Partida Rol por web

-Vamos a buscar a tu noviecita, pringao 

Soltó un gruñido en respuesta al comentario de su amiga, mientras asentía. Aprovechó que todos estaban centrados en Wheeler para seguirla fuera en busca de Eve y la Extraña Pareja. Pero sospechaba que estos últimos no estarían ya fuera, porque avanzar por el casino era de repente mucho más sencillo; una señal bastante clara de que la Reina de la Noche se había alejado.

Mientras avanzaban, no pudo evitar soltar algo que le estaba carcomiendo. - Blue, la próxima vez que sueñes con un casino y un revólver y vayamos a venir a un casino... - comenzó a decir, con una voz que quiso que fuera neutra, pero que no pudo evitar traslucir un pequeño tono de fastidio. No quería (¿o no podía?) enfadarse con ella, pero sentía que no tenía la situación bajo control y eso le molestaba. - ... bueno, que a este pringao le habría ayudado a estar un poco más atento si se lo hubieras dicho. - Logró acompañar esta última frase de una sonrisa algo forzada.

Ver fastidiado a Red producía en Vesper una mezcla de sentimientos dispares, una parte de ella lo contemplaba ligeramente divertida por su enfado: hasta se preguntaba si detrás de las gafas espejadas sus ojos ardían más intensamente; la otra sentía una necesidad insana de complacerlo y pedirle perdón. Ninguna de las dos estaba bien y tuvo que hacer acopio de fuerzas para no sucumbir a sus impulsos.

Sin embargo, sí sintió que debía aclararle las cosas a su compañero de andanzas. Lo miró de lado, observando su rostro y su lenguaje gestual, tan transparente en él, algo que agradecía y apreciaba en medio de tanta falsedad -Yo no cuestiono cómo tú usas tus poderes, Redmond, tienes que aprender a confiar en mí -sostuvo y aunque no quiso decirlo como un reproche así sonó, quizás porque pensaba que sí confiaba y en cierta forma se sintió dolida por su interpelación.

Cerró los ojos un instante sopesando sus próximas palabras -Hay algo muy impreciso en los sueños -comenzó -Las profecías deben darse en el lugar justo, en el momento adecuado, no antes ni después y ese es un arte intuitivo muy complejo -trató de explicar, buscó con su mirada la de él -Anoche tuve ese sueño, si lo hubiera dicho en el viaje podría haber sucedido que no hubiera ocurrido nada y le hubiera arruinado la noche a todos sumiéndolos en un estado de alerta innecesario. No tenía forma de saber si el sueño era para hoy, mañana o dentro de un mes, no es tan preciso como podría ser una visión de la vigilia, que por lo general vienen con más información, quizás porque el estado onírico del cerebro no interfiere con la visión.

Hizo una breve pausa y sonrió apenas tratando de ser conciliadora -No, los hilos de lo que es, fue y será deben alinearse uno sobre otro entretejiéndose hasta que el entramado se torna apretado y se superpone, hasta que todo está en su correcto lugar para poder ser manipulado -musitó -Y al final resulta que tengo razón: la visión del sueño no era sobre nosotros específicamente, era sobre esa reina de la noche que pasó como un torbellino por el casino y al notarlo he podido centrarme en ella -sacó el reloj de su escote para mostrárselo y lo volvió a esconder -Y ahora ya sé a dónde tenemos que ir para encontrarla antes de que ese desgraciado intente con ella actos horribles.

Miró hacia el estacionamiento y luego hacia el camino de tierra, finalmente volvió su mirada a Red con una sonrisa de lado -Un mago nunca llega tarde ni pronto, llega justo cuando se lo propone -citó.

Yo no cuestiono cómo tú usas tus poderes, Redmond, tienes que aprender a confiar en mí

Arrugó la nariz, casi a punto de decirle que precisamente porque se fiaba de sus poderes quería saber sobre sus visiones... pero se dio cuenta de que no era eso lo que quería decir Blue; se refería más bien a que ella no solo tenía visiones, sino que sabía cuándo tenía que informar sobre ellas. Vale, era justo. A continuación, la joven le explicó cómo funcionaban sus sueños, y cómo los interpretaba. 

