Partida Rol por web

Álix sonrió ante las palabras de Arthur, dejándose llevar por la poesía de Vesper y las ensoñaciones de ese lugar de lujo y artificio.

- Aunque la mayoría de las veces ser feliz no es más que el débito entre nuestra realidad y lo hinchadas que están nuestras expectativas. 

Y entonces llegó la fría realidad, mostrando la depravación del ser humano debatiéndose siempre en el filo entre lo divino y lo monstruoso. Las palabras de su amiga le recordaron la escena de una película de suspense, esto se iba a poner muy feo.

- Joder hay que parar a ese malnacido. 

Eve salió corriendo en pos de la extraña pareja. Entonces la excéntrica Drag era quien estaba en peligro, y el capullo que se comportaba como un tejano rico era el maldito asesino. Dejó que su imagen se esclareciera en su cabeza. Sacó el móvil y extrajo con rapidez el lápiz electrónico al tiempo que salía corriendo tras la pareja con sus compañeros.

- No se si los pillaremos chicos, pero puedo mover mis contactos. Lo principal sera pillar su matrícula si no damos con ese malnacido.

Empezó a dibujar el rostro del asesino, por suerte hacían ruido suficiente como para haberse fijado en sus rasgos. Mediana edad, rostro enrojecido y entrado en carnes, pelo entrecano empezaba a mostrar los primeros síntomas de una calvicie incipiente. Vestido con una especie de esos trajes baratos con aires de Elvis en su peor época de las Vegas. Aunque la que realmente captó su atención fue esa extraña mujer, de rasgos masculinos envuelta en sedas de púpura y azabache. Con el color de la sangre en sus labios y la mirada perdida. Casi como Héctae, diosa de la noche y la hechicería, o una preciosa mariposa de alas irisadas capturada en la telaraña de su asesino.

Cuando tubo el retrato del cabrón trató de llamar a su contacto en la policía. El inspector Mathews era de los únicos que aún no se había vendido el culo a las mafias, a quien aún le importaba lo que hacía y que no habían acabado con su voluntad podrida para hacer de esta mierda de mundo algo mejor. Le pasaría la imagen del cabrón que iba a torturar a esa pobre chica y si podían dar con su matrícula quizás podría conseguir su localización.

- Vamos, no hay tiempo que perder y Eve nos saca mucha ventaja. No dudo que pueda con el pero.. puede que la ruleta escupa balas de muerte esta noche.

La pareja se dirigía hacia la salida y Eve se dirigía hacia ellos. Esquivó a un grupo de jugadores que se estaban apelotonando frente a una máquina tragaperras y que le obligó a dar un pequeño rodeo. - Disculpen... - Lamentablemente, el rodeo le llevó frente a otro montón de personas que habían decidido que era el mejor momento para montar una conga como modo de festejar sus ganancias. - Venga ya... - Se dirigió hacia un lado mientras veía a Eve muy cerca de... bueno, en realidad, parecía que la pareja ya había salido del local.

Decidió apresurarse para no quedarse demasiado atrás. A saber la que podía montar su "prima" si resultaba que tenía la sangre tan caliente como le había parecido al levantarse de la mesa de juego. ¿Pero qué pasaba ahora...? Una señora había decidido plantarse frente a él y casi se la lleva por delante. - Señora, perdone... - se la quitó de delante como pudo mientras la mujer le gritaba algo que no entendía y...

... ¿no es raro que me esté encontrando con tantos problemas para abrirme camino? ¿y sí...?

No le dio tiempo a pensar en más porque en ese momento se dio de bruces con un camarero que llevaba muy deprisa un montón de copas y ambos terminaron en el suelo, rodeados de un montón de vasos con bebida que comenzaban a estallar alegremente al llegar al suelo, empapándolos y llenando el suelo de cristales.

- Vamos, no me jodas... - se colocó las gafas, ayudó al camarero a levantarse antes de mirar a su alrededor... y fijarse en un patrón... - Sí, sí, no pasa nada, no se preocupe - dijo, algo molesto, ante las disculpas del tipo con el que se había chocado. - De verdad, no pasa nada, estoy bien, no sea pelmazo. - Si esperar a más, trató de seguir avanzando, pero ya no veía ni a Eve ni a la pareja. 

No era normal y entonces se le ocurrió lo más evidente: que la Reina de la Noche no era capaz solo de hacer que las tragaperras escupieran dólares... sino también hacer que la gente estorbara lo máximo posible a sus perseguidores.

