Partida Rol por web

La siguiente etapa de su alocada huida parecía un poco arriesgada. La gente empezó a intentar saltar por la ventana, pero un paso en falso significaría una caída bastante mala... quizá habría que pensar en poner algo debajo. A lo lejos vio un colchón increíblemente sucio, pero bastante grueso. Por los alrededores había también una cantidad absurda de ropa tirada, aunque es cierto que comenzaba a humear un poco. Y había un montón de bolsas de basura amontonadas en una esquina.

Mientras pensaba en empezar a mover objetos, se dio cuenta de que James había saltado sin mucha dificultad, pero que Margotte... mierda, Margotte no lo iba a conseguir; no había logrado el impulso suficiente. Escuchó a la chica del pelo rapado gritar y hacer un movimiento extraño hacia su compañera, pero no se lo pensó antes de empezar a mover objetos. - ¡Talmed Vangraphdon! - Ejecutó un pase mágico con su mano, apuntando hacia el sofá. Movió la otra mano como agarrándolo y el objeto voló por los aires y se puso justo debajo de Margotte. - ¡Medpa Gedgraph Gisgmedfam! - Otro movimiento de los brazos y las bolsas de basura comenzaron a volar y ponerse sobre el colchón. Bolsas y más bolsas, algunas abriéndose antes de llegar a ponerse en su lugar. Quiso mover la ropa, pero no daba tiempo, Margotte se estaba ya precipitando al vacío. - ¡Famvanun Vangraph! - Apuntó a Margotte y modificó levemente las posibilidades para que cayera lo mejor posible sobre el montón de basura, las bolsas y el colchón.

Margotte se dispone a bajar, pone un pie en el marco de la ventana y, cuando va a apoyar el segundo, el primero resbala hacia dentro… el súbito movimiento hace que se desequilibre y pierda agarre en las manos y el pie acaba estampándose en le cara de James que aguarda en el interior del corredor para ayudarla. Margotte cae y se queda enganchada un momento por el ángulo de la rodilla, dándose la vuelta y golpeándose la cabeza duramente con la chapa. James, aunque algo aturdido, se lanza casi sin mirar para intentar agarrarla, su mano encuentra su pierna y la sujeta un momento a la altura del tobillo, pero el peso y la inercia hacen que se le escurra entre los dedos y se precipite al vacío.

La pequeña Shoshana también hace un intento desesperado por pararla, siente como su gesto hace que se frene un poco, pero de igual modo se le escapa…

Han conseguido, sin embargo, retenerla el tiempo suficiente para que Red coloque la pila de desechos bajo ella, quince metros más abajo. En un principio parece que Margotte va a estamparse contra el suelo con la cabeza por delante, pero en el último instante su cuerpo se gira, para caer espaldas y con los brazos abiertos en cruz sobre el colchón cubierto de basura*  

El vacío. El vacío a mi espalda se convierte en un salto en mis tripas, en un vacío en mi cabeza, en la adrenalina pinchando todos los dedos de mis manos y mis pies, y en una expresión de absoluto desconcierto en mi rostro. 

¿En serio estoy cayendo al vacío?

Casi puedo oír las risas de los espíritus cuando les cuente por qué he llegado al final al otro lado. 
La caída es extraña, no es como aterrizar después de un gran salto, sino más bien como zambullirse en una piscina, ya que el aire se vuelve denso a momentos, y me deslizo a través de él a una velocidad impropia de la física. 
Cierro los ojos y extiendo los brazos a ambos lados de mi cuerpo. Si tengo que morir, al menos dejaré una bella impronta donde quiera que caiga. 

Caigo. 

Y aterrizo.

O morir reventada contra el suelo es bastante más incómodo que doloroso, o me he convertido en una muñeca de trapo que ha quedado desmadejada contra algo. Porque eso es lo que siento. Un golpe sordo contra la espalda y la cabeza, mis miembros saliendo disparados en todas direcciones de forma muy poco grácil, mi cadera hundiéndose contra algo crujiente. Siento que se reabren alguno de los cortes de mis brazos debido al golpe, y es el escozor lo que me indica que aún sigo viva. Lanzo un jadeo al aire, intentando recuperar, de una bocanada, el aire que se me ha escapado de los pulmones en el golpe. 
Boqueo durante unos segundos, intentando incorporarme de... ¿qué es esto? El olor a humo y fuego lo enmascara lo suficiente como para que haya tardado unos segundos en darme cuenta de que se trata de basura.
Menos mal que no me he muerto. Imagina ir con el chisme de que has resbalado de una ventana y has ido a morir a un montón de bolsas de basura. El más allá hubiese sido un verdadero infierno.

Con un gemido de dolor me pongo en pie lentamente, sintiendo cómo todos los huesos de mi cuerpo se alzan en protesta. Sí, contadme ese cuento cuando no estemos a punto de morir calcinados.