Redmond se descubrió a sí mismo asintiendo. Cada uno tenía su método, y no servía de nada imponer el propio. Era, sin duda, contraproducente. - Mis visiones son... bueno, van a su rollo. Me llegan súbitamente. En un momento todo es normal y, de repente, un grupo de pájaros vuelan de un modo coordinado que me sugiere un significado oculto. O me tiro un par de días pensando en algo y la respuesta se me aparece por la forma que adoptan un grupo de hojas tiradas en el parque... - O pinto el cuadro de unos preciosos ojos azules. Se encogió de hombros. - he aprendido a fiarme, pero no lo controlo. No puedo pensar en algo y esperar que llegue la respuesta; - Soltó un bufido, como riéndose de sí mismo. - en lugar de eso, me llegan las respuestas a preguntas que no me hago. No soy tan bueno como tú.

Un mago nunca llega tarde ni pronto, llega justo cuando se lo propone

Soltó una alegre carcajada; se le había pasado el cabreo. Sobre todo porque se había dado cuenta de por qué había estado enfurruñado. - No me hagas ni caso. No estoy cabreado contigo: estoy cabreado conmigo. Porque esa Reina de la Noche me ha ganado, y me jode. Te pido perdón, Gandalfina la Azul. - La sonrisa que le dedicó a Vesper fue burlona, pero cálida.

La situación se tornó un poco grotesca para el gusto de Arthur, pero le complació que el resultado fuera el esperado: relajar las tensiones entre el muchacho al que le derramaron el trago encima y Redmon, quien ya se disponía a la salida con Vesper para buscar a Eve, que debía estar afuera sino es que ya había salido sola a perseguir el coche en el que se fueron la Reina de la Noche y su muy probable agresor. – Eh, sí, sí. Enseguida. – Le respondió a Alix, quien se había transformado en su escolta personal en menos en menos de lo que pudo haber advertido el escritor. “Me pregunto si le va también esos juegos de rol como Warlock: The Pretension o Human: The Protagonist¹.” Pensó para sí mismo, mientras esbozaba una leve sonrisa y buscaba en su bolsillo interior la porta cigarrillos y se encendía un pitillo. – No puedo negarme a una foto, ¿verdad? – Respondió, visiblemente halagado por el gesto de quienes seguían con avidez sus obras.

En ese momento, le quitó el celular de las manos al tal Pete y se lo entregó a Alix, para que tomara la fotografía. – Saca mi mejor ángulo. – Le dice a su compañero mientras que con una sonrisa exhalaba el humo de sus pulmones. Las personas iban y venían, como era normal en un sitio tan concurrido y aunque ya se notaba que empezaba a pasar el efecto entrópico que había desatado la muchacha al salir, aún había mucho revuelo en el lugar. Los jóvenes que se reunieron alrededor del escritor salieron perfectamente retratados, aunque un objeto extraño (tal vez el hombro de alguien que pasaba por ahí cuando Alix tomó la foto, o alguna de las fichas que voló por los aires cuando en una de las mesas de póker todos los jugadores sacaron una jugada ganadora uno después del otro, mientras que los manejadores no sabían qué hacer), cubrió la figura de Arthur que, salvo por su peinado característico, no se pudo apreciar en lo absoluto.

Se despidió de sus admiradores y dándole una última calada a su cigarrillo a medio acabar, se lo entregó aún encendido al dueño del teléfono junto con el aparato, haciéndole una seña a Arthur para que continuaran con su camino. – Que lo disfrutes, buenmozo. Nosotros tenemos que seguir. – Le dijo al joven tiburón empresarial, que tendría una nueva anécdota, rara por demás, que contar en su oficina. – Ya es hora de irnos, querido, aún nos esperan muchas cosas por hacer esta noche. – Dijo mirando a Alix, para que emprendiera la marcha con él.

Al salir del casino Starfire había puesto en práctica uno de sus trucos preferidos; La Hermosa Carroza Calabaza de la Princesa Cenicienta, lo llamaba…

Habían llegado en taxi, y no podían esperar a pedir uno, necesitaba salir de allí lo más rápido posible así que se dirigió sin dudarlo al coche que más le llamó la atención, un Lamborghini Veneno negro y naranja.

