Partida Rol por web

Había ocasiones en que, durante ciertas noches, el corazón de James se encontraba en tal estado de alerta que le resultaba imposible dormir. A veces tenía la sensación de que se debía a ecos de eventos lejanos que llegaban a él a través de una maraña indescifrable de relaciones, otras que había una señal de algo grande, extraño y turbador que no era capaz de leer, fuera en el exterior o en el interior de sí mismo. Así fue la sensación que tuvo durante una fracción de segundo. Si hubiera estado durmiendo se habría despertado con un grito y cubierto de sudor. Estando despierto sintió una alarma indefinida y la sensación de algo inevitable, como si todo lo acontecido llevara inexorablemente hacia allí. Después un golpe que parecía venir de ninguna parte, repentino y potente, lo desestabilizó.

Por reflejo cubrió su rostro y su cabeza y cuando emergió de su propio escudo tardó un instante en comprender qué había podido pasar. Una explosión, un incendio. Paredes derruidas, cristales cubriéndolo todo, polvo, humo y fuego. Era su luz la que ahora iluminaba la escena, repentinamente pesadillesca. James tosió y agitó su cabeza aturdido y ante aquel último pensamiento buscó a su alrededor tratando de localizar a todo el mundo y en concreto a Shoshana. Aquello no era un sueño pero tal vez a ella podría parecérselo. Y no podía actuar como si fuera tal.

El corazón comenzó a golpearle el pecho con tanta fuerza que le dolían las costillas. Dio un paso y la asió con fuerza de la mano clavando en ella sus ojos con expresión desesperada. No pensaba soltarla hasta que no estuvieran fuera de allí. Y para eso necesitaban una ruta al exterior, rápida y segura.

—¡Seguidme! —dijo a ella y a todos mientras sus ojos buscaban con avidez a su alrededor volutas del humo y polvo, iluminados ahora fantasmagóricamente por las llamas cuya danza también había aprendido a leer. Chispazos, ráfagas de viento, sombras móviles. Todo lo que viraba cambiante al son de la destrucción podía indicarle el camino. Contempló con desesperación toda aquella devastación y sintió el dolor de la Ciudad como suyo.

—Puedo sacaros —miró a sus compañeros y luego a Red, buscando con determinación sus ojos más allá del reflejo de sus gafas.

«Ayúdanos, amiga mía» —rogó mentalmente a la Ciudad—. «Sácanos de aquí».

A la deflagración, el estruendo y el calor repentino que inundó el lugar donde estaban se le unió una sensación momentánea de que todo se ponía patas arriba. De que los delicados equilibrios que mantenían a la Ciudad Olvidada en pie se venían abajo y gemían con un chirrido que le traspasaba el cerebro. La enorme estructura trataba de recuperar el equilibrio, pero el fuego la devoraba, los puntos de tensión de las vigas cambiaban y los muros amenazaban con caer. El nivel de entropía aumentaba y Red sintió el esfuerzo de la Ciudad por sobrevivir. 

Entre el humo y el fuego escuchó la voz de James, diciendo que sabía dónde había una salida. Asintió. - ¡Guíanos! - exclamó, mientras había un gesto a Eve y Blue. No tenía demasiado por Eve, sabía cuidarse, probablemente mejor que todos ellos, pero no había visto a Blue nunca en una situación así. 

Por un momento pensó en abrir un portal. Estaba seguro de que podía teleportarse a su laboratorio, y razonablemente seguro de que podía dejar un portal abierto para que cruzase alguien más. Pero, ¿ocho personas? Dudó. Y la duda no es la mejor amiga para obrar magia. 

Se acercó a sus dos compañeras. - ¿Estáis bien? Tenemos que escapar, James dice que conoce el camino.

El caos que les rodeaba dio a James la respuesta que necesitaba, les señaló el camino, pero su imparable mutabilidad le trasmitió también la sensación de urgencia. Iba a ser difícil guiarlos a todos en ese infierno cambiante – que su don les señalara el mejor camino para seguir les guiaría a la salida pero, ¿podrían pasar todos a tiempo? – Sin duda solo trabajando juntos, cada uno con sus dones, lo lograrían.