Se fue hacia un lado del casino, alejándose de la salida y sacó su libreta del bolsillo. Comenzó a hacer cálculos mientras miraba a la multitud: el número de personas, su densidad en relación con el tamaño de la sala, el número de tragaperras. Cerró los ojos y enfocó sus sentidos. A ver si, con un poco de suerte, le facilitaba la tarea a los que vinieran detrás... - Vehmed'rux Gisgdonun Talun Gedgonun

Álix observó como el caos se desataba frente a Redmon, como una especie de tormenta de personas, turistas y transeúntes cuando el camarero se estrelló contra él, Álix giró la cabeza con un suspiro. Mientras una cascada de copas y licores caían sobre Redmon.

- Uoff eso tiene que ser jodido.

Se fue a un apartado, había algo que estaba pasando y como era habitual se le estaba escapando. Pero si querían llegar a salvar a esa mujer, y evitar que Eve se enfrentara sola a ese maldito asesino psicópata necesitaban hacer algo y rápido. Colocándose bien el traje con un tirón de sus solapas puso su mejor expresión de indignación al tiempo que sacaba sus gafas de sol y se las colcaba con un gesto de indiferencia y asco.

- Ok, Vesper, señor Wheleer seguidme la corriente. Vamos a hacer algo de teatro en el thriller en el que nos han metido. Un paso detrás de mi, poned cara de mafiosos. No se si habéis visto Mátrix.

Dijo con una sonrisa al tiempo que dejaba que la delicadeza de su traje, la emoción que despedían sus acciones y sus pasos seguros se abrieran paso por delante de la turba de gente como un cuchillo a través de la mantequilla. Todo el mundo sabía que no podías tocarle los cojones a un mafioso, esa gente exhalaba un aura de peligro que hacía alejarse a cualquiera que quisiera evitar los problemas y seguir con vida. Un aura que Álix esgrimió para alejar al personal como si fuera una enorme apisonadora haciendo volar los flecos de su chaqueta.

- Vamos a tratar de encontrarles, cueste lo que cueste vamos a proteger a esa dama en apuros.

Estaba tan ensimismada que apenas notó a Red entre ella y Eve, se sobresaltó con sus palabras, y con su presencia cómo no, pero utilizó el empuje de esa sensación de alerta para afilar su "ojo" y asintió en silencio para indicarle a Red que eso era lo que iba a hacer mientras su mano se deslizaba hacia su escote donde guardaba su reloj. Sin embargo, Eve expresó algo que había visto o presentido que calzaba justo con su visión e, impulsiva, decidió tomar el toro por las astas sin consultar... Podía terminar muy bien, o muy mal... -Eve, espera... -pero ya se había ido.

Era complicado llegar hasta la diva con tanta gente entre medias, atravesar la multitud era como bailar, pensó Eve; uno derecha (esquivó a un grupo de jugadores que se estaban apelotonando frente a una máquina tragaperras), dos izquierda (el paso de baile le llevó frente a otro montón de personas que habían decidido que era el mejor momento para montar una conga como modo de festejar sus ganancias), paso lateral (una señora había decidido plantarse frente a ella), de frente (un camarero que llevaba muy deprisa un montón de copas le corta el paso, y a punto está de llevárselo por delante), coge una copa al vuelo y esquiva, gira…

Red había decidido apresurarse para no quedarse demasiado atrás. ¡A saber la que podía montar su "prima" si resultaba que tenía la sangre tan caliente como le había parecido al levantarse de la mesa de juego!.

... ¿no es raro que nos estemos encontrando con tantos problemas para abrirnos camino? ¿y sí...?

No era normal, comprendió al verla “bailar” entre la gente, y mientras intentaba seguirla con igual suerte se le ocurrió lo más evidente: que la Reina de la Noche no era capaz solo de hacer que las tragaperras escupieran dólares... sino también hacer que la gente estorbara lo máximo posible a sus perseguidores.

No le faltaba razón, pues un pequeño vórtice de caos estaba arrasando el casino; entre los clientes que celebraban su buena suerte, los que corrían para jugar a las tragaperras atraídos por los premios, y los intentos del personal por controlar los juegos de azar que habían empezado a fallar al unísono.