No se paró a pensar en que, si se marchaban en un coche así, sería fácil dar con ellos… Más le valdría haber escogido un coche común, pero ella era así de excesiva y, de todos modos, la noche de juego acababa de empezar y el dueño tardaría en salir para descubrir que las llaves no estaban en el casillero de los aparcacoches ni su flamante deportivo en el parking. Eso le daría el tiempo que necesitaba.

Su acompañante la miró con cara de extrañeza, ella le ignoró y empezó a rebuscar en su bolso. - Querido, ¡no sabes la de cosas que una dama puede encontrar en su bolso! - dijo con tono teatral mientras empezaba a sacar las cosas más inverosímiles, que desechaba tras mirarlos con desaprobación – no esto no es, ¿dónde estarán las malditas llaves? – La expresión del hombre fue cambiando de perpleja a divertida según su acompañante iba tirando al suelo los objetos. Para cuando las llaves aparecieron en su mano enguantada y esta abrió el coche la incredulidad inicial se había tornado en duda ¿Cómo y cuando le ha robado las llaves al aparcacoches?, pensó, como quien acaba de presenciar el truco de un prestidigitador e intenta averiguar cómo demonios lo ha hecho. Por su mente cruzó la idea de que alguna de las veces que fue al baño había aprovechado para salir y engatusar a uno de los jovencitos con su labia, incluso se la imaginó haciéndole una mamada a uno de ellos para distraerlo mientras metía la mano en el casillero donde guardaban las llaves y así poder sorprenderlo a la salida. No le faltaba parte de razón, Diabolique había metido la mano en el casillero, pero lo había hecho desde el fondo de su bolso, y al manipular las probabilidades a su favor había cogido justo las llaves del coche que quería.

Y allí estaba Eve, en la plaza vacía del Lamborghini que había visto desaparecer rugiendo justo en el instante en que se abría la barrera para dejar pasar a un enorme pickup, rodeada de objetos, purpurina y pétalos de rosa, intentando recibir alguna impresión psíquica. No tuvo éxito, pues no tenía el conocimiento necesario para desenredar las imágenes de los patrones de las cosas*.

Al salir Vesper y Red la encontraron así plantada, abrazando al osito de peluche con los ojos cerrados. Al verla pensaron que una niña tan dulce no podría ser capaz de hacer daño ni a una mosca, y se preguntaron como habían llegado a pensar que podía haber lastimado al futuro maltratador de la Drag. Tras desechar el muñeco cogió el enorme falo de silicona, y entonces vieron la otra cara de la moneda y sintieron de nuevo los ecos que la chica había proyectado en sus mentes al establecer contacto físico con ellos al presentarlos, hacía tan sólo unos días, cuando llegó a The House of Yes pidiendo asilo; sensuales imágenes de sí mismos y Eve en actitud sexual. Así era ella, una paradoja en si misma, pues destilaba un aura de santidad e irresistible atracción animal al mismo tiempo.

Vesper se ubicó a su lado mientras la observaba hacer su arte con curiosidad y deleite. Carraspeó cuando le pareció que había terminado -Eve, ya sé adónde fueron, he tenido una visión, ahora cuando nos reunamos con Arthur y Alix nos pondremos en marcha, ¿has logrado dar con algo más de información? –

El famoso escritor y su guardaespaldas no tardaron en aparecer, las cosas estaban volviendo a la normalidad y no les costó salir a la noche.

Aun dentro, Pete y sus amigos seguían comentando la anécdota, algo decepcionados porque no hubiera salido bien el rostro del Arthur en la foto. Al menos tenían el pañuelo como prueba para dar veracidad a lo sucedido, e incluso podían subastarlo en Ebay y sacarse unos dólares extra.

El Lamborghini Veneno volaba por las calles de la ciudad. Starfire y su acompañante se sentían desafiantes, atrevidos, capaces de todo lo que quisieran. Ella reía y cantaba en el asiento del acompañante, él no era un gran conductor y estaba bastante borracho a 150 kilómetros por hora en calles transitadas, menos mal que todos los semáforos estaban en verde, qué suerte que los otros autos se apartan a tiempo, qué bien que ese grupo de jóvenes decidiera demorar en cruzar la avenida.