-Estoy bien -jadeo hacia arriba, acariciándome la cadera como si fuera una anciana.

Se había asomado con los demás, para analizar el camino que señalaban Margotte y James, y estaba valorando el mejor modo de llegar hasta la ventana cuando vio a Psychopompe precipitarse por el borde. Contuvo el aliento y alargó la mano en el aire, pero estaba demasiado lejos de ella como para rozarla siquiera. Sus pupilas se dilataron mientras Red movía la partitura y exhaló el aliento al ver que la chica caía en blando. 

Aún así, no se quedó tranquilo hasta escuchar su voz diciendo que estaba bien. Le parecía tan frágil como una muñequita de porcelana. 

—Hay que subirla —señaló.

Respiró despacio y movió los brazos acariciando el aire. Al vaciar sus pulmones lo hizo frunciendo los labios, de modo que un silbido salió de ellos, sintonizando de algún modo su sonido con la melodía del fuego que los rodeaba. Volvió a tomar aire en un silencio y un nuevo silbido empezó a modular el espacio entre ellos y Margotte. 

Buscó la mirada de Eve primero y la de Shoshana después. Las conocía a las dos y sabía que podían trabajar en equipo. 

—Ayudadme —pidió, antes de coger aire de nuevo, preparándose para el tercer silbido. Las fuerzas que rodeaban a la francesa empezaban a vibrar, cambiando, moldeándose con la partitura. Y cuando Oz silbó por tercera vez esa sucesión de notas largas la basura debajo de la chica tembló, reaccionando al efecto. 

Observaba el espacio a su alrededor, moviéndose llevada aun por la inercia y la energía que había comenzado a acumular en el edificio y que no había hecho sino aumentar con su caída por el tobogán. Sacudió un poco sus extremidades, para no dejar de sentir ese calor interno. Con la punta de sus dedos se acariciaba el picor de la palma ahí donde le había chocado Penélope. 

Tras ver el espacio, Eve se crujió el cuello. Estaba a punto de hacerse un obelisco en Spiderman: Homecoming para entrar en el puente cuando saltaron las alarmas. Le dio tiempo a asomarse para ver a Margotte flotando sobre un colchón como un Jesucristo oscuro. Más que eso; con todo el atrezzo de basura, las bolsas y las llamas por detrás podría ser el nuevo mesías demoníaco de una nueva religión. O una versión posmoderna de Aladdín. 

Dos vibraciones intensas hicieron que su mente se centrara y ascendiera, perdida como estaba en la imagen de Margotte. 

Ayudadme

Eve espabiló. Bastante lento había reaccionado hasta ahora. Se acercó al rubio y observó la leve tensión de sus labios y garganta. Se colocó en dos zancadas detrás de él. Quería sentir lo que ya había visto alguna vez antes del muchacho, que era un salvaje con los sonidos. Cerró los ojos y casi sintió como si la vibración del silbido de Oz daba la vuelta desde sus labios y le movía el pelo. Ladeó la cabeza mientras alzaba las manos y estiraba los brazos. Su pose podría ser descrita como mitad postura de yoga y mitad baile liberado. Mientras bajaba las manos y doblaba levemente las rodillas, Eve se perdía en el silbido del rubio. Su forma de moverse conjugaba de una manera extraña un movimiento aprendido, repetido y disciplinado, con una flojera en las articulaciones que le daba un aire de danza contemporánea. 

Soy el silbido

del fuego

que sube.

Se asomó. El panorama no pintaba bien. Si no la subían no habría servido de mucho haberla salvado de la caída.

Tuvo el impulso de sugerir que todos se quitaran los pantalones para hacer una cuerda con ellos pero por suerte para todos Oz se le adelantó.

No estaba muy segura de cómo podría ayudarle hasta que no vio a Eve y su pose de bailarina de danza contemporánea. La "imitó" aunque a ella le quedó más bien como una rana levitante con las piernas rotas.

Pensando en qué versos decir metió los labios hacia adentro y frunció el ceño.

Mierda.

—Sube que sube… ¡Sube!

Sintió un ramalazo de energía, como si las palabras estuvieran hechas de café. A shoshana le subía el café como si fuera cocaína.

—¡Iaaaa!

En el momento en el que Margotte cayó Blue sintió que ya había visto la escena. Era como en un déjà vu, pero ahora lo vivía todo como a cámara lenta. Oía en su mente las manecillas de su reloj de bolsillo, tic-tac, tic-tac… enmudeciendo cualquier otro sonido y sentía, por primera vez en su vida, que sería capaz de retenerlas, e incluso hacerlas volver atrás unos segundos.