Mientras, Vesper había sacado su preciado reloj de bolsillo, el único objeto que conservaba como recuerdo de su abuela. Con los ojos cerrados giró la pequeña rueda, adelantando las manecillas sólo un poco al tiempo que murmuraba la poesía que utilizaba a veces para abrir ese otro ojo interior que le permitía “ver” lo que iba a ocurrir, cuando no había bola de espejos, y que ahora enfocaba en sus amigos y en la Diva.

Rojo

Fue el color que inundó sus sentidos…

Dolor

La sensación que atravesó su cuerpo, desde el último de los poros de su piel hasta el tuétano en lo más profundo de sus huesos…

Gritos

Era el único sonido que atronaba sus oídos, resonando en su consciencia…

Sin embargo, junto a todas esas sensaciones confusas, pasaron por delante de sus ojos imágenes nítidas e inconfundibles.

New York

QEN-8888

Aparece grabado en azul sobre el blanco de la matrícula de un coche...

Lucky Day Motel

Reza el cartel de neón de un sucio y destartalado hotelucho de carretera...

7

Es el número en metal oxidado que identifica la habitación frente a las que todos se encuentran, tras la que ahora se escucha el llanto y las súplicas de una mujer.

Después todo es confuso, forcejeos, golpes, cristales rotos y muebles que caen, y finalmente el hombre que acompañaba a la Reina saliendo de la habitación vistiendo tan sólo su sombrero, solapado con su imagen muerto en el suelo bajo la mirada de Eve, que lo observa desde arriba con las manos y la ropa ensangrentadas. Luego viene la calma, pero dura poco tiempo, pues a esta le sigue una sensación de urgencia acompañada de destellos de luces rojas y azules, y el sonido estridente de las sirenas.

-Inspector Matheus al habla-

Escucha Vesper, y la frase la devuelve al aquí y ahora, justo en el preciso instante en el que Alix está llamando a su contacto en la policía.

Red, al darse cuenta de lo que ocurría, se había ido hacia un lado del casino alejándose de la salida y había sacado su libreta del bolsillo.

Comenzó a hacer cálculos mientras miraba a la multitud: el número de personas, su densidad en relación con el tamaño de la sala, el número de tragaperras. Cerró los ojos y enfocó sus sentidos. A ver si, con un poco de suerte, le facilitaba la tarea a los que vinieran detrás... - Vehmed'rux Gisgdonun Talun Gedgonun

Sin embargo de nada le sirven sus fórmulas, y en el primer quiebro se da de bruces con un chico que acaba de levantar su copa para brindar con los colegas, empapándole la cara de Wiski-Cola.

-¿Pero qué coño haces gilipollas?- le dice con tono iracundo y expresión de pocos amigos. Los compañeros al principio ríen, para después secundar el enojo de su amigo, rodeando a Red, dispuestos a tomarse una revancha por el agravio*.

En ese momento Eve ya había conseguido salir a la calle, pero era tarde, tan sólo puede escuchar el rugido del potente motor de un coche y las luces rojas que se alejan por la carretera que se interna en el bosque.

Como única prueba de la huida de la reina solo queda un caótico bodegón de objetos imposibles junto a una de las plazas vacías del parking; un peluche, un enorme consolador, ropa interior, una botella de licor vacía, una caja de preservativos… todo ello adornado con purpurina y pétalos de rosa.

Josecito, cuando quieras puedes interpretar la huida de Diabolique desde su punto de vista. He pensado qua habíais llegado en taxi y que era muy buen momento para hacer el efecto de La Carroza de Cenicienta. El casino tiene Valet parking, así que escoge el coche que más te mole y a correr...

Por cierto, lo que pasa en el casino es una explosión de talento salvaje, Diabolique lo hace de forma inconsciente.

– Las peores complicaciones pueden surgir a veces de las cosas más simples en la vida. Toma el amor, por ejemplo, cuán fácil sería si entre nosotros no tuviésemos ideas preconcebidas tan complicadas y sacrificadas de lo que es y no es el amor. Cuantos matrimonios y divorcios se evitarían, de no ser por eso. –

-Ahora mismo no quiero hablar de amor, señor Wheeler -dijo con un suave mohín en su boca mientras veía a Red alejándose hacia la puerta. En ese momento las visiones la alcanzaron y su mueca se desdibujó en una de dolor y desesperación mientras su mente trataba de desentrañar de esa sinestesia mágica la información que necesitaba. Su mano apretó la de Arthur quizás demasiado fuerte, poseída como estaba por sensaciones, sentimientos y deseos que no eran los suyos pero que se filtraban, cómo no, a un lugar recóndito de su alma debido a la empatía.