Eligieron un motel alejado sólo por hacer durar un poco el paseo de lujo en un vehículo que jamás podrían comprar. Al traspasar la puerta de la habitación ya estaban encendidos. No repararon en lo precario del lugar, el olor a perfume para la ropa barato, la música funcional de película pornográfica ni las manchas en las sábanas. Fueron directo a entregarse la furia de la fricción de la carne. Starfire hacía su trabajo y sacaba los mejores trucos: el gato ahogado, el campanario, el tiburoncito, la canoa, todo el repertorio. La cosa iba bien, él un poco agresivo, lo normal. El problema vino después de una pausa para empolvarse la nariz. El hombre quería a toda costa que Starfire lo penetre. Cada noche algún cliente pedía ese servicio, nada nuevo, pero ella se sentía más mujer que nunca, estaba muy ebria y hasta arriba de cocaína, no había forma de que consiguiera una erección.

El hombre se transformó, como un niño caprichoso que no obtenía el dulce que quería comenzó a gritar enfurecido. Los golpes empezaron a caer casi de inmediato. Que era una inútil, que no servía para ese trabajo, que era un bigotudo de mierda. Starfire aguantaba los golpes como podía, no respondía, quería que todo terminara y listo. Desde niña había recibido una buena cantidad de palizas, cambiaba el agresor, se repetían los argumentos. Su padre ya había tratado ese método para quitar la mujer que llevaba dentro y que saliera el hombre fuerte, con su pene siempre dispuesto.

El hombre la amarró a la cama, para entonces Starfire estaba desfigurada y no podía oponer demasiada resistencia. La quiso arrastrar de los pelos y le arrancó la peluca de un tirón. La chica nunca supo de dónde salió el arma pero recién ahí tuvo miedo de verdad. El tipo tenía los ojos desorbitados, estaba desnudo con el plateado metal en la mano y una expresión de que la verdadera brutalidad estaba por comenzar.

Había sido un bonito intento, pero había fracasado miserablemente. Las cosas muertas y frías no son como las personas, y esa impresión psíquica que puede percibir en las personas muere demasiado rápido al separarse de ellas… o al menos ella de momento no es capaz de percibirla en las cosas. Es algo en lo que podrá trabajar los próximos meses. Podría haber sido útil.
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Negó con la cabeza a Vesper ante su pregunta.
- Nada más. – aclaró – Apenas me dio tiempo a verlos salir quemando ruedas en un cochazo flipante. Un Lamborghini o Ferrari, uno de ese estilo, pero no soy buena con las marcas de coches. – se puso en pie – Si sabes a donde han ido, te sigo. – se limitó a expresar con cierta ansiedad porque los demás no tardaran mucho más en salir y se pudieran poner en marcha. Cada minuto que perdieran aquí era un minuto que aquella pobre chica iba a sufrir… Aunque sin Vesper a saber lo que habrían tardado en seguirles el rastro… o si hubieran podido… De momento prefirió no preguntar como lo sabía Vesper, consciente de que todos tienen sus secretos, más cuando se trata de nuestros talentos especiales.

- No me hagas ni caso. No estoy cabreado contigo: estoy cabreado conmigo. Porque esa Reina de la Noche me ha ganado, y me jode. Te pido perdón, Gandalfina la Azul.

Se rió ella también contenta de que hubiera apreciado la referencia literaria y al divisar a Eve se puso en marcha hacia la muchacha. Mientras caminaba se permitió acotar -No es que soy "tan buena" en lo que hago, es que lo hago hace muchos años... -deslizó dejando ver un poco más de sí misma -Estoy segura de que tú Red serás tan bueno como te propongas ser en todo lo que emprendas.

No agregó nada más, ya estaban llegando hasta Eve. Si no hubiera sido por la urgencia que la invadió al escuchar las palabras de la rubia, como si de pronto hubiera despertado de un letargo, se hubiera reído mucho de la colección de objetos que descansaban en el piso, y las imágenes que le llegaron de la recién llegada la inquietaron y la excitaron al mismo tiempo, haciéndola sonrojar.