La visión pasó para ocurrir otra vez a la velocidad normal hasta el surrealista desenlace; Psycophompe, la frágil novia de la muerte, ascendiendo entre el humo y el fuego acunada por un colchón lleno de basura. En un principio había empezado a levitar en pequeñas ascensiones, como si hubiera entrado en resonancia con las vibraciones de los silbidos del músico, para después subir con decisión empujada por la cafeína de Shoshana, hasta deteneberse a la altura de la ventana en la que James esperaba.  

Si cuando un objeto valioso se nos escurre de la manos sentimos que algo en nuestro interior se precipita detrás —casi como si el corazón mismo se nos soltara del pecho de pronto arrastrado también por la gravedad—, sentir que Margotte caía al vacío de entre sus manos hizo que el mundo entero de James diera un vuelco.

Vencido hacia adelante a través de aquella ventana, con el estómago completamente encogido, el brazo que había agarrado a la chica se estiraba hacia el vacío tratando inútilmente de alcanzarla todavía en un acto de incredulidad. La vio caer y un instante después cerró los ojos con tanta fuerza como sus puños. La voz de Red y aquellas palabras incomprensibles parecían llegar a sus oídos después de haber sido pronunciadas, como si en el momento en que todo ocurría le hubiera sido imposible asimilarlo. Se había echado hacia atrás, alejándose un paso de la ventana mientras se llevaba las manos al rostro y sentía que la fuerza de las piernas le abandonaba cayendo de rodillas al suelo que podía sentir caliente.

Pero entonces oyó la voz de la francesa diciendo "estoy bien" y buscando el apoyo de la pared se levantó para verla echada en un colchón de basura que hacía un instante no estaba allí.

Mientras miraba a Psychopompe levantarse tan atónito como aliviado, oyó voces que venían de arriba, silbidos y un grito de Shoshana, ante los cuales la cama improvisada que había salvado la vida a su amiga comenzó a elevarse hasta dejarla frente a él.

No esperó ni un instante. En cuanto llegó frente a él, la agarró con una fuerza seguramente innecesaria y la introdujo en la pasarela. Los ojos de James brillaban como si estuviera al borde del delirio. Una sonrisa inquieta le contraía los labios.

—Joder, Margotte, ¿tenías prisa por marcharte con tus colegas o qué? —intentó sonar jocoso pero la voz le salió convulsa.

Antes de dejar que le respondiera con alguna de esas frases ingeniosas suyas con que parecía que la vida no fuera con ella, la abrazó con fuerza.

Después se acercó de nuevo a la ventana dispuesto a que el siguiente no se le escapara de entre los dedos.

Shoshana dio un salto de alegría y se dispuso a bajar estirando los brazos para dejarse ayudar. Había estado tentada a hacerlo volando como una superheroína y presentarse ante James levitando en el aire, con una sonrisa de "soy la más guay ¿te vienes a dar una vuelta?" Como Superman había hecho antes que ella cuando se llevó a pasear a Lois Lane.

Pero claro, ella no iba a ser menos: tenía que hacerse un traje. Se imaginó una faldita corta, camiseta ceñida típica y mallas blancas, botas rosas y, sobre todo, una media capa también rosa, con unos pequeños galones dorados o algo que diera un poco de color. O quizá la mínima expresión de un antifaz.

A todas estas pensaba eso mientras estaba colgando de alguien en dirección a los brazos de James. Retomó la concentración justo en el momento en que él la agarraba y en lugar de la languidez de la dama rescatada —ya se sabe, actitud delicada y relajada, mirando a los ojos de su rescatador con promesas de futuros encuentros más simétricos— le salió la actitud de un mono cuando se sube a su mamá en presencia de los rugidos de un tigre. Es decir: lo trepó y se le encaramó al cuello con las piernas rodeando su cintura. Entonces le entró la risa tonta, necesitando una pequeña ayuda extra de James para despegarse de él.

Pensó que ya elegiría ella la forma y el momento.Y sería con su traje nuevo y música de John Williams de fondo.

Ya te pillaré.

Un escalofrío le recorrió la espalda mientras veía la escena de Margotte segundos antes de que ocurriera, estiró la mano instintivamente antes de que la chica cayera pero estaba lejos de la ventana y no llegó a formular una advertencia: a veces, sobre todo las primeras veces en las que un poder cambia, se siente desconfianza de lo percibido, quizás debido a la novedad, mas seguramente relacionado con la naturaleza humana.

Observó cómo los otros habitantes de la ciudad se alarmaban por su amiga y cómo Red se apresuraba a salvarle de una muerte casi segura, esa caída no debía de ser fácil. Respiró aliviada al verla aterrizar sobre la basura y el colchón pero viva, no la conocía es cierto, sin embargo hubiera lamentado que algo le pasara por pura empatía. Estuvo a punto de intervenir, pero los artistas de la realidad trabajaron todos juntos para volver a alzarla en un acto digno de experimentados manipuladores de las energías de este mundo. Se dijo a sí misma que si luego de esto pensaban que no podían cambiar la realidad entonces poca esperanza tenía el mundo en general.

