Partida Rol por web

Aparte del miedo, connatural a verse rodeada de una ciudad ruinosa en llamas, le embargó a Shoshana una flojera similar a la que se tiene justo antes de quedar dormido. Pensó que quizá cuando estás cerca de morirte las sensaciones serían parecidas a cuando estás a las puertas del sueño.

Como ya no había fuego que peinar, el túnel se había hecho casi invisible, pero lo sentía en las palmas de las manos. Se suponía que no solo moldearía el fuego, sino que detendría a los objetos que pudieran caer, o al menos los frenaría. Así que no le pareció difícil fijarse ahora más en proteger ese espacio desde fuera a dentro, formando un tubo telequinético que al menos generara una inercia favorable al salto.

Intentó hablar como solía hacerlo en sueños. Sabía que aquí sonaría mucho peor, pero pensó que no era momento de andarse con monsergas.

—Voy ha hacer una manga trans… ¡Un tobogán…!

Sí, definitivamente aquí no podía hablar como imaginaba que "su personaje" lo haría.

—¡Y nos lanzamos... Yupi!

Definitivamente se estaba explicando fatal. Miró hacia la caída y luego al grupo.

—¡Como en el gigafante del parque!

Y dándose cuenta de que cada vez sus argumentos perdían la poca capacidad de convencer que pudieran tener si estuvieran bien expresados gruñó de frustración y como movida por esa energía soltó —muy a su pesar— la mano de James para acercarse al borde, abrir los brazos, trazar con ellos un círculo imaginario y hacer un gesto con la cabeza, animando a que se lanzaran.

Cuando Shoshana apeló con un gesto a que se lanzaran, James la miró muy fijo a los ojos, hizo un gesto de asentimiento expresando que confiaba en ella, y sacó una moneda de su bolsillo. 

Acercándose a lo que debería ser la entrada del tobogán —que podía sentir como un cosquilleo en la mano— la lanzó para comprobar la forma en que caía.

Tras ver a Oz proteger su instrumento y escuchar las palabras de Vesper, Eve comezó a avanzar en la retaguardia. Avanzaba con paso seguro mientras las llamas se volvían de nuevo greñas salvajes y angustiosas unos metros detrás de sus pasos. 

Iba observando a la frágil muñeca de acento francés. Le daba la sensación de que en cualquier momento se derrumbaría como un saco de huesos y la rubia se mantenía atenta a cada uno de sus pasos. Cuando llegaron a lo alto de las escaleras, Eve colocó una mano en la espalda de Margotte para ayudarla a avanzar. El fuego iluminaba el rostro de la rubia como si tuviera diversos focos realzando su rostro. Una fina capa de sudor, que también podría ser el mejor de los maquillajes, le daba un brillo sobrenatural. Al mirar a Margotte, Eve lucía como un angel salvador, con una mirada a la vez perdida y en contacto profundo. Parecía moverse a cámara lenta con las llamas trenzadas de fondo reptando a toda velocidad. 

- Vamos, yo te ayudo. 

*

Al llegar a la azotea vio la intensidad de las llamas en las esquinas del edificio y sintió una punzada. Buscó la mirada de Blue.

- No sé si tiene sentido, pero atacan desde las esquinas, desde todas ellas o... -la tos por el humo le cortó la frase. No la terminó, ya que no entendía muy bien qué significaba lo que había percibido.

Al llegar a la pasarela sintió el impulso de saltar. Aquello no sería difícil, solo tenía que caer bien. Miró de nuevo a la francesa y tras escuchar a Shos hablar se mordió el labio. No iba a dejarlo todo a una carta. Al menos, no a una tan extraña como la que ofrecía la intrigante joven. Cerrando el grupo y dándose la vuelta para encararse de nuevo las llamas, Eve volvió a cerrar los ojos. Bajó una palma de la mano hasta el suelo, a la par que comenzaba a elevar las piernas. Describió un movimiento como de ola con el cuerpo, como si hiciera el pino pero finalmente bajando las piernas, tensas. Giró los pies hacia un lado y permaneció unos instantes con todo el cuerpo tensado, paralelo al suelo y doblado en ángulo recto por la cadera. Apoyada únicamente sobre sus manos. 