Red también intuyó algo entre las llamas; cuando pensaba en abrir un portal le pareció ver surgir la forma de un rostro sin rasgos en un remolino de humo y fuego que cruzaba por el hueco desnudo de una de las ventanas, y en lo que parecía ser el centro de su frente un ojo que se abría, dejando ver, tras su negra pupila, la noche estrellada. La visión duró poco, y el “portal” aún menos, se cerró en lo que tardan en morir un par de parpadeos. Pero Red supo que podría escapar de allí, y que tal vez le diera tiempo a llevarse consigo a una sola persona - no pudo evitar pensar en Blue - y dudaba que pudieran salir los demás.  

Los gritos de los despertados se mezclan con los gritos de los muertos, que han brotado del suelo y las paredes como las malas hierbas que acompañan a las flores de fuego. 
Tengo los sentidos adormecidos, y todo se sucede a mi alrededor como el metraje de una película antigua, a fragmentos. El cielo se nos viene abajo, mis oídos se ensordecen con un rugido atronador, que me deja tan sólo con un hilo de tinnitus atravesándome el cerebro, acompañado por las voces de los espectros, que nos dan la bienvenida al infierno.
Porque es un infierno lo que se desata a nuestro alrededor.

Aturdida, me vuelvo hacia los demás, observando con fascinación la danza oscilante de las llamas, cómo en su sordo crepitar comienzan a devorarlo todo a su paso. La gente se mueve a mi alrededor, y siento que el calor me lame la piel, me retuerce el cabello, me arranca humo de la ropa. Sólo una mirada de determinación de James, que capto entre el humo y el fuego, me obliga a moverme hacia adelante, a seguirle. 

-[...] sueños.*

El tiempo se enrareció. 

El resto no pudo verlo, ya que la onda le hizo cerrar los ojos y la empujó, con suerte, contra el sofá. Sintió un lametazo profundo y agobiante de calor que robaba la respiración y sus pupilas marrones se iluminaron con el color de la llama. 

Al alzar una mano vio una mancha oscura que contrastaba con el color brillante de su piel, que ahora se veía de color naranja. Hizo un rozamiento de manos, como si quisiera limpiarse el polvo, pero descubrió su propia sangre. Instintivamente miró hacia sí para encontrar solo un par de cortes superficiales. Uno de los cristales que la había rajado descansaba, amplio y limpio, sobre su pierna. Lo cogió con asco y lo estampó lejos de sí. 

James y Red habían dicho algo pero no les había oído. Se chupó un dedo y se lo metió en la oreja. Se hurgó dentro del oído para dejar de escuchar el pitido ambiente que la iba acompañando desde la explosión. Cuando se liberó el tapón fue como apagar el estractor de aire. Su mente se relajó y se amplió su percepción de aquello que la rodeaba. Pero en lugar de calma y una deliciosa comida ya servida, lo que se oía era el crepitar del fuego en toda su magnitud.

¿Estáis bien? Tenemos que escapar, James dice que conoce el camino.

La voz de Red se le presentó con potencia. ¿Quién es James? pensó del único invisible que se había presentado con su nombre. La rubia empezó a negar con el rostro mientras Redmond hablaba. Le miró con determinación.

- Id vosotros. Yo no me voy sin luchar - Se apartó de sus compañeros y de cualquier otro, encarándose con las propias llamas. En aquel momento podría haber hecho que el fuego dejara de consumir, o de quemar o de hacer cualquiera de las cosas peligrosas que el fuego hace. Pero no lo hizo. Centró su mirada en el fuego, o en algo más allá de él. Su postura era firme y tensa. Parecía simplemente de pie, pero pocos aguantarían manteniendo los músculos como ella hacía. Las heridas, tensadas, no parecían molestarla ni evitar que su mirada se localizara en un punto exacto. Inhaló un aliento caliente y lo exhaló muy lentamente. Unió sus pulgares con los dedos corazón y frunció el ceño. Parecía demandar algo.