-Sé adonde han ido, lo he visto -sostuvo tratándose de reponer de aquello que su mente había recibido -Están en el Lucky Day Motel, habitación 7 -dijo al tiempo que buscaba con la mirada el coche de Arthur como si pudiera soltar un silbido y llamarlo de esa manera al igual que a un caballo -La patente del automóvil también la tengo... New York QEN-8888 -miró a Alix -Por si quieres decírsela a tu amigo policía ahora cuando vayamos de camino -sostuvo.

-Subamos al automóvil ya mismo, no hay mucho tiempo -pidió con una alarma creciente que correspondía a una sensación de agobio en aumento -Hay algo más que tenemos que discutir en el camino -aclaró y miró a Eve -He visto que el hombre que intentará hacer daño a la chica trans podría morir, y tiene que parecer un accidente. Por eso es preciso que intentemos hacer un plan.

Álix consiguió abrir paso a Arthur para que juntos pudieran salir de la vorágine de aficionados, groupies y exaltados jugadores que seguían recogiendo sus ganancias como buitres hambrientos. Y sin embargo la adrenalina empezaba a bombear con los oscuros presagios de su oráculo de ojos azules y la depravación captada por su compañera. Un dolor que iba a acabar con sangre vertida y tortura.

Cuando llegaron al aparcamiento tras dar esquinazo a la pequeña multitud que empezaba a disgregarse como la niebla al mediodía observaron a Eve abrazada a un pequeño oso de peluche. 

- ¿Que coño...?

Llegó a decir Álix, Eve se levantó y con su voz llena de frustración y rabia les contó lo sucedido, habían perdido ese asalto. Por suerte las capacidades "especiales" de Vesper les marcó la X en el mapa del tesoro. la caza proseguía y cada minuto que pasaba exponía a la pobre puta a otra nueva tortura. Pero pronto iba a llegar el séptimo de caballería para acabar con ese malnacido.

Su mente empezó a volar buscando opciones al tiempo que saca de nuevo el móvil y le escribe otro watssap a su colega inspector. Sus dedos volaron sobre el teclado, con la mirada saltando de la pantalla a sus amigos.

- Por Dios Mathews, dime que estas leyendo esto. Se dirigen al Lucky Day Motel, habitación 7. El coche tiene matrícula New York QEN-8888. A la espera de como quieres llevar esto, pero necesitaremos refuerzos. Y si empezamos a oír gritos, no vamos a esperarte.

Mientras buscaba una forma de ayudar se le ocurrió algo, era absurdo pero si ese bastardo era un psicópata depravado como les dijo Eve, puede que este no fuera su primer baile. Y era incluso posible que varios espíritus atormentados de sus víctimas siguieran anclados a ese maníaco. Necesitaba sus pinturas.. Rebuscó en sus bolsillos y solo encontró su taquer, un carboncillo y un gramo de coca junto a su cartera. Sacó su pequeño carboncillo como si fuera un salvavidas y buscó junto a Vesper el coche de Arthur.

- He avisado a mi contacto en la policía, el nos ayudara a cubrir las cosas si se salen de madre y nos dará apoyo, es de lo poco decente que queda en la policía de Nueva York. Tengo una idea, pero necesitaré papel y tenemos que ponernos en camino cuanto antes. Espero que tu chofer sea el puto Michael Shumaher porque vamos a tener que volar sobre el asfalto si queremos salvarla.

- ¿Qué? ¿Un accidente? – peguntó sin dar crédito a lo que oía – Si muere, te aseguró que por mi parte será por un accidente. No voy por ahí matando gente, aunque sea escoria. – aseguró un poco mosca – El plan es sencillo. Llamo a la puerta y cuando abra empujo la puerta contra su cara con una mala ostia que nadie espera de una rubia de mi tamaño. Mientras reacciona lo noqueo. Mientras que alguno entre y saque a la chica de allí o se asegure de que no se desangra. – resumió rápidamente. Sencillo.

Miró a Alix parpadeando un par de veces cuando mencionó a la policía, pero se abstuvo de hacer comentarios sobre ello salvo…

- espero haberme largado de allí antes de que tu colega se presente, o si se presenta antes que nosotros que se encargue él… - con un tono que dejaba claro que quería camuflar su mala opinión de la policía.