El fuego soy yo. Yo soy el aire.

Dejó su mente centrarse en el mantra. Para alcanzar lo eterno en los dos segundos que tenía.  De hecho, no tardó más de cinco segundos en hacer todo el movimiento y levantarse. 

Sus pasos se detuvieron al llegar al borde y Oz se tomó un instante para repasar a los presentes con la mirada, asegurándose de que no hubieran dejado a nadie atrás. Escuchó a Shoshana y una pequeñísima sonrisa crispó la comisura de sus labios. Confiaba en ella y no habría sentido ningún miedo de usar su tobogán, pero también tenía en cuenta que eran muchos. 

Así que decidió quitarse de en medio y ceder ese camino a los otros. Se centró en el sonido del incendio, que llenaba su mente de rojos y naranjas. Podía vislumbrar la partitura, pero la melodía que se dibujaba oscilaba con la danza del fuego. Supo que la partitura se estaba componiendo en ese momento, como si aún las notas no hubieran decidido dónde caer. Era uno de esos momentos que lo pueden cambiar todo, una de esas encrucijadas en las que la más mínima variación o silencio podía cambiar la canción por completo.

Bum, tsss, chas. Silencio.

Oz pestañeó, aprovechando esa ondulación de la partitura para situarse en el espacio. Y en un fugaz parpadeo su silueta desapareció de ese lado de la pasarela para aparecer al otro extremo. Se quedó ahí, esperando a que los demás avanzasen para ayudarlos a subir.

La moneda cae de la mano de James… por un segundo la gravedad hace su función y se precipita al vacío… para bajar después rodando, describiendo la suave curva perfecta del tobogán imaginario de Shoshana. Cuando sale del túnel sigue su camino por el techo de la pasarela, empujada por la inercia, hasta caer más adelante por un pequeño agujero en la chapa, no más grande que un puño. James siente cómo la moneda avanza por el interior del puente para pasar por debajo de Oz, que ya está al otro lado, y perderse dentro del edificio de enfrente. Allí las dos primeras plantas ya han sido totalmente devastadas por las llamas, y empiezan a asomarse a la tercera. El puente los llevará a la cuarta, es el camino.

El paso por el túnel de fuego es hermoso y aterrador, como todas los productos de la artesanía energética. A algunos les atemoriza que el uso de estas energías que generan el universo se puedan volver de súbito y morderles el talón, pero a mí me resulta justo, es decir, ¿Qué fuerza tan poderosa va a comportarse como un caballo domado? En su mismo salvajismo e impredecibilidad se halla su enorme belleza, así debe ser, es la esencia del caos ordenado del universo en el que existimos en este momento... El mago, al fin y al cabo, es un canalizador, un estudioso, un sacerdote, un trovador, un poeta, un amante, pero nunca querrá cometer la estupidez de querer domar a la magia porque es en ese momento en el que esta, como el bello tigre que brilla en la noche del conocimiento del bien y del mal que es, se volverá para engullirle.

Me pongo junto a Shoshana y extiendo las manos suavemente moviendo mis dedos como si estuviera tocando el piano con parsimonia tratando de percibir el túnel que ha hecho, identificando las teclas que están siendo pulsadas, las hebras de esos hilos del tapiz, los átomos bailando en las partículas invisibles de la energía arremolinándose, encadenándose unos con otros. Veo la moneda caer y en mi interior reconozco el baile en el que desliza, -Voy a reforzar el túnel contigo, trabajemos juntas -le susurro a la chica y le sonrío, pidiéndole permiso.

Es irónico pensar que mis pulmones de fumadora no me estén ayudado en absoluto a procesar todo el humo del lugar. Cualquiera diría que he estado toda la vida preparándome para este momento, pero no. De hecho, tengo serias dificultades para respirar mientras comenzamos a subir escaleras, y me tengo que detener en más de un momento para recuperar el aliento. A mi espalda, Eve me da ánimos como un entrenador de boxeo desde las cuerdas, y me obligo a mí misma a continuar. No quiero que nadie tire la toalla por mí esta noche. 
Subimos hasta la azotea, y el espectáculo allí es digno de los mejores atardeceres de Pompeya. Fuego y destrucción por doquier, calor abrasador, alturas mortales. Esto es como el juicio de las brujas de Salem versión 2.0 : han quemado hasta nuestra madriguera, por si acaso.