La visión de su avatar, como una premonición, le indicó un modo de escapar de allí. Era posible abrir un portal, gracias a la cambiante naturaleza de la Ciudad Olvidada. Red sentía que la magia de movimiento y transporte se vería beneficiada por la resonancia especial de este lugar. 

Pero no podía llevarse a todos con él. A uno, como mucho. Podía intentar abrir varios portales, pero eso sería agotador y sentía que, en algún momento, fallaría. Y escapar con Blue era un pensamiento tentador pero, ¿abandonar a Eve y al resto a su suerte? No era eso a lo que habían venido aquí. Habían venido a forjar una alianza, un frente común, y marcharse a la primera dificultad no parecía ser el mejor modo de materializar esa aún muy incipiente sociedad.

No, tocaba permanecer unidos. Y, mientras tanto, prepararse para lo peor. Si por alguna razón se quedaban separados, o alguien no podía seguir, podía intentar abrir un portal. Pero cada uno de ellos tendría que ser específico. Miró a su alrededor y, casi sin pensarlo, comenzó a realizar cálculos matemáticos. Podía sentir los lugares más apropiados para crear los portales, y los cálculos generales podían ir realizándose. Pero a la hora de la verdad, necesitaría pararse y ser mucho más concreto. Mientras avanzaba para seguir a James, comenzó a murmurar fórmulas matemáticas y otro tipo de cálculos. Cambiantes, aún no del todo concretados. Pero ya iniciados, por lo que pudiera pasar.

Y en ese momento, Eve reveló que no tenía pensado escapar a ningún sitio, sino quedarse y enfrentarse a quien fuera. - ¿Pero qué dices? - preguntó Red, enfadado. - ¡La Ciudad entera puede derrumbarse en cualquier momento! ¡Es demasiado peligroso! Tenemos que salir de aquí, ya buscaremos después al culpable.

Cómo en el peor de los presagios el mundo de los Invisibles se había tornado en pesadilla, y tras tirarse al suelo y protegerse como un ovillo de la lluvia de cristales Penélope se quedó un momento petrificada. La voz de James la sacó del estupor, como un faro en una noche de tormenta.

Aun en el suelo, la chamana se arrastró hasta la mesa y sacó de un cajón algunas cosas que metió en el bolsillo de la sudadera. Después se acercó a las llamas, en cuclillas y con la mano extendida, haciendo ruiditos como si estuviera llamando a un gatito escondido entre los arbustos. Algo se movió en el fuego, y de repente salió de él una pequeña salamandra flamígera que reptó hasta su palma abierta. Le dijo algo al oído, y el animalillo salió corriendo y empezó a alimentarse de las llamas que les rodeaban y amenazaban con devorarlos a ellos, atenuándolas un poco, y haciéndose a cada bocado un poquito más grande.

- Nos ayudará a allanar al camino – dijo, mirando primero alrededor como si pudiera ver algo a través de las llamas, y luego a sus compañeros para cerciorarse de que estaban bien. Buscó los ojos de Oz, y su propia mirada mostraba la pena y el terror por lo que estaba pasando, pero también una chispa de esperanza y determinación, pues sabía que con la ayuda de todos podrían escapar de allí con vida.

Iba a decir a James que lo seguían y entonces dudó un instante, pues la chica rubia se había plantado delante de las llamas, dispuesta a averiguar qué era a aquello a lo que se enfrentaban para encararlo. Con esa idea en mente Eve siguió el rastro de la energía hasta encontrar su fuente. No pudo verlo con claridad, pues era tal el infierno que se había desatado (seguramente avivado por algún producto inflamable) que la ciudad entera se consumía… sin embargo le pareció que el fuego podría venir de una de las esquinas, tal vez de varias, o de todas al mismo tiempo.

Es increíble todo lo que uno puede pensar en un instante… Definitivamente si hay algo que está atado al tiempo, es nuestro cuerpo y si hay algo que no está atado al tiempo, es la mente, esta solo obedece a lo material cuando lo físico le hace olvidar su esencia; si la mente es libre, el cuerpo lo es también, he allí el verdadero secreto que muchos olvidan.

