encuentran Randrick y Tharkael, y ahora su marido y tres hijos también. A salvo. Después, su mirada se endurece y se prepara para luchar contra los kobolds, ignorando el consejo de Keth de apartarse del fuego cruzado. "¡¡AAAAAARRGHHHH!!" acompañando a su alarido, realiza una lanzada con su arma rota.

Sin embargo no está entrenada para el combate, y el Kobold objetivo la esquiva con facilidad.

Que valiente es! Incluso ahora, con su lanza rota, ella sigue luchando! Y esas asquerosas lagartijas no muestran ni un poco de piedad! Están dispuestos a matarla como si fuera un insecto! Esto es imperdonable!

-Cobardes! Que no ven que esta desarmada! Ahora probarán un poco de mi hacha?!

No pude contener mi rabia. Corrí hacia donde estaba ella. A su izquierda había un kobold que sólo tenia apoyo por la derecha.

Aquí hay un punto débil!

-Toma esto!

La compañía derrotó a dos de los Kobolds en un ataque sorpresa, pero aún quedaban cinco, y estas criaturas sabían colaborar en equipo. No tenían ningún problema en enfrentarte a tantos humanos (y enanos) como aparacieran. Sin embargo, no se sintieron tan seguros tras ver a una enorme montaña, alta y colérica gritando hacia ellos: Keth, el semiorco bárbaro, se encontraba en una situación demasiado similar a la que había sufrido su pueblo. Su ira no tardó en alimentar la fuerza de sus puños, y hinchando todos los músculos, se preparó para resistir todos los golpes que los Kobold quisieran darle. El primer golpe ni siquiera acertó en el semiorco, ya que el Kobold estaba demasiado intimidado por él. Su compañero realizó un segundo golpe, que también falló. Sin embargo, la tercera estocada del Kobold acabó por perforar uno de los brazos del bárbaro, y el monstruo no se limitó a esto, sino que además tiró de la daga para hacer sangrar aún más al bárbaro. Sin embargo, poca sangre semiorca fue derramada, pues la piel del bárbaro era resistente, y su tenacidad, aún mayor.

Durzo tenía sus propios problemas. No uno, sino hasta tres de los Kobolds se lanzaron contra el humano pícaro, viendolo, quizá, como un objetivo más fácil que el bárbaro o el enano. Dos lo tenían cerca, pero el tercero estaba también cerca de Fornund. El Kobold no le prestó atención en absoluto, así que el enano tuvo la ocasión de realizar un ataque de oportunidad contra el monstruo. Su enorme martillo espachurró al Kobold, y éste no tuvo tiempo siquiera de lamentarse por el error cometido.

Los otros dos Kobolds se lanzaron furiosos contra el pícaro, y sus dagas se clavaron sobre él. Su constitución no era tan poderosa como la de Keth, y las heridas fueron profundas y sucias.

Los Kobolds están superándonos. Piensa piensa

De repente, un vapor helado brota de las fosas nasales, emanando una energía envolvente que va recorriendo poco a poco su cuerpo. Tras elevar su mano derecha y apuntando con el dedo índice, una especie de frío comienza a apoderarse de esa extremidad como si se tratara de una pequeña ventisca hasta convertirlo en un pequeño círculo color hielo el cual queda posicionado en la punta de su dedo.

Alatheron Mithros Barat.

Dice en idioma dragonido y de un momento a otro se dispara un rayo lineal de escarcha el cual a primera vista no parece ser del todo poderoso. A causa de ser un conjuro básico, siendo consciente que en este momento es la única manera en que podrá respaldar al grupo de aventureros.

El rayo se dirige hacia uno de los Kobolds que han decidido atacar a Durzo para darle el tiempo necesario de retirarse o que el clérigo pueda auxiliarlo.

Bahamut..guía este ataque contra los enemigos de tu causa.

Piensa con preocupación mientras observa como el rayo se dirige en dirección hacia los enemigos, buscando mantener su concentración y que este ataque no resulte en vano.