- No, creo que no lo has entendido, prima. - dijo Red ante la reacción airada de Eve. - No es que Blue diga que hay que matar a ese tipo y hacer que parezca un accidente. Lo que dice es que lo ha visto posiblemente muerto, aunque vayamos hacia allí sin ninguna intención de matarlo. - Se encogió de hombros. - Desventajas de ver el futuro: puede no gustarte lo que ves pero no poder evitarlo en absoluto. 

- Dependerá de lo que pase, me temo. - continuó con su razonamiento. - Si está armado no creo que te abra para que le des con la puerta. Igual te pega un tiro a través de ella, si va tan puesto como parecía. Yo podría espiarlo a distancia, una vez lleguemos. Y si se muere... pues estoy seguro de que algo se nos ocurrirá para no quedar implicados. - Miró a su alrededor. - No me digáis que ninguno sabe convertir en rana a la gente... - hizo un gesto como de mover una varita mágica. - ¿No? Vaya mierda de magos... - terminó, con un tono burlón.

Las cosas empezaban a ponerse más tranquilas después del subidón inicial. Los tiburones corporativos se habían quedado a gusto con la foto y el suvenir que Arthur les había dejado. Nunca fue alguien de fotos, de hecho, la que usaban sus editores para sus libros era una de las pocas que se tenía de él, de cuando apenas empezaba la Universidad y escribió su opera prima, que empezó a darle fama entre los círculos de lectores más exclusivos. Se dejó escoltar por Alix, quien apartaba a los indeseables conforme avanzaban hacia la salida del casino.

Al salir, encontró para su sorpresa a una Eve confundida, abrazando un oso de peluche que le inspiró una ternura indecible, para luego ver como sostenía en su mano un falo de goma a cuyo diámetro no daba crédito. Se sorprendió a sí mismo ligeramente sonrojado, preguntándose si tal instrumento era de difícil o fácil “manejo”, algo que seguramente se respondería en otro momento.

Evitó hacer comentarios sobre el pene de goma, aunque se sintió tentado a hacerlo. – De todos los hoteles que hay en Nueva York, tenían que coger ese. – Reflexionó para todos y para nadie a la vez, mientras encendía un cigarrillo nervioso. Del bolsillo interno de su traje, sacó dos hojas de papel amarillento dobladas en tres partes y le extendió una a Alix. – Es un tipo de pergamino muy raro y difícil de conseguir, úsalo bien. – Le dijo, guardando la hoja restante en el mismo lugar de donde las sacó. El auto se aparcó frente a ellos al poco tiempo de haber salido Arthur del local, y el chofer se apuró en bajar y abrir la puerta trasera para que pudieran entrar. Arthur le dio una calada honda a su cigarro y exhaló con gravedad. – Al Lucky Day Motel, Ágador. – Le dijo a su conductor. – No pares en los semáforos, no tenemos tiempo que perder. – Le advirtió. – Usa los caminos menos transitados, tampoco queremos que nos pare algún policía en el camino.

Esperó a que las chicas entrasen primero al coche como un gesto de cortesía y para poder acabar su cigarrillo en paz, pero no pasó por alto la premonición de Vesper sobre la muerte del agresor. – Ahora mismo no somos más que personajes del cuento que acaba de empezar, si debe morir no será por obra nuestra, sino por la voluntad del narrador. Casi puedo escuchar en mi mente “pero poco sabía lo que le esperaba tras la puerta, cuando en medio de su frenesí violento, cinco extraños llamaban al compás de sus golpes…” – Dijo Arthur antes de montarse en el coche, dejando en la acera la colilla del cigarrillo antes de entrar.

Adentro, sonaba el Ave María de Schubert. El coche salió a toda velocidad.

Alix vió como Arthur tomaba la iniciativa, y al parecer su chofer era capaz, eso quedó claro con las palabras que el escritor le dirigió. Esperaba algo rápido, pero saltarse los semáforos, realmente a veces le sorprendía. Era capaz de la mayor delicadeza y de la espontaneidad mas cruda y directa. El señor Weleer era realmente un pozo de secretos.