El primer instinto de Vesper es retroceder ante el estallido, su movimiento queda consumido por el impacto de la explosión que la empuja hacia atrás y la envía directo al suelo, su mente queda girando anclada al sonido de la Ciudad que como un animal agonizante aúlla de dolor, la vibración de las ondas de expansión que se unen a las volutas de humo y remolinos de fuego.

Por inercia su mente desea retroceder y puede sentir los hilos del pasado próximo tirando fuertemente de ella, por un instante mientras se pone de pie como accionada por un resorte -el instinto de supervivencia, le dicen- la tentación de intentar volver el tiempo atrás, ese frágil y a la vez tan fuerte concepto, es casi irresistible. Quiere ver quién ha sido el hijo de puta que se compró todos los boletos de la entropía en su próximo juego de ruleta rusa pero no, todavía no.

Piensa Blue, primero hay que salir.

-Estoy bien -dijo a Red pero lo cierto es que sentía varias partes que le escocían. -¡Eve! Juntas podemos averiguar quién ha sido, pero primero salgamos no servirá de nada que lo sepas si luego mueres -gritó por encima del fuego, luego comenzó a escudriñar a su alrededor mientras caminaba hacia James -¡Sigámoslo!

Habría respondido a la petición de Eve con alguna risotada tarda y estaba tomando carrerilla mental para invitarla a que se pasara a dormir con ella alguna noche.

Guiñó los ojos muy fuerte.

*

Desorientada, miró la cara de James con pasmo y se agarró con fuerza a su mano dispuesta a no soltarse nunca jamás. Sentía el eco de la explosión como un pulso de dolor en sus tímpanos y el calor del fuego en las mejillas. En cuanto él giró la vista al frente con ánimo de avanzar ella miró a su alrededor. Aquello se parecía mucho a un asoñizaje pero su cuerpo le decía a gritos que no estaba en una pesadilla.

Alguna que otra vez había cambiado la vigilia pero nunca por su voluntad. Todo lo suelta para la magia que era dormida, lo tenía de temerosa despierta. Tenía motivos de sobra para ser cautelosa por lo que nunca se había decidido a experimentar. Pero era ahora o nunca.

Esto es un sueño.

No lo pensaba en absoluto como una negación sino quizá todo lo contrario, una reivindicación a la realidad para que por un momento se quitara el severo velo que gustaba vestir en la vigilia y se dejara hacer.

Se tomó el hechizo de Penélope como una respuesta y eso la animó. Recordando el pelo amarillo de Eve alzó una mano y abrió los dedos centrándose en la sensación del aire que, removido por las diferencias de temperatura, nutría las llamas. Si fuera un sueño ella no intentaría extinguir el fuego, al menos no así, por las buenas. Era preferible formar surcos en el aire para peinar las llamas. Trenzarlas convirtiendo su camino en un túnel seguro. Y así lo trató de hacer.

Vista desde fuera podría parecer una loca cazando moscas con una mano mientras James tiraba de ella.

No supo ver. 

Algo se desprendió del techo y soltó un soplido de ascuas frente al rostro de Eve. Ella, rabiando, respondió a su frustración y al propio fuego gruñendo y mostrando los dientes, antes de apartarse. Como un felino con el vello erizado. 

Red y Blue le espetaron casi a la vez y ella no pudo hacer más que escucharles y obedecer. Mientras avanzaba tuvo que esquivar a la salamandra de Penélope, que correteaba por el suelo. Puso cara de asco mientras se acercaba con rapidez hacia los demás. Había algo a veces grimoso e incontrolable en los trucos de Penélope que le causaba rechazo. Eso y las veces que la había visto puesta hasta las cejas, cuando a Eve ya se le pasaban los efectos de la droga. Pensaba en ella como una pobre adicta. Para la rubia cualquiera podía ser adicto y caer en el pozo de la droga sin remedio, menos ella misma. 

Seguir al alto y luego patear culos fuera.

El alto. No se había fijado hasta ahora en ese chaval tan grandote. Bonita espalda, pensó, totalmente fuera de contexto. 