Pero no será tan fácil acabar con nosotros. Para empezar, la adorable Shoshanna ha creado un tobogán para nosotros. Pagaría un poco para ver el mundo a través de sus ojos, y de verdad me planteo si para ella, todo esto es un juego, en lugar de una situación terrorífica de vida o muerte. Juego o no, no me lo pienso dos veces, y me siento en la boca del tobogán, esperando deslizarme con seguridad hasta el final. 

Debía de verse curiosa la escena; la frágil Margotte sentada en el vacío con las piernas colgando, con la pasarela unos cuatro metros bajo sus pies y las llamas asomándose por los costados en la base del puente. No tuvo que hacer más que inclinarse hacia delante un poco, el tobogán de Shoshana se la tragó y la Médium se deslizó con suavidad describiendo una curva en el aire, al igual que había hecho la moneda, para acabar en la mitad del pasaje.

La mirada de James siguió la moneda con atención. Su visión sin embargo abarcaba ahora mucho más que su vista, y su interior, como un espejo, comenzó a reflejar el camino que seguía más allá de la pasarela. Fue extraño entonces. Jamás había introducido sus sentidos en un incendio y sintió cómo el reflejo de las llamas que lamían los pisos inferiores se expandía por su interior.

Durante un instante el chico se estremeció como si hubiera recibido una puñalada. Fue tan potente la impresión de tener las llamas dentro de sí que pensó que podría empezar a arder. No era así sin embargo, sus miembros mantenían su temperatura así como el aire de sus pulmones mientras la ruta de la moneda reverberaba, segura, dibujando a su paso el camino que habrían de recorrer. Pero el fuego subía cada vez más alto e igualmente acabaría llegando hasta allí. Respiró hondo tratando de reponerse de aquella impresión atroz y repentina. Y sin embargo aquello solo era un pálido reflejo de cómo debía sentirse la Ciudad misma.

Oz ya había alcanzado al otro lado —esperándoles allí aunque su magia tal vez podría haberle llevado a cualquier lugar del mundo—, y Margotte se deslizó ligera y confiada por el tobogán. De alguna manera los dedos de Vesper parecían querer sostenerlo mientras formaban una especie de melodía en el aire.

—Vamos, ¡deslízate! —urgió a Shoshana agarrándola por los hombros para llevarla a la boca del tobogán mientras con la cabeza hacía un gesto a Penélope para que la siguiera. Después se giró hacia Red y Eve, a la que encontró tensa como un arco en una extraña posición de equilibrio—. Hay que continuar por la cuarta planta —explicó—. Las inferiores ya están tomadas por las llamas.

Avanzar por el lugar lleno de llamas no estaba siendo fácil: el calor, el humo y hasta la luz le estaban dificultando el avance. Pero no podían detenerse, tenían que seguir avanzando. Había algo en el modo en el que los Invisibles estaban obrando su magia que llevó a Red a pensar que la misma Ciudad Olvidada, en su estertor de muerte, les estaba ayudando. Eso era bueno, mientras durase.

La chica rapada había creado una especie de tobogán por el que se deslizó primero la moneda de James y después empezaron a bajar personas. Oz no necesitó usar el tobogán, sino que se materializó al otro lado en un abrir y cerrar de ojos. Por un momento estuvo tentado de utilizar un truco similar, hasta que pensó que lo mejor sería ahorrar fuerzas. James insistió para que bajaran y se dirigieran a la cuarta planta, y Red asintió, adelantándose y lanzándose por la plataforma invisible que había formado la navegante de los sueños. Fue una sensación extraña, algo aterradora. Pero efectiva.

Qué listos.

Pensó, sin pensarlo realmente, cuando Oz y Margotte tomaron la delantera. Tenían prioridades y eso era de respetar. Tras levantarse, sintió algo así como admiración teñida de celos por Shoshana. Para hacer los mejores trucos, Eve siempre necesitaba algo de preparación. Unos estiramientos, activar el cuerpo, hacer sudar a la mente... una puta meditación. 