Por otro lado comprobó el ánimo de sus nuevos amigos. Eve ya sabía como estaba, no podía imaginarse siquiera el sentir la depravación y el deseo más oscuro resonando dentro de su mente. Sacudido por el deseo impío de un extraño. Y además saber cada una de las obscenidades que iba a practicar sobre la pobre travesti, ejecutando una obra terrible de dolor y tortura.

Vesper y Redmon seguían enfrascados en su juego secreto de tira y afloja. Apenas hacía unos días que los conocía y casi podía saborear la tensión sexual que había entre ellos. Una tensión que volaba a límites más allá del simple deseo carnal, casi como el vértigo de asomarse a una unión de la que nunca volverían a ser los mismos, portando con ellos a un fragmento del otro por siempre jamas. O quizás se estaba haciendo demasiadas fabulaciones inspirado por las últimas palabras del celebre escritor.

Cuando entraron en el coche, la música sacudió sus sentidos. Centrando su mente y su determinación en el filo de un si sostenido puro y delicado como el cristal. Dejó que los armónicos sacudieran su mente y abrieran su alma para revestirlo con una armadura de fe y determinación. Nunca fue muy devoto, pero la pureza de ese canto a una virgen santa y pura que ama a toda la humanidad lo conmovió llenándolo de fuerza y expandiendo su mente. Casi podía acariciar esa figura etérea mas allá del velo.

De nuevo su mente le llevó a la realidad, las calles pasaban a su alrededor como luces estroboscópicas. Los faros de los coches, los claxons quejumbrosos e incluso le pareció oír los gritos airados de algún conductor iracundo. Sacó su taquer y se concentró en su chaqueta. iban a meterse en líos, y quería tener algo que devolver cuando todo esto acababa en la tienda de alquiler.

Empezó a llenar de oro su chaqueta, pintando por completo los huecos y abriendo nuevas flores negras, fortificando su patrón y tejiendo con oro y metal. Mientras los baches le ponían en tensión y su mente se perdía en el mar de posibilidades que se encontrarían cuando llegaran.

- No podemos ir a ciegas, cuando lleguemos si puedes espiarlos necesitamos saber que coño está pasando en esa habitación de muerte. Precipitarnos puede acabar con una bala en nuestra cabeza. Espero que nadie salga herido, pero el mundo no va a llorar por un asesino en serie.

- Tenemos la dirección, el número de la habitación... - hizo un gesto con la cabeza, medio asintiendo. - eso es suficiente. Cuando lleguemos, echaré un vistazo. - Podía incluso ir haciendo los cálculos necesarios para proyectar su visión y ver a qué se enfrentaban. Sacó su libreta y un bolígrafo y empezó a anotar números. Al llegar, añadiría la hora y la geoposición; tendría que tirar de móvil - Tampoco nos pueden llevar tanta ventaja. 

Se quedó un instante sopesando la situación. - De todas formas, Eve tiene razón. Da igual si es un asesino en serie. Si podemos evitarlo, no deberíamos matarlo. Esas cosas, matar gente... - otro gesto parecido al primero, pero esta vez, medio negando - te dejan un poso amargo en el alma. 

Al Lucky Day Motel, Ágador. – Le dijo a su conductor. – No pares en los semáforos, no tenemos tiempo que perder. – Le advirtió. – Usa los caminos menos transitados, tampoco queremos que nos pare algún policía en el camino.-

Pudieron ver por el espejo retrovisor interior como el chófer asentía como única respuesta a las instrucciones de Arthur, antes de de accionar el control para subir el cristal que separaba la cabina del lujoso habitáculo y ponerse en marcha.