Cuando vio que Shoshana había pasado, se aprestó para cruzar el Mar Rojo -pero de llamas- ella también, se giró hacia Red y le guiñó un ojo -Te veo del otro lado, caballero del colchón mullido- y ubicándose en el borde de la ventana saltó para que James la recibiera del otro lado.

Soy el fuego del...

Mierda Eve no te está saliendo.

silbido ascendent...

Sube que sube… ¡Sube! ¡Iaaaa!

Ay coño.

No se había dado cuenta en la cercanía de Shoshana, concentrada como estaba en concentrarse. Pegó un leve brinco, llevándose la mano al pecho. Que el colchón subiera parecía cosa de magia. Y no de la suya, porque no había sentido nada. Se apartó de Oz y Shos aun con el sustito como una pequeña descarga en su cuerpo. Se apartó de todos. Fue hacia el otro lado del puente mientras Margotte era rescatada y se agarró primero un talón y después el otro para estirar los cuádriceps. 

Antes de regresar con decisión, se giró y se dio un bofetón a sí misma. El día había comenzado fatal y era de hecho un día de mierda. Ahora tocaba sobreponerse a sus capacidades de tortuga sin meditación. El golpe le daba ardor en la mejilla, como otro tipo de calentamiento. Regresó al grupo, mientras movía hombros y brazos para estirar las articulaciones. 

Se puso a ayudar a Shosh, que descendía ansiosa como una lagartija que huye después de perder su cola. Se mantuvo para ayudar a Blue como apoyo y se colocó dispuesta a ir la siguiente. 

Una sonrisa revoloteó en los labios de Oz al ver que James recogía a Margotte del colchón de basura. Esperó un instante antes de detener el silbido, hasta que estuvo seguro de que la chica estaba a salvo, y entonces dejó ir el aire en una última nota que bajaba el volumen hasta disipar el efecto. 

Miró a Eve y Shoshana con mirada brillante y le guiñó un ojo a la rubia. 

—Bien hecho. 

Luego se agachó junto al borde para ayudar a Shos a bajar. Sus brazos delgados no tenían precisamente mucha fuerza, pero entre varios sin duda podrían ayudarlos a todos. Colaboró para que James pudiera ir recibiéndolos abajo, primero Shos, luego Blue, luego Eve, y él se preparó para bajar a continuación. 

Hay cierto revuelo sobre mi cabeza, supongo que estarán decidiendo la forma de subirme. Gruesas gotas de sudor comienzan a resbalar de mi frente debido al calor, y me desprendo de la manta de lana que llevaba sobre los hombros, ya humeante, tirándola a cualquier sitio, y esperando que se decidan pronto, antes de que sea una barbacoa humana. Creo que es la primera vez en mucho tiempo que siento el calor tan próximo a mi piel, que me obliga a cerrar los ojos para refrescarlos, que derrite mis huesos, que espanta a los espíritus que me rondan. 

Para mi sorpresa, el colchón lleno de porquería sobre el que me mantengo a duras penas, vibra debajo de mí como si estuviese en la película del Exorcista, y comienza a ascender lentamente, convirtiéndose en el montacargas más apestoso del mundo. Para cuando veo a James sobre la pasarela, frente a mis ojos, extiendo mis delgados brazos entorno a su cuello, y él me corresponde con un prieto abrazo.

James: Joder, Margotte, ¿tenías prisa por marcharte con tus colegas o qué?

 -Ha sido como volver a la universidad -mascullo sarcásticamente, ante la carita guapa y manchada de hollín del muchacho.

Me hago a un lado en cuanto diviso las piernecitas de Shosanna descolgándose por la plataforma, dejando que los hombres se encarguen de sostener al juego de barril de monos versión neoyorkina.

-No sé quién ha hecho eso -señalo hacia el vacío del que acabo de ascender-, pero gracias.

Por suerte, Margotte parecía haber sobrevivido a la caída relativamente ilesa. Redmond suspiró; había estado cerca. De algún modo, sentía que la Ciudad Olvidada le había ayudado a salvar a la médium.

Mientras aún pensaba en cómo subir de nuevo a la mujer, Oz tomó la iniciativa y, ayudado por Eve y la chica del pelo rapado, subieron a Margotte hasta donde estaba James, con colchón lleno de basura y todo. Bien, sí, era un modo de hacerlo.

Vesper fue la siguiente en bajar, no sin antes guiñarle un ojo, a lo que Red respondió con una media sonrisa. Eve fue después, seguido de Oz. 

Cuando llegó su turno, se fue deslizando con algo de cuidado ventana abajo, dejándose ayudar por Eve y James. A esas alturas parecía que habían perfeccionado el modo de bajar personas desde el piso de arriba sin que se despeñasen. Mejor.