La voz en el teléfono de su compañero la devolvió a la realidad de la sala del casino aunque en su mente persistían los colores, números y esa sensación onírica que envolvía al paso del tiempo en su manto de misterio: todavía se sentía como flotando en una corriente, LA corriente, y su influjo era tan fuerte, tan tentador, que era difícil zafarse de él.

Estiró mecánicamente la mano hasta el móvil de su amigo para que lo bajara y no hablara -Todavía no, Alix -dijo con un tinte de voz ligeramente ominoso, parpadeó varias veces, un truco que hacía para despertarse del todo, y miró al chico siendo ella 100% de nuevo, se acercó al oído del chico y le susurró -Dile que acabas de ver un secuestro, que vas a seguir el auto y que le llamas enseguida.

Se volvió hacia Arthur -Ya sé hacia dónde van y tenemos que alcanzarlos rápido -sonrió satisfecha aunque inquieta: había que darse prisa, dio un giro rápido buscando a Red con la mirada hasta que lo vio. -Oh, no...

Era realmente espectacular ver cómo las personas se interponían en su paso y en el de Eve. No estaba seguro de que su intento mágico de facilitarles a todos el paso hubiera salido bien, porque realmente la Reina de la Noche sabía bien lo que hacía. O no lo sabía en absoluto, pero le salía perfecto.

De todas formas, había que intentarlo. Igual aún la alcanzaba si se daba prisa y...

... y se pegó un trompazo con un tipo que se cruzó en ese momento en su camino. 

No, realmente no había logrado mejorar la situación.

-¿Pero qué coño haces gilipollas?- le dice con tono iracundo y expresión de pocos amigos. Los compañeros al principio ríen, para después secundar el enojo de su amigo, rodeando a Red, dispuestos a tomarse una revancha por el agravio

Vio perfectamente el cabreo del tío al que acababa de empapar y las risas de sus colegas. También se dio cuenta de que la situación se iba a complicar con bastante rapidez. Había que intentar bajar los ánimos.

- Ostia, tío; disculpa. Ni te he visto... - dijo, quitándole hierro al asunto, como si realmente no estuviera rodeado de un grupo de peña con bastantes ganas de partirle la cara. - estaba siguiendo a la loca de mi novia, - señaló hacia Eve, que salía en ese momento por la puerta del casino. - que no sé qué mosca le ha picado y... joder, cómo te he puesto. Mira, que le den por culo a esa desquiciada, perdona. Déjame que te pague una copa, ¿ok? 

Para Arthur era difícil apartarse de los sentimientos de los demás, tenía una capacidad innata (o tal vez un defecto de nacimiento) de sentir cómo los demás sienten y de hacer suyo su dolor. De ahí a que sus novelas, la mayoría inspiradas en hechos reales y otras tantas basadas en esos hechos, fuesen tan impactantes para la audiencia, porque no solo contaba una historia que debía ser contada, sino que trasladaba al lector a los lamentos y alegrías de cada personaje, para que los acompañaran en su transformación durante todo el relato. Por ello, no pudo mantenerse indiferente ante el apretón de manos de Vesper, quien le hizo sentir cómo la energía primordial recorría todo su cuerpo, y en cierto modo, su angustia y desesperación por saber qué pasaba (o, mejor dicho, qué iba a pasar). A veces, el futuro y el pasado se parecían tanto.

Cuando Vesper por fin salió de su trance y apartó el móvil de Alix, Arthur sintió un alivio. No sabía lo que había visto la premonición de su amiga, pero le daba calma saber que sabían a donde ir, y aunque para ese momento no advertía del sitio al que irían, conocía bien ese lugar. Cuando llegó a Nueva York por primera vez, sin dinero en el bolsillo, se hospedó en el Lucky Day Motel por varios meses, era un garito a donde iban a parar escritores fracasados, artistas sin rumbo, parias y todo tipo de malviviente que pudiera ser habitante permanente o sólo de paso en la ciudad que nunca duerme. Tal vez su mala experiencia en ese lugar perdido de la civilización le haya hecho querer contribuir con el HoY de la manera que lo hizo, pero esa es otra historia. Para Arthur, era normal que el atacante haya escogido ese sitio para llevar a su víctima, siendo que queda en un lugar de la ciudad poco frecuentado por los New York’s finest (N. del T.: Los mejores de Nueva York, apodo del departamento de policía). Quienquiera que fuera el contacto de Alix, debía tener las botas puestas y estar dispuesto a ensuciarse, que era lo que estaban a punto de hacer ellos, aunque esto lo entendería momentos después.