El Ellens dritter Gesang* de Schubert (conocido popularmente como Ave María) producía una sensación de irrealidad, como si no se encontraran en una carrera contra reloj para salvar a aquella desgraciada prostituta de un futuro posiblemente funesto. Sin embargo, aunque las dos primeras palabras podían dar a entender que el tema era una oración a la Virgen, en realidad nada tenía de pía, y su temática, basada en una traducción de La Dama del Lago (un poema épico de Walter Scott publicado en 1810 y muy influyente durante el siglo XIX), era más acorde a la situación en la que se encontraban de lo que podría parecer… Su letra hablaba de espadas, reyes, acción, y la lucha encarnizada de tres caballeros por el amor de una hermosa dama, en el contexto de una guerra entre clanes escoceses. En esa parte de la historia Ellen, la Dama del Lago, se encuentra escondida con su padre en La Cueva del Duende, huyendo de James V., el rey de Escocia, enemistado con su padre. Es por ello que invoca la protección de la Virgen María, y así la invocó Alix, concentrado en la música con los ojos cerrados para potenciar su astucia, y pasando después a transformar su traje en la brillante armadura de un caballero que corre a salvar a una bella dama en apuros.

Al parecer Arthur conocía el camino, o eso dedujo Blue de su comentario, le alivió saber que no iban a recurrir a su habilidad para guiarse hasta allá porque podía sentir el agotamiento subiendo por sus extremidades, el viaje en el auto le haría bien para reponerse. -¿Por qué lo dice señor Wheeler, lo conoce? -preguntó interesada.

Le pareció que la chica nueva reaccionaba mal a su comentario, temió haber dado poca información y que la malinterpretaran, a veces le pasaba: como estaba todo en su cabeza se olvidaba de decir todos los detalles, alzó las manos en son de paz -Perdóname, no quise decir que lo hicieras tú -la miró y esbozó una media sonrisa, "Aunque no descarto nada porque te estoy conociendo", pensó para sí -Solo te vi con la ropa llena de sangre y que mirabas al tipo, que estaba muerto, desde arriba -se frotó la sien -No sé cómo llegamos a eso -soltó sin más.

-Yo solo digo que estemos atentos, el hombre tiene un arma cargada y lo vi... Bueno, ya saben, sin vida -dijo las últimas palabras con una extraña resonancia, su mirada estaba fija fuera del automóvil, pensativa -Pero eso no quiere decir que tenga que terminar así, el destino puede torcerse y las visiones pueden mutar, todo depende de las elecciones que se realizan... -se mordió el labio al interrumpirse.

Ella sabía que siempre entre las posibilidades la muerte era casi inevitable, por lo general al tener una visión de muerte sabía si aquella podía torcerse o no, si su carácter era inexorable o una posibilidad demasiado factible que podía cambiar, pero esta vez no había percibido nada de eso, ni su inminencia ni las suaves ondas invisibles de la dinámica del cambio. El tiempo parecía suspendido y eso le daba más incertidumbre.

-En fin, menuda interpretación actoral te has echado Alix, te voy a reclutar para alguna de mis performances -lo miró de lado curiosa por la forma tan normalizada en que hablaba de la muerte, quizás estaba familiarizado con su pálido rostro a pesar de ser un muchacho de la misma edad que ella, o cerca.

El comentario final de Red también le causó sorpresa y se dijo una vez más cuántas cosas serían las que ignoraba de su pasado, se lo quedó mirando inquisitiva pero no preguntó nada, no era el momento claramente.

- Joder, tía, anda que lo arreglas – resopló Eve una vez dentro de la limusina y de escuchar la explicación – Pensaba que decías que lo hiciéramos parecer un accidente todos juntos en plan mafia, pero ahora resulta que me estabas encasquetando el muerto nada más que por verme en un lugar jodido en un momento chungo. Cojonudo, peor que la pasma… ellos hacen lo mismo, pero al menos esperan a que haya ocurrido para joderte la vida… - refunfuñó con un tono que dejaba translucir que hacía referencia a algo personal, quizás de su pasado – Bah, paso. Ya te he dicho que yo no voy matando peña. – y esta vez al remarcar un poco más el yo dejó más claro lo que iba implícito la primera vez que lo dijo, que ella no mataba, pero vosotros a lo mejor sí. Algo que quedó ligeramente reforzado con la mirada de reojo a Red cuando comentó lo del poso del alma, aunque no dijo nada más al comentario.
Aprovechó para cambiarse de sitio en la limusina y ponerse más cerca de Alix, con quien parecía sentirse más cómoda. El resto del viaje permaneció callada y por la forma en que controlaba su respiración parecía que estuviera tratando de meditar, o al menos de calmarse.