Un pestañeo cuando la partitura se detuvo durante un instante, pero las alarmas se encendieron demasiado tarde. El rojo y el naranja tronaron en sus oídos, lo ensordecieron y cegaron durante unos segundos preciosos, y cuando su visión se aclaró el fuego ya no estaba dentro de su mente, sino a su alrededor. Oz jadeó, se puso en pie y su mirada buscó de inmediato a Penélope, priorizando de modo instintivo en medio de la catástrofe. Una vez localizada, buscó a los otros. Escuchó a James, escuchó todas sus voces. Caos. Rebeldía. Miedo. 

Había estado pensando en enraizarse, en aferrarse a un lugar por primera vez. Y ahora ese lugar se consumía y se retorcía en el fuego. De repente, el lugar no importaba tanto como la vida. Dio un paso para seguir a los demás, pero titubeó antes de completar el movimiento. Podía desprenderse de todo, estaba acostumbrado a viajar ligero de equipaje, pero había una cosa que no podía dejar atrás, pues era ancla y símbolo, pasado y presente. Miró a Penélope y seguramente ella, que lo conocía tan bien, ya sabía qué era lo que le estaba pasando por la mente cuando negó con la cabeza.

—Ahora voy. No puedo dejarlo. 

Respiró profundo y cerró sus oídos a las voces, enfocando su consciencia en el crepitar de las llamas. Había una melodía salvaje, preternatural, en ellas, para quien sabía escuchar. Empezó a mover los brazos, dibujando una esfera perfecta, cuyas medidas crecían como lo hacía la armonía del sonido del fuego. Y, a medida que sus dedos se movían en gestos cada vez más amplios, una estela rojiza hacía crepitar el aire tras ellos. El ruido del incendio empezaba a cobrar otro cariz, empezaba a parecer música.

El aire vibra como entrando en resonancia con los bajos de una melodía invisible, la imagen de Oz se va difuminando, haciéndose borrosa para enfocarse de nuevo hasta mostrar dentro del círculo una escena distinta. El cello que descansa en el refugio de OZ aparece a la vista de todos, y este no tiene más que abrazarlo para traerlo con ellos. La imagen del ático se encoge hasta desaparecer, pero el codiciado instrumento permanece entre sus brazos, un poco sucio por el humo, pero intacto. El músico alarga el brazo derecho para recoger el arco y pasa la mano izquierda con suavidad por las cuerdas, acariciándolas, antes de colocar los dedos e inspirar profundamente para empezar a tocar una desgarradora melodía. El círculo se vuelve a abrir al son de las notas, para mostrar ahora el mostrador de la casa de empeños en el que el instrumento ha descansado tantas veces, lo coloca con cuidado en el suelo, y cuando se incorpora ha desaparecido tal como había llegado.

Las imágenes se agolpan en la visión de Vesper, danzando al son de las llamas. Distintas escenas de la huida cruzan su mente, mostrando distintos desenlaces, algunos fatales, otros exitosos. Las indicaciones de James los llevan a la salida, pero deben tener cuidado, pues con el nivel de entropía desatada el recorrido cambia al segundo, y una vía segura para James y quizás algún otro puede ser fatal para el resto. Ve venirse el techo abajo, una explosión repentina, o una pasarela que se derrumba… pero también cómo entre todos con su Magia consiguen sortear los peligros.

Si embargo hay algo a parte del camino sembrado de trampas que enciende todas las alarmas. Es el rostro de la muerte entre las llamas, un rostro de brillante metal cromado y ojos eléctricos.

Como si pudiera escudriñar todo lo que acontecía en el universo Vesper se cubrió los ojos un breve instante con las palmas de sus manos para fijar su atención por más que no fueran los físicos los que recibían las imágenes, sino su mente o su visión etérica -Podemos lograr salir todos juntos, pero debemos trabajar en equipo con nuestros talentos -dijo en voz alta. Su última visión la hizo cortar una exhalación de modo que sonó casi a un quejido -Veo la máscara de la muerte y parece una especie de robot con símbolos escritos sobre él -se puso firme enderezándose de pronto y apartó las manos de su rostro -Nos han enviado a una fuerza para acabar con nosotros... debemos ser muy cuidadosos -se adelantó un par de pasos sin perder más tiempo -Avancemos, vigilaré los resultados de las decisiones que tomemos para que nos beneficien a todos, o al menos haré mi mejor esfuerzo... La fuerza que nos han enviado parece dinámica -convino con un desliz de dubitación en su voz, esperaba que esa cosa no les tendiera trampas.