Me cago cien veces en Beat, en la réflex, en Álix, en Blackstone, en la Tecnomierda y en Tecnocasa*.

No había meditado, pero su cuerpo tenía memoria. Se notaba mejor ahora. Sus músculos tenían ganas de juerga y eso se notaba en su andar de pantera. Avanzó mirando fijamente a Shoshana, que parecía una niña autista con James hablándole como un profe que intenta explicar algo a la desesperada. La tia había hecho un gran truco. Solo con mover las manitas. 

Su mirada hacia la chiquilla varió cuando decidió ponerle ojitos a Penélope. Había cogido carrerilla. Lo último que vio la morena fue a Eve morderse la lengua, guiñarle el ojo y lanzarse como una niña salvaje hacia el tobogán. 

- WUUUUU -gritó con voz aguda. 

La verdad es que no quería interferir entre James y la chica y lo que fuera que estuviera pasando entre ellos pero no pudo ayudar a la pequeña -aunque eran casi de la misma altura- con su intención más que para notar que el túnel iba por buen camino y era firme. Vio a los demás irse por él, no sabía si el truco necesitaba que ella lo sostuviera o podía persistir por sí solo, por las palabras del muchacho dedujo que no se iría de allí sin la chica y eso le daba tranquilidad por ella porque no quería que terminara lastimada por salvarles el culo a ellos y a sus amigos. -Está bien construido, vamos, no se queden atrás -les dijo al deslizarse, casi la última.

Ver la moneda caer le llenó de gozo y soltó una risotada que le recordó al chillido con que los babuinos celebran los regalos. Frenó ese ruido tan poco atractivo demasiado tarde dejándose conducir por James hacia la boca de la manga.

—¡Yujuuuu!

Aquello era flipante. Sobre todo para una adicta a los parques como ella. Y no solo a los acuáticos, en los que se toleraba a los adultos como un mal necesario, sino a los infantiles a los que iba a menudo utilizando técnicas poco eficaces —y alguna que otra vez, problemáticas— de disimulo como fingir que era la mamá soltera de algún niño.

Ya en la parte de abajo dio tres palmadas, en plan miniaplauso, de emoción y pensando en su altillo y lo genial que sería bajar todas las mañanas de él por un tobogán —seguro que en la Ciudad Olvidada habrían tuberías gigantes haciendo algún bucle— la imagen de su taller de costura y su habitación, su armario con las muñecas y sus diarios de sueños que tenía desde su infancia siendo pasto de las llamas pasó por su cabeza como un tren a gran velocidad. Simplemente miró a otro lado, a James, para animarlo a que bajara.

—¡Dame una J! ¡Vamos! ¡Ja-mes! ¡Ja-mes!

Una sonrisa ladeada llegó a formarse en el gesto hosco y reconcentrado que no había abandonado aún a James cuando vio caer a Eve y más tarde a Shoshana como si disfrutaran de un parque de atracciones. Después negó con la cabeza con fingida reprobación al escuchar a la pequeña jalearle como si le animara a zambullirse en un lago saltando desde una roca demasiado alta. Bendita Shoshana. No podía morir allí.

—Vamos —dijo a Penélope dejándole claro que saltaría después de ella.

Penélope le devolvió la sonrisa a Eve y se rio cuando la vio tirarse de cabeza por el tubo invisible. Se preparó para bajar, pero antes le susurró algo al oído a la salamandra – que aguardaba como un perillo, aunque aún tenía el tamaño de un gato – preocupada por las llamas que lamían la base del puente. El elemental bajó por la pared, para torcer después por uno de los laterales de la pasarela y alimentarse del fuego que amenazaba con consumir la ruta de huida. Se lanzó por el tobogán permitiéndose reírse en un estallido de felicidad momentánea, y tras reunirse con el resto le ofreció la mano a Eve para que la chocara y se agachó para abrazar a Shoshana – ¡Muy bien pequeña! – le dijo ­– Y tú, anda que esperas…­ – bromeó con Oz.