–El coche nos está esperando afuera. – Le respondió calmado. –Debemos salir cuanto antes, pero hay que ayudar primero a nuestro amigo que parece también estar envuelto de problemas. –Le dice mirando en dirección a Redmon, cuyo camino estaba, literalmente, por todos lados rodeado por la injusticia de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Arthur no era el cuchillo más afilado en la cocina cuando a movimientos ágiles se trata, pero sin duda era capaz de atravesar una multitud de personas sin perder la compostura. Su fama era suficiente como para que personas de todas las edades lo parasen a pedirle un autógrafo cada cierto tiempo, pero había algo más en él que hacía que la mayoría sólo pensara “¿es él ese escritor?” o que tenía un parecido increíble con él*.

Cuando llega (aún tomado de la mano con Vesper) hasta donde Redmon se enfrenta a varias dificultades, trata de calmar la situación. Saca un pañuelo de lino perfumado del bolsillo interior de su traje de diseñador y con una gracia casi felina, limpia los restos del trago de la ropa del sujeto a quien Red había agraviado, cuando las chanzas de los amigos de ese tipo estaban a punto de pasar a algo más físico. El trapo había absorbido la mayor parte del líquido y además dejaba un aroma a lavanda, pacholí y ámbar mejor que cualquier colonia. –Estoy seguro que no es necesario armar un escándalo por esto, ¿verdad, amigos? –Les repunta, con una elocuencia poco vista en situaciones como esa. –Situaciones de mierda como estas pasan todo el tiempo –agrega, entregándole el pañuelo perfumado al tipo que acaba de secar –, y a mi amigo aquí se le acaba de ir su novia, después de una mala racha en el póker, creo que detrás de otro tipo. Ya ves que no eres el único al que le ha caído mierda encima. –Sonríe por lo bajo, con una mirada cómplice al sujeto, esperando convencerlo de algún sentimiento interno de camaradería hacia Redmon lo dejen pasar por alto todo el percance.

Álix escuchó las palabras de Vesper con atención y expresión atónita mezcla de fascinación, tensión y algo de miedo. ¿Que estaba pasando, podría ser que la enigmática mujer hubiera escuchado los ecos del destino para ver el funesto final de aquel malnacido? ¿estaba Eve en peligro?¿Y aquella enigmática mujer, mezcla de lo masculino y lo femenino entre velos de púrpura y destellos azabache.. era uno de los despertados?

Redmon salió disparado enfrentando una tormenta de multitudes desatada. Estrellándose contra uno de los celebrantes en un choque de cubatas volando y licores derramados. Algo estaba pasando, o Redmon era más torpe de lo que parecía. Aunque después de ver las tragaperras reventar como si fuera día de pago, definitivamente algo raro estaba pasando.

Vio como Arthur se avanzaba para mostrar su mejor faceta de gentleman inglés. Tratando de suavizar las cosas, sin embargo había mucho que hacer, y el número de su contacto seguía marcado en su teléfono. Asintió a la mujer de piel pálida y rasgos ambiguos y delicados y tecleó un watsap adjuntando el retrato robot.

He visto un secuestro con violencia en la salida del casino. Voy siguiendo a la pareja, creo que el agresor es un psicópata. Te paso un retrato robot. Se que no eres de los que dejará pasar esto si hay alguien en peligro, aunque sea una pobre drag. Y te voy a deber una, sabes que siempre cumplo con mi palabra.

No tenían más tiempo que perder, invitó a Vesper a levantarse en pos de Eve y el aparcamiento donde el coche del señor Wheeler les aguardaba cual brillante montura dispuestos a llevarlos a la persecución, guiados por las visiones de una vidente. La noche mejoraba por momentos. Pero tenía que acabar con los problemas, era partidario de usar el miedo y un aura de dominio que tanto esgrimían los snobs. Y necesitaban de una forma rápida para capear la tormenta. Sacó sus gafas de sol, crujió el cuello a un lado y se tiró el pelo atrás dejando que la gomina ofreciera una visión más categórica y ominosa de si mismo. Dejó asomar un destello metálico por su chaqueta y esgrimió su expresión mas funesta.