La situación se hace aún más caótica. Los movimientos mágicos de todos los presentes, algunos buscando la huída, otros buscando al causante, dejan un rastro brillante entre la humareda y las llamas. Mis oídos se van despejando poco a poco, pero aún continúo aturdida, mareada por el humo, zarandeada por las circunstancias.

Tenemos que salir de aquí, pero el fuego está empezando a escalar al piso de arriba, y el suelo empieza a desquebrajarse en los lugares más endebles. En cualquier momento podemos dar un paso en falso y convertir esta excursión hacia la salida en una escena de película de terror. Intento mirar a los espíritus, ver sus patrones, analizar cómo se mueven en función del lugar donde se encuentren, como un ciego reconoce un espacio vacío por la ausencia de sonido, yo intento averiguar qué elementos son más propensos a caer bajo la acción del incendio.

Sin más dilación avanzaron, siguiendo a James, por el fantástico túnel de llamas que Shoshana iba trenzando a su paso. Era como si estuvieran bajo un acuario, salvo por el calor, ya que, en lugar de agua, estaban rodeados por el fuego que danzaba en corrientes dibujadas por los pequeños dedos de la Soñadora. A la salamandra de Penélope no le hizo mucha gracia, pues la barrera de energía le impedía llegar a su alimento. Se plantó delante de Shoshana con cara de enfado, los ojos ardiendo de rabia. Le pareció oír, incluso, cómo la regañaba con una voz de crepitar de brasas, antes de salir disparada para darse un banquete con lo que hubiera delante. Ya tenía el tamaño de un ratoncillo.

Para Margotte, sin embargo, el escenario no era un espectáculo de túneles fantásticos y pokémon, pues ella observaba lo que ocurría a través de los ojos de la muerte.

La Ciudad Olvidada había parecido en el submundo un edificio fantasma hasta ese día, traslúcido a la luz del Olvido, una puerta con el mundo de los vivos que al ser destruida cobraba ahora sustancia al otro lado. Un evento como tal atraía a los espectros, que como aves carroñeras llegaban dispuestas a rapiñar lo que pudieran para obtener materias primas de las estructuras, que en su mundo “cobraban vida” al ser destruidas en este.

Psycophompe los veía, y veía también la tempestad de muerte en las corrientes de entropía que traían las llamas, y cómo estas incrementaban los signos de la decadencia e inminente destrucción en lo que les rodeaba, con lo que podía determinar qué pared o qué escalera estaba a punto de colapsar, si estaba atenta.

El camino por el que los llevaba James se veía claro para ella, el músico callejero los guiaba con pericia por el laberinto en llamas, siguiendo las señales cambiantes del humo, las ascuas flotando en el aire, y las cenizas que le indicaban la ruta más segura. Pero tal cómo había predicho Blue, el caos a veces traía peligros inesperados que no estaban allí cuando James tomaba un camino en las encrucijadas, y podían ocurrir una vez que los primeros habían pasado indemnes.  

Salieron del salón por unas escaleras, y de ahí una huida frenética hacia arriba hasta llegar a la azotea. La visión del incendio desde las alturas les sobrecogió…

El fuego rodeaba por completo la Cuidad Olvidada, era más potente en los vértices, pero se extendía por toda la superficie del complejo, y ellos estaban en el centro.

Continuaron hasta la parte media de la cornisa en uno de los laterales del edificio, el camino estaba libre de peligros y tuvieron un poco de respiro, aunque les empezaba a rodear el humo que despedían las hogueras en los pisos inferiores.

James se asomó al vacío, el siguiente paso era saltar a una pasarela flotante que comunicaba con otro de los edificios, unos metros más abajo. Margotte observó también, y le pareció que aguantaría, pero debían darse prisa pues las llamas empezaban a lamer la base del puente.