Una vez James había bajado, y pasado el fugaz momento de diversión, se detuvieron un instante, algo confusos, antes de decidir el siguiente paso. Estaban encima de un cajón metálico que hacía de puente entre los dos edificios en llamas, la chapa empezaba a calentarse, y su camino los llevaba a una pared de ladrillo. A los lados había dos ventanas, pero se encontraban lo suficientemente alejadas como para que resultara peligroso intentar alcanzarlas*. Además, la moneda había caído por un pequeño agujero, lo que indicaba que tenían que pasar por el interior del puente para acceder al edificio, y era evidente que por ahí no entrarían…

Psycophompe, que fue la primera en bajar, observaba la estructura. Era fuerte, robusta, aunque sentía la entropía cebarse con la base ahí donde la besaban las llamas. Había, además, algunos “puntos débiles” en sus laterales por los que tal vez pudieran entrar, espaciados a igual distancia en toda la amplitud de la pasarela. Se tumbó boca abajo en el suelo y se asomó despacio, y entonces vio las pequeñas ventanas por las que podían entrar. Había algunas aun con cristales, de otras solo quedaba el marco metálico oxidado, y una última, la más débil, era una simple abertura. No era difícil entrar por ahí**, si no tenías vértigo.

James también entendió que ese era al modo, al ver cómo un remolino de humo giraba para colarse por la abertura. Debían entrar por ahí, y una vez dentro tenían que aguantar la respiración y pasar rápido o se asfixiarían con el humo en un lugar tan estrecho.

La intuición de Vesper, por último, le decía que ese camino los llevaría a la salida, pero de igual modo sentía cada vez más cerca el horror mecánico que había vislumbrado entre las llamas.

Como si fueran los orificios de una nariz que aún respira, las volutas de humo salidas de las ventanas laterales indicaban la única salida. James asintió a la sugerencia de Margotte y también se asomó para verlas. Aunque no parecía extremadamente difícil acceder a ellas, una caída podía ser fatal.

—Voy a bajar y os ayudaré a entrar —planteó a sus compañeros—. Intentaré agarraros para evitar que alguien caiga. Y desde arriba podéis sostener también a quien se descuelgue. Vamos... –se dijo más bien a sí mismo y empezó a bajar, buscando primero introducir las piernas por el ventanal y después descolgarse sujetándose primero del techo y después del marco de la ventana.

Me deslizo por el tobogán imaginario con más facilidad de la que me deslizo por los toboganes reales. Parece ser que llegados a cierto punto en tu madurez, tu culo no desliza igual que cuando eres pequeña. Es como si el tobogán lo supiera, y te dijera "No perteneces a este lugar". No es que me haya tirado por muchos después de cumplir los trece años, pero las noches europeas de borrachera y drogas, por algún motivo, siempre suelen conducir a los parques infantiles.

Una vez piso suelo firme de nuevo, aún lagrimeando por el escozor en los ojos causado por el ambiente sofocante, me pongo de rodillas sobre el suelo, buscando huir del humo concentrado en el suelo. Ahí es cuando lo veo: una forma de escapar. Tras comunicársela al resto, James me apoya en la decisión, y se ofrece a ayudarnos a pasar. Lo cual estaría muy bien, teniendo en cuenta que siempre quedaba la última en clase de gimnasia.

Creo que hoy estoy haciendo todo el ejercicio que no he hecho durante toda mi vida. Esto no puede salir bien.

Miró a su alrededor nerviosa, y se frotó las manos, preparándose.

Esto se empezaba a parecer a un deporte de equipo. Shoshana había tenido malísimas experiencias en los deportes de equipo, más que nada porque le cortocircuitaban: le sabía fatal que su equipo perdiese por su culpa, que el otro equipo perdiese por su culpa y que ella perdiese por culpa de lo que fuera. Se descubría super-competitiva y eso le hacía sentir fatal y super bien al mismo tiempo.

Lo había hecho fenomenal hasta hora, y se sentía casi obligada rematar su actuación y saltar como una bailarina. Oh, sí, una bailarina flotando en los brazos de James.

—Jejeje.

Mierda, que se cae Margotte.

»¡Ahh ahhhh!

Hizo un gesto con el brazo, como si quisiera agarrar una pelota que le hubieran tirado a traición. Fue instintivo, ella nunca había hecho lo que se dice telequinesis, pero tenía que intentarlo