La actitud lo es todo. créetelo, y el mundo beberá de tus palabras. O como dijo el bardo.. 

El mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres son meros actores.

Se acercó con paso rápido y seguro. Dejó que un aura de miedo y silente amenaza le recorriera. Se colocó uno de sus cascos a modo de pinganillo y se acercó al celebre escritor con expresión de pocos amigos.

- Disculpe señor Wheleer, el coche nos espera.

Dijo al tiempo que observaba el grupo, dispuesto a acompañarlos a la salida como una máquina quitanieves.

¡Cosas más raras! Eve casi se tuvo que poner a hacer gala de sus habilidades de parkour para esquivar a la gente del casino, ¡vaya locura! Al final sólo quedó en una sesión de danza, pero para cuando quiso alcanzarlos apenas le dio tiempo a ver el coche que salía del parking y la matricula. Por cuestión de segundos se le había escapado y la posibilidad de haberlo empujado al meno contra uno de los laterales de la puerta para que tuviera que parar por el golpe.

Recorrió rápido el parking y donde no encontró más que una sucesión de objetos extraños, aunque la purpurina y los pétalos de rosa daban la clara pista de estar relacionados con la drag.

Observó alrededor por si lograba ver alguna cámara que hubiera grabado a la pareja saliendo de allí. Los casinos solían tener una seguridad alta y no era descabellado.

¿No estaban tardando muchos los demás? Quizás habrían tenido problemas como ella para llegar hasta la salida en esa extraña sucesión de personas que se interponían en su camino.

Mientras trataría ser útil y obtener un residuo psíquico de los objetos. Tal vez tuviera suerte y al ser reciente aún pudiera captarlo. Centró su mirada al tocar cada uno de los objetos para focalizar su mente en ver aquello que las mentes generaban y el ojo normalmente no podía percibir, aquello que debía ser percibido con la propia mente directamente. Respiró una vez, y otra. Despacio. Dejando su mente vacía para que se llenar del residuo…

Ostia, tío; disculpa. Ni te he visto...estaba siguiendo a la loca de mi novia, que no sé qué mosca le ha picado y... joder, cómo te he puesto. Mira, que le den por culo a esa desquiciada, perdona. Déjame que te pague una copa, ¿ok? 

-¿Esa rubita es tu novia?- preguntó el chico al que había empapado -Joder...- y lo que se calló y la mirada que le echó a Eve mientras veía desaparecer su culito tras la puerta dijeron más que sus palabras. 

Se trataba de un grupo de unos cinco chicos, jóvenes profesionales que hacía poco que se habían graduado, como dejaban ver su ropas business casual de marca y sus aires de superioridad. Esa noche habían ido al casino divertirse, y su idea de diversión consistía en gastarse los generosos sueldos que les proporcionaban sus trabajos recién estrenados, ponerse ciegos a copas y cocaína, y seguramente llevarse a algunas putas después para rematar la noche.

-No me explico como un pringao como tú ha conseguido un coñito como ese...- siguió sonriente, entre las carcajadas de sus amigotes. -vamos a hacer una cosa, ¿eh colega? Te acepto esa copa, pero solo si tú piba se la toma con nosotr...- y se queda con la frase a medias, mientras observa con cara de Póker como el tío que acaba de aparecer le seca la ropa con un pañuelo perfumado.

Estoy seguro que no es necesario armar un escándalo por esto, ¿verdad, amigos? –Les repunta, con una elocuencia poco vista en situaciones como esa. –Situaciones de mierda como estas pasan todo el tiempo –agrega, entregándole el pañuelo perfumado al tipo que acaba de secar –, y a mi amigo aquí se le acaba de ir su novia, después de una mala racha en el póker, creo que detrás de otro tipo. Ya ves que no eres el único al que le ha caído mierda encima.

-¡Cojonudo!, que se venga con nosotros entonces, ¿con quien va a estar mejor? ¿Eh Pete?- añade otro de los chicos.

-Eh tíos, ¿ese no es el escritor de En el nombre De Dios?- pregunta un tercero, algo menos pendenciero, que se había quedado atrás riendo las gracias de los otros.

-¡Hostia! ¿Es verdad? ¿Es usted Arthur H. Wheeler?- dice el tal Pete, blandiendo el pañuelo que Arthur le acaba de entregar tras darse cuenta de que lleva bordadas sus iniciales. 

Disculpe señor Wheleer, el coche nos espera.

Interrumpió Alix, confirmando las sospechas de los chicos. Su aura amenazante sólo consigue amedrentar a un par de ellos, que se separan un poco del grupo haciéndose los despistados. Parece que quieren marcharse, avergonzados por montar el espectáculo ante una celebridad de la talla del escritor, e intimidados por su “guardaespaldas”. Sin embargo, los otros tres quieren continuar con la diversión, que acaba de virar a un rumbo opuesto al que prometía la torpeza de Red, hacía tan sólo un instante.  

 -¡Os lo dije!- grita el que lo reconoció, entusiasmado. -Señor Wheeler, encantado de conocerlo, ¡he leído todos sus libros!- avanza, colándose entre los otros dos chicos con la mano tendida como un ariete para saludar a su ídolo -¿Le importa que nos hagamos un Selfie?-

Objetivo conseguido. Los cinco gilipollas se quedaron flipados con el culo de Eve lo suficiente como para olvidarse de darle una paliza. Vale, sí, claro, ahora se toma una copa con nosotros, pensó Red, mientras sonreía conciliador, sin quitarles la vista de encima a ninguno. Pijos trajeados que pronto serían esclavos corporativos. Esclavistas, más bien, si teníamos en cuenta la pasta que manejaban. Ascenderían como tiburones en su empresa, devorando a los más débiles y, por supuesto, los unos a los otros. 

Antes de que se le notara demasiado en la cara el desprecio que sentía por esos seres verdaderamente huecos, llegó la caballería. El Señor Wheeler utilizó todo el encanto de una persona que no solo vale más que lo demás, sino que lo sabe y lo demuestra de un modo tan lleno de seguridad que, en fin, que no se le podía llamar otra cosa que no fuera Señor Wheeler. Alix interpretó a la perfección su papel de guardaespaldas. Era flipante ver cómo adoptaba un papel tras otro para obrar su magia. ¿Cambiaba también su mente al hacerlo? ¿Había allí dentro una interminable sucesión de Alixes cuales Pitufos en su aldea? Alix Sabio, Alix Gruñón, Alix Matón... ¿habría también una Alixina en algún sitio de su cabeza, rubia y con vestidito blanco? 

En cualquier caso, allí estaban todos, y mientras Pete y los Amigos de Pete intentaban hacerse selfies con el Señor Wheeler y le ignoraban, Red miró a Vesper y se ajustó las gafas, mientras le hablaba discretamente. - Se me ha escapado. Deberíamos salir a buscarla, no creo que sea conveniente que esté sola ahí fuera... - Por el bien de los que estaban fuera, básicamente.

Mirando a los futuros ejecutivos Vesper sintió pena por ellos, esa actitud ante la vida solo acentuaba el vacío existencial en el que ahora mismo ya estaban naufragando, se les notaba cierto tinte de desesperación en el fondo de sus gargantas, desesperación por aparentar y por creer que estaban llegando a la cima. Sin embargo, tenían que ayudar a la chica trans y debían darse prisa. Puso cara de mosqueada, la famosa resting bitch face, y aprovechando que estaba junto a Arthur dijo con infinito hartazgo -Arthur, darling, vamos a llegar tarde, siempre lo mismo -meneó la cabeza -Te esperamos afuera cuando hayas terminado -le hizo una seña con la cabeza a Alix para que no se alejara de Arthur -Te lo encargo, que salga rápido o esa diva va a cantar el final de la ópera antes de que podamos escucharla -acotó con preocupación, pero manteniéndose en el papel: ciertamente tenían que ir a chequear a Eve.

Luego le hizo una seña a Redmond -Vamos a buscar a tu noviecita, pringao -sonrió con los dientes apretados entre divertida con el adjetivo e inquietante, y se puso en marcha.

Cuando salió con Redmond fuera buscó con la vista a Eve y la distinguió al lado de una pila de objetos. 

Se ubicó a su lado mientras la observaba hacer su arte con curiosidad y deleite, se preguntó si debía tocar cada cosa para recibir las imégenes en su mente o con solo extender la mano sobre ellas lo lograría. Carraspeó cuando le pareció que había terminado -Eve, ya sé adonde fueron, he tenido una visión, ahora cuando nos reunamos con Arthur y Alix nos pondremos en marcha, ¿has logrado dar con algo más de información?